El 23 de febrero es una fecha bastante chunguilla para la «Generación X» y los «Boomers» de España. Un tío con tricornio y bigote quiso liarla en 1981 y bueno, se pasaron unas horas regular tirando a mal. Para los racinguistas, en cambio, la fecha evoca la creación del club. Sí, hasta para nacer tuvimos que elegir una fecha controvertida… qué narices, Tejero podía haberla liado otro día —si no la hubiera liado, mejor— y dejarnos a nosotros tranquilos.
Ahora que se han cumplido los 110 años de vida del Real Racing Club de Santander y después de 10 años de travesía en el desierto merced a uno de los expolios más salvajes —y menos conocido fuera de Cantabria— que se recuerdan en el mundo del fútbol, me apetece recordar los buenos tiempos. Esos momentos, como dicen ahora los modernos, en los que éramos felices y no lo sabíamos.
Los años 90 del pasado siglo fueron el renacer de un histórico cuyo bagaje es también bastante desconocido por los no racinguistas.
Vale, muchos diréis: ¿Qué me está contando este hombre del «renacer» y titulando así una pieza sobre un equipo que tocó techo en 2008? Fácil. Aquel «techo» se consiguió bajo un mandato que destruyó el club y que propició la casi desaparición. Los años 90 fueron puros, quizás idealizados, pero mucho más reales que lo que viniera después. Penando por las catacumbas del balompié patrio los desmanes de otros y sumido en la mayor de las ruinas. Aún no sé ni cómo ha salido adelante…
A lo que vamos. Corría el año 1986 y los gerifaltes de la liga española decidieron inventar y sacar el quimicefa: La liga de los playoffs. Una temporada atípica que, por suerte, no cuajó más allá de aquel curso 1986/1987 y que contaría con una temporada regular y un playoff (entre los 6 primeros) que dilucidaría el campeonato y otro entre los 6 últimos que daría el descenso a tres equipos. Los puntos conseguidos durante la temporada regular, se arrastrarían.
El Racing quedó penúltimo en la liga regular, pero he aquí que ocurrió una situación rocambolesca: A final de temporada, el ya fallecido presidente del Cádiz (colista en aquella liga), Manuel Irigoyen, plantea que la liguilla por el descenso se restrinja a los 3 últimos clasificados y partiendo de cero. Es decir, sin arrastrar puntaje.
La mano de Irigoyen en la Federación era alargada y la idea cuajó. Además, se decidió también con el campeonato prácticamente terminado, ampliar la primera división a 20 equipos, con lo que el descenso —previsto para 3 escuadras— quedaría reducido a un único desdichado.
¿Sabéis quién se comió el marrón, amigas y amigos? Efectivamente, el Racing fue el cuadro que daría con sus huesos en la fría segunda división. Otra muestra de, lo que denominamos por aquí, «pionerismo». Y es que para lo bueno y lo malo, el Racing es uno de los pioneros en casi todo lo que ha sucedido en el fútbol español. Pero eso da para otra historia.
El caso es que aquel descenso fue una losa. Se avecinaban malos tiempos con descenso a Segunda B incluido.
Ahí estuvo el equipo, sufriendo y con la espada de Damocles económica pendiendo sobre nuestras verdiblancas cabecitas. Tras un par de días para el recuerdo, en Getafe primero, para salir de la Segunda B y después en una promoción ante el Espanyol, ya en Segunda División, el Racing regresaba a la élite en el verano de 1993.
En el encuentro de ida, un ex del equipo barcelonés, Michel Pineda, marcó el 0 – 1 que ponía de cara la eliminatoria. Lo del partido de vuelta fue algo que aún hoy se recuerda en Santander.
Hay que contextualizar que los años 90 en España fue una época bastante loca, a caballo entre aquel país de mentalidad muy conservadora y la incipiente modernidad que llegaba con el inminente siglo XXI. Digamos que la brillantina lo cubría todo y digamos también que conceptos como «seguridad en recintos deportivos» eran… laxos, o directamente desconocidos.
Aquellos Campos de Sport de El Sardinero tenían una capacidad de 25.000 espectadores ya que los fondos aún eran de pie y las preferencias eran bancos corridos. Bueno, aquella noche no hubo menos de 28.000 personas en aquel estadio. Otros dirán que 30.000 y puedo estar de acuerdo, no era normal. Gente agolpada en vomitorios, escaleras y cualquier resquicio que el cemento permitiese, pudo disfrutar de un 0 – 0 que volvía a dejar al equipo verdiblanco en el lugar que, por historia, le correspondía.
Fueron 6 años sin probar las mieles del éxito, la mayor racha negativa de la historia… hasta aquel entonces. Ahora nos parece una excursión al monte.
Los años 90 también fueron los del despegue económico del fútbol español. Eso se tradujo en que incluso un recién ascendido pudiera fichar a un par de rusos con un nivel bastante superior al que se le presuponía al Racing: Popov y Radchenko.
Joder, Radchenko, ¿de qué me sonaba aquel nombre? Entonces recordé una noche de 1991, cuando servidor estaba en una semana en unas colonias con el instituto, en una zona de Cantabria apenas poblada.
Oigan, seremos el norte y seremos los raros, pero hasta en la zona más despoblada hay bares. Y ahí estaba este mozalbete, haciendo sus primeros pinitos con la cerveza en aquel bar de pueblo —ya os he dicho que los años 90 fueron muy locos y lo de ser mayor de edad para poder beber, tampoco entraba en el canon— y viendo un partido de Champions entre el Real Madrid y el Spartak de Moscú.
Fue uno de esos días raros. Los rusos se impusieron por 1 – 3 y un tipo zancudo y desgarbado había traído el invierno soviético a la capital de España con dos goles. Ese era Radchenko. Ya veis, no se podía ser parabólico aún, pero unas cervezas te hacían descubrir a un crack que llegaba del otro lado del—casi recién caído— telón de acero.
Aquella época supuso un inicio de cambio en lo social. Durante los años 80 no era raro ver que, cuando venía el Real Madrid o el F.C. Barcelona, el estadio estuviera «dividido». Mucha gente animaba a los visitantes. En los 90, las nuevas generaciones cambiaron eso y El Sardinero se terminaría convirtiendo en un campo «hostil» para los grandes.
Esto no se debe a que los que llegábamos éramos mejores y más racinguistas, no nos flipemos. Yo lo achaco a dos factores:
– El equipo plantaba cara a los grandes e incluso les ganaba algún partido.
– Había mucho fútbol televisado. Todo el mundo veía lo que pasaba con algunos arbitrajes y… bueno, digamos que por aquí, cuando nos sentimos «atacados» nos cerramos (más) en banda con lo nuestro.
Fueron buenos tiempos. Que en tu temporada de debut acabases octavo y durante muchas jornadas mirases de reojo las plazas que te clasificaban para la, ya extinta, Copa de la UEFA, fue algo que no nos podíamos creer.
Y seguimos manteniéndonos, trayendo jugadores rusos molones y haciendo historia. Llegó el «Racing de los vídeos».
Nos vamos al 11 de febrero de 1995. El F.C. Barcelona visitaba Santander. Era el famoso «dreamteam» de Cruyff que había tiranizado las 5 anteriores ediciones de la liga. Aquella noche de sábado permanecerá para siempre en el recuerdo de la ciudad, tras ganar el Racing por 5 – 0 a aquel súper equipo.
Se puede decir, sin miedo a exagerar, que el inicio del fin de aquel «dreamteam» se fraguó en Santander.
Lo que vino después fue inmenso: Merchandising con «manitas», camisetas y… vídeos. El diario de referencia en Cantabria, El Diario Montañés, sacó un VHS con el partido, entrevistas a protagonistas… un objeto de colección que estaba en el 90% de las videotecas cántabras.
Un mes y un día después, el 12 de marzo, llegaba el Real Madrid de Valdano —que a la postre se alzaría con el campeonato liguero—. Los «merengues» se adelantaban y parecía que se llevarían los puntos sin mayor sobresalto. Nada más lejos de la realidad.
Aquella segunda parte del equipo que dirigía Vicente Miera fue epopéyica. Radchenko empataba en el minuto 52, Esteban Torre ponía el 2 – 1 en el 64 y en el 80, el propio Radchenko redondeaba la remontada. Un 3 – 1 definitivo y otro vídeo que sacó la prensa local.
Aquello marcó tanto que desde las gradas de El Sardinero se solía corear: «Otro vídeo más», cada vez que los verdiblancos realizaban un buen partido.
Después llegarían los milagros de Nando Yosu con las permanencias imposibles. Inolvidable la de 1996. Con el equipo absolutamente muerto y desahuciado, la llegada de nuestro brujo particular nos regalaría un último partido ante Osasuna donde, remontada mediante (en el último suspiro), el Racing se impondría 2 – 1 y se salvaría de una quema a la que parecía abocado. Creo que nunca lloré tanto de alegría en una grada, como aquel día. Ni siquiera cuando el equipo se clasificó para disputar la Copa de la UEFA, precisamente en un partido ante el mismo rival, los navarricos.
El remate a una década prodigiosa llegó con el fin de esta. En la campaña 99/00, el Racing tendría a su primer y único «pichichi» de su historia. Fue Salva Ballesta con 27 dianas.
Aquella campaña, al Racing lo entrenaba el paraguayo Gustavo Benítez. Con él aprendimos que se podía ser modesto y jugar bien al fútbol. Desde Miera ningún Racing había tratado tan bien a doña pelota. Personalmente, para mi gusto, ninguno de los que vino después mejoró aquello. Sí a nivel de resultados, obviamente, pero no a nivel de vistosidad. Ver jugar a aquel Racing era un deleite para los sentidos.
Hubo controversia. Los más «tradicionales» se quejaban de que ya no éramos un equipo duro en defensa y concedíamos mucho a los rivales, a otros en cambio nos enamoraba aquella propuesta.
El efecto 2000 fue una patada en la boca del estómago del Racing. Se descendería de categoría y se volvería a ascender por la vía rápida. Llegaría un tal Nikola Zigic y se fraguaría la leyenda de «el dúo sacapuntos» junto a Munitis. Un mago asturiano vendría a vernos y nos llevaría a Europa. Conquistamos París como Ragnar Lothbrok y nos creeríamos inalterables como el tiempo.
Sin embargo, no sabríamos lo que sucedería en los despachos. Nos cegamos con la pelotita y no vimos venir que no éramos inalterables. Daríamos con los huesos en el frío barro cuando nos contaron películas de indios, aunque los hilos siempre los manejaron los vaqueros.
Ahora el Racing trata de asentarse en el fútbol profesional tras dos intentonas previas que salieron rana una y ranísima otra. Parece que las cosas se van encaminando a conseguir el objetivo.
Espero que dentro de 30 años, otra persona que ahora será un/a jovenzuelo/a de 15 años, se haga periodista y escriba sobre aquel Racing de la década de los 20 que consiguió desafiar a un destino que lo había condenado a muerte y que lo llevó al sitio del que nunca debió salir: la primera división.
Precioso, no puedo añadir más.
Precioso, grandes campeones salen todavía de la cantera
Todas las lagrimas a flor de piel, con esos partidos en el campo y el corazón. Racing!
Cuando fuimos los mejores dice… lol
Gran artículo Aitor! Qué de recuerdos! Un simple comentario el tercer gol contra el Madrid (3-1) lo marcó Popov tras una gran pared con Ratchenko, Paco Buyo ni la vio. Un saludo 😉
Dos cositas: el Barça había ganado las cuatro (no cinco) ligas anteriores al 5-0. Dale bolilla a Felines, ídolo rayista que os sacó del barro de la 2aB en la 90-91 con ese 3-4 en Getafe 😉
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