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«Cosas» que hizo un profesor de latín, Antonio Magariños

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La Nevera, gimnasio del Instituto Ramiro de Maeztu y casa por muchas décadas del Club de Baloncesto Estudiantes, fue derruido por Filomena en enero de 2021. Aún espera su prometida reconstrucción. Foto: @MovistarEstu

Tiene su poesía que fuera la nieve la que acabase con La Nevera. Ese nombre remite a un mundo ya deshecho donde hacer deporte pasando frío entraba dentro del trívium esperable en cualquier educación. Un mundo que hacía chanza y bandera de la propia precariedad material. A juzgar por la última legislación educativa española, de derecha y de izquierda, también parece periclitado el tipo humano que alumbró el peculiarísimo invento que tuvo en La Nevera su hogar más reconocible: un profesor de latín.

Es difícil localizar entre las motivaciones de Antonio Magariños ningún compromiso con el termómetro cuando organizó aquello que terminó llamándose Club de Baloncesto Estudiantes, después de unos primeros lances donde se presentaba tan sólo como «Ramiro de Maeztu». Ése es el nombre del instituto masculino donde era catedrático de latín.

Este instituto tiene ahora cierta fama de ser un colegio privado encubierto. Dejando a un lado tanto el fundamento como la falsedad de esa acusación, habría que reconocer que Antonio Magariños fue uno de los principales promotores de esa diferenciación y, al mismo tiempo, un conspirador público contra la desigualdad de clase. Es muy posible que el Ramiro sea uno de los cincuenta high schools de todo el mundo que haya albergado en sus aulas a más jugadores de la NBA. También es el centro educativo que presenta más alumnos a la selectividad de toda su provincia (y con gran probabilidad de toda España); una extraña manera de apuntalar el privilegio. En ambos récords, Antonio Magariños aparece tras la escena. No sólo fundó Estudiantes, también creó en el Ramiro el primer Bachillerato Nocturno de España que sigue reuniendo un alumnado muy numeroso.

Es seguro que las posibilidades materiales de tales hazañas habrían sido muy otras de no estar en el centro público de enseñanza media más privilegiado del país por varias razones: sus vínculos con el ministerio de Educación, el legado del Instituto Escuela donde también enseñó Magariños y su significativa localización urbana. Sin embargo, no bastan buenos ingredientes para armar un guiso excepcional. Como del soldado del poema se puede decir que «más de un hombre fue aquel hombre». Los profesores de instituto, damas y caballeros con sueldo digno y una identidad pública asociada a una disciplina académica, alcanzaban quizá su versión sublime en los enseñantes de lenguas clásicas. Unos tipos que tenían por obligación profesional abrir a los muchos una ventana que durante siglos estuvo reservada a los muy pocos. No es misión banal hacer de la tristissima nocte de Ovidio y el dona ferentis de Virgilio, lugares familiares de la memoria a quienes se enfrentarán a noches tristes y caballos de Troya, pero todavía no lo saben.

Sin embargo, más allá de los misterios del quod y los ritmos ditirámbicos, los profesores de latín y griego ofrecían la posibilidad al alumno de conocer a unos sujetos que en su juventud habían escogido la sabiduría y la belleza como las habitaciones de su propia vida. Guardianes de un viejo tesoro que llevaba sus horas llegar a conocer. Había algo en la pureza de ese conocimiento que hacía a sus participes sacerdotes privilegiados de la transmisión, la enseñanza, la cultura y el estudio. Virtudes que no parecen ajenas a la tarea de un instituto. Así, los profesores de latín y griego se revelaban los principales activos en hacer del instituto algo más que un expendedor de títulos o una guardería de adolescentes. A menudo, eran los que viajaban por Europa a fin de curso con los alumnos o quienes les recibían en sus casas años después de terminar el bachillerato.

Hay quien se indigna ante la falta de consideración a las tradiciones culturales, pero considera que si se estudia latín no se encontrará empleo. Es verdad que para ser camarero no hace falta el latín, pero tampoco es muy necesario saber programación. Otros lamentan el economicismo de una educación enfocada en producir mano de obra para el mercado, pero creen que el latín es antiguo, autoritario o, peor aún, memorístico. Sea como fuere el latín lo tiene muy mal. El griego ni mal ni bien, ya fue abolido con la debida discreción.

En el caso de Magariños tiene su gracia que el origen de tamaños experimentos pedagógicos en órdenes de tanta enjundia como la «educación inclusiva», la «identidad de centro», la «educación fuera del aula» o el «trabajo cooperativo» fuera un señor encorbatado que enseñaba latín. No es fácil encontrar en Madrid un ejemplo más ajustado de «hiperaula interactiva, abierta y diáfana» que la difunta Nevera. Seamos de izquierdas o de derechas, qué ya se verá, en pocos años habrá que ponerse de acuerdo de nuevo para que sea más difícil todavía que alguien que haya leído a Cicerón pueda enseñar en un colegio. No digamos ya montar un club de baloncesto o un bachillerato nocturno. Por supuesto, generosidad tan estupenda deberá dispensarse tanto a la pública como a la concertada. No caben distingos con la bondad.

 

16 Comentarios

  1. Elisa A. Nieto Alba

    ¡Gracias, Andrés!
    Como Jefe de Estudios, además de profesor de Latín, decidió que los alumnos debían hacer ejercicio y él proveía de balones, de su bolsillo, para que jugaran al baloncesto. Otras muchas cosas hizo por aquellos alumnos que durante tres años habían carecido de aulas y de profesores y que llegaban con sabañones a clase.

  2. Gracias por la información. El futuro debería aprender de la fidelidad de la historia.
    Dónde nació el deporte en España. Colegios e Institutos fueron decisivos y pioneros como D. Antonio Magariños imprescindibles. La “Nevera” debe ser reconstruida, es patrimonio nacional

  3. Emilio Cisneros Luño

    Fué profesor mío de Latín. Una de sus frases geniales era» jamás me perdonaría que España perdiera un buen ingeniero por no aprobarle el latín».

    • Hola, mi padre también fue alumno suyo. Se llama José Luis Prieto Carrasco y sus hermanos también pasaron por allí, además de su cuñado Julio Hernandez(D.E.P.) mi padrino y marido de Chelo, mi madrina y tia.
      Ellos estuvieron unos años viviendo en el Parque Móvil de Madrid, donde mi abuelo era Director.

      Un saludo

  4. María Ignacia y Alba

    Muchísimas gracias Andrés Vicent por tu cariñoso artículo.
    Él era así y qué suerte tuvimos de tenerlo cerca.
    Un gran abrazo
    María Ignacia Magariños

  5. “Es muy posible que el Ramiro sea uno de los cincuenta high schools de todo el mundo que haya albergado en sus aulas a más jugadores de la NBA.”

    Club de flipados en una ciudad de flipados. Releo la frase y me sigo descojonando.

    • Sr. Breoganista sus formas le delatan. ¿Sabe usted lo que son argumentos? Le deseo buena suerte.

      • Caballero, ¿qué tengo que argumentar? ¿Que la frase es falsa, ya que con absoluta certeza no está entre los 50 primeros? ¿Las infulas en ese uso de high-school en lugar de instituo de educación secundaria? Por favor, como si ahora resultase que no nos podemos reir de Madrid o del «Highschooler».

  6. Antonio Pérez- Castaño

    Como yo ya soy muy viejo, soy de Preu, antiguo alumno del Ramiro, y jugador de los equipos inferiores del Estudiantes, tengo que decir que la Nevera antes de llamarse la Nevera, se llamaba el Campo Nuevo, y tuve como jefe de estudios a Don Antonio Magariños, tan buen profesor como persona.

  7. Pingback: Pepu Hernández: «Pepe Sáez tenía 18 cargos, no era normal lo de la tarjeta de crédito de la federación, no se podía trabajar con él»

  8. Don Antonio y Doña Pilar
    que gran ejemplo de amistad y cariño…Jesus…Javierote..Mercedes…Pitote..Mile..Naria Ignacio…
    gracias infinitas por lo recibido
    tanta sabiduria y cariño…
    unos maestros verdaderos
    tono tagle

  9. José Antonio Gómez Yáñez.

    Fui alumno del Nocturno del Ramiro en los 70. Tuve algunos alumnos de Magariños como profesores. La estela de grandes profesores del Ramiro me impresiona aún hoy: recuerdo mis mejores profesores y varios de ellos son de aquellos catedráticos y profesores, bastantes muy por encima de los que encontré en la Universidad. Y acabé siendo profesor de universidad.
    Los mejores profesores de estadística y matemáticas que he tenido estaban en el Ramiro.

  10. Juan Ramón Azaola

    Yo también tuve la suerte de tener a Magariños de profesor de latín durante tres años: quinto, sexto y preu. No se me daba mal el latín, me gustaba, pero reconozco que no estudiaba mucho. Recuerdo una frase de don Antonio que revela muy bien aquella relación profesor-alumno. Un día que al parecer estaba yo distraído mientras él explicaba algo, seguramente con la solvencia que le caracterizaba, se vio en la necesidad de interrumpir la explicación: «Naturalmente, a Azaola esto no le interesa, pues, como es bien sabido, tiene la ciencia infusa». Una buena colleja, dada con guante de seda. Gran profesor de latín y un jefe de estudios que sabía imponer orden en el Ramiro, aunque en este menester era mucho más respetado que temido.

  11. Don Antonio fue mucho más que un espléndido profesor de Latín. Fue un maestro de vida que enseñaba los valores de nuestra civilización occidental: la honestidad, el esfuerzo, la justicia, el respeto, pero también la fortaleza y la ecuanimidad. Yo estudié en el Ramiro de Maeztu y viví en el Internado Hispano-Marroquí (parte de la mitológica Residencia de Estudiantes)
    entre octubre de 1960 y junio de 1963 y fui muy amigo de su familia y admirador de Milé, María Ignacia y sobre todo con mi amor platónico y adolescente por Merceditas.
    El día 4 de abril de 1966 cuando nos llegó la noticia de su muerte no pude reprimir mis lágrimas.

  12. Mal citado: es dona ferentes.

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