Termina la temporada de estreno de la primera liga profesional femenina de la Historia de nuestro país, y con ella llega el síndrome del campamento de verano. De todo lo que voy a hablar no sé más que lo visto en películas americanas. Lo más parecido a un campamento de verano para mí son esos tres veranos que pasé en Inglaterra gracias a las Becas Mineras, dos en York y uno en Chester, y no es que la memoria sea tan fresca como para recordar lo que sentí hace 23 años al despedirme del resto en un aeropuerto.
Suele pasar en este síndrome del campamento de verano que la magnitud de lo emocional tapa lo crítico. Esto, llevado al fútbol, no es más que la exacerbación del feeling ultra, y es que si hoy, micro en mano, detiene usted por la calle a un aficionado cualquiera de cualquier club de la Liga F y le pregunta qué nota le pone a su equipo, con qué momento se queda, o si se han cumplido sus expectativas, raro será el especimen encuestado que le responda desde la razón y no desde las vísceras.
El del Barça se quedará con la Champions, Liga y Supercopa, dejando de lado el affaire de la Copa de la Reina. El del Atleti le hablará de la Copa de la Reina, sin hacer media alusión a que se han quedado fuera de Champions. El del Madrid te hablará de Weir y de la segunda plaza, dejado de lado los clásicos. Y así sucesivamente, hasta que el del Alhama le hable del triste descenso en vez de la vergüenza de que Randri siga en su banquillo, los del Betis eviten hablar de estos últimos meses y pregunten si sabes quién es María Pry, los del Levante le recuerden que vuelven a Champions, los de la Real que renueva Nerea y los del Valencia de que, una vez más, las despedidas se hacen en formato lista de la compra.
Si se dan cuenta, el párrafo anterior es un repaso a los artículos de toda la temporada salvo a los que hablaban de Vilda y de las 15. En el momento en que usted, apreciado lector que gasta el tiempo en saber qué piensa la columnista, lee estas palabras, Vilda estará a un tris de sacar una lista de jugadoras para venir -tócate las narices – a jugar a mi tierra, Asturias. En Avilés está previsto que al menos 3 de las 15 se vuelvan a vestir con la ropa de la Selección Española. En esta temporada beta de la liga profesional, hemos sido menos profesionales que nunca. Hemos dejado de hablar de lo único importante en este deporte, la pelota, para arrastrar un debate marcado por el ego de un entrenador al que todo el mundo sin excepción detestaba antes de la Eurocopa y que, armado hasta los dientes por un asesor político y todo un gabinete de comunicación, supo dividir a vestuario, medios y afición. De eso de lo que nos acusan a algunos (y yo pillo siempre), solo hay un culpable, meritorio culpable, Jorge Vilda. Y si acaso, la Federación que le respalda.
En algún momento habrá que plantearse hacer una cronología de cómo sucedió todo el asunto de las 15, para que quienes enturbian el relato reflexionen sobre su memoria y empiecen a comer pasas. Pero ya saben cómo funciona esto: el síndrome del campamento de verano. Aquí cada cual va a recordar con visceralidad y emoción lo que sintió cuando el grupo se separó y ganó Vilda. Unos con una bufanda, otros con otra, y ellas perjudicadas todas. A las que despreció durante años y a las que desprecia ahora. Otra cosa no sabe hacer. En Inglaterra había un Director que era un absoluto cretino y nos trataba con una superioridad moral que rozaba el abuso infantil en muchos casos. Era el dueño de la academia y apenas sabía inglés. Teníamos que traducirle hasta el menú del McDonald’s. Pero durante un corto espacio de tiempo solo recordamos de él el día que se emborrachó con dos cervezas y cantó en el karaoke. Qué pena, porque algunos aficionados arrastran esa parte también del síndrome del campamento de verano y han endulzado el retrato del mismo seleccionador que se burló de sus jugadoras durante años, con la única que excusa de que ahora se ríe de las del equipo de al lado.
Mi agotamiento por este fútbol nuestro y esta nueva forma de sentirlo, tan parecida al fútbol otro y tan alejada de todo lo que defiendo, ya ha dado señales de vida. Por eso sé que habrá para mí tarde o temprano un último gol, una última parada, un último uy, un último choque de manos o abrazo con una jugadora en el túnel de vestuarios, y una última columna, que acabará con la palabra transición, o yoyó, o lagartija o pena. Mucha gente se va de este deporte sin decir lo que pensó. En realidad, todos los buenos periodistas se jubilan pensando si en todo momento dijeron lo que pensaron. En unos años todos, compañeros y aficionados, miraremos atrás con asco por cómo dejamos que nos enfangaran la temporada más importante para la Historia del deporte femenino en nuestro país. Algún día tendremos que explicarles al resto de mujeres deportistas por qué todas las luchas de ego de los hombres que nos gobiernan fueron más importantes que sentar las bases sólidas de la estructura de la primera liga profesional, la que iba a abrir la puerta a las suyas. Y nos queda el reto de aprender y trabajar para que en la segunda estemos a la altura.
Aquí queremos ligas profesionales, ingresos y repercusión mediática pero comportamientos de niños. En un equipo de fútbol el que manda es el entrenador, y si unas jugadoras se revelan para imponer su voluntad y convertir la selección en un circo.
Se rebelan, con B de rebelión, porque quieren mejores condiciones y un entrenador con metas ambiciosas, como el que merecería la selección. Decir que el entrenador manda o que son chiquilladas me parece que es no entender cómo un equipo puede ganar. Ni en el deporte ni en ningún ámbito laboral.
Creo que se te ha olvidado escribir el final de la última frase. En cualquier caso, ni desde las jugadoras ni desde la RFEF se llegó nunca a decir cuál era exactamente el problema, así que todo lo que se diga al final es poco más que especular.
Ni es demasiado procedente que 15 jugadoras digan que no quieren ir, ni lo fue tampoco el comunicado de la federación, que parecía escrito por un youtuber con problemas para aprobar 2° de ESO. Desde el primer momento se buscó la confrontación y no la solución. Esperemos que España haga un buen torneo, porque la selección tiene jugadoras con nivel para ganar el mundial, pero con un seleccionador con el que no se ha ganado ninguna ronda en dos europeos y un mundial,.y un grupo de jugadoras que da la sensación de no creer en él, no parece que haya muchos motivos para la ilusión
“En un equipo de fútbol el que manda es el entrenador”.
Si, claro, cuéntaselo a Messi o cualquier otra estrella del furgol, a ver quién manda… por favor!!
Pues a lo mejor Messi hubiera ganado bastantes más cosas si un entrenador le hubiera guiado de verdad.
Es una lástima todo. España tiene una generación de altísimo nivel, cuyo bloque principal es el mismo del Barcelona que ha ganado las dos Copas de Europa y perdido una final en los últimos 3 años y empiezan a incorporar a jugadoras que ganaron el mundial sub17, pero da la sensación al llegar a un torneo de selecciones de que no son capaces de ganar a nadie.
Cuando hubo una generación así de buena en fútbol masculino se ganaron dos europeos y un mundial, pero había grandes entrenadores en el banquillo. Yo no sé con quién empató Vilda para llegar al cargo pero una actuación mala en el mundial masculino le costó el cargo a Luis Enrique pese a su trayectoria y las semifinales de la Euro 21, pero en la selección femenino da la sensación de que da igual lo que se haga y que para el alto mando de la federación el fútbol femenino está para hacerse fotos y colocar al que no saben qué hacer con él.
También perjudica en cierto modo algo que debería ser bueno, como la llegada del Real Madrid, cuya rivalidad con el Barcelona polariza y eclipsa todo. La historia de las 15 y Vilda se acabó vendiendo en la prensa como un Madrid-Barça y parte de la prensa se posicionó a favor del seleccionador y se dedicó a hablar mal de las jugadoras por la simple razón de que ellas eran del Barça y en su cabeza eso dejaba en buen lugar al Madrid. En fin, una lástima todo.
Andrea eso es resentimiento y lo demás ligero chascarrillo, madre mía da miedo.
A ver si un día el fútbol femenino se libra de toda esta gente que solo sabe opinar para destruir y que no ha creado en positivo en su vida.
Suerte a España en la competición y suerte a las jugadoras que vayan, sean las que sean.
Esas chicas han faltado el respeto a todas aquellas personas que de verdad sí tienen problemas psiquiátricos. Sólo por eso no deberían volver a vestir la camiseta de España.
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