La columnista escribe esto desde la mesa de la cafetería de un aeropuerto cualquiera, con un refresco de naranja y una flauta de jamón a precio de caviar. Es el primer fin de semana de septiembre. Mira alrededor y ve familias aprovechando el puente festivo de su origen, Asturias, y su destino, Barcelona. El ruido es insoportable, entre altavoz, murmullos y niños corriendo. Normalmente, cuando levanta la mirada lo hace para buscar los colores corporativos de una veintena de futbolistas en chandal y mochila. La costumbre. Hoy no hay. No habrá tampoco en destino, al menos si hablamos de la primera división de futbol femenino.
La huelga está aquí. Ya hablamos de ella con su amenaza para explicar que no era por lo que algunos creían. La cuestión es que en ese artículo la columnista redujo el asunto a una renovación del convenio colectivo necesaria, y obvió el problema: la falta de acuerdo. Tan es así que en plena jornada se empiezan a suceder las voces dentro de los vestuarios que dicen que a qué todo esto.
Las que abrieron la jornada reivindicativa fueron las primeras en emitir un comunicado diciendo que no respaldan la decisión, pero sí respetan a las compañeras que lo hacen y por eso, lo de la sororidad y la lucha común, respaldaron la huelga. Después, Priscila Borja, que comparte la reflexión de quien les escribe, habla de la huelga de 2019 y el consenso común y pide un diálogo fructífero que acabe con esta situación. Tras ella, Esther Sullastres, que recuerda cómo empezamos, cómo estamos y lo que ha costado llegar aquí por si a alguien se le olvida con las prisas de querer llegar más lejos más rápido. Total, que era cierto -tristemente cierto- que eso de la unión en esta huelga no existía. Que muchas no entienden dónde está el problema en aceptar 20.000 y otras se alinean con sus sindicatos en pedir 23. Ah, los sindicatos, vamos con eso.
Son cinco y solo se habla de uno, que es el que tiene problemas con otro. Futpro y AFE, esa guerra por la que una achina los ojos leyendo la información publicada en medios y pensando si esta desunión no vendrá más porque hay dos tirando de una cuerda mientras la Liga F mira. La patronal, que cede y no basta, incluso se aferró a los plazos de presentación de la convocatoria en el SIMA para que ésta fuera ilegal. A día de hoy ese asunto es confuso, y más les vale a los sindicatos -los cinco- tener razón en que lo era, porque el lío en el que se pueden meter -los cinco- si la patronal tenía razón es de órdago y no puede terminar si no con dimisión de las cabezas de los cinco.
La columnista tiene ahora a un bebé llorando en el asiento de en frente. Reza porque no le toque en el mismo vuelo. Tal vez el bebé llora porque no entiende nada, no sabe qué hace aquí, quién es toda esta gente, a dónde va. La columnista tiende a ponerse poética y ve en ese bebé a cualquier aficionado que hoy debería estar disfrutando de un partido de fútbol y que, al igual que las jugadoras, no entiende por qué no se juega, nadie se lo ha explicado bien. La columnista ahora reza porque alguien tenga el valor de firmar un acuerdo que proteja al fútbol femenino y cuide de él, lejos de egos. Y por otra cosa más: que no suframos el ridículo de haber ido a una huelga inútil, porque si después de otra semana de negociación entendemos que lo que había sobre la mesa está bien, a ver cómo les explicamos a los patrocinadores, la televisión y las jugadoras que este fin de semana solo la columnista está en el aeropuerto.
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