No suele ser normal ver a un deportista dedicarse a hablar de puros largo y tendido, pero Karl Malone, a tenor de sus declaraciones, tampoco es que sea un deportista convencional. Es el fundador del Legend Cigar Lounge, un salón de puros, situado en Ruston, Louisiana, un espacio que vende como ideal para charlar entre amigos, fumando, y alejados de la tecnología y las pantallas.
En ese lugar, entrevistado por Michael Knowles, ha dejado ciertas opiniones que merecen ser reseñadas. . Aunque sea un encuentro publicitario, ver a un exNBA el calcetines, fumándose un puro y desvariando ligeramente siempre merece la pena. Porque va bien sobrado. Malone era conocido en la NBA como The Mailman, porque era fiable como un cartero, «siempre entregaba». Ahora resalta sus facultades e insiste en que no fue «uno más del montón», sino que estaba predestinado de alguna manera. Lo expresa en crudo: «Algunas personas están hechas para ser paquetes, y está bien. Pero yo soy un alfa».
El momento decisivo en su carrera en el que dio los primeros pasos para fraguar esa leyenda fue con los Utah Jazz, cuando tuvo que asumir el rol de líder tras la salida de Adrian Dantley, la estrella del equipo. «Recuerdo que al final de mi segundo año, el coach Frank Layden me dijo: ‘¿Estás listo para cargar con una franquicia?’». Era ahora o nunca.
En aquel entonces, Malone, que no dejaba de ser un novato, respondió con la misma personalidad de la que presume actualmente: «Por supuesto». Sin embargo, no se trataba solo de palabras, como explicaba Nikos Galis recientemente, todo está en el trabajo: «Me llamó Dantley por teléfono y me recordó nuestra conversación. En ese momento, tuve que hacer un compromiso real: cambiar mi cuerpo, mi mentalidad, y estar preparado para cargar con el equipo».
Así fue, hasta el punto de que se convirtió en el referente absoluto de los Utah Jazz durante dos décadas. Una de las frases más impactantes que ha pronunciado Karl Malone en la entrevista sobre este hecho habla del alto concepto que tiene de sí mismo: «No fui hecho para estar de paquete, y menos en la parte trasera». Para Malone, la mediocridad nunca ha sido una opción. «Respeto a los otros alfa, pero yo debo liderar».
Ser el número uno para él era un compromiso consigo mismo, pero también con los que pusieron los billetes encima de la mesa. Ante todo, se debía a sus patrones: «Debía darle a la familia Miller, dueños del equipo, todo lo que tenía. Ellos no me eligieron para ser uno más, sino para liderar».
Fue dos veces MVP de la NBA, algo que logró con una mentalidad que hoy puede ser considerada toxicidad pura en el deporte: «No me da miedo morir, me da miedo fallar. Cuando fallo, siento que he defraudado a mucha gente, y eso es algo que no puedo permitirme».
Como muchos otros, considera que soportar esas expectativas y sobreponerse, al final fue lo que le hizo ser el jugador que fue: «En ese momento, entendí que no podía permitirme fallar a la franquicia, a mis compañeros, ni a la gente que apostaba por mí. Esa presión me moldeó».
Malone también ha hecho una analogía, propia de un chamán, entre su forma de enfrentarse a los retos y el comportamiento de los búfalos en la naturaleza: «El búfalo es el único animal que, cuando una tormenta llega a la pradera, gira y se enfrenta a ella de frente. No la esquiva, no huye. La atraviesa y, por eso, pasa menos tiempo en ella».
Durante la entrevista, Malone ha recordado cómo su madre y su abuelo fueron las únicas personas que creyeron en él desde que era pequeño, cuando ni siquiera el baloncesto era parte de su vida. «Yo no quería jugar baloncesto. Mi sueño era ser piloto de la Marina», ha confesado.
Sin embargo, al crecer y desarrollarse en el juego, ha sentido sobre todo una deuda enorme con todos aquellos que apostaron por él y le dirigieron por el camino de las canchas de basket: «Debía hacer algo con ese talento. Tenía que devolverle algo a las personas que siempre han creído en mí, especialmente a mi madre».
Malone también ha proyectado esa visión en el presente, asegura que su objetivo actualmente es dejar un legado para sus hijos y nietos. «Todo lo que hago ha sido para ellos. Mi herencia no es solo material, sino también los valores que transmito cada día».
Y todos estos comentarios ligeramente endiosados los lleva al terreno del arte, con una reflexión de lo que es el baloncesto, que se entiende también mejor entre el humo de los puros: «El baloncesto, como cualquier deporte, es un arte. La gente piensa que es solo fuerza o velocidad, pero es mucho más que eso. Es gracia, es movimiento, es tomar decisiones en el momento justo. Eso es arte».
Estas palabras encajan bien en un diálogo en el que habla también de su conexión con la naturaleza y con la tierra. Un punto de vista muy new age, porque al mismo tiempo reniega de la política y cuela la publicidad sobre fumar puros con unas ideas estrambóticas como afirmar que si ve a alguien fumándose uno, sabe que con él podrá hablar.
Más curioso, en el caso que sea verdad, es una de sus aficiones actuales: Trabajar el campo con maquinaria pesada. Dice que es su «terapia diaria» y que le sirve para tener los pies en la tierra: «Soy un artista ¿Vale? Mi lienzo son nuestras propiedades y mi pincel es el equipo Caterpillar [el mayor fabricante del mundo de maquinaria para la construcción]».
Aunque sus tractores no están reñidos con esa mentalidad hippy: «Para que un hombre conozca su verdadero propósito en la vida, tiene que estar en contacto con la Madre Naturaleza, no solo caminar sobre ella, sino tocar el suelo. Cada paso que doy sobre el suelo, es una conexión con mi abuelo, con mi herencia. Eso me centra y me mantiene concentrado en lo importante».
Al mismo tiempo, otra actividad que le vuelve loco es la cinegética. Es cazador desde que era muy pequeño y lo vive como lo haría Ted Nugent: «He crecido cazando desde que tenía cuatro años, me llevaba mi abuelo, Leonard Jackson. Cuando empieza la temporada de caza, me transformo en un salvaje. En este salón en el que estamos ahora hay monturas de animales por todas partes, porque toda mi familia caza. Este salón es quiénes somos».
Aunque el baloncesto estadounidense tenga un fuerte componente urbano, Malone no está hecho de esa pasta. Era el menor de nueve hijos y creció, como dice en esta entrevista promocional de su club de fumadores, talando árboles, cazando y pescando. Quizá quedó marcado por el suicidio de su padre, que vivía con la familia de su segunda mujer, a los 14 años.
El que más influyó en él fue su abuelo, y le daba consejos de delirio como este: «me dijo cuando tenía cinco o seis años: ‘Cuando tengas éxito, ya sea con una hectárea o mil, debes estar dispuesto a defenderla y, si es necesario, a dar tu vida por ella’». Posiblemente, Malone sacó más partido de estos consejos como ala-pivot que como granjero.