Soy lo suficientemente viejo para no haber oído hablar de «La Roja» en referencia a la selección española hasta bien entrado el siglo XXI. Antes, era «la selección», una palabra que estremecía y causaba escalofríos porque solo nos infligía dolor. El único apelativo que recuerdo era «La furia», pero fue harto polémico.
Los de la Quinta, por ejemplo, no estaban de acuerdo con aquello. Querían que se jugase con el balón pegadito al césped. En referencia a que con Miguel Muñoz se pegaban pelotazos y se corría mucho. Eran los tiempos en los que lo sofisticado era decir que para jugar bien al fútbol no hacía falta correr. Algo así explicó Butragueño y no le faltaba razón, siempre y cuando seas un firme creyente del ADN Barça.
Sin desmerecer su juego y su talento, la realidad, no obstante, no les favoreció. Muñoz llegó a una final de Eurocopa, que perdió contra la Francia de Platini, se puede aducir que por un fallo de Arconada, pero más no se le podía pedir a la selección de entonces. Cuando yo a principios de los 90 revisaba los don balones antiguos que había heredado no me podía creer que hubiésemos llegado a una final. No te digo ya que fuese verdad lo que contaban los ancianos del lugar, que con Franco ganamos una. No había internet y delante de mis narices lo que había es que no nos habíamos clasificado para la del 92.
Lo de México fue una tragedia por todos conocida y no se me ocurren muchos reproches que hacer cuando caímos en la Euro’88, por detrás en el grupo de Alemania Federal e Italia. Porque lo que vino después fue la maldición de la selección. Unos años de los que se ha hablado mucho, pero sobre los que deberíamos volver una y otra vez, como se hace en los hogares donde antaño se pasó hambre.
Yo no sé si este combinado nacional actual tiene pinta de esa maldición de la selección de aquellos años. Pongamos 1988-2008. Lo digo ahora que estamos eufóricos. Ganar 3-0 el primer partido, pinta a empate impensable contra Albania y derrota trágica contra Italia. El repaso que se llevó Croacia me pareció incontestable, pero la tibia segunda parte y que marcamos el primero cuando empezábamos a desinflarnos me hizo sentir ciertas notas olfativas de años pretéritos en el aroma que desprendíamos.
¿Demasiado exagerado, demasiado temeroso? Fue más o menos lo que nos pasó en el Mundial anterior. Empezamos con un 7-0, luego meritorio empate con Alemania y pesadilla japonesa salvada por la diferencia de goles, para luego Marruecos poner el autobús y dejar patente que no teníamos recursos para atravesarlo.
De hecho, desde la Eurocopa del 12, en la que no se pudo hacer mejor fútbol en la final, entramos en un pozo negro que ya suma doce años donde la única excepción fue la Euro 20, que se disputó en el 21. La España de Luis Enrique hizo un buen torneo, quizá sin un brillo espectacular, pero con un partido contra Croacia memorable. No se llegó a la final por los penaltis, que es por lo mismo que se había pasado a las semis. No hay mucha queja al respecto.
¿Pero qué decimos del resto? La Euro 16 fue de maldición ortodoxa. Buen comienzo en dos partidos fáciles, pero a la primera adversidad Croacia nos gana e Italia nos repasa en octavos. Como había sido toda la vida. De hecho, en el Mundial 14 dimos peor imagen aún que en el célebre Francia 1998, con las cantadas de Zubizarreta ante Nigeria. Y en el del 18, con la charlotada de echar a Lopetegui antes de empezar, la actuación ante el autobús que puso Rusia en octavos fue la de siempre: impotencia absoluta.
La única excepción a nuestras penurias fueron los años que siguieron al eslogan de Cuatro de «Podemos» (inspirado en Obama). El hecho diferencial, evidentemente, fueron los jugadores. Es factible decir que Luis Aragonés los puso en órbita con su personalidad, y algo de cierto es, pero luego Vicente del Bosque continuó la estela ganadora sin demasiados problemas. Lo único que cambió fue le ventajismo de la prensa. Con Luis fueron a degüello intuyendo que, como todos siempre, caería estrepitosamente. Como no fue así por sorpresa para todos, luego nadie quiso perderse el cava.
Pero ara quien vivió todo aquello el recuerdo no fue tanto del éxito, sino de la estupefacción. Aquellos partidos a cara de perro contra Italia para sacudirse el gafe –que ha vuelto- o contra Portugal en los octavos del Mundial. Esos dos encuentros fueron más complicados que las finales o cualquier otro que se complicara por lo que fuera.
España tenía equipo para competir y para ganar, pero eso no era la primera vez que ocurría. Lo llevábamos viendo desde los 80, sin embargo, lo que vimos aquellos dos días es que eran capaces de pasar. Eso no lo entendíamos. No sabíamos cómo iba. Hacer el partidazo de sus vidas, generalmente, acababa con una derrota dolorosa por un ay, casi, no pudo ser, fue un accidente, nadie lo esperaba, qué terrible error, que nos dejaba a todos tiesos.
Ese rigor mortis después de cada torneo internacional ahora que lo pienso no fue tan malo. El sufrimiento fue tan sumamente duro, que el subidón posterior de ser un equipo absolutamente intratable durante cuatro años fue como el éxtasis, el nirvana. Hay que recordar, además, que en España se vibra poco con la selección. Sí que se sigue, evidentemente, pero entre quienes tienen sus motivos para desear que pierda y el cinismo de otro perfil de aficionado que prefiere a su equipo local y no es muy amigo de soportar derrotas y largos lustros de sequías, al final el aficionado pata negra de la selección esté hecho de otra pasta.
Hasta tal punto aquellos cuatro años fueron como estar en el cielo que doce años después no me ha molestado ninguna derrota de España y han sido bastante calamitosas para el nivel de sus futbolistas. Por eso ahora mismo es difícil saber qué tenemos delante, aunque vaya a quedar claro en un par de semanas, hay algo en este equipo que todavía no trasmite sensación de seguridad, garantías de ir sobrado cuando es superior.
Pero también es verdad que las estrellas son de un perfil poco glamuroso y los mejores activos es gente muy joven. Sin embargo, tendrá que ser una de las dos, la maldita o la leyenda, porque esta selección no ha sido capaz de ser otra cosa –con la excepción de la Euro’20/21- solo sabe estamparse o arrasar. Para los que ya sumamos décadas siguiéndola, todo un método Milton.
Las derrotas posteriores a 2012 no han dolido porque se ha saldado una deuda histórica, que era la de ganar títulos e incluso traer un Mundial a España.
Luego, aparte del nivel futbolístico, que es obvio que en 2008-2010-2012 era superior a cualquiera otra generación que hayamos tenido, es que los partidos a cara de perro (Italia 0-0 en 2008, Portugal y Paraguay 1-0 en 2010, semis vs Portugal en 2012) salieron cara cuando otras veces, jugando bien, nos fuimos para casa (Italia 1-2 en USA’94, Inglaterra 0-0 en 1996, Francia 2-1 en el 2000). Y eso nos lo dio el que esa generación, aparte de ser muy buena, estaba acostumbrada a ganar y competir tirando del carro en sus clubes (Íker, y en menor medida Ramos, en el Madrid; Puyol, Piqué, Busquets, Xavi, Iniesta, Villa en el Barça, Cesc en el Arsenal y Torres en el Liverpool, etc).
No tenemos una mala generación por delante: Lamine Yamal apunta a ser un bicho, Nico Williams otro tanto a un nivel más bajo, Pedri y Gavi serán top mundiales, ya tenemos al mejor mediocentro del mundo (Rodri). Pero tendrán en sus clubes ese aprendizaje que tuvieron los de la generación dorada? Tendremos la suerte de que nos salgan un par de bichos para los dos puestos de centrales (Pau Cubarsí y …) que ayuden a dar el salto del todo?
España puede ganar la Euro2024 y también irse para casa en Cuartos. Se ha ganado una Nations League y no hay mucha urgencia. Pero a la de 2028 a este grupo ya se le tendrá que exigir, sobre todo si los que ahora tienen 16-22 años no sufren de percances.
Totalmente de acuerdo. Desde que se apartó el poder a Raúl y Salgado, todo empezó a funcionar. Y la prensa, que se le echó en la cara a Luis Aragonés. Todos. Para que luego digan que el Madrid no domina todo. Pues bien, ahora a pesar de De la Fuente, tengo ilusión.
Villa mayormente marcó sus goles jugando para el Valencia, las cosas como son.
Coincido en que las derrotas post época dorada han dolido menos que las de los años previos, aunque quizás es un tema generacional. A las nuevas generaciones es posible que lo de Italia en la euro 2016 les pareciera el acabose, y yo en cambio vi el partido como si supiera lo que iba a pasar, con una extraña calma. Igualmente en la euro pasada, siendo semifinales y el drama añadido de los penaltis, no sentí ni de lejos lo de las tandas en los años de éxito. Es como si tocara esto, como si con Morata de delantero y media selección que no se donde juega, no hubiera posibilidades algunas de éxito.
Pd: A mi me gusta Morata, pero no se si me explico.
«Algo así explicó Butragueño y no le faltaba razón, siempre y cuando seas un firme creyente del ADN Barça.» Cuando Butragueño dijo aquello Seirul-lo todavía no vendía evangelios, ni se habían sacado de la manga ese cuento de viejas del adn barça. De hecho yo soy lo suficientemente viejo para haber oído a Cruyff, recién llegado, en una entrevista en Estadio Dos decir que el Barça tenía que aspirar a jugar tan bien como lo hacía el Madrid de la Quinta.
Ciertamente, Cruyff era un enamorado de Butragueño. Por algo sería.