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«No emulen a los marimachos», cómo una oleada de pánico moral acabó con el fútbol americano femenino

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Las mujeres que jugaban al fútbol americano en Estados Unidos eran acusadas de marimachos en la prensa.
Las mujeres que jugaban al fútbol americano en Estados Unidos eran acusadas de marimachos en la prensa moralista.

Los deportes femeninos están experimentando un crecimiento exponencial. Después de muchos años en la penumbra o, directamente, sin existir competiciones profesionales, está alcanzando el protagonismo que merece. Sin embargo, hubo un caso curioso. En el fútbol americano, las mujeres no están recibiendo atención por primera vez ahora. Hace décadas, sus ligas fueron relevantes para luego caer en el olvido por motivos no tan curiosos.

La época más brillante fue en los años treinta. En California, el softbol femenino era un deporte muy popular. Incluso las celebrities de Hollywood acudían a los partidos. Para aprovechar ese tirón, se pensó en crear una liga de fútbol americano y llevarla también a nivel nacional, hasta se jugaron partidos de exhibición en México.

En 1941, hubo otro proyecto en Chicago, pero la guerra lo eclipsó. Y más adelante, en los 70, volvió a haber campeonatos en Ohio y Texas, con más cobertura mediática, pero también cayeron  en el olvido. Tan solo hubo casos extemporáneos, como el de Frankie Groves en 1947, que logró jugar en Texas en un equipo masculino. Se convirtió en una atracción total, acudían 3.000 espectadores a verla cuando en su pueblo vivían no más de 700 personas.

Por supuesto, sus compañeros amenazaron con no jugar por tener que hacerlo junto a una mujer, pero el entrenador les obligó a hacerlo negándole la cazadora del equipo a los que no lo hicieran. La madre de Groves no salió de casa mientras su hija jugó, estaba completamente avergonzada. No obstante, su hija recibió cartas y telegramas de otras chicas de todo el país. ¿Por qué esa fiebre femenina por Groves? Porque se venía de una oleada moral que había boicoteado y prohibido el fútbol americano femenino.

 

El historiador Michael Oriard considera que el fútbol americano estaba tan identificado con la masculinidad, como el boxeo o la lucha libre, que promocionar la práctica femenina de este deporte restultaba siempre en un escándalo. Es una aproximación, pero hubo más. La revista Life publicó que el fútbol americano era un deporte de hombres, que un golpe en los senos a las mujeres podía ocasionarlas un cáncer. Era mejor que se dedicaran a la natación o al tenis, decía el artículo, fechado en noviembre de 1939.

Jugadora de fútbol americano de 1939 (Foto: LIFE Magazine)

Se intentó crear un reglamento solo para mujeres para que el juego fuera menos agresivo, además obligaba a llevar una protección especial en el pecho. Hubo muchas escuelas que lo adoptaron, pero el escándalo fue tal que numerosas voces aparecieron por todo el país para impedir que las mujeres jugasen. En el journal Health and Physical Education un profesor escribió «¡detengan el fútbol femenino en todas sus formas!» Enumeraba los peligros de que esa «moda pasajera» se extendiese, entre los que se encontraba la «fealdad» de la mujer cuando practicaba este deporte.

La Asociación Cristiana de Mujeres Jóvenes instó a todos sus seguidores a protestar para impedir «que esta insidia se propague». En Nueva Jersey, el responsable de la Educación Física de la red de escuelas públicas dijo: «la palabra adecuada para describirlo es ridículo». La oleada moral causó efecto y los responsables de parques públicos de Los Ángeles anunciaron que esa actividad en su hierba quedaba terminantemente prohibida, igual que en sus instalaciones deportivas.

El responsable de los parques de Pensilvania manifestó: «Una chica varonil y marimacho no debería considerarse un ejemplo para la feminidad estadounidense, si nuestras niñas empiezan a jugar al fútbol, probablemente se creará un nuevo tipo de mujer que las más pequeñas podrían emular». Habían cantado marimachos. Cuando las prohibiciones se hicieron oficiales, llegó a haber orden de detener a las mujeres que se pusieran a jugar.

Un hecho curioso es que la prohibición reconocía las reivindicaciones feministas. Es decir, si las niñas tienen modelos más mayores que juegan a un deporte, es más normal que se animen a seguir sus pasos. Este era el problema para los moralistas y así lo expresaban. De hecho, la llama prendió cuando la revista Life publicó el mencionado artículo que cubría un The Chet Relph Hollywood Stars contra Marshall Clampett Amazons of Los Angeles que se disputaba ante 2.500 espectadores. Toda la prensa del país recogió las imágenes del reportaje, que traía declaraciones inocentes como que jugaban al fútbol para no engordar.

Frankie Groves, en 1947.

El periodista que lo escribió quedó impresionado por la calidad del juego que desplegaron, pero no se quedó solo. Otro columnista deportivo, Dick Hyland, se preguntó si ese reportaje pertenecía «a las páginas de entretenimiento o a las de sucesos».

Sin embargo, el fútbol americano femenino era tan antiguo como el propio deporte. Desde que se escribieran las normas en las universidades de Harvard, Princeton y Pensilvania en el siglo XIX, las mujeres de los campus también jugaban. Inicialmente, el auge del deporte se vinculó a la necesidad de hombres recios para la guerra y para la patria. Theodore Roosevelt, tras el final de la Guerra Civil, miraba a su alrededor y estaba preocupado por la nueva generación de «niños de mamá» que tendría que liderar el país en el futuro.

El fútbol americano en ese contexto servía para que los hombres mostrasen el valor que habían demostrado sus padres en combate y se endurecieran. Para que fuesen lo que se entendía por «masculinos». Después de la Guerra de Cuba contra España, el Evening Post escribió «la capacidad de soportar los golpes de un jugador de fútbol está asociada a las cualidades que permitirán a un hombre liderar una carga en el cerro de San Juan».

Al mismo tiempo, las mujeres tenían que permanecer alineadas con el mito de la feminidad, pero con la aparición del concepto de Nueva Mujer del siglo XX, a finales del XIX, empezaron a aparecer en la prensa mujeres que hacían deporte. Hay en los medios de la época muestras de que ya jugaban al fútbol americano, aunque en muchos casos era a puerta cerrada. Había muchos partidos que se suspendían en cuanto aparecía un hombre. Incluso las chicas que jugaban no querían ser vistas, se consideraba que un hombre que se interesase por su juego sería siempre bajo un deseo sexual.

Ese fue parte del negocio. Ya en 1860, se incluían mujeres en partidos masculinos de beisbol por su atractivo. Solían provenir de la clase trabajadora y ya habían roto todas las convenciones sexistas al ganarse la vida en el tajo. En fútbol americano, hubo partidos entre mujeres y hombres, pero cuando empezaron a ganar partidos surgió el descontento. Uno de ellos fue en St Louis, cunado el Rough Riders Rugby de chicas ganó al Washington Avenues por 10-0. Todos rondaban los 14-16 años de edad y provenían de una escuela privada, donde se consideraba que los niños habían deshonrado al centro.

Conforme se generalizaba la práctica de deportes femeninos, la prensa empezó a exigir al Gobierno que crease reglas específicas para ellas. El deporte de contacto se consideraba «inadecuado» para la mujer. Estos partidos de chicos contra chicas llegaron a ser muy populares, difundidos en prensa, y eso llevó, de nuevo, a que se actuase contra ellos. Había curas que se presentaban en los lugares donde se iban a jugar y muchas veces los encuentros los suspendía el propietario de las instalaciones cuando veía que eso podía ser inmoral. Como ocurriría décadas después, la policía también hizo detenciones de chicas que pretendían jugar al fútbol americano.

Nada de eso impedía que siguieran atrayendo público. En una serie de encuentros que se celebraron en la navidad de 1897 en California, entre San Francisco Grays y Oakland Browns, las chicas cobraron cinco dólares de entonces por partido. El fútbol americano femenino se había convertido en competencia comercial del masculino y, entonces, comenzaron las campañas en prensa ridiculizándolo. San Francisco Call, por ejemplo, explicó que muchas jugadoras provenían del mundo del ballet, que tenía que ver con el vodevil, y que la clase media estadounidense consideraba a las bailarinas «no mucho mejores que una puta». Perdieron el respeto antes de poder iniciar una competición organizada y, como se ha explicado, no fue la primera vez.

 

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