Opinión

Se acabó LaLiga y esto no es un resumen, pero se le parece

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A los aficionados que llegan a la última jornada sin jugarse nada puede que las imágenes de anoche les parezcan ya vistas, idénticas a las de otros años. Que se lo digan a los que les iba permanecer o bajar a Segunda, si para ellos fue un domingo igual a cualquier otro. Si es que se atreven, claro. Da lo mismo cuántas veces se repita porque los nervios, la tensión, las lágrimas o el alivio siempre son diferentes y esta temporada a Elche y Espanyol le acompaña en el descenso el Valladolid que fue incapaz de pasar del empate a cero en su casa ante el Getafe. El gol de penalti del empate de Embarba en Cornellà en el 87 salvó al Almería y ajustició a los pucelanos. Mientras, en Vigo, en Cádiz, en Getafe y en Valencia celebraban quedarse en la categoría grande aunque sea por los pelos y a última hora.

Se acabó. Se terminó una Liga que ha tenido poca chicha en la zona alta porque el Barça se mostró intratable: en plan martillo pilón le bastó con ganar por la mínima en once partidos y se proclamó campeón hace casi un mes y a falta de cuatro partidos por disputarse. Adiós a un campeonato en el que Real Madrid y Atlético de Madrid -segundo y tercero en la clasificación- no pusieron jamás en aprietos a los culés. Los de Simeone dimitieron en la primera vuelta, los blancos pusieron todas las fichas en la Champions y salieron escaldados del Etihad.

Hasta pronto al asunto Negreira, que estalló en plena temporada y del que seguiremos hablando porque las consecuencias aún están por ver. Hasta siempre a jugadores emblemáticos, ídolos y referentes de varias generaciones como Benzema, Joaquín, Busquets o Jordi Alba. Hasta luego a Asensio, Mariano o Gabri Veiga, que con sus dos tantos ayer ante el Barça dejó al Celta en Primera mientras lloraba inconsolable en el banquillo los últimos minutos. Hasta la próxima a los estériles debates sobre el racismo, la homofobia y el machismo que volverán porque lamentablemente siempre vuelven.

Bienvenidos todos al mercado de fichajes. A los dimes y diretes, a los rumores, a los flecos, los muy cerca y los se aleja. Hola, qué tal, a jugadores que no sabes ni cómo se escriben sus nombres, pero que los muy cafeteros serían capaces de apostar a su primogénito a que triunfarán. Si es así, luego se darán de tortas en plaza pública -o sea, las redes- para proclamar que ellos fueron los primeros en anunciarlo.

Hola a los recados de Tebas, a los expertos en números que intentarán explicarnos otra vez por qué es necesario el límite salarial cuando lo único que le importa al aficionado es si Messi viene o no y que no le cuenten milongas, qué bastante tienen con jugar en Montjuïc. Hola a Florentino con la cartera suelta después de ahorrarse el pastizal de la ficha de Hazard y al nuevo proyecto ilusionante del Cholo. Hola al verano de Arabia Saudí y a sus cifras mareantes a las que se añadirá en los medios la coletilla de «irrechazables» porque los derechos humanos nos importan un pepino y algunos quieren un jet privado, catorce coches de alta gama y un yate todavía más grande.

Se acabó. Y al mismo tiempo todo vuelve a empezar. No es el metaverso, sólo es fútbol y seguiremos igual de enganchados porque ¿qué le vamos a hacer si nos han dibujado así?

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