Kostas Sloukas (Salónica, 1990), durante mucho tiempo, fue secundario de lujo de algunos de los mejores bases de Europa y eso, un tío listo como él, no lo desaprovecha. Como muestra su radiografía, su talento anotador se une a una visión y lectura de juego privilegiada. Tiene un rango de tiro y efectividad escandalosos. ¿Quién lo para? La sensación es que, en muchas ocasiones, encesta cuando quiere.
En su último choque llegó a las 1.500 asistencias en la Euroleague. Si no me fallan los cálculos, estamos ante el cuarto mejor de la historia de la liga en esa faceta. Alcanzó la estelar cifra por la puerta grande: 22 puntos y 6 pases de canasta para derrotar a su ex equipo, el Fenerbahce, ni más ni menos que en el quinto partido de Playoff. Para reforzar más la gesta, el equipo turco está dirigido por su seleccionador, Dimitrios Itoudis. Un par de partidos antes ya le había enchufado a los turcos en el infierno de Estambul un mortífero triple final. Con ese lanzamiento atravesando la red, su equipo, el Olympiacos, se hacía con una victoria vital para ganarse el derecho de participar en la Final Four. La novena de Sloukas. Simplemente salvaje.
«Para mí Kostas no está muy lejos de los bases más legendarios de la historia de Grecia, pero si sigue jugando así y gana una Euroleague más este año o el que viene, yo creo que le podremos acabar poniendo en esa línea de jugadores». Me explica otro Kostas, Kostas Vasileiadis, ex jugador ACB e internacional heleno que conoce, desde pequeño, al fenomenal jugador. «Los dos somos de Salónica y nuestros padres se conocían. Mi padre y su padre eran policías. Kostas hizo un cambio físico increíble, era gordito pero siempre con talento. Ha trabajado mucho para conseguir ese cambio físico y ser, para mí, el MVP de la eliminatoria contra el Fenerbahce. Su vida es el baloncesto: entrenar, jugar y volver a entrenar. Es un chico muy humilde, un tío de 10».
Nadie que se mida con Sloukas quiere que tenga la bola en los momentos más determinantes de un partido, nadie quiere encontrarse a Sloukas en una Final Four. Suma tres títulos y en el momento de la verdad, la eliminatoria que otorgaba el billete a Kaunas, ha pasado de sumar 11.2 puntos, 5.6 asistencias y 15.1 de valoración en la liga regular a 14.6 puntos, 6 asistencias y 16.6 con unos porcentajes de escándalo en los playoff (69.2% en tiros de dos, 47.1% en tiros de tres y los 13 tiros libres que intentó). Con el mérito de disfrutar, prácticamente, del mismo tiempo de juego. «Creo que ahora mismo es uno de los mejores bases de la Euroleague. Para mí, la clave es su madurez. Tiene muchos partidos a sus espaldas y mucho aprendizaje de los errores que haya podido cometer y esa experiencia en una Final Four le puede posibilitar ganarla otra vez», opina Vasileiadis.
El escritor y cineasta Gonzalo Suárez decía algo así como que «La vida no es suficiente para mí» refiriéndose a su necesidad por crear y utilizar su imaginación para ir más allá. Así es como veo, a lo largo de la historia de los últimos 40 o 50 años, a los grandes bases griegos. En lugar de perderse en la indefinición de ser un «combo», es decir estar entre un base o un escolta, son capaces de explotar sus virtudes cada vez que ocupan un puesto u otro. Rendimiento en el «uno» gracias a su conocimiento del juego, inteligencia, capacidad de pase y dirección. Explotación en el «dos» por tiro, penetración y todo ese talento referido a anotar y generar siempre les ha convertido en una pieza tan versátil como peligrosa e impredecible para los equipos rivales. Del legendario Nikos Gallis, anotador compulsivo de tan sólo 1.83m a Diamantidis, multiusos y feroz defensor; siguiendo por Vassilis Spanoulis, un killer como pocos se han visto, y acabando en nuestro KS.
En el Olimpo de esos dioses, a Sloukas aún no se le concede un espacio. En éste podríamos reconocer otros bases más puros como lo era Theodoros Papaloukas, un tipo que pasaba los dos metros y que prefería salir del banquillo para antes poder analizar el juego del rival; o el sesudo y duro Panagiotis Giannakis, que también hizo sus pinitos como entrenador. Camino, por cierto, que también ha tomado (y a lo grande), el mismo Spanoulis, colocando al Peristeri en las semifinales de la liga griega después de haber quedado tercero en la liga en su primera experiencia como entrenador a tan sólo dos temporadas de su retirada como jugador.
Ahora, poco importa si este Olympiacos de Bartzokas ha sido líder de la liga regular, la Final Four es otra historia y allí, el Mónaco de Mike James y cía le esperan. Ganará quién llegue bien física y mentalmente, quien la experiencia le contenga los nervios y actúe de forma más perspicaz. Sobre ese aspecto intelectual, Sloukas será una de las mentes privilegiadas en la cita. «Piensa que, en su momento, Zeljko Obradovic lo eligió para que fuera su base. Para eso tienes que tener mucha cabeza y hacer las cosas como Zeljko quiere», asevera Vasileiadis. No cabe duda de que aquella experiencia con el técnico serbio le ha dado, como en innumerables casos con otros jugadores, un plus para ser aún mejor jugador. «Después de aquello, en Olympiakos está haciendo dos temporadas fantásticas aunque salga desde el banquillo, algo que no tiene importancia porque luego juega mucho y lo tienen para cambiar el partido y el ritmo. Él puede hacer muchas cosas, puede pasar muy bien pero también tiene muchos puntos». Bajo esa imagen de empollón de la clase hay un físico que engaña. Desde sus 190 centímetros, y a pesar de sus 33 años, es un jugador con muy buenas piernas. Posee una gran velocidad y terroríficos cambios de ritmo. Además, su dominio del archi utilizado en el baloncesto moderno juego de pick and roll es sublime.
No podemos obviar que en la trayectoria de Sloukas también hay una gran mancha: los inexistentes éxitos conseguidos con la selección absoluta de Grecia, hecho que no le ha permitido disputar unos Juegos Olímpicos. Ni una sola medalla en sus 5 participaciones en Europeos ni en los dos Mundiales que ha competido. Su tope es un 5º puesto y, hasta en dos ocasiones ha llegado a caer con sus compañeros hasta el puesto décimo primero. Con Vasileiadis coincidió en el Europeo de 2011 y en el Mundial de 2014. «Si lo miras desde fuera dices ok, tienes a Giannis Antetokoumpo, pero tiene que tener el balón siempre y sólo queda esperar a ver qué hace, es diferente a como los jugadores juegan en sus equipos. Entiendo que en la selección Kostas tiene que encajar, pero su juego no es ese, esperar a que Antetokoumpo acabe la jugada. Su juego es tener el balón en las manos para poder tirar o abrir el juego para sus compañeros. Creo que en los últimos años, no solo él sino todos están esperando a qué hace Antetokounmpo con el balón para poder tirar».
Algo esquivo con los medios y reservado Kostas puede pasar algo desapercibido para el gran público. «Ha pasado por diferentes etapas, como todos. Lo conocí desde que era un niño, adolescente, hasta ahora que es padre de una niña. Sí, es serio pero, sobre todo, es una persona tranquila», concluye Vasileiadis que aún da sus últimos coletazos jugando en la LEB Oro con el Cáceres Patrimonio de la Humanidad.
Diamantidis tampoco jugaba mal el chavalillo para poder meterlo en esa terna
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