En Barcelona hay un fenómeno recurrente, cada vez que gana el Madrid se analiza como un fenómeno esotérico. Esas mismas palabras empleó Joan Josep Pallàs en La Vanguardia. Se refería a que Gündogan, cuando estaba desolado en el campo, «no encontraba explicaciones a la esotérica reacción blanca» y remataba, dirigiéndose al centrocampista: «Bienvenido al club».
Un zapatazo que sorprende, demasiado, a Ter Stegen y un gol fácil que no viene de una asistencia magistral, sino de un control fallido de Modric, periclitaron al Barça, pero lo misterioso no está en ese desenlace, tan imprevisible, o de patio de colegio, como el primer gol del inglés.
Lo que cuesta entender es la torrija eterna en la que vive el Madrid de Ancelotti, cuya trayectoria está avalada por los efectos de la borrachera de la Champions 2022, pero en el largo plazo se empiezan a ver las costuras. Es conocido que el sistema del italiano empieza atrás y él mismo ha dicho claramente que no puede enseñar cómo atacar a delanteros con un talento descomunal. Es una frase ocurrente, efectista, romántica, para los anales, pero poco profesional.
La primera parte del Real Madrid en Montjuic fue un calco de tantas y tantas noches. Ataques estáticos, juego posicional lacerante y, tras marear la perdiz, recurrir a un disparo lejano, generalmente de Valverde o de Kroos, a un regate de Vinicius o a un centro lateral al área. No es de extrañar que en un fútbol de empuje, el que haya acabado brillando sea Bellingham, con un talento sobrenatural para estar en el lugar oportuno en el momento oportuno y enchufar todos y cada uno de los rechaces.
Hay analistas que apuntan al cambio que dio el equipo con la salida de Joselu y la referencia de un 9 arriba. No es menos cierto que otra de las facetas espectaculares del Real Madrid es cómo llega físicamente al último tercio de los encuentros, en los que avasalla a base de zancadas. No obstante, con Joselu se le abrieron huecos más generosos a los azulgrana.
El problema quedó patente en una contra en la que el español solo tenía que adelantarle el balón a un Vinicius que iba lanzado de cara a puerta y el pase le salió a la espalda del brasileño. A Joselu le faltan unos puntos en las facetas del juego que no se disputa entre el punto de penalti y el área pequeña que demuestran que no está al nivel de sus compañeros.
Ahí entra la famosa imagen de Florentino con su dinero escondido en un calcetín esperando el momento, temporada tras temporada, para gastarlo. Tras el error de Jovic, ya no hay experimentos ni corazonadas, sin embargo, es el segundo año que al equipo le faltan piezas.
Un déficit que solo se puede entender interpretando al Barça. Lo que ha hecho Xavi con una plantilla que estaba en descomposición es más que meritorio. De hecho, las líneas maestras de este Barça son las del Barça del futuro. Un equipo capaz de generar mucho juego, letal en la recuperación tras pérdida; un equipo con un puño de hierro, pero que por fin ha solucionado el gran problema de los años 10: la mandíbula de cristal.
El problema en este caso reside en una política de gasto enloquecido y delirante años atrás. Todavía se arrastran las consecuencias y, sumado a los problemas judiciales, toda la institución está en el filo de la navaja. Hoy, los errores estratégicos se pueden pagar en lustros. Quizá esté ahí el sentido por la apuesta por un técnico tan sumamente conservador como Ancelotti.
Criticar a Carlleto, ganador de las 5 grandes ligas y de nada menos que 4 de Europa, y a la vez afirmar que Bellingham es «alemán» y que Toni es «Kross». Curioso.
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Leer este artículo en mayo del 24 resulta, cuando menos, divertido: el Madrid ahora mismo en semifinales de Champions y con la Liga (prácticamente ganada). El Barca se juega el segundo puesto mañana contra el Girona y eliminado de cuartos de Champions x el PSG…
Al Madrid se le ven las costuras y el Barca es un puño de hierro…