Del leñazo que se llevó el año pasado el Real Madrid contra el Manchester City trascendió en los medios la problemática de la dupla Modric–Kroos. La pareja, que había sido la columna vertebral de un equipo campeón, había dado síntomas de agotamiento. Se dijo que eran demasiado mayores para jugar juntos. Hacían falta pulmones más jóvenes en el centro del campo mientras uno de los dos estuviese sobre el césped.
Verdad o no, lo cierto es que en las eliminatorias de Champions de este año Kroos y Modric han compartido los partidos. Entraba el croata en los últimos veinte minutos, que en Champions suelen ser los decisivos. Y lo visto en los tres cruces por parte del 10 ha sido para levantar el meñique. Una masterclass del jugador insignia en el ciclo ganador que comenzó con el gol de Ramos en Lisboa, no por casualidad, tras un córner sacado por Luka.
Vuelta contra el Leipzig
En el partido de ida contra el RB Leipzig, Modric no jugó, pero la dinámica del recambio sí que se produjo en la vuelta en el Bernabeu. El croata salió en el minuto 78 después de que Kroos recibiera la amarilla por meterle un viaje a Xavi Simons. El partido iba 1-1 y el daño que causaban los alemanes era relativo, pero cualquiera que conozca al Real Madrid desde hace décadas sabe que hay más peligro en un momento de torrija contra un club de nivel medio que ante una escuadra top que está atacando con toda intensidad, como bien sabe Guardiola.
Cuando Modric saltó al terreno de juego el Madrid estaba encerrado en su campo. Su primera aparición fue para echar un cable a Mendy en la salida de balón bajo una fuerte presión. Poco después, Hendricks logró eludir a Modric y disparar con relativa tranquilidad desde la frontal del área. Todo muy letárgico.
Sin embargo, más que en dormir el partido, Modric se afanó en lo contrario, en conectar con Vinicius. En un par de ocasiones le sirvió el balón franco para que penetrase en la defensa por su banda, pero esta se le hizo más complicada que la del Bayern. Aunque no pasaba nada, en la recuperación tras pérdida también estaba Modric y Vinicius pudo resetear un par de jugadas gracias a la cobertura del croata.
Bellingham también recibió un pase suyo con el exterior que le dejaba solo, aunque este asistió a un 9 imaginario, no había nadie. Quizá por eso saltó poco después Joselu al campo. El plan Joselu se ensayó esta noche, aunque en el mejor balón que recibió delante del área pequeña le salió un control churrigueresco y no pudo anotar. Hubo un tiempo en el que el Bernabeu lo perdonaba todo menos un mal control. Aquí no se oyó aquel runrún famoso.
Minutos después, a Modric se le escapó Orban en un córner y faltó poco para que marcase el empate en la eliminatoria. Pero dos jugadas después, llegó el momento más importante de Modric esa noche, que quizá pasó desapercibido.
No se notó porque cuando los jugadores tienen buena colocación parece sencillo que intercepten un pase, pero si Modric no llega a estar donde estaba, los alemanes tenían una autobahn sin restricciones hasta Lunin. Por esa misma izquierda llegó luego la ocasión de Dani Olmo, la vaselina que se estrella en el larguero, y Modric esta vez estaba a veinte metros del balón. Al final, de una manera harto perezosa, el Madrid logró pasar.
Ida contra el City
En uno de los partidos más bonitos del año, en el minuto 72, cuando Modric entró al campo, el Madrid estaba deprimido. Le acababan de meter dos obuses inapelables que le habían dado la vuelta al marcador. La aparición del croata tenía encomendada una misión imposible con la sintonía de la serie de Bruce Geller del mismo nombre: atacar a un equipo de Guardiola. El despliegue del croata tampoco fue muy loado por los medios convencionales, pero cualquier sibarita encontró verdadero caviar en esos veinte minutos.
Estaban las televisiones deleitándose con el gol de Gvardiol y los brincos de Guardiola cuando apareció Modric en primer plano para recibir el saque de centro de ese gol. Ese detalle anunciaba la ultractividad de un jugador que se supone medio retirado. La primera aparición, para impedir un centro de Grealish que dejaba una imagen curiosa, el inglés parecía un perro acosado por una liebre, todo lo contrario de lo que ocurrió en el lado opuesto del campo en la vuelta entre Vinicius y Walker.
No había hecho más que empezar. La siguiente, un pase a Bellingham que Akanji tiene que cortar en falta. Hasta que en el minuto 77, recibe, le da el siroco y no suelta la bola, conduce como un loco metiéndole una marcha extra a un partido marcado por las precauciones de ambos equipos, se mete por el centro atrayendo a la defensa para entregarle a Vinicius y que, con el espacio del que goza, pueda pensar unos segundos. Vaya si lo hace, No hay regates, sino un pase inverosímil al otro lado del área que enchufa Valverde de volea. Ya lo han visto en la tele.
Con el gol el 10 no baja el ritmo. Ahora conduce hacia la derecha, se las arregla para ponerle el balón en el pie a Valverde entre un mar de piernas en el que la trayectoria del esférico tiene que ser milimétrica y este, como había hecho antes Vinicius, sirve para Bellingham que falla solo delante del portero. Perfectamente, le podrían haber dado la vuelta al marcador en uno de esos arreones lokatis que mete el Madrid y se dice que se deben a la suerte o a la casualidad.
Escasos segundos después, banda izquierda, pase con el exterior a Bellingham, que tira la pared con Vinicius pero no puede seguirla porque le tumban. Otra vez Modric crea las situaciones de las que sacar petróleo. Está mandando como un general de campo. La cámara pone el zoom para captar la banda derecha y otra vez es él quien conduce. Pase a Valverde que facilita una internada de Brahim. El croata es un director de orquesta alternando violines y trompetas en estéreo.
Pero también defiende. Es capaz de ganar balones aéreos en el centro del campo –posiblemente en falta- a tipos que le sacan veinte centímetros. La bola llega a Lunin y una mancha blanca se agita al otro lado de la pantalla. Es Modric pidiéndola. Está enloquecido. Quiere más.
Ahí da comienzo la Operación Joselu, que es bastante gracioso que se la tilde de genialidad del hijo de Ancelotti ante el Bayern cuando llevaban varios partidos en esta competición haciendo ese cambio.
Sacando el balón con parsimonia, Modric pinta otra obra de arte. Tchouaméni se la pasa. El croata, atrás del todo, pone la mirada larga. Se la da a Rüdiger, pero se queda mirando a lo lejos. Algo ha visto. Rüdiger devuelve, minuto 88, recibe Modric, Carvajal señala el espacio que el croata ya ha visto cuando daba el primer pase. El balón atraviesa por lo alto todo el terreno de juego y cae, teledirigido como un dron, en el pie izquierdo de un Carvajal que entra hasta la cocina.
Joselu está en la frontal, si ese pase falla, tiene detrás a Valverde también solo, pero la asistencia sale demasiado mal, a la espalda de ambos. Esa también era un gol cantado.
La guerra sigue. Modric mueve los brazos como si estuviese en un concierto de Slayer. No para de pedir la bola. Camavinga no se la da y se la sigue reclamando histérico. Al final el francés consiente, se la entrega y el pase largo iba directo a Bellingham que solo tenía que enchufar, pero el señor Stones mete la cabeza con precisión. Bellingham grita de rabia.
Ha sido córner ¿y quién lo saca? Modric. La pone, un toque con Brahim, orienta a la defensa hacia dentro como si manejase una muleta en Las Ventas y devuelve para Brahim que lo tiene todo para unir un gol desde fuera del área al magnífico catálogo de la noche, aunque se la interceptan por poco.
Ese córner era por la izquierda del Madrid. La siguiente jugada es atrás por la derecha y, en efecto, ahí está Modric. Entre él y Valverde reparten leches para anular a Kovacic en falta. Haaland se desespera, pide que se la cuelguen, pero no le llegan balones por jugadas como la que acabamos de ver.
En los últimos segundos, su jerarquía sobre el campo es tal que Mendy prefiere jugársela y arriesgar para dársela a él y solo a él y que sea él quien la saque desde atrás. Otra lección de fútbol. Pared con Carvajal, pared con Valverde y este llega a centrar desde el banderín de córner. Es fuera de banda y el árbitro decide que el Madrid no saque, que ahí se ha acabado el acoso. Una colección de lecciones de cómo crear peligro en tres o cuatro pases al mejor equipo del mundo, que necesita unos cuantos más para obtener el mismo fin.
La vuelta en Manchester
Si la ida fue uno de los partidos más bonitos del año, la vuelta fue el partido del año, no por su belleza, pero sí por su emoción, trágica durante el tiempo de juego, cómica en los penaltis. Modric entró en el 79, cuando el ataque de los de Guardiola era abrumador, un verdadero monólogo que, sin embargo, no creaba apenas peligro. Aunque acababa de marcar De Bruyne y parecía que el Madrid se iba a diluir como un azucarillo en el café. No ocurrió, el terrón era de piedra.
Fuera chaquetilla, camiseta negra, cinta en el pelo y para dentro. Primer balón de Modric, un amago de pase en profundidad que sale de pena. No se corta el monotema, ataque azul celeste, no exento esta vez de cierto empane madridista y De Bruyne la tiene a huevo para darle la vuelta al marcador. Se va por poco. Ahí se habría acabado el invento, aunque lo mismo se podría haber acabado en la primera parte si Carvajal tiene más sangre fría en el contraataque en el que tuvo el 0-2.
Está tan preocupado Modric por la situación que un balón que le cede Mendy desesperado dentro de su área lo saca con el exterior, de vaselina sobre los atacantes y con efecto para que le caiga a Brahim en el pie.
En el 89, otro milagro invisible. Una internada de Doku, el abrelatas de Guardiola, tenía que haberle llevado el balón a los pies a Akanji dentro del área para fusilar a Lunin y finiquitar el fangoso encuentro. No sucedió, estaba Luka. Pero cómo estaba. No despeja, se saca un pase con granizado de sangre en las venas para que Camavinga se la ponga a Brahim en carrera y se inicie una contra letal que el Manchester City corta con un recurso que no sé si lo relacionaría con la elegancia y belleza del juego desplegado por un club con ADN Pep: agarrón u hostiazo al rival, tarjeta y a otra cosa, no me hagas pensar ni correr.
Tenía que haber sido el 2-1, pero no lo fue porque estaba Modric y porque estaba Modric pudo ser el 1-2, pero el City lo paró de forma cerdícola, aunque inteligente.
En el siguiente minuto hay otra de impresión. El Madrid triangula atrás de forma estéril tras el saque de una falta y, cuando recibe Modric, se la pone en la cabeza medida a Carvajal. Parece un lance banal, pero por muy poco este no logra colocársela delante a Bellingham para que encarase directamente a Ederson. De nuevo habría sido en tres pases lo que el City llevaba una hora y media intentando hacer en docenas.
En la prórroga, generalmente ayudó en la salida de balón y no se vino muy arriba en las contras, permanecía vigilante atrás cuando el Madrid subía con lo poco que podía. Aun así, el City era capaz de conseguir que Bernardo Silva le pusiera un balón franco a Foden para enchufar sin piedad, aunque este remató sobre sí mismo.
Sin embargo, en el minuto 100, una combinación magistral del Madrid atrás, culminada con Modric con un taconazo, sirvió para que Valverde se la dejara como a él le gusta y con un guante el croata se la entregó a Vinicius en los pies sin nadie por delante, aunque el que posiblemente es el mejor defensa del mundo, Kyle Walker, le ganó la posición en las últimas zancadas.
En el 102, le sacaba un balón de la cabeza a Rodri, 18 cm. más alto. En TNT Sports se descojonaban los locutores por la diferencia de estaturas. Reflejo de que el City estaba dejando de arreciar y la iniciativa empezaba a tomarla el Madrid, que casi pudo inclinar la balanza con una ocasión imperdonable y perdonada de Rüdiger.
Pese a todo, Modric siguió posicionándose detrás de sus compañeros y detrás de cada jugada. En el debe, un intento de cortar un balón flotando en el aire sin éxito que Bernardo Silva puso en los pies de Doku y la internada en el área salió regulera, pero la situación fue peligrosa por nada. En la siguiente jugada, que pintaba igual de mal, se resarció sacándole con vehemencia una bola a Bernardo Silva en un lance de hombres contra niños que dejó al portugués enrabietado con el árbitro.
En el 118, quiso repetir lo mismo contra Foden, pero no le salió ni de casualidad. Phil Walter, a lo Maradona, absorbió el golpe, contrajo y estiró su cuerpo y continuó conduciendo como si nada. Al final de esa jugada, cuando la recuperó el Madrid, otra vez, con toda parsimonia, se la puso suave, al pie y con metros para que Brahim tirara millas, pero faltaba mucha gasolina como para mantener la superioridad en el contraataque. Ya en los penaltis, llegó su mayor gamba en lo que llevamos del torneo, como todo el mundo sabe, falló su penalti. A Ederson le costó bastante poco parársela.
La ida en Munich
Otra vez con el resultado en contra, Modric saltó al campo en el 85. Nada más salir, enseñó los galones y sacó una falta colgándola al área y, en el rechace, le metió un plantillazo a Sané, no todo va a ser ir por la vida a lo Laudrup. Aquí el Madrid jugaba más desahogado que contra el City, pero iba palmando ante un Bayern que, si bien dejaba ver debilidades, no perdonaba lo que tenía, como corresponde a un club de su entidad y categoría en el valle de lágrimas de la Champions.
Esta vez, la primera bola de importancia que tocó el croata era para no saber si reír o llorar. Recibe de Camavinga atrás en horizontal completamente solo, sin nadie que le presione, y al trote, con el interior esta vez, no como es costumbre, pone una rosca en el pecho de Vinicius que perdona a Neuer porque se adelanta demasiado el balón antes de chutar. Hablábamos en partidos anteriores de lo que podía hacer en tres pases: aquí lo hace en uno.
En el gol del empate no participó, el pase magistral lo dio Tchouaméni y la jugada fue una genialidad de Vinicius. Luego enmendó alguna pérdida del brasileño manchándose un poco y recurriendo al tackling. No hubo mucho más con enjundia.
La vuelta contra el Bayern
Como un reloj, Modric entró por Kroos en el 69, por supuesto, con el marcador en contra. Acababa de marcar Alphonso Davies un gol con pinta de insuperable. En otro tiempo, al menos sí. Aunque el primer balón de Modric fue el saque de córner que acabó con el gol anulado a Nacho por hacerle a Joshua Kimmich la del Estrangulador de Boston.
En los siguientes compases, cual metrónomo, siguió llevando el balón hasta Vinicius como de costumbre. En la derecha, no le salieron igual las cosas. Un par de balones que metió al área entre líneas se fueron largos. Claro, que si no lo hubieran hecho, eran medio gol. A continuación, hubo algunas faltas tácticas. En el pase largo que Rüdiger le dio a Vinicius y este apuntó a la escuadra, pero se le fue por poco, fue Modric el que se la arregló combinando con él para que Antonio pudiera pensar lo que hacía antes de ejecutarlo.
El tiempo pasaba y no pasaba nada, solo calambres, y la cosa solo daba para que Modric sacase corners. Uno de ellos es la famosa acción en la que, tras lanzarlo, hace un sprint hasta su área para cortar un contraataque en el último pase tras el que Pavlovic solo tenía que rematar.
Y entonces llegó el festival de Joselu. No se lo van a creer, resulta que todo empezó en Modric. Saque de Neuer de portería, tranquilamente, minuto 87, el juego es lánguido por los continuos calambres de los alemanes, y ese balón largo lo intercepta Modric de cabeza. Pase rápido a Camavinga, pase rápido a Bellingham, pase rápido a Vinicius, tiro a puerta malo desde fuera del área, error del portero… ya lo han visto. 1-1 y 2-1 en tres minutos. En el magnífico correcalles que se formó después, no hubo más noticias del 10.
Si el Real Madrid ganase la final, Modric alzaría su sexta copa de Europa, con la que igualaría a Paco Gento. Cada uno tendrá sus gustos, pero si eso sucede, el debate sobre si Luka Modric ha sido el mejor jugador de la historia del Real Madrid será legítimo. Sobre todo a la vista de sus intervenciones quirúrgicas en los veinte minutos que ha jugado de cada partido en el camino hasta Wembley. Una versatilidad absoluta. El defensa mejor colocado, el apoyo para sacar el balón jugado, el creador de asistencias impensables. Es un jugador que no tiene fin. Quizá no haya habido nadie tan regular y tan brillante en los más de cien años de historia blanca, pero eso, como todo, habrá que discutirlo. Por su parte: Čovjek snuje, Bog određuje.
Artículo tipo Otra-vez-el-puto-madrid-de-los-cojones, subtipo otra-vez-el-puto-modric-de-los-cojones.
A mamar!
Y lo que te queda.
No tienes otra cosa qué hacer?