Llegó a ser considerado el mejor ciclista de todos los tiempos. Los resultados le avalaban y, además, generaba relato, literatura. Su cáncer le había convertido en un ejemplo único de superación. Creó la fundación Livestrong para la lucha contra esa enfermedad y logró recaudar millones. No contento con ganar el Tour siete veces, en 2009 volvió de su retiro y siguió compitiendo hasta casi los cuarenta años. Era una de las grandes carreras deportivas de la historia y le sirvió para amasar una fortuna de 125 millones de dólares.
Sobre ruedas ganaba cerca de veinte millones al año, pero al retirarse seguía llevándose quince anuales en concepto de charlas y conferencias. Todo se vino abajo cuando en 2012 fue acusado de dopaje sistemático por la USADA, que le retiró todos los Tour y le suspendió de por vida. En lugar de pelear, el ciclista admitió su culpabilidad y reconoció en una entrevista con Oprah Winfrey que se dopaba por un «instinto insaciable de victoria».
En esa misma conversación televisada, Armstrong calculó en 75 millones las pérdidas que iba a tener por contratos cancelados, pérdidas de patrocinios y gastos en indemnizaciones y abogados. Una demanda del gobierno estadounidense le amenazaba con tener que pagar una compensación de 100 millones.
Sin embargo, sobrevivió económicamente. En 2009, antes de que estallasen los escándalos, invirtió 100.000 dólares en una startup que acababa de salir: Uber. No lo hizo conscientemente, fue una inversión en capital riesgo que hizo a través de una empresa llamada Lowercase Capital, gestionada por el famoso inversor Chris Sacca, que destinó la mayor parte de sus fondos a Uber.
En una entrevista con la CNBC, Armstrong dijo que no tenía ni idea de cuál era el destino del dinero: «Ni siquiera sabía que iba a Uber, pensaba que estaba comprando un montón de acciones de Twitter a empleados o ex empleados, pero la mayor parte de la inversión del fondo Lowercase iba a Uber». En ese momento, 2018, cuando le preguntaron el retorno de la inversión se negó a dar números. Solo dijo que la cifra era «demasiado buena para ser verdad».
Según los cálculos de Celebrity Betworth, en el punto máximo, su inversión pudo suponerle veinte millones de dólares. Otras fuentes hablan de 30 millones. La empresa valía 3,7 millones de dólares cuando hizo la inversión y ahora ronda los 90.000 millones, después de conseguir ser rentable en 2023 tras pérdidas millonarias. Ahora el diario 23matins se hace eco del riesgo de bancarrota que sufrió el ciclista cuando Nike rompió con él, que declaró no aprobar «el uso de sustancias ilegales de ningún tipo para mejorar el rendimiento».
Según recoge el diario francés, ha declarado que esa inversión le salvó a él y a su familia. Sin embargo, «nunca se ha disculpado por haber tomado drogas para mejorar su rendimiento», y se ha limitado a decir, como Ullrich, Hincapie o Hamilton, que era lo que tenía que hacer si quería competir en igualdad de condiciones en una época en la que todo el mundo recurría a lo mismo.
Si ahora el patrimonio neto de Armstrong se calcula en 50 millones, la inversión de Uber, tanto si le dio 20 como 30 millones, supuso una inyección sustancial en sus cuentas. El resto de su patrimonio viene del negocio inmobiliario. En la época de éxitos, compró residencias en Bahamas, España, el sur de Francia, Colorado y Texas, de donde procede.
Su estabilidad económica actual, al margen de los productos audiovisuales en los que ha participado, como la extensa entrevista de Lance o su podcast en iTunes, procede sobre todo del fracaso de su gobierno a la hora de reclamarle una indemnización por fraude a los contribuyentes por doparse mientras corría para el US Postal. La demanda se elevó hasta los citados 100 millones de dólares.
Por medio de un acuerdo, Armstrong acordó pagar mucho menos, solo cinco millones al gobierno y 1,65 a su ex compañero Floyd Landis, que figuraba entre los denunciantes y decidió cooperar con la justicia cuando sintió que su exjefe le estaba utilizando como chivo expiatorio de toda la trama de dopaje que se estaba descubriendo parcialmente en aquellos días.
La demanda tenía sentido si se tiene en cuenta que el US Postal le había pagado a Armstrong 32,3 millones entre 2000 y 2004 y que, tras conocerse la noticia del dopaje, la imagen pública de la compañía de correos estadounidense se había visto gravemente manchada. El ciclista, en su defensa, adujo que había generado mucho más en concepto de promoción de lo que le habían pagado.
El fiscal dijo en el proceso que había engañado a sus rivales, a los aficionados, a los patrocinadores y a los organizadores de las carreras, pero el acuerdo de cinco millones impidió que se celebrara un juicio por el que iban a desfilar George Hincapie, Tyler Hamilton , Jonathan Vaughters, Levi Leipheimer y Frankie Andrey.
Además de revelarse los acuerdos secretos que pudo firmar con SCA Promotions y Acceptance Insurance o con el diario Sunday Time de Londres, que exigía que le devolviera la indemnización de un millón que tuvieron que pagarle por acusarle de dopaje, algo que después se vio que era cierto. Eludir todos estos careos sí que fue un buen demarraje, culminado con escapada en solitario, porque se puede decir que, de todos estos graves contratiempos, al final ha caído de pie.
Nunca fue considerado el mejor ciclista de todos los tiempos. En fin…
Ya sabes. Estadounidense pagado por marca deportiva estadounidense es igual a mejor ciclista de toda la historia. Más de lo mismo.
Uno de los tres más grandes. A Merck también le cazaron dopado.
De los tres más grandes mafiosos por cómo se comportaba con sus compañeros de pelotón y con cómo compraba a la UCI
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