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Meho Kodro: «Al salir de la Real no llegué al mismo nivel porque la Real Sociedad era como mi novia»

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Meho Kodro

En los años 90 las diferentes guerras que despedazaron a la antigua Yugoslavia provocaron el éxodo de muchos de sus habitantes. Numerosos futbolistas empezaron a aparecer en las alineaciones de los equipos de Italia, Alemania o cualquier liga europea. También La Liga se llenó en pocos años de bosnios, serbios, croatas o montenegrinos; algunos en los clubes más grandes, otros en los que luchaban por la permanencia y también en los de Segunda División.

Entre todos ellos, uno de los que más llamó la atención fue Meho Kodro (Gubavica, Bosnia-Herzegovina, 1967). Llegó a la Real Sociedad cuando la amenaza de la guerra ya estaba presente, sufrió desde San Sebastián todo la crudeza de un conflicto armado y todavía tuvo tiempo de marcar 81 goles; suficientes para llamar la atención de Johan Cruyff y hacer las maletas camino de un Barça en reconstrucción. Heynckes lo reclamó para aquel Tenerife que se lució en Europa y terminó sus años en La Liga en el Alavés de Mané.

Nos encontramos con el delantero bosnio frente a la bahía de la Concha, en un típico día de otoño donostiarra, para hablar de su infancia en un país que ya no existe, de fútbol en medio de una guerra y de heridas que todavía quedan por cerrar en un territorio que trata de encajar su identidad. Meho se muestra receptivo a lo largo de toda la entrevista, generoso con el tiempo.

«Nunca había hablado tanto tiempo con un periodista» comenta al terminar, pero había mucho de que hablar; recuerdos muy bonitos que quedan grabados en la memoria de los aficionados y otros que hubiera preferido no haber vivido nunca. Una entrevista que va y viene de la alegría del fútbol, al drama de la guerra y que empieza en la vieja Yugoslavia de Tito.

Naces en Gubavica, un pueblo a 10 kilómetros de Mostar.

Sí, yo nazco en Gubavica y vivo allí hasta los tres años, que nos trasladamos a Buna, un pueblo un poco más grande y más cerca de Mostar. A unos siete, ocho kilómetros. Allí hice mi infancia. Desde los tres años hasta venir a San Sebastián hice prácticamente todo mi tiempo en Buna.

Era un sitio muy turístico, un pueblo muy bonito. Muy conocido en esa región. Había una piscina grande en el río, todo muy verde, muy espacioso… Mucha gente pasaba allí los veranos y yo me movía por allí.

¿Qué es más bonito, Buna o Ljubuski (el pueblo de su mujer)?

Ljubuski es una ciudad pequeña, algo entre pueblo y ciudad. Tiene unas cascadas muy bonitas. Es bonito, sí. Y todavía más bonito porque encontré a mi mujer allí (risas).

Está muy cerca de Medjugorje, un sitio religioso que a la gente de España le puede sonar, porque va mucha gente incluso de aquí. Un lugar sagrado para los católicos, porque parece ser que la virgen apareció allí.

En los Balcanes, a nivel social, se marca mucha diferencia entre el campo y la ciudad. No sé si sigue existiendo ese estigma, pero, ¿lo sentiste al llegar a Mostar desde un pueblo?

Sí, existía y sigue existiendo todavía. Lo que pasa es que Gubavica, comparando con Buna, es otra cosa. Más pueblo, más tradicional, con las costumbres de los pueblos. Y Buna era un sitio al que iba mucho turista, mucha gente de Mostar. Pero sí, noté esa diferencia al llegar allí. Venir de un pueblo de fuera, no ser de Mostar… Sobre todo al principio, lo notas. Después te vas acostumbrando y la gente te va aceptando. Pero se sigue notando esa diferencia. Es algo cultural.

La vida es distinta en el campo y la ciudad. El pueblo es más conservador, la vida es más a la antigua. Y Mostar era una ciudad muy abierta, muy cultural… cosmopolita. Esa diferencia se notaba bastante.

Dentro de lo que era Yugoslavia, Mostar era una ciudad especialmente diversa, sin una mayoría étnica clara. El porcentaje de población era muy similar entre bosniacos (bosnios musulmanes), croatas y serbios.

Sí, no solamente era similar, sino muy mezclado. Mostar era una ciudad representativa de lo que era Yugoslavia. Era la ciudad con más matrimonios mixtos y la convivencia entre etnias, incluso religiones, era muy buena. La diferencia se podía notar al salir de Mostar, si te ibas a un pueblo o a otro, pero en la ciudad todo el mundo estaba mezclado.

Meho Kodro

Era también una ciudad con tradición de izquierdas, tradición obrera.

También. Obrera y de izquierdas. Hay un club que se llama Velež Mostar que representa todos estos valores de los trabajadores. Incluso de la izquierda, sí.

Lo que pasa es que estamos hablando de la época comunista y el comunismo ya sabes de dónde viene. Velež Mostar, más que de izquierdas, que era lo más lógico teniendo en cuenta el contexto en el que estábamos, era el club de todos. De todos los que vivíamos en Mostar, incluso más allá de Hercegovina. Cuando salía de Mostar o de Hercegovina e iba por el norte de Bosnia o de Yugoslavia, Velež siempre era un club bienvenido. Sin embargo, si el que iba era el Dinamo de Zagreb, el Estrella Roja o el Hajduk, en unos sitios era bien recibido, pero en otros quizás no.

¿Por qué crees que ocurría esto?

Porque Mostar era un poco así, la representación, quizás, del pueblo yugoslavo y nosotros lo vivíamos así.

Tenía mucha identificación con Yugoslavia y con Tito, ¿no?

Y con Tito, sí, sí. Por ejemplo, en otras ciudades han desaparecido las calles al Mariscal Tito, pero, en Mostar, la calle principal se sigue llamando así. Mucha gente de Mostar no se avergüenza de eso. Al final ha sido una parte de nuestra historia. Otra gente ha ido por otro camino y han cambiado los nombres de las calles o incluso no quiere recordar esa época.

¿Empezaste a jugar al fútbol en Buna?

Sí, allí empecé. Al lado del río había mucho espacio, mucho verde. Buna lo atraviesan tres ríos, era muy bonito y había mucho espacio para jugar.

¿Desde el principio te gustó jugar al fútbol?

Sí, mucho. Pero es que tampoco había muchas cosas para elegir. En Mostar, para destacar tenías que ser bueno en los estudios, ser un gamberro, saltar desde el puente viejo o jugar bien al fútbol. Y yo me pasaba el día jugando al fútbol, igual que muchos amigos míos.

Tienes planta como para haber jugado al baloncesto, que era un deporte muy importante también en Yugoslavia.

Yo he jugado mucho al baloncesto. Nunca en serio, nunca en un equipo, pero sí que se jugaba mucho; pero mucho, mucho. Había muchas canastas, por donde fueras había canastas. Cerca del colegio, de los centros culturales o en el mismo campo. El fútbol y el baloncesto estuvieron muy presentes durante mi infancia.

Yugoslavia tenía un nivel altísimo en deporte. Recuerdo que, a España, en baloncesto le ganaba casi siempre y en balonmano también. En fútbol estaba un poco más igualado. ¿Eso era consecuencia de una cultura deportiva fuerte o era el Estado quien promovía el deporte, al estilo de los países soviéticos?

Las dos cosas. Había mucha cultura deportiva y se le daba importancia. Estaba muy bien estructurado. Hace pocos días estuve hablando con un amigo, Vahid Halilhodžić, que jugó en el PSG y fue entrenador de muchos equipos. Hablábamos de cómo vivíamos nosotros y él me comentó que, jugando en Velež Mostar, tuvo la oportunidad de irse al Barcelona. Debió de ser a finales de los setenta o principios de los ochenta.

Yo le comenté que, a la Real, había llegado directamente de Mostar. Ese salto hoy en día sería imposible. La liga española ha crecido mucho y la de Bosnia ha ido por el otro lado.

Lo que quiero decir con eso es que, en ese momento, se trabajaba muy bien estructuralmente. A mí no me costó nada adaptarme aquí. Me acuerdo de que, cuando llegué, Toshack me hablaba de tácticas y yo le decía que sí, que todo eso ya lo conocía. Te lo digo para que entiendas lo que era Yugoslavia y la liga yugoslava, que se trabajaba bien y el futbolista, el deportista en general, estaba bien visto en la calle, era casi alguien superior. Se le daba mucha importancia a esto.

Entiendo que en tu infancia te fijarías mucho en los futbolistas de Velež Mostar.

Sí, mucho. Mi ídolo era Duško Bajević. Halilhodžić también. Yo he crecido con el sueño de jugar algún día en Velež y ese es el deseo que te va impulsando.

Creo que aprendiste bastante de Momo Vukoje. ¿No es así?

Sí, era extremo. Un jugador muy hábil. En ese momento estaba considerado como uno de los jugadores importantes de Velež. Yo no me había fijado en él hasta que vi a Sead Kajtaz hacer un movimiento. Un movimiento de engaño, ir y venir. Yo lo vi y me quedé alucinado. Luego le pregunté a Sead »¿cómo lo has hecho?». Y me dice «lo aprendí de Momo». «¡Hostia! ¿De Momo?» le dije y entonces me recomendó que me fijara en él.

Momo era mayor ya, pero me empecé a fijar. Ya no veía el partido, sólo me fijaba en él y veía que continuamente hacía esos movimientos de engaño, de ir y venir para romper a la defensa. Le pregunté a Momo y me dijo «Meho, yo no soy tan rápido, pero, al hacer esto, gano ventaja con el lateral». Era algo simple, pero entonces yo era un chaval y eso me abrió otra perspectiva sobre el fútbol. La velocidad no tiene que ser solamente de las piernas, se puede sacar de otro lado también.

Meho Kodro

Pero tú sí que eras un jugador rápido.

Yo empecé a probar todo esto y ahí me di cuenta de algo importantísimo en el fútbol. Empecé a pensar antes que los demás; adelantas el proceso y eso te da muchísima ventaja.

Llegaste a Velež con catorce años. ¿Qué supuso para ti?

Yo jugaba en Buna, con mis amigos. Un día, un compañero que jugaba en los cadetes de Velež, me dijo que le acompañara y a ver si podía entrar en el equipo. El primer entrenamiento faltó el portero y me pusieron a mí. Pero yo quería jugar, no quería ser portero. Me quedé con un poco de frustración, pero mi amigo me dijo que no me preocupara, que el entrenador no estaba ese día.

Fui al siguiente entrenamiento y a los quince o veinte minutos, se me acerca el entrenador y me dice que para el siguiente entrenamiento llevara el libro de familia y dos fotos. Eso fue una felicidad que no sé si he llegado a experimentar cuando he fichado por otros equipos. Así empecé, con la ilusión más grande del mundo, porque yo era hincha de Velež Mostar pero de una manera perdida. En ese momento hubiera dado cualquier cosa por ser parte del equipo y fui al entrenamiento con ganas de demostrar que podía estar allí. Pero cuando ya te lo dicen… ¡joe… fue algo muy grande!

¿En ese momento, para vosotros la referencia eran los equipos de la liga yugoslava?

Sí, pero también seguíamos a mucha gente. Claro, yo seguía a los buenos. Empecé a ver fútbol a los siete años y ahí me fijé mucho en Gerd Müller. También en Johan Cruyff, que desde el Mundial del 74 fue mi ídolo. Luego crecí viendo a Maradona. Veíamos lo que daban en la televisión yugoslava.

También creciste en unos años muy buenos para Velež Mostar.

Sí, durante esos años casi siempre jugaba competiciones europeas. Yugoslavia tenía cuatro clubes grandes, que eran Dinamo, Hajduk, Estrella Roja y Partizan. Pero muy cerca y muchas veces metiéndose entre ellos, estaba Velež Mostar. No ganamos nunca la liga, pero entraba muchas veces en Europa.

Debutaste con el primer equipo el 12 de mayo del 85 en Pristina. ¿Qué recuerdas de ese partido?

Impresionante. Cuando me acuerdo de ese partido se me pone la carne de gallina. Seguramente por un cúmulo de circunstancias. Yo era juvenil todavía y Duško Bajević, que entonces era el entrenador, me llamó para jugar ese partido. Al salir a calentar tenía unos nervios… El que no conoce el campo de fútbol de Pristina no puede entenderlo. A ellos les encantaba el fútbol y el campo estaba siempre lleno. La gente se ponía en cualquier sitio, casi colgada, para ver el partido.

Salí a calentar sobre el minuto 77 y entré al campo en el 81. Entonces Fadil Vokrri, un jugador muy conocido, internacional, marca gol y la reacción del público fue impresionante. Los sentimientos que viví en aquel momento fueron increíbles. Debutar con Velež en Pristina fue algo para no olvidar nunca.

Poco después de aquel debut tuviste que ir a la mili y eso supuso que no participaras en la final de Copa que ganó Velež en el 86.

La mili era una obligación, estaba por encima de todo. Podías tener cualquier profesión, que cuando te tocaba la mili, tenías que hacerla. Yo me fui en enero y volví en diciembre.

En ese momento, en los países soviéticos al menos, un futbolista no ganaba demasiado, pero ¿cuál era la situación en Yugoslavia?

Mira, te voy a contar una cosa. Cuando empecé como profesional en el año 85 cobré cuatro veces más que mi padre. Él pensaba que estaba bien lo de ser futbolista, que se ganaba bien, pero se dio cuenta en ese momento de lo que se ganaba realmente. La situación de mi familia cambió, porque, no sólo no tuve que pedir nada de dinero, además podía contribuir. Éramos una familia obrera, mi padre trabajaba como camionero en una empresa de productos agrícolas y mi madre era ama de casa. Vivíamos como cualquier otra familia trabajadora. Entonces, todo lo que pude contribuir, ayudó a la familia.

Meho Kodro

A nivel deportivo, la liga yugoslava era bastante fuerte en ese momento.

Era muy fuerte. Cuando juegas ahí ves que hay buen nivel, pero tampoco tienes muchas referencias. Luego ya, ves que el Estrella Roja gana la Copa de Europa, que Partizan, Hajduk o Velež hacen buenos papeles y ves que hay buen nivel, que no hay muchas diferencias entre el fútbol español y el yugoslavo, quitando quizás el Real Madrid y el Barcelona.

De hecho, cuando vuelves de la mili, Velež tiene unos años muy buenos. Teníais un buen equipo y muchos terminasteis más tarde en España.

Sí. En el año 87, creo recordar, jugamos el último partido de liga en Tuzla. Si llegamos a ganar ese partido, quedábamos campeones. Pero lo perdimos, porque ellos también tenían que ganar para no bajar a segunda. También hubo algún problema con el árbitro y bueno… En caso de ganar hubiéramos sido campeones de liga.

¿Los clubes yugoslavos eran como los soviéticos, que uno podía ser del ejército, otro de los servicios secretos y otro de los ferrocarriles?

No. Se hablaba siempre de que el Partizan era el club de los militares y puede que hubiera algo de cierto. Pero Velež era un club del pueblo, totalmente del pueblo. Por supuesto que la política, sobre todo en el comunismo, habrá tenido su influencia, lo desconozco, pero la verdad es que Velež representaba al pueblo y sus valores. Casi era un representante de toda Yugoslavia.

Luego os consolidáis en el equipo Gudelj y tú. Formasteis una buena delantera y llegaste a ser segundo máximo goleador de la liga.

Sí, por detrás de Pančev. Me quedé a cuatro o cinco goles de él. Era un jugador buenísimo y estaba en el Estrella Roja, que era el mejor equipo. Estamos hablando del Estrella Roja campeón de Europa, con Pančev, «Piksi» Stojković, «Žuti» Prosinečki, Savićević

Alguna vez has comentado que te impresionó mucho el estadio Marakana de Belgrado y en concreto, el túnel para entrar al campo.

Impresiona, sí. Cuando lo ves desde la perspectiva de un chico de la provincia de Mostar, todo lo que es Belgrado, que era la capital y el Estrella Roja, que era el mejor club, con los mejores jugadores. Todo impresionaba.

¿El Estrella Roja era más importante de lo que son el Madrid o el Barcelona en España?

Sí, había mucho respeto a lo que era el Estrella Roja. Marakana era abierto, no es como el Bernabéu. Del vestuario al campo hay un túnel de más de cincuenta metros, muy estrecho, que impresiona. Se oye el ambiente del campo y al llegar al final, de repente, te encuentras con toda la gente.

Por esos años debutaste con la selección yugoslava. ¿Tuviste alguna oportunidad de ir al Mundial de Italia?

No, que yo sepa no se habló.

¿Tampoco en la selección sub-20 que quedó campeona del mundo en 1987?

No, era la generación que venía detrás de la mía. Ahí estaban Šuker, Prosinečki, Mijatović

Es curioso que en Yugoslavia saliera una generación buenísima, tanto en fútbol, como en baloncesto, que se deshizo por la guerra.

Sí. ¿Quién sabe lo que podría haber pasado de no ser por lo que pasó? Pero era impresionante. Recuerdo un partido que jugué con Yugoslavia contra Holanda, antes de empezar la guerra y la calidad de aquel equipo era enorme.

¿Ese partido fue uno que se jugó en Zagreb y el público local pitó el himno yugoslavo?

No, ese es otro. El que jugué yo fue en Amsterdam. Me acuerdo porque Salva Iriarte estaba viendo el partido y luego volvimos juntos a Donosti.

Yo jugué dos partidos con Yugoslavia. El primero en Suecia, que estaba Toshack viéndolo en la grada y luego el de Amsterdam. Entre uno y otro partido pasaron cinco meses y en ese tiempo fiché por la Real.

¿En qué momento empezaste a sentir que se estaba generando un clima de división en Yugoslavia que luego terminará en la guerra?

La guerra empezó en Eslovenia, pero duró una semana. Ahí uno empieza a sospechar, pero pensabas que Bosnia era como Yugoslavia en pequeño. ¿Quién iba a pelear contra quién? Después pasó a Croacia y esta ya fue una guerra más larga. Ahí ya piensas que puede pasar cualquier cosa.

Se decía que, si la guerra entraba en Bosnia, iba a ser una sangría, porque es imposible separar a las familias. Si lo que estaba pasando en Croacia se trasladaba a Bosnia, iba a ser terriblemente fuerte. Y para cuando vine a San Sebastián ya me di cuenta de que no tenía remedio, que era muy complicado de parar y que iba a ser algo muy jodido.

Meho Kodro

¿Cuándo fuiste a la selección yugoslava, se notaba división entre los jugadores?

No, no se notaba nada, pero yo jugué solo dos partidos. Sí que se notaba en el aire que podía pasar algo, pero entre los jugadores nunca ha habido problemas. Aunque, después de aquel partido que jugué contra Holanda, igual un par de meses antes de empezar la guerra en Bosnia, le llamo a Osim (seleccionador yugoslavo) y le digo que no quiero jugar más con la selección, que no cuente conmigo. Entonces ya era muy evidente que los serbios iban a entrar en Bosnia y que podía haber problemas.

¿Dejasteis todos los bosnios la selección?

Yo le llamé primero. Estaba «Pepe» Hadžibegić, Meša Baždarević también. Hablé con ellos, pero no lo tenían claro. La mujer de Meša era de Belgrado y me decía que no sabía qué hacer. Yo le llamé a Osim y renuncié. Luego ellos dos le llamaron también. Unos días o unas semanas después, no recuerdo, se anunció la expulsión de la selección de Yugoslavia de la Eurocopa 92.

¿Tomas esa decisión porque veías que se estaba complicando la situación o por un sentimiento bosnio?

Por las dos cosas, porque una está muy relacionada con la otra. Yo veía que podía haber problemas, que los militares podían entrar en Bosnia. Eso hace crecer un sentimiento bosnio también y tuve que rechazar seguir en la selección yugoslava.

La propia liga yugoslava se fue deshaciendo. ¿Qué fue lo que ocurrió?

La liga siguió, pero con menos equipos. Primero salieron los eslovenos, los croatas también. Al final, se quedaron cuatro de las antiguas seis repúblicas que formaban Yugoslavia. Fue progresivo hasta la guerra de Bosnia.

Se ha hablado mucho de dos casos relacionados con el fútbol y la guerra. Un partido en Zagreb entre el Dinamo y el Estrella Roja y por otro lado, el caso de Arkan y los hinchas del Estrella Roja. Realmente, ¿qué importancia tuvo el fútbol en la guerra? ¿Aquel partido en Zagreb y la patada de Boban a un policía pudieron influir en el inicio de la guerra?

No, en todo caso todo lo contrario. Ya había problemas entre serbios y croatas y ese partido fue una consecuencia de todo eso. El fútbol igual añadió un poco más de leña al fuego.

(Interviene Andoni Lubaki, fotógrafo de la entrevista) Me tocó entrevistar en Sarajevo a un lugarteniente de Arkan, que estaba buscado por el tribunal da La Haya. Él decía que, con diez hinchas más que echaron entonces del Estrella Roja, hubieran ganado la guerra. A ese grupo luego se les unieron delincuentes, porque Arkan les daba cobijo. Supo utilizar muy bien lo que era la afición del Estrella Roja para hacer un grupo patriota por puro interés suyo.

El fútbol tenía tanta importancia en Yugoslavia que influía en todo. Pero lo que pasó en Zagreb fue consecuencia de lo que se vivía en la sociedad. Aunque luego pudiera echar más leña al fuego.

En ese momento, en Velež Mostar teníais un equipo muy bueno, al que luego se podía haber unido Salihamidžić, que todavía era joven. De no haber habido guerra, ese equipo podía haber hecho cosas importantes.

Seguramente, porque Mostar y esa zona siempre ha dado buenos talentos. Era un sitio idóneo para los futbolistas. Con un poco de estructura y habiendo sido tan competitivos hasta ese momento, no hay razón para no pensar que Velež podía haber seguido a buen nivel.

Toshack había estado viéndote en un partido con la selección y le preguntó por ti a Hadžiabdić. Luego fueron Expósito y Kortabarria a verte jugar. ¿Tú eras consciente de este interés de la Real?

Sí, Hadžiabdić me dijo que Toshack le había llamado. Había sido compañero suyo en el Swansea y era el segundo entrenador de Velež entonces. A John le había hablado de mí un agente y por eso le llamó a Hadžiabdić. En esa época en muchos partidos nos decían que había venido alguien de Italia o de Alemania y en un partido que jugamos en Belgrado, me dijeron que habían venido de la Real Sociedad. Creo que empatamos a uno y yo marqué el gol.

Meho Kodro

Tuviste también ofertas del Nantes y del Borussia Mönchengladbach y antes había querido ficharte el Partizan. La Real te pidió que vinieras a conocer la ciudad, el club…

Sí, que hablemos un poco, que nos conozcamos y que vea la ciudad.

Pero creo que no hicisteis eso exactamente.

Es algo curioso, fíjate. Yo vengo aquí y me llevan al Hotel Monte Igueldo, arriba. Llegué muy tarde, de noche. Al día siguiente la idea era conocer las instalaciones, el estadio, pasear por la ciudad… Así me lo habían dicho. Al despertar, no sé si lo habrán hecho a propósito, me imagino que sí, pero estaba en un lugar esplendido como es el monte Igueldo, salió un día de sol estupendo y al ver todo esto, te enamoras. Ves el océano, la playa y piensas «¡hostia, este es mi sitio!»

¿Ahí ya te convences?

Pensé que sería muy bonito venir aquí. Después fuimos a ver la ciudad. Primero habíamos ido a comer y por la tarde fuimos a Zubieta. Mi mujer se había quedado en Bosnia y al volver le estuve contando todo y nos hicimos la ilusión de poder venir aquí. Luego, cuando ya vinimos aquí, le contaba «¿te acuerdas cuando te hablé de este sitio, del otro? Pues estaba aquí, luego estuve en este parque…». Lo hemos recordado muchas veces, porque ahora vivo muy cerca de esos sitios.

En ese viaje te llevan a Zubieta también y te hacen entrenar un poquito.

Sí, a ver las instalaciones, en teoría, pero lo tenían todo preparado. Toshack había llamado a algunos jugadores del Sanse.

¿Te acuerdas de quiénes eran?

¡Hombre, cómo no! Estaba Imanol, Bittor Alkiza, Andoni Imaz, Luichi (Luis Pérez) creo que también. Yo llegué y digo «pero ese no era el acuerdo». «Para sudar un poco nada más» me dijo Toshack. Ya sabes cómo es.

Fue un entrenamiento malo por mi parte. Seguramente por los nervios que tenía, pero no demostré nada. Toshack se acercó y me dijo «oye, tranquilo que estás fichado». Toshack es bueno en esas cosas.

Yo pensaba «¿cómo que fichado?». Estaba un poco abrumado. Había llegado de incógnito, que no me viera nadie… Demasiadas cosas para mí.

¿Te volviste a Bosnia con la decisión tomada?

No, me volví con la oferta en la mano. Eso me alegró mucho, porque todos los que estábamos en Bosnia teníamos ganas de irnos fuera. Tenía las ofertas de Francia y Alemania para ir a conocer el sitio, el club… igual que con la Real. Alemania me tentaba mucho, pero, al ver San Sebastián, la amabilidad con la que me trataron… todo era muy humano.

Esa sensación de que alguien tiene mucho interés por ti, en una ciudad bonita, un club bien situado en la liga… La verdad es que no me costó mucho tomar la decisión, incluso antes de llegar a casa. Pero pensé, voy a hablar con mi mujer. Le conté cómo era la ciudad, cómo me habían tratado… Ella también me decía «lo que tú veas».

Sin embargo, tu inicio en Donosti no fue demasiado bueno.

¡Para nada!

Llegaste con la liga empezada.

Sí, había empezado la liga y la Real no estaba bien. Me acuerdo que, ya fichado, fui con Expósito a Pamplona a ver un partido contra Osasuna. Para entonces ya estaba entrenando, pero, me imagino que por problemas de papeles, no podía jugar. La Real perdió 1-0 y creo que iban 4-5 partidos de liga y no había marcado todavía.

Debuté en Copa en Santander y en liga contra el Valencia en octubre de ese año y me lesioné en el minuto 4. Yo nunca había tenido un problema muscular y desconocía cómo era esa lesión. Notaba que algo me molestaba en la pierna. Seguro que me había lesionada unos minutos antes o en el calentamiento, pero, como desconocía la lesión, no sabía cómo actuar. Luego vi que no podía seguir y me cambian en el minuto, no sé, cinco o seis. Y estuve fuera bastante tiempo.

Meho Kodro

¿Y en ese periodo empieza la guerra en Bosnia?

La guerra empezó en marzo del año siguiente, pero entonces sí que empezaron problemas gordos.

¿Cómo viviste ese periodo de tu lesión en el que iban llegando malas noticias desde Bosnia?

Mal, muy mal. Todo lo que te llega son noticias malas. Al principio no había muertos, pero sí te hablaban de que han entrado aquí, han amenazado a este, han cerrado este otro sitio. Todo lo que ocurrió hasta empezar la guerra era sacar fuera a gente, ocupar… todo problemas.

Todo esto antes del asedio serbio.

Sí. Primero vienen los reservistas de Montenegro y Serbia a Mostar. Dicen que han venido para proteger. ¿Proteger de quién? De los que quieren haceros daño. ¿Pero quién quiere hacernos daño? Empieza así, diciendo que quieren proteger y al final te das cuenta de que es una forma de ocupar y de que, quien se opone a eso, tiene problemas.

Todo lo que estaba pasando a mí me llegaba y me preocupé mucho, porque tenía todo allí, muchos familiares y amigos. En el Hotel Monte Igueldo teníamos un teléfono y luego pasamos a la calle San Marcial. Ahí teníamos contacto casi continuo con Bosnia, porque, cuando empieza ese tipo de problemas, te quieres enterar de todo.

Te cuentan que este pasó dos noches en la cárcel, preguntas por qué, te cuentan que dijo algo y no entiendes qué está pasando. ¿Cómo que dijo algo y está en la cárcel? Ahí te das cuenta de que la cosa pinta fea, fea. Hasta que empiezan los muertos y una vez que empieza la guerra, empiezan los problemas de verdad.

¿Ahí es cuando te quemaron la casa?

Cuando me quemaron la casa me parecía algo muy fuerte, pero te das cuenta de que la gente está perdiendo la cabeza. Con todo lo que estaba pasando alrededor, que me contaban que este había muerto, a este lo mataron, al otro lo encarcelaron… Perder la casa, en esas condiciones, me parecía un mal menor. No es tanta pérdida.

¿En ese momento tus padres seguían en Bosnia?

Mira, mis padres se fueron primero a casa de mi mujer, a Ljubuski y vuelven después a Buna. Pero es una vuelta complicada. Nosotros insistíamos a mí madre en que viniera y termina viniendo, pero con un billete de un mes, pensando en volver. A pesar de los problemas, decía «mi marido está ahí y yo quiero volver». Pero de volver nada, porque entonces empieza la guerra y mi madre se queda aquí. Antes había venido mi hermano, pero mi padre no puede salir.

¿Tu padre tenía obligación de ir al ejército?

No, no sé si tenía 60 años o algo así.

(Interviene Andoni Lubaki)Hasta los 55 era obligatorio.

Llega un momento en el que llevan a todos los bosniacos a campos de concentración. Entonces le llamo a un amigo croata, porque, como te he dicho, mis amistades eran de todas las etnias. Le llamo y le digo, «¿pero qué coño está pasando? ¡Los tuyos quieren encarcelar a mi padre!» y me dice «¡es una locura!».

¿Eran los croatas los que querían encarcelarlo?

Eran los croatas. Cuando empieza la guerra eran los serbios contra todos en Bosnia y después empiezan los problemas entre los bosnios y los croatas en mi pueblo. Yo le llamo a mi amigo y él me dice «no te preocupes, yo cojo a tu padre y le llevo». Y efectivamente, le coge, le lleva a la frontera, deja a mi padre con otra persona y esa persona lleva a mi padre a Split.

Allí mi padre coge un autobús y llega al norte de Croacia, a Istria, muy cerca de Eslovenia e Italia. Yo estaba de vacaciones, creo que fue en junio o julio. Cojo el coche con mi hermano y vamos a Istria. Llegamos allí, pero nos encontramos con problemas, porque mi padre no tenía visado. Había pasado la frontera de Bosnia con Croacia gracias a mi amigo y había llegado al norte sin papeles. ¿Y ahora qué? Tuvimos que ir a la embajada, que estaba en Zagreb.

Meho Kodro

¿Había embajada bosnia ya?

No era de Bosnia, era de Yugoslavia. Un consulado en el que podías hacer gestiones. Se puede hacer casi una película de todo ese viaje hasta San Sebastián.

¿Para que tu madre saliera del país no hubo los mismos problemas?

No, ella vino en avión. Vino como turista antes de empezar la guerra y en ese momento no había problema para salir.

¿El peor momento de la guerra fue el asedio de los croatas?

En la parte de Mostar, sí. Si preguntas a un bosniaco del norte o del oeste de Bosnia, igual te dice otra cosa. Los serbios ocuparon una parte de Bosnia, pero hay una parte de Herzegovina que la querían ocupar los croatas. Los bosnios estaban entre esas dos situaciones de peligro.

Mientras tanto, te habías recuperado de la lesión y vuelves a jugar en el Bernabéu, contra el Madrid.

Sí, perdimos el partido 4-1 y yo marco el gol de falta a Buyo.

Entonces se empezó a hablar de los kodrazos.

No sé si desde ese momento. No recuerdo quién empezó a decir lo de los kodrazos. Coincidió que metí dos o tres goles desde lejos.

¿Cómo hacías para concentrarte en el fútbol y rendir a ese nivel, viviendo la tensión que estabas viviendo?

Esa pregunta me la ha hecho mucha gente y no lo sé. Te voy a decir una cosa, para mí el fútbol y entrenar era casi como un refugio de todo lo que estaba pasando. Yo tenía mucha gente en casa. Mis padres, mi hermano, una tía mía con su hijo, la hermana de mi mujer, su hermano con su mujer… En esos momentos quieres ayudar, quieres servir para algo. ¡Yo qué se!

Cuando iba a entrenar me sentía bien, era casi como una terapia. Cuanto más tiempo pasaba en Zubieta, fuera de lo que era nuestra casa, en la que permanentemente se hablaba de la guerra, se veían las noticias y ninguna era buena; cuanto más tiempo pasaba entrenando, era casi como una salvación. No sé, no sé cómo la cosa funcionó tan bien teniendo en cuenta los problemas que teníamos. No lo sé. Sí que me di cuenta, incluso me asusté… me asusté en un momento.

¿En qué sentido?

En el sentido de que, si yo no juego bien al fútbol, ¿dónde vamos a vivir? ¿qué va a pasar con nosotros? Era como un agobio. Si no juego, si no hago bien las cosas, no vamos a tener de qué vivir. Porque tampoco se ganaba tanto dinero en la Real. Si aquí no estoy bien, ¿qué va a pasar con nosotros? Sentía esa carga de responsabilidad.

¿Te sentiste integrado en la Real desde el primer momento?

Sentía que la gente me quería. Eso sí lo he tenido muy presente y me aliviaba. Estaba bien considerado en el vestuario, sentía que la gente me quería ayudar. Eso lo sentí desde el primer momento. Después te das cuenta de muchas cosas, porque el vestuario de la Real ha sido muy bueno para el que viene de fuera. Siempre.

Yo he hablado con gente que ha venido en condiciones más favorables que la mía y el vestuario de la Real siempre ha sido muy humano, muy de echar una mano. Yo eso lo he sentido y seguramente la gente me ha tenido más cariño, sabiendo de dónde venía y qué problemas podía estar viviendo.

Meho Kodro

¿Por parte de la afición cómo te sentiste?

Bien. Yo jugué bien en la Real. El primer año marqué trece goles, que está bien.

Pero ese año jugaste 20-25 partidos nada más.

Sí, porque llegué tarde y me lesioné. En realidad empecé a jugar en diciembre. Al final, para que la afición te quiera, tienes que responder, sobre todo, en el campo. Pueden comprender tu situación, pero necesitas darles algo y ese algo, en el fútbol, es tu compromiso, tus goles o llámalo como quieras.

Creo que hablaste con Expósito para enviar cartas de invitación a Bosnia.

Mucho, mucho. Javier me echó una mano importante y la verdad es que le estoy muy agradecido. Lo he dicho muchas veces.

Llega un momento en el que me llama gente de Bosnia para salir del país. Hablábamos antes de los campos de concentración, que eran sitios transitorios antes de salir fuera. Los croatas o los serbios no querían que la gente que estaba en los campos volviera a Bosnia, sino que se fueran a otros países.

Entonces, para poder salir de un campo necesitabas una invitación por escrito. Yo le expliqué esto a Expósito y me dijo «Meho, lo que haga falta». Él tenía el fax, entonces hicimos una especie de formulario y luego copias y copias. Cambiábamos el nombre y copiábamos. Durante uno o dos meses yo entrenaba por la mañana en Zubieta y luego subía a la oficina de Javier y a través del fax, mandábamos muchas cartas de invitación.

¿Las mandabais a nombre de una persona concreta?

Con nombre, sí. A veces me pedían una carta y mandaba diez o así sin nombre para que hicieran lo que quisieran, pero solía ser con nombre.

¿Y esas cartas les permitían salir del campo de concentración?

Salir solamente, porque luego la gente no venía aquí. En el campo tenían miedo de que la gente saliera y se convirtieran en guerreros, entonces lo que querían era tener un justificante de que iban a salir del país.

Tu familia tuvo una relación un poco especial con Ramón Lobo. ¿Cómo se gesta esa relación?

Por casualidad. Nunca me he encontrado con Ramón Lobo, pero sí que he hablado con él antes de su muerte, aunque no mucho.

Yo sabía que había españoles yendo a Bosnia y buscaba a alguien que me pudiera echar una mano para llevar algo, porque cuando empieza la guerra no se podía contactar, no se podía hablar por teléfono con la gente de allí.

Algunos periodistas han contado que Ramón se encontró en Bosnia con mis padres, pero en realidad fue con unos primos míos. Le contaron que eran familia de un futbolista de la Real y Ramón dijo «Meho Kodro, claro». Ellos le dieron una carta que me llegó a San Sebastián. Luego yo mandé una carta de vuelta y eso se repitió unas cuantas veces.

¿Cómo le llegaban las cartas a Ramón Lobo?

A través de un periodista que venía a Zubieta. Luego a través de la Real o de una organización humanitaria que había aquí, SOS Balcanes.

¿Y ese correo se mantuvo hasta que vinieron tus padres?

Lo hicimos unas cuántas veces, tampoco muchas.

Hace un tiempo, cuando Ramón ya estaba enfermo, una radio me propuso hablar con él y les dije que sí, que me gustaría recordar aquello. Pero no estaba con buena salud como para hacerlo y lo dejamos.

Volvamos al fútbol. En tu segunda temporada en la Real jugaste contra Maradona.

Yo había crecido viendo a Maradona. Para mí era más que un ídolo. Jugamos aquí, en Atocha. En una jugada en medio campo me hizo una falta, me dio la mano para ayudarme a levantarme e incluso me pidió perdón. Eso para mí supuso algo impresionante.

Al llegar a casa le conté a mi mujer. «¿Sabes lo que me ha pasado? Maradona me ha hecho una falta y me ha pedido perdón. ¡Imagínate, Maradona me ha pedido perdón!». Yo pensaba que era casi como medio Dios, que podía hacer lo que le diera la gana sin dar ninguna explicación.

Meho Kodro

Esa temporada jugáis un partido de Copa contra el Madrid que es bastante recordado en Donosti. Ganasteis 4-1 y le anularon un gol a Carlos Xavier que hubiera igualado el 4-0 del Bernabéu.

¡Joder, es que fue un partido…! Creo que Bittor Alkiza se salió aquel día. Estuvimos a punto de remontar al Madrid. Poder remontar a un equipo tan grande significaba mucho.

Después de renunciar a la selección yugoslava, hay un momento en el que hablas con Toshack para organizar un partido entre la Real y la selección de Bosnia.

Sí, fue uno de los primeros partidos de Bosnia. Antes habíamos jugado un partido en Italia, no sé si fue contra la Fiorentina o algo así. Como era un partido benéfico, la Real podía decirme que no podía ir, pero Toshack estaba sensibilizado con estas cosas, veía mis preocupaciones y me dijo que sí, que tuviera cuidado de no lesionarme y que intentara no jugar el partido entero. Y así fue. Decían que Toshack era un poco así, pero yo le tengo mucho cariño, se portó bien conmigo.

Un día se presentó en mi casa, tocó el timbre y me dice «Soy John». «¿Qué John?» dije yo. «Soy John Toshack. ¿Qué haces? Ábreme la puerta». Le dije a mi mujer, sorprendido, «es John Toshack». Le abro la puerta, entra en casa y dice «no he venido a hablar contigo, he venido a hablar con tu familia».

Obviamente habló conmigo también, pero le preguntó a mi mujer cómo estaba, qué tal iba todo… Eso fue en el primer año, al poco de empezar la guerra. Más adelante le comenté la posibilidad de jugar un partido contra Bosnia. No me dijo nada, pero a los pocos días vino y me dijo «Meho, vamos a organizarlo. Cuéntame cómo lo has pensado». Lo jugamos en Azpeitia y creo que él ayudó en la organización.

En esos primeros partidos, ¿qué respuesta teníais por parte de la UEFA y de la FIFA?

Ninguna. No tenían nada en contra de nosotros, pero no nos respaldaron. Todos los viajes que hicimos los pagábamos nosotros. Bosnia está reconocido como Estado desde el año 92. Empezamos a hablar con la gente de UEFA poco después para que reconocieran a la federación de fútbol, pero costó un tiempo.

No jugaste partidos internacionales desde que renunciaste a la selección yugoslava…

Hasta el 96.

Son cinco años y además, tus mejores años.

Son mis mejores años y no jugué con ninguna selección.

¿No tienes pena o rencor?

Mucho, de una y otra cosa. La pena de no poder jugar con tu selección. Rencor en el sentido de que quería ayudar también. Porque Bosnia estaba sufriendo y queríamos ayudar. ¿Cómo podíamos ayudar? Haciéndolo bien para que te pregunten de dónde eres. Yo decía con la boca llena que era de Bosnia. Había tanta injusticia, tanto sufrimiento, que querías aportar algo.

¿En ese momento, la identidad, el sentimiento yugoslavo, habían desaparecido por completo?

Sí, es que Yugoslavia ya no existía. El sentimiento queda ahí, lo que has vivido, pero todo eso ya no cuenta. Parecía que Yugoslavia era un todo, pero se había separado y ser yugoslavo casi que molestaba, cada uno tenía que definirse de otra manera. Ser yugoslavo como que no cabía.

Tú llegaste a un territorio que tenía también su complejidad nacionalista. Aquí se ha utilizado mucho el concepto de balcanización como una amenaza de que vamos a terminar mal. ¿En algún momento sentiste que pudiéramos llegar a una situación similar a la de Bosnia y qué te parece el concepto balcanización? ¿Te molesta o te ofende?

No, no me ofende. Pero lo interpretaba más como que había que tener cuidado y hasta cierto punto tiene razón esa expresión. Yo sí que siento que muchas personas por el mundo ven a la gente de los Balcanes como gente a la que incluso le gusta el conflicto; como que es un sitio complejo, con tanta religión, tan multicultural y multiétnico y que eso es propenso a los conflictos. Yo he vivido todo ese multi en carne propia, pero para mí siempre ha sido una diferencia positiva. Hasta que no nos lo vendieron como algo negativo.

Yo tenía mis amigos cristianos que iban conmigo a la mezquita y yo iba a la iglesia. No es que celebráramos el día de navidad o final de ramadán todos juntos, era más. Siendo niño, el imán me dijo que nos regalaba un balón y podíamos jugar al lado de la mezquita. Se lo comenté a mis amigos y vinieron cristianos, musulmanes, ortodoxos… No importaba de qué religión fueras, todos jugábamos allí.

Todo eso es normal si quieres y cuando no quieres, dices que no puede funcionar simplemente porque hay unos intereses detrás. Después ves que los nacionalistas de todo lo que era Yugoslavia se han beneficiado de eso y han ido hacia la confrontación. Pero, ¿se puede vivir de otra forma? Bueno, yo la he vivido.

Meho Kodro

¿A día de hoy, crees que esos sentimientos enfrentados se han superado?

No, todavía están muy presentes los nacionalismos. Sobre todo en Bosnia, donde el enfrentamiento está muy presente. Simplemente porque desde la política hay quien calienta esa situación.

En Bosnia la política gira alrededor de la etnia. El ciudadano desaparece; tienes que pertenecer a una etnia y esas etnias están representadas en el parlamento. Puede haber no sé si un 50% de bosniacos, un 30% de serbios y un 15 o 16% de croatas, pero da igual, todo tiene que repartirse en tres partes iguales.

Tengo entendido que el sistema educativo en Bosnia separa por etnias. ¿Es así?

En Mostar y la zona controlada por los croatas sí. Hay una escuela, muy cerca de donde viven mis padres, que es tan discriminatorio, que es para llorar. Los niños croatas van por la mañana y los bosniacos por la tarde y la semana siguiente al revés. Eso dificulta mucho normalizar la convivencia.

Entonces, treinta años después de la guerra, habiendo un edificio para dos escuelas, me preguntas si hemos superado la situación. Pues no, todavía es más jodido que hace treinta años. Esa es la sensación que yo tengo.

Pero el problema, otra vez, es político. Por ejemplo, yo voy a Mostar. Tengo muchos amigos de todas las etnias. La gente de la calle se pone de acuerdo, pero la política no permite que las cosas se vayan solucionando.

Durante la guerra Velež Mostar perdió su campo y se volvió a crear un club antiguo de la comunidad croata. ¿Cómo reaccionó Velež?

Mostar antes era como esta mesa, todo mezclado. Pero después de la guerra, no es que haya frontera, pero el río Neretva separa un lado de la ciudad del otro. No hay un muro, se puede ir de un lado a otro, pero en Mostar se sabe qué etnia vive a cada lado. Eso ha sido consecuencia directa de la guerra.

En el lado derecho del río la mayoría son croatas. El campo de Velež Mostar está en ese lado, pero ahora hay otro club, Zrinjski Mostar y Velež ha pasado al otro lado. ¿Va a recuperar el campo? Muy difícil, muy difícil. Porque, desgraciadamente, en Mostar se sabe qué etnia vive a cada lado y esa es la derrota más grande ahora mismo.

¿La comunidad croata de Mostar apoya al Zrinjski?

Sí, hay muchos croatas que sí les apoyan. Antes de la guerra todo el mundo apoyaba a Velež y seguramente algunos croatas seguirán apoyándolo o igual quieren a los dos clubes. Pero, como han pasado ya treinta años, los que han nacido después han crecido con sentimientos diferentes y ahora los jóvenes, depende de en qué lado de Mostar hayan nacido, apoyan a un equipo o al otro.

Volvemos a la Real. En la temporada 93-94 consigues 23 goles en liga, 27 en toda la temporada y terminas segundo en el Pichichi, por detrás de Romario. ¿A qué se debió esa mejora en tu juego?

En los dos años que jugué en Anoeta me sentí muy fuerte. Quizás necesitaba un equipo como la Real para demostrar lo que podía hacer o al revés, igual la Real, por sus características, necesitaba adelante un jugador de mi estilo. Antes de los partidos, mi sensación no era si iba a marcar o no, sino cuántos goles iba a marcar.

Me sentía poderoso en esos momentos y eso te empuja. Ahí le di mucha importancia a la cabeza del jugador. Cuando la cosa funciona, cuando te sientes bien, sales al campo y te transformas. Todo eso durante una guerra terriblemente cruel. Pero yo creo que había algo de rebeldía dentro. Antes hablábamos de la pena, de la injusticia y yo creo que, en cierto punto, eso te da energía también, te ayuda a rebelarte contra todo. Quizás yo me beneficié de esa energía.

De alguna manera, ¿utilizabas toda la tensión, la rabia que generabas por todo lo que ocurría en tu día a día para descargarla en los partidos?

Sí y te digo más. Ahora, cuando veo los goles, veo en mi celebración esa rabia. Algo de eso, una liberación de algo..

Meho Kodro

Hay un gol que marcas con la selección de Bosnia frente a Eslovenia en el que se ve mucho esa rabia. Marcas y sales corriendo, besas el escudo… No sé si recuerdas ese gol.

¡Hombre, cómo no! 1-2 ganamos ese día.

En esos tiempos yo estaba lleno de emociones. Además, emociones muy fuertes y en muchos casos contradictorias. Quizás el mejor sitio para sacar todo eso era el fútbol, porque te permite ser lo que eres realmente. Fuera de ahí no puedes expresar muchas cosas que sientes. Las emociones llevan tanta carga de energía. A pesar de convivir muchas veces con emociones negativas, estas también tienen mucha energía y quizás, mi sitio para expresar todo eso ha sido el campo de fútbol.

Tu etapa en la Real coincide con un periodo de transición. Se marchan Larrañaga, Bixio y Gajate, se marcha también Bittor Alkiza y sube la generación de Aranzabal, De Pedro e Idiakez.

Eso es. Creo que Toshack preparó bien esa transición, porque no sufrimos tanto. Gajate, Bixio y Larra fueron saliendo de manera progresiva. Yo he tenido muchos tipos de entrenadores y el más intuitivo ha sido Toshack. Sabía qué hacer en cada momento. No era un entrenador de dar muchas explicaciones.

Con De Pedro tuviste una conexión bastante buena.

Javi era un jugador muy inteligente. Le decías que hiciera este movimiento o este pase y lo hacía. Captaba muy rápido cualquier cosa. Antes de un partido, igual le decía «el central derecho sufre corriendo hacia atrás, métela siempre entre él y el portero, pero por abajo» y lo hacía sin problema.

Se podía hablar con él de estas cosas. Con Carlos Xavier también. Cuando no le decía nada, me preguntaba «¿cómo la quieres hoy?». Esa gente era capaz de seguir un plan. «Lo que tú quieras» me decían.

Mira, la primera vez que vi a Javi fue en un torneo de Semana Santa de la Real. Me dijeron que fuera a dar el premio al mejor jugador y fui con Iñaki Alaba. Yo era muy amigo de Iñaki. Le pregunté qué tenía que decir al dar el premio y me dijo que dijera enhorabuena. «¿Pero qué coño es enhorabuena?» le decía, porque yo sólo conocía felicidades.

En ese torneo conocí a Javi De Pedro y me quedé con su cara. Cuando la temporada siguiente vino con nosotros, pensé «yo a este le conozco». Hay una intuición entre los jugadores que hace que, cuando viene un jugador joven a entrenar, te das cuenta si tiene calidad. Y lo mismo pasa con los entrenadores.

En tu última temporada en la Real echan a Toshack y asume Salva Iriarte. ¿Cómo fue ese cambio?

Muy bien. Es que Salva no era nuevo para nosotros. Estaba como segundo de Toshack y le veíamos todos los días.

Pero en los resultados sí hubo un cambio.

Pero puede ser que, cuando tienes un entrenador que está muy encima, como Toshack, puede venir otro y liberar un poco al equipo. Salva es muy de dar confianza, no presionar a los jugadores. Casi el contrario de lo que hacía Toshack.

Antes hablábamos de que tu primer gol con la Real fue contra el Madrid y supongo que te acordarás contra quién fueron los últimos.

¡Pero cómo no me voy a acordar! Esos tres goles se han recordado durante muchos años. Porque, además, nunca le había marcado al Athletic y ese partido fue… ¡buf! Sabía lo que suponía el derbi para la gente. Ellos adelantaron mucho la defensa y a mí me gustaba jugar contra defensas adelantadas. Fue una felicidad tremenda.

Para dejar huella en un equipo primero tienes que funcionar bien a nivel deportivo. Pero hay dos factores que también son importantes. Uno sería conseguir clasificaciones históricas, que quizás en tu época no se consiguió tanto. Y el otro sería destacar en días señalados y aquel 5-0 al Athletic fue como una despedida perfecta.

Sí, creo que sí. Aunque yo no sabía que iba a ser mi despedida, porque todavía quedaban algunos partidos, pero me lesioné.

¿El primer contacto con el Barcelona es la llamada de Cruyff?

No, primero me llama Charly Rexach. Me habla del interés del Barça y yo le digo, «por favor, Charly, dile a Johan que me llame». Entonces me llama Cruyff. Yo estaba en casa, cojo el teléfono y él se presenta.

Para mí esa llamada ha sido una de las cosas más importantes en el fútbol. Que me llame Johan Cruyff y me diga que quiere que juegue en su equipo, con lo que ha significado Cruyff para mí. Sentí que el fútbol había merecido la pena sólo por ese momento. Así se lo dije a mi mujer.

¿La Real te puso problemas para salir al Barça?

Yo fui muy legal con la Real, porque me dijeron que, si el Barça pagaba la clausula, bien. Pero en el Barça me pedían que les presionara un poco y les dije que yo a la Real no le podía hacer ninguna presión. Al final pagaron la clausula, que creo que eran 750 millones.

Tengo el recuerdo de que tu salida fue como perfecta. Nadie en la afición la criticó, tampoco en el club…

La Real me dijo que les gustaría que no me fuera. Yo había ido renovando el contrato casi año a año, porque la cosa funcionó casi desde el principio. Antes de la llamada del Barça también me ofrecieron un contrato nuevo, pero, cuando te llama el Barcelona, en el contexto en el que vivía yo, me parecía que lo más normal era seguir adelante. Y la gente de la Real con la que he hablado también me dice que lo más normal era que me fuera al Barcelona.

¿Tienes la sensación de que fuiste al Barça en un mal momento?

Puede ser. El Barça estaba en una transición también. Estaban buscando sustituir al Dream Team, que ya se había acabado. Quedaba algún jugador, pero los que habían hecho fuerte al equipo se habían ido. Se había ido Zubizarreta, Stoichkov, Romario, Koeman también, Beguiristain… Estaban en esa transición de buscar un equipo nuevo.

Al principio compartías habitación con Guardiola. ¿Cómo te llevabas con él?

Bien, un tío muy normal. La gente que he conocido, cuanto más arriba está, más normal es.

Meho Kodro

Tengo entendido que está un poco obsesionado con el fútbol.

Sí, eso sí. Pero mira, hablábamos mucho de dos cosas que le interesaban. Le interesaba mucho la guerra de Bosnia, con detalle. Y la otra cosa era el juego del equipo y las relaciones dentro de la plantilla. Bakero era el capitán y él era el segundo. Se veía que lideraba el grupo de los de casa, pero también se relacionaba con los de fuera, como que quería ayudar en la llegada.

¿Para entonces la situación en Bosnia ya estaba más controlada?

La guerra acaba en otoño de ese año, pero en la pretemporada o los primeros días de aquella temporada, pasa lo de Srebrenica. Los periódicos no hablaron inmediatamente, pero a mí sí me decían que había habido una barbarie. No se sabía bien lo que había pasado, pero cada día subía el número de víctimas y al final fueron 8.000 o algo así. Ese fue el mayor shock. A partir de ahí entraron los estadounidenses y la guerra se para dos o tres meses después.

Los cascos azules españoles estuvieron precisamente en Mostar. ¿Qué sensación queda de ellos? Porque aquí siempre se ha dicho que eran muy queridos y no sé hasta qué punto es cierto.

Eran queridos, fíjate. Tengo amigos que trabajaron para los españoles y los que estuvieron en contacto con ellos les querían, sí. Más allá de la política y lo que hicieron, que no lo sé con exactitud. Pero entre la gente con la que he hablado, los españoles estaban bien vistos, incluso en la zona de los bosniacos.

¿Qué crees que te faltó en el Barça para triunfar como lo habías hecho en la Real?

Me encontré una forma de jugar totalmente diferente y me costó un poco entrar. El cambio de estilo de juego, las dudas que podía tener el equipo… Ahí perdí un poco de confianza. Yo creo que fue un cúmulo de cosas. También me lesioné en algún momento, dos, tres veces a lo largo de la temporada. También la destitución de Cruyff.

En realidad, aquel año llegasteis a semifinales de la Copa de la UEFA. De haber eliminado al Bayern, hubiera maquillado la temporada.

Sí, teníamos todo a favor. Habíamos empatado a dos el primer partido en Munich y perdimos 1-2 en casa. Luego jugamos la final de Copa contra el Atlético Madrid y la perdimos. Eso fue un golpe muy fuerte para el club.

¿Cómo acogió la plantilla la destitución de Cruyff?

Fue como un shock, algo inesperado. A pesar de que se venía hablando en la prensa, en el vestuario también se hablaba de esa posibilidad, sorprendió mucho. Porque él era el líder absoluto de todo. Nosotros veíamos a Cruyff como la figura más importante, más que el presidente y que todo.

¿Tenía más importancia de la que tuvo Toshack en la Real?

Toshack también tenía mucho peso aquí. Era el alfa y omega, el número uno. Era algo parecido, con la diferencia entre un club y el otro.

Aquel año le ganasteis 3-0 al Madrid y tú marcaste dos goles. ¿Fue tu mejor partido con el Barcelona?

No, en realidad tuve partidos mejores. Por la trascendencia del partido sí. Ya sabes lo que mueve un partido de esas características, que lo ven en tantísimos países o que el Camp Nou estaba a reventar. Pero hubo partidos que jugué mejor, aunque no tuvieron tanta trascendencia. Partidos en los que igual no marqué ningún gol, pero me he sentido muy bien.

A veces a los goleadores nos juzgan a través de los goles que marcamos, pero también eres consciente de que has hecho un buen partido sin haber llegado a marcar. A veces piensas ¡joe, me he sentido tan bien, me han salido tan bien las cosas! y no has marcado gol. Eso también existe en el fútbol.

En el Barcelona coincidiste con Prosinečki, otro de los muchos jugadores balcánicos que en esos años jugaron en la liga española. ¿Qué relación teníais entre vosotros?

«Žuti» Prosinečki fue uno de mis mejores amigos en el Barcelona. Es muy buena persona. Él era croata, pero eso entre los jugadores no era ningún problema. Me he encontrado con futbolistas de otras etnias y no teníamos ningún tipo de problema. En Barcelona con Prosinečki o en Tenerife con Jokanović. Al final haces una relación muy humana, amistosa, a pesar de, si hace falta decirlo, a pesar de la guerra.

Šuker y Mijatović , por ejemplo, se llevaban muy bien.

Además de compañeros, eran amigos. Los conozco a los dos. Si no fuese por la política, la gente se pondría de acuerdo muy fácil. Esas diferencias que, sobre todo los políticos quieren pintar, quieren hacer ver que deben separarnos, la gente las vive con mucha más naturalidad.

Al acabar la temporada con el Barça te comunican que va a llegar Ronaldo.

Yo voy a hacer la pretemporada a Holanda. Viene Robson como entrenador y viene Mourinho con él, como traductor y ayudante. Recuerdo a Mourinho traduciéndonos lo que decía Robson.

Después de una comida, me viene Gaspart y me habla de la posibilidad de ir al Ajax o al Benfica. Llegué a reunirme con el presidente del Benfica. Me hicieron una oferta muy buena, con un contrato largo. Pero hablé con mi familia y no queríamos movernos de la liga española.

Meho Kodro

¿Por qué eso?

Nos habíamos hecho a España, todavía estaban mis padres por aquí. Mover todo eso no era una buena opción. Yo dije que iba a esperar un poco, aunque me había dicho Gaspart que venía Ronaldo y que iba a tener poco protagonismo. En ese momento le dije que quería hablar con Robson y este me dijo lo mismo. De ahí viene mi reunión con Benfica y después de hablar con ellos me doy cuenta de que no quiero salir de la liga española.

Era una situación privilegiada, porque me podía permitir decir que no quería salir. No me gustaba la opción de quedarme en Barcelona, porque quería jugar. Entonces empiezo a hablar con el Tenerife, me llama Jupp Heynckes y me pareció una opción atractiva.

El primer año con el Tenerife hacéis una temporada muy buena.

En la Liga más o menos, pero hicimos una Copa de la UEFA muy buena. Ganamos a la Lazio, al Feyenoord… Y nos eliminó el Schalke en la prórroga. En ese sentido fue un buen año.

Pero después de aquello, Heynckes se fue al Madrid y empezaron los problemas para el Tenerife. Cambiamos de entrenador tres o cuatro veces, no me acuerdo bien. Nos salvamos por los pelos y al año siguiente ya bajamos a Segunda División.

En el Alavés marcaste cinco goles y os clasificasteis para la UEFA, que terminarían jugando la final contra el Liverpool.

Ahí me di cuenta de que hay muchas formas de organizar un equipo y que la confianza es terriblemente importante y hablo de la confianza del vestuario. Era un grupo de gente que nunca había vivido una situación como la de aquel año o al menos la mayoría.

Empezamos a jugar bien pero despreocupados. No era la misma situación que había vivido en el Tenerife o el Barcelona, donde había mucho control. En el Alavés, con Mané, era como jugar con amigos. Llegabas a entrenar para pasártelo bien y llegabas al partido sin preocuparte tanto.

De repente, nos encontramos que la cosa funcionaba. Íbamos a jugar a Sevilla y no pasaba nada, íbamos a ganar. Jugábamos contra el Atlético Madrid y lo mismo. Y si perdíamos no pasaba nada. Mentalmente todo eso te da confianza.

¿A lo largo de tu carrera hubo alguna posibilidad de que volvieras a la Real?

No, que yo sepa no. Se hablaba en los periódicos, incluso cuando salí del Barça, pero creo que era más cuento de la prensa. Porque yo tenía buen contacto con la Real y podían haberme llamado. Pero seriamente nunca hubo posibilidad de volver.

¿Por qué crees que al salir de la Real no llegaste al mismo nivel?

Seguramente porque la Real ha sido como mi novia.

Antes decías que tus características se adaptaban muy bien al juego de la Real, pero yo creo que la Real terminó jugando para ti.

Puede ser. La Real era un equipo potente en defensa y creíamos más en las transiciones que en la posesión. A mí me gustaba jugar contra rivales con la defensa adelantada, me gustaban esos movimientos. También me encontré con una confianza muy grande.

¿Cómo fue que terminaste tu carrera en el Maccabi?

Con el Tenerife firmé un contrato de cuatro años. Al bajar a Segunda, el club quería desprenderse de todos los que teníamos un contrato importante. Jokanović y Makaay se fueron al Depor, Unzue creo que se fue al Oviedo y yo me fui cedido al Alavés. Quizás porque podían pagarme lo mismo que en el Tenerife.

Después de eso tenía una oferta del Albacete, pero no tenía ninguna de Primera División y no me apetecía jugar en Segunda. El Maccabi me ofreció un buen contrato, era una ciudad muy bonita…

Después de aquello me llegó una oferta de Arabia Saudí, que estaba un bosnio de entrenador, Safet Sušić y otra de Suiza, del Servette. Pero no acepté ninguna. Ya no me sentía a gusto jugando al fútbol.

En Tel Aviv había tenido un problema en el talón de Aquiles y ahí pensé mira, me vuelvo a casa, todavía sin saber que me iba a retirar. Vine aquí a hacer la rehabilitación y me puse en contacto con los médicos de la Real también. Ahí me llegaron las ofertas de Suiza y Arabia Saudí, pero no quería más aventuras, llevaba dos, tres meses sin entrenar… y ya tomé la decisión de no seguir.

Me ha sorprendido que has hablado de volver a casa refiriéndote a Donosti.

Sí, es curioso. Me pasó también hablando con un periodista bosnio que trabaja en Bilbao y es verdad. Yo, ahora mismo, cuando hablo de ir a casa me refiero a San Sebastián. Para mí es más casa que Mostar, porque la casa donde yo he nacido, donde he vivido, ya no existe. La casa donde viven mis padres y donde voy cuando estoy en Mostar, es la casa que se construyó después de la guerra, cuando volvieron mis padres a Bosnia. Pero esa no es mi casa, mi casa está aquí.

Luego volviste a la Real como entrenador.

Astiazaran me ofreció entrar como ayudante de Roberto Olabe en el juvenil de la Real y después como entrenador de los delanteros.

Más tarde fuiste segundo de Bakero en el primer equipo, en un momento en el que el club lo estaba pasando mal. ¿Qué sensaciones te quedan de ese periodo?

Había muchos problemas. Bakero había fichado como director deportivo, pero terminó cogiendo al equipo, no recuerdo bien por qué. Me llamó para echarle una mano y se salvó la categoría ese año, pero se veía que la cosa estaba temblando. No había cosas claras, no había certezas. Al final echaron a Bakero y yo me fui con él.

Estuviste también como seleccionador de Bosnia. De hecho has vuelto a serlo este año, pero las dos veces has estado poco tiempo.

Es muy fácil de explicar, aunque la segunda vez, hace mes y medio, me parece más fuerte. La primera, en 2008, había que dar la convocatoria para un amistoso contra Japón. El presidente me dijo «mira, yo tengo unos jugadores míos y estaría bien que los llamases».

¿Qué quiere decir ese «unos jugadores míos» del presidente?

Él tenía jugadores, seguramente a través de representantes que estaban en contacto con él, porque las cosas en Bosnia funcionaban así. Me dijo eso y yo le dije que lo que esperaba era que él me respaldara ante cierta gente, que me dejaran trabajar. Entonces pido una reunión con el presidente y los dos vicepresidentes, porque en Bosnia todo está dividido en tres, incluso la federación.

Esto te lo cuento para que entiendas cómo empecé yo como seleccionador. Me reuní con ellos y les pregunté a ver qué estaba pasando, que el presidente me había dicho que pusiera a tres jugadores suyos. Y el vicepresidente me dice que él también tiene un amigo que mira, que tal… Así empecé yo. Eran todo problemas, un lio terrible. Al final me destituyeron. Dos partidos estuve.

Después de quince años volví a hablar con la federación. Pensaba que las cosas habían cambiado en Bosnia, que habían desaparecido todos esos problemas y en la primera convocatoria me dicen que el presidente ha dicho que tengo que meter a un par de jugadores suyos, uno de los cuales no había jugado casi nada en los últimos tiempos.

Yo dije que no podía hacerlo y esa es la razón por la que me destituyeron. El fútbol de Bosnia funciona de esta forma. Yo te doy trabajo, pero tú tienes que hacer caso. Desgraciadamente, pensaba que todo eso había desaparecido, pero me he dado cuenta de que no.

Di una convocatoria, jugamos dos partidos, uno ganamos y el otro perdimos en el minuto 92 contra Islandia y ese ha sido motivo suficiente para ellos. Después han dicho que habíamos pactado verbalmente que, si no ganaba los dos primeros partidos, me podían destituir sin deberme nada, pero eso no tiene nada que ver con la verdad. Evidentemente, yo tengo un contrato firmado y me tengo que defender.

Meho Kodro

Después de la primera etapa con la selección de Bosnia, vuelves a la Real para encargarte del juvenil.

Badiola me ofreció el trabajo sin saber si iba a entrenar al juvenil o al Sanse, pero al final Imanol Idiakez se quedó en el Sanse y yo en el juvenil.

Te tocó la generación de Griezmann, Iñigo Martínez e Illarramendi.

Era un buen equipo, pero Illarra no jugó porque le pasaron al Sanse. Griezmann estaba conmigo en el juvenil, pero le llaman para jugar en el Sanse. Casi sin jugar, Martín Lasarte le llama para un amistoso y pasa lo que pasa.

¿Te imaginabas que Griezmann podía llegar adonde ha llegado?

No. Yo pensaba que podía hacer algo en el fútbol, porque era muy bueno técnicamente, pero físicamente era poca cosa. He dicho muchas veces que, por no tener un buen físico, seguramente desarrolló otras capacidades, como adelantarse a la jugada, pensar más… Pero, de ahí a hacer lo que ha hecho, la verdad es que no lo imaginaba.

Luego pasas a entrenar al Sanse y terminas dejándolo por no interferir en la carrera de tu hijo, Kenan.

Así es. Llegó un momento, después de estar dos años en el juvenil y dos o tres en el Sanse, que pensé que era suficiente. Necesitaba buscar otras cosas, porque también veía que la Real buscaba entrenador por otro lado, creo que querían que viniera el Tata Martino. Pensé que era el momento de buscar algo en otro sitio.

También tenía el sentimiento de que le estaba estorbando a Kenan. Le veía un poco agobiado. Yo era su entrenador y sentía que era un peso para él. Uno de los dos sobraba en la Real y era más lógico dejarle sitio.

Ahora ya está difícil entrenar a la Real, porque creo que hay entrenador para muchos años.

¡Y bueno además!

¿Y te gustaría entrenar a Velež Mostar?

He tenido esa oportunidad dos, tres veces, incluso ahora podría acercarme de alguna forma. Pero no me veo viviendo en Bosnia continuamente. Me gusta ir a Bosnia, ir a Mostar, me gusta estar ahí, pero para un tiempo, no estar allí trabajando y viviendo continuamente.

Velež es mi club, me he dado cuenta de que es el club de mi corazón. Ha estado en dificultades varias veces. Es un club con mucha historia y una historia muy bonita. Ha sabido salir de momentos muy complicados y me alegro mucho porque Velež es algo que tengo muy adentro.

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  9. Karlsterio Kovas

    Si no recuerdo mal, el término «Kodrazo» lo acuñó Michael Robinson en el programa «El día después» de Canal +. Le salió, así, por las buenas, durante las imágenes de las mejores jugadas de la jornada, y tras ver un gol de falta directa lanzada por Kodro que se metió como un misil por la escuadra de la portería.

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