La imagen de Ana José Cancio (Guardo, 1960) es la de una periodista peleando, rodeada de machos alfa, dentro de la caverna más profunda de la prensa: la información deportiva. Desde cuando los pabellones de baloncesto tenían una densa humareda por el tabaco y señores como José María García se sentían amos y señores de lo que ocurría en el deporte español. Cumple en 2023 cuarenta años de servicio en RTVE. Cuesta que ella hable de su carrera porque pocos profesionales han contado tanto de otros y tan poco de sí misma.
Premio Lilí Alvarez en 2019 por su trabajo en favor de la mujer en el deporte, corredora y maratoniana militante, es una voz de la retransmisión deportiva y una documentalista de lujo. Si le cogió demasiado joven para acordarse, Ana José Cancio es la pionera del periodismo deportivo de carretera, del pie de cancha, de los banquillos y hasta de algún vestuario.
Naces en Guardo. Vives los años sesenta y setenta de la cuenca minera en la montaña palentina. Y decides estudiar Ciencias de la Información. ¿Algo que te dirigiera al periodismo?
Desde pequeña quería ser periodista, porque era algo que yo llevaba en la tripa. En Guardo viví hasta los dieciséis años. Era la época floreciente de la cuenca minera de la montaña de Palencia y Guardo está rodeado de minas de carbón, una central térmica y la fábrica de Explosivos Río Tinto. Aún estando lejos de Palencia, de León, Aguilar, en tierra de nadie, es la capital de la montaña y en ese momento tenía más habitantes que Venta de Baños y Aguilar de Campo. Por otro lado, ninguno de mis padres son de Palencia: mi padre fue allí a poner un comercio de confección y una administración de lotería. Porque en Guardo, habiendo mineros, oye, se movía dinero. Y mi madre era maestra en párvulos. En una familia con cinco hermanos mi infancia fue muy feliz: juegas mucho y guerreas mucho. Así que una rebelde como yo tenía ahí mucho donde pelear y compartir. Uno de mis primeros contactos con el deporte organizado fue en el colegio de monjas al que iba: las Montañeras de Santa María. Ahí tenías a las monjas subiendo con el hábito a la montaña. Luego descubrí que en 1977 sólo se podía estudiar Periodismo en Madrid y Barcelona y, por la privada, en Pamplona. Y resulta que Guardo pertenecía al distrito universitario de Valladolid. Por tanto, tras hacer COU allí, ya me fui a Madrid.
¿Qué te tiraba más para ser periodista? ¿El de radio, tele o el escrito? Son años muy de radio.
Sobre todo, me tiraba la curiosidad. En mi pueblo siempre hacía deporte, el poco que había. Además, iba al fútbol con mi padre al Campo de la Estación. Con mis amigos jugaba al fútbol en lo que se llamaba el Campo del Bache y siempre me gustó el deporte y fui muy curiosa. En aquel momento no sabía por dónde, pero me gustaba observar, contar, y sobre todo aquellas historias que llegaban alrededor del deporte. En casa había televisión, claro, pero no la veíamos tanto. Mientras merendabas el pan con el chocolate sí que veías un rato de tele, pero poco más. De hecho, recuerdo mi primera imagen con un King Kong en pantalla, subido al rascacielos con la chica en su regazo. Sí que comprabas el diario deportivo, pero, fíjate, la radio no me llamaba la atención. Además, en un pueblo así de metido en un valle entre las montañas, todo hace que la señal de radio no llegue bien. Llegaba Radio Nacional (RNE) y de una manera regular. Y del resto de emisoras no se escuchaba nada por la orografía, porque no había repetidores.
Lo debiste vivir después cuando estabas en un valle en los Alpes o los Dolomitas, sin cobertura.
Cuando volvía a Guardo mientras estudiaba en Madrid no había manera de coger una emisora. Escuchabas ruido y nada más. No podía ni escuchar a José María García por las noches. Luego claro, cuando iba de viaje normalmente escuchaba onda corta. Donde fueras por Europa se sintonizaba Radio Exterior o la BBC, pero siempre en onda corta.
Sobre el papel de Radio Exterior se ha escrito muy poco.
Hoy es muy difícil entenderla con el acceso que tenemos a internet, pero Radio Exterior siempre fue la ventana al mundo. Con la cantidad de emigrados de los años 50 y 60, era la manera que tenían de enterarse de qué ocurría en España, aunque esa información les llegaba muy seleccionada, claro. Pero es que nosotros vivíamos una dictadura, con lo que, si el que había emigrado era republicano, tampoco le atraía mucho la información que se le diese desde España. Allá donde fuéramos en mis primeros viajes con Radio Nacional, por ejemplo, con el Real Madrid de baloncesto, sobre todo en Suiza, en Alemania, siempre aparecían emigrantes españoles que se acercaban a escucharte y te conocían porque te habían escuchado por la radio. Eso te daba una satisfacción enorme. Gente que llevaba veinte años emigrados, con hijos nacidos fuera y todo. También recibías cartas, de Europa y hasta de Guinea Ecuatorial. Por ejemplo, te encontrabas gente en Rumania ¡que habían aprendido castellano a base de escuchar Tablero Deportivo!
Terminas periodismo en la Complutense en 1982. Ese verano todo debía oler a fútbol.
Los años de facultad son algo emocionante para cualquiera y más si además vienes de un pueblo como yo. Porque te alojas en colegios mayores y apartamentos, por toda la vida universitaria, aunque, las clases, teníamos las justas; ten en cuenta que soy de la séptima promoción así que ibas aprendiendo el oficio y los conocimientos un poco por tu cuenta. Curiosamente estuve en un partido del Mundial 82, uno al que en ese momento no daba importancia, pero luego iba a trascender tanto. Fue el Alemania–Austria del Molinón que terminó 1-0 y luego se descubrió que era un partido apañado. Se veía que Alemania metía el gol y luego nadie jugaba a nada. Asistí por invitación de un amigo que trabajaba en el comité organizador en el soporte televisivo que TVE generaba para todo el mundo. Él estaba en producción y, en cuanto terminé el curso, me fui para Gijón. Posteriormente hice bastantes prácticas: en Diario Palentino, me enteré que en RTVE también podía hacerlas, luego unos meses más en Radio Cadena en Ávila y, recién licenciada, en La Línea de la Concepción.
Toma.
La Línea, tan pegada a Gibraltar, es una ciudad muy llamativa y yo soy muy del norte. En prácticas ibas a hacer lo que necesitasen pero lo que menos te encargan es hacer información deportiva. Haces local, económica, pero no se valoraba la información deportiva. Eso lo podía hacer cualquiera, decían. Pero yo siempre me arrimaba a los que hacían deportes, que siempre eran hombres, y les decía que ahí me ponía yo. A los trofeos veraniegos como el de La Línea, el Carranza en Cádiz, y hasta me apunté a cubrir un motociclismo en Jerez. Si iban los de deportes a tal sitio, allá iba yo, con ellos.
Diciendo «hacedme un hueco».
Siempre iba metiendo mi cuña, después mandaba crónicas a Madrid y aquello les llamó la atención. La única mujer que había pasado por la redacción de deportes de RNE hasta entonces era Mari Carmen Izquierdo, que ya estaba en la tele. No era normal que una mujer quisiera hacer información deportiva y me conocieron por las prácticas. Y así fue como me llamaron cuando hubo una oportunidad de contrato. En abril del 83 me llamaron para cubrir tres meses porque coincidían dos o tres acontecimientos donde iban enviados especiales, Pedro González se iba a la Vuelta a España, y así me salió esa oportunidad. Total que, el próximo año, en 2023, cumplo cuarenta años en RTVE.
Y te vas enamorando de la radio.
Ya desde la facultad decidí qué parte del periodismo me atraía más. Con la radio te lo tienen que contar pero además pones de tu parte, tienes la capacidad de imaginar. La tele provoca menos emociones. El poder de la radio es poder llegar a la gente lo que está oyendo, que lo recree, que se entere tanto en retransmisiones como en las malditas conexiones de un minuto para Telediario. «Cuéntanos la etapa en un minuto», te dicen. Yo lo llamo La dictadura del minuto. Pero la inmediatez de la radio me evocaba mucho más que la televisión. Poder contar rápidamente la noticia en el momento, eso es la leche.
La adrenalina, que parece cosa muy de tíos.
Tú llegabas a cualquier redacción de deportes y todos eran hombres, desde los que dirigían los programas hasta tanto en informativos como en los carruseles. Creo que en España, en una radio de cobertura nacional, yo era la única mujer. En los 80 había pioneras, claro. En la emisión local de información deportiva había una mujer en Radio Popular de Bilbao y, en la redacción de RNE, exactamente lo mismo. Mi pasión como oyente de radio me enamoró de cómo retransmitía el baloncesto Luis de Benito. Al escucharlo me parecía un periodista super potente. Y el baloncesto ya era una pasión en aquella época, hasta el punto de que yo era árbitro federado. Curiosamente Luis De Benito se juntaba con un equipo que se llamaba Los Plumillas y jugaba en La Nevera, la cancha vieja del Ramiro de Maeztu. Eran, agárrate: Antonio Díaz-Miguel, Chus Codina, Pedro Macía, Wayne Brabender, Pedro Jota Ramírez, Chiqui de la Fuente, e imagínate, yo me iba a cenar con aquellos santones del periodismo después de jugar los viernes.
Hiciste mucho baloncesto.
Entre el ‘83 y ‘85 cubrí mucho baloncesto: tanto al Real Madrid como a Estudiantes, y recuerdo de aquella época poder entrar hasta el vestuario a hacer entrevistas. Llevaba siempre el micrófono inalámbrico en pista y en el pabellón del Real Madrid accedía, si no hasta dentro del mismo vestuario, sí hasta la puerta. Los chicos habían entrado siempre dentro de los vestuarios y, al incorporarme yo, empezaron a echarnos un poco porque, a ver, los jugadores al final estaban desnudándose. Siguiendo al Real Madrid de baloncesto hice muchas competiciones europeas: Recopas, la entonces Copa de Europa, conocí a los Petrovic, vi meter los famosos 62 puntos a Drazen contra el Snaidero de Caserta…
Menos fútbol, cualquier cosa…
Para que veas un ejemplo de cómo eran las redacciones de deportes en aquella época, Joaquín Ramos, jefe de deportes, pregunta quién quiere ir al Campeonato de Europa de motociclismo, en el circuito del Jarama. Levanto yo la mano y me dice que cómo voy a ir yo, que ya iré cuando haya un deporte de chicas, gimnasia o así. Y no me acreditó. Fútbol hice muy poco porque nunca me atrajo tanto. Intuitivamente veía que era un campo donde no tenía nada que hacer, eran todos muy futboleros y hombres y aquello la verdad no me entusiasmaba.
Haces un paréntesis de dos años en San Sebastián haciendo información general. De 1985 a 1987.
Es un paréntesis obligado porque, para conseguir la plaza me había presentado un par de veces a las oposiciones en Madrid pero, finalmente, la saqué para la emisora de San Sebastián. Me incorporé y pasé dos años y medio, muy duros, porque eran los años de plomo del País Vasco. Hice información general en RNE aunque metía cuñas deportivas en Diario 16 porque uno de los redactores de deportes, Oswaldo Menéndez, a quien conocía de Gráfico Deportivo, una revista que duró una temporada, recibía mis crónicas de la Real Sociedad. Pero en información general cada día era un atentado, una manifestación y ruedas de prensa durísimas. Día sí y día también pasaba mucho tiempo en la Audiencia. Costó porque vas sin conocer a nadie y, al final, los primeros meses eres una persona de fuera y sientes mucho recelo a ver por dónde va esta que ha llegado nueva.
¿Por ser de fuera o por ser mujer?
Yo creo que más por ser de fuera. También dio la casualidad que el director de todo el País Vasco era un misógino de la leche. En la emisora, es verdad que había dos locutoras, pero ninguna redactora. Y tú llegabas a ese País Vasco en el que todo eran dos bandos y no podías estar en un lugar intermedio, verlo desde fuera, observar y contar la noticia con objetividad. Por añadidura costaba un montón llegar a las fuentes de información y profundizar. Contabas atentados pero era difícil ir más allá del qué y quién porque había mucho silencio; en esos años los GAL también estaban en activo. Y desde luego la gente salía, íbamos a tomarla pero nadie hablaba de política. De cualquier otro tema…
Hablar de deporte.
Hablabas de la Real Sociedad, de las Seis Horas de ciclismo en el velódromo de Anoeta, de la Vuelta al País Vasco. Yo no hacía información deportiva, pero a la que podía me iba a donde fuera: a los crosses de Lasarte, la Behobia-San Sebastián. Había también mucha afición al ciclocross aunque íbamos más a las pruebas de carretera. Claro, dejabas el coche con la matrícula de Madrid guardado porque en aquel tiempo te lo podías encontrar machacado, y dependía más de desplazarme con los compañeros. Una cosa buena es que fue en San Sebastián donde me aficioné más a correr, al deporte, aunque había que tener afición: se tiró tres meses lloviendo sin parar desde que llegué. Era difícil adaptarse, pero, mira, conservo de ese tiempo grandes amistades como Pedro Gabilondo, del Diario Vasco.
Regresaste a Madrid en 1987 y ya recalaste definitivamente en el periodismo deportivo.
Sí, me reclaman desde Madrid y mandan a alguien a San Sebastián a cubrir mi plaza, cosa que costaba, la verdad. De ese año me acuerdo de Ben Johnson, que vino a Madrid tras los Mundiales de Roma. Él había venido a participar en un meeting en pista cubierta: el Memorial Cagigal del Palacio de los Deportes. Cubriendo la reunión estábamos en la cabina Miguel Angel Escamilla, yo con el inalámbrico por la pista y Santiago Peláez por los estudios. Mi objetivo era entrevistar a la entonces estrella canadiense, que venía con la intención de batir el récord del mundo de los sesenta lisos, cosa que no consiguió. Terminan y salen disparados para vestuarios y veo que Johnson se me escapa. Le sigo y como veo la puerta abierta entro y están todos desnudándose. Me acerco a Johnson que se quedó de piedra, le hice tres o cuatro preguntas, vi que no le estaba entendiendo casi nada, porque además era tartamudo. Mantuvimos la conversación y salvado el escollo salí y les enchufé la traducción a mis compañeros. Aquello era mi única oportunidad pero ni me lo pensé aunque en aquella época, si estabas acreditado, no había seguridad ninguna que te impidiera a moverte libremente por los pabellones.
Eres una de las enviadas de la casa para cubrir los juegos de Seúl 88. ¿Qué tal la experiencia de tus primeros Juegos?
Fue alucinante, muy sorprendente. Ya había mucha seguridad aunque es algo que luego iría a más en cada Juegos. No te puedes imaginar un evento así en un país tan diferente al nuestro. Éramos un equipo de doce personas en un país en el que no entendías ni los indicadores de circulación. De hecho, alquilabas el coche con chófer local porque era imposible ni leer las señales de tráfico. Fue muy duro y me salieron unas calenturas por la bajada general de defensas, por la responsabilidad y las pocas horas de sueño derivadas de la diferencia horaria. Juan Manuel Gozalo, entonces jefe del equipo porque era la voz del deporte de RNE, me encargó cubrir lo que pasara por la Villa Olímpica a la que él daba mucha importancia. Iba allí a diario y te encontrabas con todos los deportistas, técnicos, fisios y médicos. Muchos deportistas que habían competido, pero a los que no podías cubrir en directo porque era materialmente imposible. En directo se hacían los grandes deportes, gimnasia, deportes de piscina o atletismo. Pero todos los deportistas, no solo de habla hispana sino de todo el mundo, ahí estaban tanto en la previa de su competición como cuando regresaban.
Es cierto que tras los atentados de la Villa Olímpica de Múnich ‘72 había más seguridad, por ejemplo, la delegación española tenía que acreditarte a diario. Y te enterabas de mucho porque todos los días te veía el equipo español, te ganabas la confianza de médicos, fisios, y muchas veces sabías cómo estaban o no los deportistas. Recuerdo a Coral Bistuer, siendo aún el taekwondo deporte de exhibición, cómo iba durante varios días a los servicios médicos porque no daba el peso, llevaba unas ojeras tremendas. Cómo contar esas historias era otra cosa. Vosotros lo veis desde el punto de vista de una revista pero allí, en unos Juegos, es todo muy vivo, de mandar la noticia picada, no de darla en profundidad. Así que a pesar de que hice algunos partidos importantes de tenis, como la plata de Sergio Casal y Emilio Sanchez-Vicario, sobre todo estuve por la Villa Olímpica. Radio 3 emitía en antena abierta durante toda la noche y el resto del día quedaba para grabaciones o conexiones. Recuerdo que cuando dio Ben Johnson positivo tras la final de cien metros lisos, nos acabábamos de acostar, y nos llamaron de Madrid para ponernos en marcha porque lo acababan de sacar en agencias.
¿Cuál fue tu primera corresponsalía como enviada especial en ciclismo?
Mi primera gran vuelta es la Vuelta a España del 89 que ganó Pedro Delgado. Pedro González, un gran amigo con quien incluso compartí apartamento en Seúl, se marchó justo en ese año a TVE y ampliaron la plantilla con más gente. Ahí entré de reportera, nunca de retransmisiones en directo.
Luego te convierten en la primera mujer enviada especial al Giro.
En la Vuelta se movían grandes despliegues, destinábamos equipos enteros con motos y técnicos. En 1990 me mandan sola a Italia. Tuve la suerte de vivir el Giro en que Gianni Bugno coge la maglia rosa en la primera etapa y la conserva hasta el final, así como la victoria de Eduardo Chozas en la etapa del Vesubio. Total, que me enamoré del Giro. Es una carrera brutal y la afición italiana al ciclismo es especial, vive todo con mucha pasión. También creo que las montañas y los puertos del Giro son más bonitos, menos pesados que los del Tour. Así que, de doscientos y pico periodistas acreditados, la única mujer era yo. Intentaba arrimarme compañeros como Felipe Recuero, de la agencia EFE, que fue mi lazarillo desde el primer momento y que siempre me arropó.
Los compañeros españoles e italianos también se portaron muy bien, la verdad. Claro, muchos intentan ligar, cómo no. Te tienes que poner un escudo porque bastante tienes cuando llegas. RNE nos daba unos coches para seguir la carrera, aunque el primer año alquilé un coche en Bari, pero luego tú te pegabas tres semanas trabajando en ruta hasta la meta en Milán. Además, tienes que ir moviéndote al mismo tiempo que la carrera. Una gran vuelta no es un mundial de fútbol que tiene sus hoteles y sedes. Puedes ir por la ruta que lleva la etapa, aunque hay que llegar bastante antes. La organización diseña una ruta alternativa, pero, si tienes que entrar en tu informativo en directo, has de ir pegado a la carrera para poder escuchar radio vuelta y saber qué ocurre en cada kilómetro. Esta radio tenía unas frecuencias de onda de alcance de unos quince kilómetros y tenías que mantenerte cerca de esa distancia.
Recuerda que son los primeros noventa y no existían los móviles; de hecho, el primer telefonino lo alquilé un par de años después. Tú tenías que ir parando en las cabinas de teléfono. Vas tomando nota en un cuaderno que te daban de tapa dura y un velcro que te atabas al muslo. Mientras ibas conduciendo y escuchando radio vuelta apuntabas escapada, dorsal tal, y encima vas por carreteras por las que te puedes perder. Nosotros montábamos caravanas de coches de periodistas españoles para que los que no tenían que ir pendiente de la radio guiasen a los otros. Luego en las etapas de montaña no ibas por pueblos donde hubiera cabinas, así que tenías que parar en una granja, pedir permiso y poder llamar a cobro revertido a España, y convencer a la persona, que te había abierto la puerta de su casa, que él no iba a pagar aquella llamada. Luego en las líneas de meta ya había más libertad de movimiento, éramos menos compañeros acreditados y podías entrar por las vallas. Pero aquello era como la guerra.
El de enviado especial es un trabajo que han puesto en valor los periodistas varones. Que te suelten en una carrera con veinte días por delante y entrar cada hora en directo con algo que contar… es lo más parecido a una corresponsalía de un conflicto armado.
En la redacción, cuando Juan Manuel Gozalo propuso por primera vez que fuese yo sola al Giro, el resto de la gente le miró diciendo “pero este está loco, está mandando a esta chica al matadero”. Pero él estaba convencido de que yo era capaz. Sí que fue una osadía, era llamativo, pero ¿por qué lo hacían siempre los hombres? Pues porque en el periodismo deportivo todo eran hombres. Y los enviados especiales a conflictos, también, salvo alguna mujer pionera como Carmen Sarmiento.
En aquella época estaba Nieves Moya que cubría ciclismo en carreras fuera de España y trabajaba para periódicos en Cataluña. Pero no coincidíamos al principio y esto tampoco era lo habitual. En esta profesión, si te decantabas por ser enviado especial no podías compaginarlo con tener una familia. Los hombres sí podían dejar tres semanas a la mujer con los chiquillos en casa, pero también se ponían cortapisas las mujeres que no se echaban contra esos frenos de la sociedad. A mi alrededor había mujeres a las que les gustaba el periodismo deportivo, pero muchas se ponían ellas solas ese freno. Veían todo lo que tenían que abarcar y escogían quedarse en la redacción o cubrir ruedas de prensa, o viajar menos o en momentos puntuales.
Y no sólo el ciclismo; en los Mundiales de fútbol o de baloncesto pasa igual: son mínimo dos semanas de trabajo. En cambio, una amiga mía de la facultad, Carmen Díez pues, al contrario, se decantó enseguida por el deporte en El Norte de Castilla y durante muchísimos años cubrió muchos eventos, balonmano y Juegos Olímpicos. Al fin y al cabo el deporte es de fin de semana. Ahora veo chicos jóvenes que llegan de prácticas a la radio y preguntan si van a librar los fines de semana. ¡Si es que yo estaba deseando trabajar en el fin de semana para cubrir toda la competición, tocara el deporte que tocara! Yo vivía para el deporte; vivía rodeada de mis amigos, de compañeros. Con llevarme mis zapatillas para correr, a mí ya me valía.
Llega el deporte de los años noventa, que son unos años de cierta vergüenza. Mantenemos aquellos nombres por nostalgia, pero el dopaje se está comiendo a todo tren el relato deportivo. Pero esos noventa también coinciden con la explosión de la información deportiva en España. Hay hasta unos Juegos Olímpicos en casa. ¿Se logra informar sin ampliar el foco más allá de las clasificaciones y las medallas?
Muchos profesionales de TVE sirvieron a la RTO, la radio televisión olímpica, dado que son contratados porque son los mejores del mundo en sus campos. Yo cubrí los Juegos de Barcelona 92 para RNE. Eran los primeros juegos en casa y había que echar el resto porque era tener el mejor deporte del planeta en nuestra casa. Entendí que no había que contar aquello de otra manera. Éramos los que sentíamos la información deportiva de cada día, quienes sentíamos que aquello era diferente. Mientras que el Mundial 82 lo viví como espectadora, los Juegos de Barcelona producen otra emotividad. Pero yo tampoco sentía que hubiera que decir que eran los mejores juegos, ni que éramos los mejores deportistas, no. Te limitabas a informar y a contar lo que sucedía.
De nuevo pasé mil horas en la Villa Olímpica que, como además estaba la vela al lado, me dio la oportunidad de cubrir todo aquel botín de medallas desde el pantalán. Sí que periodísticamente esos Juegos eran más responsabilidad, pero yo nunca he sentido que hubiera que vender país. Se vio sobre todo una preparación muy específica con el programa ADO para los Juegos de Barcelona. En los propios deportistas notabas los años previos de especialización y ese salto de calidad. Comparándolo con Seúl veías esa profesionalización de los deportistas y de su entorno. Llegaban preparados después de concentraciones de alto rendimiento muy largas. Cuatro años antes, cuántos deportistas han llegado a competir trabajando a diario.
¿Y ellos respondían de manera más madura a la hora de comunicarse con la prensa?
Sobre todo, había mucha naturalidad y mucha cercanía. Recuerdo estar hablando tranquilamente con José Luis Doreste, Teresa Zabell, el equipo de balonmano, si bien la selección de baloncesto no acudió tanto a la prensa porque imagina el ánimo tras la derrota del angolazo. Pero oye, aquellos a los que les iba bien, los atletas que triunfaron en el estadio, llegaban a la Villa Olímpica con otra cara. Presenciabas el momento del reencuentro con el médico que le había estado cuidando y asesorando y escuchando, con sus fisios, con quienes tantas confidencias tienen. Viví toda aquella familiaridad de la Villa y los equipos humanos completos.
Te estaban llegando por fin las mejores historias para contar.
No sé si es bueno o malo pero, al ser de las pocas mujeres del mundo del deporte, todo el mundo se queda contigo, con tu cara. Saben desde el minuto uno quién eres. La cercanía que puedes tener con los deportistas y su entorno la rentabilizas mucho más. Llamas e inmediatamente ya saben quién es Ana José Cancio. Pero sobre todo te permite encontrar esa parte humana una vez competían, o los nervios previos a la competición. Recuerdo el ejemplo del lanzador de peso Manolo Martínez en Atlanta 96, el mejor lanzador español, que no pasó a la fase de mejora (tras los primeros tres lanzamientos; Ndr) y llegó destrozado a la Villa Olímpica. Hicimos un aparte los dos, y se estuvo medio confesando conmigo. ¿Qué nos vinculaba? Pues que él es de León y yo de Palencia, poco más. Pero a partir de ahí se estableció una amistad.
Era un gran atleta que llegaba muy fastidiado, muy dolorido, pero eso ellos no te lo cuentan en la zona mixta del estadio porque tampoco va nadie a preguntarle sobre un potencial fracaso. Sobre todo nos acercamos a los deportistas cuando triunfan, no cuando no han cumplido las expectativas. En realidad, que un debutante en lanzamiento de peso en los Juegos no haya progresado a los seis mejores, no es una gran noticia, pero él no se sentía bien y solamente lo suelta todo conmigo. Un periodista ha de estar presente ahí para luego poder contar las cosas.
Ahí, o metida en primera línea
Esa siempre ha sido mi manera de proceder como reportera. Imagina en los Juegos de Atlanta, donde hay una seguridad extraordinaria, fuera de lo común dentro de los juegos que he vivido. Pues yo conseguí estar detrás de la línea de meta, en la contrarreloj de ciclismo donde Miguel Induráin fue campeón olímpico y Abraham Olano plata. Era una zona donde sólo estaban los auxiliares esperando a los ciclistas y no se permitía que hubiera periodistas, pero allí conseguí arreglármelas para tener las primeras entrevistas de los dos ciclistas fuera de la zona mixta, justo después de meta, siempre respetando su recuperación.
En los 90 se empiezan a ver muchas caras nuevas en una televisión que está explotando a todos los niveles. Arrancan un montón de rostros femeninos: María Escario, Paloma del Río, Olga Viza.
Mercedes Milá antes ya había hecho cosas de automovilismo. Pero María Antonia Martínez, insisto, ya retransmitía baloncesto antes, con Héctor Quiroga. Por fin se valora hoy día que haya mujeres retransmitiendo fútbol, pero María Antonia aquellos años ya era una pionera. Luego llegó el grupo con Olga Viza, María Escario, Elena Sánchez, que ahora es la presidenta de RTVE y que también empezó en Deportes. Paloma del Río llegó sobre el 87. Sí, un grupo pero más en la tele. En RNE Marga Lluch y yo, de una forma totalmente innovadora, hicimos el Giro de Italia del 95 y que fue el primero que yo retransmití en cabina, en directo. Éramos Margarita, un técnico y yo. ¡Dos mujeres haciendo ciclismo, eso sí que era la leche!
En el deporte más cafre y más de pueblo y de pobres y de tíos.
Sí, sí, pero que tenía en España una legión de seguidores. Habíamos tenido primero a Ángel Arroyo, Perico Delgado, Induráin, a Joane Somarriba. Ha sido siempre unos de los deportes del pueblo, deporte de radio y de tele porque oye, con tantos paisajes y tal pero, en aquellos días la radio… Tenías que ver a los maestros. Esos eran los periodistas colombianos de Radio Caracol. Te puedo decir que la mitad posiblemente se lo inventaban. Si no tenían para pagar un puesto de comentarista con un monitor, se quedaban escuchando radio vuelta. Pero tenían tal capacidad de recrear lo que estaban oyendo que te quedabas a cuadros. Mirabas toda la tribuna en meta en el Tour de Francia, donde había que pagar un dinero para tener puesto fijo, monitor, vista de la meta, todo. Y ellos estaban a un lado en una mesa o en las escaleras y eran capaces de contar todo aquello, si no con fidelidad, al menos con un espíritu muy radiofónico.
¿Tras un micrófono te echas a la espalda esa responsabilidad de que imaginen lo que les voy a contar?
Sobre todo, claro, ahora es mucho más arriesgado con tantos medios. Si se está viendo todo no puedes inventar, no puedes adornar nada. En la radio cuentas que este corredor está desfalleciendo, pero igual no es tanto, no exageras. Pero con imágenes no puedes ser tan… (duda un segundo) tan lírico. Pero sí, con la radio tienes la responsabilidad de contar y emocionar.
Has cubierto toda una generación del ciclismo que no tiene desperdicio ninguno. Desde Delgado y Fignon a Bugno e Induráin, Ullrich…
Sí, y Marco Pantani y todos los Tours de Lance Armstrong. Y el caso Festina. Uno de los momentos más duros que he vivido fue ese Tour del 98. Hice primero el Mundial de fútbol de Francia y de ahí, sin solución de continuidad, de cabeza al tour de Francia del dopaje, en que detienen el cargamento con el coche de medicamentos prohibidos de Festina, y Pedro González en la retransmisión y yo de reportera; y donde me pasé toda la carrera de gendarmería en gendarmería. Tuve que aprenderme todas las leyes francesas en relación con la posesión de sustancias dopantes y contar cómo lo estaban viviendo los equipos españoles, cómo se fueron todos del Tour de Francia, y ver algún periodista que les ayudó a huir con ciertas cosas que seguramente había que ocultar. En fin, eran años muy oscuros en el ciclismo. Siempre hemos visto cosas la gente que hemos vivido este deporte desde dentro, porque además coincides con los equipos en los hoteles porque somos una familia. Ten en cuenta que en el Tour somos una familia de cuatro mil personas moviéndose juntos de un lado a otro.
Pero el circo tiene que seguir.
¡Por supuesto que todos los equipos tenían que llevar médico! Es un deporte tan brutal que de un día a otro no se puede recuperar un ciclista. Visto en perspectiva, efectivamente estaba todo el pelotón sometido a una exigencia cada vez mayor; todos los días se les pedía batalla; cada vez se les pide más kilómetros y más puertos. Los patrocinadores exigen un espectáculo y rendimiento publicitario. Además, los ciclistas ganaban de una manera muy desigual: sólo los líderes ganaban un sueldo en condiciones. Podías imaginar que los ciclistas se tomarían cualquier cosa solamente para terminar las etapas. Y todo ello estaba aceptado de modo intrínseco a la exigencia del deporte. Pero no se imaginaban que se estaba jugando con la misma vida de la deportista.
Pero si desde juvenil ya te ofrecen medios y con el historial de cadáveres y drogas que tiene el ciclismo históricamente, ¿hasta qué punto no eran conscientes?
Más en el ciclismo de aquella época que ahora, la mayoría de los ciclistas no eran gente muy versada. Eran gente muy sencilla, muy noble, y que entendía que aquello era lo que tocaba. Para estar ahí y mantener un contrato en un equipo profesional, y ayudar al líder cuando tocaba, había que aceptar carros y carretas. Luego ese ciclismo no tiene nada que ver con carreras de un día. La especificidad del ciclismo es esa: están compitiendo a un altísimo nivel, con una exigencia máxima, durante tres semanas. No por otro motivo, ya en los dos mil se introdujo un día de descanso cada semana porque se les estaba pidiendo unos sobreesfuerzos inhumanos. Pero podías disfrutar de relatar todo porque al final éramos eso, unos titiriteros que íbamos de ciudad en ciudad.
Y sí, podía haber mucho paternalismo con ser la chica que entrevistaba, pero siempre nos tratamos unos a otros con mucho respeto. Y había que aprovecharse de ser conocida con ser la única mujer, llegar al mismo podio donde estaban coronando a Induráin. Pero ojo, los off the record siempre se respetaban. A los deportistas los traté siempre con mucho respeto y sabía que había cosas que no se podían contar. Me ganaba su respeto y por esa misma razón obtuve muchas entrevistas exclusivas que otras personas podrían haber no accedido. El estar con ellos de enviado especial siempre lo convierte en algo muy familiar. Y ellos se abren en una convivencia que ahora es mucho más complicada.
Al final el periodismo se hace en la calle.
Cuanto más contacto tienes con los deportistas, mejor. No tiene que ver con ahora que hacemos muchas entrevistas por teléfono y online. Que te vean las caras, cómo eres, que te cojan confianza. Yo lo tengo clarísimo y es que la radio es el periodismo de calle. Y lo pasas mal cuando cambias a la televisión porque estás acostumbrada a dar la medida real de tu capacidad como periodista. En la tele, como dependes de un equipo, si tienes un buen cámara y un buen especialista de sonido, para una pieza de un minuto de telediario, muy tonta tienes que ser si el cámara ha sacado buenas imágenes para no hacer una información coherente. En la radio te expones dado que no hay una imagen que te cubra.
Y eso acaba siendo una tarjeta de visita del profesional.
He podido tomar parte de la información en los años heroicos del ciclismo español en los Campeonatos Mundiales, con Óscar Freire y sus tres arcoiris. De hecho, estábamos en 1999 en Verona su novia y yo por la zona de llegada, y la pobre recurrió a mí para poder acudir al podio. En el mundial de Lisboa de 2001 teníamos tal sintonía entre los equipos de ciclistas y el equipo de TVE que terminamos todos celebrándolo en la piscina del hotel. Profesionales y cámaras, nos consideraban unas personas con las que podían compartir alegrías y tristezas.
Aunque levante envidias y a veces se desmanden las cosas en las líneas de meta. Hablo de tu bronca con José María García
José María García era uno de los dueños de Unipublic, la empresa organizadora de la Vuelta a España. El único acontecimiento donde coincidía con él era la Vuelta. Los dos hacíamos las líneas de meta y las entrevistas. Estábamos en Torrelavega, en la Vuelta de 2001. La etapa llegaba al velódromo del complejo deportivo llamado Oscar Freire por el héroe de la ciudad, que ya había sido campeón del mundo en Verona y bronce en 2000 en Plouay. No me corría prisa la inmediatez de entrevistarlo porque en esos días hago los Telediarios y dejé primero que los compañeros de radio, que necesitan esa urgencia, hagan su trabajo. Tres cuartos de hora después Freire ya está tranquilo, parece que ha atendido a todas las radios con quienes me llevo muy bien, y le pregunto si podemos grabar la entrevista para Telediario. Estamos grabando, y en ese momento se mete García por en medio, interrumpe con su micrófono «venga, vente que está por ahí tu familia y tal». Le digo que se ha metido en mitad de una entrevista. Y García va escalando en plan energúmeno; que quién era yo para decirle a él cuándo y dónde hacer las entrevistas. Que qué me creía yo.
Se puso como un energúmeno, como luego quedó grabado en algunas imágenes que tomó TeleCabarga. Él seguía con que yo lo iba a pagar, que ojo con lo que había hecho. Yo no entré al trapo mientras él estaba montando un espectáculo lamentable al creerse dueño de las metas de la Vuelta Ciclista. Nadie se le podía interponer. Cuando deja de decir barbaridades y de provocar, el propio Freire le dice «voy a terminar la entrevista con Ana, con TVE, y ahora voy contigo». Y aquello se zanjó, pero García me la tenía guardada. No contento con eso llamó a Mari Carmen Izquierdo, directora de Programas Deportivos de mi cadena. Pidió literalmente que me sacaran de la Vuelta y me mandaran para Madrid. Y ella le dio credibilidad a él. Hasta que Alfredo Urdaci, mi jefe en la Dirección de Informativos, me llamó, me dio la oportunidad de explicar mi versión, y por supuesto yo continué en la Vuelta hasta el final. Tampoco les di más importancia porque García se puso en evidencia, mostró el tipo de persona que era. Yo iba a lo mío, a mi trabajo, cosa que él no hacía.
Eres una periodista todoterreno. Otro de tus frentes de pasión es el basket. Y eso que te toca una etapa de aquel baloncesto tan criminal para la afición como los primeros noventa.
Baloncesto hago desde los ochenta. No tanto en la cabina sino abajo en la pista con el inalámbrico. Mi labor era apoyar la retransmisión con lo que en televisión no se ve. Por ejemplo puedes estar muy cerca de los banquillos. En aquella época nos dejaban sentarnos al lado del banquillo con el inalámbrico y se oía todo lo que se cocía ahí. Me tocó cubrir toda aquella etapa. Estaba un día preparándome para ir a la ciudad deportiva del Madrid cuando me llaman en plena previa del Madrid – CAI Zaragoza. Las noticias que nos llegan al pabellón son que ha fallecido Fernando Martín en un accidente en la M-30.
Fuimos donde llevaron el cadáver, donde lo evacuaron, las primeras ruedas de prensa de los médicos, todo, fue una época dura e interesantísima de contar. En los 90, los dos mundiales que cubrí fueron los de Argentina y de Hamilton. La fase final que no viví, por la eliminación de España, la de los ocho mejores en Buenos Aires, me permitió ir a la fase de los perdedores en Salta. Imagina, una zona paupérrima en el norte de Argentina, donde las historias de la gente pasaban a ser el primer plano. Para la gente de Salta el mundial suponía que les visitara gente de todo el mundo. Allí, en la frontera con Paraguay, te encuentras una zona muy empobrecida. Nosotros seguíamos cubriendo los partidos, pero hasta los jugadores caían en un desánimo porque jugar no tenía mucho aliciente, pero conocí una parte de Argentina que recuerdo como conocer mundo, gente mestiza muy humilde, que estaban deseando que les contáramos cosas de España. Y en Hamilton, ya que eliminaron a España de nuevo pues nos fuimos a conocer las cataratas del Niágara (risas).
En Atlanta 96 cubres tus terceros juegos que serían los últimos en directo
Son mis últimos porque estoy en Radio Nacional y al año siguiente pasé a televisión. En Atlanta todo es muy intenso. Hay hasta un atentado en el parque olímpico que perturbó todos los juegos un poco. Mientras yo estaba adquiriendo un estatus profesional importante, en el 97 entra a dirigir los informativos de televisión Ernesto Sáez de Buruaga. Y en ese momento los informativos pegan un cambio brutal. Se venía de hacer un bloque de informativos de media hora y un par de minutos de deportes, y se pasa a un informativo de casi una hora, con doce, quince minutos de deportes. Pasa J.J. Santos a RTVE y tiene para información deportiva hasta veinte minutos. Ernesto me llama sobre febrero porque les hacía falta gente con ese nuevo formato. De todos modos, Atlanta fueron los últimos juegos que hice en vivo porque mi especialización de ciclismo los hacía incompatibles. Estaban siempre programados entre el Tour y la Vuelta. Hacer tres acontecimientos deportivos seguidos era una barbaridad, y por eso iban otros profesionales.
Pero algo totalmente diferente sí que sería aquello.
Uf. Algo que se notaba de lejos que estaba en manos de una organización privada. Imagina privatizar el desplazamiento en los Juegos. El transporte olímpico es absolutamente crucial para deportistas y medios. Pues a los conductores de la mayoría de autobuses en Atlanta los habían traído de un día para otro, no conocían bien el recorrido, se veía todo muy subcontratado e improvisado. No falta de profesionalidad, pero si te traen dos días antes es imposible que sepas localizar correctamente el carril olímpico o cómo ir de tal a cual escenario deportivo. Periodistas y deportistas llegaban tarde a las competiciones porque las lanzaderas les habían llevado a otro lado. La ciudad tampoco me pareció tan hostil. Cubrí la gimnasia en directo y la medalla de aquel equipo, por supuesto la Villa Olímpica, que ya era un filón para mí.
Verías a Martín Fiz llegar cabreado por quedarse en puertas de una medalla olímpica por quizá una decisión táctica.
Sí y, además, yo hay algo que todavía tengo pendiente de preguntarle; creo que no se ha llegado a confirmar pero en su momento lo conté porque mi fuente era buena. Martín terminó ingresado en un hospital después de esa maratón y le estuvieron recuperando varios días. Le vi llegar cabreado pero inmediatamente desapareció. Y una fuente buena me contó que estuvo a base de suero mientras le recuperaban del esfuerzo brutal, porque estaba absolutamente exprimido. Si me lo contaron un poco para justificar lo de no lograr la medalla que todo el mundo pensaba que iba a conseguir, pues no lo sé, pero ya se lo preguntaré un día a Martín, porque tengo confianza suficiente con él.
Se habla siempre sobre famosos y grandes titulares pero tú te centras en tu última etapa en los nuevos formatos de radio. Deportes minoritarios y el papel de la mujer en él.
Es algo que he mamado en RNE. En Televisión Española, como servicio público que es, este tema se ha tenido siempre muy presente. Hablando un día con Paloma del Río me dijo que su primera transmisión fue un Campeonato de Europa de tenis de mesa en Granada. Siempre se ha estado con todos los deportes aparte de cubrir grandes eventos de fútbol, el Madrid, la séptima en Ámsterdam. Pero yo soy más del deporte minoritario. Lo que pasa es que hay un momento en mi vida crucial. En TVE tienes por un lado la Dirección de Programas y Retransmisiones Deportivas, y por otro la Dirección de Informativos que tenía su sección de deportes, que es de la que yo dependía. Para los telediarios, vaya. Así que en 2005, estando acreditada ya para el Tour con el equipo con Carlos León como cámara y Juan Yela como técnico de sonido, dos meses antes le digo al jefe de deportes del Telediario, Julián Reyes, que no voy porque estoy embarazada y que no me conviene ir. No es un embarazo de riesgo, pero veintitantos días es mucho tute.
Entonces surge un conflicto con esa Dirección porque decide que mi puesto se cubra con alguien en prácticas y que no ha visto una bicicleta más que la que tiene aparcada en su casa. Toda la experiencia, todo el prestigio de nuestra cadena en un Tour se lo dan a cualquier persona. ¡Pero si es el tercer evento deportivo más seguido del mundo! Me indigné y se lo afeé delante de la redacción y ahí empezó mi calvario en TVE. No fui al Tour y desde ese momento Julián Reyes me mantiene en la redacción de Telediario pero deja de darme trabajo. Se lo cuento al director de Servicios Informativos, Fran Llorente, pero dice que él respalda esa decisión.
¿Si hubieras sido un hombre no habrías sufrido por una renuncia así?
Fue por afear una decisión en público a Reyes, que igual no valoraba mis conocimientos y experiencia, que quizá hasta tenía yo más que él. Durante este tiempo, hasta que doy a luz en un bullying de libro, inmediatamente me intentan apartar, que estando embarazada lo mismo estoy más cómoda en otro sitio. Que si quiero mejor un horario fijo y en otro sitio. Yo alucino, aprovechan algo que quizá tenían ya planteado, y les digo que no, que yo estoy comodísima currando, que estoy embarazada pero no enferma. Yo les he avisado con tiempo suficiente para reemplazarme en Francia. A mi vuelta del parto me llaman para que directamente no me incorpore a la redacción sino que me vaya al Canal 24 horas. Ni por escrito ni nada.
Resumiendo, me someten a un acoso importante, me reincorporo a mi puesto en telediarios y me sientan ahí sin darme trabajo. En las conversaciones siguientes se mantienen en sus trece. Lo denuncio en 2007 hasta por escrito a la presidencia de la corporación (entonces era Luis Fernández) y ya sólo me queda ir a juicio o moverme dentro de la empresa porque ya estaba cayendo en una depresión. Finalmente, fui a Retransmisiones donde estaban encantados de recibirme y entonces me ofrecen dirigir Teledeporte 2.
Presentado por Lourdes García.
Exacto. Ahí me valoran, me ponen a dirigir un programa, regreso a la Vuelta en 2007, con mi nuevo equipo por esa bicefalia de TVE, todo esto criando yo sola un niño de año y medio, con lo que no podía estar llegando a diario a casa llorando. Y es entonces cuando se plantean los Juegos de Pekín 2008 a los que estoy acreditada, con el plan de trabajo, voy a hacer esgrima, todo está listo. Pero tenemos dos o tres rifirrafes Javier Tola, jefe de deportes, y yo y me saca del equipo de Pekín y me dice que me quede cubriendo desde aquí tanto los Juegos Olímpicos como los Paralímpicos. Fue un momento muy duro porque además nombran a Julián Reyes nuevo jefe supremo unificando deportes, de informativos y retransmisiones. Lo primero que hace es quitarme de en medio de televisión. Me manda a mi plaza en RNE de inmediato donde de nuevo no tienen sitio en deportes y ahí estoy yo, después de 25 años de especialización.
Por tanto, ya desde 2008 regreso al sitio donde saqué la oposición en RNE. Primero en Radio Exterior, que se sigue considerando un castigo, pero que no lo es, ojo, aunque realmente hablas para los pesqueros del mar del norte y que ahora con internet, ya ves, y para las cuatro monjitas que están vete a saber dónde. Y, desde 2011, en programas, variando de uno a otro. Por tanto, nada de deporte específico.
Arrancas con La Esencia del Deporte.
Eso es; en el programa de Las Mañanas de RNE empiezo con una sección llamada así. Vuelvo a entender que ese capital de periodistas especializados se está perdiendo. Los jefes de deportes lo que quieren es un machaca que esté full time, un día al partido, otro lo mandan al entrenamiento del Atleti, y ya. Hablando con Pepe López Terradas me decía que lo que yo ofrecía era de mucha calidad, de profundidad, investigación, nada, pero ellos pedían fundamentalmente alguien que hiciera el micro de batalla que yo ya hacía hace treinta años. Y creo esa sección de Esencia del Deporte, que irá conmigo metida en programas donde vaya, que va a ser contar lo que a mí me dé la gana, como dice mi compañero Carlos Beltrán.
Y te liberas de la dictadura del minuto.
Después de todos estos años, se acabó la dictadura del minuto para entrar en directo y aquello del Minuto y Resultado. Ahora busco el lado humano del deporte, el deporte minoritario, denuncias, los reinos de taifas que son las federaciones, las decisiones del comité técnico de tal sitio. Y ha ido pasando desde 2008 como sección dentro de Las Mañanas, luego a Solamente una vez, en Tarde lo que tarde. Cuando me cambiaban de programas yo informaba de las demás cosas, que si hay que preparar una entrevista con Dua Lippa, bien. Pero además yo metía mi Esencia del Deporte por todos lados. Hasta que lo convertí en un programa en Radio 5, que es lo que es ahora. Veinticinco minutos específicos semanales. Y ahí hablo desde con una veterana y una novel en la selección femenina de waterpolo, de campeones del mundo de salvamento y socorrismo a los que el director técnico no los convoca al Mundial en España por no asistir a una concentración ¡que hacen en verano, cuando los socorristas están todos trabajando! De repente ahora estoy en la gloria porque hay muchísimas cosas que contar y sobre todo termino interiorizo una cosa: soy mujer pero ¿cuántos acontecimientos deportivos en categoría femenina he cubierto yo? ¿Cuántas noticias he contado relacionadas con mujeres?
¿Te han rechazado alguna vez material por tratarse de deportistas femeninas?
No; para eso siempre ha habido una sensibilidad en la empresa. Pero si resulta que los eventos siempre son en categoría masculina, los Tours, los Giros, los mundiales de fútbol, y nunca se cubría nada en categoría femenina. Ni RNE ni nadie. ¿Qué cubrías? Pues partidos de Arantxa Sánchez-Vicario, Conchita Martínez, información sobre algunas estrellas puntuales como Teresa Zabell. Y solamente en Juegos Olímpicos o Roland Garros en sus partes finales. Pero no se iban a cubrir campeonatos en categoría femenina incluso de deportes potentes, basket ni fútbol. Puntualmente la gimnasia de los Juegos Olímpicos. He podido hablar con mujeres deportistas en los Juegos y en ciclismo en los Campeonatos mundiales con Dori Ruano y la gran Joane Somarriba, a la que ojo, habría que hacer un monumento porque es una ciclista que ha ganado Giros y Tours. Pero esa era toda la cobertura.
Hiciste también Más altas, más rápidas, más fuertes.
Estuve solamente una temporada en 2021/22, porque se le terminaba el contrato a Andrea Oca, ya que el programa era un proyecto personal de ella. Me encargo yo porque eso no se puede perder. Su proyecto iba a desaparecer con ella y Radio 5 siempre ha sido de los medios pioneros en tratar el deporte de la mujer de forma específica. Con lo que digo que no puede ser, que me encargo yo de este quesito (espacio breve). Si me pongo en el lugar de la dirección de Radio 5, eso es una obligación de la radio pública. Una información así la tiene que hacer la redacción de deportes de RNE, no puede sostenerse por el proyecto de una persona como Andrea Oca o yo sustituyéndola: tiene que tener el compromiso con las noticias de todos los deportes en todas las categorías. Ese compromiso no se puede ir mendigando, sino que se tiene que hacer desde esa redacción, en la que en ese momento no hay esa sensibilidad.
Ahora compaginas deportes y también como documentalista.
También soy guionista del programa Documentos RNE, uno de los más prestigiosos y premiados de Radio Nacional. Es un registro, el del documental periodístico, que me atrae mucho. Por ejemplo, recientemente hemos estrenado uno sobre los días de terror que rodean los atentados de los Juegos de Múnich 72.
¿Sales a correr casi a diario?
No sólo hablo de deporte y con los deportistas sino que también soy practicante disciplinada. El deporte me ha dado siempre mucha energía para manejarme en este mundo masculino del periodismo deportivo.
Te homenajean desde varias esferas. Sin ir más lejos la primera Carrera de la Mujer, formato que todavía levanta ampollas en el siglo XXI.
Esta sociedad se está radicalizando. Las mujeres creemos en esa carrera y en general apostamos por ella porque no es el concepto de carrera, sino que se trata de juntarse las mujeres para hacer actividad física. Da igual tu ritmo y condición. Es hacer actividad física en un ámbito en el que importamos y somos las protagonistas. Fíjate, yo he peleado en un mundo absolutamente de hombres y hasta hace diez o doce años no he podido reconocer que era un patriarcado absoluto, cómo estábamos discriminadas las mujeres en el periodismo deportivo. Empiezo ahora a entender que la discriminación positiva es totalmente necesaria. He tenido la suerte, me la he buscado claro, de que se me ha valorado, pero mis jefes anteriores en RNE no me habían dado la oportunidad que me dieron luego Juan Manuel Gozalo, Santiago Peláez o Miguel Ángel Escamilla. Ellos entendieron que yo llevaba esta profesión en la tripa. Que me valoraran y mandarme sola a hacer un Giro de Italia no lo había hecho ni mi enorme amigo Pedro González. Luego ya, al año siguiente, sí, ya fue Iñaki Cano, pero la primera fui yo. Fíjate, la tónica podía haber sido tú atada a la pata de la mesa y haces redacción, haces mesa, y me habrían hundido porque yo soy una periodista de calle. Tienen que creer en ti, yo tuve esa suerte.
Que haya un espejo para que las niñas no dejen sus sueños con doce o trece años.
Soy como soy porque se lo he visto a mi madre. Muchas mujeres habrán preferido no trabajar y quedarse en casa pero yo no entiendo que una mujer no sea independiente. Si puedes trabajar, aunque tengas una pareja en casa, el trabajar te da tanta riqueza de relaciones, de independencia, me parece esencial. Y practicar deporte es lo mismo. ¿Tú crees que todavía hay niñas que dejan de hacer deporte a esas edades? A ver, en mi familia no, pero hay aún patios de colegio donde las niñas quieren jugar al fútbol. Les dicen que fuera, que eso es de chicos. El ejemplo de Alexia Putellas me parece importante, quizá para ella supone demasiada presión, pero los referentes son muy importantes. Los medios tenemos cierta responsabilidad con ciertos deportes, que los hemos enmascarado y puesto el foco en que muchos deportes son exclusivamente masculinos. Por ejemplo, el rugby, que parece que las chicas que lo vayan a practicar serán unos chicazos o unas brutotas, o la halterofilia, deportes siempre muy masculinizados. En cambio, de pequeña no se me olvidará ir a jugar al fútbol, y eso que eran los años sesenta, jugar con mi amiga Conchi y con los niños al Campo del Bache. Pero nunca me dijo mi madre “pero cómo vienes de jugar al fútbol”. Esa es la libertad que me dieron y que entiendo yo.
Enorme Ana José Cancio, persona y profesional
abrazos y reconocimiento
Muy buena entrevista. A ver si alguien le dice a quien sube los programas de Radio 5 a iVoox que suba también «La esencia del deporte»
¡Qué valor!. Afirmar con dos c….. que vio a periodistas ocultando sustancias de algún equipo y no lo denunció. Alucinante la manera en que vende el resto de la entrevista. Solo por ese detalle el resto de la entrevista yo no merece la pena.
Más que una entrevista, es la biografía de Ana José Cancio.
Gran profesional he sido compañero y amigo durante 32 años en Radio Nacional de España.
Mujer con fuerte carácter y gran luchadora.
Felicidades a la entrevistada y entrevistador.
Paco Peña
Necesitamos muchas más Anas Cancio!! gracias por estar ahí y al entrevistador por rendirle homenaje con su trabajo.
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