Hernán «Pancho» Jasen (Bahía Blanca, 1978) es el jugador extranjero que más partidos ha jugado con el Estudiantes. Eso es mucho decir en el equipo de Russell, Pinone, Winslow, Thompson y compañía. Internacional con Argentina, Jasen no solo rozó las glorias del éxito con los colegiales, sino que se quedó a cuatro puntos de una medalla olímpica en Londres 2012. Ahora bien, su paso por la dirección deportiva tras el descenso del equipo en 2021 no ha podido acabar de peor manera: tras el despido de su gran apuesta en el banquillo, Javi Rodríguez, esta semana ha decidido dimitir. Algo se puede intuir en algunas respuestas a esta entrevista, hecha un mes antes, porque Pancho es de esos tipos que, si le preguntas, contesta. Y, sinceramente, se agradece.
Naciste en 1978, que es justo el año que Argentina fue campeona del mundo de fútbol ¿Qué recuerdas de aquella Argentina que pasaba de la dictadura a la democracia en los años 80?
Muy poquitas cosas, realmente, porque era muy chico. Más lo que me hablaban mi papá y mi mamá acerca de todos esos tiempos, que fueron tiempos difíciles para ellos. Soy el hermano mayor de tres; mi papá trabajaba como camionero, viajaba mucho, mi mamá era ama de casa. Lo que me decían era que esos momentos fueron momentos difíciles para la familia. No tengo recuerdos del Mundial porque tenía apenas cuatro o cinco meses cuando se jugó, pero por lo que me dicen, se festejó muchísimo todo lo que fue ese logro deportivo por cómo lo estaban pasando dentro del país en las situaciones en las que nos encontrábamos.
¿Tienes recuerdos posteriores, de la época de Alfonsín, por ejemplo?
Pues sobre todo del tema de las Malvinas, en el año 82. Pasaban aviones que no eran argentinos y nos obligaban a taparnos, a escondernos o a apagar las luces. Eso también salió varias veces en la conversación con mi familia: todo lo que fue la guerra de las Malvinas. Fue un momento bastante complicado para nosotros. Nací en Bahía Blanca, que era uno de los puertos más importantes en esos momentos y era la base de donde salían muchos aviones. Entonces, obviamente, existía el miedo de que pudiera ser atacada por el enemigo. Recuerdo algunas cositas de eso y, sí, después, del 86, de Alfonsín, eso ya lo tengo más en la memoria…
Si yo te digo Maradona, el niño Jasen ¿qué me dice?
Aunque yo he jugado al básquet siempre, Maradona era Maradona. Uno quería ser Maradona en todo, incluso jugando al básquet quería ser Maradona y no el mejor jugador de básquet que tuviéramos en ese momento. Somos un país futbolero y cada vez que me tocaba jugar en las categorías que aquí son como alevín o benjamín, nos poníamos la cinta de la selección argentina o queríamos llevar la muñequera de la selección argentina ¿Por qué? Porque era nuestro emblema y Maradona era Dios. Para nosotros fue lo más grande que tuvimos durante toda esa época. Del Mundial 86, el partido que más recuerdo es el de Inglaterra, porque lo vi en la casa de un amigo mío, que todavía sigo manteniendo esa amistad. Maradona para nosotros es palabras mayores, es un mito.
Aparte de ser un puerto, Bahía Blanca es una ciudad con una tradición de baloncesto tremenda.
Sí, bueno, de pequeño, tiré por el fútbol y por el baloncesto, por las dos cosas. El básquet, por la altura de mi papá. Se veía que iba a ser alto y mi papá me decía que podía ser bueno en el básquet y eso me hizo querer descubrirlo porque yo empecé jugando al fútbol, como todo el mundo. Vivía en una casa que estaba a 100 metros de una cancha de fútbol y a unos 400 metros del club de básquet, que son los dos clubes que más llevo en mi corazón porque son donde me formé. Ahí hay mucho barrio, a diferencia de acá, que muchas veces las distancias a los clubes o los colegios son más grandes y nos cuesta sentirnos parte de esa institución. Allá lo tenemos muy arraigado. Lo hablé con mi papá y mi mamá y decidimos que, si quería jugar a los dos deportes, adelante.
¿Y cómo lo compaginabas?
Empecé jugando al fútbol porque un día me llama mi primo y me dice que me vaya a jugar con él porque en su equipo faltaba un stopper (defensa marcador), cosa que pasa a menudo en Argentina, que no está todo demasiado organizado (Risas). Me metí la camiseta y, bueno, a jugar… Pero al fútbol saben jugar todos, no es tan difícil como el básquet, el básquet es más técnico, hay que caminar con el balón… así que empecé a ir a básquet también para tener un entrenador y hacer cosas de básquet. Ese mismo año, hubo un momento que jugaba tanto el equipo de fútbol como el de básquet el mismo día a la misma hora. Y esa fue la primera elección que tuve que hacer. Le dije a mi papá: «quiero jugar al básquet porque creo que me gusta más que el fútbol, pero es que además al fútbol voy a poder jugar siempre con mis amigos. Va a ser más difícil que juegue con ellos al básquet». El fútbol lo iba a tener siempre para juntarme con mis amigos y el básquet sí requería algo más de disciplina, de técnica.
Por entonces, con un año más que tú, andaba también por Bahía Blanca, Manu Ginobili…
Si, a Manu no lo conocía, estaba dentro de lo que es la ciudad, un futuro crack, pero él es un año más grande y jugaba en otro equipo. Es que lo que tenemos nosotros en Bahía Blanca es una pasión inmensa. Fíjate que nosotros, cuando se forma la liga nacional, que es como si fuera la ACB, metemos a tres equipos en la primera categoría, que es una barbaridad, y otros dos equipos en la segunda categoría, que es muchísimo. Ya antes de que se formara la primera liga, en Argentina se jugaban torneos con equipos por regiones y nosotros ganábamos siempre o casi siempre porque Bahía Blanca sacaba la mayor cantidad de jugadores. En mi ciudad, hay 22 clubes de básquet y no llegamos a los 400.000 habitantes. Bueno, hoy hay 22, pero es que en su momento, ya habría 20 o así, la mayoría con sus canchas que se fueron cubriendo después, su parqué y sus canastas… y eso invitaba a que tú te pusieras a jugar al básquet. Había mucha competencia, pero muchísima.
¿Cuándo coincidiste con Manu, entonces?
A ver, en esa categoría nosotros no sabíamos quién era Manu Ginobili. Yo empiezo a entender quiénes son los Ginobili, pero no Manu, a partir de los 13, 14 años porque Manu tiene dos hermanos mayores que, cuando juegan bien en el Bahiense del Norte, viene un club de liga y se los lleva. Son dos chicos que no jugaron dentro de los clubes profesionales de Bahía Blanca, sino que se fueron a otra ciudad, a Mar del Plata, que había un club llamado Quilmes, con un técnico, para variar, bahiense, el «Huevo» Sánchez, que es el que se lleva a los dos Ginobillis, pero no a Manu porque era mucho más chico. Es a partir de ahí que empiezo a jugar bastante contra él, en preinfantiles o infantiles, hasta cadetes, y era un jugador con mucho talento, pequeño físicamente, pero con mucho talento.
Esos años son los de configuración de la selección que luego destacarían en los años 2000: en el 96, tú estás en un equipo que es campeón juvenil de Sudamérica.
Sí, yo estoy en el 96, en Ecuador, en una selección en la que Manu no está, porque era hasta clase 78 y él era de 1977. Sí estaba, por ejemplo, Scola, que era del 80, pero ya estaba en ese equipo porque llamaba mucho la atención. El que tampoco estaba era Nocioni, del 79, que estuvo muy cerca de ir, pero al final no lo llamaron.
Y en 1999, ya das el salto a la absoluta.
Sí, en un Sudamericano… mi primera convocatoria a una selección absoluta de Argentina con solamente 21 años después de haber jugado en Liga Nacional un par de temporadas, nada más. Ahí se empieza a producir el cambio generacional de lo que eran los jugadores que llevaban mucho tiempo en la selección a los que empezamos a apuntar maneras gracias a la posibilidad de venir a jugar acá en Europa. Para nosotros, el poder jugar acá fue una herramienta súper útil para después llevarla a nuestro país y poder competir mejor.
Ese Sudamericano lo perdéis en la final contra Brasil.
Sí, y en Bahía Blanca, además. Mira que, en ese equipo, éramos cinco de Bahía Blanca: Pepe Sánchez, Manu, Montecchia, Espil y yo. Una barbaridad. Estábamos todos pensando que íbamos a salir campeones, ganamos todos los partidos, nos enfrentábamos a nuestro rival más importante dentro de la región, que es Brasil, y sin embargo Brasil, con algunos jugadores con más experiencia que nosotros, nos ganó ese partido y fue duro, la verdad. Estaba todo preparado para quedarnos nosotros con el campeonato y, sin embargo, lo perdimos. Fue una noche complicada.
Luego pasas muchos años sin volver a la selección ¿por qué crees que pasó eso?
Porque apareció una camada de muchos jugadores con mucho talento y más en mi posición, porque nosotros nunca tuvimos jugadores muy grandes físicamente, pero sí aleros o bases que tenían un buen nivel. A mí me toca competir siempre con Manu Ginobili, con Walter Herrmann, Andrés Nocioni… En su momento, todavía estaba Palladino, que también llegó a jugar acá un tiempo en España, más los que estaban dejando la selección, como el caso de Juan Espil, que ya ahí se estaba retirando.
Carlos Delfino, también.
Claro, a Carlos lo iba a nombrar después porque llegó un poco más tarde. Él era un poco más grande, pero todo eso hace que siempre tuviéramos que competir entre muchos. También estaba Federico Kammerichs… ¡ah, y me faltaba Sconochini, que está todos esos años también en la selección! Con toda esa batería de jugadores que teníamos nosotros, la competencia era durísima. Yo me he quedado fuera varias veces en torneos que estaba para poder jugarlos. Creo que, en 2002, fui parte de la preselección final, pero me quedé fuera. Me costaba poder ganarme el lugar, y después, en elc2004-2005, ingreso de nuevo a la selección porque luego del campeonato olímpico lo que se hace es que se prueba a jugadores para el futuro, para el 2006. Hago un año 2005 jugando bastante y en el 2006 me vuelve a pasar lo mismo de entrenar con todos los de la selección y quedarme afuera en los últimos cortes.
Te pasaba como a Carlos Suárez en España.
Más o menos, fue bastante cruel, bastante duro. Yo siempre digo que lo pasé mal en esos momentos porque uno piensa que puede estar y se va a veces triste porque no tuvo esa oportunidad de poder jugar, por ejemplo, en 2006, en el Mundial… pero lo que hizo fue darme más fuerza para seguir luchando por algo que yo quería: disputar con la selección argentina algún evento internacional de calibre, ya fuera un mundial o unos juegos olímpicos, y muchas veces he encontrado en esos momentos debilidades, pensando: «Si ya no lo conseguí, cuanto más grande, más me va a costar».
Fíjate que en 2004 llegamos a la final con el Estudiantes, eliminamos al Baskonia, que tenía a Andres Nocioni, a Scola, a Prigioni… estoy en una final de España y siendo importante, a lo mejor podía tener ahí mi lugar, pero no. Después, entendí que, obviamente, hay equipos, hay jugadores y hay que conformar el mejor grupo posible. En eso, la línea para decidir era muy delgada. Bueno, a mí siempre me queda eso de intentarlo hasta el máximo, siempre puedo decir que no me guardé nada.
Después del Sudamericano, te vas a Gijón, ¿cómo surge?
El primer contacto fue Luis Scola, Luis estaba en Gijón ese año, suben de la LEB con Luis de extranjero, teniendo 18 años. Vamos a la selección, estamos juntos en Bahía Blanca, hacemos el torneo y en una de esas conversaciones que salen, me dice que están buscando un alero en Gijón, que yo tengo pasaporte, que por qué no me lo pienso. Tenía posibilidad de continuar también en Argentina, estaba bien, pero ya había sacado el pasaporte porque, bueno, en Argentina en esos años, justo en 1999, 2000 explota todo… en 2000, explota todo por el tema del corralito. Nunca fue un país estable y yo digo: «si quiero hacer una carrera deportiva, lo mismo aquí no es el mejor sitio».
No lo parecía, no.
Pero tenía la duda, así que me fui a hablar con mi ídolo de entonces que era Juan Espil; ahora, uno de mis mejores amigos. Juan estaba en el Baskonia en ese momento y cuando empiezo a hablar con él, sabe que yo estoy despuntando en Estudiantes de Bahía Blanca y él también había jugado ahí. Le digo: «Juan ¿cómo lo ves?» y él me dice: «Tenés que venir para acá, acá está tu lugar para crecer, vas a ver lo que es la liga española, te va a encantar, te van a sacar mucho más rendimiento», así que le digo a Luis que, bueno, vamos a tratar que los agentes hablen con el club. Se ponen en contacto y a partir de ahí todo fluye para que pueda venirme un año a Gijón. No fue fácil irme de mi casa, para nada. Ya me había ido una vez anterior a La Rioja [Argentina] en 1997, esta era la segunda vez, pero no era tan cercano como era irme a La Rioja porque España estaba muy lejos.
¿Y cómo fue ese primer año en Gijón? ¿Estaba Glen Whisby?
Si, Glen Whisby estaba. Empezó y después fue cortado, pero sí, estaba él, había varios españoles veteranos. Mi primer año no fue nada fácil, no jugué mucho, fueron 8, 9, 10 partidos, no jugué más. Y partidos con poco protagonismo. Muchas veces me preguntaba qué estaba haciendo ahí, lejos de mi familia. A mis padres los vi una vez en el año nada más, tenía todo como para decir «va, pido volver», pero no, mi mentalidad y mi forma de ser me pedían intentarlo hasta el último momento y que el entrenador creyera que podía jugar…
Pero fue un año muy duro, porque entrenábamos horas cada semana, perdíamos más que ganábamos, y me pasé un mes y medio en invierno, solo, con derrota tras derrota, sin expectativas de poder jugar un partido. Fue muy duro, pero nunca aflojé, seguí entrenando igual, tratando de esperar esa oportunidad que no me llegó. Lo bueno para mí y para el equipo es que nos salvamos a pesar de todo, seguimos y nos salvamos y eso siempre te da otro caché. Si hubiéramos bajado, no sé qué habría pasado conmigo, pero mantenernos me dio la posibilidad de estar un año más ahí porque yo tenía un contrato de dos años y me permitió tener revancha la temporada siguiente.
El entrenador era Moncho López, que luego estuvo en la selección española en el Eurobasket de 2004, ¿notaste mucho cambio en la manera de trabajar respecto a Argentina?
Sí, noté mucha diferencia, me di cuenta de que al principio no podía jugar y no decía nada, porque veía que la velocidad del juego, el ritmo, el contacto físico y los rivales eran completamente distintos. Yo, en Argentina, podía meter los puntos, no digo de una forma fácil, pero sí mucho más sencilla que acá, o sea, podía tomar un tiro, tomarme más tiempo y acá, si no sos rápido en la ejecución, te tapan, te llegan, te obstaculizan el tiro para que no te salga limpio y empiezas a tener más miedos. A mí me pasó, al principio yo lo noté. Noté la diferencia física, primero. Y luego no defendía. N nunca fui un jugador muy defensor, esa es la realidad.
Cuando jugaba allá, lo hacía a base a mi talento y como no había tanto que defender, mi entrenador me dejaba. Llegué acá y me dijeron: «si no defendés no jugás». Entonces, al principio empecé a defender mucho con las manos, con lo que me pitaban muchas faltas, eso me provocaba no jugar y la adaptación se hacía más difícil. Fue un primer año difícil, no me tuvo una confianza como para ponerme muchos minutos, pero yo tuve que cambiar drásticamente mi forma de jugar y entender que acá no tengo que tocarlo tanto, que tenía que ser capz de ser un jugador importante en otras cosas. Creo que ese es uno de mis grandes méritos como jugador.
Eso te ayudó, además, a jugar más minutos el segundo año allí.
Sí. Ese segundo año viene Javi Rodríguez, que es nuestro entrenador ahora en el Estudiantes. Estaba también Esmorís, que me ayudó muchísimo, porque piensa que es el año que se va Scola, que era mi gran referencia en Gijón. Yo juego más y juego distinto y Moncho me va dando más confianza. Lo importante, además, es que nos volvemos a salvar. Estamos en lo de antes, si el equipo no se salva, vete a saber qué habría pasado conmigo.
Te llegan varias ofertas a final de año, entre ellas, claro, la del Estudiantes.
Acababa contrato y Moncho me pidió que me quedara un año más, pero yo le dije que tenía que mirar por mí, igual que él miró por el equipo el año anterior y no me puso, que es lo normal. Me llegaron ofertas de equipos muy buenos. No de los grandes, en plan Madrid o Barcelona, pero sí de equipos del nivel del Estudiantes y pagando lo mismo o más que Estudiantes. Lo que pasa es que yo, en Argentina, jugaba al PC Basket y elegía siempre al Estudiantes, porque mi equipo era el Estudiantes de Bahía Blanca. Entonces, era un equipo al que le tenía muchísimo cariño, al que más en España. Y, además, cuando le preguntaba a otros compañeros, todos me decían: «Te tienes que ir al Estudiantes, el Estudiantes es lo más». Piensa que ellos acababan de ganar la Copa del Rey, siempre se metían en semifinales…
Y firmas por el Estudiantes.
Sí, pero todo fue muy extraño, muy complicado. Los papeles me llegaban por fax, pero yo no tenía fax en casa, así que tenía que irme a un locutorio, recibir los papeles, firmarlos, volver a enviarlos, y eso varias veces. Y justo cuando por fin terminamos con eso, me llama un día mi mamá y me dice: «Pon las noticias» y veo el Palacio de los Deportes de Madrid ardiendo. ¡No me lo podía creer! ¡Acababa de firmar por un equipo al que se le estaba viniendo abajo el pabellón donde jugaba! Me puse nerviosísimo, porque yo no sabía qué hacer y tampoco tenía la confianza que puedo tener ahora para preguntar a las personas concretas, así que llamaba en plan «pero ¿el equipo va a seguir?, ¿dónde va a seguir?» y tampoco me sabían contestar muy bien.
Bueno, es que cuando llegas, llegas en medio de una revolución: el nuevo campo es Vistalegre, que era una plaza de toros, y el entrenador de toda la vida, «Pepu» Hernández se había tomado un año sabático.
Sí, bueno, a mí el que me ficha es Pepu, que estaba de director deportivo, creo. Por los comentarios que oí, me ficha porque les impresioné mucho en los partidos que jugué contra ellos. Piensa que ellos tenían a Carlos Jiménez, que era un animal, y yo había estado a la altura, y eso les impresionó y lo valoraron muy positivamente. Era un reto, además, porque el Estudiantes hacía gala de jugar siempre con canteranos y extranjeros, pero apenas habían jugado comunitarios allí, solo Nenad Markovic. Era raro lo del comunitario, porque, en principio, ese sitio debería de ser para un canterano, no es como ahora, que ha cambiado todo. Así que cuando llegué, había una expectativa sobre mí y yo lo notaba.
El entrenador era Charly Sainz de Aja, que había sido campeón del mundo sub 20 con España en 1999, la selección de los «juniors de oro», entre ellos Felipe Reyes y Germán Gabriel, que también llega ese año.
Sí, empieza Charly y las cosas no van bien. Yo no lo entendía. Me volvía loco. Teníamos un equipo impresionante: estaba Carlos, estaba Nacho, estaba Marlon Garnett, estaban Felipe, Germán, Rafa (Vidaurreta), Alfonso también estaba todavía… y pasaban los partidos y no conseguíamos arrancar, yo lo pasaba fatal por Charly, de verdad. Pensaba «pero este equipo viene de ganar la Copa y no nos vamos ni a clasificar». Luego, llega Pepu al banquillo y la cosa se equilibra un poco, pero fue un principio muy complicado.
¿Y en lo personal? ¿Cómo te acogieron en el equipo?
De maravilla. Hice piña desde el principio con Rafa y con Germán. Íbamos los tres juntos a todas partes. Incluso estuvimos durmiendo juntos una temporada, antes de que nos dieran nuestras casas. Nos lo pasábamos genial, porque no paraban de hacer bromas, generaban muy buen ambiente. Y el resto del equipo, una maravilla, también. El capitán era Nacho Azofra y hay pocos tipos en el mundo que tengan la calidad humana de Nacho Azofra. Piensa que era el capitán de un equipo potente, el ídolo de la afición, además. Perfectamente, podría haber puesto una distancia, ¿no? A mí, eso me ha pasado en otros equipos. Que te tengas que ir acercando tú a él poco a poco y tal… pero no, con Nacho no era así. Nacho era el primero en preguntarte qué tal estabas, en tranquilizarte y decirte que todo iba a ir bien. Un tipo maravilloso.
¿Te fue fácil coger tu sitio en el equipo?
No, no… desde el principio me doy cuenta de que no me llega. Que eso es otro nivel, igual que me había pasado en su momento en Gijón respecto a Argentina. No tenía la fuerza ni la facilidad en defensa de Carlos Jiménez y no tenía el tiro de Marlon Garnett. Los rivales me dejaban solo para que tirara y las fallaba todas, eso te machaca mucho. Pero no me rendí, claro, seguí trabajando y acabé jugando bastante.
Sí, porque al final todo acaba bien; ganáis al Real Madrid en cuartos de final y os metéis en semifinales de la liga.
Eso fue importante, porque era la primera vez que les ganábamos en playoffs y ya les habíamos ganado en los cuartos de final de Copa del Rey también. Luego, perdimos las semifinales contra el Barcelona.
El jugador referencia de aquel equipo y un hombre al que yo creo que luego no se le ha hecho justicia a su calidad, porque siempre se apela a sus huevos y tal, era Felipe Reyes. Yo le recuerdo como un tío de 20 puntos y 10 rebotes por partido en un equipo top de Europa.
Bueno, a Felipe fue de los primeros a los que me acerqué, porque era una persona muy joven, aunque ya llevaba un tiempo jugando, pero el año que empieza ya bien, bien, bien, de cero, y con un lugar importante en el equipo, es el año que llego yo. Felipe es una persona encantadora, muy graciosa, muy sencillo, muy simple, y que compartíamos muchas cosas fuera de la cancha. Ya te digo, el grupo era Felipe, Rafa, Germán y yo, porque éramos todos chicos jóvenes, hacíamos un montón de bromas, nos reíamos mucho… Tengo muchas anécdotas con él y muy graciosas, pero cuando competía, no te regalaba nada, sobretodo cuando lo tenías enfrente. En tu equipo, bueno, a veces también sacaba su carácter y se enojaba cuando las cosas no salían; te decía: «eh, aprieta» o «haz esto», pero mucho más cuando te jugaba en contra.
En los entrenamientos no te dejaba, no te regalaba una, las peleaba todas, luchaba y se enojaba con cualquier jugador que tuviera enfrente. Era un animal competitivo, Le fue agregando cosas a su juego, al principio tenía unas dotes físicas maravillosas para ganar la posición debajo de canasta y sacar su gancho de derecha, o para coger el rebote y meterla; después, le fue poniendo un tiro de 4 o 5 metros que lo fue mejorando con nosotros antes de irse al Madrid, y fue ampliando su repertorio hasta terminar jugando en línea de 3, tirando triples y asistiendo y un montón de cosas, o sea, evolucionó constantemente por su deseo de ser mejor jugador, la mentalidad competitiva de Felipe es impresionante.
Esos primeros años tuyos en el Estudiantes destacaron por jugar mucho contra el Madrid, como decíamos antes, y ganarle casi siempre, que no es lo habitual, la verdad. Luego, se ha dicho mucho que precisamente ese punto de querer competir con el Madrid, querer competir con el Barça, con los grandes equipos en general, es lo que ha costado a largo plazo estar en la situación que está económicamente el club ahora.
A ver, yo no sé muy bien toda la historia, obviamente que ese equipo nuestro contaba con once jugadores de plantilla que eran importantes y obviamente que el gasto, a ver… lo que nunca podemos decir es que nuestro gasto fuera ni parecido a lo del Madrid ni a lo del Barcelona, eso está clarísimo que no, pero sí podíamos ser el sexto o el séptimo presupuesto, por detrás de Valencia, Baskonia, Málaga… así que los que no tenían oportunidad de ir a esos equipos que más dinero tenían nos veían con muy buenos ojos porque el Estudiantes tenía otras cosas. Puede ser que luego lo pagáramos, pero, bueno, yo creo que también eso nos ayudó a escribir unas páginas brillantes en nuestra historia y también hay que mirarlo por ese lado, siempre los recordaremos como los años que le ganábamos al Madrid y éramos el primer equipo de Madrid, porque la realidad marca que durante esos tres años nos tocaba.
Vamos a la temporada 2004, la gran temporada mítica del Estudiantes de tu época. El primer enfrentamiento que teníais en cuartos era contra el Madrid y es aquel en el que Kambala empieza a zurrar a Felipe, y Alfonso, que estaba en el Madrid, casi se pega con su compañero.
Bueno sí, ellos venían de haber perdido con nosotros algunos años anteriores, pero a la vez esa temporada nos eliminan de la ULEB Cup, que nos hace mucho daño a nosotros porque estábamos preparados para ir a buscar un título internacional. Era uno de los deseos que teníamos y era la puerta más fácil para acceder a la Euroliga. Sin embargo, nosotros en semifinales perdemos contra el Madrid. Perder ese partido nos costó mentalmente y tuvimos un periodo ahí duro, teníamos dudas de si realmente estábamos preparados para algo más. Pero, desde ese lugar, desde esa incomodidad que tuvimos en algunos momentos en los que las cosas no nos salían bien, que perdimos un par de partidos ante equipos que a priori no teníamos que perder, conseguimos convertir el momento en una bisagra para volver a unirnos.
Os beneficiáis de una carambola que acabaría siendo crucial.
Sí, ganamos los últimos dos o tres partidos y quedamos cuartos. Real Madrid y Unicaja quedan quintos y sextos porque en la última fecha jugaban con Alicante y Fuenlabrada, que se jugaban el descenso, y pierden los dos. Es el año que el Fuenlabrada desciende con trece partidos ganados pero le gana igualmente el partido al Madrid en el campo del Madrid. El caso es que, gracias a esa ayuda del Fuenlabrada y gracias a la ayuda del Alicante en Málaga, nosotros somos cuartos y eso nos permite jugar primera ronda contra el Madrid otra vez, pero nosotros con ventaja de campo. Toda esa atmósfera dio paso a una eliminatoria muy dura: nosotros volvíamos a tener confianza, pero veníamos con el dolor de haber perdido antes… y el primer partido que jugamos contra el Madrid lo perdemos en casa, lo que nos abre otra vez una herida que nos costó cerrar.
Es curioso porque, desde fuera, esas dudas no se apreciaban.
Porque nosotros estamos preparados para ganar, así que, aun perdiendo el primer partido, sacamos esa competitividad que teníamos y ganamos en el campo del Madrid, luego en Vista Alegre y por último, de nuevo, en el Saporta. Ahí es donde pasa lo de Kambala y Felipe. Cosas del baloncesto que se quedan normalmente en el campo, pero Alfonso se había cambiado de equipo ese año al Madrid luego de estar con nosotros mucho tiempo y había un toque emocional, Alfonso jugando en el Madrid y Felipe jugando en el Estudiantes. ¡Qué más quieres! Había un toque emocional muy importante.
En semifinales, os toca el TAU, un equipo descomunal, que no se entiende que no ganara cinco ligas seguidas.
Ahí se muestra que ese equipo ya quería más. Nosotros podíamos haber dicho: «bueno, eliminamos el Madrid, temporada hecha, estamos en semifinales…». Para Estudiantes, llegar a semifinales era algo normal, aunque en realidad no era normal por nuestro presupuesto, pero, bueno, los últimos años siempre veníamos entrando. En 2002, eliminamos al Madrid, perdemos la semifinal con Unicaja. Al año siguiente, ganamos al Gran Canaria y perdemos en semifinales con el Barcelona del tricampeonato… Decís: «Bueno, ya estamos en semifinales, ganamos al Madrid, nos toca el Baskonia, que había perdido seis partidos en todo el año…». Sabíamos que el Baskonia era el mejor equipo jugador por jugador y lo habían demostrado, pero, bueno, nosotros decidimos que, ya que estábamos allá, íbamos a competirlo. «Vamos a ver si no les podemos ganar». En liga regular habíamos ganado ahí. El único partido que perdieron en casa fue con nosotros.
Fue una montaña rusa de eliminatoria.
En el primer partido, nos sacan de la pista, nos matan, nos ganan por 20 o 25 puntos, con una superioridad física notoria. En el segundo partido, teníamos todo para probar y ahí Pepu también cambia un poco el plan y me dice que me voy a encargar yo de Macijauskas, para intentar pararlo. Yo, encantado, y además ganamos. No sé las estadísticas de Macijauskas, pero sé que hizo muy pocos puntos en ese partido y que yo me vacié. Me acuerdo de que, cuando paramos con el autobús volviendo a Madrid, les decía a todos que nunca me había sentido tan mal en la vida como después de ese partido, no tenía fuerzas para nada, calor en el cuerpo, estaba exhausto… pero teníamos una felicidad enorme por haber ganado y dijimos «vamos a ver qué pasa», porque ahora estamos uno a uno y tenían que venir a jugar en nuestra cancha, aun sabiendo que enojar a la bestia era peligroso porque había mucho carácter en ese Baskonia: Nocioni, Scola, Prigioni, Calderón, Macijauskas, Vidal, Gabini, que era otro chico argentino que tenían… era un equipo al que mejor no tenerlo enojado.
Ganáis el tercero, pero perdéis el cuarto.
Sí, en Vistalegre ganamos por dos o tres puntos, no nos sobraba nada y efectivamente el cuarto partido lo perdemos porque salieron a comerse la pista… y así y todo lo competimos. Tuvimos que jugar el quinto ahí y Pepu, preparando el partido con solamente dos días, dijo: «vamos a ir a hacer una defensa zonal» y dijimos: «¿Defensa zonal? Si esta gente mete una barbaridad de triples». «Sí, vamos a defender una zona 2-3». El equipo creyó, nos presentamos con esa 2-3 y gracias al plan táctico de Pepu, ganamos ese partido.
Mira, te iba a preguntar justo eso ahora: de Pepu siempre se dice que es muy buen gestor, muy buen comunicador, muy buen motivador y, para mí, que le he visto tantísimos años entrenando a Estudiantes, se obvia el hecho de que es un estratega descomunal.
Si, pero yo ahí tengo que decir… y estoy seguro de que Pepu estará muy contento de que lo diga, que tenía a dos asistentes que hacían un trabajo magnífico en esa parte, porque los debates eran entre los tres: Pepu, Ángel Goñi y Javi González. El staff que teníamos nosotros ahí con Javi y con Ángel lo ayudaba muchísimo a Pepu a esta toma de decisiones, pero muchísimo. Nosotros siempre éramos peligrosos en playoff porque se hacía un trabajo bárbaro de cómo teníamos que jugar contra cada equipo y eso Pepu lo sabe.
En la final, el Barcelona de Bodiroga, Fucka, Navarro, Dueñas… Os ponéis 2-0 abajo nada más empezar.
Sí, te voy a decir una cosa: un equipo que se levanta cuando quedamos fuera de la ULEB Cup, que se levanta después del primer partido que perdimos con el Madrid, que se levanta después del 2-2 del Baskonia… es un equipo que ya no se va a rendir en ese momento. Queríamos más, queríamos más. Nos juntamos y dijimos: «Bueno, acá hay dos caminos, o acortamos y nos vamos de vacaciones -porque estábamos muertos físicamente después de jugar con el Madrid y el Baskonia- o vamos a luchar». Y siempre nos quedaremos con el orgullo de decir: «Se nos escapó, pero por detalles». No demostraron ser mejores que nosotros en los dos primeros partidos. El tercer partido se les gana. El cuarto partido, también, incluso con más contundencia. Y nos vamos al quinto en Barcelona.
El ambiente del Palau es tremendo, yo no sé cómo será en Turquía o en Grecia, pero en pocos lugares he sentido tanta presión incluso como aficionado.
Nosotros teníamos el miedo arbitral, teníamos miedo por lo que había pasado, la serie se había puesto un poco tensa, se había hablado ya de más por parte nuestra, porque estábamos descontentos con el arbitraje y la verdad que había una atmósfera de decir: «bueno, mira, igual estamos 50-50 y puede pasar cualquier cosa». Llegábamos los dos equipos igualados, en las mismas condiciones, más tocados ellos que nosotros, porque nosotros sí que nos empezamos a creer que podíamos, pero sabíamos que ganar en el Palau no iba a ser sencillo. También es cierto de que después nos encontramos con los lógicos problemas en las piernas, el desgaste físico de venir de una serie de 4 y otra de 5 y estar en el quinto partido de la tercera. El Barcelona hizo una serie de 4, creo, una serie de 3 y la final. Habían tenido más tiempo de descanso.
La verdad es que lo luchasteis hasta el final, pese a empezar perdiendo desde el principio.
Fue un partido feo, muy feo. Nosotros no jugamos como veníamos jugando, no nos sentimos cómodos. Mérito también de ellos por prepararnos cosas para que así fuera, pero yo creo que también nos faltaron fuerzas para poder terminar la gesta, fue muy duro todo el periplo que hicimos nosotros para llegar hasta ahí.
Entre tantas estrellas, el que os mata es Rodrigo de la Fuente.
Sí, porque Rodrigo asume esa responsabilidad. El partido al principio empieza muy bien para ellos y con ventaja, parece que tal, y luego no… Nosotros focalizamos más la defensa en Bodiroga o Navarro, para que no tuvieran tanto tiempo el balón, pero sale Rodrigo y se toma unos tiros con mucha personalidad y los termina metiendo.
Y en la última jugada, Pepu saca a Sergio Rodríguez.
Lo saca por la quinta falta de Nacho, que sale por técnica o falta. Sergio se suma a ese viaje después de un par de entrenamientos con nosotros en Madrid porque Andrés Miso sufre una rotura de fibras en el segundo partido y no puede jugar más en la eliminatoria, así que se llama a última hora a un chaval que yo no conocía, de la cantera, para que forme parte del equipo si es necesario.
¿Tú no le conocías?
No.
¿Y qué pensaste cuando le viste jugar?
A ver, lo había visto a veces jugar o entrenar por acá, pero no lo conocía mucho; nada, más bien. Era un chico muy tímido, al principio no hablaba con casi nadie, silencioso, pero bueno la primera jugada va y se arma ahí una, como si nada, y nos quedamos un poco hablando luego de la desazón de perder la final, pero también del desparpajo que había demostrado Sergio en esa jugada.
El siguiente año ya es un poco el último del Estudiantes en la élite porque, bueno, es el último año de Pepu y el de la marcha de Felipe al Madrid.
Ese año, eliminamos al Barcelona en cuartos, con Bodiroga y un equipo bastante parecido al que tenían el año anterior. Los eliminamos 3-1, le sacamos el factor campo en el primer partido ahí, le ganamos en casa, y terminamos de rematar la serie en Vista Alegre, también con un montón de gente, que para nosotros fue muy importante. Nadie se quería cruzar con nosotros en esos años en playoff y nos tocó el Madrid, que yo sigo diciendo lo mismo: estuvimos muy cerca de jugar otra final y si la hubiéramos jugado, yo no sé si no nos habría dado por ganar…
Nos esperaba el Baskonia, pero no el mismo Baskonia, y nosotros estuvimos muy cerca de poder eliminar al Madrid, porque perdimos 3-1, sí, pero nosotros perdemos el primero con ellos, porque ahí era 2-2-1, el segundo se lo ganamos bien, el tercero lo perdemos en prórroga por poco, y tras una remontada nuestra, íbamos perdiendo por 12 o 14 puntos en el último cuarto, se lo igualamos, lo llevamos a la prórroga y terminamos perdiendo por poco. Si nosotros ganamos ese partido y nos ponemos 2-1 con campo a favor, podría haber sido otra historia… pero, bueno, perdemos el partido, es 1-2 y luego nos eliminan en el siguiente partido. De todos modos, competimos nuevamente muy bien y efectivamente es el último año en el que podemos estar jugando, tuteando a los grandes en semifinales.
¿Cómo te explicas que, con todo lo que venimos hablando, a partir de 2005, Estudiantes haya jugado solo dos veces los playoffs por el título?
Bueno, empezaron los problemas económicos, salen estas situaciones de que los presupuestos tienen que bajar, no pueden ser iguales a los que se estaba teniendo antes, para mantener la institución, hay un cambio de presidente… O sea, empieza a haber todo tipo de movimientos, no solamente dentro de lo que es la plantilla, que se intenta de alguna forma aislar, sino afuera. El año anterior se había ido Felipe, ese año surge lo de la marcha de Carlos Jiménez. El club necesitaba dinero, era una situación complicada.
Por Carlos Jiménez te iba a preguntar y su intento de irse al Madrid, ¿cómo os afectó el enfrentamiento con el club y con la afición? A él le dijeron que podía irse, pero cuando dijo que quería irse al Madrid, le cerraron la puerta.
Carlos entrenaba, pero no jugaba. Fue una situación rara para nosotros. Para mí, al menos, como compañero, con el aprecio y el cariño que le tengo a Carlos, fue una situación rara. Entra Juan Orenga como entrenador, es el año que Pepu sale del club, nos vamos a jugar a la Casa de Campo, que es otro lugar distinto para nosotros… Nacho sigue de capitán y de líder, pero cambiamos muchas cosas de un año para otro y tener un entrenador nuevo, con la sombra de Pepu, tan alargada, siempre se hace difícil. El comienzo fue duro, sin Carlos: se ganan pocos partidos, no se entra en la Copa y hay un cambio de técnico porque entra Pedro Martínez. A partir de ahí, se soluciona en parte la situación de Carlos, que termina jugando más minutos y nos metemos en playoff, aunque perdiéramos 3-0 con Unicaja, que fue el campeón. Recuerdo además que hicimos muy mala competición europea, quedando eliminados en la fase de grupos.
Al año siguiente, más cambios: se va Azofra, se va definitivamente Jiménez, se va Sergio Rodríguez…
Sí. Esa fue la temporada 2006-2007. Gonzalo Martínez vuelve al club, que había estado en Canarias y lo llama Pedro Martínez. Estaban también Sergio Sánchez, creo, Marlon Garnett, Mendiburu, Will McDonald, Antonio Bueno, Evtimov, Sanikidze, Javi Beirán, que empezaba… es el año que al menos llegamos a la Final Four de la FIBA Cup en Girona, empezamos con Pedro, relativamente bien, con un buen balance de victorias-derrotas que nos acercaba a la Copa y de repente entramos en barrena y acabamos con un cambio de técnico. Entra Mariano de Pablos. El equipo se recupera y terminamos haciendo como 7 u 8 victorias seguidas entre Europa y ACB, que nos permiten estar con alguna posibilidad de meternos en Playoff y nos meten en la Final Four de la FIBA en Girona. Aguantamos el tirón, pero sí que yo ya me doy cuenta ahí, como que, bueno, que no son los equipos de Estudiantes de años anteriores. Eso sí, al menos tuvimos opciones de estar dentro de los ocho primeros.
Solo que no os metéis en playoffs. La primera vez desde 1988 que pasaba. Diecinueve años seguidos en playoffs que se rompen ese año. Pero peor es lo del año siguiente…
Fue un año de terror, el año más oscuro que he tenido como profesional. No se me podía hablar en casa. Veía que no podíamos enderezar el rumbo del equipo, del club. Yo lo tenía muy arraigado esto. Al principio de la nota te dije que siempre me hacía responsable de todo, aunque llevaba menos de un año acá, así que imagínate cuáles eran mis sensaciones ese año. Yo he llegado a llorar en mi casa por las noches, después de perder por ejemplo un partido como el de Fuenlabrada, uno de los últimos, que nos jugábamos la vida. A ese equipo lo dirigía Luis Casimiro y también se estaba jugando mucho, era un derbi en el que ellos, obviamente, también querían salvarse y de paso empujarnos un poquito a nosotros, por la rivalidad que teníamos.
Llega un momento en el que quedan tres jornadas y tenéis que ganar los tres partidos. Una derrota os manda a la LEB.
Sí, nosotros perdimos ese partido contra Fuenlabrada y nos quedamos con la única posibilidad de salvarnos ganando los tres últimos partidos. Yo no lo veía claro.
Hay que recordar que, antes, tú habías decidido un partido en Valladolid con un triple en carrera en el último segundo que, a la postre, sería decisivo.
Sí, sí, sí, a ver, yo venía con problemas de tobillo ese año, jugué muchos partidos con el tobillo izquierdo mal, tenía un montón de calcificaciones que me dejaban el tobillo así y no podía casi apoyar el pie izquierdo. Sufría muchísimo. Ahí, podría haber hecho una cosa: operarme a mitad de temporada, lavarme las manos en lo que le pasara al equipo y punto, pero no, yo me quedo hasta el final y si bajamos, bajamos, yo también, no pasa nada.
Mariano de Pablos no aguantaba la presión, esto lo he hablado yo con él, no podía soportar la idea de ser el técnico que descendiera al Estudiantes. Supongo que, para vosotros, los jugadores, sería lo mismo.
Bueno, con Mariano yo también me sentí muy culpable de esa situación, pero no porque no hubiera hecho las cosas que correspondían. Hice todo lo que pude para salvar la situación, porque no quería que Mariano se fuera. Era un entrenador espectacular que nos había dado un montón el año anterior y yo siempre creí que era un técnico de la casa y que teníamos que apostar por un técnico de la casa. Yo hablaba con Mariano y le decía: «Mariano, no, vos tenés que seguir acá».
Sí, sí, me dijo que hablaste tú con él, que habló Gonzalo, pero que simplemente no podía.
A ver, es que ese equipo… yo ya lo veía, lo hablaba muchas veces la temporada anterior, ¿nos damos cuenta de qué equipo vamos a tener? Estaba claro que el equipo iba a sufrir, porque yo no soy un virtuoso, yo puedo empujar, pero no decidir, y el resto del equipo: Caio Torres estaba de extranjero, pero era muy joven, Pietrus, que era otro luchador, Larry Lewis, Gonzalo, Lorbek, que era su primera experiencia, Oriol Junyent, que creo que estaba en ese equipo también, Sergio Sánchez… era un equipo con mucha voluntad, pero no le sobraba el talento.
No sé si fue el año de Potapenko, creo que he preferido olvidarlo.
Es que ese año pasaron un montón de cosas: Potapenko entra y sale, luego entró este chico, Walker Russell, también Morandais… o sea, hubo muchos jugadores, muchos bailes de jugadores, no teníamos el Magariños para entrenar, entrenábamos muchas veces en Canal, yo tenía el tobillo hinchado, y ahí te das cuenta y decís: «Con todas las cosas que nos están pasando, la verdad que este año, si nos salvamos, es un milagro». Y así todo, ya te digo, llegamos a los tres últimos partidos, había que ganar a Granada, Menorca y León y no lo veía. Lloraba en mi casa, iba a ser el capitán que iba a descender al Estudiantes, no lo podía creer, no sabía cómo podíamos salvar aquello… Era un equipo muy frágil y fuimos a Granada y ganamos. Aquello fue una final, porque Granada también se jugaba todo. Tiramos mucho de orgullo. Con Menorca, igual, fuimos perdiendo gran parte del partido y al final ganamos.
Quedaba León, que ya estaba descendido.
Pero no sabíamos cómo iba a reaccionar, aunque estuviera descendido. Es verdad que al final fue un partido más fácil y ganamos sin muchas complicaciones. Fue subirme a ese tren a la vuelta y decir: «No lo puedo creer, no lo puedo creer».
Dentro de lo malo, una cosa bonita de aquel partido de León fue que fuimos a verlo muchísimas generaciones distintas de aficionados. De hecho, fueron semanas de mucha movilización, con el vídeo ese que salías tú como en Buried, intentando salir de un ataúd para demostrar que seguíais vivos…
Claro, para nosotros fue un impulso más. Piensa que las últimas tres noches de los partidos previos no dormía de los nervios, porque sabía que si perdíamos un partido más descendíamos. Yo llegaba a jugar los partidos y no sé cómo jugaba, porque lo daba todo, pero mis descansos eran malísimos en esos días, por la ansiedad de lo que te ibas a jugar al otro día. O sea, fue un momento espantoso.
El entrenador que salva al equipo fue Perasovic. ¿Cómo fue la experiencia con él? Porque siempre se dice que ponía mucha distancia con los jugadores.
Bueno, hay entrenadores y entrenadores. Entrenadores que son más cercanos con los jugadores y otros que no lo son tanto. Yo creo que Perasovic con su estilo, muy de la escuela serbocroata, tenía claro lo que tenía que hacer. A veces, nosotros no estábamos acostumbrados, es verdad; yo estaba acostumbrado a un Pepu, que es distinto, pero lo tuve claro en aquel momento: si vas a ser el que nos vas a ayudar a salvarnos, vamos a hacer todo lo posible por ayudarte nosotros a ti. Yo, con Perasovic, tuve muy buena relación. Hablábamos mucho, porque él también sabía que yo era el capitán del equipo y que me iba a necesitar bien.
Piensa que él fue jugador, sabía que me iba a necesitar a mí bien para llevar al equipo, pero es verdad que no me perdonaba las cosas, cuando no entrenaba bien, no entrenaba bien, me lo decía y estaba en todo su derecho. Él lo hizo con sus matices o sus formas, que es verdad que podemos hablar todo el día de cuáles son las mejores maneras, pero, bueno, él fue un entrenador que al menos dio el máximo para poder sacarnos de ahí. Se equivocó a veces, claro, como se equivocan los jugadores, pero yo creo que ahí en ese momento él estaba al máximo para tratar de sacar lo mejor de nosotros.
Lo curioso de todos estos años, y también pasó en tus tres últimas temporadas en el club, es que, aunque el equipo está mal, sigue saliendo un Jayson Granger, un Carlos Suárez, un Javi Beirán, un Jaime Fernández…supongo que ahí algo tendría que ver Luis Casimiro como entrenador…
Sí, yo creo que Luis nos dio esa estabilidad que estábamos necesitando. Eran épocas turbulentas en el club, de tratar de paliar la deuda, de situaciones incómodas, de muchos cambios de patrocinador, porque sale Adecco y entra MMT, luego se va MMT al Real Madrid y viene Asefa.
A ver, es que nos quitaron hasta al «speaker», a Pedro Bonofiglio.
Claro, el speaker también, o sea, ahí hubo momentos en los que en el club pasaban ciertas cosas, y Luis lo que nos trajo fue esa estabilidad dentro del equipo, dentro del club y nos aisló de todo. Para esas situaciones era un piloto fantástico. A veces me río porque se dice que es un entrenador que solo juega con veteranos, pero, bueno, Jayson Granger juega con él, Carlos Suárez pasa a ser una estrella con él, a Jaime Fernández lo hace debutar él, o sea, yo no me creo esos motes que se le ponen a veces a los entrenadores, yo creo que lo que vino a hacer acá es a dar estabilidad esos años.
Además, son tres años razonablemente buenos…
Sí, el primer año que estamos con él, el equipo se salva. No entramos en playoffs, no tuvimos opciones en todo el año, pero, bueno, tampoco pasamos grandes aprietos. El año siguiente creo que es el año bueno, que hacemos playoffs, que nos metemos en la Copa también. Y mira que empezamos fatal, nos pasaba de todo, incluso tuvimos un brote de gripe aviar. Empezamos 0-5 ese año y terminamos entrando en la Copa. Tiene muchísimo mérito lo que hicimos, de los 17 partidos que dura la primera parte, terminamos 8-9, ganamos ocho de los doce últimos. Ganamos en Valladolid el primer partido y a partir de ahí, pa, pa, pa, pa, pa… nos clasificamos para la Copa y para los playoffs, merecidamente. Ese año yo lo recuerdo muy, muy bueno, porque se creó una química genial, con Nik Caner-Medley, con Popovic, con Germán e Iker, que habían vuelto. Teníamos un equipo ahí que hacíamos cosas muy buenas, lo que nos permitió entrar otra vez a Europa al año siguiente.
De hecho, os quedáis a un partido de otra Final Four en el que sería tu último año.
Sí, al año siguiente también nos quedamos afuera de los Playoffs, pero llegamos muy lejos en la ULEB Cup. Estuvimos a un partido de poder meternos en la Final Four clasificatoria a Euroliga de nuevo. Perdimos con el Cedevita, pero hicimos una campaña espectacular también con Luis ese año, en las dos competiciones.
¿Por qué decides irte a Sevilla? Eras el capitán, el extranjero con más partidos en la historia del Estudiantes, un ídolo de la afición…
Yo lo vi como que íbamos a volver a sufrir y se lo manifesté al club. Cuando empezábamos a tener algo estable, Carlos Suárez se fue al Madrid. Aparte, sabía que Luis era complicado que pudiera continuar… y tenía mucho miedo de volver a pasar de nuevo por lo que pasé ese año que estuve al borde del descenso. Era armar el equipo de cero y no sé si tenía fuerza, con 32 o 33 años, para sacar eso adelante. Entendía que si Carlos Suárez, por ejemplo, seguía en el equipo, iba a ser él un poco el que empujara y yo podría estar de escudero. Yo me veía en un escenario así, pero Carlos se va el año que nosotros entramos en Europa y, entonces, ese año para mí, sin Carlos, fue como «uff… todo lo bien que hicimos para llegar hasta aquí y Carlos Suárez se nos va». Yo no lo entendí en su momento, ahora sé que había muchas razones porque estábamos muy complicados con el tema económico, pero cuando juegas, eso tú no lo sabes, quieres al mejor a tu lado. Y, por toda esa situación, por esa incertidumbre, yo pienso: «Ya estuve el año pasado luchando, ¿qué vamos a hacer a partir de ahora?» Y como no había un proyecto claro, no me vi con esa fuerza para poder aguantar una responsabilidad grande en ese sentido, y más por lo que quería al club.
Y buscas algo más sólido, por así decirlo.
Sí, yo también quería crecer, porque cuando estás mucho tiempo en un lugar es como que te terminas acomodando, y lo que necesitaba también, en un cierto modo, era decir: «vamos a un desafío distinto, a ver qué puedo encontrar». Pero me costó horrores, la verdad. Por un momento, llegué a pensar si fue una decisión buena o mala la de irme del club, pero, bueno, la tomé y ya es parte de la vida.
Cuéntame algo de ese Cajasol.
Pues era un equipo que en ese momento estaba jugando bien, que venía de hacer un año bastante bueno, era competitivo… No había entrado en Europa, pero era un proyecto que se podía creer que tenía un cierto recorrido. Yo no me quería ir de España y fue el club que mostró interés por mí para poder ir a jugar ahí con Joan Plaza, que fue una de las personas que me llamó y que quería contar conmigo para el proyecto.
Te iba a preguntar por Joan Plaza, porque es un tío muy peculiar ¿verdad? Es un tío muy culto, como que huye del estereotipo.
Fue un cambio para mí importante por la forma de trabajar. Primero, que yo fui ahí y ya no era el capitán, claro, era un jugador más que me tuve que empezar a ganar mis minutos y mi lugar, que para mí fue una experiencia muy buena en ese sentido. Me costó al principio, porque obviamente estaba acostumbrado a lo que era el Estudiantes y siempre cuesta la vida fuera del Estudiantes, porque afuera hay buenos lugares también, pero lo nuevo te genera un poco de ansiedad, adaptarte a una ciudad nueva, a un técnico nuevo, a un servicio médico nuevo, a los jugadores y a todo. Pero, bueno, me fui adaptando bien con el grupo y con Joan. Joan es un entrenador muy puntilloso en situaciones, analista del juego, metódico en algunas partes, también, lo que me sirvió para ponerle más cosas a mi juego, en cuanto al conocimiento, en cuanto a su forma de pensar, analizar y hablarlo con él. Tuve muy buena relación con él hablando de cosas, de cuestiones de grupo, de cómo lo veía… tuvimos esa posibilidad de hablar mucho y expresarnos, que creo que a los dos nos sirvió de bastante.
Estaba Satoranski ¿no?
Sí. Muy jovencito. Era un portento físico total, muy buen chico, con ganas de aprender, hiperactivo… lo recuerdo, ya te digo, muy competidor, muy trabajador.
En Sevilla estás solo un año, ¿y luego? ¿Te vas a Argentina?
No, luego vuelvo acá, vuelvo a Madrid. En Sevilla, vivimos muy bien, la verdad es que lo disfrutamos mucho, aunque a mí me costó hacerme amigos allá, porque en un año es difícil cuando sos jugador, haces más tu grupo, tu clan y te cuesta más hacerlo para afuera, como sí lo hicieron mi mujer y mi familia. Tenemos muy buenos recuerdos, se vive bien en Sevilla. Luego, decido no jugar un año o un año y medio, pero viviendo en Madrid. Venía con un tema del tobillo, que también fue otra de las cosas de las que me costó recuperarme. Me hice un esguince muy fuerte en el tobillo izquierdo, que era el mismo que me había operado. Quedó bárbaro, pero en un partido contra el Madrid en la Caja Mágica me lo fastidié y ya nunca volvió a ser el mismo que era. Eso condicionó mucho mi carrera y, por eso, preferí optar por tomarme un año sabático para recuperarme y ver si había algunas posibilidades económicas y deportivas que me interesasen para jugar.
Lo que pasa es que teniendo ya familia, teniendo dos hijos, a punto de tener un tercero, yo pongo sobre la mesa también el tema familiar. Está claro que el Madrid no me iba a salir; Estudiantes, por la situación, tampoco; Fuenlabrada, tampoco, por todos los años que jugué en el Estudiantes contra ellos… De alguna forma, era como un retiro encubierto, sabiendo que era muy difícil que me pudiera ir a otro lado y, bueno, lo que hago es que me voy medio año a ayudar al Bahía Básquet en Argentina, con Pepe Sánchez. Vuelvo con mi familia y ya después, cuando vemos la situación como está, decidimos volvernos todos a vivir a Argentina.
Lo curioso es que, justo en estos años de ocaso deportivo, consigues lo que siempre habías soñado: juegas con Argentina el Mundial de 2010 y los Juegos Olímpicos de 2012.
Ese era mi objetivo también al continuar después de Estudiantes, con 34 años. Yo quería jugar un año más porque en 2010, fui al Mundial de Turquía, y, luego, en 2011, hago el Preolímpico en Mar del Plata y eso me catapulta a los Juegos. Por eso yo tenía que seguir jugando al menos un año más para llegar a los Juegos Olímpicos. Termino en Sevilla, me voy a los Juegos Olímpicos y, para mí, eso era ya culminar una carrera deportiva que podía darla como súper, más de lo que pensaba, porque nunca me imaginé que iba a jugar Juegos Olímpicos y Mundial con mi país y lo conseguí.
Perdona que me pare aquí en los Juegos Olímpicos, pero me parece que es para pararse. Son los de Londres 2012, vosotros tenéis casi la misma selección que había sido campeona en 2004, ¡la única que ha sido campeona aparte de los Estados Unidos desde que juegan los de la NBA! ¿Cuáles eran vuestras expectativas?
Nuestra expectativa era tratar de llegar como mucho a una medalla de bronce, intentar estar ahí, sabiendo que ya, por las edades que teníamos nosotros, competir con Estados Unidos y España iba a ser difícil. Que lo podíamos hacer, sí, pero también sabíamos que podíamos irnos a casa a la primera de cruce porque unos Juegos Olímpicos no son como el Mundial, que pasan todos los equipos. Ahí, creo que solamente somos 12 equipos, van los mejores y en el primer cruce nos tocó Brasil, que le ganamos… pero podíamos haber perdido tranquilamente. Nos metemos en semifinales contra Estados Unidos, perdemos fácil y nos jugamos la medalla de bronce contra Rusia. Es uno de los dolores más grandes que tengo en mi carrera deportiva, haber perdido con Rusia por muy poca diferencia, la posibilidad de tener la medalla de bronce y perderla al final.
Y la experiencia personal de estar en unos Juegos Olímpicos, ¿cómo la viviste?
Es lo mejor que puede esperar un deportista, un atleta, compartir con todos los atletas del mundo, de distintas disciplinas, convivir con ellos en una Villa Olímpica… valió la pena todo el esfuerzo que hice. Hubo varios años que no lo pude conseguir, así que, al final, llegar a estar ahí y vivirlo… no tengo palabras. Es magnífico, es brillante poder estar ahí, yo me siento un privilegiado por haber jugado unos Juegos Olímpicos. El entrar al estadio cuando es la presentación y ver todo lleno. Entras con tu país y se te infla el pecho, es algo difícil de describir.
¿Llegaste a coincidir con Usain Bolt o Michael Phelps?
Al lado, sí, pasabas al lado de Usain Bolt caminando dentro de la residencia para ir a comer. Los jugadores de la NBA también fueron a visitar y aunque no paraban ahí adentro estaban también por ahí, compartías con un montón de deportistas: Nalbaldián estaba bastante tiempo con nosotros, que en ese momento era uno de los mejores jugadores; Del Potro estaba con nosotros también, muchas veces estábamos ahí hablando, o sea, increíble, la verdad.
Esa semifinal con Estados Unidos… Es que llevaban a LeBron James, a Kobe Bryant, a Kevin Durant, a Carmelo Anthony… incluso el que se llevaron de «rookie» era Anthony Davis.
Sí, estaba Westbrook, también. Bueno, era un equipazo, jugamos tres veces contra ellos: un amistoso, en fase de grupos y en semifinales. Yo siempre me quedo con lo mismo: nos respetaban un montón. Me crucé en el pasillo de vestuarios con Kobe Bryant previo al partido de semifinales y Kobe Bryant sin conocerme a mí de nada, me miró a los ojos, me dio la mano y me dijo: «Mucha suerte hoy». No éramos cualquier rival. Ellos sabían lo que era Argentina y eso a mí me sorprendió para muy bien, en plan: «Guau, este tío no sabe ni quién soy y me muestra este respeto, no me lo olvido más».
¿Hubo alguien que te impresionara especialmente en el campo?
Kevin Durant, yo creo que Kevin Durant el que más. Bueno, LeBron James también, pero Kevin Durant con esa altura, esa facilidad de tiro, no puedes puntearle ni nada…Me sorprendió mucho Kevin Durant, la verdad, me sorprendió mucho.
Y luego lo del partido del tercer y cuarto puesto que decías, con Rusia.
Eso fue durísimo, porque nosotros nos preparamos como nuestra final y hablamos y nos conjuramos que teníamos que sacarlo, porque íbamos a eso, a por una medalla. Bueno, al final nos terminan ganando, fue un final muy cerrado, pero que para nosotros no fue muy afortunado y nos quedamos con las ganas. Aparte, se hace todo duro: los últimos días, ya… a ver, cuando vos estás en la Villa Olímpica en los primeros días es todo vida, todo ruido, todo fiesta, todo felicidad. Lo que pasa es que el básquet es de las últimas disciplinas y en los últimos días ya no hay nadie y se te hace más duro aguantar esos momentos porque ya van saliendo, van saliendo, van saliendo y donde vos encontrabas en el comedor a 200 o 300, empiezas a encontrara 40.
Después del año sabático, te vas a Bahía Blanca y al final sigues jugando hasta los 40 años.
Sí, jugué hasta los 40, casi 41. A cada año que pasaba me iba sintiendo mejor de nuevo, terminé jugando a un nivel mucho más alto de lo que yo pensaba. Por cabeza, más que nada, no tanto por el físico que ya no te responde igual. Disfruté mucho porque me podía ver mi familia: mis hijos, mi mujer, mis padres, mis amigos, todos en mi ciudad… Fue algo muy bonito y conseguimos llegar a una final de la Liga Argentina, a una final de las Liga Sudamericana, que es una competición internacional que se juega en Sudamérica, y a una final de la Liga de las Américas que incluye todo excepto Estados Unidos. Jugamos las tres finales, o sea que tuvimos un muy buen recorrido deportivo.
Cuando te retiras, ¿qué pasa por tu cabeza? Después de toda una vida compitiendo, de repente, el vacío.
Bueno, al principio los vacíos son un tiempo de reflexión y luego se convierten un poco en un estado de ansiedad, es decir, ¿qué voy a hacer con mi vida?, y al final son descubrimientos, descubrimientos que vas haciendo y experiencias nuevas que vas teniendo, cuando te vas formando en un lugar donde no te defiendes con una camiseta y una pelota, sino que te empiezas a defender con otra parte de lo que te dejó tu vida deportiva, que son esos conocimientos, esas experiencias laborales, esas charlas… Ahí, empieza la capacitación acerca de darle herramientas a tu conocimiento de básquet, por ejemplo, para administrar clubes. Mi primer reto fue administrar o ayudar al club donde me formé, para que fuera un club grande, es decir, todos los conocimientos que yo tuve los puse en beneficio de nuestro club para tratar de hacer que ese club sea sustentable, forme talentos y trabaje a largo plazo, en un país como Argentina, que es muy difícil. Ahí empecé esta nueva etapa.
Y te vas a Estudiantes en 2021.
En 2021, si, en mi club, terminamos haciendo un pequeño estadio, luego hacemos otro estadio más, terminamos llevando algunos jugadores a la selección argentina, que para mí también fue un logro como director deportivo. Lo que pasa es que, en mi club, mi techo está muy marcado por las condiciones económicas que tenemos y, bueno, yo seguía preocupado por lo que pasaba en Estudiantes: el descenso-no descenso, el siguiente descenso-no descenso, hasta que en un momento sucede y yo lo único que quiero en ese momento es ayudar. Hablo con una gente de club para decirles que yo vengo de forma desinteresada, pero para tratar de recordar los valores que tiene que transmitir un equipo dentro de la cancha, lo que no se negocia jugando con la camiseta de Estudiantes. A partir de ahí, se genera un vínculo, hay gente del club que me dice «pero ¿por qué no ves la posibilidad de quedarte y hacer estas funciones y transmitir estos valores a la gente, a los jóvenes que vienen?». Y por la lucha y por el deseo que uno tiene, me metí en este desafío y por eso estoy acá, tratando de que Estudiantes vuelva a la ACB.
Pues ser director deportivo de Estudiantes es dificilísimo.
Si, es muy difícil, muy difícil… yo, hay veces que pienso si cuando nosotros jugábamos era tan difícil: las cosas iban medianamente bien, no había tantas redes sociales… Hoy, se destruye mucho por redes sociales, se destruye con poco lo que cuesta construir con mucho. En eso, yo creo que lo que hay que hacer es trabajar con conciencia de lo que uno quiere y dentro de sus valores. Obviamente, que acá hay mucha toma de decisiones, pero la toma de decisiones muchas veces es muy difícil de entender cuando no estás adentro, porque adentro tienes muchas consecuencias también y hay mucho trabajo secreto que uno no puede ver y que también lleva a tomar unas ciertas decisiones y eso es muy difícil. Hoy en día, opinar de básquet es muy fácil, y lo digo con todo el respeto del mundo porque es lógico y forma parte del folklore del deporte. Es mucho más fácil opinar de deporte que opinar de temas sociales o de otra cosa, porque el deporte divierte, el deporte es ocio y está bien hacerlo, pero lo que pasa es que también hay muchos componentes detrás, no solamente el director deportivo o el club… sino también los jugadores, que son lo más importante.
Supongo, también, que cuando un club es casi una familia, como ha sido siempre el Estudiantes, que el aficionado tiende a sentirse más parte de todo y a pensar que sabe más de todo, porque, al fin y al cabo, ha vivido el club desde pequeñito.
Exacto, eso pasa mucho. Yo llevo tanto tiempo animando y tengo derecho a opinar. Claro, todos tenemos derecho a opinar y todos tenemos el derecho de decir lo que a cada uno le parece, pero todo lo que después se hace hay que hacerlo de una sola manera y eso lleva a tomar decisiones, que son todas pensadas, analizadas, discutidas… ¿Para qué? Para el bien del club. Obviamente que la situación, como siempre digo, es una situación complicada para nosotros.
Nosotros estamos convirtiéndonos ahora en un Real Madrid, un Barcelona… cuando nunca fuimos eso. Siempre fuimos un equipo que se oponía a los grandes, que se sentía cómodo en la lucha contra lo establecido. Y lo establecido, ahora, somos nosotros, por más que queramos dar vuelta a la imagen. ¿Por qué? Porque nosotros nos ganamos ese respeto, también hay que tomarlo como algo bueno. Nosotros, cuando vamos a jugar afuera, el día del club se pone cuando viene Estudiantes, con respeto también a Andorra, que es un club importante, o a Burgos, que también es un club importante, y a todos los clubes que puede haber en LEB Oro que todos son importantes, porque es la segunda categoría nacional: San Sebastián, Alicante, un montón, un montón…
Pero ¿qué pasa? Que Estudiantes es Estudiantes por su historia. Hoy, nos hemos convertido en eso y hay que jugar con eso y también a nuestros jugadores hay que ayudarles a entenderlo, porque cuando yo llegué acá, yo sí sabía lo que era Estudiantes, pero hoy por hoy no todos lo saben de la misma manera. Eso se transmite, eso hay que llevarlo, hay que decirles, hay que explicarles, y es una responsabilidad. Cuando ellos se ponen la camiseta de Estudiantes, les va a costar, porque cuando yo jugaba con la camiseta de Estudiantes, muchas veces, jugaba contra el Barça o el Madrid y decía: «yo te voy a ganar», pero ahora pasa al revés: en todos los partidos, vos sos el rey de la jungla, y ser rey de la jungla es más difícil, porque en todos los partidos vos tenés que demostrar que sos el rey de la jungla, y no es tan fácil, no es tan fácil…
Gracias por la entrevista. Es un buen homenaje a la carrera de Pancho en Estudiantes: un ejemplo de lo que debe ser un jugador de este club.
Qué pena no tener actualización con lo sucedido en estas últimas semanas.