Bryan Adams me parece un moñas y su Summer of 69 me resulta empalagoso. De hecho, va más conmigo el Verano del 86 de los Putakaska pero es que, contra todo pronóstico, hila mejor con el tema a tratar el rock suavecito de Adams que una «punkarrada» sobre barricadas y revolución.
Sí, contra todo pronóstico. El Racing de Santander vive un momento anómalo por ser positivo. Los cambios de propiedad en el accionariado del club cántabro siempre fueron más en la línea de la pelota de goma y el Cóctel Molotov, mientras que este verano de 2023, nos hemos encontrado con una baladita para enamorar a la moza de turno.
Si la canción del señor Adams nos traslada a un verano idílico, en el cuál comenzó a hacer sus pinitos con la guitarra y que sentó las bases de su carrera, en el Racing nos hemos topado con una época estival en la que el desembarco de Sebastián Ceria como máximo accionista —y con él de la mano, Manolo Higuera a la presidencia—, nos ha dejado a la mayoría de la parroquia verdiblanca con la sensación de estar ante el primer verano del resto de nuestras vidas.
Vamos por partes: recordaréis cómo en una pieza anterior, comentamos la posibilidad de un cambio en la propiedad del club y de los sudores fríos que empezaban a correr por las espaldas del racinguismo. La noticia se confirmó el pasado 11 de julio, cuando conocíamos que Manolo Higuera, junto a un empresario argentino llamado Sebastián Ceria, se hacían con el 75% del paquete accionarial que poseía el Grupo PITMA.
¿Primera sensación? Miedo, paranoia, fantasmas que hablaban hindi… os podéis imaginar el grado de pánico con los terroríficos antecedentes acontecidos. Una historia que te la firmaba el mismísimo Darío Argento.
Por suerte, los temores se fueron desvaneciendo rápidamente. Por un lado, la figura de Manolo Higuera (expresidente en una época postapocalíptica) daba crédito a su acompañante. De Higuera se puede pensar lo que se quiera, pero nadie puede dudar de su racinguismo y su presencia sonaba a garantía de que no había ningún filibustero en este barco. Por otro, el propio Sebastián Ceria. Absolutamente desconocido para el gran público, los internautas cántabros debieron cambiar hasta el algoritmo de Google buscando referencias sobre él. Y mientras que las referencias que salían cuando ponías en un buscador Ali-Syed eran tétricas, estas invitaban a la tranquilidad.
De hecho, la idea del empresario argentino (declarada en una reciente entrevista a El Diario Montañés) era la de mantener un perfil bajo, quedarse fuera del foco y cederle todo el protagonismo a Higuera. En cuanto conoció esos antecedentes (nunca mejor dicho) de anteriores propietarios y los destrozos cometidos, optó por ir de cara y hablar sin tapujos.
Sebastián Ceria es un empresario y matemático bonaerense de 58 años. Se licenció en Matemáticas en la Universidad de Buenos Aires (UBA), se doctoró en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh, en Estados Unidos, y fue profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia, en Nueva York, de 1993 a 2000.
Antes de dejar la docencia, en 1998 fundó Axioma, una empresa dedicada al análisis de riesgo financiero con sede en Nueva York y oficinas en las principales capitales financieras del mundo y cuya venta le proporcionó el capital que ahora administra, ya que vendió su empresa a la bolsa de Frankfurt por 850 millones de dólares.
Ceria y su familia, la cántabra Alicia y los dos hijos de ambos, han vivido en Estados Unidos desde hace 35 años, aunque en los últimos tiempos han fijado su residencia en Londres. En sus citas veraniegas con Mallorca y Cantabria, es donde se fragua la relación con Manolo Higuera y su familia.
En esos veranos de playa y surf en la localidad de Loredo, se terminó gestando la llegada del empresario argentino. La amistad, desde la niñez, de las respectivas esposas de Sebastián y Manolo, terminaron por conseguir también la amistad entre ambos.
Manolo Higuera parece un hombre impulsivo, precipitado incluso… imagen que se aleja de la realidad. Su proposición al empresario argentino llevaba gestándose tras años de insistencia y persuasión, hasta que finalmente, dio sus frutos. Un plato cocinado a fuego lento, como los guisos de la abuela y que desprende un aroma que empieza a embriagar a Santander.
Lo que se ha escuchado no ha podido encandilar más a una afición golpeada como un perro callejero. De todas formas, precisamente por esa amalgama de palos recibidos, lo que ha convencido a la afición han sido los actos. Para empezar, llegar poniendo sobre la mesa 33 millones de euros para hacerse con el paquete accionarial, no fue poca cosa.
Nuestro protagonista es un filántropo. Regaló un edificio a la universidad donde se graduó y ha declarado en varias ocasiones que entiende que su dinero le renta más, si con él puede hacer feliz a la gente. Esto tampoco quiere decir que vaya regalando sus posibles, su trayectoria le avala. Lo que sí hace, es que tenga un plan en mente: Hacer del Racing un proyecto social.
El movimiento se demuestra andando y, desde julio, en el club había que dar muchos —y rápidos— pasos.
La situación con la que se encontraron era crítica. El límite salarial del Racing estaba fijado en 4,5 millones de euros; una cantidad que dejaba al cuadro verdiblanco lejos de tener un margen óptimo para afrontar el mercado y confeccionar una plantilla de garantías. La primera piedra de toque fue aumentar ese margen y dotar al director deportivo, Mikel Martija, de una bombona de oxígeno que le permitiese afrontar con cierta seguridad, la elaboración de la plantilla.
La solución se podría decir que era una carretera de doble sentido: Un carril para los propietarios, convertir 5 millones de deuda en acciones a través de una capitalización, por medio de una ampliación de capital. El otro carril para la afición. Había que llegar a los 12.000 abonados.
La propiedad respondió y la afición también. Quid pro quo. Ambos objetivos se consiguieron y el margen salarial aumentó hasta los 7 millones. Martija ya tenía medios para hacer sonreír a José Alberto.
El racinguismo valoró también, precisamente, que podamos seguir hablando de Mikel Martija y de José Alberto López. El director deportivo vasco y el técnico asturiano han aterrizado de pie en la capital cántabra.
No es algo nuevo que la llegada de un nuevo propietario a un club suele suponer una ruptura con todo lo anterior. Se temía que el sentido común y el buen hacer encarnado en Martija y JAL (el acrónimo de José Alberto que triunfa en las RR.SS.), salieran por la ventana. Nada más lejos de la realidad. Confianza plena en el área deportiva… y respiro de alivio entre la hinchada.
El mercado de fichajes de los verdiblancos sólo puede catalogarse como inteligente. No vamos a decir a estas alturas que positivo, ya que serán los resultados sobre el césped los que determinen la nota final. No sólo se mantuvo el bloque (salvo Juergen Elitim y Roko Baturina, cedidos con una opción de compra que no se hizo efectiva), sino que se renovó a dos piezas clave como Íñigo Vicente y Aritz Aldasoro hasta 2027 y 2026, respectivamente.
En el capítulo de llegadas, las 6 caras nuevas han elevado el nivel de la plantilla. Lago Junior, Ekain Zenitagoia, Iván Morante, Juan Carlos Arana, Andrés Martín y Clement Grenier pasaban a engrosar las filas racinguistas.
José Alberto se ha encontrado con un equipo en el que realizar numerosas variaciones tácticas, a la hora de afrontar cada partido. El Racing ha pasado de ser un equipo basado en la transición ofensiva, a convertirse en un equipo mucho más camaleónico.
Si bien su fuerte sigue siendo el de robar la pelota lo más arriba posible y plantarse en el área rival en 3 ó 4 toques, ahora vemos un equipo que es capaz de sacar la pelota de manera aseada atrás y construir desde el centro del campo con criterio.
La pretemporada dejó buenas sensaciones. Los de José Alberto disputaron 7 encuentros ante Burgos, Oviedo, Alavés, Athletic Club, Huesca, Eibar y Amorebieta.
La escuadra verdiblanca saldó sus compromisos con 3 victorias, 3 empates y 1 derrota. Mantuvo su puerta a cero en 6 partidos, recibiendo 2 goles en la derrota por 1 – 2 ante el Alavés.
Independientemente de los resultados, que siempre aportan un extra de moral entre los aficionados, lo más interesante fue ver —prácticamente desde el primer partido— que los pupilos del técnico asturiano tenían interiorizados unos conceptos y unas maneras claras y reconocibles desde que el ovetense tomase las riendas, la pasada temporada.
Otro motivo para la esperanza ha sido que la llegada de los futbolistas, probablemente, más desequilibrantes (Arana, Andrés Martín y Grenier) se dio en los últimos días de mercado. Es decir, ese balance positivo de la pretemporada se consiguió sin futbolistas llamados a ser importantes en el ecosistema de José Alberto.
Os sonará muy raro pero otra cosa que ilusiona mucho por aquí es la paulatina profesionalización de diversas áreas. Siempre nos hemos sentido un club antiguo (en la peor acepción de la expresión). La batalla con el marketing ha sido un continuo dolor de cabeza y eso ha cambiado también con la llegada como director del área de Pablo Norberto Ruiz. El ejecutivo llega a Santander cambiando de Racing y es que fue encargado de dicha parcela en el homónimo argentino durante 14 años.
Pablo Norberto Ruiz nació en Buenos Aires (Argentina) en 1979, es graduado en Diseño Gráfico por la UBA y cuenta con un máster en Marketing Deportivo y Branding otorgado por FIFA CIES. Además de contar con varios premios y honores como el más reciente que recibió por parte de SportBiz Awards a mejor campaña de RSE. Digamos que es como fichar a Haaland, pero para los despachos.
Propiedad que proporciona credibilidad, buena pretemporada, mercado de fichajes ilusionante… los ingredientes del cóctel no han podido ser mejores. Servidor, que ya es parte del mobiliario de El Sardinero y que ha visto de todo —y casi todo malo— alrededor del club, no recuerda un verano con tan buen ambiente en torno al equipo. Más que no recordarlo, lo cierto es que no lo hubo en los 29 años de los que puedo hablar.
En el primer partido de liga, un buen amigo y compañero de grada me dijo algo que define a la perfección el clima existente: «Es la primera vez en mi vida en la que estoy orgulloso de la gente que nos dirige. Nunca habíamos ido todos a una, como este año».
La verdad es que esas frases me las dijo en plena euforia porque, en la primera jornada, uno de los —a priori— favoritos al ascenso, el Eibar, visitaba el feudo racinguista y salía goleado por 4 – 0. Aunque ya no se venda alcohol en los ambigús del estadio, la borrachera de felicidad era palpable entre todo el público presente. Lo cual, no le quita ni un ápice de realidad a sus afirmaciones.
La comparación con el inicio de la pasada campaña, en lo deportivo, nos deja unas diferencias notables.
En la novena jornada de la temporada 22/23, el Racing sumaba 8 puntos (dos victorias, dos empates y 5 derrotas). Las 9 primeras fechas del curso 23/24 dejan a los chicos de Santander con 12 puntos merced a sus 3 victorias y 3 empates y 3 derrotas.
Clasificatoriamente la diferencia es más notable. Mientras que el pasado curso, los verdiblancos se situaban en la 19ª posición, en los puestos de descenso, ahora navegan en la apacible zona media.
Mientras que desde el club el mensaje es claro respecto a sumar 50 puntos y conseguir la permanencia, el inicio fulgurante provocó una euforia que se adueñó de los más forofos y los memes inverosímiles sobre «la 45» —en referencia a la temporada 45ª en Primera División— proliferaron en Twitter. Las dos derrotas consecutivas, ante Leganés y Tenerife, devolvieron al racinguismo al mundo terrenal.
La verdad es que una afición tan apaleada durante tanto tiempo necesitaba de estos momentos de alegría generalizada. Personalmente me quedo con un par de frases de Sebastián Ceria: «Fijémonos objetivos ambiciosos, pero vayamos de a poco».
Sin prisa, pero sin pausa. Viviendo el momento y saboreándolo, pero con los pies en el suelo. Celebrando la permanencia como si fuese la promoción de ascenso y, por qué no, soñando con otras cotas. Los sueños, sueños son.
La otra, se ha convertido en un mantra para el racinguismo: «Suspendamos la incredulidad».
La Segunda División es una travesía ciclópea y acaba de empezar, pero un viaje no empieza hasta que no se da el primer paso y ese primer paso del Racing, ha dejado huella en el camino.
Por cierto, señor Bryan Adams, no se enfade por mi faltada gratuita. Podría ser usted peor… podría ser Kenny G.
Racing es igual a sufrimiento: una nostalgia, un querer y no poder; un equipo que, pese a todo, ahí está, ahí estamos. Una entidad centenaria poco valorada cuando fue la primera que dio muchos pasos para que el fútbol profesional español es lo que es en la actualidad: el primero, o uno de los primeros, de la Liga que fichó entrenadores y jugadores foráneos; el primero que llevó publicidad en su camiseta; el primero que vistió de negro en un partido de liga de Primera división, el primero que se constituyó en Sociedad deportiva profesional…el segundo que hizo frente a la injusticia de hace unos años que nos eliminó sin jugar de la Copa del Rey, por tener vergüenza aficionados y jugadores; por ser un equipo modesto, pero fiel a sus principios fundacionales. Más de 100 años de presencia en el fútbol español, muchos años de mantener una cantera, en la que ahora niños y niñas disfrutan del placer de jugar al fútbol, de tener opciones a ser mejores personas en todos los ámbitos. Si es con los colores verdiblancos mejor. Los del primer equipo nunca han dejado de ser un magnífico ejemplo durante muchos años. Contra viento y marea y aunque sople el viento Sur.
Bueno ,bueno ,bueno ,pero si aún estamos en mitad de la 2° división a 15 puestos de nuestra clasificación histórica y por detrás del otro Racing (Ferrol) que no pisó aún la 1°division y aquí hablando de 45!!!
Magnífico artículo Aitor, lleno de transparencia y clarividencia; escrito con gran exquisitez, compartes en estas líneas, el sentir meridiano del racinguismo más arraigado.
Y te lo dice, un Servidor, escritor y racinguista a carta cabal.
Enhorabuena crack!