El Barça llega a Navidad como un equipo previsible. Recuerda al Madrid de estas últimas temporadas. Cuando el Madrid era el mejor equipo del mundo y ganaba la Champions, el rival hacía un buen partido, pero su cuerpo sabía que finalmente iba a perder. Todos lo sentíamos y el resultado llegaba. Era por la combinación de sus grandes futbolistas, superior al resto, nada de milagros, nada del peso de un escudo. Y da igual si al Madrid lo entrenaba Ancelotti que Zidane.
En la jornada adelantada por la Supercopa, el Barça goleó el Mallorca después de que los baleares consiguieran empatarles antes del descanso. Los de Arrasate creyeron en la remontada, impelidos por el estado de ánimo y el aliento de su estadio, pero el resultado era previsible sencillamente porque en el Barça habían sido alineados Pedri, Olmo y Lamine Yamal.
Tres cumbres para ganar títulos
El Barça juega bien porque Flick ha encontrado una alineación complementaria que aplica un modelo que le beneficia, pero gana partidos con soltura gracias a la relación entre sus futbolistas verdaderamente grandes. Flick se ha demostrado un gran entrenador y por ello habría de tener clara esta premisa, como en su día la tuvieron Zidane y Ancelotti.
Por un lado, no se ha de dudar de que sin Pedri el Barça juega poco. Él da sentido a todos los planteamientos. Reduce la táctica rival a cenizas. El Brest no había perdido en Champions pero ante el Barça pareció un equipo vulgar porque Pedri se había despertado rumbero y porque a su lado estuvo Olmo.
El canario aparece huérfano de receptores cercanos por delante si no juega Olmo. Algo similar sucede a Cubarsí, quién ha de explotar a Pedri cuando entre líneas no tiene a Olmo para activar su magnífico y sorpresivo pase. Sin Olmo, el Barça es más previsible y por momentos se atasca. Se ha de tener esto presente, también, porque los rivales parecen tenerlo.
Mientras que sin Lamine Yamal, el mejor futbolista del momento, conviene saber que el Barça probablemente pierde. Con él ha ganado el 99% de los partidos y sin él ha perdido el mismo tanto por ciento. En Mallorca participó en cuatro de los cinco goles, dos de ellos con asistencias de elegido. Se estrenó como goleador Pau Víctor y marcó hasta De Jong porque la generosidad futbolística de Lamine no conoce límite.
Los datos manifiestan que, cuando no juega alguno de ellos, el Barça de Flick tiene menos puntos que el peor de Xavi, por el que condenaron al de Tarrasa la temporada anterior. Mientras con ellos tres de titulares parece el Barça de Vilanova: va pleno de victorias. Cinco de cinco. En todos esos partidos ha metido tres o más goles.
En una diagonal perfecta, la interacción entre Pedri, Olmo y Lamine sucede, entonces el fútbol se multiplica a su alrededor hasta acabar en gol. Porque el fútbol se trata de interacciones, como dice Seirul•lo en cada entrevista. Si el centro del campo de aquel exitoso Madrid fue llamado el Triángulo de las Bermudas, el Barça es líder y sueña con recuperar la Liga gracias a las tres cumbres del Kilimanjaro.
Un mal Real Madrid que sin embargo puede ganar
Y que los resultados van de grandes jugadores también lo certifica el actual Madrid. Lo hace desde el extremo opuesto al Barça, para su desgracia.
El Madrid no tiene a Kroos ni a nadie que sepa marca el ritmo y por eso juega mal. Incluso podría afirmarse que juega peor que la mayoría de equipos de la Liga. Y es que, sin Kroos, tampoco tiene al veterano Modric ni a Valverde.
Pensemos que Kroos hizo parecer a Camavinga un gran futbolista y nos hizo creer que Tchouaméni es un jugador válido para el Madrid, ahí es nada. El asunto va en cadena y es el siguiente: Valverde es el mejor centrocampista que le queda al Madrid pero no puede expresarse sin su compañero ideal. Y si Valverde no influye en su sector tampoco condiciona al oponente, por lo que sale perjudicada cualquier otra zona del campo. Entonces, por ejemplo, decimos que Vinicius está peor que nunca o que Mendy es un colador. Decimos estos y otra serie de malentendidos.
Mientras, explica Ancelotti que «el problema no es de un jugador, sino de un equipo que no ha sido capaz de tener continuidad ni de sacar su mejor versión». En efecto, tras muchos años, en el Madrid se ha roto la complementariedad y por ello se ha perdido el juego en equipo. La continuidad no llega porque Ancelotti no deja de probar fórmulas para un problema que quizá no tenga solución. Pero incluso fuera de sintonía, el fútbol es tanto de los futbolistas que al Madrid le salva tener a varios de los mejores del mundo.
Mbappé no es ningún Ronaldo
Aun con las lesiones, Ancelotti alinea grandes jugadores en cada línea. Más que el Barça y que cualquier otro equipo español. Así, Courtois y Rüdiger sostienen atrás, haciendo que el mal juego se sienta menos en el marcador. Valverde sobrevive desubicado en un centro del campo deficiente, donde Bellingham ha de multiplicarse. El inglés es un asesino del pase.
Sólo como ejemplo: en la fecha adelantada, ante el Athletic, un equipo que presiona con seriedad en la zona ancha, perdió dieciséis balones y falló nueve pases, varios de ellos sin sentido. Sin embargo, cuesta imaginar que la mayoría de equipos pueda evitar que Bellingham saque alguna asistencia durante el partido, dada su magnitud como futbolista. Como pasó recientemente ante el Getafe. Mientras, arriba, los malos partidos se solucionan desde Vinicius, Mbappé y Rodrygo.
Aunque Mbappé es el gran señalado. Lleva menos goles que Vinicius y ha jugado más partidos. Si los inicios de Cristiano fueron a gol por cita, los del francés van uno por cada dos porque falla demasiado. Lo cierto es que lo ves controlar, conducir y chutar mientras recuerdas al Nazario, otro grande en la historia que vistió de blanco, y parece imposible que se les haya comparado. Pero ahí está su historial.
Una trayectoria dominante frente a la errática actualidad que provoca en el merengue vibes de aquella frase de Valdano: «Hay impaciencia con Freddy Rincón, pero él tiene diez años de prueba a favor y sólo tres meses en contra».
En cuanto leyenda, quién sabe qué será de Mbappé en el Madrid. Lo que hasta el momento deja claro es su capacidad para generar ocasiones cuando su equipo llega a la mitad contraria, al menos ante rivales inferiores. En gran medida debido a ello, el Madrid lleva un partido menos que el Barça y si lo gana estará a tiro de liderato. Ese es el poder individual de tamaños futbolistas.
Nadie cree en el Madrid. Pero si acaban por llegar los esperados treinta goles de Mbappé, su deficiente juego probablemente le dé para ganar una Liga donde Flick ha decidido rotar a sus figuras.