El Barça ganó en Bilbao con un gol de Rapinha y después de que al Athletic le anularan un tanto en el 87’. En la jugada previa el balón golpeó en la mano de Muniain y Gil Manzano fue avisado por el VAR. Con la decisión arbitral la afición rojiblanca -que ya había protestado tirando billetes con la cara de Laporta en la primera parte- estalló. Al finalizar, Xavi admitió su pesar: «Me sorprende este ambiente de hostilidad hacia el Barça en San Mamés, me sorprende y me entristece. Juzgar antes de tiempo creo que no es bueno para la sociedad». Ante las sucesivas preguntas al respecto, el técnico zanjó: «El presidente ha hablado ya y no tengo más que añadir». Y justo ahí está el problema: en que Laporta no ha hablado ni tiene previsto hablar. El presidente publicó un tuit y sigue sin explicar por qué y para qué pagó a Enríquez Negreira mientras el escándalo no para de crecer y el equipo -y Xavi- empieza a notarlo.
El técnico es el único portavoz de la institución y en la previa ya dejó caer que quizás con una rueda de prensa a la semana, la del post partido, era suficiente. Un día después ya ha descubierto que tampoco es la solución. El ruido sube de decibelios y cada decisión arbitral es mirada ya no con lupa, sino bajo el microscopio. Como el juego de su Barça tampoco es que sea para tirar cohetes y está abonado a ganar por la mínima, sin dominar y a merced del larguero, Ter Stegen o un rechace de Koundé, un gol anulado al final del encuentro se convierte en la excusa para preguntarle a él lo que debería estar contestando Laporta.
Mientras, Florentino Pérez ha decidido dejar de ponerse de perfil y después del trámite de reunir de urgencia a su Junta directiva, el Real Madrid anunció que se personará en la causa en cuanto se admita la denuncia de la Fiscalía. No se sabe muy bien por qué suelta de la mano ahora a Laporta, su socio en todo en los últimos tiempos, si porque de verdad le parecen los hechos gravísimos, tal y como se lee en el comunicado, o por la presión de una afición que no entendía su mutismo aunque sepa del negocio de la Superliga del gran jefe y su amigo culé, pero el caso es que lo ha hecho. Sin muchos aspavientos, eso sí. Parece un comunicado de compromiso, de obligación, un «lo tengo que hacer y lo hago» pero sin cargar las tintas. Señala a Rosell y los exdirectivos Albert Soler y Óscar Grau. Ni una palabra sobre Laporta que, al no darse por aludido personalmente, decidió contestar vía twitter.
«Culés, estén tranquilos. El Barça es inocente de lo que se le acusa y víctima de una campaña contra su honorabilidad en la que ahora ya están todos. Ninguna sorpresa, defenderemos al Barça y demostraremos la inocencia del Club. Muchos tendrán que rectificar», publicó el presidente azulgrana que, tal y como es él, podría haber sido mucho más contundente. Tampoco le hace falta, al parecer no lo necesita. Sus fans le arropan, jalean y defienden con uñas y dientes en las redes sociales. No les importa que él pagara a Negreira, que incluso le subiera el sueldo ni que lleve un mes echando balones fuera sin aclarar los motivos. El resto calla y consiente: ni una pancarta, ni un silbido, ni una sola manifestación en el Camp Nou durante este tiempo. Cuando el programa Què t’hi jugues de la Cadena SER adelantó el escándalo, Laporta salió en la tele del club para decir que el momento elegido no era una casualidad. Desde el programa aseguraron que él sabía que lo iban a hacer público desde un mes antes. Es decir, que ha tenido tiempo de sobra para reaccionar con algo más que el recurso populista del «van a por nosotros», pero como la presión de los suyos no está siendo ni mucho menos sofocante, con aparecer en una conferencia el Círculo Ecuestre apuntando a Tebas en lugar de en una sala de prensa para dar explicaciones tiene bastante… por ahora. Porque los hechos siguen siendo los que son: durante 17 años, cuatro presidentes, uno detrás de otro, pagaron siete millones de euros al vicepresidente del Comité Técnico de los Árbitros. Y continúan sin aclarar por qué y para qué.
A todo esto, el próximo domingo se disputa un Clásico en un clima de máxima tensión que será definitivo para el título si el Barça gana: 12 puntos a estas alturas de campeonato sería una distancia insalvable. Y puede que el equipo de Xavi no enamore, ni juegue como su entrenador vendió que lo iban a hacer, pero ante el Athletic sumó otros tres en una de las salidas más complicadas que le quedan. La hostilidad, los billetes que vuelan por las gradas con la cara de Laporta, el ruidazo, es el precio que tienen que pagar por el silencio de un club cuyo actual presidente no aparece en la denuncia de la Fiscalía, pero que pagó a Negreira y sigue sin explicar por qué y para qué.
Resulta sorprendente la capacidad del periodismo de no ver el elefante en la habitación, o de no entender lo que no quieren entender. La postura del Madrid puede ser discutible, pero siempre ha sido coherente y fácil de explicar, y de hecho la explicó Butragueño el otro día ya: esperar a que la Justicia dictamine y entonces tomar las acciones necesarias.
¿Por qué Florentino «se había puesto de perfil» hasta ahora? Porque, a pesar de las informaciones periodísticas, la Justicia no había dicho nada oficialmente aún. ¿Por qué ahora? ¡Porque la Fiscalía ha presentado la denuncia! La denuncia se presentó el viernes, y al mismo día siguiente el Madrid anunció sus acciones. A partir de ahí, la gente puede montarse oscuras películas y usar la táctica del ventilador para insinuar oscuros intereses en otros sitios que no sean el Barca, pero la explicación y las acciones públicas son perfectamente coherentes.
Si algo han enseñado escándalos como el de Armstrong, es que da igual lo que diga la Justicia, la sociedad ha dictado sentencia: el Barsa de Messi va a quedar en España como un club que ganó sus títulos porque hacía trampas y sobornaba a los árbitros. Lo que depende del Barsa ahora es que esa condena sea vitalicia o no, que a cada polémica arbitral todo estadio español les grite tramposos a la cara o no. Si salen impunes su directiva y su palmarés, quedarán como tramposos para siempre. Si expulsan a sus presidentes y se deja desierto el palmarés de la Liga en aquellos años donde ganaron, creo que es posible que recuperen su imagen.
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