Alex Remiro (Cascante, 1995) nos recibe en el vestuario local de Anoeta, aunque el término vestuario se quede corto para el lujoso espacio en el que nos encontramos, entre otras estancias, una zona de restauración similar a cualquier cafetería de la ciudad, una piscina de recuperación, o una amplia sala de calentamiento.
En contraste a los lujos del deporte profesional, y en el mejor momento de su carrera, el portero navarro se ha embarcado en «Futbol más», un proyecto solidario y educativo de carácter internacional que aterriza en Gipuzkoa con el objetivo de incidir en el trabajo de base, y dotar de herramientas tanto a clubes como entornos familiares, en aspectos como la salud mental o la gestión de las expectativas.
Tirando de ese hilo, profundizamos en su propia carrera, en el trabajo de portería, y en la incidencia que el trabajo psicológico tiene en el día a día del guardameta.
Apenas 48 horas después de esta entrevista, Remiro cuajará una de sus mejores actuaciones de la temporada en el Santiago Bernabéu, donde será clave para que el conjunto txuriurdin consiga un valioso punto ante el Real Madrid, dejando la portería a cero por decimoquinta vez esta temporada.
Tu carrera, como en la mayoría de los casos, empieza jugando en el equipo de tu pueblo, el Aluvión de Cascante.
Sí, empecé con mis amigos, como cualquier chaval. Era el más alto, así que lo de ponerme portero fue algo natural. Un día vino un amigo con unos guantes nuevos que le acababan de regalar, se los cogí, y me puse bajo palos.
¿Destacabas desde pequeño?
Destacaba por la altura, y porqué era muy hábil en varios deportes: Hacía judo con mi hermana y llegué a competir en campeonatos de Navarra. También probé con el baloncesto y no se me daba mal. Pero es en el fútbol donde más destacaba, tanto en la portería como de jugador de campo.
Es habitual que los deportistas de élite destaquéis en más de un deporte.
Sí, en el caso de los porteros creo que tiene que ver con el hecho de que somos muy coordinados desde edades muy tempranas.
Volviendo a Cascante, ¿cómo fueron aquellos primeros años?
Por aquel entonces, el Aluvión era un club convenido del Athletic. Recuerdo que se hacía una selección con jugadores de la zona, Cascante, Tudela, Tarazona… y nos juntábamos para competir en torneos. Aun así, yo me lo pasaba mejor con mis amigos, era otro ambiente, más familiar. Nos reíamos y nos divertíamos más.
¿Te generaba algún tipo de presión verte en ese grupo de jugadores seleccionados?
No le daba demasiada importancia, y creo que tampoco era consciente de lo que estaba haciendo: me llamaban para probar en el Tudelano, iba, y me lo pasaba increíble. Recuerdo que fuimos con la selección navarra sub 14 a Galicia y lo mismo. No me paraba a pensar que estaba en la selección navarra siendo de Cascante, y que el otro portero era el del Osasuna.
Mi familia nunca me ha presionado con el tema del fútbol, y creo que eso también me ayudaba. A lo mejor otro padre hubiera estado apretando, «tómatelo más en serio» o algo similar, pero yo subía a entrenar una vez a la semana a Lezama, y al volver me preguntaban «¿te lo has pasado bien? ». En mi familia se vivía con mucha normalidad, y siempre han insistido en que disfrutara con lo que hacía, en ir valorando año a año.
Y en esas, en la temporada 2009-2010, te llega la oferta para incorporarte al Athletic Club en tu primer año cadete.
Sí, nos llamaron en verano. Había cumplido 14 años en marzo, y el siguiente curso iba a hacer tercero de la ESO. Un día de junio, cenando en casa, mi madre me dijo que habían llamado de Bilbao y que a ver si quería ir un año a jugar y vivir allí. Obviamente, dije que sí. Había estado en esa selección, probando en Lezama, y fue como: «¡Hala, me han cogido!».
¿Cómo fue salir de casa?
Los dos primeros años estuve en Maruri, con la familia Arkotxa, y es lo mejor que le puede pasar a un niño de 14 años que sale de casa. Fue la única condición que puso mi madre, que fuera con una familia, y no a una residencia. Tengo experiencias de muchos compañeros que han salido a canteras como Barcelona, Villareal o el propio Osasuna, han ido a residencias, y no tiene nada que ver.
Es importante tener esa figura de padre o madre, sentirte parte de una familia, aunque sea lejos de casa. Te tratan como un hijo, y eres uno más. En mi caso tuve la suerte de que tenían dos hijas prácticamente de nuestra edad, y nos integraron en su cuadrilla, en su vida…
Éramos tres jugadores, Sergio, Álvaro y yo, y cuando no teníamos entrenamientos hacíamos planes con ellas, y nos llevaban a conocer Bizkaia. A día de hoy seguimos teniendo relación, y eso no va a cambiar.
Por poner en contexto la dificultad de llegar a la élite, de aquel Athletic al que llegas, ¿cuantos jugadores están jugando al primer nivel?
Yeray Álvarez está en el primer equipo del Athletic, Unai Lopez en el Rayo Vallecano, y después, con el tiempo, se incorporaron los Iñaki Williams o Asier Villalibre. También estaban jugadores que han llegado hasta Segunda o Segunda B, como Aitor Seguín, Markel Etxebarria, UrtziIriondo u Óscar Gil. Son muchos los factores que influyen para llegar a primera o segunda división, y no solo para llegar, sino para mantenerse.
Seguro que hay algún jugador que en su momento dijiste «este la va a romper», y no ha sido así.
Uno no, muchos. Jugando en Segunda B contra el Sanse (filial de la Real Sociedad), tenían un jugador, Pablo Hervias, impresionante. Me parecía imposible pararle, era un extremo brutal. Por otra parte, en los torneos que jugábamos, sobre todo a partir de edad juvenil, siempre veías jugadores que prometían mucho y después les pierdes la pista y no llegan. Lo de que influye la suerte es una parte, pero encontrar el entorno perfecto para cada jugador es muy difícil.
La gestión de las emociones, la tolerancia a la frustración, las expectativas… también tienen su importancia.
Mucha. En mi caso, yo no empecé a trabajarlo hasta mi primera cesión, que sale mal, al Levante, en la 2016-2017. Venía de hacer un muy buen año con el Bilbao Athletic en Segunda División, acababa de renovar, tuve muchas ofertas, y me decía a mí mismo: «yo quiero ir al mejor equipo posible». El Levante acababa de descender, tenía la posibilidad de hacer un gran equipo, y quería estar allí, ascender y verme en primera. Lo veía muy fácil.
Pero no lo fue.
No. Tuve la suerte de que el vestuario era increíble, y el club, a nivel de trato y organización, también. En cuanto a lo deportivo, no di el nivel, y lo peor es que en ese momento pensaba que no era culpa mía. Creía que entrenaba bien, aunque ahora me doy cuenta de que no. Estaba frustrado porque no jugaba, y me limitaba a ir. Tienes 22 años, es la primera vez que sales de casa, y no te das cuenta. Ahí es cuando Mar Rovira, mi psicóloga desde entonces, entra en mi vida.
¿Quién tomó esa decisión?
Fue una recomendación de uno de mis representantes, Valdi, Francesc Valdivieso. Me llamó y me dijo: «Intenta abrirte con esta persona, prueba». Mar trabajaba con deportistas de elite; pilotos de formula1, moto GP, árbitros profesionales, jugadores de basket, pádel, tenis… gente que está lidiando con la presión a diario, y eso podía ayudarme.
¿Y qué tal fue?
Al principio mal, no te voy a mentir. Eres un niño, y no crees en eso. ¿Le voy a contar lo que me pasa a alguien que nunca ha jugado a fútbol, que lo suyo es el basket, y que no entiende la portería? Después de te das cuenta de que lo importante no es el deporte, sino la cabeza.
Además coincide que hasta ese momento habías tenido una trayectoria meteórica.
Sí, idílica. En el Athletic todo me había ido bien, había jugado en la selección sub 16 y sub 19, me habían convocado para la sub 21… Por decirlo de alguna manera, iba detrás de Kepa Arrizabalaga, todo lo que hacía él lo hacía yo, y después venía Unai Simón.
Esa cesión es tu primer gran momento de dificultad.
Sí, pero aprendí mucho. Jugué los primeros cuatro partidos, lo hice fatal, y a partir de ahí dejé de jugar. Me vine abajo. Ahora lo veo de otra manera: en ese tipo de situaciones puedes tener el rol de portero suplente, pero no puedes conformarte con ese rol. No puedes dejarte ir porqué seas el segundo, o porqué solo estés jugando la copa. No vale con prepararte solo esa semana que entras. Debes aceptar o entender la decisión del entrenador, pero tienes que entrenar siempre como si fueras el portero titular.
Si eres el segundo, al primero te lo tienes que comer, deportivamente hablando, y si eres el primero, tienes que entrenar todavía mejor, porqué tienes a un compañero que te está apretando.
Hablando de ese compañero de portería. ¿Cómo ha sido tu relación con los demás porteros?
Muy buena. En todos mis años de carrera he tenido una relación increíble con mis compañeros de portería. El caso del Levante fue algo especial, teníamos un perfil muy diferente. Raúl Fernández era un portero que tenía mil vivencias, y yo realmente ni era consciente, ni me creía dónde estaba.
Por lo demás, y por poner otro ejemplo, el año que estuve con Miguel Ángel Moya tuvimos una relación de padre-hijo que va a durar toda la vida. Nunca he tenido problemas con ningun portero, y creo que los compañeros te podrían decir lo mismo de mí.
¿Dos porteros que compiten por el mismo puesto pueden ser amigos?
Antes sí que era más reticente a tener esa cercanía con el otro portero. Cuando empecé a entrenar con el primer equipo del Athletic veía a Gorka Iraizoz y Yago Herrerín, que se llevaban increíble, y decia: «hostia, que bien». En las categorías inferiores no se me había pasado por la cabeza llevarte tan bien con tu compañero. Tenía buena relación con Kepa y Unai, porqué vivía con ellos en la residencia, pero no al punto de Yago y Gorka, por ejemplo.
Como te decía antes, cuando me ha tocado vivirlo a mí con Moya, sí que piensas: «hostia, así sí». Por eso quizá mi opinión es la que es. Sería incómodo trabajar con un compañero con el que no tuviera ese feeling.
A diferencia de lo que ocurrió en Levante, en tu siguiente cesión, en Huesca, se da todo de cara. ¿Cuál fue la influencia del trabajo que habías iniciado con tu psicóloga, Mar Rovira?
En Huesca se dieron todas las condiciones para que las cosas fueran bien, también en cuanto al trabajo psicológico: Voy a un equipo donde voy a participar y me van a tirar mucho, estoy mucho más focalizado, pongo mi objetivo en el trabajo del día a día, y además estoy con un entrenador de porteros que me ayuda mucho, incluso me cambia la forma de parar.
¿En qué sentido?
Adrián entendía que, en cuanto a disparos frontales, era mejor que el portero estuviera más cerca de la línea de gol que tendiendo a reducir. Te pongo un ejemplo: la diferencia entre dónde para Thibaut Courtois, Hugo Lloris, De Gea, a dónde lo hace Yashine Bono o Conan Ledesma. La pueden parar igual, pero depende de para qué tipos de porteros es más beneficiosa una situación más retrasada, más cerca de la línea de gol.
¿Y lo de que el portero se tiene que hacer grande?
Depende de la jugada. En los golpeos frontales creo que es mejor parar desde más atrás. Hoy los porteros somos rápidos, coordinados, y nos da para sacar una impulsión. ¿Qué pasa si reduces mucho? Que tienes menos tiempo, y te limitas a un salto, no te da tiempo a hacer un salto y batida. Reduces y estás más cerca, pero como te la ajusten no te da tiempo.
En Huesca cambiamos varias cosas: empecé a parar más, me sentía cómodo jugando con la línea más adelantada, mejoré con los pies, y me atrevía más con el juego aéreo. Todo me fue de cara.
Tras una gran temporada, te toca un año complicado en Bilbao. Decides no renovar, y te pasas el año en blanco.
Fue un año de trabajo mental puro y duro. Si en Huesca eran una o dos sesiones mensuales, esa temporada era una a la semana. Fue un trabajo de focalizar, de ver más allá, estar tranquilo, cuidarme, y no dejarme ir. Pensar a largo plazo.
¿Te sentiste injustamente tratado?
De puertas afuera a veces sí, pero lo entiendo, sé en qué negocio estoy. De puertas a dentro no tuve ningún problema con nadie, me trataban como uno más, y tuve buena relación con todo el mundo.
¿Te ayudó ser portero en una situación así? Al fin y al cabo el vuestro es un puesto de especialista, sois los únicos jugadores que no comparten línea con nadie, normalmente si uno juega el otro no, estáis más acostumbrados a esa soledad del futbolista cuándo no entra…
A nivel emocional fue difícil de gestionar, pero tienes que saber dónde estás, la competición y el partido van a ser así de duros muchas veces. Tienes que pasar por ese tipo de situaciones, y lo afronté pensando que me vendría bien de cara a futuro, a pesar de no saber si iba a ser así o no.
El del portero es un mundo aparte en eso y en todo. Al fin y al cabo nosotros jugamos nuestro propio partido, es una guerra interna de concentración continua, de dar órdenes, de estar lidiando con el error, y saber que no puedes fallar.
No puedo fallar, y encima sé que la mayoría de las veces van a ser pocas intervenciones. Tengo que estar preparado para estar en el momento justo y el lugar adecuado. Y no sé siempre es así.
No debe ser fácil conseguir ese nivel de atención y concentración.
Hay que vivir el partido, tienes que estar moviéndote, transmitiendo, dando órdenes, sin tener desconexiones. Antes hablaba mucho, pero no tanto como ahora. Ahora directamente estoy narrando las jugadas, dando ánimos, incluso en acciones sin demasiada importancia. Eso me ayuda a estar metido.
Retomemos el repaso a tu carrera. Siguiente paso: Real Sociedad.
Acabó la temporada, y me tomé una semana para decidir mi futuro. Tuve ofertas tanto de España como del extranjero, y la situación fue similar a la de Huesca, se dieron un cúmulo de circunstancias para que acabara aquí: el club apuesta por mí con año y medio de experiencia en segunda, la idea de juego de la Real me viene que ni pintado, la cercanía de San Sebastián con mi casa, la duración del contrato y el salario, la propia ciudad…
Llegas a Donostia, y te encuentras otra situación inesperada, la de compartir portería.
Sí, es otra de las cosas que me costó gestionar. Llegas a un club nuevo, con las expectativas muy altas, queriéndote comer el mundo y demostrar lo que vales, sabiendo además que tienes los ojos de uno y otro lado pendientes de ti… y te encuentras con que el míster te ve, y sabe que todavía no estás preparado.
Empecé sin jugar, y ahí tuve la suerte de tener a Moya de compañero. Me ayudó como el que más. En la charla previa del primer partido de liga, contra el Valencia, Imanol nos aparta a los dos, y nos dice: «Miguel, vas a jugar tú, pero tu objetivo no es solo jugar, es ayudar a Alex para que crezca, para que mejore, y para que esté preparado cuando le toque». Le dio la responsabilidad no sólo de jugar, sino de ayudarme en ese proceso.
Para decirle eso a un jugador tienes que estar muy seguro de que tiene las cualidades para asumir esa responsabilidad.
Está claro, otra persona podría haberse centrado tan solo en jugar y competir él, y hubiera sido lícito, pero con Moya congenie desde el primer día, me ayudó mucho, y decidió aceptar ese reto de acompañarme en el proceso, y estar a mi lado.
¿Te ves en un futuro teniendo ese rol que Moya tuvo contigo?
Sí, a día de hoy intento hacerlo con los porteros que suben a trabajar con el primer equipo, como es el caso de Andoni y Unai. Les aprieto y les exijo, porque veo que tienen nivel. Los tres tenemos que entrenar a muerte, es bueno para todos.
Además, nadie te va entender mejor que otro portero. Si yo fallo necesito que mi compañero esté al lado, y si falla él voy a ser yo quien esté para apoyarle. Es lo que viví con Moya, y es lo que trato de transmitir ahora.
En esa primera temporada, la 2019-2020, debutaste en la jornada 6, ante el Deportivo Alavés, y partir de ahí vas ganando en confianza y partidos.
Sí, hasta que llegó el covid.
¿Y eso?
El míster vio que no estaba bien, me sentó, y no jugué las últimas 6 jornadas.
¿Por un tema deportivo, o por algo relacionado con la pandemia?
No, no, deportivo. No volví con buenas sensaciones, el míster decidió cambiar en la portería, le vino bien al equipo, y gracias a eso conseguimos entrar en Europa.
Hablando de Imanol, puertas afuera transmite pasión, exigencia, cercanía… ¿Cómo es dentro del vestuario?
Pues todo eso y más. Lo tiene todo controlado al dedillo, y nos exprime al máximo. Conoce muy bien a todos los jugadores que tiene, o porque les ha entrenado, o porque los ha analizado. Eso, y la exigencia del día a día, que es muy alta, hacen que sepa lo que podemos dar en cada momento.
Imanol valora mucho el trabajo de cada entrenamiento, y cuando lo que ve no le gusta lo dice claramente. Te exige mucho, tanto a nivel físico como de concentración.
Debido a vuestro modelo de juego, en el que la salida de balón es tan importante, los porteros de la Real tenéis una responsabilidad añadida.
Sí, somos los primeros a la hora de construir. Se analiza cómo vamos a salir, con quién, cuándo… no lo hacemos por agradar o porque quede bonito, si hay juntarse y golpear en largo se hace. En la eliminatoria de copa contra el Mirandés, por ejemplo, preparamos el partido para jugar ese primer balón en largo, y así lo hicimos.
Creemos en nuestra forma de jugar, y yo me siento muy cómodo.
¿Trabajáis mucho esa salida de balón?
Sí y no. Hay que tener en cuenta que todos los porteros que hemos estado estos 4 años dominamos ese modelo de juego, y eso es una ventaja. Un día a la semana trabajamos la salida de balón con el equipo, y también estamos acostumbrados a participar en rondos y posesiones.
Por lo demás, a veces actuamos de comodines, pero normalmente nos integramos en la tarea desde nuestra posición de primer jugador, dando soporte, iniciando las acciones, buscando continuamente al jugador libre, incidiendo en la importancia de distintos tipos de pase, y todo ello con una presión rival constante que te condiciona la toma de decisiones.
Hay quien tiene la sensación de que arriesgas mucho.
Sinceramente podría arriesgar más (se ríe). Los últimos dos meses tengo la sensación de que estoy siendo más conservador, pero al fin y al cabo esta es nuestra forma de jugar, es en lo que creemos. Esto va de ganar, y es igual de lícito hacerlo así que golpeando en largo y buscando las segundas jugadas. Nosotros creemos en dominar, generar juego, y atraer al contrario.
Aun así, pese a que el modelo de juego es claro, habéis ido creciendo y adaptándolo a las circunstancias, ya sean las lesiones, los rivales, las competiciones…
Ha sido un proceso de crecimiento: ahora estamos mucho más convencidos de lo que hacemos, somos un equipo mucho más fluido, maduro, vamos más fuertes a los duelos, vemos claro cuando apretar y cuando no…
Al final te tienes que adaptar a los jugadores que tienes, ten en cuenta que el primer año que estuve teníamos a Martin Odegaard, que le buscábamos mucho, pero es que después llegó David Silva, ¡y a él hay que buscarle todavía más!
En cuanto a las lesiones, A Illarra no le hemos tenido al cien por cien hasta esta temporada, Oyarzabal ha tenido una lesión de larga duración, Sadiq y Carlos Fernández también, Merino jugó prácticamente media temporada lesionado…
Con todos los problemas que hemos tenido, el míster ha conseguido sacar rendimiento a los jugadores que tiene en cada momento, sobre todo a los de la cantera.
¿Cómo es mezclar un perfil como el de Silva con los canteranos que suben?
Para nosotros es natural y cotidiano. Suben mucho a entrenar al primer equipo y saben que tienen que dar el máximo, porque si lo hacen bien el míster va contar con ellos. Nosotros fomentamos esa exigencia, siempre de una forma positiva, mediante el pique sano. Es bueno para ellos y es bueno para nosotros. El día a día nos va a dar el nivel para competir después.
En ese día a día, 23 porterías a cero la temporada pasada, y catorce en esta [a 27 de enero de 2023]
Hemos tenido una evolución muy grande en ese sentido. Cuando yo llegué al club se hablaba mucho de que faltaban conceptos defensivos, centrales experimentados, ganadores de duelos… Imanol ha conseguido que todo el equipo se implique en el trabajo defensivo, empezando por los delanteros, y en dar importancia a ser ganadores de duelos en todas las líneas.
Y a nivel personal, ¿en qué ha mejorado Alex Remiro estas cuatro temporadas?
En todo. En juego aéreo he mejorado porque tenía mucho margen de mejora, pero también en cuanto a lectura de juego, trabajo de línea, y otros aspectos técnicos, como distinguir qué golpeos son de blocar y cuáles no, unos contra uno…
Esa mejora en aspectos del juego ha venido de la mano de una mejora clara en el aspecto emocional.
Has trabajado con grandes entrenadores de porteros.
Sí, mantengo relación con casi todos, y fíjate qué lista: Imanol Etxeberria, Armando, Iru, Llopis, Iñaki Ulloa, Jon Alemán, Miguel Ángel España, Toni Mengual, Adrián Mallen…
Con todos he conectado muy bien, y han sabido sacar lo mejor de mí. Me acuerdo cuando estábamos con Armando en Lezama, que insistía mucho en que debíamos parar, para como fuera, aunque a nivel técnico no fueran paradas muy vistosas. Él era un poco así, un gato.
Más tarde, con Imanol Etxeberria nos centramos más en aspectos técnicos, como los golpeos, blocajes, disputas, juego aéreo…
A Llopis no lo vamos a descubrir ahora, recuerdo que cuando llegué aquí Rulli me dijo: «Tú tranquilo, porque con Llopis es imposible que no mejores». Lo trabajas todo, y de una forma integral. Me acuerdo de que teníamos videos de ejercicios que parecían una chorrada, con bolas y pelotas pequeñas, en los que corregíamos posturas, detalles muy pequeños, y después resulta que hacíamos paradas en los partidos con esos mismos gestos y posturas. Era una auténtica locura.
Ahora estoy con Jon Alemán, que es un grandísimo entrenador de porteros, ha trabajado con Llopis, analiza todo al dedillo, y encima tiene dos piernas que parecen de jugador de primera división. Es un entrenador top.
Todos los porteros tenéis un gol encajado que os quita el sueño.
En mi caso es el de Muniain en el derbi. Por todo lo que significó, por cómo me lo tomé y afronté, por cómo lo lloré, y por lo que aprendí. Fue una mala lectura del tipo de golpeo, de la velocidad a la que venía el balón, y de la superficie con la que debía despejarlo.
¿Fue un error meramente técnico, o influyó el aspecto emocional? Derbi, últimos minutos…
No, yo tengo la ventaja de que a nivel físico no estoy tan cansado como mis compañeros, en ese sentido estoy más fresco, y a nivel emocional lo tenía controlado. Nunca he valorado que fuera más allá de ser un error técnico.
¿Cuál es el mejor partido de Remiro en la Real Sociedad?
Como partido más especial te diría la final de Copa, por motivos obvios, pero por lo demás, soy un portero más de gota a gota, de transmitir seguridad, de hacer paradas que sean importantes para mantener el equipo a flote y nos ayuden a conseguir puntos.
Insisto mucho en esto, pero para mí lo más importante es el día a día.
Hablando de esa final de Copa. Se celebró en plena pandemia, con un año de retraso, y sin público. ¿Cómo vivisteis esa previa, con esas circunstancias tan especiales?
Fue raro, una pena que no pudiera estar la gente. Teniendo en cuenta el contexto, tengo buen recuerdo de toda la previa, excepto del partido de liga anterior, que fue un 1-6 del Barcelona en Anoeta. Nos quedó esa duda de saber si es que no estábamos en buen momento, o es que ya estábamos pensando en la final.
Creo que tuvimos una semana entera para preparar la final, y eso nos ayudó mucho, ya que pudimos poner los cinco sentidos en ella. A posteriori supe que había habido gente tocada, algunos titulares estuvieron a punto de perderse la final, y creo que de saberlo hubiera estado más nervioso, pero la recuerdo como una semana muy buena.
¿Crees que os pudo favorecer la presión que tenía el Athletic por las finales que llevaba perdidas anteriormente?
Eran cosas que se comentaban desde fuera, nosotros intentábamos no hacerles mucho caso. Había gente que nos veía favoritos porqué entendían que ellos iban a jugar la final muy presionados, y otros veían favorito al Athletic por su historia en la copa y por la experiencia en jugar finales previas. Pero ya te digo que nosotros intentábamos no pensar en ello.
Y llega la final.
Fue un partido feísimo, la verdad. En mi caso solo tuve que hacer una parada a Iñigo Martinez. Todos teníamos claro que un gol iba a decidir el partido.
Y ese gol llega en el penalti, una jugada con mucho suspense.
Fue una jugada confusa, primero expulsa a Iñigo, después no… Desde donde yo estaba era inapreciable que había pasado, y me dio la sensación de que había sido un choque. Cuando finalmente vi que pitaba penalti no dejaba de repetirme: «métela».
Ya teníais el gol que necesitabais para decantar el partido.
Sí, y de ahí al final no sufrimos demasiado. Recuerdo un remate muy manso y poco más. Aunque siempre tienes esa tensión de que vas ganando y quieres ser campeón, claro.
Y finalmente, Erreala Txapeldun.
En ese momento fue una autentica pena que la afición y nuestros familiares y amigos no pudieran estar con nosotros. Solo se podía llevar un acompañante. Muchos jugadores fueron con sus parejas, y yo con mi madre.
De la celebración del título de Copa hemos hablado muchas veces entre nosotros, es como anhelar algo que nunca has tenido. Nos tocó en el año raro, en plena pandemia, pero por lo menos pudimos compartirlo con la que gente que nos recibió en nuestra vuelta a Donostia. Eso fue muy emocionante, espectacular.
Fue una celebración no exenta de polémica. La trompeta, el video…
Son cosas que ahora mismo no haría. Lo de la trompeta fue una tontería, una apuesta, y no le dimos la importancia que desde fuera podía tener. Era un vacile, como mi video haciendo el chorra, que no debería de haberlo hecho.
También creo que influyo ese punto de inexperiencia en ganar algo, y al final se te va de las manos. Si pudiera borrarlo lo borraría, pero es otro momento para aprender.
Volviendo al presente. ¿Dónde está el techo de Remiro y de esta Real Sociedad que no deja de crecer?
Mi aspiración está en el día a día, en seguir mejorando en todos esos pequeños detalles que me van a hacer mejor portero, y en que mi juego siga fluyendo.
En cuanto al equipo creo que estamos en el camino correcto, hemos ido mejorando año a año, pero aún tenemos margen de mejora, por el potencial que tenemos.
¿Crees que os dará para estar cerca de Barcelona y Real Madrid?
Por potencial a lo mejor sí, pero el fútbol es resultadista, y para estar ahí cerca tienes que estar a un gran nivel cada partido, y cada partido es un mundo. Tiene pinta de que haremos un gran año, pero las cosas cambian muy rápido y no nos podemos despistar.
Uno de los síntomas de esa madurez de la que hablamos es que ya ganáis como «los grandes».
Sí, y es importante ganar en esos partidos en los no puedes ser tan dominador, sobre todo fuera de casa. Se trata de ser cada vez más efectivos, ya que por el nivel de nuestros atacantes sabemos que vamos a tener ocasiones, y debemos estar preparados para aprovecharlas.
¿Notáis mucha diferencia entre un partido de liga y uno europeo?
Contra el United fue una experiencia de choque en ese sentido. Ahí nos dimos cuenta de que a nivel físico necesitábamos mucho más: no ganamos ni una disputa, los datos a todos los niveles nos decían que ellos habían ido como aviones y nos habían superado, nos hicieron muchas ocasiones, y nos costó mucho dominar y gestionar el partido.
Nos sirvió mucho de cara a futuro. Fue una experiencia similar a jugar contra Barcelona o Real Madrid. Tienes la sensación de que les dominas, incluso de que eres superior, pero en el momento decisivo no te perdonan. Son equipos muy ganadores en los duelos, e incluso ese jugador que parece lento por la tele, vuela.
Hemos hablado de unos cuantos equipos a lo largo de la entrevista. ¿Te gusta ver fútbol?
Cada vez más. Antes no me gustaba mucho, solía ver partidos de ex compañeros o amigos, o grandes partidos, pero poco más. Ahora disfruto más del fútbol como espectador, tanto de partidos de la liga como internacionales. Por ejemplo, sigo la premier porque sigo a Martin (Odegaard), o a Isaak, y también porque así puedo comentarlo con mi profesor de inglés. Intento ver todo el fútbol que puedo.
¿Cómo es el día a día de Alex Remiro fuera del fútbol?
Muy tranquilo, en mi tiempo libre no hago más que estudiar inglés, disfrutar con mis perros, estar con los amigos, viajar…Trato de mantenerme activo y ocupado. Hago una vida bastante normal, y vivir en Donosti te lo facilita, ya que la gente es muy respetuosa con nosotros.
Sabemos que no te gustan demasiado las entrevistas, así que gracias.
El primer año le tenía frito a Jon Ander (Jon Ander Munduate, jefe de prensa de la Real Sociedad), no quería hacer nada. Cuando empecé en el futbol profesional daba las entrevistas como si hablara con un amigo, y decía cosas que no debía decir. Dejaba una cuantas perlas por entrevista, y después me enfadaba por algún mal titular. Como en muchas otras cosas, ha sido un proceso de aprendizaje.
Aparte de desarrollar tu carrera como jugador, has lanzado un proyecto en colaboración con una ONG relacionado con el bienestar emocional en categorías formativas ¿Qué es lo que impulsa a un futbolista de élite a embarcarse en un proyecto orientado el fútbol base?
Es una idea que surge de ver lo que hay a mí alrededor; actitudes y comportamientos que no me gustan, experiencias de compañeros y familiares, el tratamiento de la salud mental en el deporte…
Este último aspecto me parece importante, trabajar la salud mental me ha ayudado tanto en los peores como en los mejores momentos, y a pesar de que en la base cada vez se le da más importancia, no todos los clubes ni todas las familias pueden hacerlo.
Por poner un ejemplo, quería que toda la gente que participa en un día de partido, jugadores, familias, árbitros o entrenadores, tuvieran herramientas para afrontar lo que puede ser el éxito o el fracaso.
Son aspectos de este deporte que todo el mundo dice que son muy importantes, pero ¿quién se pone a ello? Llevaba tiempo queriendo hacer algo, y con la experiencia y estructura de Fútbol Más, que tiene programas similares en países latinoamericanos como Chile, y a nivel estatal en Sevilla, decidimos lanzar este programa.
¿Quiénes formáis parte del proyecto?
Le hemos dado forma junto a Aitor Hernández, director de Fútbol Más España, que será el gestor del proyecto, y Mar Rovira, mi psicóloga deportiva. Detrás tenemos gente de la Universidad de Baleares, que va a supervisar el trabajo que se lleve a cabo.
En el día a día Aitor llevará toda la parte administrativa, de relación con los clubes e instituciones, y hemos contratado dos psicólogas, Elena Beltza e Irati Garzón, para las sesiones con los clubes.
Arrancáis en Gipuzkoa, pero la ideaes ir creciendo.
Desde que lo presentamos está teniendo muy buena acogida, y queremos ampliarlo y mantenerlo en el tiempo, pero antes nos interesa ver cuánta gente participa en esta primera experiencia. Empezar en Gipuzkoa implica muchos clubes y familias, y queremos hacer las cosas bien.
Ahora estamos en la fase previa de planificar contenidos y sesiones, para ponernos en marcha con los clubes. Al fin y al cabo, nuestro objetivo es adaptarnos a las necesidades de cada entidad, porqué tienen realidades distintas.
¿Cuánta duración va a tener el proyecto?
En principio un año, pero vista la acogida que está teniendo no nos cerramos puertas. Sabíamos que en Gipuzkoa iba a tener buena acogida, y la ha tenido, pero al poco de presentar el proyecto ya estábamos recibiendo llamadas de otras comunidades interesándose, y antes de ir más allá queremos ver cómo funciona aquí.
¿Cuál va a ser tu rol?
Mi idea es estar en todas las sesiones que pueda. Una de las partes del proyecto es que deportistas de élite compartan sus experiencias, y creo que ahí podría encajar, contando mi experiencia tanto a los chavales como a las familias, aunque voy más a escuchar y aprender que a dar consejos.
¿Yendo a lo concreto, que se va encontrar el club o la familia que participe?
Este proyecto nace con tres patas: los padres hooligans, la gestión del fracaso o las expectativas por parte de los futbolistas jóvenes, y los comportamientos de los jugadores, tanto a nivel de vestuario como a la hora de imitar lo que ven en el fútbol profesional.
El objetivo es dar herramientas (presenciales y on line) para los jugadores, las familias o los entrenadores. No se trata de decirles lo que tienen que hacer, sino incidir en aspectos que puedan ayudar a sus hijos a mejorar, ya sea en el ámbito deportivo como, sobre todo, en cuanto a su salud mental.
Me preocupan especialmente los padres que se creen entrenadores o representantes. Su hijo es siempre el mejor, si no juega cargan contra el entrenador, cambian de representante continuamente etc.
¿Cuál ha sido tu experiencia con los representantes?
Conozco compañeros que no pueden decir lo mismo, pero la mía ha sido muy buena. Cuando fui a Bilbao no tenía representante, y mis padres no tenían ni idea de si hacía falta o no. Un tío mío que trabajaba en la radio en Barcelona le comentó la situacion a un amigo suyo que era representante, y ahí se inició nuestra relación.
La nuestra es una relación de amistad, y tenemos el grado de confianza suficiente para decirnos lo bueno, pero también lo malo. Para que te hagas una idea, nosotros les llamamos “los primos”, son parte de nuestra familia.
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