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Felcsut, el sueño futbolístico y megalómano de Orban

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«Incluso si odias el fútbol, debes ir a los partidos del Puskás Akadémia»

Sobre círculos oscuros del poder o reuniones clandestinas en que grandes fortunas cierran tratos multimillonarios se ha escrito mucho. Esa curiosidad por conocer los tejemanejes de la política ha dado rienda suelta a la imaginación para crear formatos audiovisuales de entretenimiento. Por ejemplo, House of Cards o Borgen. Si en Hungría quisieran hacer una película o serie sobre cómo se orquestan las decisiones más importantes del país, el metraje podría llamarse Felcsut. Ahí va un título. Este pueblo es, desde luego, el lugar más importante del país.

Lo normal es no conocer nada sobre Felcsut y poco sobre Hungría. Fuera de sus fronteras, Viktor Orban suele ocupar las portadas de prensa por sus excentricidades políticas y opiniones perezosas sobre el estado de derecho. Su país ha visto recortado sus índices de democracia y libertad de prensa desde que el líder de Fidesz retornara al poder en el año 2010. Actualmente, la revista The Economist da a la nación magiar una puntuación de “democracia débil” (6.50) que va en decadencia. Sí, Orban es de Felcsut. Un pueblo con algo más de mil seiscientos vecinos.

Desde hace poco más de ocho años, abril de 2014, el equipo de esa localidad juega sus partidos en un estadio cuyo aforo dobla el censo municipal: el Pancho Arena, con capacidad para 3 500. A los aficionados merengues puede sonarles este lugar porque su equipo, el Real Madrid, jugó como visitante el partido inaugural y porque el nombre del campo se lo deben a Ferenc Puskás.

El Puskás Akadémia es un proyecto personal de Orban por relanzar el fútbol magiar y hacer de este club el semillero de nuevos talentos futbolísticos para el país. Pero la importancia geopolítica de este equipo, por darle una etiqueta y envergadura a lo que sucede durante sus partidos, está en el palco. En la zona noble del Pancho Arena se reúnen las celebridades, políticos y oligarcas más importantes del país para socializar, negociar contratos, cerrar alguno y, en definitiva, hacer vida entre la élite magiar. Gyula Mucsi, quien fuera presidente del comité anticorrupción de Transparency International, llegó a decir que, incluso si odiabas el fútbol, debías ir al Pancho Arena. El partido es lo de menos.

Los tentáculos de Viktor Orban llegan a todos los rincones del fútbol húngaro

Una catedral del fútbol

En la reciente serie documental de La liga de los hombres extraordinarios (Movistar +), una de las ideas que se recuerdan con más nostalgia por los entrevistados es que, en las previas de los partidos, cualquier conversación daba para abrir los telediarios del día siguiente. No es extraño que la grada reservada para las autoridades sea uno de los puntos calientes de la política de un país. El Santiago Bernabéu es el ejemplo más citado, pero el Pancho Arena no obedece a ninguna lógica porque, además, no acoge los partidos de un equipo con tradición. El Puskás Akadémia fue fundado desde cero en el año 2005.

Del Pancho Arena llama la atención casi todo. Sobre todo, su aspecto exterior catedralicio. Cualquier puede confundirse al pasar delante de él, pues está en la carretera principal de Felcsut, vallado como una casa corriente y escondido tras unos árboles frondosos. La bienvenida al estadio se acerca más a la de una lujosa vivienda, con zonas de descanso y jardines, que a un campo de fútbol al uso.

La afición de Viktor Orban por el fútbol es sobradamente conocida. Este estadio, y este equipo, son los puntos cardinales sobre los que el primer ministro diseña su herramienta propagandística más fuerte. Desde que volviera al poder, muchos estadios húngaros han sufrido notables remodelaciones. La inversión del Fidesz en el balompié ya es multimillonaria.

En Hungría, el fútbol es del poder. Once de los doce clubes que conforman la primera división magiar están dirigidos por personas próximas a Orban. Una de las medidas más controvertidas que su gobierno tiene en vigor es el programa TAO (siglas húngaras de Contribuciones del Impuesto Corporativo). Desde 2011, esta ley permite a las empresas nacionales pueden hacer donaciones a clubes deportivos en lugar de pagar una parte o el total de sus impuestos sobre los beneficios. El Puskás Akadémia ya ha recibido más de 100 millones de euros en la última década.

El fútbol como bandera de los valores húngaros

Además de la mencionada academia, el gobierno se ha encargado de montar distintas escuelas de fútbol países vecinos para atraer a miembros de etnias magiares o migrantes nacionales de vuelta al país, como ocurre con la Munkács Football Academy de Ucrania. El deporte rey se ha convertido en una herramienta útil para el Fidesz.

El gobierno de Orban, a través del balompié, evoca el desarrollo húngaro del período de Entreguerras, momento en el que el país evolucionó de manera notable en términos socioeconómicos. Época que coincide, además, con la generación dorada de la selección húngara con Ferenc Puskás, Zoltan Czibor, Ferenc Szusza, Kocsis o Grosics que consiguió una racha de imbatibilidad de cuatro años, 32 partidos. Solo derrotada por Alemania Occidental en la final de la Copa del Mundo de 1954. Su objetivo es volver a ser tan grande como aquellos años, también en el fútbol.

Esos valores de solidez y vanguardia –el fútbol húngaro de los 50 revolucionó la formación y táctica de los equipos del momento– son las señas de la sociedad que pretende el gobierno. Frente al globalismo, tan criticado por Orban y estandarte de sus desavenencias con la Unión Europea, el primer ministro pretende conseguir una comunidad unida en torno a los valores nacionales. El fútbol, además de su gran pasión, es la boya con la que quiere crear ese mismo sentimiento de pertenencia.

Una de las últimas polémicas que la política y el fútbol húngaro han protagonizado se remontan a los partidos de selecciones en los que, como gesto antirracista, los equipos se arrodillaban al inicio del encuentro para reclamar que todas las vidas importan. La federación húngara advirtió que sus jugadores no se comprometerían con el extendido gesto y el presidente Orban lo justificó diciendo que sus ciudadanos solo se arrodillan ante Dios, la patria y una pedida de matrimonio. Una arenga nacional.

Desde Felcsut, el primer ministro húngaro pretende seguir con su plan. El Puskás Akadémia, de momento, solo tiene dos campeonatos de segunda división (2013 y 2017) y un subcampeonato, el del año pasado. Esta temporada se quedó en la primera criba para jugar la UEFA Conference League después de caer eliminados contra el Vitória Guimarães.

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