Entrevistas

Pepu Hernández: «Pepe Sáez tenía 18 cargos, no era normal lo de la tarjeta de crédito de la federación, no se podía trabajar con él»

Es noticia

José Vicente «Pepu» Hernández Fernández (Madrid, 11 de febrero de 1958) aparece sonriente, parándose con todo aquel que le aborda en un «oyster bar» (qué moderneces) ubicado en Campo de las Naciones. Tiene ganas de hablar de baloncesto («en mi casa no me dejan», se queja de modo simpático) y no tanto de política. Al fin y al cabo, es seguro que la historia le recordará como el entrenador que hizo a España campeona del mundo de baloncesto en 2006 y no como candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid en 2019. Como ya han prescrito muchas de las cosas que pasaron en sus años de lucha y éxitos, vaya si habla de baloncesto…

¿Qué recuerdos tiene de su infancia, de aquel Madrid de los sesenta?

Me crie en el barrio de Canillejas, que es donde vivo ahora también. Excepto una época en la que estuve en un apartamentito cerca del Ramiro de Maeztu y el tiempo que viví en Alella cuando entrené al Joventut, nunca me he movido de allí. Sigue siendo un barrio popular, pero es verdad que en la zona más cercana a Hortaleza sí tiene un poco más de nivel. Teníamos unos cuantos descampados y jugábamos a algunos deportes que no eran baloncesto. A fútbol, sí, pero también a béisbol porque había muchos americanos por allí. Hice buenos amigos entre ellos, lo que en el futuro me serviría mucho porque mejoré el inglés. También jugábamos al tenis porque era el momento de Manolo Santana. Poníamos una cuerda en el medio y jugábamos con lo que pudiéramos, que no eran raquetas. Yo era del Atlético de Madrid porque molaba, con Ufarte, Gárate y demás. Con el tiempo ha sido curioso que hayan trasladado el estadio muy cerca del barrio.

Su madre es asturiana. ¿Y su padre?

De Madrid. Se conocieron en Ribadesella. Él fue a veranear allí con un amigo en 1954 y 1955 viajando en Vespa, que no sé cómo llegarían. El segundo año fueron preparados: hicieron unas tarjetas que fueron repartiendo por allí a las chavalas en las que ponía «Pepe El sabroso y José Luis El moro, veraneantes riosellanos». Pepe El sabroso era mi padre. Los hermanos de las chicas, que algunos de ellos acabarían siendo mis tíos, querían matar a los dos chulitos de Madrid que iban por ahí con las tarjetas. Hubo unos momentos de tensión… Pero se terminaron casando y se vinieron a vivir a Madrid. Mi madre había trabajado como secretaria y mi padre se dedicó al sector de los seguros toda su vida.

Entra en el Ramiro de Maeztu y juega al baloncesto, pero no destaca para nada…

Sí, hay un cierto tipo de entrenador que somos así. Para mí siempre ha sido un déficit que he intentado compensar. Al no jugar, no he sentido lo mismo que los jugadores profesionales y he tratado de escucharles mucho. Cuando mi padre me lleva de la mano al Ramiro lo que veo es una plantación de canastas tremenda y tuve claro a lo que se jugaba allí. Y mi primera visión es un partido entre unos señores de azul y otros de blanco, un EstudiantesReal Madrid cuando yo no sabía quiénes eran unos y quiénes los otros. Empecé con el minibasket, pero a los 12 o 13 años me di cuenta de que no iba a ser lo que pensaba que iba a ser: jugador del Estudiantes y de la selección española.

¿Es a Peio Cambronero, un jugador vasco del primer equipo, al que se le ocurre que entrene a un equipo masculino de minibasket? 1973, con 15 años…

Sí, pero por error. El club ofrecía un pequeño sobresueldo a los jugadores del primer equipo si entrenaban a uno de minibasket. Peio aceptó, pero me pidió que le echase una mano por si él no podía ir algún día. Pues… no vino nunca. Y me hice cargo y tiré para adelante. Me gustó mucho, aunque no sabía qué hacer.

 

¿Su objetivo era trabajar como periodista al entrar en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense?

Quería serlo. Y no de deportes, eh. No por nada. Era 1975 y quería ser periodista porque otro periodismo podía venir, otra hornada. Me gustaba muchísimo, pero no la facultad. Siempre acababa en el Ramiro entrenando con mis amigos y no me iba mal haciéndolo, aunque no era profesional todavía. Aprobé algunas asignaturas, pero lo acabé dejando.

¿Aquello le ha ayudado a comprender mejor el trabajo de los medios? Siempre ha tenido buena prensa, no lo niegue…

Pues… Algunos periodistas me decían que les daba los titulares hechos. Y entiendo bien lo que es la profesión. Estoy encantado cuando un chaval joven que está empezando me pide charlar porque me gustaba que hiciesen lo mismo conmigo. Sigo leyendo muchos periódicos en papel, aunque con algunos me cabreo.

Cuéntenos algo de cuando era becario en la SER…

Fue un verano largo, muy largo, que se extendió durante seis o siete meses, y hasta guardo el papel con el justificante de lo que me pagaron. Entré gracias a mi padrino, Carlos Gómez Amar. Era el director de música de la cadena, un experto en música clásica increíble. Para mí la mayor vaca sagrada era el señor que inventó el carrusel deportivo, Vicente Marco, que es el que me acoge en sus pechos. Recuerdo haber ido por mi cuenta a Zaragoza para cubrir un torneo de baloncesto con España, Cuba y Francia. Para mí era alucinante estar en la redacción de Gran Vía con gente como Manolo Martín Ferrand, José Joaquín Iriarte y Antonio Jiménez, el de 13tv. José María García también estaba, pero solo trabajé un día para él. El encargo periodístico más importante que me hizo fue que bajase al aparcamiento y le trajese el portafolios que tenía en su coche. Sentí una envidia tremenda en 1976, cuando Luis Gómez, que era mi compañero de facultad, participó en la fundación de El País y aparece en esa foto con un jersey de cuello alto. Algo que no sabe mucha gente es que fui socio del Madrid durante mucho tiempo.

¿En serio?

Es uno de los contrasentidos de mi vida. Mi padre era muy madridista y se empeñó en que yo lo fuera. Me hizo socio cuando tenía 10-11 años y no dejó de pagar el carnet hasta mis 48-50, pese a que no tenía un puñetero duro. Yo le decía que no lo hiciese, que no iba a ir. Me respondía que me callase, que le dejase a él. Era amigo personal de Luis Molowny, El mangas, y hasta Alfredo di Stefano estuvo cenando en mi casa cuando yo no había nacido todavía. Los futbolistas también salían entonces, como Pepe El sabroso. Y de ahí venía la relación.

De 1994 a 2005, once años casi consecutivos como primer entrenador del Estudiantes con un pequeño paréntesis con Charly Sainz de Aja. ¿La mejor etapa de forma continuada en la historia del club?

La mía, seguro. Quedábamos segundos, terceros o cuartos teniendo el séptimo u octavo presupuesto. La anterior etapa también fue estupenda con Miguel Ángel Martín. En 1992 fuimos campeones de la Copa del Rey y fuimos a la Final Four de Estambul junto a Joventut, Olimpia Milán y Partizan, que fue el campeón con la famosa canasta de Djordjevic. Nosotros les habíamos ganado los dos partidos. Para llegar a aquello estuve 18 años en categorías de base, cuatro como entrenador ayudante del primer equipo. Hay que formarse.

¿Qué aprendió del recientemente fallecido Miguel Ángel Martín, del que fue ayudante cuatro temporadas?

Mucho. Fue el que me sube al primer equipo cuando él sustituye a Paco Garrido y yo estoy todavía entrenando al juvenil, con el que fuimos campeones de España.

Aquello fue en San Javier, en Murcia, en 1989. La única vez que se le ha visto sin barba…

Efectivamente. Fue horas antes de la final ante el CAI Zaragoza. Estaba con mi ayudante, Javi Muñoz, en la habitación del hotel, preparando la charla. No le puse el capuchón al recortador y me hice un corte tremendo en la zona de la barbilla. Di un grito de la leche. Me tuve que quitar toda la barba. Los jugadores pasaban a mi lado y no me conocían. Y luego vino el cachondeo. Afortunadamente, ganamos.

Nacho Azofra, Alberto Herreros, Juan Orenga, Pablo y Gonzalo Martínez, Alfonso y Felipe Reyes, Juan Aísa, Iñaki de Miguel, Rafa Vecina, Carlos Jiménez… Siempre tuvo un toque especial con los jugadores nacionales…

Pero ojo, no todos eran canteranos. Muchas veces fichábamos españoles de otros equipos como el propio Real Madrid porque ellos sabían que podía haber un progreso personal. Tenían los minutos garantizados. Siento que, entre comillas, nos utilizaron, algo que me parece maravilloso: estaban con nosotros un par de años y se iban porque les salían unos contratos fantásticos. Era una familia y se jugaba bien. Hay un hito para mí muy importante que habla de esta filosofía. En la selección española que fue al Mundial de 1998, el 50 por ciento de los jugadores que fueron o se había formado en Estudiantes o había jugado con nosotros: Azofra, Orenga, Jiménez, Rodrigo de la Fuente, Herreros, De Miguel y Alfonso Reyes. Era un orgullo. Ahora hay muchos menos nacionales de nivel disponibles para la selección, aunque hayamos vuelto a ser campeones de Europa y del mundo, y es algo que me preocupa. Eso sí, Estudiantes y Joventut, aun hoy, siguen generando jugadores y hay que ayudar a que puedan florecer.

También consideraba «canteranos» a americanos muy integrados como Shaun Vandiver y Chandler Thompson, igual que había pasado años atrás con David Russell, John Pinone y Rickie Winslow…

Era una combinación que nos gustaba mucho. Chandler en concreto salía casi siempre desde el banquillo y lo tomaba bien, veía cómo un joven como Carlos Jiménez o Carlos Suárez «picaba» un poco al jugador al que él iba a tener que enfrentarse y a continuación salía él. Eran situaciones en las que los jugadores me seguían perfectamente. Esa combinación fue muy importante. Cuando fuimos subcampeones de liga contra el Barcelona en 2004 nuestra pareja de extranjeros Corey Brewer Andrae Patterson era la más barata de la competición, pero eran buenísimos. En Estudiantes no era obligatorio jugar con la cantera, por mucho que digan, pero en los años en los que estuve yo debutaron 22 canteranos. Se les buscaba un hueco, pero tenían que hacer lo que se les pedía cuando salían. Por ejemplo, si un joven triplista como Pedro Robles salía y no tiraba, le sentaba.

¿Le llamó alguna vez el Real Madrid, dentro de ese vaso comunicante que ha habido siempre con el Estudiantes?

Seriamente no, pero alguien en un momento determinado lo insinuó. No se hizo finalmente, pero les salió fenomenal porque entonces ficharon a Pablo Laso. Su época ha sido brutal, a la altura de Pedro Ferrándiz y Lolo Sainz. Le admiro mucho desde que era jugador. Y cuando empezó como entrenador con el Valencia Basket… Nunca he visto tan buen baloncesto con tan malos resultados. Yo estaba deseando que lo hiciese bien porque su propuesta era espectacular, pero salió mal. Esas cosas pasan. Por cierto que cuando tenía 13 años le entrené en una concentración en Granada en la que también estaba Antonio Martín. He sido un tío muy afortunado por haber tenido contacto con gente tan interesante en el baloncesto.

¿Hubiese aceptado una oferta en firme del Madrid?

Yo creo que sí. Cuando ocurrió lo que digo, ya no estaba en Estudiantes, sino en el Joventut, donde también disfruté bastante casi todo el tiempo. Pero al final todas las noticias que me daban eran malas. La situación económica era complicada. Nos metimos en la Copa, pero luego se nos lesionaron dos titulares y no jugamos los «playoffs». Me marcho porque tenía un contrato muy alto que había muchas dificultades para asumir. Era lo mejor para el club.

En 2006 llega un punto de inflexión: la llamada de la selección. ¿Esperaba que todo fuese tan bien?

Lo primero es que no esperaba esa llamada. Para mí fue una sorpresa extraordinaria, una ilusión importante. Es lo máximo que puede ocurrirte. En el primer año trabajamos lo que queríamos hacer y cómo lo queríamos hacer. Siempre me entendí muy bien con Ángel Palmi, el director deportivo de la Federación Española. El núcleo de jugadores era extraordinario y habían hecho cosas muy buenas, pero no habían ganado ningún campeonato a nivel absoluto. Yo no llamo «equipos» a los equipos hasta que no están hechos. Hasta entonces, lo que tienes es una lista, una reunión de jugadores. Hacer equipo son palabras mayores y es muy difícil.

En su momento se le cuestionó que el sustituto de Fran Vázquez fuese Marc Gasol, que apenas jugaba en el Barcelona, en vez de Jordi Trias o Edu Hernández-Sonseca, pívots importantes en sus equipos. Se sugirió que había sido una imposición de Pau, pero el tiempo le ha dado obviamente la razón…

Lo primero es que a la selección no deben ir los doce mejores, sino los doce que mejor combinen, encajen en el puzle. A Pau le consulté, pero simplemente preguntándole que qué estaba haciendo en ese momento su hermano. Había tenido un annus horribilis con lesiones y demás. Exagerando, entendí que era lógico que Marc estuviese en su casa viendo películas hasta las tantas y comiendo palomitas, hamburguesas y pizzas. Cuando le llamé para que se incorporase a la concentración y viésemos cómo estaba, sin asegurarle que iba a tener un sitio entre los doce, se llevó un alegrón.

Colgué y les dije a mis ayudantes: «hemos acertado, este tío está como loco por venir. Y un tío que está como loco hace lo que sea por quedarse». Tuvo un gran cambio de mentalidad, de hábitos, con concepción. Se puso a entrenar como una bestia y mientras los otros se ponían hasta arriba en el buffet, este cogía un poquito de lechuga y un poquito de tomate. Los demás se metían con él. Luego su futuro fue tan brillante… Tuvo la suerte de tener a Pesic como entrenador en Girona, que le ponía. En la NBA hizo un carrerón. Nunca he visto un jugador que hable tanto de «equipo» como él. Jordi y Edu eran también fantásticos, pero… Y sobre Fran Vázquez pues… no vino bien.

Siempre ha habido mucha especulación respecto a la relación entre Fran y su encaje en la selección. Siendo uno de los mejores pívots españoles de la Liga ACB, solo fue a los Eurobaskets de 2005 y 2010…

Eso es otra cosa. Conmigo fue el descarte porque no hizo todo lo que tenía que hacer.

¿Pau es tan inteligente como parece?

Es una mente prodigiosa. Cuando estaba todavía en Memphis, le hice llegar el mensaje a través de Felipe Reyes de que estaba hablando demasiado del «yo» y poco de su equipo. Me debió a hacer caso porque cuando empezó a hablar del equipo, la prensa de allí le acusó de estar echando balones fuera. Él era la estrella y esa es la mentalidad americana. Equipo sí tuvo en Los Angeles e hizo lo que hizo, que fue maravilloso. En los Lakers había jugadores que llevaban tres años y no se sabían el sistema de Phil Jackson. Cuando él llevaba dos semanas allí ya lo conocía perfectamente, como si lo hubiera inventado él.

Han pasado 17 años. ¿Cuál es la primera sensación que le viene cuando piensa en lo sucedido en Japón?

Fue una química perfecta. A veces bromeo con algunos de aquellos jugadores. Parecía que era el día de la madre todos los días. Salió tan bien… Estoy muy contento cómo funcionó todo. La preparación fue clave. Luego puedes ser campeón o no, pero la posibilidad de serlo está en lo que ocurre antes de la competición. Había un respeto absoluto por todos, pero sabias que le podías ganar a cualquiera. Se recuerda la lesión de Pau antes de la final, pero también tuvieron problemas físicos Felipe, Navarro y Calderón. Los que salían, hacían lo suyo. No había egoísmos. Tíos que jugaban 25 minutos en sus equipos, salían 7 con la selección y no pasaba nada.

Se suele recordar con más intensidad la semifinal ante Argentina … La final ante Grecia hasta fue demasiado fácil.

Bueno… No olvidemos que era campeona de Europa y que habían eliminado a Estados Unidos. Tenían a siete tíos que te podían hacer 15 puntos con la gorra: Diamantidis, Papapoukas, Zisis, Fotsis, Kakiouzis, Dikoudis, Papadopoulos… A nosotros nos faltaba el mejor jugador, según todos, que era Pau. Pero recuerdo haber ido al Eurobasket de 2003 en Suecia y sé lo que pasó con él y cómo se perdió la final ante Lituania [36 puntos de Gasol y derrota por 93-84]. Era importante hacer un equipo en el que no se echase de menos a nadie. Cuando llegué a la selección se lo dije a los jugadores: nadie es imprescindible, todos sois importantes. Me queda alguna cosa, como no haber puesto a Marc en la semifinal ante Argentina, o en general haber tratado mejor a Felipe.

¿Vio dentro el triple de Nocioni que hubiese supuesto la eliminación?

No, nunca. El que lo vio dentro fue Rudy, que hizo una ayuda demasiado larga. Se le puso una cara increíble cuando el balón salió de la mano del Chapu, pese a que le punteó. El «plan A» de Argentina en esa jugada era una entrada a canasta por la izquierda de Manu Ginóbili, que hemos visto muchas veces lo bien que las hace. Había un 80% de posibilidades de que metiese la canasta así. Cuando le negamos esa posibilidad, su «plan B» era un tiro de Nocioni, que sinceramente era preferible. Eran campeones olímpicos y muy buenos, pero nosotros estábamos un poco por encima. En la preparación les ganamos por 20 puntos, pero nadie se lo creyó. De hecho, en la semifinal hicimos algunas tonterías y algunos jugaron muy mal, como Jorge Garbajosa y Navarro, que luego estuvieron geniales en la final. Ante Grecia salieron las dos cosas que habíamos preparado, pese a que no pudimos entrenar cinco contra cinco porque solo había nueve jugadores disponibles.

Horas antes de la final su padre fallece en Madrid. ¿Pensó en volver?

No. Estaba haciendo mi trabajo y no podía. Lo sentí mucho por mi madre, mi hermana y mi mujer, que volvió rápidamente desde Ribadesella y las ayudó mucho. ¿No digo que tengo mucha suerte de tener gente así alrededor? Tomé la decisión de que el equipo no lo supiese para que ninguno se despistara. Sí se lo dije a mis ayudantes por si yo estaba atontado o dormido. Rafa Vecina se lo contó a Carlos Jiménez, que cuando acabó el partido se vino a por mí de una manera especial, festejándolo de una manera diferente. Me sentí bien durante el partido porque estábamos a lo que estábamos, pero cuando terminó no sabía lo que tenía que hacer. Siempre me quedará la duda sobre si mi padre, que estaba mal, murió sabiendo lo que pasaba en Japón. Cuando me pongo la mano en el corazón durante la interpretación de los himnos en la final, la gente piensa que es por el himno. Me encanta el español, pero no. Era un gesto para mi madre y mi hermana, que supuse que estarían viéndolo, aunque jodidas.

Delante de una multitud, ya de vuelta a Madrid, soltó aquello de «os voy a decir una palabra. Y escuchadla bien, porque va a ser una palabra muy importante: BA-LON-CES-TO»… ¿Se le ocurrió en el momento?

La verdad es que nos bajamos del avión y no sabía a dónde íbamos. No tenía ni idea de que habían montado un escenario en la Plaza de Castilla. Me pidieron decir algo y eso fue lo primero que se me ocurrió. Se hicieron muchas interpretaciones, como que era una oposición al fútbol, pero lo único que quería expresar fue que el baloncesto era un buen sitio donde estar. Y sí que fue una palabra importante a partir de entonces. Se empezó a hablar de baloncesto en publicaciones que no podías imaginar nunca: en la prensa del corazón, en las de divulgación, psicología, científicas… Aprovechamos el momento. Una señora me paró por la calle y me dijo «a mí no me gusta el baloncesto ni me gusta el deporte, pero qué majos son sus chicos». Y pensé «joder, lo que hemos hecho». Al final, los títulos se olvidan, los anillos se olvidan, los récords se olvidan. Pero queda la sensación. Es lo importante.

Pero llegó el 2007. Favoritos en el Eurobasket, pero derrotados por Rusia en una dramática final en Madrid… El equipo y particularmente Gasol parecieron agotados aquel día. Y se deslizaba que se habían asumido demasiados compromisos publicitarios y protocolarios…

No podíamos perder el contacto con la gente cuando íbamos a jugar por España. A los jugadores les teníamos prohibidos los cascos cuando bajasen del autobús porque tenían que escuchar a los aficionados. Lo que pacté era que no íbamos a dejar de tratar bien a quienes nos habían apoyado y que iríamos adonde se nos pidiese, pero que no hubiese sorpresas. Y las hubo. Por ejemplo, una mañana en la que fui con Carlos Jiménez al ayuntamiento de Gijón, el resto del equipo se marchó a la Central Lechera Asturiana. Por la tarde teníamos partido ante Lituania. Comimos tarde, descansamos menos… Todo eso se fue acumulando. Cuando fuimos a Sevilla, hubo una historia con Renfe y el AVE. La preparación no fue igual que la del Mundial. No todos estábamos bien. Y todo el mundo quería ganarnos por ser campeones del mundo.

¿Fue entonces cuando se fractura su relación con José Luis Sáez, el entonces presidente de la Federación Española?

Se puso muy nervioso. En un momento determinado usé una frase que utilizábamos mucho en el Estudiantes y que él no entendió: «para la buena marcha del negocio, vamos a ir en el AVE, como tú quieres». Él respondió cabreadísimo, gritando: «¡esto no es un negocio!». Yo no le estaba acusando de nada, pero cuando me habló así pensé «hostias…. He hecho pupa».

No ha hablado demasiado sobre Sáez estos años. El enfrentamiento entre ambos que termina con su destitución como seleccionador fue público y notorio…

¿Dónde está Pepe Sáez?

Bien sabe usted que en su casa. Dimitió en 2016 después de que la Fiscalía Anticorrupción iniciase diligencias contra él y varios de sus colaboradores por presuntos delitos de malversación de caudales públicos, apropiación indebida, administración desleal y falsedad documental… ¿Le sorprendieron estos problemas legales?

Nada. No es que yo supiera algo, pero intuyes cosas. Cuando te dicen «¡esto no es un negocio!»… Le salieron 18 cosas: lo de las tarjetas, esto y lo otro… Y con sus amigos… El entonces director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, me llamó a su despacho y charlamos, pero ¿por qué? Porque el director de Marca [del mismo grupo, Unidad Editorial] era un señor llamado Eduardo Inda.

¿Cree que estaba celoso de que el éxito de la selección se le atribuyese a usted y no a él?

No lo he valorado. Yo nunca he dicho que él no fuese importante en lo que se logró. Yo avisé con el suficiente tiempo de antelación de que no quería seguir en mi puesto después de los Juegos Olímpicos de Pekín. Mi contrato me lo permitía y era sagrado que él tuviese que saberlo para trabajar de cara al futuro. Su reacción fue: «a mí no me dimite nadie» y «te vas a enterar tú ahora», acusándome de unas cosas…

Ya sabía que usted no llegaría a los Juegos y que sería cesado antes…

Le desafié cuando empezaron a mentir. Dijeron que no teníamos nada preparado para los Juegos y no era cierto. El siguiente seleccionador [Aíto García Reneses] hizo todo lo que teníamos preparado nosotros, literalmente. Prácticamente todo estaba cerrado: los torneos, los entrenamientos y casi la lista de jugadores. El primero que estaba en ella era Ricky Rubio, que no había ido a la selección absoluta todavía. Fui a Barcelona y le pedí a Rudy que me lo trajese para anunciárselo.

Se adujo que daba conferencias para una entidad bancaria que era rival de la que patrocinaba a la selección…

No había ningún conflicto de intereses. Yo podía estar haciendo lo que tenía que hacer en cualquier momento, cuando quisiera. Para echarme también dijeron que yo había fichado por el Unicaja. ¿Quién fichó por el Unicaja?

El propio Aíto.

Pues claro. Cuando le nombran seleccionador ya estaba fichado en Málaga. Era evidente. Los dos hablábamos con normalidad en la preparación de los Juegos sobre determinados aspectos del equipo. Y cuando ficharon a Sergio Scariolo también me ofrecí a él para ayudarle en lo que necesitase. Seguí disponible para el director deportivo y para la Federación Española porque podía trabajar a la perfección con ellos, pero no con el presidente. Trabajé, pero siempre con mucho cuidado.

¿Cree que no le perdonó la derrota de la final del Eurobasket en Madrid?

Perdimos por un punto, en el último segundo. Pudimos haber ganado perfectamente porque faltando menos de cinco minutos íbamos cinco arriba y perdimos dos balones. Con siete arriba no se nos escapa. La gente que no entiende de deporte piensa que no se puede perder, que si eres campeón del mundo no puedes perder la final europea aunque sea contra Rusia. Sáez nos puso a parir con otras personas, no cara a cara. Y no solamente a mí, sino a todos. Era una relación de confianza, pero si no hay confianza es imposible. Si me lo hubiese dicho a mí hubiese tragado. ¿Qué te crees? ¿Que a mí no me han criticado nunca? He tenido unas broncas tremendas con directivos en Estudiantes como Alejandro González Varona y Fernando Martínez Arroyo y luego nos hemos ido a tomar un café. Con este, no. Montó un pollo con Alfredo Relaño [director del diario As]… Los que estaban presentes no le jalearon ni le dijeron «vámonos a tomar gin tonics». Sabían que se había pasado. Simplemente habíamos perdido un partido.

Era un hombre muy poderoso…

Sí, pero… ¿de qué manera? Entiendo que en un momento determinado te haga gracia y que te guste que te lleven con la selección pagando la federación. No era normal porque había de todo con la tarjeta de la federación. Tenía 18 cargos… ¿Qué quieres que te cuente? Yo no me alegro, pero no se podía trabajar con él.

Lo que más le duele es no haber ido a los Juegos de Pekín, ¿verdad?

Me fastidió verlos por la tele, sí. Es que nada más salir del vestuario tras perder la final de Madrid, a Calderón le preguntan y él responde que lo que estaba deseando era volver con el equipo el siguiente verano. Nos montamos en el autobús y cuando íbamos camino del hotel los jugadores cantaban «El año que viene / la misma selección». ¿Por qué? Porque intentamos hacer lo mismo que en Japón, aunque no salió lo mismo. Hubo jugadores que se echaron el equipo encima con demasiada carga y a mí eso no me gusta. Yo le decía a Pau «no nos debes nada». Otros no estaban bien, como Jorge Garbajosa. Yo tomé la decisión de que estuviera pese a que venía de una lesión. Culpa mía. Era bueno que estuviese por el «pegamento» que hacía en el vestuario. Un campeonato de Europa es más difícil que un Mundial porque todos los partidos son difíciles. En un Mundial hay días de más relajación que juegas contra selecciones a las que ganas de 40.

No sabía si estaba dispuesto a tragar y de hecho dije que después de los Juegos me iba. Entonces Sáez dijo «a mí no me dimite nadie, ya le dimito yo». Ahí sí entra el ego. El tío cada vez que podía declaraba que «Pepu no es solamente un gran director de personal, es que técnicamente es muy bueno». Creo que me quería descargar y decir que yo no era el cerebro. ¿Técnicamente? Siempre he querido a gente cerca que sabía mucho más baloncesto que yo como Chichi Creus, Rafa Vecina, Jota Cuspinera, Ángel Goñi, Javi García… Yo lo que podía hacer era no fastidiarla, propiciar que el ambiente fuese bueno y que la cosa funcionase. Y suele funcionar cuando hay respeto, confianza y generosidad. He aprendido también de los equipos que se basan en los nombres. La Serbia del Eurobasket de 2005 tenía once jugadores de la NBA, su entrenador era el mejor de Europa, Zeljko Obradovic, y jugaba en casa. Según esto, tenían que ser campeones. Pues acabaron novenos. Se pegaban en el vestuario, literalmente.

Tras la etapa que mencionó antes del Joventut, regresa a Estudiantes y no concluye la temporada, dimitiendo también. El equipo terminó bajando…

Vuelvo porque me dicen que el club está fenomenal, que socialmente está pacificado, que económicamente estamos en progreso. Pues nada. Estuvimos todo el año entrenando en Coslada y no veíamos a nadie del club. Jugamos mal pese a que teníamos a gente como Carlos Jiménez o Germán Gabriel. No nos sentíamos Estudiantes. Nos sentíamos Coslada, aunque nos trataron muy bien, ojo. Las noticias económicas eran malas, como en el Joventut. El Estudiantes es mi casa desde los 6 años, mi fundamento, y yo lo que quería era poder seguir hablando con todos. Afortunadamente lo he conseguido.

A La Demencia no le gustaba Adecco…

Es que La Demencia no es la dueña del club. A mí me encantó trabajar con Adecco. Como patrocinador del club hicieron cosas nuevas y muy interesantes. Ojalá se hubiesen querido quedar. Sé que las empresas de trabajo temporal no están bien valoradas, pero no sé de qué se les acusaba. Cuando La Demencia no había nacido, yo ya estaba allí. Es un fenómeno maravilloso, que se ha exportado a toda Europa, pero no son los dueños del Estudiantes. Yo tampoco y llevo 60 años allí. Tengo la sangre azul, pero también quiero a los tíos que tienen la sangre de otro color si vienen a ayudar, como los de Adecco. El Estudiantes está rechazando mucho dinero de gente que quiere entrar, pero hay un momento en el que a lo mejor tienes que cogerlo a cambio de ser menos dueño y que se hagan algunas cosas de forma diferente. Si algo he aprendido con el club es que debe sobrevivir, más que quedar primero o último.

Pablo Martínez también reflexionó recientemente sobre ello en El Mundo

Hablo mucho con él y no entendí ese artículo. Siempre he dicho que somos un equipo de patio de colegio, pero el patio de colegio debe ser cada vez más grande. ¿Qué colegio está en ACB? En LEB metemos 10.000 personas, pero siempre he dicho que debemos subir pronto porque si no, no vamos a existir. Si estamos en LEB unos cuantos años… ni te reconstruyen La Nevera. El Estudiantes ha sido muy importante en este país. Algunas cosas suyas han valido para otros deportes: valores, cuestiones de educación social… Me gusta pensar que somos el segundo equipo de mucha gente, como el Joventut. Es lo mismo que si decimos que el baloncesto es el segundo deporte por detrás del fútbol. No pasa nada por ello. Es más: es algo sensacional.

Han pasado 11 años desde su último partido en un banquillo y no ha vuelto…

He dicho que no a muchas cosas. Parece que me estoy tirando el pisto, pero… quizás tenía que haber dicho que sí a algunas. Me han ofrecido selecciones. No me podía ir a un rival directo de España y eso que me pagaban bien. No echo de menos la competición, pero sí el entrenamiento, que es sagrado, divertidísimo, lo mejor que pueda haber. Es lo que intento contarle a los chavales: hay que intentar ganar el entrenamiento y luego ya ganar el partido vendrá solo. En mis pesadillas suele aparecer que llego tarde a un entrenamiento.

¿Cómo ve el baloncesto actual? ¿Demasiado físico, demasiados triples?

Hay cosas que me divierten mucho y otras que no entiendo porque soy un señor mayor. En el baloncesto siempre ha habido modas que van y vienen. A algunas de ellas he ayudado, tengo que reconocerlo. Determinadas situaciones defensivas, mixtas, combinadas, aleatorias… ¿Ya no se hacen tanto? La selección este verano sí, por ejemplo. Habrá un momento en el que en la NBA ya no se tirarán tantos triples porque jugadores como Ja Morant están aprovechando los espacios que se generan para penetrar.

¿Y a la selección? Se le veía incluso disfrutando como comentarista en el último Eurobasket… ¿A favor o en contra de la inclusión de Lorenzo Brown?

Maravilloso. Yo a lo mejor no lo hubiera hecho y hubiera tomado otros riesgos, pero en el momento en el que se toma esa decisión, a muerte con ella. Ha salido extraordinariamente bien y no solamente por el resultado. Era un hombre tranquilo que no se alteraba. Ha intentado conocer a los chavales. De la mayoría no sabía nada. Todos lo hicieron de maravilla. Sergio [Scariolo], el señor este de Rimini o de donde narices sea, es la hostia. Les dio unos poderes tácticos increíbles y tiene soluciones para todo. En otros campeonatos también empezamos fatal y terminamos campeones. La clave es siempre la unión interna. En uno de los dos Juegos en los que fuimos subcampeones, un jugador con mucho peso les dijo a los demás: «si yo no juego ni un minuto a partir de ahora, no me importa, pero vosotros, a callar, sin tonterías». Esos son los que valen, los líderes que te cambian las dinámicas.

Perdone la cursilada, pero… ¿cuál cree que será su principal legado?

No creo que haya sido el primero en imponer la cultura del equipo en la selección. Otros lo hicieron antes. Había problemas en un equipo que sabía que podía ganar, pero no sabían cómo. En Japón, si pasó algo, fue que el equipo aprendió a cómo se gana. Hay muchos caminos. No sé si suena pretencioso. Hablo del equipo, no de mí. Tuve la suerte de estar ahí y colaborar con ellos. Grandísimos jugadores, pero sobre todo inteligentísimos. Tengo una anécdota con Pau. En la sesión de vídeo que preparamos para octavos de final del Mundial contra Serbia, me hizo una sugerencia sobre una situación en defensa porque los demás no se atrevían a decirme que era un error, que no íbamos a llegar a defender al jugador rival. «No se hable más. Encantado», les dije. Aplicamos lo que Pau pidió y salió perfecto. Hay jugadores que son así, que saben que van a ser entrenadores, como Juan Orenga.

Ahora que lo menciona… ¿Se fue injusto con Orenga cuando fue seleccionador? Como el suyo en 2007, su equipo también pareció atenazado en el Mundial del 2014, jugando en casa.

No salieron bien las cosas. No voy a criticar a Juan, que es una persona extraordinaria y le tengo mucho cariño. Pero… Ese año muchos, demasiados, no hicieron lo que tenían que hacer. Hasta ahí puedo decir. [Antes del partido de cuartos de final ante Francia] Marc Gasol sí tenía que ir al parto de su mujer, pero a lo mejor no el hermano. Y un entrenador ayudante también se fue a firmar con no sé qué equipo. ¿Por qué? Yo estaba haciendo el partido para la SER y recuerdo la cara que puso Juan Carlos Navarro cuando Juan decidió que jugaban de inicio Marc y Pau. Es íntimo amigo de los dos, pero sabía perfectamente que ese día no tenían que ser titulares.

11 Comentarios

  1. Maravillosa entrevista. Muy valiente Pepu.
    A mí me hubiera gustado ver a Pepu tras la selección en un banquillo ACB estable. Málaga, Vitoria, Valencia… creo que tuvo mala suerte en su paso por Badalona y su regreso a Estudiantes fue una trampa.
    El aire fresco que trajo a la selección tras Pesquera, la libertad de planificación (lo de Marc Gasol es un buen ejemplo) creo que deja entrever el reactivo que fue para que esa generación fuera ganadora y los réditos que aún reposta.
    Orenga debió dejar el cargo en el 2013. Ese bronce oculta una pésima gestión del grupo e inmensas carencias: en ese Eurobasket, final ajustado, partido perdido. Ese equipo en ese Eurobasket podía llegar más lejos. Y así pasó luego lo que pasó.

  2. Hay algo de entrevista en este resentimiento del chepas. Qué manera de rajar, hay para todos y no deja títere con cabeza.
    Hubiera estado bien preguntarle por su aventura política, donde se vio lo poco preparado que estaba (vamos,lo habitual).
    Con lo del legado casi me da una hernia.

    Resumen: bochornoso.

  3. Santiago Cubillas Alonso

    Un verdadero placer leer esta entrevista y… escuchar al entrevistado.
    Una gigante como persona, un enorme entrenador. Muchísimas gracias por hacernos vivir y sentirnos orgullosos… antes y ahora.
    Demasiadas buenas cosas de este maravilloso deporte.

  4. En la tercera etapa de Pepu en el Estudiantes, se veía desde el principio con claridad meridiana que:
    Jiménez era un exjugador jugando de 4 timorato.
    Antoine Wright era un borracho.
    Cedric Simmons era un fraude con las manos de plastilina.
    Y eran los que más cobraban.

    Culpa del director deportivo (Azofra) que diseñó la plantilla con un entrenador caro, que nunca, nunca había entrenado a jugadores tan malos. Y ni supo mejorarlos, ni dejarlos en el banquillo.
    Luego llegó más morralla que restó más que aportó…acorde al importe de su ficha.
    Pepu era muy muy bueno, pero no sabía gestionar dinámicas negativas ni plantar cara a viejos amigos. No fue una víctima, fue un clavo en el ataúd.

  5. El baloncesto de Pepu

    Es Pepu el que hizo posible el milagro

    Merecía seguir hasta que le diera la gana

    Y Aito continuó el legado

    O Escariolo tiene mérito si

    El de ser el sucesor de Aito y Pepu

    El baloncesto español

    A pesar de los tiranos que quieren destruir todo lo que en este bendito país se construya

  6. Pingback: Pancho Jasen: «Lloraba en mi casa, iba a ser el capitán que iba a descender al Estudiantes, no lo podía creer» - Jot Down Sport

  7. Pingback: Un pálpito sobre la supuesta retirada de Marc Gasol - Jot Down Sport

  8. Pingback: Arvydas Sabonis, el hombre que pudo reinar

  9. Pingback: Cuando el suplente del suplente del Barcelona nos dio el Mundial de baloncesto

  10. Un gran tipo. Aún sigo preguntándome por qué entró en política.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*