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U.D. Marinaleda: La utopía comunista también tiene equipo de fútbol

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Interior del Jornalero Stadium (Foto: Jorge Decarlini)

Para llegar a Marinaleda desde la A-92 —la autovía que atraviesa Andalucía longitudinalmente— hay que desviarse por una carretera provincial, estrecha y sin arcén, flanqueada por hileras de olivos que se extienden hasta donde alcanza la vista. Después de la breve pedanía de Matarredonda, que recibe al visitante con una iglesia, se alcanza suelo marinaleño, y nada peculiar se aprecia desde la recta que recorre el pueblo: ni en sus primeras calles ni en sus edificios públicos ni, por supuesto, en sus vecinos; ninguna pista que explique por qué este pequeño municipio recibe desde hace décadas tanta atención en la prensa española.

Por si hay algún despistado, Marinaleda es una localidad de la Sierra Sur de Sevilla cuyo alcalde, Juan Manuel Sánchez Gordillo —profesor, sindicalista, de ideología comunista y nacionalista andaluz— accedió al poder en 1979, en las primeras elecciones tras la dictadura, y desde entonces ha vencido siempre por mayoría absoluta, excepto en los últimos comicios. Ahora, a sus 74 años y con la salud maltrecha, el alcalde más longevo de España no se presenta a la reelección. Criticado con fiereza por los sectores conservadores y alabado por la izquierda más a la izquierda, lo que resulta innegable es su relevancia, capaz de convertir a su pueblo en tema recurrente de conversación nacional.

Dentro de su mandato también ha habido hueco para el fútbol: la Unión Deportiva Marinaleda se fundó en 1986, y solo el nombre del estadio ya es significativo: el Jornalero Stadium era —es, aunque ahora no acoge más partidos— un recinto pequeño, de césped natural, sin gradas detrás de las porterías, pero con tribuna. Ese mismo estadio, ubicado al pie de un olivar, queda hoy como vestigio del pasado más glorioso del club, y los murales de sus paredes exteriores, aunque algo deteriorados ya, todavía muestran al visitante una prueba perfecta de la particularidad del pueblo.

El Jornalero Stadium de Marinaleda (Foto: Jorge Decarlini)

«Había un claro expresionismo de vocación social y política. Marinaleda era el epicentro del comunismo y del anarcosindicalismo en Andalucía, y eso podía verse en la temática de los murales», apunta el periodista Bernardo Ruiz. En ellos no solo se leen varios lemas relacionados con la soberanía popular, la reforma agraria, la utopía comunista, el anticapitalismo y el antifascismo, sino que se conservan, como tarjetas de visita, recuerdos de grupos con sintonía ideológica llegados desde el madrileño barrio de Vallecas, Grecia, Berlín o Euskadi —o Euskal Herria, según reza la pintada—.

La U.D. Marinaleda alcanzó en 2010 el punto más álgido de su trayectoria. «Históricamente, los clubes más representativos de la Sierra Sur han sido el Pedrera y el Osuna Bote Club —explica Ruiz, toda una enciclopedia del fútbol sevillano modesto—, pero el Marinaleda llegó a Tercera, un éxito que no alcanzaron los otros. Durante unos años, pocos, fue el equipo más fuerte de la comarca».

La relación entre la izquierda española y el deporte rey no siempre ha sido fluida. En Marinaleda nunca ha habido especial tradición balompédica, aunque eso también puede explicarse, como en cualquier otro municipio, por la ausencia de un equipo competitivo. «La primera temporada en Tercera se formó un ambiente de fútbol muy bueno, el campo era pequeñito y siempre daba la impresión de estar lleno. Tú metías ahí a setecientas u ochocientas personas y no había un hueco libre. Era complicado para los equipos rivales» recuerda Juan Sánchez, entrenador y alguien muy vinculado al fútbol de la Sierra Sur.

También es amigo íntimo del cuerpo técnico que por entonces dirigía al equipo, con Juanmi Puentenueva a la cabeza, motivo por el que acudía a muchos encuentros, tanto de visitante como de local. ¿No son demasiados espectadores para un pueblo de 2600 habitantes? Así lo explica Sánchez: «Éramos muchos los que íbamos sin ser del pueblo, porque era un equipo de la comarca jugando en Tercera, algo que no habíamos vivido y no hemos vuelto a vivir. De ochocientos a lo mejor solo doscientos eran de Marinaleda. Allí se apretaba, aunque no fuera especialmente caliente porque no es lo mismo un aficionado de toda la vida».

Exteriores del Jornalero Stadium (Foto: Jorge Decarlini)

Aquella temporada, a pesar de suponer su debut en la categoría y de contar con uno de los presupuestos más bajos, el equipo convirtió el Jornalero Stadium en un fortín. Solo sufrieron dos derrotas, fueron el mejor equipo como local y acabaron cuartos en la tabla, clasificándose para el playoff de ascenso a Segunda B, toda una hazaña. «Se juntaron muchas cosas que propiciaron el éxito —rememora Sánchez—: futbolistas de talento, mezclándose jugadores de la zona, con experiencia en categorías superiores, y jóvenes con proyección, y además un cuerpo técnico con mucha hambre. Ese cóctel, en un sitio muy acogedor, hizo que los veteranos se implicaran».

Tras cerrar la temporada regular con 66 puntos —19 victorias, 9 empates y 10 derrotas; 52 goles a favor y 33 en contra— el sorteo les deparó un duro enfrentamiento contra el filial de la Unión Deportiva Las Palmas, que hizo añicos su sueño de ascender a la categoría de bronce. En aquel equipo resonaban nombres como el de Aythami, Vitolo y, sobre todo, Jonathan Vieira, autor de los cuatro goles que encajaron los marinaleños en la eliminatoria.

El equipo todavía resistió un par de temporadas más en categoría nacional. «Era complicado —explica Juan Sánchez— porque se sumaban por ejemplo las peticiones de los futbolistas. Al principio muchos hicieron el sacrificio de jugar por muy poquito dinero por la ilusión de estar en Tercera. También los viajes más largos, los cuatro o cinco entrenamientos semanales, que no es lo que se acostumbra en Regional».

Como en todo club, la cuestión económica era fundamental, y ahí jugaban un papel clave las arcas municipales. «Que Marinaleda sonara era positivo, y por eso el Ayuntamiento aportó bastante, una gran parte del presupuesto, pero llegó un punto donde eso se fue reduciendo», explica Sánchez. Para el periodista Bernardo Ruiz, aquel fue «el mejor momento de la historia del club, y coincidió con la mejor etapa de la carrera de Sánchez Gordillo. El equipo funcionaba por el impulso del alcalde y de su cohorte».

Eso sí, según apunta Ruiz, había independencia entre ambas instituciones y en nada se parecía el funcionamiento del Ayuntamiento al del equipo. Ni siquiera era imprescindible la sintonía política: «Había jugadores que ideológicamente no coincidían con el alcalde, pero pertenecían al club sin ningún tipo de problemas. Funcionaba como cualquier otro equipo».

Pintadas antiguas (Foto: Jorge Decarlini)

Al recordar la financiación de aquella UD Marinaleda, Ruiz hace también una radiografía de los equipos humildes de la región: «Es un patrón que se repite sistemáticamente, el arquetipo del fútbol modesto en Andalucía: los clubes viven de las subvenciones municipales, de los carnets de socios y de cuatro empresas que colaboran». Aunque, como recuerda Juan Sánchez, este caso cuenta con la salvedad de que «Marinaleda es un pueblo agrícola, que no tiene industria ni esas tres o cuatro empresas que puedan poner cinco mil euros, por decir algo. La estabilidad en el tiempo te la dan las estructuras, depender siempre de las subvenciones municipales es complicado».

Después de resistir tres temporadas en Tercera, el equipo descendió y, sin el presupuesto de antaño, dejó de competir en categoría sénior. A juicio del periodista Bernardo Ruiz, «la pérdida de relevancia de la UD Marinaleda a nivel autonómico coincide con la desaparición de la escena pública de Sánchez Gordillo».

Lo cierto es que hoy la UD Marinaleda se encuentra inmerso en un proceso de renovación, y la categoría más elevada que disputa es categoría juvenil. La cabeza visible de la entidad es ahora el camerunés Sébastien George Awana Awana, que define así sus labores: «Soy el presidente, el que lleva el club, el que hace casi todo. El que prepara la ficha, la ropa y que los jugadores tengan su bocadillo. La función del presidente también es la de delegado de campo y delegado de equipo. Este es un club pequeño».

Awana emigró a Francia desde su país natal e inició una carrera futbolística que luego continuó en España. Se enroló en clubes que recita de memoria, todos ellos acompañados de la categoría que disputó —fue media punta, entre otros, en Arcos de la Frontera, Ronda, Palma del Río, Villacarrillo, El Cuervo o Puente Genil, y siempre entre Tercera, Primera Andaluza y Preferente—. A Marinaleda llegó hace ahora 18 años. «Mientras estuve fuera me quedé como consejero del equipo, me preguntaban porque yo tengo el título de entrenador, de dirección deportiva y de ojeador. Luego volví porque aquí tengo mi casa, soy uno más del pueblo, la gente me quiere y siempre me ha tratado muy bien. Me casé con una mujer de aquí y tengo mi trabajo en el campo, en una cooperativa de aceite. También trabajo la alcachofa, la verdura y lo que haga falta».

No cabe duda de que Awana es un hombre ocupado, como prueba la dificultad para sentarse un rato a repasar su trayectoria y la situación del club. Según explica, la apuesta ahora es un proyecto mayoritariamente local, a diferencia de las mejores épocas del equipo, donde los futbolistas sí que provenían casi en su totalidad de la comarca, pero no de Marinaleda. «Nuestra política es, de una plantilla de 25 jugadores, tener a 15 del pueblo. Ahora no juntamos ese número y por eso no jugamos. Es difícil, porque es un sacrificio enorme. Aquí no se cobra nada, te tiene que gustar mucho el fútbol para salir corriendo de trabajar a las siete, llegar a casa y preparar el macuto e irte al entrenamiento a las siete y media. Tres días por semana, martes, jueves y viernes, y luego el partido. Eso es mucha voluntad año tras año».

(Foto: Jorge Decarlini)

No parece sencillo reunir a tantos jugadores locales en un municipio con una población tan reducida. Para intentarlo, los esfuerzos se concentran en el fútbol base: «Tenemos benjamín, infantil y un equipo juvenil con veinte jugadores del pueblo. La idea es formarlos y dentro de uno o dos años poder sacar un equipo sénior con ellos, con el 90% de futbolistas de aquí».

Respecto a la situación económica y al ambiente de fútbol que se respira en el pueblo, Awana contesta: «Este año no tenemos socios, solo hacemos una pequeña rifa y con ese dinero organizamos algo, porque no cobramos tampoco entrada al campo. A los partidos de juveniles vienen cuatrocientas o quinientas personas, depende del día. El Ayuntamiento nos ayuda, nos paga la ficha, los desplazamientos, y ofrece las instalaciones». Es decir, que quizás la apuesta económica municipal no sea la de sus mejores épocas, pero el grifo no se ha cerrado del todo.

A su apretada agenda, Awana añade una ocupación más: «Soy ojeador de futbolistas, trabajo con representantes. Voy mirando a jugadores que sean buenos en la zona de Sevilla para ofrecerlos a diferentes equipos. Espero que el día de mañana salga un buen futbolista y pueda sacar una pequeña comisión, pero mientras, en el día a día en mi club, con todos los sacrificios, yo no saco nada. Lo hago por pura pasión y por estar con los niños del pueblo».

En la UD Marinaleda se celebran elecciones cada cuatro años, y Awana se encuentra en el primer año de su segundo mandato. Sobre el cansancio de trabajar en el campo y sacar adelante un equipo, sin apenas tiempo para nada más, afirma que «no hay que perder las ganas ni la ilusión. Mientras los niños respondan como este año, que están haciendo muy bien las cosas, yo tengo que responder también».

Ansu Fati celebrando junto a sus compañeros del Barça (Foto: Cordon Press)

El equipo local no fue la única apuesta del Ayuntamiento de Marinaleda por el fútbol, ya que también participó en la fundación de la escuela Peloteros, que actúa como dinamizadora en la Sierra Sur. Su nombre alcanzó reconocimiento mediático tras la irrupción del barcelonista Ansu Fati, quien dio allí sus primeros pasos. Eso sí, a pesar de que Fati visitó a Sánchez Gordillo para regalarle una camiseta, en realidad nunca vivió ni jugó en Marinaleda, sino en el cercano pueblo de Herrera, pero su gratitud con el alcalde se debe a la importante ayuda que proporcionó a su padre —y hoy representante—Bori Fati para, entre otras cosas, regularizar su situación en España. Además, durante un tiempo, como explica Juan Sánchez, actual entrenador del cadete de Peloteros, «el padre de Ansu fue el chófer de Juan Manuel Sánchez Gordillo, que no tenía carné de conducir, y lo llevaba a Sevilla a las reuniones».

La escuela, aunque nació con espíritu de mancomunidad, hoy cuenta con independencia en la gestión y solo mantiene la relación con los ayuntamientos para algunas actividades. El de Marinaleda, por ejemplo, ofrece sus instalaciones como sede auxiliar cuando es necesario. Esas instalaciones ya no son el antiguo estadio, sino el flamante recinto de césped artificial donde la UD Marinaleda actúa ahora como local.

En sus muros lucen pintadas menos elaboradas que las del Jornalero Stadium—que mira al nuevo campo desde apenas unos metros—, pero más recientes: palabras en bable, en catalán, frases referentes a Berlín o Chipre que animan a la lucha, y hasta un verso de La Internacional, el himno obrero —«los nadie de hoy todo han de ser»—, que parecen mantenerse ahí para recordar que, más allá de lo que parezca a primera vista y sin importar la categoría que ocupe, la UD Marinaleda es el equipo de un pueblo distinto a los demás.

Un comentario

  1. Alberto José de Pinilloa

    ¡Jesús! El anticristo.

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