El 28 de agosto de 1994, Luc Leblanc se convirtió en el séptimo francés en ganar un campeonato del mundo de ciclismo en ruta. Fue el primero de su país en hacerlo desde el ya lejano 1980, cuando el caimán Bernard Hinault se hizo con el jersey arcoíris. Fue una tremenda alegría para una Francia algo huérfana de triunfos ciclistas en los últimos diez años. Sin embargo, la gran noticia al día siguiente era otra. El mejor ciclista del último lustro tenía problemas. Y el dopaje era la razón.
El camino a Burdeos
En la temporada 1994, Miguel Indurain eligió, una vez más, disputar el Giro de Italia en detrimento de la Vuelta a España, que por entonces se corría también en el mes de mayo. Unipublic, la empresa organizadora de la ronda española, montó en cólera.
Amenazó al Banesto con impedir al equipo al completo tomar la salida de aquella edición. El desencuentro con Unzué y Echávarri, patrones del conjunto navarro, a cuenta de la recurrente ausencia de Miguel desde 1991 en la principal prueba del país, era bien conocido. Finalmente, la promesa de que el campeón de Villaba disputaría la Vuelta al año siguiente («salvo causa de fuerza mayor») sirvió para apaciguar los ánimos. Cosa que terminaría no sucediendo, y que además provocaría la triste estampa de Indurain dos años después, esta vez sí, en el pelotón de la Vuelta pero a disgusto, bajándose de la bici… para siempre. Pero esa ya es otra historia.
Como preparación a un Giro de 1994 donde Induráin buscaba su tercera maglia rosa consecutiva, hito solo antes alcanzado por Eddy Merckx y Alfredo Binda, Miguel disputó una pequeña carrera de tres días cerca de París: el Tour de l’Oise (ahora llamado Tour de Picardie). En la crono final, sector vespertino del última día, Indurain se impuso por cinco escasos segundos al francés del GAN Eddy Seigneur y se llevó la prueba. Objetivo cumplido. No obstante, el corredor español pagó en el Giro las consecuencias de una preparación algo ajustada por culpa de una tendinitis en primavera. Miguel claudicó aquel año en Italia y fue tercero tras un portentoso Eugeni Berzin y un precoz Marco Pantani.
En cualquier caso, más de tres meses después de l’Oise y ya con el cuarto Tour consecutivo en el bolsillo, el ciclista navarro se preparaba en verano para un nuevo desafío que causó especial sensación en la época: el récord de la hora. La especialidad consiste en la distancia que un corredor es capaz de recorrer durante una hora, generalmente en un velódromo cerrado. Desde el 27 de abril de 1994, el récord pertenecía al escocés Graeme Obree (peculiar personaje con artículo aparte; de excéntrica y revolucionaria postura en la bicicleta, bipolar y homosexual reprimido) y estaba en 52 kilómetros y 713 metros.
Hablamos de una especialidad, obviamente, para contrarrelojistas y rodadores. Pues bien, el supertetracampeón del Tour pretendía batirlo, y para ello se entrenó durante el mes de agosto renunciando al Mundial de Agrigento. Sin embargo, cinco días antes del día señalado en el óvalo de Burdeos, coincidiendo con el oro de Leblanc, la prensa francesa difundió una impactante noticia.
«Una movida un poco rara»
El 15 de mayo de 1994, el último día del mencionado Tour de l’Oise, Miguel Indurain dio positivo por una sustancia llamada salbutamol. Bueno, para hacer justicia a aquel teletipo de France Press del 28 de agosto, a las diez de la noche, Indurain había dado, literalmente, «positivo»; estaba escrito con comillas.
El salbutamol es un broncodilatador contenido en el Ventolín, autorizado cuando se usa como aerosol y cuando media autorización médica. Se utiliza básicamente para respirar mejor y paliar crisis respiratorias. Al parecer, Indurain, como muchos otros compañeros de pelotón, era asmático declarado, además de alérgico al polen, y aquel día se lo suministraron tras una crisis común en dicha época del año. Con la correspondiente justificación terapéutica.
Sin embargo, la Federación Francesa filtró el suceso cien días después del positivo (y coincidiendo con el intento de récord de la hora de Indurain) alegando un criterio diferente al de la Unión Ciclista Internacional. El salbutamol sí estaba en la lista gala de productos prohibidos. Exigían el arbitraje de una comisión médica propia que examinara el caso. Pero ni la UCI ni el Comité Olímpico Internacional consideraban el salbutamol como dopaje siempre y cuando existiera prescripción (el famoso TUE o AUT), como era el caso. «Adjuntamos todas las explicaciones e incluso el médico se extrañó porque no hacían falta tantas cosas», declaró entonces Eusebio Unzué. La Universidad de Navarra envió además un dossier exhaustivo que acreditaba el asma de Indurain.
El presidente de la comisión médica del COI, el príncipe Alexandre de Merode, declaró: «Después de treinta años de lucha contra el dopaje, los criterios del COI son razonables y claros. Indurain nunca debió haber sido declarado positivo». Unzué no dudó en manifestar: «Quieren añadir un positivo al historial de Indurain. Solo mencionarlo ya es muy grave porque no es cierto». Joan Serra, presidente de la Federación Española de Ciclismo, afinó con los verbos: «Llevo una semana sin dormir, desde que me enteré de lo que estaba tramando la Federación Francesa». Por su parte, el aún por entonces compañero de Indurain, Pedro Delgado, se despachó a gusto: «Hace unos años fueron a por mí porque era el mejor. Ahora no saben qué hacer para frenar a Indurain. Está claro que los españoles no estamos bien vistos en Francia».
De cualquier modo, los nervios cundieron en el Banesto cuando, diez días antes del comienzo del Tour de 1994, en el mes de junio, el positivo fue comunicado por la Federación gala al equipo. Reclamaban un posible caso de dopaje en suelo francés y exigían una justificación más severa pese a la documentación presentada y la mencionada diferencia de criterio con los organismos mayores. La UCI tranquilizó en todo momento al equipo navarro, pero la preocupación fue una procesión inevitable y confidencial. Hasta aquel 29 de agosto.
«Está claro que quieren dañar la imagen de Miguel. No me gusta pensar mal y recurrir al ataque. Pero parece como si les doliera a los franceses que hayamos ganado cinco Tours en siete años», denunció Echávarri, ya con el caso destapado, acordándose de Perico y su conocido positivo por probenecid (un enmascarador) cuando iba de amarillo en el Tour de 1988. «No sé cómo habrá reaccionado Miguel a todo esto. Cuando tuvo las primeras noticias antes del inicio del Tour se indignó y quizá por ello su rabia salió a relucir más de lo habitual por algunas etapas. A lo mejor ahora sucede lo mismo», continuó Echávarri.
Por su parte, el campeón navarro se escudó en idénticos argumentos que su equipo y dejó una peculiar cita: «Todo esto es una movida un poco rara». El 6 de septiembre, Indurain fue exonerado por la comisión de disciplina de la Liga de Ciclismo Profesional Francés («no se ha probado que no hubiera justificación terapéutica») y la causa quedó archivada. También había conseguido batir, cuatro días antes, el deseado récord de la hora.
El asma y sus hijos
La cuestión del asma y las alergias en el ciclismo es un asunto polémico que merece comentario. Se estima que prácticamente la mitad del pelotón alega alguna vez problemas respiratorios de este tipo. Según la revista Journal of Allergy, un 45% de los ciclistas se presentaron con alguna forma de asma (ya sea alérgica, de origen; o inducida por el esfuerzo continuado de la práctica deportiva) en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, cuando la media, tanto poblacional como en deportistas, está en torno al 10%. El propio COI hizo público un año después que había detectado hasta un 10% de casos falsos en dichos Juegos. Por otro lado, el pasado 28 de diciembre se publicaba en el Reino Unido que un tercio de los corredores del Team Sky son asmáticos en alguna variante de la enfermedad.
Curiosamente, al tiempo que el caso de Indurain agitaba el planeta ciclista, otros positivos por la mencionada sustancia salían a la luz. El suizo Tony Rominger tuvo problemas cuando La Gazzetta dello Sport publicó que se habían encontrado en su orina trazas de salbutamol tras el prólogo del Tour de 1994. La justificación terapéutica le libró de castigo. Por su parte, el italiano Franco Ballerini, tercero en la París Roubaix de ese año, tuvo idéntico «contratiempo» aunque también fue absuelto después de alegar razones médicas. Laurent Madouas en el Tour del Mediterráneo de 1994 o Bo Hamburger en el del Porvenir de 1993 también fueron señalados por dicha sustancia y también se libraron de una sanción.
El caso de Alex Zülle es algo más interesante. En plena disputa de la Vuelta Ciclista a España de 1994, con el jersey de líder y en pleno ascenso personal como joven sensación extranjera, se hizo público el hallazgo de salbutamol en un control de la Vuelta al País Vasco de esa temporada. El resultado es el que están pensando (tampoco hubo castigo), pero se supone que el caso se supo mediante la filtración de… un médico de la Federación Española.
Ahí no termina el recorrido del salbutamol por la historia de positivos (o no negativos) del ciclismo mundial, pues los casos de Alessandro Petacchi en 2007 (alegó un inhalador defectuoso como razón de una dosis aspirada excesiva), Igor González de Galdeano (en pleno Tour 2002 y vestido de líder) o Diego Ulissi, el pasado año (destacado doble ganador de etapa en el Giro), son dignos de mención. La literatura al respecto es abundante. Y ellos sí tuvieron sanción.
«El salbutamol logra una dilatación de los bronquios muy rápida que apenas tiene efectos adversos en otros territorios del organismo», nos cuenta Jaime Javier Muruzábal, médico vallisoletano apasionado del deporte. «Sobre la enorme cantidad de deportistas con AUT (Autorización para Uso Terapéutico) por asma se ha escrito infinidad, con argumentos que tratan de justificar la enorme diferencia en la prevalencia del asma con respecto a la población general. Yo considero que aun teniendo en cuenta los factores que se aportan (básicamente relacionados con una mayor exposición a alérgenos) la cifra de AUT sigue siendo disparatadamente alta, y un bochorno que la Agencia Mundial Antidopaje tolera», opina Muruzábal.
Además, Jaime Javier ilustra con detalle: «En cada inhalación se administran 120-150 microgramos de salbutamol. En crisis pueden usarse hasta cuatro inhalaciones, puede que incluso más. Para dar positivo (1000 gr/ml) se necesitaría un número de inhalaciones aproximado de 7-9. Por ejemplo, Ulissi dio 1900 ng/ml, que equivaldrían aproximadamente 12-14 inhalaciones». Aunque existe cierta discusión médica acerca de si el salbutamol aporta un mejor rendimiento en todos los casos y para todos los ciclistas, todo lo anteriormente expuesto no deja muchas dudas sobre la penetración de la sustancia en el mundo de la bicicleta.
La sombra sobre Miguel
Volviendo, de nuevo, a Indurain, varias son las razones que le vinculan a especulaciones de dopaje; su trabajo con Sabino Padilla, médico del Banesto y señalado sobre todo tras su trabajo posterior en el Athletic Club de Bilbao y el positivo de Gurpegui; su posible vinculación —por probar, y que el ciclista niega— con Eufemiano Fuentes, el gran gurú del dopaje en España y más adelante alma mater de la Operación Puerto; o sus registros de rendimiento improbable, como se encargó de analizar el controvertido exmédico suizo del equipo Festina Antoine Vayer en su libro Le preuve par 21, donde calificaba, según los vatios generados en el pedaleo de Indurain (verdadero catecismo del ciclismo moderno), de «mutante» su triunfo en el Tour de 1995, por encima incluso de las increíbles victorias de Riis (1996), Ullrich (1997), Pantani (1998) o Armstrong (2001).
Quede, en cualquier caso, el «positivo» (como escribiría la agencia France Press en aquel extraño mes de agosto) de Miguel en el Tour de l’Oise de 1994 como hecho documentado para el análisis que cada uno desee hacer y como pasaje no tan conocido de la brillante carrera de Indurain. La última gran figura inmaculada en la peor época del ciclismo mundial.
Indurain tomaba lo que la UCI permitía y sus médicos le aconsejaban como Delgado en el único Tour que gano,lo que pasaba es que Riss iba cargado a tope de EPO y se vio cuando la etapa llegó aPamplona despues de unos Pirineos terroríficos – No por los Pirineos que eran los de siempre, sino porque visto que Indurain no iba «dopado» legalmente,todos los demás favoritos iban a muerte legal o ilegalmente . Indurain se dijo implicitamente, «hasta aquí hemos llegado». Riis con aquel «cullote» subia la frontera francesa como una moto, no volvio a ganar nada iba a tope de EPO, no de ventolin.
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