Hubo, hay y habrá muchos acontecimientos extradeportivos que afectan al transcurso de una competición y por tanto a la carrera de un jugador. Pueden ser cosas de forma puntual o más prolongadas en el tiempo, como guerras, exilios, golpes de estado y multitud de conflictos que siguen asolando el mundo hasta la actualidad. Al final, todos esos problemas afectan más a la competición en sí que a los jugadores, ya que para estos últimos siempre hay un plan B. Vaya, que al final los futbolistas siguen su vida en otro país y solucionado. Sí, con todo lo que ello conlleva, evidentemente. Pero ¿hay algún hecho que haya afectado de forma prolongada en el tiempo directamente a la trayectoria de un jugador? Sí, ¿dónde? En España.
Tenemos que retroceder muchos años y volver a la dictadura franquista, aunque solo sea metafóricamente. Tras el triunfo del bando sublevado en la Guerra Civil las cosas cambiaron y también afectaron al fútbol. Más allá de favores como al Atlético de Aviación hubo otra medida en 1940 que afectó de lleno al fútbol español. La nueva Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército dictada por el gobierno franquista aumentó la duración del servicio militar obligatorio hasta los dos años. Por supuesto, afectaba a los futbolistas españoles más jóvenes.
La nueva ley endurecía mucho las condiciones anteriores resultantes de la controvertida Ley Azaña de 1931. Controvertida para el ejército, como era común en aquellos años. De tal forma que el servicio militar obligatorio durante la Segunda República Española se había reducido a 12 meses y tan solo 1 mes para los estudiantes. La norma sobrevivió pese a que fue la “causante” de la Sanjurjada de 1932.
Y tras esta breve introducción del panorama español tras la Guerra Civil vamos al meollo. Hubo casos de todo tipo, por ejemplo los que se perdieron una temporada entera por culpa de la mili como el Piru Gáinza en la 39-40 o los que la mili cambió completamente su vida. Silvestre Igoa es el principal exponente de esto último. Tras el Pacto de Santoña y la rápida rendición vasca, Igoa fue destinado por el bando sublevado a realizar el servicio militar a Catarroja. Allí, además, formaría parte de la ofensiva de Levante donde se enfrentaría a la 43ª Brigada Mixta del Ejército Popular Republicano. Eso provocó que posteriormente fichase por el Catarroja CF de regional, llamando rápido la atención del Valencia. Sin la guerra y la mili quizá Igoa nunca hubiese jugado en el conjunto ché, o si no hubiera existido el Comité de No Intervención… yo qué sé.
Comenzaba la posguerra y el Barcelona echaba las redes en un joven leonés procedente del Frente Juventudes, las NNGG de la Falange por decirlo de alguna manera. César Rodríguez fue destinado a Granada para realizar el servicio militar, por lo que el club de la ciudad intentó por todos los medios obtener su cesión. Terminó por lograrlo en la parte final de la temporada 40-41. El Pelucas, como era conocido en el mundo del fútbol, jugó la liguilla de ascenso a Primera con el Granada CF. Tras lograr subir a la máxima categoría se quedó otro año cedido en el club marcando la friolera de 23 chirlos en 24 partidos. Evidentemente acabó la mili y volvió al Barcelona para aburrirse a meter goles.
En toda esta historia hubo muchos “beneficiados» y no hablo solo de aquellos jugadores que como en todo sistema de clases fueron “liberados” prácticamente de todo el proceso de instrucción. Me refiero en primer lugar a clubes que aumentaron su nivel gracias a ello. Uno de los ejemplos más claros fue el Racing de Ferrol que ya había debutado en Segunda en época republicana. Los ferrolanos no se vieron muy afectados por la Guerra Civil ya que Galicia fue una de las zonas que menos resistencia opuso a los golpistas. Esto les permitió seguir jugando competiciones durante la contienda.
El Racing había descendido a Regional en 1935, pero al terminar la guerra y rebautizado como Club Ferrol comenzó a jugar en Segunda. La Comandancia de Marina de Ferrol se convirtió en uno de los destinos más habituales para aquellos que les tocaba cumplir el servicio militar por mar. De esta forma la ciudad de Ferrol fue recibiendo jóvenes de toda España. Tras el cambio de legislación y el periodo de 2 años, facilitó que muchos de ellos acabasen fichando por el equipo departamental.
Con el club en Segunda, el reclamo era lo suficientemente interesante para recalar en el Racing… perdón, Club Ferrol. Con la temporada 40-41 rozando el tercio de competición se españolizaron todos los nombres de clubes por decisión del general Moscardó, delegado nacional de deportes, tras la ley firmada e impulsada en mayo por Serrano Suñer para luchar contra los extranjerismos. Los militares no solo movían los hilos de la ciudad si no también los del equipo. Hubo muchos casos, como el del cántabro Gumersindo Sobrino que acabó quedándose en la ciudad y siendo un mito del club con más de 200 partidos en Segunda o el de Gabriel Alonso, que fichó por el club en la temporada 43-44 en Tercera, pese a que intentó ocultar sus virtudes futbolísticas. El lateral vasco subió a Segunda y al terminar la mili no le dieron la carta de libertad prometida. Un año después firmó por el Celta, club que pescó muchísimo durante toda esa época en Ferrol. El de Hondarribia acabó jugando en el Real Madrid cuatro temporadas.
Muchos de los jugadores que llegaban a Ferrol eran vascos, algunos de ellos por tener la Libreta Marítima. Ejemplos como el de Ortiz y Caeiro que luego recalaron en la Real Sociedad. Otros dos “fichajes” muy importantes fueron los de Juan Alonso y Manolín. El portero, de Hondarribia como todos los demás, jugó dos temporadas y se fue directo al Real Madrid donde ganó 5 copas de Europa. A Manolín le “putearon” hasta que no le quedó más remedio que fichar por los ferrolanos. Por suerte tras una temporada fue fichado por el Athletic y de esa forma recibió el trato de favor, algo muy común posteriormente, para ser destinado a Vizcaya.
Los ferrolanos se asentaron en Segunda gracias a todos estos fichajes “forzosos”, de tal manera que jugaron de forma ininterrumpida en la categoría hasta 1960. Los salvoconductos a futbolistas se volvieron cada vez más habituales por lo que desde 1950 el Ferrol dejó de pescar a jóvenes promesas en sus años de mili.
Pero no fue el único equipo que sacó tajada de la mili. El otro caso principal fue el de la recién bautizada Sociedad Deportiva Ceuta. La plaza mayor de Ceuta, como eran conocidas por aquel entonces las dos ciudades autónomas, fue otro destino habitual donde realizar el servicio militar. Fue una época gloriosa para los ceutíes que jugaron 7 años en Segunda entre los 40 y 50.
El primer gran fichaje provocado por la mili fue Gonzalvo II, que jugó dos años antes de volver al Barcelona donde ganaría 3 ligas. También, según su biografía, disputó algún amistoso con el club Telmo Zarra. El delantero no estuvo los dos años en Ceuta, tan solo unos meses de la temporada 40-41. Posteriormente llegó Lolo, delantero madrileño que pasó muchos años con el Pucela en Primera.
El Ceuta jugaba en la Tercera Norteafricana contra clubes del Protectorado Español de Marruecos como el Telefónica de Tánger, el Imperio Riffien, Al Hilal, Río Martín e incluso el equipo de los Empleados Municipales. Tras la independencia de Marruecos en 1956 el club se unió al Atlético Tetuán dando lugar al Club Atlético de Ceuta. El nuevo club no bajó el pistón y se convirtió en un clásico de Segunda hasta finales de los 60.
En 1958 llegaron cedidos Martín Esperanza del Plus Ultra y Gonzalo Beitia del Athletic durante su periodo de servicio militar. Con esa flexibilidad que se iba normalizando con los futbolistas tan solo pasaron un año en la ciudad antes de volver a casa. Beitia destacó en el Athletic y acabó jugando en el Barcelona y Atlético de Madrid.
La 60-61 el club ceutí rozó la gloria terminando subcampeón de liga en Segunda y palmando el Play-Off frente al Elche. Aquella campaña contó con la cesión Llorenç Rifé, hermano de Joaquim, procedente del Barcelona. Al poco tiempo fichó por el Deportivo de la Coruña. Como curiosidad estaba haciendo la mili en Melilla y no en Ceuta.
El Melilla CF jugó 4 temporadas en Segunda en los 60 y también tuvo algún ilustre recluta como Yanko Daucik que jugó cedido en el club durante sus dos años de mili antes de irse a la NASL. El club fue cayendo en el ocaso y su relevo lo tomó la Agrupación Deportiva Ceuta, fundada en 1970.
El nuevo jefe del fútbol ceutí subió pronto a la nueva Segunda B e incluso jugó en Segunda en la 80-81. Para estas fechas ya era poco común que jugadores de cierto nivel se fueran lejos de su casa a hacer el servicio militar. Aún así tenemos el caso de Endika que tuvo que jugar cedido en Ceuta la temporada 82-83. Al año siguiente jugó 23 partidos con los leones, logrando el último título de liga de su historia.
En la mayoría de los casos los jugadores más perjudicados eran aquellos que no habían debutado aún en ningún equipo importante de Primera o Segunda. Por ejemplo, Pachín fue fichado por Osasuna en 1958 procedente del Burgos. Le tocaba ir a la mili, así que no hubo problema en arreglarlo para que fuese destinado al Acuartelamiento de Aizoain del Ejército de Tierra.
No corrió la misma suerte José Luis, canterano del Madrid pero que jugaba cedido en el CD Manufacturas Metalúrgicas Madrileñas de la regional castellana. Al no tener mucho caché no se libró de la mili en El Aaiún, por aquel entonces capital del Sáhara Español. Aún quedaban 10 años para la Marcha Verde y de paso dejar tirados al pueblo saharaui para siempre en manos del sanguinario Hasán II. El defensa terminó el servicio militar en Gran Canaria pudiendo entrenar con la Unión Deportiva gracias al favor de Luis Molowny.
Al terminar la mili se marchó un año al Rayo para volver al Madrid donde “Pepegoles” acabó asentándose en el Real durante 9 temporadas que le permitieron incluso ser internacional. Esa temporada casualmente la jugó Migueli en el Cádiz por el mismo motivo. Otro que le tocó bien lejos fue a Goyo Benito. El central llevaba dos años en el Rayo cedido por el Madrid cuando la temporada 68-69 tuvo que coger el petate e irse a Sidi Ifni, capital de la Provincia de Ifni, que desde el final de la guerra era lo único que controlábamos. Eran las postrimerías de nuestro pasado colonial en África ya que el 1 de julio cederíamos definitivamente el territorio a Marruecos.
Esto facilitó la vuelta de Benito a Madrid para jugar directamente en el primer equipo blanco. Fue curiosa la situación de Cundi, lateral del Sporting, que pese a estar ya consolidado como titular en Primera División tuvo que jugar la temporada 76-77 con el Poblense en tercera balear.
Mismo caso que el de Paco Buyo, portero titular del Deportivo en 2ª, que se vio obligado a pasar una temporada cedido en el Huesca de 2ªB. Allí compartió vestuario con un veterano Enrique Porta, pichichi con el Granada en el 72.
Siguió habiendo situaciones similares durante los 70 y principios de los 80, como Calderé que se fue cedido al Alcalá de 3ª pese a tener sitio en el Rayo de Primera. El que no llegó a terminar la temporada fue Paco Bonet, el defensa granadino criado en Palma militaba en el Elche cuando fue destinado casualmente a Mallorca. Llevaba 16 goles en la jornada 33 con el equipo en 2ªB cuando pudo regresar al Martínez Valero. Poco después jugaría en el Madrid.
La mili en Baleares fue algo bastante habitual entre los jugadores vascos en los 80. Por ejemplo el centrocampista Ismael Urtubi jugó 7 partidos con el Mallorca en la 81-82 antes de ser pieza clave en el Athletic campeón de Clemente.
Según avanzaba la década la gran mayoría de los futbolistas no solo se libraban de salir de su comunidad si no que la mayoría tenía una flexibilidad total para realizar la instrucción. De esta forma es cada vez más difícil encontrar situaciones como todas las contadas anteriormente. Una de las últimas fue la de Vicente Engonga, destinado a Ferrol en 1985. El centrocampista de origen ecuatoguineano decidió jugar con el O Val de la Primera Regional Gallega pese a tener ofertas de clubes de superior categoría. Desde Narón a jugar una Eurocopa.
La laxitud y cercanía de los destinos no impidió quebraderos de cabeza en algún entrenador como fue el caso de Bert Jacobs. El holandés fue el director técnico del Sporting de Gijón en la temporada 92-93, en la cual tuvieron que hacer la mili Manjarín, Avelino, Raúl, Óscar Celada y Abelardo.
El servicio militar obligatorio seguía vigente en España pese a que se había reinstaurado la democracia. Evidentemente la mili no es algo exclusivo de las dictaduras, pero con el crecimiento del movimiento insumiso y el rechazo mayoritario de una sociedad que ya pensaba con otra cabeza seguía manteniéndose en el tiempo pese a que su mayor legado se reducía a haber servido como acicate para el consumo de drogas.
En los años 90 la mayoría de los jugadores juraban bandera en pocos días como si de un intensivo para sacar el carnet de conducir se tratara. Ejemplo claro fue el del ex-seleccionador Luis Enrique que tras jugar el Mundial de USA 94 llegó directo al cuartel de Marina de Ferrol. Necesitó solo 10 días de instrucción para licenciarse un 30 de julio y volver a los entrenamientos con el Real Madrid.
En el 96 cayó el felipismo después de 14 años de mayoría en mayoría. José Mari necesitaba apoyos para sumar mayoría así que empezó a hablar catalán en la intimidad. El Pacto del Majestic no solo trajo el primer gobierno del PP si no que entre las múltiples peticiones concedidas a los nacionalistas estaba la eliminación del servicio militar obligatorio. Ya no habría más jugadores cedidos en Ferrol ni en Ceuta, ni tampoco nos quedaban colonias ya en África. De esta forma el 31 de diciembre de 2001 dejó de ser obligatoria la puta mili.
Se me ocurre el caso de Xabi Aguado, un chaval de Badalona que jugaba en el Sabadell de Segunda División y que tuvo que ir a hacer la mili a Zaragoza… El club de Aragón lo fichó y el resto es historia. Jugador con más partidos del Real Zaragoza , campeón de dos Copas del Rey, finalista de otra (robada por el Real Madrid en 1993), ganador de la Recopa y subcampeón de la Supercopa de Europa ante el Ajax. Se retiró en 2003. Aún afincado en Zaragoza tras su brillante carrera, todo empezó con la Mili…
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