Bastó un año, una temporada convulsa en la que el equipo pudo desaparecer, para que Óscar Trejo (Santiago del Estero, 1988) se enamorara del Rayo Vallecano. Hubo que esperar seis años para que los caminos volvieran a unirse, pero ni el argentino se había olvidado de la barriada madrileña ni él había perdido su hueco en el corazón de los aficionados.
Disputando ahora su octava temporada en el club (séptima consecutiva), con tres ascensos a sus espaldas y convertido en el extranjero con más partidos en la historia de la entidad, nadie puede discutir que el Chocota ocupa un lugar de privilegio en el podio de mejores jugadores que han pasado por el cuadro de la Avenida de la Albufera. El único debate es cuál de los tres escalones ocuparía.
A la pausa, temple, calidad, visión de juego y personalidad que ha exhibido durante toda su carrera sobre el terreno de juego hay que añadir su ascendencia en el vestuario, donde es un auténtico «líder silencioso», como lo definió Míchel. Implicado con los problemas que rodean al club de forma perenne y siempre dispuesto cuando se requiere su ayuda, Trejo decidió renunciar al brazalete de capitán a comienzos del mes de octubre debido a que no coincidía en la metodología ni el trato que se estaba dando a los trabajadores y aficionados del club.
Aunque a lo largo de su carrera ha pasado por las filas de Boca Juniors, Real Mallorca, Elche, Sporting de Gijón y Toulouse, cuesta mucho imaginar al argentino con una camiseta que no sea la de la franja.
Tenemos la oportunidad de reunirnos con él en Boadilla, cerca de su casa, y charlar largo y tendido sobre el fútbol y la vida. Su trayectoria y los valores. Porque, en ocasiones, el deporte es sólo la excusa.
Vives lejos de la ciudad deportiva, a media hora en coche.
Cuando vine en la temporada 2010/2011 pregunté al club acerca de dónde podríamos vivir, pues no sabía si se entrenaba por Vallecas. Dio la casualidad que aquel año se estaba entrenando en la Ciudad del Fútbol de las Rozas, así que las opciones eran las Rozas o Boadilla. Finalmente me decanté por Boadilla porque Armenteros vivía aquí abajo, Javi Fuego un poco más allá… eran varios, pues también estaban Juli y Aganzo.
Luego, cuando regresé en 2017, decidimos no movernos porque era un sitio que ya conocíamos de todo un año e incluso cuando estábamos en Gijón, algún fin de semana veníamos y era una zona que manejábamos. Y ahora imagina con nuestros hijos, sus colegios y amigos.
Eres el menor en una familia con cuatro hermanas.
Yo llegué en un momento en que mis padres no lo esperaban. Él siempre buscó un varón, pero después de ver como la primera, segunda, tercera y cuarta eran hijas, perdió la esperanza. Lo cierto es que guardo muy buenos recuerdos de mi infancia, tremendamente lindos. Me fui muy pronto de mi casa, con apenas once años, pero todo lo que viene a mi cabeza acerca de aquellos años es muy grato pese a que me hubiera gustado poder vivir un poco más con ellos.
En esos primeros años, mi madre me sobreprotegió una barbaridad e incluso alguna que otra hermana tenía ese pique: «Le das todo, no dejas que le pase nada mientras nosotras nos criamos solas». Es lo típico que pasa entre hermanos y que hoy yo lo estoy viviendo como padre de otros cuatro.
Tú apodo, «Chocota», llega precisamente por esto.
El mejor amigo de mi padre, cada vez que mi madre se quedaba embarazada le comentaba que el hijo que iba a tener iba a ser un varón. Pero claro, todo iban siendo mujeres hasta que llegué yo. Al final, unos meses después de que yo naciera, este hombre murió y me apodaron así en honor a él.
¿Cómo fueron esas primeras patadas al balón?
Empiezo a jugar al fútbol a los diez años. Antes, lo hacía al baloncesto con mis hermanas y mis primos, pues era el club que me quedaba cerca de casa. Cuando iba a cumplir los doce mi tío consiguió una prueba en Boca Juniors por mi cumpleaños.
Era junio, fui para allá junto a mi padre para probarme durante una semana y me avisaron de que me quedaba y tenía que volver en septiembre. Cuando regresé estuve una semana más y ahí ya me dieron la sorpresa: me quedaba definitivamente y a partir de enero era jugador de Boca. Para mí era un sueño y a partir de ahí empieza todo.
Fútbol de potrero. ¡Cómo ha cambiado este deporte!
Nosotros jugábamos en los parques, en las calles… Ahora, cada vez más se están perdiendo esos lugares, que sobre todo nosotros teníamos en Sudamérica: las diferencias de piso con el cemento, la tierra o piedras. Es ahí donde pienso que también prácticas realmente la técnica, pues al final son muchas adversidades y cuando vas a un campo normal y corriente, lo agradeces. Cuando juegas en tu esquina o en tu casa, te cuesta porque juegas con unas adversidades, pero luego eso mismo te hace crecer cuando llegas a jugar a buenas superficies.
Ahora también todo es más mecánico y vemos como desaparece poco a poco la figura del 10.
Es cierto. Hoy en día lo noto cuando voy a ver a mis hijos. La creatividad que le permitían antes a los chicos se está perdiendo. Todo está automatizado, hay mucho sistema y nos olvidamos de que los chavales tienen ocho o diez años y hay que dejarlos disfrutar. Tienen que ser creativos, no decirles «controla así» o «haz esto» cuando llegan a determinada posición.
Los estamos llevando por un camino que antes no existía, pues había una libertad para todo. Si un chico quiere hacer una cosa y se la estás prohibiendo, él lo toma como un automatismo y le estas sacando todo lo bueno. Al final, cuando un chico apunte algo y crezca, va a tener las personas adecuadas para formarlo a su debido tiempo. No hay que hacerlos quemar etapas tan rápido, sino de la forma más natural posible y, sobre todo, darlos la libertad.
¿Siempre de Boca Juniors?
Sí, toda la familia. Mi casa estaba a mil doscientos kilómetros de La Bombonera, pero nosotros siempre fuimos de Boca. Conmigo pasó como si un chico de Jerez tiene una prueba con el Real Madrid o el FC Barcelona. Por eso, cuando consigo entrar allí, fue cumplir un sueño.
Ir a Buenos Aires desde mi ciudad, para mí fue más difícil que luego cuando me moví desde allí a Mallorca: despegarme de mis padres, de mi familia, mis hermanas… yo sabía que me marchaba pero no cuando volvería a verlos. Sin embargo, siempre tuve su apoyo y mi padre fue claro: «Vete, prueba y, si tienes que volver, aquí vamos a estar. Que nadie te quite la ilusión de ver hasta dónde puedes llegar».
¿Y tus referentes?
Mí ídolo en aquella época era Carlos Tévez. También Juan Román Riquelme, que justo se marchó al FC Barcelona.
Cuando se retira Diego Maradona tú tienes apenas nueve años.
Recuerdo verlo en sus últimos tiempos en Boca. En aquella época no había muchas televisiones y lo hacía en casa de un amigo, pues si no podía ir allí no podía ver los partidos. El hecho de seguirlo era más complicado pero sí me acuerdo de aquellos partidos.
Entonces, ¿en la eterna duda te quedas con Leo Messi?
Sí. Al final son dos personas por los que todos se han inclinado, ya sea hacia un lado o hacia otro. Tenemos dos perfiles diferentes: uno carismático total como Diego Maradona, que pese a todos sus problemas fue el mejor del mundo; y Messi todo lo contrario, pues se trata de una persona muy familiar, al que también le costó mucho la aceptación en el país porque se marchó muy joven, y cuyo talento obtuvo recompensa después de mucho trabajo. Estoy muy contento, porque a Messi se le castigó mucho y que hoy esté donde está, me alegra.
¿Tienes relación con él? Os vi hablando después de un partido de Copa en su última temporada en el FC Barcelona.
Sí, desde que jugaba en el Mallorca. El siguiente partido después de que yo debutara frente al Getafe fue en el Camp Nou y tuvimos la oportunidad de charlar. Él tenía diecinueve años, yo dieciocho y me felicitó por ese primer partido. Siempre hemos tenido eso y cuando nos hemos visto hemos hablado mucho, nos preguntamos, etcétera.
Ese día en concreto fue muy bonito porque tuvimos la oportunidad de charlar durante diez o quince minutos en el túnel de vestuarios, no había mucha gente por el tema de la pandemia y fue una pena porque como la familia no pudo ir, no pudo sacarse una foto con los niños.
¿Sueles guardar las camisetas de los rivales?
Las colecciono porque sé que en el día de mañana a mis hijos les va a gustar tenerlas. Ver una foto, igual que sucede con una camiseta, te lleva al partido, a un recuerdo, el instante de lo que estabas haciendo. En Argentina tengo muchas y aquí estamos juntando varias también.
¿Y cuál es a la que guardas con un mayor cariño?
Tengo la de Messi, la última de aquí de color rosa con la que jugaron ellos. Hay otras muchas más que son importantes, pero tener la del mejor del mundo es increíble.
Por fin logró el Mundial para Argentina hace un año. ¿Cómo lo viviste?
Tremendo. Ya habíamos tenido la oportunidad de jugar la final en Brasil, perder fue un palo muy duro y después de comenzar cayendo contra Arabia Saudita hubo críticas, pero al final se logró algo que, como argentino, es espectacular. Creo que en el mundo del fútbol todos se alegraron porque Messi logró lo último que le faltaba como jugador.
¿Cuál es tu primer recuerdo de un partido de la selección argentina en un Mundial?
Los cuartos de final de 1998 cuando caímos eliminados con Holanda. Recuerdo aquella jugada del gol de Dennis Bergkamp con el control de balón, el regate a Ayala y el tiro de exterior. Lo tengo muy presente todavía porque era fin de semana, estábamos comiendo todos juntos y fue una desilusión tremenda.
Jugaste en sub’15, sub’17… pero nunca llegaste de debutar en la absoluta. ¿Un pellizco?
Sí, obvio. Pero también sé lo difícil que es y la cantidad de jugadores que hay. Sí te das cuenta, los futbolistas que van son de equipos que ocupan las primeras posiciones de las Ligas más importantes como España, Italia o Inglaterra.
Es verdad que el año pasado o hace dos sonó un poco por ahí, y eso también me llena de orgullo, porque que se fijen en mí en un club tan modesto y tan humilde como el Rayo Vallecano significa que al final las cosas se están haciendo bien. Quizá en otro lugar podría haber tenido más opciones, pero uno está donde quiere estar y el lugar en el que es feliz.
¿Cómo fue tu debut en Primera argentina con Boca Juniors?
A los quince años ya pude entrenar con la primera (primer equipo, ndr) y jugaba en el filial, que es conocido como la reserva. La gran diferencia con respecto a lo que pasa en Europa, es que en Argentina, por ejemplo, si el primer equipo jugaba a las cuatro en La Bombonera, el filial también lo hacía en el mismo estadio a las dos. Entonces, aunque jugaras en la reserva, el segundo tiempo lo disputabas con toda La Bombonera llena. Imagina lo que esto era para nosotros, estar con cuarenta o cincuenta mil personas era una locura. Lo mejor.
Cuando yo ya tenía diecisiete, Basile se llevó de pretemporada al primer equipo. Eso nos dio la oportunidad de debutar en liga a muchos jóvenes, mostrarnos y, si lo hacíamos bien, poder incorporarnos también a esa pretemporada con los mayores. El partido que jugué fue en Almagro y tuve la suerte de hacer un gol, aunque no sé muy bien ni cómo fue, porque primero tocó en un jugador rival, yo la di mal y el balón acabó entrando.
Fue un encuentro que acabó suspendido cuando íbamos perdiendo porque empezó a entrar la gente al campo. A partir de ahí comencé a entrenar exclusivamente con la primera, fui a la pretemporada y por allí estaban otros como Juan Forlín, Éver Banega o Villafañe, a los que también se dio la oportunidad. Para mí era un sueño poder compartir vestuario con Palacios, Gago, el Chelo o Ibarra, jugadores a los que yo había visto por televisión y en ese momento estaba a su lado en los entrenamientos. Ni hablaba por la timidez y la vergüenza que tenía. Me transpiraban las manos.
Te marchas muy joven al Mallorca.
Seguí entrenando con el equipo, me ofrecieron quedarme y siempre lo digo: tenía diecisiete años, no entendía muchas cosas y me dejé llevar por personas que pensaba que querían lo mejor para mí pero que con el paso del tiempo vi que lo que buscaban era lo mejor para ellos y no tanto para mi persona. Un representante me llenó la cabeza con que me tenía que ir de Boca, que iba a ser difícil jugar aunque yo llegué a estar en el banquillo incluso en dos partidos.
Recuerdo departir con Macri, que era presidente de Boca en ese momento. Me reveló que tenía mucha confianza en mí, que seguramente iba a jugar y a triunfar pero que necesitaba firmar el contrato. Al final, siguiendo el criterio de este representante, no lo hice.
En diciembre vine a España a probar con el filial del Sevilla durante cinco días y me iba a quedar allí. Por aquel entonces en el primer equipo estaban Perotti y Armenteros e incluso recuerdo que cuando hice la prueba, los vi. Iba a ser presentado en enero y mi idea ya era ser jugador del Sevilla.
Sin embargo, esa persona que te comentaba antes, tenía unos conocidos en Mallorca, fuimos para allá ese fin de semana, me vio el director deportivo del club (Nando Pons, ndr) y cuando me preguntó qué estaba haciendo y le expliqué la situación, me señaló que tenía una oferta mejor, pues si fichaba por el Mallorca iba directamente al primer equipo y no al filial.
Además, ese mismo fin de semana vi que el equipo jugaba contra el Racing de Santander y por allí estaban Jonás, Guille Pereira, el Caño Ibagaza… con los que pude conversar después del partido. Fue así como llego a Mallorca.
Pero hubo problemas con Boca Juniors.
Voy a Mallorca por la patria potestad. Antes de los dieciocho años yo podía viajar así y en Boca dicen en ese momento que yo había firmado un contrato con ellos, tuve un juicio, mi familia tuvo incluso que viajar a Buenos Aires a declarar y aunque al final se dieron cuenta que esa no era mi firma, sino una falsa, no lo pasé bien.
Llegué en enero y no pude debutar hasta el mes de abril, fueron unos meses muy duros esperando que se diera la resolución, viviendo solo, entrenando… Además, no me podían ver por Mallorca porque en teoría tenía que estar lejos de allí por el juicio, me fui a Sevilla, estuve dos meses y no regresé hasta que todo se estaba arreglando. Finalmente, después de estos meses pude debutar, vino mi familia y marqué un gol en el primer partido contra el Getafe.
El balón de ese primer partido con el Mallorca tiene una historia.
Ballesteros, Nunes, Guille Pereyra, Basinas, Moyá, Arango, el Caño o Maxi López fueron personas que me ayudaron mucho en esos primeros meses y sabían el esfuerzo que estaba haciendo, lo mal que lo había pasado y que mi familia estaba ahí para ese debut. Cuando acabó el partido me dieron una gran sorpresa, pues aparecieron con el balón con el que había marcado el gol y estaba firmado por todos.
El Caño, que en ese momento era el capitán, se acercó a mí: «Toma, para ti de parte de todo el equipo para que te acuerdes de este día para siempre y nos tengas presentes porque has caído muy bien. Esperamos que estés muchos años y triunfes».
Se me puso la piel de gallina, hablé ante todo el vestuario, me temblaba la voz, y como mis padres estaban fuera porque habían venido a verme lo primero que hice fue darle la pelota a mi papá diciéndole que era para él porque sabía que significaba mucho. Él había estado en el debut con Boca y ahora en Mallorca, y como en mi primer partido con Boca le había dado la camiseta a mi madre sentía que a él le debía algo y le di el balón.
A los seis meses vuelvo a Argentina de vacaciones y cuando voy a su casa veo que la pelota no está. Le pregunto que dónde estaba y me responde: «Choco, es que a mis amigos les faltaba una pelota para jugar». «No, ¡te voy a matar!. ¿Dónde está la pelota?».
Él estaba en un campeonato los domingos para jugadores de más de cincuenta años, jugaban en tierra y cuando fui a ver el balón ya no había ni una firma, el logo de la Liga estaba desapareciendo… Es una anécdota que describe muy bien lo que era mi padre: le podías dar lo que fuera y ponerlo en el mejor lugar del mundo, pero él era auténtico, disfrutaba de las pequeñas cosas. Yo hoy le doy valor a eso.
¿Qué recuerdos guardas de Mallorca?
Futbolísticamente es verdad que me habría gustado que hubiera sido de otra forma. Me llevé algún momento malo, aunque no todos. La ciudad era divina. Yo empecé a vivir con mi mujer allí cuando todavía no teníamos veinte años y cuando me marché a Elche cedido, ella no lo entendía: «¿Irnos de este lugar tan bonito?». Sin embargo, era algo interior, conmigo mismo. Fue un rechazo, como si hubiera llegado forzado a un lugar en el que no tenía que haber estado en ese momento. Tuvieron que pasar esos dos años para darme cuenta y mi vida futbolística creo que comienza cuando me voy a Elche.
Comienzas muy joven con tu mujer.
La conocí a los quince años, pero seguíamos hablando, cada uno con su vida, y a los diecinueve se viene a vivir conmigo.
Os he visto corriendo alguna carrera popular.
Siempre que podemos, aprovechamos. Mi mujer le está dando desde marzo, en que empezó, le gusta mucho el ambiente, está entrenando y está muy contenta. Va poco a poco, ya con carreras de 10 kilómetros y se ha inscrito a la Media Maratón de Madrid.
En Elche tienes a José Bordalás como técnico. Luego también te han entrenado otros como Clemente, Míchel o Iraola. ¿Cuál te ha marcado más?
El primer año con (José Ramón) Sandoval aquí en el Rayo Vallecano, por toda la situación que se estaba viviendo. Tácticamente apenas podía preparar los partidos por todos los problemas que había, pero humanamente llegaba de una forma brutal. Hoy lo veo con el paso de los años y me doy cuenta que era muy difícil tener a veinticinco jugadores metidos, contentos, con entrenamientos muy diversos.
¿Qué iba a hacer? ¿Te iba a empezar a hablar de fútbol sabiendo que una hora y media antes se estaba haciendo de impagos, no saber cómo íbamos a viajar, si íbamos a dormir en un hotel o no…? Era muchas cosas que él supo gestionar de una manera que hoy en día no sé si se podría hacer por todo lo que conlleva. A mí, él me ha marcado mucho.
Otro es Andoni (Iraola), que en los últimos años me ha hecho muchísimo mejor por el tema de la exigencia. También Míchel, posicionalmente… Trato de sacar un poco de todos, pero en todo este tiempo, el que más difícil lo tuvo para sacarlo adelante fue Sandoval.
Me hablas de ese primer año en Vallecas cedido con Sandoval. ¿Cuándo llegaste podías imaginar que iba a surgir esta historia de amor que sigue hasta ahora?
No. Llegar aquí y que se empiece a hablar del problema que estaba teniendo el club cuando a mí me habían asegurado que todo estaba bien y no había nada, me causó mucha sorpresa. También te digo que al venir vi a toda a esa gente, la unión que había en el vestuario, creé una gran relación con Armenteros, Javi Fuego, Aganzo, Movilla, conocí a Míchel, a Cobeño. Yo tenía veintidós años, los escuchaba a ellos y todos los días eran problemas.
En vez de salir a entrenar a las diez lo hacíamos a las once y media, Sandoval estaba cansadísimo porque no podía ni preparar bien los partidos. Pero los mayores tomaron la palabra, dieron ejemplo para señalar que había que seguir para adelante, que había gente cedida, gente del club, pero que si el equipo se quedaba en Segunda o bajaba iba a desaparecer. Creo que todos los que vinimos de fuera tomamos esas palabras muy en serio porque sabíamos que eran sinceras, verdaderas, y tiramos todos juntos para adelante.
Fue un año que, de una forma u otra, a todos nos marcó mucho y al final era verdad todo de lo que se vino dialogando: «Si ascendemos, el problema del pago va a ser menor a lo que sucedería si no se logra». Hicimos una gran temporada, se demostró que mucha gente del club hizo un gran trabajo de desgaste y, por suerte, logramos ascender.
Eres uno de los jugadores más queridos y referente para la afición. ¿Qué ha visto la gente en ti?
La autenticidad. Soy una persona sencilla, humilde y que no alardeo de lo bueno que puedo ser o lo que he podido dar al club. Simplemente, dejo que las cosas pasen porque tienen que pasar y creo que los mejores ejemplos no se hablan, se hacen. Me gusta ponerme en el lugar de la gente porque al final me identifico mucho con ellos por cómo lo viven, los valores que tienen y la forma en que ponen al club por delante de todo.
¿Qué son los valores para ti?
Para mí son todo. Te hacen crear unos hábitos que, al final, son primordiales para la vida. Si tienes un camino, obviamente que te puedes salir una o dos veces, pero siempre vas a recordar de dónde vienes, qué has tenido, la formación que te han dado, y vas a volver.
Siempre hemos dicho en casa que lo más básico y valioso en la vida es algo muy gratificante y fácil de hacer: ser buena gente. No obrar mal. Al que actúa mal, le puede servir a corto plazo, pero en la siguiente oportunidad en que te cruces con él ya no le vas a dar el cien por cien. Los tropiezos te hacen aprender. Sin los valores no somos personas.
¿Tener hijos y ser ejemplo para ellos ha acentuado esto o siempre has sido así?
Yo he tenido un padre que muy pocas veces me ha dicho «Hijo, te quiero». Él era más de los actos. Yo he podido chupar eso, pero además alimentar lo otro, que también es necesario. El abrazo, un «te quiero», ese «que bonito, hijo, estoy súper orgulloso de ti» que hacen subir la autoconfianza de los niños. Les das algo vital para ir por ese camino y que en el día de mañana cuando tú no estés se sientan capacitados para poder transitar.
Tu hija mayor monta a caballo.
Mía ahora tiene once años. Lo probó cuando estuvimos en Francia y apenas tenía tres o cuatro añitos, pero después lo dejó. Cuando vinimos para Madrid, lo volvió a retomar cerca de casa. Fue gracias a una pareja amiga, que nos informó que su hijo estaba yendo a Alcorcón a una finca grande. Montar a caballo es una de sus grandes pasiones, aunque ha hecho de todo: gimnasia rítmica, balonmano y también le gusta el fútbol. Ahora está a full con la hípica y nosotros la apoyamos.
Luca es futbolista.
Sí, el mayor de los chicos tiene diez y ya juega, pero el que es más pequeño tiene cinco y también lo hace. Ahora con los «chupetines» juegan a partir de los cuatro años.
Si el mayor de los dos tiene diez, nació en Francia. ¿Cómo fue tu etapa allí?
Para mí, el primer año fue difícil porque no entendía nada, así que para el segundo nos pusimos a aprender el idioma, sobre todo para el día a día, pues si había cualquier problema teníamos que llamar a un traductor. Estaban Mía y Luca, y por todo el tema de las vacunas, los primeros años de guardería en los que se ponen malos a menudo, teníamos la necesidad de aprender el idioma para consultar al médico o situaciones similares.
Después de hacer un curso, que ya me pudiera defender, se veía todo de otra forma. El fútbol era durísimo, muy físico, pero me gustó conocer Toulouse y tener la oportunidad de jugar allí. Cuando podíamos, nos escapábamos a San Sebastián, que lo teníamos relativamente cerca, o a Barcelona.
Tu etapa en Francia coincide con los primeros años del nuevo PSG de la inversión catarí y te leí que uno de los jugadores que más te había gustado en el césped era Marco Verratti.
Me impresionó muchísimo. También Fekir, que es buenísimo, o Ben Arfa, que cuando estaba en el Niza era espectacular. Antes de marcharse al Paris Saint Germain, cuando jugaba parecía que lo estaba haciendo en el parque con sus amigos.
Volviendo a Luca, ¿es muy aficionado al fútbol?
Sí, le gusta mucho. Ahora está con la Kings League, pero también ve mucho la liga de Francia, sobre todo al Paris Saint Germain. Cuando Argentina jugó la final del Mundial contra Francia, él apoyaba a Francia. Fíjate que cuando marcó Argentina los dos primeros goles, él se subió arriba enfadado y llorando.
Luego volvió con el empate: «¡Venga, que les vamos a ganar!». En la tanda de penaltis, mi mujer y yo no podíamos gritar, lo hacíamos con respeto porque él estaba un poco mal. Ahora nos reímos, pero para que veas lo que es.
Imagino que te preguntaría cómo fue jugar contra Messi…
Pero no sólo por él, sino también por los compañeros. Ahora me pregunta ¿cómo es Ratiu? ¿y el Pacha?, ¿Mumin? Aprovechamos los días de partido precisamente por eso, porque es un evento bonito y en familia. Mi mujer está con los cuatro en la grada, pero luego bajan al césped, estamos allí una hora, damos una vuelta, picamos algo y hablamos del partido.
Acabas contrato en Francia y vuelves al Rayo Vallecano. ¿Cómo fueron esas llamadas de David Cobeño?
Estuvimos hablando por teléfono como cuarenta días. Me preguntaba que dónde estaba de vacaciones para ir, poder vernos cara a cara y yo le respondía: «No, que vas a venir y me vas a convencer a la primera». Nosotros nos estábamos quedando en la Costa Brava, entre Toulouse y Barcelona, a la espera del pasaporte italiano para poder viajar a Argentina. En aquellas fechas yo tenía unos problemas familiares y se lo señalé: «Cobe, es España o Argentina», pues no me iba a quedar en Francia.
Luego, nos fuimos a Argentina de vacaciones y por esas fechas estuve conversando también con San Lorenzo, pero después de cuarenta días ellos me dijeron que tenía que esperar una semana más. Yo se lo reconocía a Cobeño: «Ganas no me faltan para ir». Sin embargo me ataba que la gente de mi confianza, como mi agente, me recordaba: «El Rayo está en Segunda». «¿Y si voy y ascendemos?». Al final, nos decidimos. Mi mujer y yo teníamos planificado tener más hijos, buscábamos un lugar fijo para no movernos más y vinimos a Madrid.
Compartes dos etapas con Míchel. En la primera, como compañero y en la segunda como entrenador. ¿Ya se notaba que su futuro iba a estar en los banquillos? En mi opinión, cuando estuvo al frente del equipo no se tuvo paciencia con él.
Sí, totalmente. En la temporada 2010/2011, cuando se logra el ascenso y él está cerca de retirarse, en el día a día ya lo veías. En los entrenamientos se me acercaba y me exponía: «Mira, a mí me parece que tienes que seguir haciendo esto» o «dejar de hacer esto otro»… limpiar esas cositas para que reluzca más tu juego. Y no lo hacía sólo conmigo, sino también con otros muchos jugadores.
Ya en esa época se notaba: «Este va a estar». Años después, cuando voy a salir del Toulouse, empiezo a charlar con Cobeño y le pregunto quién va a ser el técnico, me responde «Míchel». Él venía de salvar al equipo de bajar a Segunda B la temporada anterior, ese año que le dieron completo logramos el ascenso y después sucedió eso en Primera, que yo también pienso que si se hubiera aguantado, con los valores que él transmite y lo que es él, tan solo faltaba tiempo para que mejorase y tuviera un poco más de experiencia.
¿Pudiste dialogar con él cuando el Girona visitó Vallecas?
Está muy feliz. Se lo ha currado, como decís en España, y tenía esa cuenta pendiente después de haber ascendido a tres equipos a Primera y siempre pasaba algo. Cuando hablé con él, me expuso: «Choco, a mí lo que me ha hecho feliz es que cuando el equipo medio se tambaleaba, a mí me ofrecieron cuatro años de contrato. Ahí vi que era mi lugar, porque en los peores momentos cuando la ola estaba tirándome agua me pusieron la pared para que no me mojara». Y mira como está ahora.
Ese día, se llevó una ovación impresionante de Vallecas, algo que habitualmente también pasa contigo. ¿Qué significa para ti esta muestra de cariño casi constante cuando eres sustituido?
Para mí, es todo. Me ha pasado en otros estadios, pero nunca he sentido lo que siento aquí. Mi mujer está en el campo junto a mis hijos, y cuando los veo a uno se le ponen los ojos vidriosos, otro tiene la piel de gallina y mi hija, que es una de las primeras que me viene a abrazar, me cuenta: «Qué lindo que la gente te grite así».
Cuando lo veo como padre me parece un buen ejemplo para tus hijos, porque les transmites que las cosas pueden salir bien o mal, puedes ganar o perder, pero siempre tienes que dar el máximo y la gente lo va a agradecer.
Y para ti, ¿qué es Vallecas?
Para mí, es como Santiago del Estero. Cada vez que estoy en Vallecas, recuerdo mi infancia, esos parques que yo solía frecuentar para jugar al fútbol, la gente que iba a ver los partidos. Yo veo eso cada vez que piso el barrio y por eso me siento tan cómodo.
Recogiste el guante de una invitación de un aficionado por Twitter y te reuniste con varios en un bar después de un partido.
Son cosas que no te generan un desgaste. Tampoco piden mucho tiempo. En nuestra profesión parece que estamos tocados por una varita y no se nos puede pedir nada. Pero no debe ser así y cuando la gente te ve en la cercanía, descubre nuestra normalidad y que todos somos iguales. Eso es lo que genera Vallecas.
Sólo ahí, porque en otros lados te firman, pero sin mirarte, sin empatizar, tener una charla o gastar una broma. Eso debe ser independiente de ganar o perder, el resultado da igual para que exista este hábito hermoso que sólo he visto aquí.
También hay una relación de cercanía con la prensa, algo poco habitual en otros clubes.
Sabemos dónde estamos, cómo funcionan las cosas y, dentro de lo profesional, hay que dar una normalidad. No dejamos de ser personas.
¿Cuál ha sido tu mejor momento aquí?
El último ascenso. Todos queríamos volver a Primera, lo estábamos deseando. Además estaba todo el tema de la pandemia, fue un año muy largo, todos sabíamos que había que entrar en playoffs sí o sí y recuerdo la forma en que lo hicimos, perdiendo en casa y el Sporting de Gijón cayendo también en su estadio. Una serie de carambolas que nadie se esperaba. Al final del partido, terminas entrando y piensas: «Uh, estoy sexto, pero perdiendo».
La primera eliminatoria, ante el Leganés, que estaba fortísimo.
¡Nosotros no le ganábamos ni en pretemporada! Sin embargo, les vencimos 3-0 aquí.
En la ida de la final, el Girona os gana 1-2 en Vallecas, pero Isi tenía claro que ibais a ascender.
Jugamos la ida el domingo, pero yo no empecé a vivir hasta el miércoles. Me acuerdo que el lunes entrenamos y el martes Andoni nos lo dio libre porque teníamos la cabeza así. Sin embargo, Isi ya desde el lunes llegó con el «¡Venga, que vamos a ascender!». A mí me preguntaba «¿Qué te pasa?» y yo: «No, no, tete, hablamos el miércoles. Déjame el duelo que estoy jodido». Pero él seguía gritando: «Esto no es un cementerio, que vamos a ascender», tal y como es él.
Ya el miércoles, después del día libre, recuerdo que iba con mi mujer y yo la decía «¿Será tan injusto esto? ¿Nos vamos a quedar en las puertas después de dos años en los que hemos hecho méritos?». Sin embargo, Alberto (García, portero que por aquel entonces estaba lesionado, ndr) sí que exponía algo que era cierto y luego hablaba con Francisco (que en ese momento era entrenador del Girona, ndr): el domingo ellos se veían en Primera División, el lunes y el martes, también.
Sin embargo, el miércoles ya pensarían ¿y si nos meten un gol? y el jueves un poco peor. Iban a llegar al partido cuidando algo que no tenían. Sin embargo, nosotros teníamos que ir a buscarlo, no nos quedaba otra. Estábamos en Segunda, pero yo el jueves ya pensaba: «Si metemos dos goles estamos en Primera». Fuimos allí de viernes a domingo, estuvimos dos noches, pasamos mucho tiempo todos juntos, llegó el partido y sucedió precisamente eso. Ha sido una de las cosas más lindas que he vivido.
Alberto tuvo que retirarse debido a una lesión muy complicada que le tuvo muchos meses trabajando sin resultado. ¿Cómo se apoya a un compañero en un momento como ese?
Estando todos los días. Al final, algún día sabías que él querría desahogarse. Él siempre fue consejero de todos y todas las personas necesitan ser escuchadas. Yo tenía confianza con él y recuerdo en Girona, en los últimos minutos, cuando salí porque estaba fundido, vi a su familia que estaba en la parte contraria y les pedí que se vinieran con nosotros. Esa recta final del partido la vi con su familia, con él y nos dimos un abrazo que a día de hoy sigo recordando.
Desde el regreso a Primera, el equipo ha ido creciendo y en 2022 rozáis la final de Copa del Rey. ¿Qué pensaste cuando Bebé marcó el gol en el Villamarín?
Si te soy sincero, digo: «Vamos a jugar la final». Cuando marca el gol, se va al banquillo de los suplentes, en una de las pocas veces en la que veo saltar a Andoni (Iraola), yo giro la cabeza, había un silencio total y el público comenzó a silbar. Un gol en el minuto en que fue, cómo se había planteado el partido… pero después, sí que es verdad que cuando Joaquín la para y comienza la última jugada, yo pensaba «hay que cortar, hay que cortar», porque al final era que pasara el tiempo, aunque nos cargáramos con amarillas.
Cuando la mete para dentro, recibe Canales y veo cómo define Borja Iglesias, ¡oh!, se nos vino el mundo encima. Lo que es el cambio de ánimo en tres minutos y ver como se esfuma la posibilidad de jugar una final.
Yo lo estaba viendo por televisión y cuando cogió la pelota para la falta pensaba: no puede ser.
Todos veían lo mismo. Sin embargo, él lo pedía en la previa: «Que el partido vaya así 0-0, porque si yo entro, lo voy a cambiar». Bueno, lo dice siempre, porque es un chico que te genera esa positividad, una energía muy buena. Cuando entró y en la falta agarró la pelota para darle, yo por dentro: «Este está loco» (risas). Por eso, al marcar va al banquillo para estar con la gente a la que había dicho que iba a cambiar el partido.
Es un futbolista con una confianza brutal.
Muchísima.
La temporada pasada rozáis competición europea. ¿Llegaste a pensar que era posible?
Sí. En las últimas tres jornadas peleábamos por eso. No te voy a mentir. Ya habíamos conseguido el objetivo y al final ¿qué te va a pedir la gente? Que luches por eso hasta el final, y si se da… Nosotros veníamos en una línea ascendente. El primer año con el ascenso, en el segundo rozando la final de la Copa del Rey, y con Andoni cada temporada era mejor. Yo pensaba: «Aprovechemos».
La derrota en Elche en la jornada 32 contra un equipo descendido fue clave.
Fue un partido en el que la expulsión nos marcó un poco, teníamos que ser más inteligentes, porque al final ellos lo que querían era dar una buena imagen a su afición porque el club ya estaba en Segunda, y fue un poco fallo nuestro no saber manejar ese tipo de partido y esas situaciones en las que juega mucho la cabeza.
El equipo ahora está muy maduro. Se vio hace unas semanas ante el Real Madrid en el Santiago Bernabéu.
Los míster ayudan muchísimo. El entrenador, Francisco en este caso, nos ha visto mucho y también nos transmite que salir a presionar todo el tiempo no te va a asegurar que robes diez o quince balones. Hay que saber en qué momento ir y son cosas que trabajamos.
Francisco ha sabido amoldarse a lo que había y retocar la escultura que había hecho Andoni Iraola.
Yo lo veo igual. Francisco ha tenido algo muy bueno, y es que el primer día se ha acercado a la gente más mayor, que llevaba más tiempo aquí, para preguntar cómo era el club, cómo estaba, el modo en que funcionaba en el día a día. Obviamente, cuando te preguntan eso ya piensas que es algo bueno, porque demuestra que tiene ganas y no viene a señalar «esto es así y morimos así».
Ha sabido amoldar su experiencia y su trabajo a cómo era nuestro día a día. Yo, personalmente, lo veo durante muchos años aquí y aunque vaya metiendo su mano, lo hará a su debido tiempo.
Las bajas de Fran García, Alejandro Catena y Santi Comesaña no se están notando demasiado. Pathé Ciss y Mumin han dado un paso al frente y el Pacha Espino lo está haciendo bien.
Por Pathé me alegro porque en estos años ha tenido dificultades para entrar en el once con la presencia de Santi (Comesaña) y Óscar (Valentín) y esta temporada ha tomado esa voz de mando, ha dado un paso al frente y está contando con la confianza del técnico, que también cuenta mucho. En lo que respecta a la gente nueva, el Pacha está disfrutando mucho porque es muy consciente de dónde está, la ciudad, el equipo y está muy contento en los entrenamientos.
Mumin también está muy bien. Es uno de esos chicos que no tienen techo. Yo creo que la barrera es el idioma, porque todavía habla muy poquito, le tienes que explicar cosas muy específicas y despacio. Sin embargo, en cuanto domine el idioma va a dar un salto de calidad tremendo.
Se ha criticado mucho el comienzo de temporada de RDT porque no ha visto puerta. Sin embargo, si lo ves en el campo es un jugador que aporta mucho.
Es lo que siempre te explican, una cosa es ver el fútbol en el campo y otra bien distinta es hacerlo en la televisión desde el sofá. Nosotros estamos muy contentos porque tenemos un plantel como hace muchos años que no teníamos, con tantos recambios. Ahora mismo hay dos o tres jugadores por posición, algo que es muy difícil de ver para un equipo cuyo objetivo primordial es quedarse en Primera.
En algunos partidos se ha visto que Isi pasa del extremo a la mediapunta. ¿Charlas mucho con él sobre el césped?
Sí, nos decimos muchas cosas. Y no sólo en el campo, sino también en el descanso, tanto a él como a los que más tiempo llevan o con los que hay una mayor confianza. A Álvaro también le digo algunos movimientos que podría hacer, a Isi de meterse más adentro y buscar un pase a los delanteros… muchas cosas que estando fuera o estando dentro vamos viendo entre los dos.
Le comento: «¿Qué te parece si hacemos esto?» o «¿cómo ves si nos cambiamos?», acciones que te demanda el partido cuando estás dentro y también observas cuando estás fuera. Debatimos un par de minutos o tres en el vestuario antes de salir y, bueno, unas veces sale bien y otras mal, pero lo bueno es que nos podamos exponer todo.
¿Os veis peleando por Europa?
Queda mucho, pero ojalá podamos conseguir el objetivo de la salvación lo antes posible como el año pasado. Obviamente, cuanto antes lo logremos, mucho mejor, pues eso daría la oportunidad y un margen de que si pierdes un partido al final no te condicione como nos pudo pasar en Elche el año pasado. Cerrando la permanencia con más anticipación, se pueden tener más opciones. Planificar no, porque el fútbol es impredecible.
Esta temporada no te estamos viendo partidos completos pero no hay ni una mala cara.
No lo he hecho en toda mi carrera, así que fíjate si ahora voy a exigir jugar noventa minutos. El técnico verá que hoy le puedo dar esos sesenta, sesenta y cinco, setenta minutos y yo, feliz. ¿Por qué? Porque aquí es donde quiero estar, quiero que el equipo consiga la salvación cuanto antes y eso implica que a veces tenga que jugar diez, cinco o veinte… A mí me vale mucho más lo que tengo en el día a día en el club que fijarme en cuánto juego.
Que jugadores como tú, Radamel Falcao o RDT no se quejen por no jugar siempre debe ser un ejemplo para los jóvenes.
Obvio. Y creo que se ve la unión que hay en el vestuario, el ambiente que tenemos juegue quien juegue. Yo suelo ver los partidos después de jugarlos y hace unas jornadas, sin ir más lejos, cuando marca gol Bebé contra la Real Sociedad hay una imagen muy significativa: salta todo el banquillo de suplentes para celebrarlo y los once jugadores que están en el campo también van a la esquina para festejarlo con la gente. Hasta el que juega en la misma posición, que es Álvaro, va al córner a abrazarlo y celebrarlo.
Esto no se hace de falsedad, sino que la gente que lleva más tiempo ha conseguido hacer ver a todos los que han ido llegando después que lo mejor para todos es que funcione lo colectivo. Aunque tú juegues cinco, yo diez y otro quince. El mensaje se va entendiendo y toda la gente nueva que viene, lo ve.
Aunque no juegue mucho, Radamel Falcao es toda una institución en el mundo del fútbol.
¡Uf! Recuerdo que la primera temporada en la que estuve en el Sporting de Gijón vinimos de visita al Vicente Calderón para enfrentarnos al Atlético de Madrid y nos metió tres goles. De todos los colores: uno de cabeza, otro de volea… ahora, después de haberlo visto tanto por televisión o haberte enfrentado a él, tener la oportunidad de compartir equipo es un gusto.
¿Cuál es el jugador con el que tienes una mejor relación?
Isi, Pozo, Álvaro. De vez en cuando nos juntamos. También toda la plantilla junta. Hace poco tuvimos la oportunidad de ir a Arzuaga, la bodega, y vinieron hasta fisios y el delegado. Todas esas cosas alimentan el grupo, afianzan la relación entre todos. Ir dos horas y media en bus, hablando, tomándote algo, preguntando por la familia, por tus hijos, el viaje de vuelta… Esas relaciones, el interés que muestra una persona por otra, hace que luego vayamos a muerte para defendernos.
Mario Suárez os hizo aficionados al vino a algunos compañeros.
Sí, Mario nos hizo picar el bicho, ahora debatimos frecuentemente sobre el tema de los vinos y cuando vamos a una cena nos gusta probar para comentarlo.
¿Eres de Rioja o de Ribera del Duero?
De Ribera.
¿A qué se hubiera dedicado Óscar Trejo si no hubiera sido futbolista?
Hubiera jugado al baloncesto. Si no, probablemente en el restaurante que tenía mi familia y duró durante muchísimo tiempo. Mi padre y mi madre tenían ese negocio y todos trabajábamos ahí, ya fuera haciendo recados, cocinando o preparando las cajas.
¿Hasta cuándo duró ese restaurante?
Fue justo hasta antes de marchame a Mallorca. Era un trabajo muy esclavo en el que mis padres se pasaban todo el día, también tenían que estar mis hermanas y al final lo hemos cortado. Yo cada vez que iba a Santiago también los ayudaba y era bueno, pues volvía a mis orígenes.
¿Llevas a tus hijos habitualmente al colegio?
Gracias a Dios tenemos la oportunidad de dejarlos en el colegio e irlos a recoger. Luego, sí es cierto que después de que salgan del colegio me divido con mi mujer porque la niña se marcha a hípica, los niños hacen fútbol… siempre salimos a las cinco y no nos vemos hasta las ocho o las nueve para pegarnos una ducha y cenar. Esta profesión te da esos privilegios que otras no.
¿Puedes desconectar?
Sí. Si no, es imposible con los niños. Hablamos de fútbol, pero si por ejemplo jugamos el sábado y estamos cenando, el otro día les advertía: «Hoy nada de fútbol. Hacemos lo que queráis, vamos a montar en bici o al parque, pero fútbol no».
¿Ves muchos partidos? Me apuntabas antes que los vuestros, sí.
Sí, veo los nuestros repetidos y alguno de Champions cuando los niños quieren ver las eliminatorias o alguno del Paris Saint Germain porque lo pide Luca. Además, con toda la vorágine del día a día, las actividades que hacen, intentamos que se acuesten pronto y al día siguiente no les cueste levantarse.
Ahora, con los horarios, es complicado para los niños, mi hija ya se ha perdido varios porque si no, no hay quien la despierte al día siguiente para ir al colegio.
Ellos saben que cuando jugamos por la noche, como les lleva mi mujer, al día siguiente tienen muchas probabilidades de faltar y ahora están contentos cuando jugamos algún lunes a las 21:00 como contra el Celta de Vigo.
¿Qué ha cambiado de aquel Trejo que llega a España con 18 años y se tiene que hospedar en un sitio sin agua y pasa varios meses sólo?
Antes me preocupaba por ser alguien reconocido en el mundo del fútbol y ahora la experiencia te hace ver que este deporte es muy bonito, pero la vida también continúa. Hoy puedes tener un nombre y no por dejar el fútbol vas a seguir teniéndolo. Al final, la gente va a tenerte más presente por tus actos y lo buena persona que seas que porque seas un fenómeno. No obsesionarme mucho con el tema del fútbol me ha ayudado a poder escapar un poco, porque antes me castigaba demasiado.
Deduzco que ya no te preocupa tanto el tema de las estadísticas…
Le doy importancia, pero no tanta como le daba antes. Tiempo atrás había años en que terminaba con cinco o seis goles y cuatro asistencias y me mortificaba todas las vacaciones, estaba en Argentina y todo el rato con eso. «No seas pesado», me respondían. «Estás todo el año jugando, vienes a Argentina, vamos a comer un asado, a pasear, a tomar el sol…»
En la jornada 10 le dejas el penalti a Bebé contra UD Las Palmas para que pudiera marcar su primer gol de la temporada aunque tú todavía no lo habías hecho.
Es algo que te van dando los años. Las siete temporadas que llevo seguidas en el club me han dado la oportunidad de conocer cada perfil de persona y, sé lo que posiblemente necesita en un momento dado. Ese día, él vino y me señaló que necesitaba tirar el penalti yo le pedí que lo metiera porque con eso sabía que iba a ir a mejor. Él lo aprovechó, marcó y al fin de semana siguiente volvió a marcar.
En dos partidos nos dio varios puntos y ya metes a un chico que antes del partido de Las Palmas se veía lejos y no importante en el grupo. Le dije: «Para que veas lo importantes que son las emociones y saber gestionarlas. No has jugado en dos meses, pero el fútbol es tan caprichoso que en una semana te cambia. Después has salido en todos los lados, te piden entrevistas, la televisión, vuelves a tener el cariño de la gente… pero que eso tampoco te confunda: no eres importante porque todo el mundo te de palmaditas en la espalda, sino que tienes que sentirte con confianza todos los fines de semana.
Cuando te toque jugar, que dependa de ti hacerlo bien. ¿Qué perdemos? Vamos a perder millones de partidos. ¿Qué vamos a ganar por tus goles? También. Que el fútbol no te lleve a pensar soy muy bueno o soy muy malo, pues son parámetros relativos». Este deporte es muy de extremos.
En verano decides incluir «JP» en tu camiseta como homenaje a Juan Pedro Navarro, emblema del club y clave en el desarrollo del fútbol base.
He podido conocer a la familia de Juampe, algo que tenía pendiente. He tenido la oportunidad de estar con su madre dos veces. Hace apenas unos días se pasó por el club, la vi, nos saludamos y nos quiso invitar a todos a tomar algo en el bar del club. Son esos gestos que uno hace sin pensar nada. Yo hablaba mucho con él.
Todo me atrapó de vacaciones, estaba con la familia, no podía traerlos y de lo que sí que me arrepiento es de no haber estado en el funeral, porque con las actividades de los niños habíamos estado en Madrid, pero nos habíamos marchado a Alicante para desconectar antes de la vuelta y justo sucedió.
Él dio mucho y creo que por parte del club se podía haber hecho un reconocimiento mucho más amplio y muchas más cosas. Al final, siempre esperamos que pase algo de esto para hacer un homenaje, pero yo soy de la opinión de dar el homenaje en vida o hacerlo ver que es alguien importante. Él era un patrimonio del club, porque era alguien que había dado todo.
Han existido muchas batallas entre la plantilla y presidente que, evidentemente, generan un desgaste. ¿Esta es la razón por la que dejas la capitanía?
Obviamente, no es bueno tener ese desgaste. Pero yo no lo he hecho sólo por el desgaste. Antes me preguntabas por qué creo que la gente me tiene ese cariño: porque tengo unos principios y unos valores. A mí, lo que está haciendo el presidente con los trabajadores no me parece bien. Te lo digo a ti y me quedo tranquilo porque la primera persona a la que se lo he dicho ha sido a él, a Cobeño, y a partir de ahí ha sido tomar la decisión.
Yo, al final, sí voy a seguir luchando, pero si no te voy a poder hacer cambiar de idea… Yo soy el interlocutor de un grupo que piensa igual que yo. Y no sólo ellos, sino los fisios, el cuerpo médico, etcétera. Yo, que tengo la voz cantante, te lo estoy diciendo y pasa una vez, dos, tres… y después de la décima te explico: «Presi, la última porque yo ya no estoy para más».
Él pensaba que iba a haber una undécima, pero cuando llegó, ya le advertí: «Mira, conmigo no cuentes más, porque tú no tienes esa capacidad para cambiar la mentalidad, aunque sea en dos cositas. No te estoy pidiendo quince. Nosotros sólo te estamos pidiendo que haya justicia para todos igual. Te pedimos que cuides a los trabajadores de todos los niveles. Después velaremos por el femenino, el filial y todo el resto, pero empecemos por el día a día, que son gente a la que nosotros vemos y no está bien».
El tema del brazalete no ha sido por el desgaste, sino por la situación. ¿Hasta cuándo hay que dar el brazo a torcer? Hay que tratar de cambiar algo que es muy simple. No pedimos que tiren el campo abajo en la ciudad deportiva y hagan algo nuevo. Al contrario, dar dos pinceladas para que brille todo y al final la gente esté mejor.
Lo que yo quería hacerle entender al presidente es que si eres el dueño de una empresa, ¿cómo quieres tener a tus trabajadores? Cuanto más contentos estén, más ganas van a tener de venir a trabajar y en vez de llegar a las nueve lo van a hacer a las ocho y media. Van a querer dar el cien por cien porque vas a tener ese tacto de estarlos cuidando.
¿Cómo es tu relación personal con el presidente?
No tengo. Ahora no tengo relación. A partir de eso ni siquiera nos decimos «hola». Él me ve, agacha la cabeza, nos cruzamos y no nos decimos nada.
Luego está el tema Carlos Santiso. ¿Cómo es posible que sea el entrenador del femenino con ese bagaje previo?
Miles de veces hemos preguntado y nunca han sabido responder. Es como: «Vamos a darle una oportunidad». ¿Oportunidad de qué? ¿Con lo que ha pasado? Yo le ponía el ejemplo de mi hija: «Si pasa eso y está, yo saco a mi hija. Mi hija no estaría jugando en el Rayo». Gracias a Dios mi hija tiene once años y no está ahí, pero la verdad es que son decisiones que no pegan.
Tu contrato acaba el 30 de junio y todo esto puede afectar a la renovación.
Es lo que te decía. Yo no veo lo que pueda llegar a pasar en un año o seis meses. Tengo una edad que me ha dado esa experiencia para vivir el presente. Si al final, hablo con mis hijos y quiero dar el ejemplo, ellos deben saber que tienen que hacer lo que sientan y que crean que está bien. Tus actos dependen de ti, pero el resto de lo que sucede, no.
Uno tiene que estar tranquilo y ser buena persona, que es lo primordial en la vida. ¿Me quiero retirar aquí? Sí, obvio. No te voy a mentir. ¿Qué esto puede repercutir? También soy consciente. Pero si mi tiempo ha llegado hasta este año u, ojalá, el próximo, llegará hasta ahí. Y si no, buscaré otras cosas y seguiremos disfrutando.
¿Echas de menos el brazalete?
Es algo que me gusta tenerlo presente y lo veo en Óscar, Isi, Álvaro, Bebé, el Tigre… Creo que Álvaro va a estar mucho tiempo aquí, ojalá también Dimi se quede mucho, Isi es clave, igual que Óscar. Saben que a mí no me queda mucho y creo que el brazalete se queda en un lugar espectacular y en gente con la que he podido jugar mucho. Ellos saben cómo pienso yo, siempre ha habido un debate muy bueno en el que hemos podido comentarnos las cosas y ayudarnos. Por ese lado estoy súper tranquilo.
¿Viviréis aquí después de la retirada?
Sí, tenemos la intención de seguir viviendo en Madrid.
¿Te ves más como entrenador y como director deportivo?
Me gusta más el tema de la secretaría técnica o la dirección de cantera. Me gusta estar con los chavales y para mí es muy importante la formación y lo que se les transmite.
Como director deportivo, ¿a qué jugador del Rayo Vallecano me recomendarías?
¿Hoy en día? Óscar Valentín. Es un futbolista que cumple todas las funciones de compromiso y trabajo. Es un chico que ves los años que ha estado en el club, de dónde viene y cómo está gracias a su poder de voluntad, sacrificio y trabajo. Trabaja a la sombra.
Es un jugador muy infravalorado.
¡Sí, totalmente! Hay algunas veces que a ciertos futbolistas falta que les toque esa varita. También que la prensa se fije, porque el mundo del fútbol es así: la gente te pone a veces en lugares que no te mereces pero lo necesitas.
Hay muchos jugadores que están pasando por muy buen momento, no sólo ahora, sino también antes, y cuando haya uno que rompa ese techo de cristal va a haber más casos de futbolistas de equipos modestos que vayan a la selección. No sé qué más hay que hacer para estar.
Luis Cembranos fue el último y va camino de veinticinco años.
Siempre lo hablamos. Ojalá dentro de poquito haya alguno que cumpla ese sueño y de este modo todos los chicos que está en la cantera vean que el día de mañana ellos también pueden estar en la selección.
Aquel Rayo Vallecano jugó la Copa de la UEFA.
Ojalá sea este año.
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Un auténtico lujazo de entrevista y todo un honor tener a un futbolista de la calidad humana de Oscar Trejo en nuestra liga. Muchísimas gracias.
El futbolista más querido por todos los Rayistas en la actualidad. Se lo gana cada día, juegue o no, ganemos o perdamos, el esta por encima de todo incluso del impresentable de presidente que tenemos.
A punto de acabar el contrato, deseando retirarse en Vallecas y fiel a sus principios. Ojalá todos estuviéramos a su nivel ético. Mis respetos