Una de las últimas grandes sorpresas, por lo negativo, en el mundo tenis ha sido la depresión de Naomi Osaka, tetracampeona de Grand Slam. Se retiró de un Roland Garros en mitad del torneo, al negarse a presentarse a la rueda de prensa tras un partido, cuando era segunda del mundo. Tras perder los papeles en un partido del US Open contra Leylah Fernández, decidió apartarse del tenis «por un tiempo». Dijo que ganar jugando al tenis no le producía «alegría», solo «alivio».
Regresó en 2022, con resultados nada buenos, cayó 71 puestos en el ranking de la WTA, pero aseguraba que estaba aprendiendo a divertirse en la cancha. No duró mucho. Tuvo un percance durante unos abucheos en un partido contra Veronika Kudermetova y se la vio llorando. Sus siguientes apariciones fueron más bien erráticas hasta que, ya en 2023, se retiró del Open de Australia porque estaba embarazada. Los resultados siguieron sin acompañar, pero algo ha cambiado dentro de ella.
Osaka fue una de las primeras jugadoras en hablar públicamente de problemas de salud mental. Había logrado ser la deportista mejor pagada del mundo, pero precisamente eso fue lo que minó su autoestima, paradójicamente. Recientemente, acaba de dar una comentar esa situación en un principio difícil de comprender en el mundo del deporte profesional: «Los deportistas prestan mucha atención a su salud física, pueden ir a un fisioterapeuta, pero no se centran de la misma manera en su salud mental. En el mundo del deporte todavía se considera una debilidad hablar de esto, cuando en realidad es una fortaleza hacerlo».
Ahora ha cambiado completamente su enfoque de la profesión. Después de que su pareja, el rapero Cordae, y ella tuvieran una niña, lo ve todo con otros ojos. Por ejemplo, en su última gira europea, se ha venido con su hija y percibe el circuito de otra manera: «Lo que más me gusta es que tengo la sensación de que me voy de viaje con mi hija, que puedo cogerla de la mano y guiarla por la vida», explicó al diario de Volkskrant.
El embarazo fue complicado. Tuvo fuertes náuseas y Shai nació con el cordón umbilical alrededor del cuello, pero dos semanas después de dar a luz estaba lista para volver a entrenar con el chip cambiado. En el momento en el que llegó a la cima, se había quedado sin objetivos. Reconoció que no tener metas a la vista le hizo sentirse estancada. Esa parálisis fue lo que desestabilizó su equilibrio emocional. Su autoestima cayó por los suelos, consideraba que lo único que sabía hacer bien en la vida era jugar al tenis y que, sin eso, no era nadie, no era buena en nada.
De hecho, antes de dar a luz, siguió sufriendo malestar mental. Al principio sentía que no iba a ser una buena madre y, como explicó en The New York Times, no entendía cómo había podido llegar a ser la mejor tenista del mundo y no iba a ser capaz de hacer bien algo que las mujeres habían estado haciendo desde hacía miles de años.
Ahora asegura ser mucho más consciente de su tiempo, de cómo lo aprovecha y administra, y está más agradecida con las experiencias que le depara su profesión. Se la ha visto leyendo un libro en las gradas de las canchas, con el aspecto de alguien que más que jugándose la vida en los torneos, está de vacaciones.
Hace poco en The Guardian dio más pistas sobre su recuperación anímica. Explicó que el hecho de apartarse del tenis cuando no podía más le hizo «ver la vida de otra manera», gracias a cortar por lo sano pudo «ver que hay muchas posibilidades fuera del tenis y así me di cuenta de que todavía tenía ganas de jugar al tenis».
En sus visitas a capitales europeas, se centra ante todo en poder pasear por el centro como una turista más. En Países Bajos se quejó de que en Europa todo cierra los domingos, admitió que se le había olvidado. Incluso se entrega a labores meramente contemplativas: «me parece muy interesante observar a la gente, cada uno va con sus propios asuntos, antes estaba en una burbuja, ni siquiera me daba cuenta, ni tampoco me tomaba la molestia de ver qué hacían los demás».
Al ser responsable de los ingresos de su familia, tuvo que volver al tenis. Lo hizo forzada de algún modo, pero esta vez puso ella las condiciones. Le costó separarse de la niña, verla solo por videollamadas desde Australia, y quizá por eso ahora viajen juntas.
Osaka, de joven, era un ejemplo de timidez. Típica jugadora bestial, pero introvertida. Sin embargo, participó en las protestas por la violencia policial contra los negros en agosto de 2020. De hecho, llevó mascarillas con los nombres de la víctima de la policía. Siempre tuvo una personalidad fuerte, aunque se quebrara, porque una cosa no está reñida con la otra.
Aunque ahora su mayor reto quizá no esté en la conciliación familiar ni en disfrutar del tenis, sino en no obsesionarse tratando de ser la que fue antes. «Perseguir su yo del pasado», porque, como ella misma admite «no es realista». Para empezar, porque esa imagen que tiene de que era «la jugadora perfecta» tampoco sea tan precisa.
Muy buen artículo