Con el título de Liga decidido, Barça y Real Madrid no tuvieron ningún problema en despachar sus partidos ante el Elche y el Valladolid que sirvieron de esparring ante lo que está por venir: el último Clásico de la temporada. Este miércoles se decide cuál de los dos accede a la final de la Copa del Rey, pero no es ni mucho menos lo único que está en juego y ambos lo saben.
El equipo de Xavi le tiene comida la moral al Madrid. De los cuatro enfrentamientos anteriores han ganado tres, el último de Liga en el Camp Nou, el de ida de la Copa en el Bernabéu y la final de la Supercopa de España. Y los tres de maneras diferentes, lo que abunda en la sensación de ser la horma del zapato de los de Ancelotti. El de la Supercopa recién empezado el 2023 fue el que colmó todas las expectativas de los azulgrana de paladar fino: posesión, superioridad total, buen fútbol y victoria por 1-3. El último fue el de Liga que dejó sentenciado el campeonato remontando en el tiempo de descuento, con la polémica del gol anulado a Asensio y con la afición en éxtasis y comunión total, pero el choque de la ida de Copa fue el que descolocó a todos con un Barça agazapado atrás y un 35% de posesión de la pelota. El catecismo a hacer puñetas, vamos. Ganó 0-1 y el Madrid no tiró ni una sola vez a puerta aunque se empachara de balón. Ahora llega el definitivo.
Como si fuera un chiste -soy el Barça, ¿cómo quieres que te gane?- que a los madridistas maldita la gracia que les hace- este miércoles es la última oportunidad de la temporada para sacudirse el efecto de un rival que se les atraganta y hace pupa. Tras la última victoria en el campeonato nacional que les dejó a 12 puntos se vio a un Ancelotti nervioso en la sala de Prensa que ahora, dos semanas después, le pone ojitos a la selección de Brasil. Él, que había afirmado en varias ocasiones en plan declaración de amor eterna que después del Madrid, el desierto, ya no se cierra puertas porque es consciente de que en la planta noble -es decir, Florentino Pérez– han perdido la confianza y andan buscando relevo de manera más o menos descarada. Que los ciclos tienen fecha de caducidad se sabía, que el Madrid -es decir, Florentino Pérez- no tiene paciencia, también. Pero sentirse apuntado a las primeras de cambio después de hacer doblete Liga- Champions y con un palmarés apabullante debe doler. Algo se ha roto en la que parecía una relación idílica y resulta evidente. Lo que está por ver es cómo responden ahora el técnico y el equipo y para eso no sirve el Valladolid. Sirven el Barça primero y la eliminatoria contra el Chelsea después.
El triplete de este domingo de Karim Benzema sube la moral de una hinchada que le lleva añorando toda la temporada. No es cuestión de números porque siguen siendo buenos y está a solo tres goles del Pichichi Lewandowski, sino de nivel. Y el que se puso a sí mismo la temporada pasada es tan extraterrestre que perderá siempre en la comparación. Nadie se acordará de la chilena ante el Valladolid al final de la campaña, sino de lo que haga el miércoles en el Camp Nou y de lo que queda, sea lo que sea, de Champions. Con Vinicius no es suficiente.
El Barça, mientras, vive un veranillo adelantado obra y gracia de los 12 puntos, Laporta y el caso Negreira. La ventaja en LaLiga es mérito absoluto suyo, lo demás casi que también. Porque el ruidazo no es una campaña, sino la consecuencia previsible de estar pagando al vicepresidente del Comité Técnico de los Árbitros durante 17 años sin que aún se sepa por qué y para qué. Como cortina de humo y para acaparar portadas, titulares y el buen humor de los parroquianos nada mejor que soltar a los cuatro vientos que hay contactos para el regreso de Messi. Es un plan sencillo, pero efectivo; al menos a corto plazo. Porque una derrota ante el Madrid este miércoles reavivará el fuego. Dos meses más viviendo de una Liga que ya está ganada se harían muy largos y el posible retorno de Messi, cuando no saben cómo inscribir a Gavi y están recortando hasta en el catering del palco, podría situarlo en el terreno del espejismo mientras Laporta sigue anunciando, y retrasando, su comparecencia ante la prensa para dar explicaciones sobre el sueldo que él también pagó a Negreira. En cambio, clasificarse para la final de la Copa del Rey y encima eliminando al Real Madrid abre un escenario diferente.
Este Clásico, en fin, no es un partido más. Tiene mucha miga. El Madrid necesita demostrar que está vivo. Y el Barça que puede matarle otra vez.
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