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La decadencia de Pep Guardiola

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Guardiola (Foto: Cordon Press)

Dentro del campo era, ante todo, un innovador. Donde los demás tenían estilos de juego estereotipados, mecánicos, incluso burocráticos, Pep fue un jugador que empezó a resolver las situaciones que se le planteaban en el juego de formas inusuales. Sus pases no tenían una ejecución fastuosa ni de una técnica envidiable, al contrario, eran bien sencillos, lo complicado era anticiparlos. Se convirtió en el centrocampista soñado por Cruyff y sobre su legado se instituyó el estilo Barça, que tuvo en Xavi un heredero excepcional que lo llevó a cotas todavía más altas.

Luego, como entrenador, Guardiola mantuvo el espíritu. Sus críticos dirán que ha contado con lluvias de millones obscenas para armar sus equipos, pero eso le ha pasado a muchos técnicos y no todos han obtenido los mismos resultados. Pero no importan las Champions obtenidas. Con Guardiola había algo más, un sello personal. Sus equipos se basaban en el juego de combinación, la escuela filosófica de Paco Seirul•lo, una forma de conquistar al rival a través del espacio. Una genialidad que ya pocos dudan que cambió el fútbol para siempre en la década de los 10.

Además de esa propuesta excelsa, sus equipos se han caracterizado por una regularidad implacable. En dieciséis años, solo se ha quedado uno en blanco, la temporada 2016-17, su primera con el Manchester City. En todo ese tiempo, ha ganado tres Champions. Hay quien dirá que podrían haber sido más a tenor de los presupuestos manejados, pero, por delante, solo tiene a Ancelotti, que lleva 29 temporadas en los banquillos.

La trayectoria de Guardiola era deportivamente intachable hasta este pasado mes de noviembre. Desde entonces, le han derrotado Bournemouth, Sporting de Portugal, Brighton, Tottenham, Liverpool, Crystal Palace, Juventus, Manchester United y Aston Vila. Es decir, todo aquel con el que se ha cruzado, prácticamente.

Una de las hipótesis más socorridas sobre este declive tan pronunciado es la lesión de Rodri. Poco se ha hablado de que la temporada pasada había jugado prácticamente todos los partidos con el City, más los de la selección española. Los servicios médicos del Barça ya han advertido de que si los futbolistas no descansan 72 horas por partido aumenta el riesgo de lesión exponencialmente, lo que repercute en el espectáculo, los resultados y, sobre todo, en las cuentas corrientes, porque las fichas invertidas se van a ninguna parte.

La pérdida del mediocentro recuerda a otro cataclismo parecido como fue la marcha de Makelele del Real Madrid de los Galácticos, con la diferencia de que el equipo de Queiroz no jugaba, ni de lejos, tan bien como el City. Aun así, el español se fue a la enfermería a finales de septiembre, con el equipo líder, y todavía se mantuvo la inercia ganadora durante todo el mes de octubre.

De lo que no cabe duda es de que esta es la peor crisis de la carrera de Guardiola. Un equipo caracterizado por sus posesiones abrumadoras tiene ahora a su mejor activo, Haaland, completamente desconectado de sus compañeros. Atrás, la película no es de náufragos, sino de terror, los errores son grotescos; cómicos, para quienes estaban hartos de la dominación citizen.

Son nueve derrotas en los últimos doce partidos. El Tenerife, colista de la Segunda División española, lleva seis. Esto no lo habían previsto ni los analistas más avezados ni las casas de apuestas que te dan dinero por registrarte. Son unos números que nos han descubierto a un entrenador, otrora todo modales y saber estar, que ahora pierde los papeles, hace declaraciones altisonantes, se rasca el cuero cabelludo ansioso hasta arrancarse la piel y se encara con los aficionados en la calle. Entretanto, se ven imágenes como sus jugadores de risas con sus rivales del Liverpool mientras pierden 2-0. Si es que hasta ha trascendido que en los entrenamientos los titulares han perdido contra el filial.

Ante los micros, tampoco está muy clarividente. Sus explicaciones convierten el «el fútbol es así» de Sacchi en un tratado filosófico. Por ahora, Pep ha explicado: «Nos marcan goles que antes no nos metían y no metemos goles que antes sí». Y no hace falta ser un lince para darse cuenta de ello. Más engorroso de comentar es el bajo nivel de Foden, en comparación al menos con el año pasado, y que la directiva tenga a De Bruyne más fuera que dentro del club.

Las soluciones a las que apunta es a esperar a que vayan regresando los lesionados y, al mismo tiempo, volver a tirar de talonario para  traer dos volantes: Bruno Guimaraes del Newcastle y Martín Zubimendi, de la Real Sociedad. Y este es otro error que se le debe imputar a Guardiola, que quiso romper la delirante lógica de los jeques propietarios del club de hacer un desembolso salvaje cada verano para mantener el nivel del club.

Guardiola manifestó que quería un club más «sostenible» y pospuso las caras nuevas hasta 2025. Una estrategia delicada, la plantilla estaba envejecida y predominan los treintañeros. Además, se vendió a Cole Palmer, Liam Delap y Romeo. Ha  habido ocasiones en las que, perdiendo, ha tenido que hacer debutar a un defensa central, Jahmai Simpson-Pusey, por no sacar a Haaland por miedo a que se lesionase también. El error en la planificación ha sido manifiesto y los contratiempos han venido en forma de tormenta perfecta.

Eso nos da la única clave incuestionable de la situación de este equipo. La estrategia de los nuevos propietarios de clubes de la Premier, tanto los estadounidenses como los jeques, sin descontar los fondos de inversión británicos, ha sido clara: comprar el fútbol. Entre los veinte equipos europeos que más han gastado en el periodo de 2015 a 2024 hay diez ingleses, son la mitad. Ha bastado un verano, solo uno, en el que se ha querido racionalizar el gasto y el tren ha descarrilado de forma realmente espectacular. No hay que buscar los problemas de Guardiola en la pizarra. Su equipo es un adicto a los millones y ahora se está comiendo un mono que le tiene para el arrastre.

Un comentario

  1. Algo raro está pasando con Guardiola y creo que no tiene que ver con futbol. Todos los entrenadores del mundo pasan por malas rachas, pero es la primera vez que veo a uno autolesionarse delante de todo el mundo. Sus reacciones son exageradas para problemas relativamente normales. Se sabe que tiene una personalidad obsesiva, perfeccionista, neurótica. Lleva décadas pensando únicamente en futbol las 24 horas del día y su cabeza ha dicho basta, o en otras palabras «se le está yendo la olla».

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