Fútbol argentino

Central Córdoba, la casa del Trinche Carlovich, una forma de entender el fútbol en peligro de extinción

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Dicen en Argentina, un país ya de por sí poco sereno respecto al fútbol, que la ciudad más apasionadamente loca por este deporte frenopático es Rosario. Esta ciudad ribereña del Paraná, autodenominada como ciudad de fútbol, late por sus equipos, sus jugadores y la selección argentina de manera vibrante.

Al menos dos veces al año; a veces tres, a veces cuatro, a veces más, Argentina es un país extraño; la ciudad, intensa con un tráfico estresante y un ruido infernal, se convierte en aquella famosa imagen de la Gran Vía de Madrid solitaria, sin un alma en pena, que mitificó Alejandro Amenábar en «Abre los Ojos». En aquella secuencia, una paloma se coló en el plano del genial cineasta. Cuando en Rosario juegan Rosario Central y Newells Old Boys, no aparecen ni los pájaros en las calles, también ellos se refugian para ver el clásico que paraliza Rosario. Es tan grande la rivalidad, es tan realmente equitativa en logros y en número que opaca cualquier otra opción en Rosario.

Sin embargo, en la ciudad también resiste un club humilde, pequeño, un lugar sentido como propio y como hogar para un barrio popular y quizá el único sitio donde un aficionado de Central y otro de Newell`s se pueden sentar juntos y convertirse en aliados. El barrio de Tablada, al sur de la ciudad, llegó a tener dos estaciones de trenes. En una de ellas tuvo lugar la fundación del tercer club de Rosario, el Central Córdoba, fundado oficialmente en 1906 por trabajadores ferroviarios que, como era habitual en la época, querían su propio equipo de aquel juego que los ingleses estaban exportando por los cuatro puntos cardinales del planeta.

Central Córdoba milita actualmente en la Primera C argentina, lejos de los focos e ignorado por el periodismo, pero este club que se hizo famoso en España en su momento por haber sido el hogar del Trinche Carlovich, cuenta con una gran trayectoria histórica de la que presumen los fieles que se reúnen en la cantina de la sede social sita en la avenida San Martín.

«Somos fervorosos hinchas, adeptos a un club de gran trayectoria; el Trinche Carlovich es uno más de los grandes jugadores que tuvimos», nos cuenta Julio Rodríguez, que llegó a pertenecer a la directiva en su momento y ahora es uno de los más fieles de las gradas del Estadio Gabino Sosa. Como es habitual en Argentina, Central Córdoba ofrece mucho más a sus socios que un partido cada quince días. Además de poderse tomar un chop en la cantina, como llaman en el país sudamericano a las cañas de cerveza, los socios tienen a su disposición un camping, fútbol profesional y amateur; y diferentes actividades deportivas y lúdicas para todas las edades, de hecho, el día que Jot Down Sport estuvo en la sede, además de un montón de niños jugando, había una pizarra con horarios anunciados de zumba.

Esta forma distinta de entender los clubes de fútbol, provoca un vínculo muy fuerte con los vecinos del barrio. Rodríguez destaca que ser socio es «cómodo, es un club céntrico». Pasar un rato en el club permite mantener viva la llama del fútbol alejado de los grandes focos, se acaba sintiendo en el ambiente un aire familiar, de charleta y de mate, de compartir algo con tus amigos.

Rosario, que habitualmente es portada desgraciadamente más por los problemas relacionados con un narcotráfico desbocado y un aumento ponderal de la violencia, fue en su momento, a principios de siglo, un centro de gran importancia económica. Había tres bolsas de comercio en Argentina, dos en Buenos Aires y otra en Rosario. Todavía es el principal mercado de granos en Argentina. «El desarrollo económico hacía que se duplicase la población cada diez años», nos cuenta Miguel Ángel Capella, otro ex directivo y un veterano socio que ha visto lo mejor y lo peor para los charrúas, el apodo con el que se conoce a Central Córdoba. Rosario tenía un 47 por ciento de población extranjera, la mayoría, como en todo el país, italianos y españoles. Polo granero del país, exportador de carne, Rosario llegó a ser el primer exportador de trigo del mundo en el año 1889. Tiempos en que se estaba construyendo el país, y Argentina contenía un potencial económico y humano inmenso, mirado ahora con nostalgia dentro de la convulsión continúa que es el país en estos momentos.

Como suele ser habitual, buena parte de la atención que pueda suscitar el club depende y mucho de los resultados que obtenga. Cuánta mejor campaña hagan más fácil es atraer a la gente del barrio, teniendo en cuenta que el club «está en una zona popular del sur, muy poblada», afirma Julio, «si el club va bien, la propia gente se acerca y se hace socia». Otras personas acaban vinculadas por «cariño, por amor al barrio, incluso por el Trinche, además acá la gente de Ñuls y Central puede sentarse junta, compartir», añade Fabián, el encargado de lidiar con la prensa. Desgraciadamente, y como ya es tónica habitual en todo el fútbol humilde, no parece que el periodismo local esté ayudando mucho a difundir los logros o las penurias de clubes como Central Córdoba.

Existe la queja de que los principales medios de la ciudad ningunean al club, totalmente centrados en dar solo información de los dos grandes. Hubo otra época, hubo otro tiempo, en la década de los treinta, que los tres clubes tenían un número de aficionados «parejo» como nos apunta esa biblioteca viviente que es Miguel Capella. «El periodismo rosarino cambió de enfoque, antes venían a la cancha periodistas de La Capital (primer periódico de la ciudad), había un trato cercano con el club, ahora vende más una pelea entre jugadores de Boca», afirma Julio. Desde hace tiempo, no solo en Argentina, se ha buscado un periodismo deportivo más centrado en el espectáculo, la polémica y los clubes grandes, ignorando la multitud de pequeñas grandes historias que esconden cada club de cada rincón del mundo.

En España, la Kings League, un fenómeno respetable, rentable y merecedor de lo que cada medio considere importante, atrajo mucha más atención mediática durante el fin de semana de su resolución que la Segunda División española. Respetable, pero si no interesan ni los resultados del Zaragoza o Málaga en España y no hay nada más que Boca Juniors y River en Argentina, estaremos haciendo muchas cosas, pero quizá periodismo no. «La realidad cotidiana es que actualmente los periodistas realizan la crónica desde internet, sin desplazarse al estadio Gabino Sosa o me piden las fotografías a mí», asegura Fabián.

Mientras en Rosario, hay quien mira al club desde la pantalla de un ordenador, el viejo estadio sigue escondiendo miles de historias. El club se fundó oficialmente el 20 de octubre de 1906, aunque hay indicios de que ya existía en 1987. Fue el primer campeón del interior al alzarse con la victoria en la Copa Beccar Varela. Esta competición era un torneo de fútbol oficial (pero no reconocido por la FIFA) que se disputó en 1932 y 1933. La primera edición había caído en manos de Racing. El club llegó a disputar la primera división de la liga argentina la temporada 1958-1959, pero a pesar de esto, los aficionados creen que la mejor época del club fue la de los años treinta. Por entonces no dejaban de aumentar los socios, que llegaron a ser 3000 en esa década. Durante el periodo en primera, se alcanzaron los ocho mil. Ahora mismo activos se considera que hay unos 2100 socios.

Algunos de esos socios han sido testigos de las peores épocas del club cuando las penurias económicas obligaban a los jugadores a dormir en la propia sede o cuando tuvieron que «alquilar» la misma sede para que un boxeador «de dudosa trayectoria» lo usara como gimnasio. La sede ha sido hogar no solo de fútbol y de taimados boxeadores, también se ha jugado al basket, al voleibol, se ha practicado natación en la piscina y han pasado por ella hasta campeones del mundo de pelota vasca. «Ahora la sede se ha quedado chica, hay secciones de futsal o de fútbol femenino que tienen que buscar otro lugar para entrenar o entrenamos por la noche porque no hay sitio» cuenta Fabián.

Fabián Passoni, jefe de prensa del club, y Julio Rodríguez, ex directivo y socio.

El estadio, por su parte, se alza a pocas cuadras de la sede. En los años ochenta llegó a estar clausurado por un motivo bastante habitual en equipos pequeños. El club disputaba ese año la liga de Primera B (segunda división) y el estadio no cumplía los requisitos exigidos, por lo que jugaba los partidos de local en la cancha de Newell`s. «No había dinero para reformar, estaba abandonado, crecían yuyos», recuerda Julio. Pero es en esa época en la que el club atisba una progresión que invitaba a un crecimiento optimista. Del 86 al 93 son buenos años y en esa última temporada el equipo se queda a un partido de lo que hubiera sido un histórico ascenso. El año 1986 es la última vez que la directiva convoca a elecciones y hay oposiciones al oficialismo. Desde entonces, nadie o casi nadie parece querer implicarse. En estos últimos años «no se ha podido avanzar ni institucionalmente ni deportivamente, hay un estancamiento, no se ha renovado el club con gente joven, ni con intermedia», afirma Julio Rodríguez.

Si preguntamos en España cuál es el jugador más importante de la historia de Central Córdoba, todos, quizá por aquel famoso reportaje de Informe Robinson, la historia del Trinche Carlovich, no dudarían en señalar a este carismático personaje como el mejor jugador. Sin embargo, Julio, nos apunta el nombre de Gabino Sosa, que es como se llama el estadio. Gabino Sosa vistió durante veinticuatro años la camiseta de los charrúas, el coloquial apodo de Central Córdoba causado por un periodista apellidado «charra» al que le cambiaron el nombre a «charrúa» tras una pelea con otro compañero. Sosa llegó a vestir la camiseta de la selección argentina en catorce temporadas.

Pero nadie puede resistirse a la argentinidad y carisma que rezuma la historia del Trinche Carlovich, quien tiene hoy una estatua en las gradas del estadio donde jugaba simplemente para ser feliz. La leyenda de su calidad quizá se ha visto agrandada por la carencia de imágenes, aunque las crónicas periodísticas sobre su talento son de total fiabilidad. Lo que es real como la vida misma, es que él jugaba por placer, le daba igual donde y cómo y mucho más indiferencia sentía por el dinero o la fama. El Trinche, que originalmente es un hijo del semillero de Rosario Central, se acercó a Tablada a hacer una prueba con el equipo sin fama ninguna y fue «un amor a primera vista» nos rememora Fabián.  «Había muy buena cultura gráfica, El Gráfico, Diario Goles, La Capital, daban manija (prestaban atención)», afirma Julio.

En esa cultura y en ese boom de buenas revistas y medios es cuando la leyenda empieza a crecer, primero con una portada con OLÉ. Posteriormente, El Gráfico le hace una entrevista en 1988 cuando nadie sabía muy bien quien era. Décadas después, llega Canal Plus y cuenta su historia para España, y ese programa se convierte en uno de los episodios más aplaudidos y que los aficionados guardan con más cariño. Bruno Carlovich, uno de los cuatro hijos del Trinche, recuerda con ternura aquel reportaje: «Mucha gente de calidad habló en ese reportaje; Pedro Poy, Grandinetti, Valdano, el Loco Bielsa…» Es Bruno quien resume mejor que nadie como a su padre le daba igual el dinero y le daba igual jugar en la cancha del Gabino Sosa que con el Real Madrid. «Una vez le preguntaron si le hubiera gustado llegar y él preguntó ¿a dónde?». En realidad, Carlovich había llegado ya a lo que todos soñamos, a la felicidad. Y en esa felicidad su carrera estuvo repleta de anécdotas graciosas, de cuando respondía a la lluvia de un partido con un «está feo para jugar» o como en un partido en Buenos Aires se olvidó su documentación y al final, como dicen en Argentina, chamuyaron con los árbitros para arreglarlo y hacer la vista gorda porque la gente iba al campo principalmente a ver al Trinche Carlovich.

Esos tiempos han quedado lejanos, del Trinche nos queda su estatua, sus murales, el recuerdo imborrable de las personas que pasan por el mundo haciéndose eternos. La muerte fue un contratiempo, Trinche sigue estando en Tablada, pero el club debe sobrevivir en un mundo cada vez más capitalista, más concentrado en unos pocos equipos y ligas. Se respira en las periferias de la Champions, de los campos de estrellas, lejos de Neymar, Vinicius, Mbappe, en el fútbol de barrio, cierto aire de nostalgia sobre el fútbol de ayer. Julio nos cuenta: «eramos un club formativo, pero ahora todo lo acaparan Central y Ñuls, y después de Messi, te vienen de Buenos Aires, te vienen de Europa».

Los chicos se van a cada vez más jóvenes, ya ni siquiera esperan una o dos temporadas de éxito en primera argentina como hizo Julian Alvarez. Garnacho del United o Carboni del Inter de Milán se marcharon a Europa en la pre adolescencia.  «Hay una urgencia económica de la familia y los que se van, son argentinos pero no conocen un potrero», cuenta Rodríguez. El potrero, la cantina, las clases de zumba para las señoras, la piscina climatizada, el barrio, ante todo el barrio, ese seguirá ahí, oliendo a los asados, donde se prepara la mejor carne del mundo, con los paisanos compartiendo el mate, dando patadas en un campo que no tendrá cubierta retráctil, que ya no sale casi ni en el periódico de la ciudad, pero que reúne a dos mil, tres mil, los que sean, a una pequeña aldea gala, unida en el amor y la resistencia a un lugar que es incomparable. Este lugar en concreto se sitúa en Tablada, Rosario. Pero hay miles de lugares así por todas partes. Todos tenemos uno. Lo llamamos casa. Y como ya avisaron en el país de Oz, no hay ningún lugar como el hogar.

 

 

2 Comentarios

  1. John Brisker

    Garnacho se fue tan en la preadolescencia a España que nació en Madrid.

    Cogió los bártulos antes de nacer, un grande.

  2. Excelente reportaje Pintu. Aquí uno de la Acadé, pero clubes como Central Córdoba molan muchísimo. Y lo que mencionas de Rosario y sus clubes es muy cierto, de hecho un buen amigo de NOB me habló cuando visité la ciudad de la vida del club durante la semana, pues el partido es el evento principal pero para nada el único.
    Saludos.

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