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Alfredo Santaelena: «Bebeto decía que cómo íbamos a ganar partidos si Arsenio estaba todo el día cagándose en dios»

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De alguna manera ha vuelto a la vida. Lo acaba de llamar el San Fernando, de La Isla, para volver a entrenar y ha sido su mejor regalo de cumpleaños. El 13 de octubre, Alfredo Santaelena cumplió 56 años y sigue siendo un entrenador vocacional, un purasangre. Es más, le cuesta concebir su vida sin entrenar. De ahí que ahora, en este viaje al Sur, los ojos se le iluminen como diamantes.

Ha dejado Madrid, donde vive en el barrio de Canillejas, a 500 metros del Metropolitano, el estadio del Atlético. Pero la vocación puede con el sacrificio de un hombre que ha aprendido de la vida que «no tiene sentido enfadarse por tonterías» y que, más allá del patrimonio, valora lo que tiene. Su hijo Fredi es licenciado en INEF y ya se ha independizado con 26 años y su hija Andrea está a un año de terminar la carrera de Farmacia. Y cuando lo cuenta, Alfredo Santaelena se enorgullece sin excusas. Quizá porque eso es lo mejor de la vida. Y él, que viene de la más tierna humildad en el barrio de Vicálvaro, sabe distinguirlo a cámara rápida. Alfredo es hoy el hombre que nunca despegó los pies de la tierra. Detrás de esa voz grave, que aún parece quedarse el mundo, existe un tipo con las ideas claras.

Te veo bien.

Eso es que me ves con buenos ojos. Tengo 56 años e intento mantenerme, hacer deporte, cuidarme en la comida porque si no coges kilos rápido y es perjudicial para la salud.

¿Y a tu edad qué queda del principio?

Queda mucho. Pero sobre todos los amigos, que es lo que me llevaré a la otra vida. Sigo teniendo los que tenía de pequeño en Vicálvaro. Después, sé que viví en una nube. Fui jugador de Primera. Y luego me tocó volver a la realidad. Y ahí fue cuando me di cuenta de que lo más importante fue la gente que había conocido y que seguía presente en mi vida.

¿De futbolista ibas a Vicálvaro a ver a tus padres?

Claro. Vivía con ellos. Me compré un piso, pero vivía y dormía con ellos.

¿Y esa era casa para un futbolista del Atlético?

Era muy humilde: una casa de 56 metros cuadrados, un segundo sin ascensor. Pero para mí esa casa es un orgullo. Todavía sigo yendo a ver a mi madre y a mi hermano, que se separó de su mujer y volvió a vivir allí, porque mi padre falleció hace seis años. Pero volver siempre es gratificante para mí. Mi padre fue un trabajador de Pegaso que supo sacar una familia adelante y convencernos de que la humildad también te puede hacer feliz.

Y te hiciste futbolista.

Fue en la calle, porque yo empecé a jugar en la calle.

¿Y a quién querías parecerte?

Me gustaba mucho Alemao, pero mi preferencia era Juan Gómez, Juanito, que también fue jugador del Atlético de Madrid. Me encantaba por la raza que tenía y por como regateaba.

Sin embargo, tú fuiste otro tipo de futbolista.

Sí. Qué duda cabe de que Juanito era más habilidoso con balón. Pero a mí era el tipo de futbolista que me gustaba y por eso también adoraba a Maradona. Y no te puedo describir la ilusión el día que me tocó jugar frente a él. Yo estaba en el Dépor y Maradona en el Sevilla. Y aún no sé ni como contarlo.

Después, no coincidiste con él en el Sevilla.

Se había ido ya, sí, pero quedaba gente, que había tratado con él y me hablaban maravillas de Diego. Me decían que era un tipo generoso y un capitán que daba la vida por sus compañeros, y entonces a mí me recordaba a Paulo Futre.

¿Por qué?

Cuando yo llegué al Atlético tenía 21 años y él 22 y ya era el capitán del equipo y jamás olvidaré su personalidad, como nos defendía frente a Don Jesús Gil. Yo siempre digo que Paulo era capaz de matar por cualquiera de nosotros.

¿Has ido a verle cuando sufrió el infarto?

Hablé con él por teléfono porque es difícil dar con Paolo. Está entre Madrid y Lisboa. Pero lo importante es que ahora, que ha visto las orejas al lobo, el tabaco no volverá a perjudicarle más porque ya sabes que Paolo fumaba, fumaba mucho.

¿Y en aquel vestuario del Atlético fumaba mucha gente?

Creo recordar a Pizo Gómez también. Pero es que era otra época. La sociedad no estaba tan informada como ahora. No sabíamos que el tabaco podía ser tan perjudicial.

¿Y cuándo fichas por el Atlético cómo se celebra en casa?

Recuerdo que se hizo un partido benéfico en el antiguo estadio de Las Margaritas de Getafe. Y, al terminar, Jesús Gil baja al vestuario y me dice: «mañana vente que ya eres jugador del Atlético» y, al día siguiente, llegar al estadio del Vicente Calderón y empezar a entrenar con ídolos como Abel, Tomás, Goicoechea, Donato, Orejuela, Baltazar, el mismo Futre…, eso no se puede describir con palabras. Recuerdo que estaba Collin Addison de entrenador y Briones de segundo.

Recuerdo que Briones fue muy criticado por García por ir a un «Estudio Estadio con traje de vestir y calcetines blancos».

Eso no lo recuerdo, no te puedo decir.

¿Briones podía haber sido entrenador en un Atlético como el de ahora?

De mi época de jugador a ahora ha cambiado todo mucho. En esa época no se hacía apenas trabajo táctico. El único que nos trabajaba por encima fue Luis Aragonés. Quizá Toshack también en el Dépor. Pero esto de trabajar por líneas nada. Ahora, cuando me pongo a ver partidos de antes con mi hijo, nos damos cuenta de que éramos un desastre tácticamente.

¿Luis Aragonés no hubiese estado preparado entonces para esta época?

No, no, no estoy diciendo eso. Lo que digo es que no se pueden comparar épocas. Luis, Clemente, Toshack, Arsenio se hubiesen tenido que amoldar a esta época, porque tenían la capacidad más que suficiente.

Acaba de hablar de Arsenio.

Para mí, fue como un padre. Fue la primera vez que salía de Madrid. Tenía 25 años. Nos firmó el Dépor a Donato y a mí. Y me encontré con una buenísima persona que me trata fenomenal, que nos trataba a todos. Tenía mucho arte al decir las cosas. Nos echaba miel en los yogures en vez de azúcar… Estaba pendiente de todo y me dio mucha pena lo que sufrió los últimos años con el tema del Alzheimer.

Y tú le hiciste campeón de Copa en el Bernabéu con aquel gol a Zubizarreta.

Recuerdo que cuando terminó el partido Arsenio se acercó a mí, me dio un gran abrazo y me dijo «Alfrediño, para que te hubiesen anulado el gol», en referencia a García Aranda, que fue el árbitro de aquel partido, porque antes había habido varias jugadas polémicas.

¿Dónde vivías en A Coruña?

Vivía en Adormideras. Yo en el tercero y Manjarin en el cuarto. Me despertaba todos los días viendo el mar, algo impresionante.

Otra vida.

Te voy a contar el primer día que voy a entrenar a Riazor. Yo en Madrid salía con mucha antelación para entrenar. Tenía que cruzar la M-30 que siempre estaba atascada. Y en A Coruña hice lo mismo. Pero la diferencia es que llegué al estadio en cinco minutos. Y cuando llegué estaba todo cerrado. No habían abierto ni el campo. El utillero estaba tomando su chupito tranquilo en el bar de enfrente. Pero es que era otra manera de vivir diferente. Yo salía por la ciudad. Las señoras mayores me daban besos por la calle. Ibas por cualquier lado y te invitaban…

¿Y cómo fue ir al Dépor?

Mira, yo estaba en Acapulco con Sabas, Aguilera, Moya… de vacaciones, vino Rafa Alkorta con nosotros que estaba en el Athletic Bilbao. Y él era el que más contacto tenía con España y me dice un día de fiesta, entre tequilas, «ha salido una noticia en el AS que te quieren a ti y a Donato para el Deportivo de La Coruña». Y le digo, «yo al Dépor no me voy», «tengo un año más de contrato con el Atlético», y mira que el Dépor había hecho una muy buena temporada en la que fue tercero y pudo ganar Liga….

Con aquel once que se recitaba de memoria: Liaño; López Rekarte, Rivera, Djukic, Albistegui, Nando; Mauro Silva, Aldana, Fran; Claudio y Bebeto.

Así fue, buena memoria.

¿Y cómo llegas tú ahí entonces?

Volví a España y me voy a Canarias y luego a Torrevieja a casa de mi amigo Ángel y, desde allí, hablaba con mi casa por el teléfono de un bar que había abajo, porque entonces no existían móviles. Y un día me dicen que me ha llamado mi padre y le llamo y es cuando me dice que le había llamado Lendoiro y le había dicho que me querían para el Deportivo. Y me digo a mí mismo, «pues al final va a ser verdad».

¿Y entonces?

Voy con Miguel Santos, mi representante, a A Coruña y firmamos cuatro años. Al principio, iban a ser tres, pero como Arsenio me quería, logramos cuatro. Y me fui del Atlético justo el año en el que llegó Pacho Maturana. Yo siempre pensé que fue un error que me dejasen marchar con 25 años porque, a partir de ahí, venía mi mejor edad. Pero no me arrepiento de todo lo que me pasó después en Coruña. Fui muy feliz.

¿Y por qué no te quedaste a vivir allí?

Porque soy de Madrid. Tengo mi familia aquí. Mi mujer es de aquí. Me encanta Coruña, pero para mí Madrid es lo más grande. Tengo mi pueblo de Segovia a 100 kilómetros. Mira, este año me he tirado allí los tres meses de verano, desde el 15 de junio. Me gusta ir a tomar mis botellines, jugar mi partida, estar con los míos… Me gusta esa tranquilidad.

¿Pero nunca tuviste oportunidad de entrenar al Dépor?

Tuve una oportunidad de haber ido al Fabril en el año 2017. Pero me habían llamado antes de la selección de China, donde había dado mi palabra y no me parecía bien dejarles plantados. Pero luego sí me arrepentí porque el Dépor es el Dépor y tal vez eso me hubiese abierto las puertas del primer equipo… Aun así no pierdo la esperanza. Me siento capacitado. Mis números están ahí.

Porque entrenar al Atlético no es planteable.

Mientras esté el Cholo, sí, totalmente. Él no se va de aquí….

¿Eres amigo suyo?

No, no somos amigos. Hemos sido compañeros de profesión. Yo estaba de entrenador en el filial y él en el primer equipo.

¿Y es un buen tipo?

No te puedo hablar de él. No me he tomado un café. No he comido nunca con él. No sé ni como es. Sé que tiene una personalidad tremenda y que quiere tener todo controlado.

¿Y tú eres así?

Yo soy más cercano a la gente.

Como Arsenio.

O como Luis Aragonés. Yo he estado con Simeone dos temporadas en las que solo entré una vez a su despacho en la que quedó claro que él era el jefe. Pero nada más. Yo tenía relación con el Mono Burgos, que era el que me pedía opinión. Pero con Simeone nada.

¿Crees que Simeone sabe más fútbol que tú?

No lo sé. De todos se aprende. Hay muchos entrenadores de categorías inferiores preparados para Primera. Pero deben darte la oportunidad. Es verdad que un día en una entrevista dije que el Cholo no me iba a enseñar nada. Igual me excedí, porque defensivamente sí, mis equipos tienen otra idea diferente a la de Simeone. Yo soy muy guardolista. Me gusta su idea. Me gusta también Michel, que está ahora en el Girona. Cada entrenador tiene su estilo.

Pero tú fuiste un futbolista en las antípodas de Guardiola.

Pero no tiene nada que ver. Si hablas con mis ex jugadores todos te dicen lo mismo, que yo no mato a correr a nadie. Soy un entrenador que da mucha importancia al balón, y mira que yo he corrido mucho. Me acuerdo cuando nos llevaban a Los Ángeles de San Rafael a correr, cuando estaba en el Pegaso y hacíamos el test de Cooper. Yo tenía unas facultades físicas muy buenas. Sólo Soler, que jugaba de lateral izquierdo me hacía frente, porque yo podía haber sido buen mediofondista. Tenía pata fina y me mataba a correr. Acababa roto muchas veces. Pero es lo que me permitió estar once años en Primera.

Se trata de conocerse a uno mismo.

Y yo no era tan torpe técnicamente. De hecho, perdía muy pocos balones. A uno o dos toques, jugaba bien al fútbol. Pero no me arriesgaba a dar un pase de 40 metros. Entonces se la daba al rubio, a Schuster, que era el que lo sabía hacer. Pero esa era mi inteligencia: la de conocer mis limitaciones, la de hacer las cosas cuando había que hacerlas.

Eso es verdad.

Muchas veces no llegan los mejores, sino los que hacen las cosas cuando deben hacerlas. Hay gente que dice que no llegó porque le gustaba mucho salir por la noche. Toma, claro, y a mí. Pero el problema no era salir por la noche, sino salir cuando había que salir.

¿Y tú salías mucho?

Lo que te digo. Yo salía cuando había que salir, porque me acompañaba lo que siempre nos decía Luis Aragonés, «a mí no me vais a engañar, porque he sido cocinero antes que fraile» e insistía en que no le importaba que saliéramos por la noche, que fuésemos a Joy Eslava, que fuésemos adonde fuese, pero, eso sí, mañana los mejores en el entrenamiento, nos decía.

¿Ligabas mucho?

No se me daba mal. De vez en cuando. Era un chico joven hasta que llegó el momento que le dije a mi mujer que no podíamos seguir haciendo cada uno la vida por nuestra cuenta. Nos conocíamos desde que yo tenía 16 años y ella 14 en Vicálvaro. Llegó el momento en el que formalizamos nuestra relación y el segundo año en Coruña se vino a vivir conmigo.

¿Y desde entonces?

Una relación estable siempre te da más equilibrio. Si la estabilidad es sana, claro. He visto muchos compañeros que tuvieron problemas a la hora de casarse o de separarse, y eso no te deja vivir bien, no te deja limpiar la cabeza. La cabeza es importantísima en la vida. En ese sentido creo que he tenido suerte. .

¿En qué invertiste lo que ganaste en el fútbol?

En pisos. Invertí en pisos. Compré cuatro y ahí es donde está mi plan de jubilación. Yo acabé con 33 años de futbolista. A esa edad, uno es un crío y queda mucha vida por delante. Por eso ponía tanta atención en lo que decía Luis Aragonés. Recuerdo que nos decía siempre, «ladrillo, señores, ustedes inviertan en ladrillo» y le hice caso.

No necesitabas trabajar entonces, coger esto ahora del San Fernando.

A lo mejor para hacer mi vida normal, no. Pero yo quería trabajar, yo necesito entrenar.

¿Has triunfado como entrenador?

Tengo una espina clavada, lo reconozco. Llevo 21 años entrenando. Podía haber tenido una oportunidad un poco más arriba. Algo tiene que fallar. Muchas veces me analizo. Mi gestión del grupo es buena. Los jugadores hablan bien de mí. Mis equipos están bien trabajados tácticamente. Y no lo entiendo, no encuentro la respuesta.

¿Has perdido dinero como entrenador?

No, no, hasta esos extremos no, para nada.

¿Has sido mileurista como entrenador?

En Tercera división sí he entrenado por 1.800 euros. Pero poder ingresar en tu casa ese dinero… Mucha gente no lo gana en Madrid. Y yo los conseguía en un trabajo que me encanta y en el que tengo conocimientos. Pero era lo que le decía. Me queda esa espina de no haber tenido una oportunidad en un equipo más top en Segunda. Tengo una edad y con mis números no lo entiendo. Siempre digo a ver si algún día me dan un Ferrari y me estrello (risas).

¿No contemplas la jubilación a tu edad?

Me encuentro bien físicamente y de cabeza. Pero jubilarme tan pronto, y mira que me adapto rápido a todo. Me encanta caminar, coger la bicicleta… Pero necesito el césped. Hay quien me dice, «¿por qué no te metes de director deportivo?», pero es que yo no valgo para estar en un despacho. Necesito dar oportunidades a gente joven, necesito sentirme orgulloso de lo que hago.

¿Y en una época como esta, en la que los entrenadores hablan como profesores universitarios, no te falta retórica?

Sí, puede ser, no digo que no.

¿Cuándo trabajas de entrenador estás ocupado las 24 horas del día?

No lo sé, pero mucho tiempo sí.

Será pensando.

Yo doy mucha importancia a mi equipo. Ahora, llego al club a primera hora y no me voy hasta el final de la mañana. Llego a casa. Me echo una siesta, si acaso, y me pongo a ver videos. Pero quizás sea lo que tú has dicho. No estoy de acuerdo con el idioma moderno del fútbol. No lo empleo. No creo que sea necesario.

Luis Aragonés no hablaba así.

Ni Arsenio ni Camacho ni muchos entrenadores. Yo mismo no veía a Mendilíbar en el Sevilla hablando de forma retórica…, y ganó una Europa League.

Tampoco estaría mal que hubieses ido al Sevilla. Jugaste allí dos años y medio.

Estoy contento en el San Fernando… Pero, claro, hablamos del Sevilla. Hablamos de un gran club.

¿Y cómo te fue en el Sevilla?

Fueron años raros. Llego en Segunda división con Nando. Había una presión enorme porque el Sevilla es un grande. El primer año no ascendemos. La siguiente temporada viene Fernando Castro Santos, que había entrenado al Compostela. El equipo iba mal y vino Marcos, que en paz descanse. Y con él ascendimos a Primera. Pero ese año volvimos a descender y yo ya jugué muy poco.

Te retiras del futbol y vienes a vivir a Madrid a un piso de 160 metros. ¿Te sientes un privilegiado?

Pero supe arriesgar. En el año 86-87, cuando termino el servicio militar y me firma el Getafe que me da 120.000 pesetas de entonces, hablo con mi padre y le digo, «voy a pedir una excedencia en el trabajo» y me fui a hablar con el encargado. Le conté una mentira piadosa y le dije que entrenábamos por la mañana. Pero mi padre respaldó mi decisión totalmente. Tenía 20 años y no era fácil dejar un trabajo.

Pero salió bien.

Tuve la suerte de que a los cinco meses me firma el Atlético de Madrid y es verdad. Nunca tuve que plantearme volver a la fábrica. Mi riesgo había merecido la pena.

Como dice Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, «el futbolista se libra de la fábrica y de cumplir un horario».

Imagínate. Si llego a seguir trabajando en la empresa, que estaba en Canillejas…. Trabajaba con productos tóxicos. Tenía que andar con guantes, mascarilla. Yo entraba a las seis de la mañana y salía a las cuatro de la tarde. Comía en el trabajo con el tupper. Luego, cogía el autobús 77 en la Avenida de Aragón y me iba a entrenar a Pegaso hasta los 18 años cuando me saqué el carnet de conducir e iba con mi Seat 850.

¿De quién te acuerdas ahora?

De mi padre. Sobre todo, de mi padre. Él me esperaba todos los días en el colegio a las cinco de la tarde y me llevaba a Ciudad Pegaso. Mi madre, mis tíos siempre le decían, «¿pero adónde vas con el chico?». Por eso le tengo que agradecer a mi padre que siempre estuviese ahí con esa sonrisa, con esa buena cara. Hoy, sé que nadie me ayudó como él.

¿Y qué le regaló cuando fichó por el Atlético?

El coche. Le compré un coche.

La historia continúa ahora en el San Fernando.

Agradezco esta oportunidad, porque es difícil, pues hay muchos entrenadores y si te quedas fuera… Pero a mí me apetece entrenar. Igual que me propuse llegar a Primera como jugador no renuncio a alcanzar la elite como entrenador.

¿Y si algún día tuvieses que trabajar en otra cosa?

He sido humilde toda la vida. No se me caerían los anillos, para nada. Ahí está mi hermano, que tenía muchísima calidad y que de no haber sido por las lesiones tendría que haber llegado y que ahora es mileurista.

Es la humildad a la que te refieres.

Somos así. En mi familia somos así. Te puedo decir que en mi casa en el pueblo tengo muchos metros de jardín y no se me ocurre llamar a un jardinero. Me gusta pasar la máquina del césped, cortar los setos, limpiar la piscina…

¿Y cocinas?

Si tengo que hacer unas lentejas o una paella la hago, porque cuando he estado fuera me ha tocado cocinar para mí. He hecho rabos de toro para mucha gente. Por ejemplo, cuando estaba de segundo entrenador en Cádiz. Me ponía a hacer recetas. Aprovechaba el tiempo. Y también te puedo decir que la paella valenciana me sale buena. La aprendí del padre de Nando, y ahora soy capaz de hacer una paella para 40 personas, porque la he cogido el truco.

Ahora, a cocinar al San Fernando.

Estoy acostumbrado. El año pasado cogí el Majadahonda con un punto en la séptima jornada y logré salvar al equipo. Luego, la directiva decidió no renovarme y lo respeto. Y mira que el día que ganamos 1-2 en Valdebebas me ofrecen renovar y les digo que no, que es mejor esperar a que el trabajo esté terminado. Y cuando se cumple me encuentro con que deciden que no continúe.

¿Algún día hará un equipo a la altura del futbolista que compartió vestuario con Bebeto y Mauro Silva?

Bueno, es que esos eran dos fenómenos. Mauro era un pedazo de pan, el mejor pivote defensivo que he visto. Era imposible quitarle un balón. Metía el culo, bajaba pierna. Eso sí, no le pidieses que metiese goles. El único que metió fue en Valencia a pase mío. De vez en cuando hablamos por Instagram. Y Bebeto era igual. Yo no he visto golpear un balón como lo hacía él con un 37 de pie.

Inolvidable.

Sí, ya lo creo. Yo tengo una anécdota con él muy buena porque Arsenio era mucho de decir, «me cago en Dios» y Bebeto era muy religioso y un día nos decía cómo vamos a ganar los partidos si el entrenador está todo el día cagándose en Dios, porque Bebeto era mucho de rezar como Donato.

Donato se quedó a vivir en Coruña.

Fuimos compañeros diez años. Estuve cinco temporadas con él en el Atlético y cinco en el Dépor. Le quiero mucho. Para mí siempre será Donuts, que era como le llamábamos. Le decía con todo el cariño del mundo, «mi negrito favorito». Pero es que es muy buena persona. Ha tenido mala suerte, pero se está recuperando. Tuvo un problema con una inversión y ahora está metido con las divisiones inferiores del Dépor.

Donato debía haber tirado el penalti de Djukic.

Eso decía todo el mundo. Mira, yo siempre creí que Djukic quizá era el menos indicado. Pero yo había sustituido a Donato. Y la verdad es que ese partido fue muy extraño. El Sevilla se pone ganando 0-2 en Barcelona. El ambiente en Riazor era de que ya éramos campeones y no fuimos a por el partido. Y cuando el Barcelona marca el 3-2 quedaban diez minutos y ya solo tuvimos al penalti en el minuto 93.

Fue un drama.

Yo siempre dije que Donato no tenía que haber salido, porque Donuts era la leche. Era un futbolista muy completo. Yo en ese partido hubiese quitado a Mauro Silva. Hubiese puesto a Donato por delante de la defensa que lo hacía fenomenal y que podía marcar desde cualquier parte. Sin embargo, a Mauro Silva le costaba mucho marcar gol. Pero son circunstancias de la vida.

Y ahí queda para siempre.

Yo te puedo decir que nunca he sido campeón de Liga y de los 11 años, que jugué al fútbol, ocho veces quedamos entre los cuatro primeros y nunca estuve en una Champions.

Ahora ya hay que pensar en el entrenador, en el Alfredo entrenador.

Y en eso pienso. Pero nunca dejaré de ser como soy. Hay entrenadores a los que les gusta mucho la grada. Yo no valgo. El protagonista siempre es el futbolista y no voy a cambiar. Los importantes son ellos, como les acabo de decir a los jugadores del San Fernando. Tú solo debes organizarlos. El año pasado, cuando nos salvamos en el Majadahonda me fui al vestuario. Los futbolistas se quedaron celebrándolo con la afición porque son ellos los que deben llevarse siempre el premio.

8 Comentarios

  1. Óscar Rodríguez

    Gran reportaje. Una entrevista muy emotiva, que nos enseña el lado humano del deportista.
    Enhorabuena al periodista Alfredo Varona.

  2. Muy buena entrevista

  3. Excelente entrevista
    Que bonitos recuerdos en tres Cantos
    Cuando yo era delegado del Pegaso
    Y el Presi Jesús Palencia los firma a el
    Y a Sabas.
    Orgulloso de ser tu amigo Alfredo
    Un abrazo muy fuerte

  4. Pingback: Aitor Zabaleta, víctima y símbolo - Jot Down Sport

  5. Felicidades al autor de la entrevista . La he disfrutado mucho. Siempre me ha caído muy bien Alfredo, un tipo llano, que aunaba humildad y trabajo en el campo y he vuelto a recordar, cómo no, el gol ante el Valencia batiendo a Zubizarreta. Cómo lo diafruté! Orgulloso de haber vivido esa época y de que hayas defendido al Deportivo !

  6. Pingback: Paco Liaño: «En el fútbol me han insultado llamándome 'etarra' y llamándome 'español'» - Jot Down Sport

  7. Bella entrevista de mi Querido Amiguete Alfredito. Compi de muchos años. También le quiero un montón Amigo. Felicitaciones Alfredo 👍🏽👏🏽👏🏽👏🏽👏🏽👏🏽

  8. Entrevista muy emotiva, si señor, Alfredo eres leyenda, un grande del fútbol, pero más grande es tu corazón y la bellísima persona que eres.
    Orgullosos siempre hemos estado de ti!!! Enhorabuena!!

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