Segundo Tour para Jonas Vingegaard. El Tour del gran duelo, el que mantuvo diferencias escasas durante casi veinte días, el de los marcajes, las miraditas, el «está todo igualao». El Tour que terminará siendo «Crono+Loze», con exhibición danesa y petada de Tadej. Ya acumula Vingegaard más Grandes Boucles que Riis y Rasmussen…
Sean ustedes bienvenidos a estas tres semanas en las que nos dio para divertirnos un huevo.
Que dure.
Qué bonito es el Tour, y qué de landistas hay
Salía el Tour este año de Euskadi. De Bilbao, para ser más exactos, que llevan muy a gala los de Bilbao ser de Bilbao. Salía el Tour de Euskadi, con etapa bien dura, con bochorno, con más gente en las cunetas que veces ha ido Will Smith al programa ese del bajito pelirrojo. Espectáculo gordísimo (la etapa, digo, lo otro ya tal). Ganó Adam Yates, que entró con Simon Yates. Hermanos, gemelos y residentes en Madrí (nah, es bromi… viven en Andorra, como todos), tres semanas andando juntitos, tres semanas mirando por el bien familiar antes que por sus respectivos maillots…
Se vieron cosas, ya, aquel primer día. Subían unos cuantos puertos (y doscientos catorce repechucos de matar piernas), y terminaban a poco de coronar Pike Bidea, que es un ramal innecesario para subir Artxanda, con pendientes de abandonar la bici. Antes cayeron Richard Carapaz y Enric Mas. Seis meses preparando el Tour y… Es injusto, el rollo. Es, también, motivo de reflexión, de que, quizá, conviene hacer algo antes (por Mallorcas o Valencias), y tener granerito…
Luego, en Pike, fue primero Pogačar, segundo Vingegaard, cuarto Adam Yates, quinto Simon Yates. Se coló Victor Lafay, pero… Por si luego les dicen a ustedes mierdas sobre ir construyendo forma durante veintiún días…
Al día siguiente ganó Lafay. Todo el finde anduvo cerca van Aert, que jugó sus bazas (con poca fortuna), y bregó para Jonas (con mucha eficiencia). Parecían picadetes uno y otro al principio del Tour, entre medias verdades y silencios incómodos. Al final todos felices, porque hasta Míchel y Hugo se abrazaban después de meter goles…
Detalle… Por el País Vasco hubo locura con Mikel. Con Mikel, con Mikel Landa, hostias, ya, con el landismo, con todos los paisanucos cantando y berreando entre calimochos, patxaranes y carcajadas por doquier. Es tan incomprensible ese tema que hasta publicamos un libro para deshacer incertidumbres… y solo se logró despertar más sonrisas. En fin… Fueron los mejores días de un Landa que hizo Tour azuloscurocasinegro. Vamos, que negro. Vamos, que fatal. Horrible. No importa, porque su reino no es de este mundo, y porque las mejores victorias no aparecen en el palmarés.
(Aunque un poco de palmarés podías haberte currado, Mikel, tío, Mikel, con lo que te queremos, Mikel, que han ganao en este Tour todos los vascos de Ismael Lejarreta en adelante, Mikel, y tú sigues ahí, Mikel, con lo del cariño, que te tenemos cariño, Mikel, pero vaya Tour, Mikel).
Pirineos. Que llegaban pronto, los Pirineos, este año. Y llegaban con todas las de ley, encima. Etapa loca con Soudet y Marie Blanque, escapada desde lejos (desde su puta casa), trescientos diecisiete paisanos por delante, algunos con pedigrí, van Aert tirando como si alguien debiese jornal, Jai Hindley que arranca pasando el Molino de Barescou y consigue su victoria más bonita. Maillot amarillo, premio doble. Ojo.
Detrás… pues arreón loquísimo de Vingegaard, y Pogačar no hace ni el amago de salir, no se alza sobre los pedales, corona con catorce reguleros cerca. Minuto y pico para Jonas, sensaciones agridulces… qué locurón hoy, qué pronto quedó sentenciado. Que si la muñeca, que si preparación, que si el líder es Adam Yates. Dónde y cuándo van a eliminar al esloveno. Quo vadis, Tadej.
Conclusión: Hindley aguantará menos que una chuta en el camerino de Steven Adler.
Al Tourmalet lo han minusvalorado y humillado varias generaciones de ciclistas. Los del ataque en vallas, los de «queda mucho», los de «guarda, guarda, que esto es muy largo». Al Tourmalet, este julio, lo quisieron honrar campeones ciertos, campeones grandes, campeones para escribir libros.
Fue pasando La Mongie, justo donde está ese hotel con forma de pirámide que es la construcción más fea del mundo. Allí Kuss aceleró, allí Vingegaard fue a rueda, allí quisieron darle matarile a Tadej. Y, allí, justo allí… Tadej responde. Hindley aguanta con ellos cien metrucos y luego se deja caer, impotente (y algo cobardón, para qué engañarles, porque si calzas amarillo debes exhibir ambiciones, Jai Hindley, que casi me haces respetarte en Laruns, Jai Hindley, que no conozco tu cara y has ganado un Giro, Jai Hindley, no me jodas, Jai Hindley, que te mueves entre el palmarés y el anonimato).
Desde allí hasta Cauterets (donde Indurain, donde Loroño)… pues locomotora. Van Aert decisivo, récord en el Tourmalet (récord que bate récord de los que usted no quiere oír, récord de tiempos en que los ciclistas tenían ferraris y abrevaban por fuentes), locura subiendo desde Pierrefitte-Nestalas. Tadej que lleva rostro de ir chupando limones, Vingegaard con su aspecto macaulayculkinzado, con su máscara a lo esfinge, con su movimiento de C-3PO. Jaque mate loading… solo que fallo. Que ataca Tadej, que aprieta Tadej, que parecía difunto pero no, que le tomaban medidas para ataudes pero no. Arranca Tadej, sufre Vingegaard, pierde metros al final, en el falso llano, como quien pierde monedas de cinco duros jugando al Ghost and Goblins. Etapa para Pogačar, mordisquito al danés. No recupera lo de Marie Blanque, pero pescozón…
El resto fueron victorias de Philipsen (tremendo Tour con tremendo bochorno), de Pedersen y una vuelta del Puy-de-Dôme algo descafeinada, porque el Puy-de-Dôme tiene, hoy, más historia que efectismo, y allí no había público, ni curvas, ni nada que no fuesen recuerdos de Anquetil y Bahamontes. Que, ojo, te tiro yo cien años con recuerdos de Anquetil y Bahamontes. Ganó Woods, volvió a recortar Pogačar, espadas en alto, qué bonita la Grande Boucle.
La primera semana fue, en 2023, calostro de bares y promesas.
Españoles, descensos y vallazos
Segunda semana y éxtasis absoluto para los españoles, como cuando caen Inmaculada y Constitución en martes y jueves. Un poco menos, porque eso es inigualable, pero ya saben… No se trincaba etapuca desde los tiempos de Eduardo Chozas (grosso modo) y, pumba… tres. Días alternos, además, que viene maravilloso para descansar y bajarse a la playa. Pello Bilbao (pepino de Tour, oigan), Ion Izagirre (tiene más oficio que un fontanero con colilla los en labios y la raja del culo al aire) y Carlos Rodríguez.
Este último destacó especialmente, porque rumoreó pódium por aquel entonces, apañó triunfo en sitio con pedigrí y tiene edades para pensar cosas de espesor. Vamos, que gasta veintidós añucos, y usted con veintidós añucos tenía dificultades para verse etapas del domingo, con toda la resaca sobre hombros. Pues Carlos Rodríguez no, Carlos Rodríguez está ahí, con los buenos de las bicis, ganando, exhibiendo en entrevistas el mismo salero que Abraham Olano con dolor de muelas. Pero bueno, esto va de dar pedales, no de tener carisma (miren a Vingegaard), y Carlos rota bielas como pocos…
Fue, dijimos, asuntito serio, porque era en Morzine, y antes se subía Joux-Plane (y más cosas, pero sobre todo Joux-Plane), y allí tiraron para adelante los dos alfas, y Pogačar pareció a punto de quebrarle ritmo a Vingegaard, y anduvo el tema en persecución durante kilómetro y medio, sendas bicis a la misma velocidad, sendos organismos escupiendo ácido láctico como quien escupe pipas un jueves por la tarde. Pogačar volvió a intentarlo, y lo frenaron motos de prensa, y luego motos de prensa frenaron también a Carlos Rodríguez, y Carlos Rodríguez remontó unos metrucos, y pasó a Jonas y Tadej, y pilló la primera curva (a derechas, malísima) en vanguardia, y fue abriendo hueco, que era siempre pequeñín, que era siempre «si sí o si no», pero al final fue que sí, y menuda victoria de prestigio, menuda forma de presentarse al mundo. Ese día trincó pódium virtual… Lo acabaría perdiendo, pero anda el chaval en edades de buscar más límites que puestos.
(Bueno, y en edad de irse al Derrame para ver el concierto de Grave Digger, eso también).
El resto de días… Michał Kwiatkowski (no estaba muerto, estaba de parranda) en Grand Colombier (con tironcitos tontos entre los líderes), Wout Poels (no estaba muerto, estaba de parranda, con Froome) en Saint-Gervais-les-Bains (con sprint tonto entre los líderes) y el inevitable Philipsen.
Tampoco voy a venderles motos… la segunda semana fue más anticlimática que el concierto de AC / DC con Axl Rose sentao en una silla…
Esa crono de la que usted me habla
Y llegó la crono. Lo de la crono, más bien. A ver, cómo se lo podría explicar yo a ustedes… ¿recuerdan qué hacían en 1961? Sí, hombre, el año 1961, verano de 1961. Rod Laver gana Wimbledon, Elvis graba Can´t help falling in love, Kennedy es presidente y a Fraga le falta un añuco para ser Ministro. ¿Sí? ¿Ahora mejor? Bueno, pues ese 1961 Jacques Anquetil gana la contrarreloj de Versalles. Menos de cuarenta minutos, dos y medio a Bouvet, que queda justo detrás. Los otros, en un pañuelo. El normando, solo.
Bien, pues la actuación de Vingegaard no tiene parangón desde entonces. Más de seis décadas.
En serio, analicen tiempos totales, distancias, abismos… Ni Lac de Madines, ni Bergeracs, ni Ullrichs, ni Merckx, ni Armstrongs (¿Armstrong? ¿Quién es Armstrong? ¿Tiene algo que ver con Alechia? Yo no sé nada de Alechia). Nada ni nadie. Vuelvan a leerlo y entenderán planteamiento.
Una masacre. El danés trituró el Tour como usted las bolsas de risketos, que le conozco. En veintidós kilómetros cascó minuto y cuarenta a Pogačar… que metió otro minutín a van Aert. Después… igualaos, pero uno por encima y otro en la estratosfera. Es como si Armand (segundo) hubiese perdido cinco minutitos en Luxemburgo, como si Lemond (tercero) quedase a casi nueve. Vingegaard pensó que se le había escacharrao el potenciómetro, según sus propias declaraciones…
Grande Boucle sentenciada. Exhibición como lo de Jafferau (Froome), como lo de Deux Alpes (Pantani), como lo de Morzin… no, no, quiten eso, por dios, quiten eso. Exhibición, y ya.
Qué más vas a decir.
Pájara, pájaros y buitres
Bueno, quedaban oportunidades. Quizá Loze, quizá Vosgos. En este Tour han ido recorriendo los ciclistas todas las cadenas montañosas de Francia, como Agnan cuando suelta la lección. Sonaba guay, pero Vingegaard líder… En fin, era atacar Acre con los osos amorosos, era derribar las murallas de Constantinopla a chistes de Chiquito, era abatir a Mazinger Z con tres tornillos y un soplete.
Imposible.
Y, aun así, quedaba el acto final. Drama, imagen. Esa foto que perseguirá durante años a Tadej, esas frases que siempre van a pender sobre su bio. El Álea jacta est, el Pienso luego existo, el Concreté / la fecha de mi muerte / con Satán. Estoy muerto, dijo Pogačar, y todos lo oyeron, porque las radios estaban pinchadas en este Tour (cual un Watergate cualquiera), y menuda puta mierda, lo de las radios pinchadas (siempre con mensajes tipo «vamos, que puedes», «persigue tus sueños», «los sitios donde hay camiones aparcaos son los mejores para comer»), pero un buen gesto, unas palabras para la historia, y ya todo merece la pena. Como cuando pasas tres mesucos de miradas, de sonrisas, de chistes malos y tonteos, y te comes cuatro besitos bien daos a treinta de agosto…
Y eso, que por Loze se papó Pogačar una pájara antigua. Tenía la cara que parecía un aeropuerto, y los Jumbo pusieron a volar las hostias, para que lo entiendan ustedes. Diez a cumbre (quedaba aun bajada de vértigo y rampa de garaje, porque nunca se innovan suficientes tontás) y el esloveno quedándose. A mí Loze es un puerto que meh, porque alterna rampones con descansillos, y ahí los pros se mueve rarísimo, y si voy yo a subirlo pues la bici andando, que me molesta, a mí, subir con la bici andando. Y eso, exhibición tremebunda de Felix Gall (que tiene futuro lustroso si empieza a bajar puertos mientras escucha La Flauta Mágica), Vingegaard acelera cuando y como quiere, a Vingegaard lo frenan unas motos (la sobreabundancia de motos idiotas, y de público idiota, ha sido enorme en este Tour), a Vingegaard lo frena un alud de alces, un iceberg por Terranova, Vingegaard bate el récord de Loze por diecisiete minutos, catorce kilómetros y ciento diez sobradas. Pogačar pierde más tiempo que un escritor en la charcutería, y entra con Marc Soler, que es sinónimo de no estar muy católico para eso de disputar la Grande Boucle…
Vale, detengámonos aquí. En la entrada de Tadej, sí. En su rostro, en su labio con heridita (como cuando vas de campamento y a los diez días estáis todos igual), su tez pálida, su aire a lo Sheldon Cooper resacoso. El Pogačar desconocido, el hermano débil de aquel monstruo abrileño. Dónde quedan los Kwaremonts y los Caubergs… Amasa palmarés Pogačar en este 2023 como para justificar toda una existencia dedicado a lo de la bici, así que no se cieguen por pasión canicular. Es, a día de hoy, el mejor ciclista del curso (Van der Poel se lo discutirá en Glasgow, Vingegaard por Madrid), pero esa imagen suya muerto, vacío, es tatuaje en la piel de un campeón. Pogačar vivió en Loze su Pra Loup, su Les Arcs… pero con tres Tours menos.
Reaccionó bien allá por los Vosgos, eso sí, por lo que una sumisión ullrichiana no parece plausible.
Afortunadamente.
Entre medias hubo victoria de Asgreen (el día que Philipsen no quiso hacer su trabajo, porque su trabajo es competir, y él prefería tomárselo a coña hasta los últimos metrucos, que ahí sí que arriesgas, Jasper, ahí sí que tienes ganas de levantar el culete, ¿eh?, ya ves, qué cosas, qué casualidad) y victoria de Matej Mohorič, porque en el equipo de Landa ganaron todos menos Landa y un mecánico, creo, debo cotejar el asunto… Lo de Mohorič tuvo su punto, porque dejó declaraciones con llorera, declaraciones para ver mil veces y sacar detalles, declaraciones sobre lo jodido que es este deporte, con doscientos paisanos preparando meticulosamente las mismas tres semanas… Un aplauso para Mohorič (y un bofetón para esos machotes Übermensch nietzscheanos que no entendieron lo de llorar, porque los chicos no lloran, tienen que pelear, que cantó el Doctor en Medicina).
Y llegaron los Vosgos, como en aquellos primeros Tours, cuando no eran montañas, sino trocitos de Alsacia y Lorena por reivindicar, putos boches y puto Mac-Mahon, nunca olvidaré Beaumont. Había Ballones para todos los gustos (el Petit, el de Alsace), una cosa llamada Platzerwasel digna de salirte en Pasapalabra, y final en Le Markstein, que tiene nombre de movida con lindes, y las movidas con lindes son movidas bien tochas. Allí… pues na. O poco. Pogačar reivindica, Vingegaard no pierde rueda (pero no pierde rueda hasta extremos llamativos, no pierde rueda como Montoya a Delgado en el Tourmalet, no pierde rueda como si fuese el «superdotado rarito» que recibe una orden y la sigue sin rechistar), Adam Yates trinca pódium porque lo lleva de la manuca Simon Yates (o viceversa, yo me pierdo con tantos Yates, como cualquier príncipe saudí), Carlos Rodríguez besa el suelo y pierde el cajón, Sepp Kuss besa el suelo y pierde sangre, Felix Gall llega achampanao a la semana última. Fue etapa intrascendente… o fue el primer duelo del próximo julio, escojan.
Y, al fin, los Elíseos. Los Campos Elíseos no estuvieron siempre ahí. No, al menos, en la Grande Boucle. Antes terminaba este rollo en el Parque de los Príncipes, o en La Cipalle, pero para 1975 se le ocurrió al Tour dar vueltas alrededor de Concordia y el Arco de Austerlitz. El primer ciclista que entró escapado en los Elíseos fue un tal Eddy Merckx. Era su (no) sexto Tour, era la apoteosis del primer Bernard. Gesto de rabia, espíritu inconformista. Tadej Pogačar hizo algo parecido, intentó lo imposible, quiso repetir lo del segundo Bernard con Zoetemelk. Vingegaard, timorato, dio mus, y mandó a un gregario por delante. Intentona condenada al fracaso, pura metáfora, símbolo. ¿Vacuidad? Pueden interpretarlo como deseen. El ciclismo es deporte de gestos inútiles que toman sentido días (o décadas) más tarde…
Al final ganó Jordi Meeus, pero quedó en anécdota.
Igual habían visto ustedes la primera etapa del Tour 2024.
Y promete bastante…
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Marcos, como siempre, muchas gracias por la crónica, post-Tour. Entre broma oculta y broma oculta o intrincada, dejas frases sublimes: «las mejores victorias no aparecen en el palmarés», «el ciclismo es deporte de gestos inútiles que toman sentido días (o décadas) más tarde…» o «igual habían visto ustedes la primera etapa del Tour 2024.» Un Tour maravilloso que confirma, una vez más, que incluso en la peor de las ediciones posibles, es una carrera diferente donde hay muchos aspectos y cuestiones a tener en cuenta. No fue el caso de este año donde no recuerdo aburrirme en ninguna etapa. Y como bien dices, el próximo promete. «Empate a dos y prórroga. Hagan sus apuestas señores».
Un abrazo fuerte.
Juan Manuel
P.D.- PREGUNTA 1ª ¿Alguien me podría informar quién tiró a quién? ¿Fue Caparaz a Mas o a la inversa? Mucho me temo que fuera el balear porque en este «bendito» país si alguien se atreve a toca a uno de los nuestros (véase el caso de Barguil con Rojas) sacamos los dientes. El apagón informativo de este percance ha sido mayúsculo.
PREGUNTA 2ª ¿Alguien sabe si Carlos Rodríguez (nunca olvidaré lo miserable que te portaste con Soler en aquella etapa de la Itzulia ´22) correrá, finalmente, en Movistar? De ser así quiero ver la estrategia de los navarros. ¿Quién será el líder? Un joven y prometedor ciclista que acaba de hacer un Tour excelso en su primer año o Mas? No me lo digan. Ya lo sé. Doble capitanía como en la época de Mas y Quintana, como en la época de Mas y Supermán….Cuidado Carlos que como dice el dicho «no hay dos sin tres».
Gran crónica, pero se te olvidó decir algo de Pinot, de su intento de ganar etapa en su tierra en su último tour y del homenaje que le dieron sus fans. Un tipo amado y odiado, pero que para mí es uno de los mejores y más combativos escaladores de la última década. Y que tuvo la peor suerte en el mejor año de su carrera. Por lo menos pudo hacer un gran giro en el año de su retirada.
Totalmente de acuerdo contigo Diego. No añado ni una coma. No obstante, siendo espectacular la animación de sus feligreses, me quedo con la que le obsequiaron los aficionados de Cosnefroy. No sé si la has podido ver. Es, si cabe, más espectacular porque en este otro caso, Benoit llegó a pararse a celebrar con ellos. Increible.
Perdona. Acabo de leer tu comentario. Me sonaba haber visto algo pero no lo recordaba con claridad. Lo he visto ahora en Youtube y es cierto que es muy emotivo. Es lo bonito de éste deporte. Esa cercanía con el aficionado. Poder pasar cerca de tu casa y poderte parar a abrazar a tu familia y amigos. Dar un bidón a ese niño que está en la cuneta animando, hacerle feliz y engancharlo a esta «droga» para toda la vida.
Larga vida al ciclismo y a la bicicleta
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