Historia

Un maillot morado, amarillo y rojo: El Tour y el equipo ciclista de la República Española

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Julián Berrendero

El soft-power en el deporte profesional es una realidad. Actualmente, somos testigos de cómo el dinero de las monarquías islámicas compra fútbol y vende blanqueo de su falta de respeto a los Derechos Humanos. Sin embargo, también hay causas justas. Por ejemplo, jugadores como Mykhailo Mudryk, del Chelsea, denuncia en redes sociales constantemente las atrocidades que cometen las tropas rusas en la invasión fascista y criminal de su país. En el siglo pasado, hubo un caso semejante al ucraniano: el del equipo ciclista de la República española.

La historia la cuenta el académico Bernat López en Propaganda on Two Wheels: The Spanish Republican Team in the 1937 Tour de France. En los años 30, el Tour lo corrían equipos nacionales, todavía no eran comerciales. Esto se debía a que al final de los años 20, la carrera había experimentado un descenso de popularidad. Henri Desgrange, su organizador, explica López, estaba defraudado con las estrategias conservadoras que habían desplegado los equipos comerciales.

Para impulsar de nuevo la carrera, recurrió al viejo truco. Estimular las pasiones nacionales, sobre todo en una época de efervescencia nacionalista como la de aquellos años, que sembró de cadáveres el suelo europeo. Desde 1930, a la carrera acudieron combinados nacionales y se abrió una categoría individual para touristes-routiers. Aun así, Desgrange seleccionó él a todos los corredores para elegir perfiles que dieran espectáculo y la carrera fuera emocionante.

El equipo español en 1930 lo seleccionó personalmente él. El del 31, lo delegó en el criterio de Narciso Masferrer, corresponsal de L’Auto en España. Los del 32 y 33 volvieron a ser confeccionados por Desgrange, y los del 34 y 35 corrieron a cargo del periodista José Gervais, francés  afincado en el País Vasco y presidente del comité regional de la UVE, Unión Velocipédica Española. De hecho, lo curioso es que se quiso involucrar a la federación, pero esta se negaba por tratarse de una carrera privada, no como el Mundial. En España, incluso, la Vuelta se había organizado por iniciativa de un periódico con fines políticos tras la Revolución de 1934.

Federico Ezquerra en el Tour del 36. Octava etapa, 15 de julio (Foto: gallica.bnf.fr)

En 1935, la comitiva española, formada por Cañardo, Ezquerra y Vicente Trueba, saltó por los aires en las primeras semanas, se pelearon entre ellos y abandonaron la carrera durante la quinta etapa. Tras el bochorno y ridículo internacional, la UVE accedió a colaborar para la edición de 1936, que fue un éxito. Julián Berrendero y Federico Ezquerra compitieron por la montaña, con una bonita victoria del segundo en la etapa Niza – Cannes.

El dato curioso es que el alojamiento, avituallamiento y transporte del equipo español lo proveía el Tour. La UVE no participaba hasta ese punto, de hecho, para poder llevar corredores a los campeonatos del mundo de 1930 en Lieja y 1932 en Roma tuvo que recurrir a suscripciones públicas.

Pero esa desgracia no era nada comparada con lo que ocurrió en mitad de la carrera. Se disputaba la décima etapa, Digne-les-Bains – Niza el 18 de julio, día en el que un grupo de generales se sublevaban de forma sincronizada en España. El diario L’Humanité se refería a los ciclistas españoles como «representantes de una España sumida en el caos, pero que aún brillan en el Tour».

No por casualidad, la gran exhibición de Ezquerra se produjo en la etapa del 19 de julio. El resto de la prensa reflejaba que los corredores españoles estaban desconcertados y consternados. En Le Petit Parisien se escribía: «Sentado en un sofá, Berrendero lee un periódico español y se divierte al leer sobre sus propias hazañas. Ezquerra está absorto escribiendo una carta a su prometida».

Berrendero el 15 de julio de 1936 en la 8ª etapa del Tour. Le sigue Jean-Marie Goasmat (Foto: gallica.bnf.fr)

Ramón Torres, de El Mundo Deportivo, reflejaba la situación con más conocimiento de causa: «[Los corredores] nos muestran un ejemplar de Paris-Soir con titulares similares a los que ya habíamos leído en L’Eclaireur [sobre el golpe de Estado y la violencia política en España], y los cuatro me miran con la misma expresión de preocupación: ¿qué está pasando en España? ‘Chicos, solo sé lo que pueden leer en los periódicos franceses. Cuando salí de todo estaba tranquilo’».

El 23 de julio, el drama ya era patente. Los periodistas ya buscaban sus gestos y analizaban su actitud: «Cañardo quería llegar a Barcelona para abrazar a su esposa, de la que no había tenido noticias durante 10 días. Lo disuadieron, ya que no estaba seguro de poder regresar a tiempo para la salida de la etapa hacia Luchon. Ezquerra también está muy agitado, al igual que Berrendero, mientras que Emiliano Álvarez, que vive en Francia, intenta calmar a sus compañeros».

El único que mostró algo más que preocupación fue el ciclista vasco, el vizcaíno de Gordexola, Ezquerra, quien «expresa claramente opiniones insurreccionales que seguramente le traerán problemas con el gobierno de su país. Declaró en una entrevista que, en el Tour de Francia, lucharía ‘por la monarquía…’. En resumen, si entendí bien, Ezquerra es un carlista decidido». Aun así, estuvo en el equipo que acudió al Tour del 37, donde su estancia coincidió con la toma de Bilbao por los fascistas, momento en el que «declaró abiertamente su apoyo a los rebeldes y regresó».

Exquerra, en el centro de la imagen, en el Tour del 36, el 15 de julio (Fuente: gallica.bnf.fr)

En lo que coincidieron todos fue en no volver a España después de la carrera. Se quedaron en Pau y Amélie-les Bains y Álvarez y Berrendero se mudaron juntos el resto de la guerra. Cañardo, no obstante, acudió a participar a carreras benéficas o por la causa republicana celebradas en Catalunya, y mostrar así a «quienes luchan» su «ayuda y apoyo moral en su heroico esfuerzo» en sus propias palabras. Mientras tanto, se negó «en nombre del antifascismo» a aceptar invitaciones para correr en Alemania e Italia.

Por esa misma causa, la aparición en el Tour del 37 vino precedida de un intenso debate. Los comités regionales catalanes estaban en contra de que los ciclistas participasen en competiciones donde estuviesen presentes las mencionadas potencias fascistas del Eje. Josep Torrens, editor de El Mundo Deportivo, criticó la medida: «El deporte, que en tiempos normales debería ser solo deporte, en tiempos de guerra tiene… una importante misión que cumplir. Una misión que, más allá de nuestras fronteras y en el orden internacional, debe llevarse a cabo a través de nuestras federaciones nacionales».

La prensa deportiva insistió en que los deportistas podían desempeñar una función propagandística tan eficaz como los artistas y los diplomáticos. Precisamente, de Torrens surgió la idea de crear un Comisariado de Deportes para «obligar a nuestros deportistas que compiten en el extranjero a mostrar un emblema tricolor visible, que identificara su nacionalidad y lealtad al único gobierno legítimo de España».

Berrendero gana su etapa en el Tour’37 (Foto: gallica.bnf.fr)

En las preselección para el Tour del 37, acudieron los que vivían en Francia, Cañardo, Berrendero, Rafael Ramos y Antonio Prior. No se presentaron Ezquerra, ahora sabemos el porqué, y Juan Gimeno, que estaba en el frente como soldado. En la reunión, firmaron un documento que decía:

«Habiendo sido seleccionado para participar en el Tour de Francia de 1937, espero ganar para la España republicana el mismo premio que en el Tour de Marruecos, añadiendo a este éxito el honor de representar a la España legítima en un evento de alcance internacional (…) Mis cálidos saludos a los camaradas en Cataluña, el País Vasco y el resto de España que están luchando por la libertad del pueblo y el auténtico gobierno de la España democrática. Perpiñán, 26 de mayo de 1937 (…) Nuestros más entusiastas saludos a los camaradas que están luchando por la España republicana, y transmitimos los saludos de amistad recogidos durante nuestras actuaciones en territorio francés, dirigidos a los defensores de la libertad y la democracia en España. ¡Viva la España democrática!»

Por iniciativa de El Mundo Deportivo, el maillot sería de color púrpura con franjas rojas y amarillas en el pecho.

Antes de tomar la salida, el embajador español en París, Ángel Ossorio y Gallardo, le pidió a los ciclistas en una recepción oficial que hicieran «todo lo posible para servir a la España republicana» y dar «un ejemplo que contribuya a acelerar el colapso del edificio de calumnias dirigidas contra nuestra España democrática y republicana». Además, los corredores decidieron donar el 50% de lo que ganasen en un fondo para huérfanos de guerra: «En la víspera del clásico Tour internacional en el que participaremos representando a la España republicana, saludamos cordialmente al pueblo de Francia y juramos a nuestros hermanos que están luchando por la independencia de nuestro país que les traeremos el premio de nuestra victoria, al cual añadimos una donación del 50% de nuestras ganancias al fondo de huérfanos de guerra».

Julian Berrendero en la etapa del 17 de julio de 1937 (Foto: gallica.bnf.fr)

Lo que no cambió fue que los ciclistas siguieron sin ayudas estatales para correr. Las críticas a este desamparo aparecieron en La Vanguardia: «España se presenta con un buen equipo, pero con escaso apoyo, que nuestros representantes tendrán que encontrar en sus propias piernas y en el estímulo del fervor antifascista de los seguidores franceses. Parece que el apoyo oficial que esta participación merece, de acuerdo con su significado como propaganda para la España republicana, no se ha materializado, a pesar de haber sido reclamado en el ámbito del periodismo deportivo».

Cuando la carrera pasó por Bourg-Madame, en la frontera con España, Cañardo le dio la mano a los milicianos que estaban al otro lado de la línea y levantó el puño frente a un grupo de refugiados españoles que se habían presentado en el lugar para gritar «¡Viva Franco! ¡Arriba España!»

Quizá por la rabia, en esta edición del Tour se alcanzaron los mejores resultados españoles hasta el momento. Cañardo y Berrendero se llevaron una etapa de montaña cada uno, además de varias metas volantes. Nunca se habían ganado dos etapas en una misma edición. Aun así, señala López que la prensa republicana no estuvo satisfecha con los resultados, 15º y 30º en la general.

Tuvo que intervenir el Consejo Nacional de Cultura Física y Deportes (CNCFD) con una declaración de apoyo a los ciclistas: «Sus declaraciones claramente antifascistas, publicadas en la prensa de toda Europa como notas manuscritas que indudablemente les pertenecen, fueron una firme reprimenda a los fascistas, tanto aquí como allá. Al donar la mitad de su premio a los refugiados españoles [en realidad, huérfanos de guerra], demuestran un espíritu de solidaridad que muchos detractores deberían envidiar… No ocultamos nuestra gratitud a Canardo y Berrendero, quienes, a pesar de ser profesionales de gran éxito, no tienen reservas a la hora de declarar sus creencias antifascistas, arriesgando muchos contratos y perjudicando sus propios intereses privados».

Cañardo saluda a los guardias de la frontera de la República española en Bourg-Madame. (Foto: gallica.bnf.fr/BnF)

La prensa franquista, en cambio, cubrió la carrera profiriendo amenazas de muerte a los ciclistas españoles. En el Diario Vasco se pudo leer: «Los ‘españoles’ que corren el Tour de Francia llevan un maillot tricolor: rojo, amarillo y morado. Precisamente este último color será el que adopten sus miserables figuras si se atreven a aparecer cerca de aquí».

Otros que aportaron su ayuda a los corredores españoles fueron los trabajadores franceses. Así se vio reflejado en una crónica de L’Humanité que cubría los últimos días de la carrera: «valiente equipo español, que, a pesar de innumerables dificultades, completó esta prueba en excelente condición, respaldado de principio a fin por el entusiasmo popular de los trabajadores franceses… Dirigiéndose a nuestros camaradas españoles, los felicita por haber logrado esta tarea y por no tener miedo de decir en voz alta lo que son y lo que siguen siendo: los campeones de la única bandera española, la de la España libre, la España republicana de Madrid y Valencia». En este acto, la multitud congregada enfervoreció cuando los ciclistas españoles les saludaron por la ventana con el puño en alto.

En cambio, en noviembre, cuando se reclamó que Cañardo volviera a España, el tono de sus declaraciones cambió: «¿Qué se espera que haga en el ejército del gobierno? Tengo amigos y familiares en ambos bandos… Vivo en Francia, donde puedo competir, ganar mi sustento y evitar involucrarme en el conflicto».

Para el 38, en España la situación era tan mala que solo se pudieron seleccionar a esos expatriados que se negaban a volver: Cañardo, Julián Berrendero, Rafael Ramos, Emiliano Álvarez, Antonio Prior y Jacques Alzine. Pero esta vez la selección corrió a cargo de la carrera. Desgrange, para subrayar la no oficialidad del equipo, diseñó un maillot blanco con rayas rojas en los puños y en el cuello. Un periodista deportivo de El Diluvio escribió: «Este maillot es cobarde, por decir lo menos. Y aún más cobarde si cubre las espaldas de desertores».

El resultado deportivo esta vez fue muy pobre, solo tres de seis acabaron la carrera y no hubo más. La desolación siguió marcando el ciclismo español en las siguientes citas. En el Campeonato Mundial de Valkenburg de 1938 solo se presentó uno de los seleccionados, Luciano Montero. Cuando se puso un maillot comercial en lugar del que llevaba la enseña tricolor republicana, fue descalificado. La prensa escribió: «Pobre Montero, que pagó el viaje con su propio dinero y se preparó a fondo para esta carrera, llora al costado del camino».

Berrendero apura el cognac en el Tour de 1938 con el maillot blanco (Foto: gallica.bnf.fr)

Al final de la guerra, Cañardo pudo regresar sin represalias, pero no le ocurrió lo mismo a Berrendero, que, en septiembre de 1939, fue arrestado al cruzar la frontera en Irún. Pasó 18 meses en campos de concentración, enfrentándose al hambre, enfermedades y trabajos forzados. Lo sorprendente, y que merecería un par de películas por lo menos que nunca se han hecho, por supuesto, es que pocos meses después de cumplir su condena, logró ganar la Vuelta a España de 1941, demostrando una fortaleza extraordinaria.

En su autobiografía de 1949, Berrendero reflexionó sobre su experiencia, usando el término «suspensión de licencia» como un eufemismo para describir su sufrimiento en lugares como Torrelavega, Espinosa de los Monteros y La Almadraba de Rota. Se preguntaba por qué otros ciclistas españoles, que también permanecieron fuera del país durante la guerra, no sufrieron la misma suerte. Años después, el investigador inglés Tim Moore lanzó la hipótesis de que una mención a Berrendero en el periódico del PCE, Mundo Obrero, podría haber sido suficiente para condenarlo.

 

 

 

 

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