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Dos Fraggle, tres vacas y mil tormentas, o cómo penar sobre una bici en los Pirineos

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Bielsa -. Formigal (Foto: Chema Gracia)

Qué maravilla, nunca me había sentido así. Tan bien, tan fuerte, tan ágil. Estoy subiendo Marie Blanque y, oye, perfecto, perfecto. Así da gusto, tío, ¿te imaginas subir penando, te imaginas subir arrastrándote? Debe ser horrible. Pero hoy no, hoy ruedo con la facilidad de los ases, los campeones, los que entrenan, no sé, cuatro días a la semana.

Eso soy yo.

Brruuuummm. Despierto, qué pasa, colega, ¿se ha cayó algo? ¿Una montaña, un bosque, la estación MIR? Otro. Bruuuum. Espera, espera, que son truenos. Truenos. Zas, relámpago y se hace de día durante un segundo, relámpago y es como si le sacases foto DNI a un papel Reynolds. Llueve, graniza, diluvia. Pasa Noé con la trainera, me dice ola ke ase.
Pinta regu.

Agua, bici y Adam Hansen

Riiing, riiing.
(A ver, es un purparlé, porque la cosa fue por whatsapp, y los teléfonos ya no hacen riiing, riiing, pero yo es que soy muy New Journalism, con todas esas onomatopeyas de Wolfe, y tal, así que riing, riiing, que da más empaque al asunto, más dramatismo).

Riiing, riiing.
Llamada de Pilar Puebla.
Yo me pongo contento, porque Pilar es mi amiga, pero a la vez comienza el acojone… Pilar trabaja en una cosa que le dicen Bikefriendly y organiza viajes ciclistas. Vamos, que normalmente contacta para montar pifostios monumentales y movidas muy lejos de mi preparación atlética.

Cojo, a ver…

¡Y… pifostio monumentaloide, movida muy lejos de mi preparación atlética. Así, resumo. Dos días en Pirineos, comunicando tres hoteles de Snö. Desde Bielsa hasta Isaba, paradita en Formigal. Vamos, muchos valles. Vamos, conectar muchos valles. Vamos, puertos… puertos pirenaicos, puertos rollo «ven aquí, escritorzuelo modernete, que te sacaré vergüenzas». Esos puertos. Ay. Pero es que no sé decir «no» (salvo para decir que no sé decir «no»), y tengo menos luces que la bici de Ivan Basso, así que para allá voy.

Formigal – Isaba (Foto: Chema Gracia)

Hacia las lluvias y las tempestades.

Empecemos.

El desayuno. Desayunar, en estos rollos, siempre mola, porque hay buffet libre y, como harás ejercicio, tienes justificación para atiborrarte. Pero, cuidao, porque un buffet libre carga moralidad idéntica a una orgías… Está bien que pruebes de todo, pero sin abusar.

Y eso, que desayunamos. Miro a mis compañeros. Están Pau, y Rut, están Carlos, y Alba, y Ricard. Risitas nerviosas, bromucas que se responde casi por educación. Todos vamos, ya, vestidos en plan hortera, más prietos que un tronista. Ay, la ropa de bici… Observo. Sus piernas, finas. Sus gemelos, depilados. Sus marcas del moreno, hechas al mismísimo cincel (esto es licencia poética, no piensen masacres). Luego, como al reojo, bajo la vista más allá de mi mentón, más allá de mi papada, más allá de la nuez. Tengo más lorzas que Stephen Roche en 1988, los cuádriceps me willendorfean.

Quién me mandará a mí…

(Al menos mi maillot mola. Cinzano, recién salido de Breaking Away, porque puedes ser posmo también con estas cosas).

Miro por la ventana. Nubes, nubes negras como el futuro de Martín Farfán en una París-Roubaix. Joder. A la mañana se le pone voz de Gloria Serra, así como grave, dura.
Amenazadora.

A ver, entiéndanme… soy de Cantabria, así que estoy acostumbrado a que llueva. Allí, donde vivo, cae la lluvia de costado, que es cosa muy de septentrión… miras el paisaje y cortinas de agua vienen de derecha e izquierda. Vamos, que no me falta costumbre, oigan. Pero eso… miras el paisaje y llueve, no «estás» en el paisaje y llueve. O, pero aun, «eres» el paisaje y te llueve. Vamos, que con mal tiempo no salgo ni de coña. Solo que aquí… joder, el orgullo tira.
Qué cabrón, el orgullo. Qué caladura, por culpa del orgullo.

Vale, primer tramo de bici… sin bici. Mira, yo esto lo veo fenomenal, porque realmente hace malérrimo, y no tiene sentido meternos una chupa bien gorda por carretera sin mayores gracias a horas intempestivas. Le dices a mi «yo» de veintitantos que iba a estar sobre las ocho de la mañana viendo diluviar en Bielsa y vestido mamarrachescamente y… a ver, en fin, te diría que es muy posible, que si hubo cachis de sobra pues eso y más…

Y mira, la bici sin bici es también cosa digna, porque Bielsa es bien chulo, y tiene cierto aire «medieval-pero-sin-bubones», y fotografías de antruidos, y calles con pavés como tramos cerca de las Hilaturas. También, claro, dos o tres rinconcitos, de esos casi anónimos, donde las casas se disponen así, hop, y dibujan marcos para para nieves y bosques.

Formigal – Isaba (Foto: Chema Gracia)

La zona es un espectáculo. Un espectáculo y sigue lloviendo como a mala hostia, como si tirasen cubos, así que nos llevan a Pineta hasta ver un claro entre las nubes / hemos vuelto a ver el sol / como dos presos comunes / en el tejao de una prisión. (No me veo al Robe en Pineta vestido de ciclista, también te digo). Sucede que en Pineta sigue lloviendo y nos apretujamos (nos apretujamos mucho) bajo alero de ermita, y frente a nosotros hay pinos, y hayas, y robles, y gotas gordas como un indie cuarentón. Vemos cascadas del deshielo, cinco, siete, doce, que caen como telarañas desde cumbres, leche borboteante cual desayuno de 1980, leche de hacer sobaos. Hay, en Pineta, un bosque con árboles altos y rectos, árboles tipo «jardín de Vlad Tepes», árboles que desflecan nubes que desflecan días. Los Pirineos huelen a humedad, pero a humedad verde, no a humedad tipo Swamp Thing.

“¿Bajamos y empezamos la ruta?”. Bueno, venga, a eso vinimos.
Bueno, venga.
(Me hago amigo de quien conduce la furgo, por si acabo en el coche-escoba. Veteranía).

Así que desembarcamos, agua en caramañolas, empieza el rollete. Primer puerto: Fanlo por el Cañón de Añisclo, que es cosa presta al disfrute, espectáculo de primer orden. Más esófago que garganta, como diría Galdós (Galdós era muy de estas frases). Carreteruca estrecha-estrecha (solo se puede hacer en subida, prohibida la circulación de frente), pared con rocalla color plomo, un río allí, cada vez más lejos, que turquesea meandros. Vamos, que guay. Ah, aquí ha salido el sol, y pica, y me quejo de que ha salido el sol y pica, porque los globeretes tenemos que quejarnos, va en nuestra genética…

Fanlo es puerto largo, con asfalto botoso (qué grande, Perico), con herraduras, con su parte de cañón, y su parte de bosque, y su parte de vistas. Es, también, un sube y baja continúo hasta el tramo final. Yo como escritor me defiendo bastante bien en el sube y baja, pero como cicloturista… Vamos, que llego arriba en plan Cavendish tras Viapará. Aclaro… todo esto trae causa de la grinta, la combatividad, el no rendirse nunca… Porque al principio de Fanlo, cuando estamos por Añisclo… lanzo mi ataque. Oh, sí, mi ataque… qué belleza, Pereduca, qué maravilla, qué rodar, qué todo. Qué cara tienen tus compañeros, tío, también, para qué engañarnos, porque esto es algo que no viene a… Pero eso… que falsos llanos, y subidas cortas, y sombras, y decido que bien, que hoy es mi día, que es Blockhaus, o Lavaredo, que es el Puy-de-Dôme, que es el Bondone. Así que empiezo a subir toboganes en plato gordo (o subo toboganes en plato, gordo), y pillo ventaja majérrima, y ya me veo como ganador en París, porque hoy es sacar minutos a tus compañeros periodistas, pero mañana quién sabe si no te ficha Molteni y andas domeñando grupos, oh, yeah. Y eso, me voy solo… pero empiezan a entrarme remordimientos. ¿Estaré obrando bien? ¿Tiro o paro? ¿Soy Lemond 1985 o Lemond 1986? Dudas, dudas.

Lemond 1985.

Porque, hecha la exhibición, ya es innecesario sufrir más. La clase, la clase es lo que importa. Así que me quedo. Me quedo cual perrín, me quedo como Eros Poli en Mortirolo, me quedo como Roberto Pagnin tras el día de descanso (ja). Me quedo y empiezan a pasar cosas raras.

Bielsa – Formigal (Foto: Chema Gracia)

Cosa rara número uno: Pau me adelanta dos veces. Es que extravió un desvío. Pero resulta anómalo, lo de que te adelanten dos veces.

Casa rara número dos: Tengo problemas con las autoridades ciclistas. Problemas, discusión, polémica. Porque empieza a llover, en Fanlo. Empieza a llover mucho, en Fanlo, y yo levanto la manuca, eh, me quejo, pido suspensión, esto es imposible, no somos animales, que termine la etapa ya, como hacen en el Giro. Y entonces aparece él. Él. Adam Hansen, escondido en una curva. Adam Hansen que me mira como mira Vandenbroucke las Murallas, como mira Hinault la Côte de Domancy, como mira Olano un plato de fabada Litoral… Me mira de esa forma, Adam Hansen, sonriendo con miles de dientes, y masculla cosas, jódete, Marcos Pereda, jódete, que siempre pías sobres las suspensiones, que siempre quieres terminar etapas, jódete. Y se ríe así, Adam Hansen, se ríe como los malos de las pelis, se ríe rollo «buajajajaja», Adam Hansen.

Maldito.
(Dramatización).

Al final incluso sale el sol, y cuando sale el sol ese asfalto suda hilitos grises, y el mundo huele a vicks vaporub.

Está chulo, Fanlo.

Bajamos hasta Broto. Bajada divertidísima, muy rápida. Bajando también voy solo… ¿Sabes esa amiga que sale en bici y es pestosa de narices, y nunca rueda en grupo, y siempre deja tres metros con la rueda de delante? Bueno, te lo voy a decir, mira, la amiga soy yo… En Broto empezamos a subir otra vez. Cotefablo, dicen que llega. Sí, el de Reimund Dietzen, aquel alemán calvo más cántabro que las quesadas. Si sabes porqué relaciono Cotefablo con Dietzen… en fin, buen momento para vigilar tu próstata…

Cotefablo es bonito. Carretera ancha, pocos coches, herraduras, sin pendientes loquísimas. Ah, huele a saúco, porque este valle huele a saúco, y cada valle pirenaico olerá diferente. A mí estas cosas, estos detalles, me chiflan.

A mitad de puerto veo un desvío a Fragen, y empiezo a cantar la canción de Fraggle Rock. No, espera… es «Hay que trabajar, tus problemas déjalos, para disfrutar ven a Fraggle Rock» o «Sal de trabajar, tus problemas déjalos, para disfrutar ven a Fraggle Rock». Porque hay diferencias, tú, hay diferencias. Luego estaba el juramento de los curris, eso de «Sí, señor, sí, señor, sí, sí, sí, señor». Qué majos eran, los curris. Oye, tienes metáfora ahí. Espera, espera… «Sal de trabajar»… ¿tengo aire para silbarlo? Mira, parece que sí… «Sal de trabajar, tus problemas déjalos»…
Y así pasas kilómetros sobre la bici cuando no vas muy rápido sobre la bici.
(De verdad que soy tontísimo, macho).

Llego a Viu, y en Viu hay una picota, y se me ocurren ideas malísimas. Allí nos subimos todos a la furgo, porque igual llueve hasta demasiado. Y sufrir por sufrir pues…
Además, que mañana repetimos. Y más duro, aún.
«¿Cuándo vais a trabajar vais a disfrutar? Con esfuerzo, con tesón y sin descansar».
Qué cabrones, los curris.

Un puerto de plañideras, otro para llorar

Pasamos la noche en Formigal, en un hotel Snö bien chulo. Tienen por las zonas altas de los valles, así que nosotros hemos podido comunicar rutas pirenaicas marchando de uno a otro. Mañana, además, con salto aduanero…

Bielsa – Formigal (Foto: Chema Gracia)

Porque hay reunión esta noche. Briefing, le dicen los jóvenes. «No me jodas, ¿más subidas?», le llamo yo. Pero es que subidas… subidas gruesas, subidas como los gemelos de Abdou, subidas para poner la bici en Wallapop. Carlos, que ejerce como capitano de ruta (un Txente con mejor aerodinámica) nos desgrana. Mira, que iremos hasta Francia. Sí, sí, en furgo, por lo de la niebla y tal. Ya luego… pues te subes a tu bici, te haces Marie Blanque, después empalmas con la Pierre de Saint-Martin. Yo pino las orejucas. Espera, espera… ¿la Pierre? Sí. ¿La Pierre por Arette? Sí. ¿La misma Pierre por Arette donde subía Froome como si llevase motor, guiño, guiño? Sí. ¿La Pierre por Arette, que tiene casi diez kilómetros al nueve por ciento, que te aguanta comparaciones con cualquier col pirenaico? Sí. ¿Esa Pierre que tiene más coeficiente que Tourmalet? Hostia, Marcos, que estás idiota, que te hemos dicho que sí.

Cojonudo. Es una locura. Yo no voy a subir, ni lo intento, para qué. Imposible. A tomar po´l saco. La Pierre por Arette. No cuenten conmigo. Ni se me ocurre probar.

Adivinen…

Al turrón.

Se sale dirección a Francia vía Portalet. Subir Portalet y no Pourtalet se hace casi extraño, por aquello de la famosa cicloturista. Después recuerdo que hemos dormido en Formigal, y me viene a la cabeza Tarangu, y se me pasa mogollón. Puerto bonito, bonito… largo pero dulce como picotear tarta a deshoras (largo pero dulce como una copa a las seis). Ni disfruto, oigan, por puro miedito.

Ni disfruto.

Vale, estamos en Bielle. Bueno, a las afueras de Bielle, donde comienza el Marie Blanque. Dicen que si este puerto se llama así por una tal Maria Asserquet, orgullosísima auctoritas entre plañideras bearnesas. Vivió a caballo del dieciocho y el diecinueve, y tenía piel pálida cual copos que caen. Suena a traquita, porque el topónimo es anterior a su «inspiradora», pero viene cojonudo al tema, por aquello de que hoy va a ser día de lágrimas.

Aquí pocas, tampoco voy a engañarles. Marie Blanque se sube bien… tiene sus rampas hasta Bilhères, pero no tengo quejas. Es que, así entre nosotros… Subir Marie Blanque y subirlo por Beille es como que te llamen para hacer de boxeador en una peli y la peli sea un remake de Yo hice a Roque Tercero. Vamos, que un poco bluf, porque la vertiente chunga trepa por Escot. Pero estoy como para lamentos…

Formigal – Isaba (Foto: Chema Gracia)

Los árboles de Marie Blanque tienen muérdago, y hay muchos cardos fucsias (en la vertiente sur de Piris había menos cardos fucsias), y veo serbales en flor, rosetones color rosa pálido, color atuendo de pija, color «papi me ha comprado el coche». Ah, también hay vacas, muchas. Vacas que se rascan la cabeza en mojones kilométricos, vacas que ramonean, tranquilas, por majadas color prao. O potrucos allí arriba, Plateau le Benou, dormitando ajenos al tipo grandote que rompe, jadeo va y viene, su siesta. Huele a helecho (tres subidas, tres olores), huele a bosque que puedes masticar. En la columna de lo friki… cuatro apuntes:

a) Dos merenderos en una herradura, dos merenderos con sus mesas de pino, con sus asientos incómodos, dos merenderos con arbustos que hacen formas, con arbustos que te los firma Eduardo Manostijeras. Visión extraña.

b) Una francesa me pasa en su bici. Yo le sonrío. «Es duro, estoy poco entrenado», chapurreo. Ella devuelve sonrisa. «Para mí es más fácil, porque llevo motor». Miro su cuadro. No me jodas. Sonrisa. Sonrisa. Sonrisa. Esta francesa pilla regular la ironía silenciosa. Sonrisa. Au revoir.

c) En Bilhères (arquitectura gala, que se parece mucho a la de otros valles más al sur… pero no) hay una aldaba con forma de búho.

d) Un poco antes de Houndas, capilla pequeña y coquetísima, veo el cartel. Anuncia granja, anuncia que venden queso, y embutidos. El cartel tiene forma, oh sí, de chon. Un cartel con forma de chon, promesa de jamones, yo sudando entre nieblas. Tentación, tentación. Pero luego… no, soy un reportero gonzo como dios manda, soy un reportero gonzo hasta las últimas consecuencias, si a Hunter le pegaron una paliza los Ángeles del Infierno yo puedo tirar sin mi bocata de chorizo.
Cima. La última herradura tiene una cruz allí plantada. Calvario.

Qué hijoputas chistosos, los franceses.

Y llega la Pierre. Ay, la Pierre. Qué dura, la Pierre. Qué infierno, la Pierre. Dicen que arriba hay un mojón famosísimo, uno que divide España y Francia. Dicen que arriba hacen cierto tributo anual, tres vacucas, para mantener paces y concordias. Dicen eso.

Pero ay, la Pierre.

No les andaré yo negando asuntos… subí a gatas. Pero a gatas, a gatas. Qué de sufrires, qué portento en lloros. Si quieren hago crónica minuciosa, pero es innecesario. Tampoco es que viese mucho, ojo, porque tuve algodón espeso, algodón densísimo, al final de cada horquilla. Subida por un bosque, a pura rampa. Subida por un bosque como de leyenda, un bosque con anjanucas y ojáncanos. Acículas marrones enmarcando el gris espejeante, polvo naranja perdiéndose ladera abajo. Les juro que hasta vi laurisilva, solo que luego he consultao en la web y no hay laurisilva en esa latitud. En fin, como para reclamarme na…

La Pierre es puñetera. Empieza dulce, como un amor de verano. Luego viene mucha caña, como en un amor de verano. Y después, cuando piensas que terminó, trae rampones, puñaladas que no esperas, mucha más agonía que en tus cálculos. Como un amor… bueno, ya saben.

Bielsa – Formigal (Foto: Chema Gracia)

Les decía que el bosque, y más arriba abre el asunto, y hay unas vistas increíbles, y todo, el esfuerzo, los sudores, están por bien empleados para ver este entorno. Solo que no, que nimbos y cielo y quietud. Así que recorro los últimos ocho kilómetros así… rejos albos asomantes, praderas que entiendes infinitas, que ves mutiladas por gris. Hay carreterucas que entran desde aquí y desde allá… desde el Soudet, desde Issarbe, desde la estación nórdica. Carreterucas. Tú sigues. ¿Comenté que no describiría el puerto? Dejen que haga, así para ir terminando, un pequeña flash. Del último kilómetro. Lo ves ahí, arriba. Lo ves ahí, la cima. Y hay dos herraduras, dos herraduras enlazantes, dos herraduras que pican al trece, dos herraduras que qué puta necesidad de meter aquí dos herraduras, a ver, cuénteme qué necesidad hay, señor Ingeniero de Carreteras galo, cuente. Eso es traición, eso es mala baba.

Es, también, satisfactorio. Lo de llegar arriba. Siempre. Satisfactorio.

Estoy absolutamente empapado, tengo bastante frío, las pulsaciones como en un concierto de

Marea.

En una palabra… feliz.

4 Comments

  1. Joder Marcos….he reído y llorado, he penado y entrado en erección..
    Mañana pillo la burra y sufriré como tú, pero a 40°c, y cuando me operen y me pongan la biela nueva, esos puertucos han de ver mis lorzas y mi culo gordo deslizarse entre la bruma…
    Hasta entonces me conformaré con leer tus desgracias. (Desgracias que no te crees ni tú, so cachondo).
    P.d.
    He estado en algún hotelito Bikefriendly de Andorra y muy bien el tema servicios para los bicicleteros.
    Gracias de nuevo Pereda.

  2. Qué bueno! En junio pasé y pedaleé el puerto de Fanlo en el misml sentido, hasta Sarvisé. Al escribir el nombre de ese pueblo en google te aparece el enlace del crimen de Fanlo. La España negra. Échenle un ojo

  3. Buah. Mañana vuelvo a Bielsa a hacer noche después de mis peripecias unipuerto por Luz St Sauvier. Pero qué bonito está escrito este relato

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