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De coescribir el guión de «La sociedad de la nieve» a escribir un bestseller del Rayo Vallecano: Nicolás Casariego

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Foto: Cordon Press

Nicolás no vive en Vallecas. En su infancia tampoco llegó a celebrar ningún gol del Rayo. A los 52 años tampoco sabía quién era Wilfred, que a su edad parece algo imperdonable para un hombre que iba a escribir un libro del Rayo. Algo había oído, sí, de que Hugo, uno de los hermanos de Maradona, había jugado en Vallecas. Pero tampoco ponía fecha ni imágenes de «Estudio Estadio» a aquella época porque su afinidad con el Rayo es la misma que yo puedo tener con el Bayern Leverkusen.

La diferencia es que en el verano de 2022, Nicolás se alejó del Madrid y de la Champions, que era su territorio, y se dispuso a vivir una aventura en el Puente de Vallecas que iba a durar diez meses como si fuese una expedición al Everest.

Todo arrancó en una noche eterna en la calle Payaso Fofo, en una de esas colas que ya no se estilan, para sacarse el abono del Rayo para la temporada. La espera fue terrible, casi teatral, de 32 horas hasta que le llegó el turno en taquilla. Y ahí puso la primera piedra del libro que quería escribir. Un libro que nunca será uno más y que esta Navidad puso el cartel de agotado en todas las librerías de Madrid: Rayografía, se titula.

Y lo digo porque a mí me pasó en la semana de Reyes cuando ya no quedaba tiempo para pedirlo por Amazon. Había esperado hasta el final para comprarlo, porque era uno de los regalos que había pensado para mi hijo que hace años, cuando sacó buenas notas, le ofrecimos un regalo por el esfuerzo y, contra todo pronóstico, en vez de una bicicleta de montaña o un reloj GPS, lo que pidió fue que le hiciésemos socio del Rayo.

-El abono para la próxima temporada -dijo.

Un compañero de instituto tuvo la amabilidad de contagiarle esta pasión por un equipo y por un barrio con el que hasta entonces no teníamos la más mínima vinculación, porque queda muy lejos de casa. Pero ahora hablando con Nicolás Casariego (que es el autor de Rayografía) me doy cuenta de que mi hijo Roberto no es una excepción. A otra escala, y unos años más tarde, a Nicolás le iba a pasar igual.

En su caso, no fue un compañero el responsable, sino una idea, porque ya se sabe como son los escritores. Su herramienta de trabajo son las ideas y cuanto más potentes sean las ideas, más fácil será vender libros.

Y, en este caso, Nicolás partió de la idea de que «el fútbol es un inmenso retrete». De hecho, es así como empieza el libro y luego, en un tono más didáctico, justifica: «Hablar de fútbol es hablar de todo un poco, desde la crisis económica hasta la familia, lo injusta que es la vida o tu cuñada, forofa de un equipo rival y que, por increíble que parezca, te cae muy bien».

Y todo esto ha tratado de relacionarlo Nicolás en Vallecas, donde aterrizó aquel día de verano «con la idea de vivir lo que no había vivido» y es cierto que jugaba con ventaja, porque tenía sitio en el equipo titular: los editores del libro ya habían aprobado su idea. Y eso es como pasar la ITV del coche, antes de irse de viaje.

Foto: Cordon Press

Así que Nicolás se sentó «en el retrete del balompié» sin más incertidumbre que la de buscar gentes e historias que le permitiesen recuperar «la inocencia perdida» y con el mismo atrevimiento que contestó a Martín Presa el día que el presidente rayista le dijo: «hay tres pilares en los que invertir: deporte, educación y sanidad».

-No estoy de acuerdo -le contestó-. Hay que invertir en deporte, sanidad, educación y en Iraola.

La aventura duró desde el primer hasta el último partido del Rayo la temporada 2022-23. Diez meses en los que llegó a trabajar 12 horas diarias, porque no solo se trataba de ir a los partidos, sino de conocer un barrio, de conocer gente y de organizar frente a las teclas del ordenador toda la mercancía que traía de la calle. Y eso nunca será fácil.

Nicolás cuenta que en estos diez meses solo descanso tres días. Pero no se arrepiente ni de aquel viaje a Elche para ver ese Elche 4; Rayo 0 que, debido al atasco de la carretera de Valencia, duró ocho o nueve horas. Pero esa es la ventaja de hacer lo que uno quiere y por eso Nicolás te habla del libro con un cariño prodigioso, casi con el mismo cariño que te puede hablar de su hijo Marcos que ya tiene 20 años.

Y miren que el libro es como una estación de Metro en la que no hace más que entrar y salir gente. Pero todos tienen su historia cómica o entrañable, desde célebres personajes de aquel Rayo matagigantes como Anero (ingeniero aeronáutico que trabaja en el aeropuerto de Barajas) hasta Mayte Martín, la periodista del As que emplea sus días libres en viajar con el equipo, pasando por Antonio Luquero, fundador y responsable de Vallecasweb, que es un filón sobre la vida y las actividades que se desarrollan en el barrio.

En el libro es poca cosa lo que se habla de fútbol. No hace falta. La obra, en realidad, no es un triunfo ni un fracaso. Lo que se enaltece no es aquel Rayo 2 Barcelona 1 ni ese primer gol de Raúl de Tomás al Valladolid que parecía que nunca iba a llegar.

Rayografía, en realidad, es la vida pirata que corea el estadio entero para despedir a sus ídolos. El libro son los futbolistas sin Ferraris que salen del entrenamiento. El libro es la conversación en el aparcamiento con Pathe Ciss. El libro es Chema, aquel chaval que fue a un entrenamiento del Rayo para que Isi le firmase una bandera y pudiera llevársela a su novia que estaba de Erasmus en Alemania y con el que Nicolás Casariego logra una complicidad que nos enamora.

En realidad, el libro es una familia en el que la única pena que sintió el escritor fue la de no llevar nunca a su madre «para que hubiese podido celebrar un gol a lo grande». Y ese es el único sabor amargo de la despedida. Pero con tantas escaleras como tiene el estadio era un riesgo innecesario para la mujer.

Por eso este es un libro en el que el fútbol se pone de acuerdo para explicar lo que usted o yo vivimos en casa, en la calle o en el trabajo. Y para eso no hace falta hablar de la segunda línea ni de bloque alto o bloque bajo.

El autor apuesta por todas esas gentes anónimas que se mueven alrededor del fútbol y de las que rara vez se escribe. Y como no se escribe ellas no podemos conocerlas. Solo imaginarlas. Pues bien, con este libro Nicolás pone imágenes con las palabras a nosotros mismos y a nuestra imaginación. Es casi imposible no sentirnos identificados en algún momento.

Atrás quedan 391 páginas, la personalidad de un barrio infinito que es como un trozo de pan, el sacrificio de sus calles, el golpeo de Bebe, los nervios del autor en la grada durante toda la temporada 2022-23 engañando a la gente que le acompañaba a ver los partidos para seguir averiguando diferencias. Y todo lo que sintió hoy es nuestro.

Lo es en este libro, Rayografía en el que cada partido del Rayo Vallecano solo es una percha para meter la ropa en el armario, porque su idea nunca fue la crónica deportiva («esa ya se contaba en Marca o As»), sino hablar de algo más de fútbol. Por eso cada capítulo va más allá del fútbol porque este libro no miente a nadie. «Este libro es un ejercicio de poner a trabajar mis neuronas en vez de aparcarlas», confiesa.

Sergio Camello (Foto: Cordon Press)

Las historias viajan a cámara rápida. Al principio le acompaña algún tinto de verano. Luego, algún cigarrillo o, incluso, alguna comida legendaria. Pero aquí no vamos a contárselo a ustedes porque entonces les estropearíamos el libro.

Y nada más lejos de nuestra intención que fastidiarle una venta o que quitar un lector a Nicolás Casariego. Un hombre de la generación de 1970, hermano de dos escritores (Martín y Pedro) que tampoco sabe explicar a ciencia cierta por qué llegó hasta aquí desde su domicilio en San Bernardo.

-En realidad, yo estudié empresariales -justifica-. Hice muchas cosas. Trabajé en un estudio de arquitectura. Tuve un bar de copas, La Guillotina, durante siete años. Pero al volver del servicio militar decidí empezar a escribir y a los 27 años, para sorpresa de mi familia, publiqué mi primera novela.

Y, desde entonces, no solo es escritor, sino también guionista de cine. De hecho, Nicolás compaginó la escritura del libro con la del guión de La sociedad de la nieve, la película de Bayona, lo que era como viajar de Vallecas a la nieve, en concreto a Sierra Nevada, donde se rodó la película, y a Chile y a Uruguay y a esa historia coral que también pone en pie nuestras emociones.

-¿Qué diferencias hay? -se pregunta ahora-. Bueno, en la película sobre todo intentamos ser fieles a lo que pasó, transmitir la sensación de veracidad, de respeto a quienes vivieron esa historia, con esos primeros planos que te acercan a esos chavales. Y, sí, claro, la documentación fue enorme. Pero es que eso es el trabajo de escritor.

Y esa es la banda sonora de su vida. «Intento desarrollar esta vocación por escribir», admite. «No siempre es fácil. El precio a pagar es la austeridad. Pero a mí me gusta, porque la mayor parte del tiempo escribo de lo que me da la gana».

La diferencia es que en Vallecas estaba rodeado de colores rayistas, banderas y muchísimas bufandas y camisetas que espabilaron su emoción, la celebración cuando el árbitro Mateu Lahoz pitó el final de la Liga en Ibiza, tirado sobre la arena de Playa d’en Bossa frente al mar, donde el verano llega antes que a todos los destinos del mundo.

Porque el libro también fue eso para Nicolás Casariego, viajar y viajar mucho. Viajar en busca de emociones a las que él puso palabras. «Se dice que de un viaje lo que cuenta es el recorrido y no lo discuto, pero en mi opinión también cuenta, y mucho, la celebración».

Foto: Cordon Press

Y esa durará toda la vida. Cada vez que uno de nosotros le diga: «Nicolas, enhorabuena por el libro, me ha gustado mucho». Cada vez que él vuelva a Vallecas, que volverá y recuerde a esas gentes que le ayudaron a llegar hasta la página 391 y que le permitieron formar parte del barrio como si fuese uno más: los postres, los cafés, Felines, Potele, Uceda, Chuti…, fueron tantos.

Hoy, en un día anónimo del mes de enero, Nicolás hace balance:

«Necesito tomar distancia y que entren otras cosas en mi cabeza. Necesito bajar de revoluciones. Necesito desprenderme de toda esa intensidad que me acompañó durante aquel año».

Pero eso no significa que no vaya a volver algún día a Vallecas ni que no se haya imaginado el regreso. Y entonces se imagina ese día como el día en ¡el que el Rayo juegue en Europa y le pediría al destino que ese viaje fuese a una República rara a la que nunca irías si no fueses del Rayo.

La diferencia es que ahora Nicolás tendrá gente con la que compartir el viaje porque Rayografía es un contrato indefinido con Vallecas, amistades, suscripciones, mensajes de whattsap que hasta entonces no existían.

Así que solo hace falta respirar profundo, tener ganas de leer, abrir un nuevo sitio en el corazón, apoyarse en una valla metálica, mirar a los ojos con decisión pero sin prisa. Al fin y al cabo, todo eso es lo que Nicolás Casariego fue a buscar y encontró en Vallecas donde, efectivamente, la vida también puede ser maravillosa.

 

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