Humor

Carreras de galgos

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Foto;: Cordon Press

Esta sección comenzó con un sencillo propósito: escribir sobre cualquier deporte que no fuera el fútbol. Sin embargo, y no se podía saber, creo que últimamente solo escribo aquí de fútbol. Aquí en teoría debería haber huido de la fricción continuada, intensa y por tanto enfermiza que tengo con el fútbol y haber completado un serial sobre la relación ocasional, superficial y por tanto feliz que tengo con cualquier deporte que no sea el fútbol.

Creo recordar que al principio escribí sobre waterpolo, baloncesto, calva, bádminton, tiro con arco y atletismo, y se me olvida algún otro deporte, seguro. Creo que de repente perdí el hilo. Creo que me ha pasado como con casi todo en la vida: uno sabe cómo empieza pero ni sospecha cómo termina.

Los comienzos siempre esconden algo de mentira. No sabemos absolutamente nada de nada el primer día. Es un escenario falso que enseguida se evapora y se olvida. El primer día de clases no tiene nada que ver con lo que conlleva después la rutina. El primer día de trabajo no puedes hacerte la idea de lo que vendrá en el medio plazo. El primer sobre de cromos hasta huele distinto. El día del nacimiento de tu primer hijo es un teatrillo.

También ocurre algo parecido con el primer partido de Liga (otra vez hablando de fútbol), que tiene más de fiesta estival que de competitividad auténtica. Ni siquiera en la brevedad de un Mundial se escapa de la engañifa: el once que gana la final es distinto al favorito del primer día.

Casi todo se estropea o se deforma en la práctica. Aunque sospeches, el primer día sueles quedarte corto de perspectiva. Cuando asumí, por ejemplo, que había que encarar eso que llaman vida adulta, acepté hacerme cargo de un montón de compromisos. Acepté lo de dejar de ver NBA en las madrugadas. Acepté lo de llevar una existencia horaria ordenada. Acepté lo de dejar de encadenar temporadas en el Football Manager.

Acepté lo de trabajar más o menos en serio. Acepté lo de dejar de salir cada fin de semana. Acepté lo de tener que ganar dinero, lo de cuidar hijos y todo eso. Lo acepté todo, y me apliqué en ello incluso con esfuerzo, pero no sabía lo que venía luego. Lo que venía luego es que no basta con aceptarlo y con hacerlo, aunque estés cansado. Ni siquiera con hacerlo siempre. Encima al hacerlo hay que fingir entusiasmo.

No nos damos cuenta, pero esto es algo que también exigimos a nuestros jugadores: el entusiasmo. Quizá por eso me hacía feliz la idea de dejar de escribir sobre fútbol después de tantos años. Quizá así podría exhibir mi desinterés sin causar daños. Cuando escribo de fútbol, y sobre todo si escribo opinión, y encima sobre mi equipo, hay gente que espera entusiasmo. Hay otra gente que espera que te importe lo que estás contando. Incluso hay quien quiere que intentes convencerlo de algo.

Y yo solo quiero cosas tibias que me importen poco en el trabajo, porque ya gasto demasiada carga emocional en lo que de veras importa. Tener que escribir de fútbol no ayuda a madurar mi estado de ánimo. Creo recordar que llegué aquí huyendo de algo.

Volvamos al propósito. La semana que viene escribiré sobre carreras de galgos.

One Comment

  1. Me parto siempre contigo , muchas gracias por la sonrisa que me das leerte cada semana

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