Todo comenzó un lunes 29 de abril de 1935 a las seis de la mañana en el Paseo de la Castellana de Madrid. El diario ABC llevó al día siguiente la portada dedicada a la carrera, una fotografía en el interior de los cincuenta ciclistas que tomaron la salida en Puerta de Hierro rumbo a Valladolid y varias instantáneas más de la escalada al puerto de Guadarrama. La Vuelta ciclista a España tuvo una gran expectación desde el primer día.
En la crónica ya se narraba con épica. «Los corredores empezaron enseguida a contraer las mandíbulas y a castigar los pedales con un decidido entusiasmo (…) Los españoles no conocían a los extranjeros y los extranjeros no sabían nada de los españoles. Nadie sabía nada. Pero no ha habido tregua inicial».
Sin embargo, el origen del torneo no era solo deportivo, como suele ocurrir con el deporte, donde propaganda política y soft power de los estados están a la orden del día ayer, hoy y mañana. Este enfoque lo hizo hace quince años el profesor Bernat López López en un paper titulado Sport, Media, Politics and Nationalism on the Eve of the Spanish Civil War: The First Vuelta Ciclista a España (1935).
No había pasado mucho más de medio año desde que Franco extinguiera con dureza implacable la revolución de octubre de 1934 en Asturias. La insurrección se había producido por la entrada en el gobierno de la CEDA. No era un partido fascista propiamente dicho, pero sí tenía mucho en común con los movimientos autoritarios de la época. Al contrario que en Alemania e Italia, en España no se quiso que el fascismo o la pérdida de la democracia llegara desde el poder y legalmente.
La revolución fracasó y hasta las elecciones de febrero del 36 se suprimieron buena parte de las garantías constitucionales. Miles de personas acabaron en la cárcel por la insurrección y el clima que se vivía en el 35 era de pura tensión. Alrededor de 200 periódicos de izquierda fueron clausurados.
Normalmente, este tipo de eventos solían ser impulsados por medios de comunicación. La Vuelta no fue una excepción, la organizó el diario Informaciones. El origen del Giro y el Tour fue similar, explica el profesor, pero en el caso español hubo un importante componente político. L’Auto y La Gazzeta dello Sport, en su caso, eran periódicos deportivos, pero Informaciones era un diario de información política bajo el control de Juan March, el banquero financió el 18 de julio.
El tono de la información lo mostraban muy bien los titulares que acompañaban el anuncio de La Vuelta «Las próximas [elecciones municipales] significan un nuevo combate entre personas decentes y sus enemigos. Hay que establecer una candidatura contrarrevolucionaria conjunta», «La masonería y su campeón» y uno sobre cierto régimen ya instalado en Berlín, «Un ejemplo de la fraternidad social en Alemania, veintiuna jóvenes universitarias sustituyen en el trabajo a igual número de obreras para que estas puedan disfrutar de un día libre».
Informaciones colocaba propaganda nazi en España a cambio de una remuneración mensual que pagaba la embajada alemana. El resto de publicaciones tenían el mismo cariz que la mencionada, felicitaciones al führer por su cumpleaños y alegatos antisemitas. Entre los columnistas, estaban insignes falangistas y conservadores militaristas como Ernesto Giménez Caballero, Rafael Sánchez Mazas y Ramiro de Maeztu.
Según relata en el documento, el Comité de Honor de la primera Vuelta estaban José María Cid, exministro de Obras Públicas y miembro del Partido Agrario de derecha; Guillermo Moreno Calvo, presidente de la Junta de Turismo de Madrid y miembro del Partido Republicano Radical; Manuel Portela Valladares, futuro primer ministro del gabinete español de derecha; el General Virgilio Cabanellas, jefe del Estado Mayor de la primera división militar, y su hijo, el General Miguel Cabanellas, director general de la Guardia Civil, primer presidente de la Junta de Defensa Nacional, órgano coordinador del golpe de Estado creado por los generales golpistas.
El diario Informaciones había anunciado que la carrera «alza la bandera de la españolidad y la fraternidad deportiva» para fomentar «el florecimiento de la magnífica solidaridad nacional» para «demostrar a los extranjeros civismo, progreso y pacificación». La empresa iba a ser «una tarea de exaltación patriótica» de «una nacionalidad sedienta de nuevas glorias» con el fin de «unir a miles de españoles». Es decir, trataba de cerrar la crisis abierta en octubre del 34.
En la ceremonia de clausura, Federico García Sanchiz, conocido como el Charlatán de España en aquellos tiempos por sus dotes oratorias, luego como significado franquista, dijo en su discurso que la Vuelta a España: «pretendía, en un momento de dolor, abatimiento y confusión unánime… lograr un entrenamiento nacional para que la atención se canalizara en algo similar a un ejercicio militar».
En las crónicas de los días sucesivos, se insistía en que todo iba bien en España y que lo del 34 había quedado atrás «todo esto es un síntoma inequívoco del anhelo del país por la paz y la normalidad… es la expresión de la voluntad unánime de cooperar (…) El Gobierno cuenta con el apoyo de esta inmensa mayoría de la opinión pública española que exige paz, labor, orden y el imperio de la ley».
Eso sí, marcando siempre una diferencia con los foráneos, a los que había que batir: «Estamos esperando que comience en cualquier momento la encarnizada lucha entre extranjeros y españoles», «Esperábamos tener un día cálido que ayudara a los españoles en su lucha titánica contra los extranjeros»…
Conforme pasaban los días, la demagogia de los textos subía el tono y los redactores se venían arriba, de forma que las intenciones u objetivos marcados con la organización de la carrera quedaban cada vez más a la vista: «Ninguno de los líderes de lo que algunos todavía llaman nuestra revolución de octubre, y que debería llamarse más bien la atrocidad del otoño… intentó escapar en bicicleta. ¿Casualidad? … Ninguno, que sepamos, pensó en subirse a su propia bicicleta o a la de otro – no harían esta distinción – … El hecho es que la bicicleta es un artefacto noble».
De hecho, después de las elecciones de febrero del 36, cuando se levantó la censura sobre la prensa, los diarios izquierdistas se cebaron con La Vuelta. En La Rambla, por ejemplo, se escribió: «No era lógico que un diario con tal sesgo político pudiera obtener el mismo apoyo oficial y financiero que disfrutó cuando ‘sus’ políticos hicieron su voluntad [es decir, el año anterior]… Informaciones organizó el Primer Tour de España con un objetivo exclusivamente político, no deportivo, y, por lo tanto, la mayoría de las puertas que se le abrieron el año pasado, como si estuviera en su casa, permanecerán cerradas ahora».
Esa primera Vuelta del 35 recibió cuantiosas subvenciones públicas y cesión de terrenos para los finales de etapa. El diario respondía con ditirambos, algunos frisando el ridículo, como los dedicados a la Guardia Civil, que controló las carreteras mientras se disputó: «nuestra gloriosa Benemérita», «modelo de instituto armado», «ejemplar», «generosa y patriótica».
No obstante, en el 36 se cerró el grifo, dado que las instituciones volvían a estar gobernadas mayoritariamente por la izquierda. Sin embargo, no fue tan grave, ya que en la segunda edición sí que se pudo introducir un convoy publicitario, como se hacía en el Tour, muy lucrativo. Bien es cierto que pese a los objetivos del diario de Juan March, la carrera fue un verdadero éxito que logró atraer la atención de miles de personas.
Es curioso porque, como sigue el documento, la Vuelta fue de todo menos emocionante. Los ciclistas rodaban a un ritmo similar para acelerar solo en los últimos kilómetros. Incluso los periodistas más entusiastas reconocían que las etapas estaban bien para ver los paisajes y apreciar la naturaleza, pero poco más.
Parece que luego, el desarrollo, era bastante folclórico. Contaba una crónica: «El inicio de la etapa se retrasó media hora porque Mariano Cañardo se sentía enfermo. Mariano Cañardo, quien pasó toda la noche vomitando y con fuertes diarreas… hizo un gran sacrificio para ponerse en marcha. Afortunadamente, su enfermedad no es grave. Es solo un problema estomacal causado por la variedad de bebidas que tuvo que consumir ayer debido a la afectuosa insistencia de los innumerables admiradores que lo colmaron de atenciones». Seguía otra: «Pasamos por el pueblo de Los Santos, donde el francés [Fernand Fayolle] ve un burro parado en medio de la carretera, y entonces desmonta y se sube al burro, montándolo durante un rato».
La carrera se la llevó un belga, Gustaaf Deloor, pero de segundo quedó este español, Cañardo, que protagonizaba esas anécdotas. El diario Informaciones soltó perlas sobre su desempeño de este calibre: «En él, todo el pueblo ha visto la encarnación de todas las virtudes tan apreciadas de nuestra raza… Llevó en su número el prestigioso nombre de España como un emblema sagrado». Hubo que convertirlo en un héroe nacional contra viento y marea, aunque esa costumbre se mantiene intacta en una carrera que el año que viene cumplirá 90 años.
Pero pocos meses después esos periodistas filonazis pudieron comprobar que sí que era un gran español. Durante la Guerra Civil Española, Cañardo se exilió en Francia, donde compitió y ofreció apoyo a refugiados republicanos. Regresó a España tras la guerra, enfrentándose a acusaciones de ser republicano y separatista bajo la dictadura franquista, lo que le llevó a prisión temporal y una breve inhabilitación deportiva.
Falangistas como Ramiro de Maetzu. Ay, Señor…
Ciertamente no era falangista, era nazi, admirador confeso de Hitler
“Entre los columnistas, estaban insignes falangistas y conservadores militaristas como Ernesto Giménez Caballero, Rafael Sánchez Mazas y Ramiro de Maeztu“
Falangistas eran los dos primeros, así que queda para el tercero la otra caracterización, haga usted el favor de no sesgar, gracias!!