Humor

Lanzar una columna de opinión entre 1.74 y el cielo

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Agustín Aranzabal (Foto: Cordon Press)

Lo cuenta Zuhaitz Gurrutxaga y lo escribe Ander Izagirre en Subcampeón, mi libro favorito de 2023. Esto dijo, antes de un partido de la Real Sociedad, el entrenador Javier Clemente: «A ver, Aranzabal, ¿sabes qué jugador del Betis vas a tener enfrente el domingo? Te lo digo yo: Jorge Otero. Bien, Otero mide 1.74. Dime una cosa: serás capaz de lanzar el balón entre 1.74 y el cielo, ¿no? Pues eso es lo que quiero que hagas. No te compliques».

No complicarme. Mi vida sería más fácil si supiera no complicarme. Pero no.

Me paso la vida dudando. Alguien me etiqueta en una storie de Instagram y comparto la publicación. Esa persona, a su vez, comparte la publicación que he compartido yo. ¿Qué hay que hacer en estos casos? ¿Volver a compartirla? No lo sé. Y si vuelvo a compartirla, ¿esa persona volverá a compartir el compartido del compartido y entraremos en un bucle fatal?

Tampoco lo sé. Al final opto por no hacer nada y me voy a la cama pensando si lo habré hecho bien. Si además por privado he dado un «me gusta», ¿es demasiado? No lo sé. Y si en la segunda vez que lo ha compartido, no lo he dado, ¿soy un desagradecido y un desgraciado? No es fácil. Tampoco lo sé.

Me paso la vida dudando. Escribo una pieza y la reviso mil veces. La reviso primero en el propio documento, la releo y la moldeo. Me la envío después a mi propio email y la leo en voz alta mientras doy un paseo. Si estoy en el periódico, además, la imprimo y también la leo en papel. La tortura no acaba cuando la entrego.

La tortura es la misma cuando escribo una crónica a toda prisa o tecleo una larga entrevista. Me despierto de madrugada en la duermevela y ya no me duermo. Me asalta la duda y no lo paso bien. ¿Cómo escribí aquel nombre? ¿Añadí aquel dato correcto? ¿Firmé la foto a quien tocaba? Me paso la vida dudando.

Ojalá tener la confianza que tienen en sí mismos los que leen los labios. Yo escribo 600 palabras sobre un partido, pasa un rato y dudo si he puesto bien el resultado. Ellos enseñan un video sobre un lance del juego, sobre una discusión fugaz sobre el césped y con el tiro de cámara lejano, y lo subtitulan con las palabras exactas que los futbolistas han pronunciado.

Yo ni siquiera veo que los futbolistas estén moviendo la boca, pero yo no soy ellos. Ellos tienen confianza. Ellos saben lo que hacen. Ellos saben poner la pelota entre 1.74 y el cielo. Yo me paso la vida dudando.

Dudo tanto que como opinador valgo cero. Soy un opinador alérgico al juicio. A veces lo pienso, para esto no valgo. Y lo peor del asunto es que acierto bastante, pero en privado. Yo ya sabía que Riqui Puig no era para tanto. Yo ya sabía que Araújo era muy bueno antes de que todos estuvierais de acuerdo. Yo ya lo sabía, pero no tengo pruebas porque ni lo escribí ni se lo dije a nadie que no estuviera borracho.

Solo me lo expliqué a mí mismo en esos debates imaginarios que mantengo casi a diario, donde exhibo un deslumbrante argumentario. Yo ya lo sabía, pero nadie sabe que yo lo sabía, porque me callo. ¿Por qué? Por si acaso, como los laterales malos: me da un poco igual acertar, pero me importa mucho el fallo.

Un comentario

  1. Uhm, ¿está usted sugiriendo que Aranzábal era un lateral malo? Tendrá que vérselas con mi espada..

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