Historia del tenis

Ingeniería en el tenis: el uso estratégico (y fraudulento) del ranking ATP para ganar dinero sin competir

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Dmitry Tursunov (Foto: Cordon Press)

En el caluroso verano de 1973 la Asociación de Tenistas Profesionales formuló su primer ranking ATP mundial. En realidad, este índice de rendimiento fue causa y consecuencia principal del nacimiento de la propia entidad tan solo unos meses antes. El propósito era evidente: ingeniar un sistema justo que determinase el acceso de los tenistas a los grandes torneos del calendario, decisión que por entonces tomaban a su antojo las federaciones nacionales, filias y fobias mediante. Entre los criterios habituales estaba el de persuadir a los tenistas con más aceptación entre el público -fueran los mejores o no- a fin de asegurarse la mayor cantidad de entradas vendidas al comienzo del torneo.

Aquel sindicato inicial formado por tres tipos influyentes de la época (el tenista Jack Kramer, el entrenador Cliff Drysdale y el intermediario Donald Dell) cobró fuerza cuando logró reunir a casi un centenar de los mejores tenistas del mundo para boicotear a Wimbledon, entre ellos el vigente campeón, Stan Smith. El motivo fue el veto aplicado por el propio torneo británico al tenista yugoslavo Nikola Pilic, supuestamente sancionado por haberse negado a disputar una eliminatoria de Copa Davis con su país. Visto el panorama, los jugadores comenzaron a entender que, si no lo hacían ellos mismos, nadie velaría por sus intereses. Y se organizaron.

Los rankings que por entonces pululaban entre los periódicos de la época los elaboraban los cronistas deportivos o las asociaciones de aficionados. Si bien el que establecía Lance Tingay, periodista del Daily Telegraph, era el más prestigioso a ojos del sentimiento colectivo. Pronto la ATP se convirtió en una realidad. Y la tarea de diseñar un sistema justo y objetivo para sus integrantes en una necesidad. Pero no fue una empresa fácil. Demasiada gente opinando y muchos individuos a los que complacer, entre ellos el excéntrico Ilie Nastase, mejor tenista de entonces. Tras meses de intensas reuniones se resolvió que en el ranking se promediarían los mejores resultados de cada jugador atendiendo a un periodo natural de doce meses y a los torneos más relevantes. Así, un tenista que había logrado sus puntos en un torneo de una categoría concreta debía volver al año siguiente a ese campeonato o a otro de su jerarquía para no perderlos. De ahí la expresión «defender puntos». Parecía un sistema inteligente, equitativo y vanguardista, inspirado en el que ya se articulaba con éxito en el esquí alpino. Y lo era.

En el primer ranking mundial oficial emitido por la recién fundada ATP figuraban 186 tenistas. Se hizo a bolígrafo y su autor fue Bob Kramer, uno de sus ejecutivos. Encerrado durante días en su oficina de Los Ángeles, haciendo una labor propia de un matemático de alto standing, durante un año recopiló meticulosamente todos los resultados de los torneos adscritos a la ATP. Y mandó imprimir en papel de ordenador gigantesco aquel lienzo lleno de renglones. La idea era actualizar la lista cada mes, pero un trabajo tan minucioso y la aspiración de ampliar notablemente la cifra de tenistas del ranking requería de otro mecanismo más moderno. Por eso Kramer llamó al prestigioso físico Simon Ramo, experto en componentes de la industria aeroespacial. Era su hombre. Aprovechando su amistad (eran vecinos) con Ramo y la pasión de este por el tenis, no tardó en convencerle para que idease un software que automatizara el ranking cuando fuera necesario. Así, al poco tiempo se computarizó el sistema y la agilidad con la que se actualizaba la clasificación permitía imprimirla y distribuirla con regularidad. Por si acaso, Kramer verificaba uno a uno los resultados introducidos en el algoritmo. Aquellos listados interminables de nombres y cifras empezaron a publicarse no solo en los periódicos deportivos, sino también en las taquillas de los grandes torneos. La multitud se agolpaba y tomaba nota de las posiciones de los jugadores, muchos de ellos con la intención de sacarle rédito al pronosticar en las oficinas de apuestas.

Aceptado por todas las partes implicadas y madurado con el paso de los años, el ranking fue reajustándose en sucesivas décadas hasta optimizar su funcionamiento a principios de los noventa. Weller Evans, uno de los tipos influyentes de la ATP, alardeaba con frecuencia del éxito obtenido. Explicaba que, con el ranking, a diferencia del fútbol o el baloncesto, donde el futuro y el sustento de los propios jugadores lo determinaba el entrenador de turno, el tenis se había convertido en el deporte de masas más imparcial.

Cierto día la ATP y la WTA, el equivalente femenino que regula el circuito de competiciones de las mujeres, inventaron lo que conocemos popularmente como ranking protegido. Con la misión de amparar a los tenistas en los periodos de lesión y ubicarles en una posición acorde a su nivel real en su vuelta a las pistas, se añadió esta importante cláusula en la normativa del ranking. Sin entrar en detalle sobre su funcionamiento, podríamos resumir que, cuando un tenista está un periodo mínimo de 6 meses sin competir por lesión o causa justificada, puede hacer una petición oficial a la ATP/WTA para que su posición en el ranking quede protegida. Del mismo modo, a su regreso a las pistas, el tenista mantiene esa protección durante sus próximos nueve torneos, o bien durante sus próximos doce torneos si ha permanecido sin competir más de un año. Tal vez demasiada generosidad. O quizá no. Pero en cualquier caso, un filón para los tunantes que piensan en retirarse y quieren dar un último «pelotazo». Porque como la picaresca es un don esencial del hombre, ese nuevo asterisco, pensado tan razonablemente para ofrecer garantías a los lesionados, ha servido en numerosas ocasiones para hacer un uso fraudulento del ranking.

Así, quien más quien menos, sabiendo que el prime de su carrera ya pasó y aprovechando su posición de privilegio en el ranking, ha tirado de ingeniería para «congelarse» y asegurarse el acceso a los grandes torneos del calendario, donde está la pasta. Los cuatro Grand Slam son, con diferencia, los que ofrecen un mayor prize money a todos los tenistas clasificados para el cuadro final. Incluso los que disputan la fase previa se llevan un pico. Solo por participar en la primera ronda un jugador se viene embolsando entre 70.000 y 90.000 dólares. Y aquí está la clave. Con la complicidad de un médico que certifique las hipotéticas lesiones, reales o no, y utilizando de manera estratégica fechas y plazos, un jugador puede ampararse en la bondad del ranking para protegerse y asegurar su presencia en los próximos Grand Slam sin haber hecho méritos en el circuito durante mucho tiempo. Muchísimo.

Anna Tatishvili (Foto: Cordon Press)

Si queremos malpensar, encontramos fácilmente casos llamativos con maniobras rufianescas que, cuanto menos, incitan a la sospecha. Año 2017. El ruso Dmitry Tursunov se presenta al Abierto de Estados Unidos. Lo hace con una posición real en el ranking que roza el puesto 400, el inframundo. Es su octava participación consecutiva en un cuadro final de un Grand Slam gracias a la protección que la ATP le ofreció en 2014. ¡Tres años antes! Desde entonces acumula más de medio millón de dólares en premios sin haber ganado un solo partido en un grande. Esta vez no es diferente y cae contra un por entonces desconocido Cameron Norrie, procedente de la qualy. Es la octava derrota de Tursunov en la primera ronda de un Grand Slam. Tiene treinta y tantos años y lleva cuatro ganando mucho dinero gracias a su ranking protegido.

Junio de 2019. Primera ronda de Roland Garros. Juegan la griega Maria Sakkari y la americana Anna Tatishvili, que lleva más de 500 días sin coger una raqueta. Es joven, tiene solo 27 años, pero las lesiones le vienen atormentando hasta el punto de llevar año y medio de inactividad. Pese a su conocida situación en el circuito, se inscribe al cuadro final de Roland Garros con el ranking protegido que atesora por su ausencia de larga duración. Encaja un 6-0 6-1 en apenas 55 minutos y se embolsa 51.200 dólares. Ni tan mal. Hasta que la Federación Internacional de Tenis (ITF) decide investigar el partido y le multa con una sanción de 46.000 euros. El motivo, a instancias del juez de silla de aquel partido, es que no cumplió con el nivel mínimo que se le presupone a una tenista profesional. Tiro por la culata.

Mischa Zverev (Foto: Cordon Press)

Anna Tatishvili no es la única que ha intentado colársela, en este caso a la WTA, jugando sin estar en condiciones de hacerlo. Y es que una de las artimañas clásicas que han utilizado muy recurrentemente los jugadores lesionados, o protegidos por el ranking, es la de presentarse a los Grand Slam a sabiendas de sus molestias físicas a fin de garantizarse cobrar el suculento prize money.

Abierto de Australia de 2018. El mayor de los hermanos Zverev, Mischa, va 6-2 4-1 abajo en el encuentro de primera ronda contra Hyeon Chung. Se dirige hacia el árbitro, le da la mano y se retira a los vestuarios. Evidencia problemas físicos, no lleva en pista ni una hora y se marcha a casa con 60.000 dólares. O eso pensaba el tenista alemán hasta que la ITF le impuso una sanción inmediata de 48.000 dólares, más del 75% del premio recién obtenido. Mischa se convertía así en la primera víctima de la nueva normativa que, unos meses atrás, acordaron los 4 grandes con el beneplácito de la ITF.

Todo había comenzado el año anterior en la primera ronda de Wimbledon. Aquel día, 4 de julio de 2017, los asistentes a la pista central del complejo All England Lawn Tenis Club no pudieron volver a sus casas más decepcionados. Les esperaba una jornada inolvidable sobre el verde con la presencia de Novak Djokovic primero y Roger Federer después. Un día de los que se recuerdan toda una vida. Pero Martin Klizan y Dolgopolov, rivales del serbio y el suizo, tenían otros planes. Ambos, probablemente tocados físicamente, se retiraban tras el primer set provocando la frustración generalizada entre el público y entre los propios directores del torneo. Aquel día alguien pensó que era necesario tomar medidas. Y se tomaron. La nueva normativa resolvió que «cualquier jugador que compita en la primera ronda de un cuadro principal y se retire o se desempeñe por debajo de los estándares profesionales, puede estar sujeto a una multa equivalente al propio premio en metálico recibido». Así fue. Desde aquel momento los tenistas clasificados para el cuadro final, en caso de retirada antes de debutar, recibirían la mitad del prize money. De este modo se buscaba evitar que volviera a suceder lo mismo en el futuro. Pero la picaresca es un don esencial del hombre, recuerden.

Duli Sela (Foto: Cordon Press)

Dudi Sela, aquel tipo entrañable que se subió a una silla para saludar a Karlovic, firmó un 2022 memorable. En términos de rentabilidad, claro. Se convirtió en el tenista del circuito que más dinero sumó con el menor esfuerzo posible. Más de 90.000 dólares por no hacer nada. Jugó, entre comillas, únicamente la primera ronda de la fase previa de los 4 Grand Slam. Es obvio que, tras ver las barbas de Zverev cortar, no se marchó de la pista en ninguno de ellos. Eso sí, perdió con generosidad en todos: 6-3 6-2 (Australia; 26.000 dólares), 6-3 6-0 (Roland Garros; 16.000 dólares), 6-0 6-3 (Wimbledon; 26.000 dólares) y 6-3 6-3 (US Open; 22.000 dólares). Tenía 37 años, estaba retirado pero no mucho, y gracias al ranking protegido y a tener menos vergüenza que un gato en una matanza -solo había ganado un partido profesional en los últimos 3 años- se inscribió a los cuatro grandes.

El último ingeniero del ranking ATP se llama Attila Balazs. El pasado 29 de agosto, tras más de quince meses sin ganar un solo encuentro en el circuito, el húngaro se inscribía al Abierto de Estados Unidos y, ya lo habrán adivinado, gracias al ranking protegido recibido en 2020 jugó directamente la primera ronda, sin fase previa. Más de 81.000 dólares por pasearse 6-1, 6-1, 6-0 ante Daniil Medvedev. Al parecer, el juez de silla no advirtió que su desempeño en la pista estuviese por debajo del estándar mínimo para un cuadro final de Grand Slam. El bueno de Attila terminará el 2023 más allá de la posición mil del ranking y con un prize money superior a los 100.000 dólares. Ídolo.

2 Comentarios

  1. ¿Es coincidencia o hay una más que palpable preponderancia de tenistas relacionados con lo que antes se decía «el otro lado del Telón de Acero»?

  2. También hay que apuntar (sin llegar a justificar nada estás actitudes, obvio) que para tener un ranking protegido, previamente has tenido que ganarte lo.

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