«¿Por qué no puedo tener lo que quiero? ¿Por qué? He trabajado duro para conseguirlo, he sudado por conseguirlo. No lo robé. Sangré en el gimnasio por ello, he golpeado mi cuerpo bien fuerte, los rivales me han pegado fuerte. ¿Por qué no debería tenerlo? ¿Por qué deberían quitármelo?»
En Jot Down ya hemos hablado alguna vez de Mike Tyson; concretamente Rubén Uría escribió sobre su importantísima relación con Cus D’Amato —el legendario entrenador que lo recibió en su casa como a un hijo adoptivo— o sobre el día en que para estupor del mundo entero, Tyson sufrió su primera derrota profesional por KO a manos del rival más inesperado, un relativo segundón llamado James «Buster» Douglas.
Normalmente cuando se habla de Mike Tyson se suele incidir en los aspectos personales más problemáticos o en su llamativa caída como púgil y como persona. No resulta extraño, porque Tyson es el prototipo de gigante con los pies de barro, de juguete roto que perdió el timón de su vida cuando ya había alcanzado la cumbre y que da como para escribir mil y una reflexiones. Es verdad que su tormentosa biografía es propia de personaje de alguna novela de Dickens y de hecho recomendaría a quien todavía no lo haya visto el excepcional documental-entrevista que se titula sencillamente Tyson, donde podemos ver en su faceta más descarnada a uno de los grandes mitos del boxeo y la cultura popular de finales del siglo XX. Pero hoy, al menos, de lo que me interesa hablar es del Mike Tyson boxeador en sus años de gloria. Del púgil que revolucionó un deporte como pocos antes que él. Del hombre que siendo apenas un adolescente asombró a los expertos pelea tras pelea. Del peso pesado que con 28 victorias en 28 combates —incluyendo 26 KO— se convirtió en el campeón mundial más joven de todos los tiempos. Del hombre que revitalizó el interés por una disciplina que había caído en el sopor tras la decadencia y retirada del gran Muhammad Ali. De aquel fascinante fenómeno llamado Michael Gerard Tyson. Creí que sería realmente interesante ver cómo un debutante de 18 años va haciéndose camino hasta conseguir el cinturón de campeón del mundo de los pesos pesados apenas cumplidos los veinte.
Mucha gente tiene una concepción equivocada sobre el Tyson boxeador, sobre todo si desconocen su primera etapa, la de su ascensión a la gloria. Piensan que era solamente un bruto cuya única arma era su enorme pegada. Pero nada más lejos de la realidad. Sí, sus golpes potentes podían tumbar a cualquiera. Esos golpes demoledores eran lo que más llamaba la atención y traían a la memoria la dinamita de Sonny Liston, George Foreman o (sobre todo) Joe Frazier. Y es verdad que sus rivales a menudo perdían antes de pisar el cuadrilátero, atenazados por el pánico, y que eso producía brevísimos combates que reforzaban la idea de Tyson como de un one trick pony. Pero había más, bastante más en su estilo que su pegada y su aterradora planta. No podemos olvidar que Tyson fue un gran boxeador desde varios puntos de vista, no solamente por esa pegada, y que durante una época cada una de sus apariciones eran una delicia para el aficionado, por más que sus fugaces combates acostumbrasen a terminar en un KO prematuro.
No, Tyson quizá no poseía el repertorio de Ali o de Sugar Ray Robinson, eso es cierto. Pero era rápido de manos, ágil de cintura e incluso —a su manera— ligero de piernas. Tyson sabía que la velocidad también equivale a fuerza. Un golpe potente es un golpe fuerte, pero un golpe potente y rápido es doblemente fuerte. Tyson era más que un pegador básico. Dominaba varias combinaciones, sabía vulnerar las guardias de los rivales, sabía cuándo atacar y cuándo esperar. Era hábil esquivando golpes y sus cualidades defensivas —que, eso sí es cierto, se resintieron muchísimo cuando ya siendo campeón comenzó a descuidar su preparación— a menudo son infravaloradas por quienes solo recuerdan al Tyson de la gran fama.
Su más celebrado golpe era aquel gancho de izquierda que podía derribar árboles, aquel gancho que era su marca de fábrica y que se cuenta sin duda entre los mejores ganchos de izquierda de todos los tiempos. Otro de sus golpes de la casa era el uppercut, con el que desde abajo solía castigar a sus rivales en la corta distancia, especialmente si eran más altos que él. Pero como decíamos también podía lanzar veloces combinaciones de cinco, seis o siete golpes, rápidos como el relámpago. Sus dos brazos eran muy potentes y los dominaba a la perfección, de hecho cambiaba continuamente entre la guardia ortodoxa (diestra) y la southpaw (zurda), porque podía aspirar a noquear desde ambos flancos con idéntico control y precisión.
Perfeccionó la guardia peek-a-boo, con los antebrazos ante la cara y los guantes casi a modo de orejeras: esa misma guardia que muchos años atrás Cus D’Amato había enseñado a Floyd Patterson. Una guardia arriesgada si uno no era lo bastante rápido como para esquivar y lanzar terribles contragolpes, pero que —al menos mientras Tyson conservó su velocidad— le permitió vapulear a púgiles mucho más altos y con mayor alcance de brazos que él. Por si fuera poco, en sus primeros años fue un boxeador tremendamente disciplinado cuya forma física era extraordinaria. Mike Tyson no era un púgil perfecto —probablemente ningún púgil es perfecto— pero durante un tiempo fue uno de los más grandes y más excitantes pesos pesados que el mundo haya visto. Habrá cometido muchos errores en su carrera profesional y en su vida personal, desde luego, pero hay algo que como él mismo dice no le podemos quitar. Y ese algo es la gloria deportiva que se ganó bien a pulso, a base de mucho trabajo, de determinación y de talento.
Aquí repasaremos sus 28 primeros combates profesionales. Una fulgurante carrera que desde marzo de 1985 a noviembre de 1986 lo llevó desde el anonimato hasta el campeonato del mundo. Su primer año como profesional, que veremos pelea a pelea en esta primera parte, fue increíble. Debutó el seis de marzo de 1985, con 18 años de edad y siendo un desconocido… pero a finales de ese mismo año ya había periodistas que le estaban preguntando por qué no se enfrentaba a púgiles del Top Ten. Algunos incluso insinuaban la posibilidad de que a principios de 1986 intentase pelear contra alguno de los tres campeones mundiales vigentes de las tres asociaciones (WBC, WBA e IBF) en las que estaba dividido el boxeo. El joven Tyson respondía a las preguntas sobre un posible título con la cándida sencillez que lo caracterizada en aquellos tiempos, cuando el antiguo delincuente juvenil respondía a los reporteros con un cortés «Yes, sir» y trataba de no decir una palabra más alta que otra: «Llevo solo unos meses como profesional y en boxeo, hablar de pelear por el título a estas alturas es completamente absurdo». O «decidir con quién peleo es cosa de mi mánager; él no me dice cómo hacer mi trabajo y yo no le digo cómo hacer el suyo. Cuando él crea que estoy preparado para vencer a un campeón del mundo, yo también lo creeré».
Pero lo cierto es que a finales de 1985, su primer año, el mundo del boxeo ya estaba empezando a hervir de excitación ante el nuevo fenómeno, un boxeador de esos que surgen una vez en cada generación, si es que surgen en absoluto. Llegó a parecer intocable —sí, ya sé que nadie es intocable— pero en su momento, y quien vivió aquellos años lo recordará bien, gozó de un aura de invencibilidad de la que muy pocos deportistas han conseguido rodearse en algún momento de sus carreras. Iron Mike, Kid Dynamite, el Terror del Garden… olvidemos por un momento sus problemas y su caída en desgracia: Tyson también gozó de un periodo de gloria y fue un periodo absolutamente inolvidable. Estos 28 combates, los que lo llevaron hasta el título mundial, son la prueba fehaciente de ello.
Nota: los números entre paréntesis indican el momento temporal del vídeo (no del combate).
Tres de marzo de 1985. Rival: Héctor Mercedes
El debut profesional de un jovencísimo Mike Tyson, que contaba solamente 18 años. Era casi un desconocido, excepto para los más entendidos en boxeo que sabían de las dos derrotas como amateur que le impidieron estar en los Juegos Olímpicos de Los Angeles, en una por lo demás brillante etapa como púgil aficionado. Su aspecto era ya temible: una masa de músculos, pero no de músculos cultivados para posar ante una cámara, sino de una musculatura que a todas luces era pura potencia. Casi cada rincón de su organismo parecía diseñado para soltar descargas explosivas.
En aquel debut frente a otro púgil joven apenas hubo combate. El puertorriqueño Héctor Mercedes trató de plantar cara, sin rehuir los intercambios y lanzando su jab (el golpe básico del boxeo, rápido y directo, que sirve para marcar distancias y mantener bajo control al rival). Sin embargo, había cosas para las que un valiente Mercedes no estaba preparado. Sí, Tyson era un debutante, apenas un chaval. Pero parecía disponer de un repertorio técnico y de una sabiduría propias de un púgil de primera línea. Mercedes se vio pronto sobrepasado por un atómico golpe de Tyson (minuto 1:44 de vídeo), seguido de un par de rápidas y potentes combinaciones que pusieron al puertorriqueño contra las cuerdas. El pobre Mercedes se abrazó a Mike (el «clinch») para salir del apuro.
Seguramente ya estaba empezando a comprender que no se estaba enfrentando a un boxeador normal. Y apenas le quedaban segundos para terminar de comprobarlo, cuando lanza un jab que Tyson contesta con otro terrible directo que le hace retroceder varios pasos (2:04) Tyson está en su primer combate profesional, pero ya tiene muy desarrollado su agudo instinto depredador: percibe que su rival se ha asustado, así que se lanza a por el cuerpo del oponente con una lluvia de golpes que este no sabe cómo parar. Héctor Mercedes se ve atrapado en una esquina y pone voluntariamente la rodilla en tierra. Es la señal convenida de que un púgil quiere que el árbitro detenga el combate por algún motivo —en la práctica equivale a haber sido derribado— y cuando el colegiado se acerca para hacer la cuenta de seguridad, el propio Héctor Mercedes le hace un gesto claro de que ya no quiere seguir combatiendo. El árbitro, pues, levanta los brazos en un gesto inequívoco: al minuto y 47 segundos, la competición ha terminado. Es un KO técnico, esto es, cuando el árbitro (o los entrenadores, o los médicos) deciden que uno de los contrincantes ya no está en condiciones de competir y que continuar la lucha sería hacerle sufrir daños innecesarios. Mike Tyson se acerca a Mercedes, le da un abrazo y le dices unas palabras al oído. El puertorriqueño responde con unos golpecitos amistosos. Él ha sido la primera víctima del huracán Mike. Después van a venir muchas más.
Diez de abril de 1985. Rival: Trent Singleton
Apenas un mes después de su debut, Tyson vuelve al ring para enfrentarse a otro novato. Bastan unos segundos de combate para que Singleton esté a punto de besar la lona por primera vez, cuando sobre él cae una velocísima combinación de golpes que puede ilustrar bien la excelente técnica de Tyson en lo ofensivo y en lo defensivo (1:02, véase la manera en que, mientras ataca, se mueve para esquivar posibles contragolpes del rival). El árbitro los separa. Pero apenas reanudada la lucha, Singleton recibe el golpe maestro de Tyson —ese famoso gancho de izquierda— y termina otra vez sentado en la lona (1:21). El locutor expresa el poder y la rapidez de Mike con descriptiva sencillez: «Este chico es duro. No lanza muchos jabs. Se acerca, trabaja desde dentro: ganchos a la cabeza, al cuerpo… es como una máquina de movimiento perpetuo». Por tercera vez se reinicia lo que ya no parece una competición de igual a igual: Tyson se abalanza de nuevo a por Singleton y una vez más lo manda de rodillas al suelo (1:35). El árbitro ya tiene suficientes pruebas de la abrumadora superioridad de Iron Mike y muy apropiadamente detiene la pelea. Otro KO técnico en el primer asalto.
23 de mayo de 1985. Rival: Don Halpin
Los dos primeros combates de Tyson, contra púgiles inexpertos como él, sirvieron para otorgarle confianza pero también habían puesto de manifiesto que necesitaba un rival más rodado para que sus peleas pudieran prolongarse más allá del primer asalto. Halpin era un journeyman, un profesional experimentado pero sin cualidades excepcionales ni demasiada ambición. Su tarjeta no era especialmente asombrosa (10 victorias frente a 17 derrotas) pero era un tipo muy curtido que ya se había enfrentado a nombres importantes como Tony «T.N.T.» Tubbs (cuando Tubbs aún estaba en forma) o John Dino Dennis. Es decir, quizá Halpin no era una estrella, pero sí sabía por experiencia lo que era enfrentarse a púgiles de primer nivel, así que debía de tener mejores estrategias para hacer frente a Tyson que los jóvenes novatos de sus dos primeros combates.
Los entrenadores de Tyson probablemente le aconsejaron encarar esta pelea de otra manera y no lanzarse directamente a por un KO en el primer asalto, dado que ya no tiene enfrente a un jovencito inexperto. Y ciertamente Tyson nota pronto que Halpin encaja bien los golpes y sabe lanzar su jab, que es listo, frío de mente y no parece aturullarse en cuanto percibe la potencia de sus golpes. Así que Mike decide seguir el plan de trabajar su jab y guardar la distancia. Pelea el primer asalto desde fuera, empieza a cambiar la guardia de diestra a zurda y viceversa (una tónica general en sus combates) y vemos a un Tyson estratega que probablemente sorprenda a quienes solamente han visto algunas de sus peleas más famosas de años posteriores. Sus habilidades defensivas se ponen claramente de manifiesto (véase por ejemplo cómo esquiva el golpe de 4:50) y dedica ese primer asalto a estudiar a Halpin.
El segundo asalto comienza en la misma tónica hasta que Tyson, por fin, consigue aterrizar limpiamente su ahora célebre gancho de izquierda sobre Halpin (7:35). Eso parece darle un extra de confianza: empieza a vislumbrar agujeros en la guardia del oponente y los explota con dos veloces ganchos de derecha (8:16), seguidos de cerca por un tercero (8:44). Aunque Don Halpin está aguantando el tirón, empieza a percibirse la posibilidad de que Tyson haya encontrado finalmente una forma de atacarle. La inesperada táctica que Tyson está empleando —golpear y alejarse— consigue que Halpin empiece a lanzar contraataques al aire, lo cual amenaza con cansarlo antes de la cuenta (un golpe en el vacío consume mucha más energía que un golpe que alcanza al rival). Eso sí, Halpin sobrevive a la segunda ronda, más de lo que habían hecho sus dos predecesores.
Tyson no varía su plan en el tercer asalto. Más pelea en la distancia, más cambios continuos entre la guardia diestra y la southpaw para incomodar a su oponente. No se está lanzando a por el KO como en sus dos primeros combates, pero ya tiene la pelea bajo control. Como recompensa a su paciencia, los ganchos siguen entrando, tanto de izquierda (11:09) como de derecha (11:46), mientras que Don Halpin no parece tener nada con lo que responder. Tras tres asaltos de lo que —con todos los respetos a su contrincante— empieza a parecer poco más que una sesión de entrenamiento frente a un sparring cualificado, el cuarto asalto nos trae más de lo mismo. Tyson encuentra otro hueco en la defensa de Halpin y aterriza allí con una rapidísima mano derecha que hace tambalearse al contrincante (14:10, aunque lo mejor es el comentario del locutor: «ustedes, desde detrás de la cámara, han tenido la mejor perspectiva. La diferencia es que ustedes han visto el golpe, pero Don Halpin no»). El árbitro hace la cuenta de protección reglamentaria y se reanuda la lucha, pero Tyson ya ha olido la sangre y está preparado para finiquitar el asunto con una secuencia de golpes que mandan a su oponente al suelo (aunque, por cierto, Mike está al borde de ser sancionado por lanzar un reprobable puñetazo cuando Halpin estaba prácticamente caído). La pelea finaliza ahí, con Halpin teniendo que ser atendido por sus heridas en la nariz. Mike Tyson ha ganado por KO en el cuarto asalto:
La pelea contra Halpin había servido para comprobar que un inexperto Tyson podía medirse, tácticamente hablando, con un púgil curtido en bastantes batallas. Esto nos muestra a un Tyson bastante alejado del concepto de fajador unidimensional que mucha gente tiene de él. Cierto es que su trabajo en la distancia es usualmente menos efectivo que sus farragosas peleas interiores y que su uso del jab no pasaba de correcto, pero esto es algo no resulta extraño dado que tuvo que enfrentarse a muchos boxeadores con mayor altura y envergadura de brazos que él. En los tiempos en que Cus D’Amato y Kevin Rooney se encargaban de su formación y preparación, Tyson era un boxeador relativamente versátil, al menos más que el crédito que se le suele dar. Todavía no se estaba enfrentando a rivales de primer nivel, eso es verdad, pero no cabe olvidar que él mismo era un aprendiz que apenas acababa de terminar su tercer combate y que iba a cumplir 19 años durante el mes siguiente.
20 de junio de 1985. Rival: Ricky Spain
El cuarto combate de Tyson se produce frente a Ricardo Spain, un púgil no muy experimentado pero que presentaba una buena tarjeta que lo acreditaba como un buen pegador. Esta vez Tyson se deja de tácticas y vuelve a salir directamente a por el KO: a los pocos segundos ya está bombardeando a Spain con combinaciones y no para hasta tumbarlo de un severo derechazo (2:08… escuchen cómo suena eso). Nada más reanudarse la acción, su mítico y temible gancho de izquierda devuelve a Spain a la lona (2:26). El árbitro ya ha visto bastante y muy sensatamente detiene la pelea. KO técnico a los 39 segundos de combate.
11 de julio de 1985. Rival: John Alderson
Después de cuatro victorias por KO, Tyson se enfrenta a otro joven púgil que registra exactamente la misma marca que él: cuatro victorias, cuatro KO. En principio, la nueva prueba que debe superar es la de encarar a un rival mucho más alto, porque Alderson le saca —sin exagerar— una cabeza. ¿Cómo planteará Mike la pelea?
En principio, pelear a distancia no parece convenirle debido a la envergadura del rival, pero en cuanto suena la campana es justo eso lo que hace: pelear desde lejos, lanzando veloces jabs hacia Anderson y retrocediendo rápidamente para ponerse fuera de su alcance. El plan funciona: su rapidez de manos y de movimientos le confieren rápidamente el dominio del cuadrilátero y anulan toda posible ventaja que la estatura del rival pudiera haber supuesto sobre el papel. Al poco de empezar, Alderson ya se ha comido un heterodoxo pero terrorífico gancho de izquierda que hará que su nariz empiece a sangrar (2:50) y eso que llevamos apenas segundos de acción. Desde ese momento, Alderson sabe que su única opción es la de tratar de eludir los golpes de Tyson, así que se pasa el resto del primer asalto esquivándolos con gran habilidad. Intenta también colocar alguno de sus golpes —cosa que consigue ocasionalmente— para intentar desanimar a Tyson cuando este se le acerca. Pero Tyson está cualquier cosa menos desanimado y el público tiene la sensación de que es cuestión de tiempo que otro de los atómicos ataques de Iron Mike sentencie la pelea.
Al comenzar el segundo asalto, Alderson se muestra valiente y no rehúye el combate, aunque descubre otra de las grandes armas que Tyson hará famosa: ese uppercut que lanza desde abajo cuando pelea en las distancias cortas. Uno, surgido desde Dios sabe dónde, se estrella en la barbilla de Alderson, que comienza a sentirse realmente perdido (5:55). Luego, dos derechas consecutivas de Tyson consiguen que las piernas de Alderson flojeen (6:30). Y una vez más, cuando Iron Mike detecta signos de debilidad, se lanza con el ímpetu y la precisión de un tiburón: apenas 20 segundos después Alderson es enviado a la lona por otra terrorífica derecha (6:50). La presa está a punto de caramelo y Tyson lo sabe: una vez más consigue un knock down, haciendo que Alderson ponga rodillas en la lona (7:22). A partir de ahí, la pelea se convierte en un festival Tyson. Casi al final del asalto, Alderson cae por tercera vez aunque consigue ponerse de pie para regresar a su esquina a descansar.
Sin embargo, el médico lo examina y cogiéndole de las manos, le da el consejo más sensato posible: «¿Por qué no lo dejas y vuelves a pelear otro día? ¿De acuerdo?». Alderson asiente un tanto sorprendido, pero parece dispuesto a seguir combatiendo y no se mueve de su taburete. No quiere rendirse. Sin embargo, eso poco importa, porque después del médico también el árbitro se le acerca: «John, la pelea ha terminado». Y efectivamente es la decisión correcta. Es evidente que de comenzar un tercer asalto, se hubiese transformado en una carnicería.
19 de julio de 1985. Rival: Larry Simms
El sexto combate de Tyson lo enfrentará a Larry Simms, un journeyman del montón. Desgraciadamente no existe filmación alguna de este combate porque según parece el equipo encargado de grabarlo no apareció. Así que conocemos pocos detalles de la pelea, la única de la carrera profesional de Tyson de la que no existen imágenes. Sin embargo, la historia no fue demasiado distinta a la del combate anterior, ya que Tyson ganó por KO en el último minuto del tercer asalto.
15 de agosto de 1985. Rival: Lorenzo Canady
Aunque Tyson era un púgil novato, que había debutado unos pocos meses atrás y que llevaba solamente seis combates a sus espaldas, ya estaba costando encontrarle un rival adecuado. Los boxeadores inexpertos que tenían un historial parecido al suyo no eran competencia y caían como moscas ante él. Se había enfrentado a un púgil algo más experimentado como Don Halpin y también lo había machacado. Y evidentemente aún necesitaba mucho currículum y experiencia para optar a contrincantes de mayor fama.
Así pues, con tan pocas peleas, debía continuar completando su historial. Aquí se le puso frente a otro púgil joven. Lorenzo Canady había ganado los tres combates que había disputado y también era más alto que Tyson. Pero tampoco podrá convertir su estatura una ventaja: apenas suena la campana, Tyson lo alcanza con un derechazo que augura pocas cosas buenas (2:36). De hecho, apenas unos segundos después, Canady cae contra las cuerdas después de que (¡una vez más!) el legendario gancho de izquierda de Iron Mike lo sorprenda de lleno y golpee su cara limpiamente. Canady consigue ponerse en pie, pero a estas alturas ya sabemos que cuanto Tyson percibe el más mínimo signo de debilidad en su contrincante se lanza de lleno a por el KO. Primero envía varios ganchos y algún uppercut que no dan en el blanco, pero finalmente hace una demostración de «pega y aléjate» en la que castiga a Canady con golpes aislados que minan su resistencia: primero una derecha, luego un gancho de izquierda, después otra derecha (2:21). Finalmente lo acomete contra las cuerdas y lanza sus rapidísimas combinaciones. Ante la patente incapacidad de Canady para plantear una defensa efectiva, el árbitro —con toda la razón— detiene la pelea. Otro KO técnico en el primer asalto. Han sido un minuto y cinco segundos de combate.
Cinco de septiembre de 1985. Rival: Michael Johnson
Michael Johnson era un joven púgil con un buen registro (ocho KO en 16 combates) aunque venía de una mala racha de tres derrotas consecutivas. El combate no tuvo apenas historia: nada más sonar la campana tuvo la mala suerte de degustar la derecha de Tyson (4:10), seguida de un par de ganchos al cuerpo, un uppercut de derecha, un gancho de izquierda, otro gancho al cuerpo… todo esto, ¡en 15 terroríficos segundos! A continuación, un gancho de izquierda impacta en el costado derecho de Johnson, haciéndole caer. Consigue levantarse, aunque con expresión de haber visto al demonio bien de cerca. El árbitro hace la cuenta de seguridad y se reanuda el combate, pero Tyson vuelve a tumbar a su rival con un tremebundo crochet de derecha. El árbitro detiene la pelea, mientras Johnson yace tendido, aparentemente inconsciente. La pelea ha durado 39 segundos.
En la siguiente parte, veremos como este prometedor púgil de diecinueve años que ha ganado sus ocho primeros combates por KO, empieza a causar asombro en el mundo del boxeo.
Pingback: Mike Tyson: los 28 combates que lo llevaron al título, uno a uno (y II)
¿De verdad solo pasaron 8 días desde la quinta pelea hasta la sexta (según el artículo, única de su carrera de la que no hay imágenes)?
Pingback: El último combate de Duk-Koo Kim