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Un equipo de refugiados, el Panionios, vehículo de la memoria colectiva

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El club de fútbol griego Panionios hace años que no logra llenar su estadio. Sus instalaciones son pequeñas, con una capacidad para 11.000 espectadores, y tras sufrir varios descalabros relacionados con la mala gestión de la dirección, el equipo cayó a tercera y perdió pulso en las gradas. La zona norte del estadio, sin embargo, está siempre a rebosar. Es la de los Panthers, el grupo ultra del Panionios.

Es 4 de diciembre y el conjunto recibe en casa al Aiantas Gastounis. La grada de los Panthers es muy accesible -la entrada en tribuna norte son cinco euros- y por eso concentra a una mezcla de abuelos con la bufanda roja-azul, jóvenes antifa con sudaderas negras y bragas de cuello que les cubren el rostro, padres con sus hijos pequeños y alguna pareja de mediana edad. En el centro de la grada hay una escalera que conduce a una sala interior del estadio, donde los Panthers han improvisado una barra de bar en la que venden bengalas, cervezas de lata y cubatas a precio de rave.

Armados con un tambor, los hinchas crean un mantra de breves canciones y eslóganes para apoyar a su equipo, que logra anotar cuatro goles contra el Aiantas Gastou20nis y los sitúa entre los tres primeros de la clasificación. «Tenemos más de treinta canciones, algunas muy antiguas, que tienen más de cincuenta años», cuenta Theo, un hincha desde la grada. Describe melodías de amor por el club griego y por sus colores. También canturrean sobre drogas y el Panionios como el mejor de los narcóticos. Otras en cambio, hacen referencia a su amor por la ciudad turca de Esmirna, en la costa del Egeo.

Panionios es el equipo de fútbol griego más antiguo, fundado en 1890. Nació en Esmirna, cuando la ciudad se llamaba Smyrni y en sus calles se hablaba griego, turco-otomano, armenio y varios idiomas levantinos. Durante el Imperio Otomano el club jugó con éxito y destacó también en otros deportes como el atletismo. Del seno del Panionios nació otro equipo griego, el Apolo de Esmirna – que juega actualmente en la segunda división griega- y se creó una gran rivalidad con su progenitor.

Con la caída del Imperio Otomano, Grecia intentó tomar los territorios que históricamente pertenecían al Imperio bizantino, dando lugar a la guerra greco-turca (1919-1922). Tras tres años de un sangriento conflicto que provocó miles de desplazados, desaparecidos y que afectó a todas las minorías de la región, soldados turcos liderados por Mustafa Kemal Atatürk ganaron la guerra. Días después de entrar en la ciudad de Esmirna, los barrios griegos y armenios de la ciudad prendieron fuego, destruyendo todo el legado arquitectónico, cultural y social que enriquecía esta ciudad del Egeo.

Fans del Altay con bufandas del Panionios

Miles de griegos huyeron cuando pudieron y más de un millón fueron trasladados a Grecia tras un acuerdo de intercambio de población pactado entre Atenas y Ankara. Como todo pueblo migrante, los griegos nacidos en territorios otomanos se llevaron las llaves de sus casas, sus recetas tradicionales, sus canciones de boda y en este caso, también sus equipos de fútbol. Directiva y jugadores del Panionios y el Apolo buscaron cobijo en Grecia. Los refugiados griegos tenían más cultura futbolística que sus compatriotas y terminaron creando grandes clubes como el PAOK de Salónica o el AEK de Atenas. Tanto en Estambul como Esmirna, la estructura de las ligas de fútbol y otros deportes estaba más desarrollada que en Grecia. Los refugiados enriquecieron el deporte heleno con la mejora de los clubs de fútbol y la creación de categorías femeninas en otros deportes.

Sin embargo, pese a que los griegos lucharon por sus hermanos en el otro lado del mar Egeo, ahora que los tenían en casa no los recibieron con los brazos abiertos. En las calles y en los estadios les llamaban apátridas o turkosporo, esperma turco.

Parte de la población nacida en Esmirna fue reasentada en una zona rural del norte de Atenas, actualmente conocida como Nea Filadelfia, Nueva Filadelfia, donde se instaló el club Apolo de Esmirna. Otra zona rural a las afueras de Atenas fue bautizada como Nea Smyrni, Nueva Esmirna, y actualmente forma parte del área metropolitana de Atenas. Nea Smyrni acoge el estadio del Panionios. Es un barrio residencial con una bonita plaza central. Tiene un museo interesante sobre el intercambio de población greco-turco y unas manzanas más allá, se erige un campanario de 33 metros de altura. Es una réplica del campanario de la iglesia Agia Fotini de Esmirna, destruida por el incendio de 1922. En Esmirna no fue reconstruida y los arquitectos griegos se basaron en el recuerdo plasmado en fotografías antiguas de la ciudad.

Las referencias al incendio de Esmirna son constantes en muchos grafitis de Nea Smyrni. Éstos se mezclan con pinturas de fans del Panionios y del grupo ultra Panthers hasta llegar un punto que no se sabe dónde empieza la referencia al fútbol y termina la alusión a los refugiados. Incluso la entrada principal del estadio está coronada con una pintura del incendio de Esmirna. Andrea Baltas, historiador de deportes y autor de un libro sobre los equipos griegos de fútbol en Esmirna, cree que el estadio del Panionios y sus fans se han convertido en transportadores de la «memoria colectiva» de los refugiados griegos, expresada a través del fútbol. «Estos equipos que llegaron a Grecia en los años veinte funcionan como portadores de esas patrias perdidas a través de sus nombres, colores e himnos. Los estadios son extensiones mentales de las antiguas patrias de estos hinchas», describe Baltas. «Así los clubes deportivos se convierten en portadores de la memoria colectiva refugiada y son un espacio para expresar esta memoria», añade. «La fiesta está empezando y ahora… Nea Smyrni nos recuerda a la vieja Esmirna. Juega por nuestro equipo y por los refugiados», dice uno de los cánticos del Panionios.

Hinchas del Panionios en la grada ultra (Foto: Lara Villalón)

La ciudad de Esmirna se recuerda con nostalgia, no con un sentimiento de rechazo. Quién puede visita la ciudad, con el ánimo de rememorar anécdotas de sus antepasados. También siguen a sus equipos de fútbol locales. Cuando el Panionios huyó de Esmirna, el equipo turco Altay, uno de los más antiguos del país, ocupó su estadio. Contra todo pronóstico ahora son clubs amigos y los fans del Panionios defienden a muerte los del Altay. Todos los entrevistados presentes en el partido contra el Aiantas Gastounis conocían qué ocurrió una semana antes en el derbi de Esmirna, entre el Altay y el Göztepe. En ese partido, fans del Altay lanzaron una bengala cohete contra la grada del Göztepe, hiriendo de gravedad a una persona. Minutos después un hincha del Göztepe saltó al campo y con el palo del córner dio una tunda al portero del equipo contrario. Para añadirle surrealismo al asunto, fueron los conductores de la ambulancia del estadio quienes introdujeron de extranjis las bengalas cohete en los baños del equipo contrario. «Al parecer uno de los nuestros casi mata a uno del equipo contrario», cuenta con sorna Michalis, dueño de la tienda oficial del Panionios. «Los partidos tranquilos son para la gente sin alma», añade como explicación.

El afecto entre Panionios y Altay es recíproco y el equipo turco siempre recuerda en sus redes sociales y en el estadio los aniversarios y éxitos del conjunto griego. De hecho, cuando en 2014 las autoridades turcas ordenaron demoler el estadio del Altay tras un estudio que aseguraba que no aguantaría un terremoto, se organizaron protestas en ambas orillas del Egeo. Los fans del Panionios vieron con dolor cómo destruían su estadio y apoyaron la lucha del Altay por preservarlo. «Los hinchas del Panionios y del Altay basan su memoria colectiva en un lugar que han compartido. Comparten memorias en el mismo estadio y en la misma ciudad», explica Baltas. «El deporte une a las personas y puede ser un campo de amistad entre los pueblos de Grecia y Turquía. Personalmente creo en el papel educativo del deporte», señala.

La memoria de los refugiados sigue muy presente en el equipo y sus hinchas han sido una de las agrupaciones que más apoyo han demostrado a los refugiados que han llegado a Grecia desde el año 2015, a través de campañas para reunir fondos o en voluntariados con ONGs. Por su parte la dirección del club, fichó hace tres años al delantero guineano Alia Camara, refugiado en Grecia que pasó más de un año en el campo de Moria en Lesbos.

Hinchas del Panionios en la grada ultra (Foto: Lara Villalón)

Lo que no ha resistido el paso del tiempo es la rivalidad con el Apolo de Esmirna. Hace cien años jugaban el derbi más tenso de Esmirna, pero su condición de refugiados los ha ido acercando hasta llegar a ser clubs amigos. Varios hinchas aseguran que la rivalidad es de «palabrilla». «Incluso alguna vez que no pueden usar su estadio por lo que sea, juegan en el nuestro y les recibimos con cariño», describe Michalis, dueño de la tienda oficial del Panionios. El historiador Baltas por su parte, celebra esta amistad: «Los aficionados de ambos equipos son muy amigos porque son conscientes de este origen común. De hecho, recuerdo en un partido de hace unos años, una pancarta que decía ‘en las fotos de tus abuelos, verás también a los míos’».

Un comentario

  1. Los artículos «otomanistas» de Villalón son lo mejor de esta revista.

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