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Fekir y Luiz Henrique, en modo Super Saiyan, casi destrozan al Barça

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Nabil Fekir abrió y cerró el festival de juego del Betis, que estuvo a punto de pasar a la final

En el estadio Rey Fahd, Fekir se coronó como Nabil I y Luis Henrique fue su esbirro más peligroso. Ambos jugadores se echaron el equipo a la espalda con un nivel estelar para toserle al actual líder de LaLiga Santander, que no mereció mucho más que el vigente campeón de Copa. Cuando los verdiblancos sufrían más, el ‘8’ y el ’11’ se erigieron con un partido memorable. Al final, la tanda de penaltis decantó la balanza a favor del FC Barcelona. El Betis mereció más, seguro, pero las limitaciones físicas de sus mejores jugadores, un dudoso plan en los primeros minutos y la genial volea de Ansu Fati en la prórroga impidió el pase a la final. Los blaugranas, sin embargo, sufrieron demasiado, a pesar de comenzar con el encuentro muy de cara.

Desde el inicio, el equipo de Xavi renunció al gol. A lo más importante que hay en este juego, sí. Pidieron el balón con posesiones larguísimas para controlar el partido e intentar tomarle la temperatura en todo momento, pero no había interés por materializar tantos. Empezó saliendo bien, eso sí. Sobre todo, porque De Jong, Pedri y Gavi se estaban comiendo al mediocampo bético, descabezado sin William Carvalho. El estilo de mimar el balón, de hacer jugadas de muchísimos toques, aspira a parecerse al famoso «ADN Barça», pero no lo consigue. Las artes de este FC Barcelona todavía están por determinar. Cualquier equipo ordenado atrás y que no cometa errores novatos es capaz de dañarles mucho sin necesidad de tener la batuta.

El Betis, para lo poco que la estaba tocando, no sufría en exceso. Durante los primeros treinta minutos sostuvo bien las contadas embestidas culés y, como se pudo confirmar, Manuel Pellegrini identificó a la perfección en qué estaban fallando los suyos: Dembélé estaba volviendo loco a RuibalFekir no aparecía y el medio del campo estaba perdido. El primer contratiempo lo resolvió el propio Xavi Hernández –sí, el entrenador rival– quitando al Mosquito al inicio de la segunda mitad, pensando en la futura final cuando iban ganando. Cuando se guarda mucho la ropa, se corre el riesgo de acabar desnudo.

Luiz Henrique ofreció un nivel espectacular y confirmó que ya ha completado su aclimatación al Betis

Pellegrini ganó a Xavi

Lewandowski, de quien se duda que guarde un buen recuerdo de este partido por su discreta actuación individual, puso el primer gol en el peor momento de los suyos en la primera mitad. Cuando el Betis espabiló, lindando la media hora, una ocasión bética acabó en los pies de Pedri que, meneando la cabeza, buscando a alguien, se dio cuenta de que todos sus compañeros estaban defendiendo en el área como él. Solo quedaban Dembélé y el delantero polaco, a mucha distancia, como únicos candidatos a hacer algo. El canario pegó un voleón que cogió el ’11’ culé, regateó por vigésimo séptima vez a Ruibal y entregó a Lewandowski. 1-0 tras un rebote.

Los de Pellegrini tenían una pinta tan, pero tan mala, que Fekir se enfadó. Como un niño cabreado, se miró el escudo, dijo que iba a hacer lo que le viniera en gana, y eso significó una revolución en el partido. El francés destrozó a cualquier jugador blaugrana que se le cruzaba. Su Robin fue Luiz Henrique. El joven extremo brasileño se sumó a la fiesta y desbarató a Jordi Alba primero y a Marcos Alonso después. Este texto será uno de los primeros que protagonice Luiz Henrique si no ocurre nada raro en su proyección, lo tiene todo para ser un grandísimo extremo.

El principal señalado del FC Barcelona fue su entrenador. Xavi no supo leer los tiempos del partido: quitó a su mejor jugador demasiado pronto y metió a Ansu Fati, que tiene una relación idílica con el gol, demasiado tarde. Una genialidad del delantero español al inicio de la prórroga, empalando un balón llovido, un golazo, volvió a adelantar a los suyos con el 2-1. Poco después, otro golazo, esta vez de Loren Morón de tacón, mandó el partido a los penaltis.

Los fallos que acusó el técnico culé fueron, paradójicamente, una de las virtudes de Pellegrini. Las sustituciones del FC Barcelona debilitaron sus propios intereses y favorecieron el juego bético, algunos de los jugadores que salieron desde el banquillo no aportaron absolutamente nada. Los cambios del entrenador chileno, sin embargo, mejoraron a los suyos. Destaca la urgente entrada de William Carvalho al partido, que aportó robustez y orden al Betis.

Ansu Fati entró en el minuto 85′. Su golazo en la prórroga confirmó que debió entrar mucho antes al campo. Su buena relación con el gol es una ventaja

Por suerte para los intereses culés, Fekir fue sustituido antes de la prórroga con calambres, Luiz Henrique iba tieso por el verde y Ter Stegen volvió a ofrecer un nivel espectacular bajo palos. Por si sus ciento veinte minutos no hubiera sido suficiente para su equipo, en la tanda de penaltis detuvo los lanzamientos de Juanmi y William Carvalho. El guardameta alemán salvó al Barça con numerosas actuaciones y, poco a poco, recupera su máximo nivel.

Los culés jugaron con mucho fuego y estuvieron cerca, cerquísima de salir ardiendo. No sorprende que el Betis le plantase cara, el equipo de Pellegrini es una máquina competitiva que no para de crecer, pero sí que los blaugranas no tradujesen su juego de toque en oportunidades peligrosas. La defensa verdiblanca estuvo muy bien, sobre todo los centrales, pero por las bandas sí dejaron huecos muy aprovechables. Será interesante ver cómo manejan un estilo tan tedioso frente al mediocampo del Real Madrid este mismo domingo.

Un debate: la hipertecnologización del juego

El sistema de detección semiautomático de fueras de juego, que ha sido implantado en estas semifinales, traerá cola. El extremo rigor de sus decisiones resta naturalidad al juego. El primer gol del FC Barcelona fue anulado porque la punta de la de punta de la punta de la bota de Raphina, esto es, prácticamente nada, esta ligeramente adelantada. Esta ausencia de flexibilidad, propia de las máquinas y los algoritmos, rebaja mucho la posibilidad de que los extremos apuren la línea de fuera de juego para correr en largo. La única solución posible es que partan siempre un paso por detrás de su marca y confiar en su punta de velocidad. Técnicamente, la posición ilegal es evidente; en la práctica, no es creíble que esos centímetros dieran ventaja al jugador penalizado.

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