Pues oye, me alegro por él, con lo que sufrió. Al menos se lleva un premio, el gordo queda lejísimos. Si ya lo viste en España, por Neila y por ahí, que andaba con el gancho. Pero ahora… en fin, igual hasta le pone marquito al jaune, que no trincará muchos…
Marcos Pereda. Visionario en Puy-du-Fou
Ese comeback y sus algas
Se puede entender. Lo de la crono, digo. No era esperado, no era esperable, pero se puede entender. Olano falla más que Nuria Bermúdez en Cifras y Letras, confiar en Julich es cuestión religiosa, Virenque et al. con no perder siete horucas ya firman, macho. Así que se puede entender. A ver, que falta Ullrich, y Ullrich aquí le mete un hostión al yanqui así, a mano abierta, tipo Carlo Pedersoli tras comer pizza. Y luego está Zülle, pero es que Zülle lo mismo te gana, que te pierde, que se queda embarazao. Qué tío, Zülle, ya no hay deportistas así. Zülle es (por si ustedes no lo conocen) como mezclar a Flipy (¿recuerdan a Flipy? ¿no? mejor) con Santino Marella (por histrión) con Michael Ballack (por gafe) con un cachorro de golden retreiver (por abrazable). Zülle hizo la mejor entrevista que jamás haya dado nadie en esto de las bicis, así que respétenme a Alex, eh, respeten.
(Más que la Gendarmería en 1998, al menos).
Así que, oye, se puede entender. Lo del yanqui jaune, digo. Que se puede entender. No me lo esperaba, pero…
Claro, todo eso viene condicionadísimo. Primera semana del Tour, década de los noventa. Ergo setenta y tres sprints (cifra grosso modo), más golpes que en una peli de Mark Dacascos, protagonistas indeseables (véase currículo penal del tetraganador) y ciclistas rodando por el suelo. Muchos ciclistas, mucho suelo. Y algas, mogollón de algas.
Porque estamos en 1999, amigos. Estamos en julio de 1999, y queremos historias de redención. Redención humana, redención deportiva, redención (oh, yeah) incluso nacional. Cómo pudo dolernos tanto ese 1998 de fisting y delaciones (bueno, a ver… releo la frase y entiendo el dolor). Que no se repita, que no retorne esa vergüenza, ese «usted miró para otro lado», ese «deporte de tramposos y drogotas». Sí, ahora, en 1999, hacen falta relatos inspiradores, relatos que nos hagan mejores personas, relatos que… en fin, que te los firme una sobremesa dominical en Antena 3.
Vamos, que Lance.
He superado un cáncer, estuve al borde de la tumba… ¿crees que quiero meter mierda en mi cuerpo? ¿Crees que voy a poner en peligro esta segunda oportunidad? Oh, no, sucio periodista continental… La mía es una historia que sirve como fábula, que te hace creer en los hombres. Soy… bueno, tampoco quiero pecar de inmodestia, pero soy como Jesucristo, sí es una buena comparación.
(Se aparta un poco, habla con cierto tipo trajeado, gafas de sol. Romped las piernas al reporterillo de los cojones).
Un Tour limpio, oigan, un Tour donde pudiésemos admirar al ganador. Alguien ejemplar, alguien con sonrisa franca, el amigo de los más pequeños, el yerno con el que todas las suegras fantasean (al menos las suegras que ven bicis). Ayuda, al asunto, que fuese una Grande Boucle con ausentes. Ullrich, el poco profesional, el gordinflas, lesionado (y en un equipo… en fin, en un equipo con Riis, que a esas alturas ya daba asco a casi todos). Pantani, todo el Giro en moto para que le pillen, casi en Milán, con gasolina súper querosénica. Entre los que sí… Zülle, Virenque y Dufaux con menos credibilidad que un Alemania-Austria al borde del Cantábrico, Escartín retorciéndose, Olano hablando de sí mismo en tercera persona. Un Tour limpio, vale. El texano tiene un total de cero opciones (seamos serios, tiene un total de cero absoluto opciones, tiene menos opciones que el Mirandés en el Mundialito), pero su presencia… Bueno, reconforta.
Vale, prólogo a la buchaca. Flashes, titular. Todo perfecto. Ok, no sé qué de un positivo por corticoides, pero eso fue una pomada, taimado plumilla galo, cómo te jode cuando no ganan los tuyos, estoy limpio, limpio. Ojalá maten a ese intruso… espera… ¿eso lo he dicho en voz alta? Joder, qué despiste. Nada, que soy encantador, mira, mira, soy puro Disney…
Hasta Gois.
El passage du Gois está en el Vendée, y une la isla de Noirmoutier con… en fin, con Europa. La gracia es que allí hay unas mareas apreciables (apunte para papardos… las mareas en el Atlántico son cosa grande) y solo queda al descubierto el camino unas horas cada día, y es un poco como lo de Mont-Saint-Michel, pero más heavy, y está el asunto perdidito de algas, y de humedad, y de todo lo que no es adecuado para ir a toda leche con las bicis. Así que alguien pensó en el Tour… oye, ¿sería o no sería guay meterlos por Gois? Y todos aplaudiendo, porque si Michael Scott dice que guay, entonces es que guay.
¿Resumen? Que una hostia. Una hostia, un corte grande, el pelotón partido y Zülle cortao. Para sorpresa de absolutamente nadie, porque Alex Zülle podría perder un París-Dakar por mordiscos de osos polares (durante un tiempo pensé que en la isla de Lost acabaría apareciendo Zülle, y ya entonces se explica todo, macho).
Minutada al helvético, minutada también a Gotti (¿se acuerdan de Gotti? Es como Alf, que lo sitúas en el tiempo pero te cuesta fijar acciones concretas suyas), Olano en posición inmejorable (bueno, sería una posición mejor si él no fuese Olano), y Armstrong que aprovechó la circunstancia para hacer sangre…
Este sí fue prólogo de algo.
Alpes enarcando cejas
Hamilton, Livingston y la cadencia. Eso, los Alpes. Bueno, un tonto con cámara. Pero Hamilton, Livingston y la cadencia. Añades a Fu-Manchú, Thanos y Darth Vader y tienes cartel completo.
Pintaba diferente, oigan. Pintaba diferente, porque los Alpes eran heavys. Sestriere, que es media filfa, pero lleva Galibier. Galibier por su cara norte, Galibier por Télégraphe. Duro entre los duros. Y luego Alpe d´Huez, en clásica jornada con tres Hors catégorie (clásica jornada que llevamos años sin ver, también te digo). Vamos, que de ahí sale Armstrong lloroso, hundido y con más pérdidas que un incontinente viendo La vida de Brian. Sí, aquí terminó el gran sueño de Texas. Aquí, más arriba de Valloire.
Sucede que más arriba de Valloire… coño, pero si está tirando su equipo. El Seven Eleven, el Tonton Tapis. Y en cabeza. Dos paisanucos que responden, muy improbablemente, a Kevin Livingston y Tyler Hamilton. Allí, burreando al resto. Faltan Hincapie, Padrnos, Landis, el impagable Vaughters. Pero están. Ummm… me encanta el olor a frikis por la mañana.
Qué descojono.
Y subiendo Sestriere… el capitán Rogers tras la inyección, Bruce Banner con sobredosis de Rayos Gamma, Bertín Osborne en un viaje del Imserso. Subiendo Sestriere se despereza Fenrir, llega Doomsday a la farra, Átropos compra un maillot de US Postal.
Subiendo Sestriere es el fin de todos los tiempos.
Porque subiendo Sestriere ataca Armstrong. Donde debían dejarle, ataca Armstrong. Frente a los grimpeurs, ataca Armstrong. Zülle desbordao, Olano diciendo que vale pero Duitama, Escartín retorciéndose, Virenque con cara de «fingiré creerlo». Ataca Armstrong y empieza a dar pedales muy rápido. Pero muy, muy rápido. La cadencia, es la cadencia, todo se explica por la cadencia. Y Michele, en su casa, se pone otro vermú, porque está saliendo todo perfecto. La cadencia. El ardenero destroza una Grande Boucle a base de cadencia. Que, oye, mejor eso que las demás excusas. Volvió delgado del cáncer, tiene mentalidad férrea, sus músculos se transformaron durante la quimio. Eso y la cadencia…
Ay.
Día uno del año uno.
Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso.
Alpe d´Huez quedó para migajas. Para una etapa de Guerini, para que le tirase el tonto aquel con su camarita. Guerini encantao, eh, Guerini mientras le ingresen los teutones billetes encantao. Como si me dices que tire para Klaus Augenthaler. El resto… miraditas. Lance en gran patrón, todos tienen miedo. La historia cambia.
Entramos en los Alpes terminando el siglo XX, salimos de allí en un capítulo de Los Supersónicos.
Cuatreros del Salvaje Oeste, pequeñajos abnegaos
Aquel año había mucho Macizo Central. Es zona traicionera, muy ladina, zona con calor, carreteras de asfalto regu, pueblos perdidos con paisanos que dormitan entre pastis y pastis, tejados crujientes por el sol, subidas, bajadas. Por allí estuvo la bestia de Gévaudan y otras cosas aun más increíbles, como el Jalabert de 1995.
Y eso, que mogollón del Massif. Se nos hunde Armstrong, fijo. No tiene equipo, para nada. Termina sueño. Vale, quizá es el más fuerte, pero es que… mira, colega, que tiene compis sin nombre, que hay un tal Livingston, supongo, y un Hamilton, y un Hincapie, y un Andreu… que no los conocen ni en su casa, ni en su casa. Primera trampita y… hop, a tomar pol saco. Carrao de minutos, terreno hay.
Terreno, ay.
Porque quizá fue entonces, con la media montaña, cuando nos empezamos a oler cosas. No de Armstrong, no, que Sestriere estaba calentito. De su escuadra, de los carteros yanquis, tan carteros y tan yanquis. Tan «mira, un tren de mercancías», tan «no me jodas, ¿sigue Hincapie tirando en el Ventoux?». Muchas veces nos centramos en Lance, y quedan en el olvido los expolios y desvalijamientos de quienes no eran Lance pero obedecían al sonriente Bruyneel (cada Tour un kilito más, esa cara de quien lleva tres chones-caballo).
Vamos, que control. Vamos, que temporeros, y ahí sí, deja que camelen los muchachos como ellos camelan. Pero muchachos ordenaos, muchachos de no General. Luego…
Porque mil perfiles. Ha sido, siempre, el Macizo Central espacio para cuatreros, asaltadiligencias, maestros del latrocinio, sujetos más cruzaos que Manuel Blanco Romasanta en luna llena. Para encontrarte una alineación de tal calibre debes ir al Wimbledon de los ochenta o a la última de Guy Ritchie (busquen el punto de unión). Y eso, que por el Massif triunfaron Ludo Dierckxsens, un tío que no te lo deletrea Elisenda Roca, alguien con pasado minero, presente minero y futuro minero. Ludo Dierckxsens, que era calvo, y parecía pasao de peso, y no ganó nunca el concurso de Míster Camiseta Mojada, por decirlo suave. No se lo digan a él, que me da miedo. Ah, tres días desde que ganó la etapa y su propio equipo lo echa del Tour. Por no sé qué de unos corticoides, oigan. Hecho el butrón…
De butrones parecía saber Salvatore Comesso. Que era italiano. De la Parténope, por más señas. Con perilla, pelo luciente y brillante, sonrisa más lunfarda que un regate de Maradona. Joder, tópico andante, un tópico andante. Si hasta le decían Totò, tío, Totò. Una peli de Jaimito, unas hostias de Bud Spencer. Durante años nuestro Totò fue aterrorizando escapadas, asistentes féminas y a cualquier Blondin que quisiera sacarle lírica al asunto. Pinta bien, esto de la media montañita, eh…
Y sigue. Porque hay victoria de Dmitri Konyshev. Primer soviético en ganar por la Grande Boucle, allá en 1990. Ahora repite. Entre medias… mil cosas. Victorias a porrón, sonrisa de niño travieso, la fama de bajar mejor que nadie en el grupo. Ah, y sus rarezas. Que si es un racista grande, que si está chiflao, que si pasa las horas libres practicando el lanzamiento de enanos. Sí, eso, han leído correctamente. Lanzamiento de enanos, gracias Perestroika. Al parecer era algo de muy madrugada, en bares tipo «no se te ocurra volver», en establecimientos rollo «vaya, lucecitas de neón y nombre exótico». Seguro que me entienden. Pues ahí echaba las horas, el bueno de Dmitri…
(Sumen que también trincaron etapa en esa edición Tom Steels, uno de los mayores lunáticos que jamás haya hecho sprints a noventa kilómetros por hora. Ah, y Cipollini, pero es que Cipollini es un bastardo sin gracia, un maltratador y un ciclista perfectamente prescindible).
Con semejante caterva de inadaptados, pícaros y extras en una de Dolph Lundgren, lo de David Etxebarria es casi normal.
Sobre todo porque repitió.
Que parezca un accidente.
En Pirineos, oigan. Repitió en Pirineos, digo. Justo cuando Armstrong sufre, sufre lo indecible, está a puntito de perder el Tour.
Ja.
Ni de coña.
Justo cuando Armstrong finge humanidad, porque ya estaba el asunto en plan Alex Murphy, en plan Johnny 5 (¿recuerdan a Steve Guttenberg? Yo tampoco). Así que paripé, una mueca, un descomponer gestos, un clavarse arriba de Piau, un «ay, lo que me duelen las piernas, señor, no se imagina usté lo que me duelen las piernas». Y eso.
Actor o pain. Cómo pa fiarte del menda.
Digamos que Pirineos fue el gran día de Fernando, un gran día para David y la primera actuación de Lance, antes de su despunte tipo Actor´s Studio camino de Alpe d´Huez. Claro que contra Telekom todo es más fácil, ¿verdad?
Y eso, que en Piau Engaly gana Escartín, que está al ladito de casa, solo que en la otra vertiente, y eso ayuda, supongo. Ataca a tropecientos de la llegada, subiendo Peyresourde, y se va con él Armstrong, y Zülle sufre, y todos los demás son secundarios de un anime, y casi no tienen ni nombre. Ataca Fernando, digo, y se va con él una centella jaune, y todos se quedan en plan «ok, el tío sigue en plan destroyer», y ya la cosa huele a cuerno quemado (pero quemado, quemado), porque pinta a clasicómano exhibiendo en montes, y eso no suele traer buen fin. Pero Armstrong trinca un desfallecimiento (guiño, guiño, codazo, codazo), entra en razón, se reintegra al grupo más o menos grande. Llegando a Piau, incluso perderá tiempo con Zülle, porque, joder, es lo normal, que Zülle es un puto superclase, que peleaba Vueltas cuando Armstrong peleaba Flechas Valonas. Lo ves hoy y te imaginas paripeses, te imaginas a Ferrari descojonao en su sillón, acariciando un gato (yo a Ferrari siempre me lo imagino acariciando un gato), te imaginas a Bruyneel en plan «no des la nota, cabrón, qué te cuesta no dar la nota». Seguramente no fuera de ese modo, pero es que el tiempo distorsiona…
La etapa de Escartín guay. A ver, el paisano era más difícil de ver que el Fiat Multipla, pero le echaba narices. Eso sí, subió el último col con una clavada curiosa… arrastrando desarrollo, moviendo las caderas, meneando escápulas, pero clavao. Ya lo decía Bahamontes en la tele, que así no, que eso no está bien, que no es digno del grimpeur (para Bahamontes solo hay un grimpeur digno de ser grimpeur… adivinen su nombre). También te digo… es que Bahamontes ganaba cuesta arriba por cadencia, que ya lo dijo Tarangu, que solo él podía hacerlo. ¿Se imaginan? Alguien que suba un puerto a toda hostia, las piernas revolucionadas como elipsis en pelis cutres, y todos (pero todos es todos) explicando que, claro, es que es mucho más eficiente hacerlo así, ha descubierto la pólvora, El Dórado, las Siete Ciudades de Cibola, Paititi, Atlantis. Aplaudan, aplaudan.
Cómo no pudimos darnos cuenta, coleguilla, cómo. A ver, yo tengo excusa, que tenía diecinueve años y en aquel entonces bastante era llegar a casa por los alboreares, pero los demás…
Al día siguiente clásica «jornada de Pau». La «jornada de Pau» consiste en más o menos puertos (tetralogía, si se hace como debe) y luego llano inmenso hasta el Château. Jornada muy borbónica, que suele deparar bochorno y poca juerga (o sea, borbónica pero solo la puntita), porque aquí ya no corren la Pulga y similares, y las hostias desde lejos quedan en remembrar. Pero mira, este 99 tenía poca mandanguilla, así que aprovecharon los grimpeurs cualquier lado. ¿Resumen? Escartín asalta el pódium, Etxebarria asalta la NYX celebrando, Armstrong asalta esta Grande Boucle y pinta que algunas otras, porque menuda exhibición gonadesca. Luego, en la crono, volvió a sufrir, pero sufrió como sufría Armstrong, sufrió con superioridad, sufrió en plan «ay, cómo me duele, por favor, sacrifíqueme, ay, ay, qué agónico todo», sufrió con Ferrari preparándose un mojito cocoloco, con Bruyneel preguntando desde el coche por el Getafe-Leganés, equis, pon equis, Johan. Sufrió por no dar la nota, dijéramos, porque no dar la nota es muy importante, Lance, igual tendrías que concentrarte en lo de no dar la nota, Lance.
Y eso… que c´est fini Le Tour, que vive Le Tour. Porque habrá otro Tour, y volverá Ullrich (este contratiempo seguro que le centra, seguro que no repite errores con la comida y el fiestón), y volverá Pantani (siempre tuvo resiliencia), y déjate que no mire a Francia Vandenbroucke, o Santi Blanco, o, no sé, Simoni. Que disfrute el yanqui, enhorabuena por aprovechar la única opción de su vida.
Uno y no más, Armstrong.
Insufrible Pereda.
Largo, infumable, incongruente artículo
En un intento de hacer un artículo en plan «colegueo», ha escrito algo casi incoherente en su narrativa. Aburrido y sin gracia de principio a fin.
Es un artículo lamentable, e imposible de leer. Bueno, es que no he tenido ni la paciencia para terminarlo. Con lo chulo que sería repasar lo que fue ese Tour de 1999 con lo que sabíamos entonces.
Es absolutamente imposible entender algo. En JotDown cuentas cuentan con traductores para que los mortales podamos llegar a comprender lo que se nos quiere trasmitir?
El relato entre gracioso y entretenido, pero hombre decir que cipollini era o es prescindible es un insulto a la historia del ciclismo.
Se debe contar con un poco de seriedad
Si lo que pretendia es crear mas confusion,lo ha conseguido.Que mal escrito y de primero de narracion.Gracia? Ninguna! Lastima de articulo,pordios! Una pérdida de tiempo
Lamentable artículo. Si lo intentas hacer peor, no te sale.
Hay que fumar menos porros.
¿No hay nadie más para escribir de ciclismo en esta página?. Vale lo del estilo personal y todo lo que usted quiera, pero resulta tan farragoso el relato (?) de Pereda que es insufrible