El siglo XXI no está siendo el más propicio para el club Vasco da Gama. Desde 2022, es propiedad del fondo de inversión 777 Partners, en 2008 descendió por primera vez en su historia a la segunda división del Brasileirao y desde entonces ha descendido tres veces más. Se trata, sin embargo, de uno de los clubes más grandes del país; campeón de la Copa Libertadores en 1998, cuatro veces ganador del Brasileirao y 24 veces ganador del campeonato carioca, el torneo del Estado de Río de Janeiro.
Estos días celebra el centenario de uno de los momentos más influyentes en la historia del fútbol brasileño y no se trata de un título, tampoco de una final, ni siquiera implica a sus futbolistas. O sí, realmente sí los implica. Porque, aunque lo que celebran es el centenario de una carta, ese texto ayudó a que se normalizara la presencia de jugadores negros y se democratizara su origen social.
Y piensen por un momento, verán que el fútbol brasileño no se podría entender sin la aportación de los futbolistas negros y sin el cambio generado por gestos como la carta que envió el 7 de abril de 1924 el presidente de Vasco da Gama, José Augusto Prestes, a la Asociación Metropolitana de Deportes Atléticos y que se conoce a día de hoy como Resposta histórica.
Fútbol aristocrático
Brasil es el país con más población negra fuera de África y lo es como consecuencia, entre otras cosas, de los más de 300 años que estuvo vigente la esclavitud y que contribuyeron decisivamente al desarrollo inicial del país. De hecho, fue también el último país de América en abolirla. Lo hizo en el año 1888 con la proclamación de la Ley Áurea; un breve texto, de apenas dos líneas, con el que los miles y miles de esclavos que se extendían por el país, siguieron ejerciendo el mismo trabajo, pero empezaron a recibir una pequeña remuneración por ello.
Este cambio se produjo en un momento en el que el fútbol se extendía por el país y se empezaba a practicar en los clubes elitistas de Río de Janeiro o de Sao Paulo. Se trataba fundamentalmente de clubes de regatas a los que se fueron añadiendo otros deportes habituales en el Reino Unido. En unos tiempos en los que la aristocracia blanca temía una revuelta de los sin tierra y en los que conceptos como la limpieza de la estirpe eran muy valorados, los clubes deportivos y sociales contribuyeron a la consolidación de las estructuras sociales.
El mero hecho de enfrentarse en cualquier deporte a personas de otra raza o clase social era considerado degradante. Así, el futbolista Miguel do Carmo, fundador en 1900 del club Ponte Preta, fue el primer jugador negro del que se tiene registro en el país.
A pesar de la oposición de las élites, el fútbol siguió extendiéndose entre las clases populares de Brasil y los mismos clubes que cerraban sus puertas a ciudadanos de otras razas o clases sociales, incluían en sus equipos a futbolistas negros.
El periodista Mario Filho, que oficialmente da nombre al estadio Maracaná, contaba en los años 30 el fichaje en 1916 de Carlos Alberto por Fluminense. Para disimular el color de su piel, el jugador se untaba con polvo de arroz antes de los partidos. En 1919 la selección brasileña ganó su primer Campeonato Sudamericano, actual Copa América, gracias a los goles de Arthur Friedenreich, hijo de un alemán y de una lavandera negra.
Al día siguiente, la zapatilla con la que marcó el gol definitivo en la final estaba expuesta en una joyería de Río de Janeiro. Friedenreich fue la primera gran estrella del fútbol brasileño, el jugador del que Eduardo Galeano dijo que hizo que el fútbol brasileño perdiera los ángulos rectos; también fue un futbolista que se alisaba el pelo antes de los partidos para ocultar sus raíces negras.
Dos años después de aquel título, cuando la selección brasileña iba a disputar un nuevo Sudamericano, el presidente del país ordenó que no se incluyera en el equipo a ningún futbolista negro. Aunque a las élites brasileñas les gustaba utilizar el concepto de Democracia Racial, se resistían a que cualquier negro representara oficialmente a su país.
A Resposta Histórica
En 1898 nació el Club de Regatas Vasco da Gama al norte de Río de Janeiro, lejos de los barrios más exclusivos de la ciudad. Si Flamengo o Fluminense estaban formados por la aristocracia de Río de Janeiro, buena parte de los socios del nuevo club eran pequeños y medianos empresarios.
Después de un rápido crecimiento, en 1915 nació la sección de fútbol del club, con la misma filosofía respecto a la participación de deportistas de diferentes procedencias sociales. Al margen del Campeonato Carioca en el que jugaban los mejores y más elitistas clubes de Río, se disputaba también la Liga Suburbana, con equipos más modestos y formados por jugadores de las clases populares.
Vasco da Gama se fijó en esta liga y fichó de ahí a algunos de sus mejores jugadores. Así, en 1922 ganó el campeonato de Segunda División y logró su primer ascenso a la máxima categoría, con un equipo que incluía a varios jugadores negros y de clases populares.
Para sorpresa de los principales clubes de Río, Vasco da Gama terminó ganando también el Campeonato Carioca de 1923, convirtiéndose en el primer equipo que ganaba contando con jugadores que no pertenecían a la élite social. Este hecho podía poner en riesgo el control que ejercían sobre las competiciones y la imagen de superioridad de las élites que se transmitía a través de un fútbol que cada vez contaba con más seguidores.
Como respuesta, los clubes cariocas crearon una nueva competición. Vasco da Gama fue invitado, pero para participar debía cumplir con las normas de la recién nacida Asociación Metropolitana de Deportes Atléticos, que otorgaban privilegios en la toma de decisiones a los que entonces eran los cinco clubes más importantes de Río (Flamengo, Fluminense, Botafogo, Bangu y América) y excluían a los jugadores que consideraban «indeseables para el fútbol»: los analfabetos, pobres e inmigrantes. Eso incluía a 7 jugadores del primer equipo y 5 del segundo equipo de Vasco da Gama.
El 7 de abril de 1924 llegó la respuesta del club, por medio de la carta que hoy se conoce como Resposta Histórica. Explicaban que las resoluciones de la Asociación dejaban en situación de inferioridad a Vasco da Gama y que «no pueden ser justificadas, ni por las deficiencias de nuestro campo, ni por la simplicidad de nuestra sede, ni por la condición modesta de un gran número de nuestros asociados».
En definitiva, la aceptación de estas normas y la exclusión de algunos jugadores «nunca se realizará con la solidaridad de quienes dirigen la casa que los acogió, ni bajo el pabellón que ellos tan galantemente cubrieron de gloria». Con esta carta Vasco da Gama renunciaba a participar en la nueva liga y reafirmaba su apuesta por un fútbol más popular. Como consecuencia de ello, el fútbol carioca quedó dividido en dos campeonatos diferentes.
Sin la presencia de los clubes que se unieron a la nueva asociación, Vasco da Gama volvió a proclamarse campeón del Campeonato Carioca y aumentó la popularidad que venía ganando, hasta situarse como el club que más aficionados reunía en sus partidos. Como consecuencia, inició una colecta entre sus socios y aficionados para la construcción de un estadio para 50.000 espectadores y en 1927 se inauguró el Sao Januario, el más grande del país hasta la construcción de Maracaná y que sigue siendo, a día de hoy, la casa de Vasco da Gama.
Racismo en el fútbol brasileño
La división del fútbol carioca no duró más que un año, pero, una vez reunidos los clubes, los jugadores fueron obligados a rellenar un documento que debía incluir su fecha de nacimiento, empleo, nacionalidad… Además se creó una comisión de investigación para perseguir el prohibido profesionalismo de los jugadores.
Era un nuevo intento de mantener la restricción del fútbol a las élites y apartar a algunos futbolistas de Vasco da Gama. El club respondió dando clases de leer y escribir a los implicados para que pudieran cumplir el trámite y les proporcionaron trabajo en empresas de algún socio para ocultar el dinero que recibían por jugar al fútbol.
En realidad, la popularización del fútbol era imparable y el éxito de Vasco da Gama no era más que la evidencia de ello. Ante la presión de las élites, la Resposta Histórica había reafirmado los valores del club y había multiplicado su base social hasta permitirle construir el mayor estadio del país.
El profesionalismo en el fútbol se legalizó definitivamente en 1934, facilitando de esa manera la participación de las clases más desfavorecidas, principalmente la población negra. Desapareció el polvo de arroz de la piel de los jugadores y en el Mundial de 1938, Leonidas da Silva se convirtió en el máximo goleador y una de las grandes estrellas. Después han venido los Pelé, Garrincha, Jairzinho, Zico, Socrates, Romario, Ronaldo, Ronaldinho, Neymar o Vinicius, también Marta, Cristiane o Kerolin.
El fútbol brasileño ha adquirido una identidad en el mundo, principalmente, gracias a la aportación de los futbolistas negros y negras. Hoy en día es impensable que no tengan un protagonismo, sin embargo el racismo sigue siendo un problema estructural en Brasil. Más de 130 años después de la prohibición de la esclavitud, la pobreza y la marginalidad siguen teniendo color en Brasil y eso se refleja también en el fútbol.
Los equipos están llenos de jugadores negros, pero su proporción no es tan numerosa entre el público. Tampoco se ven apenas entrenadores negros, mucho menos directivos. Sí se pueden encontrar entre los empleados de base de los clubes, reproduciendo una realidad semejante a la de la propia estructura social. El último informe del Observatorio de Discriminación Racial en el Fútbol, publicado en 2022, contabilizaba 98 denuncias por actuaciones racistas aquel año en el fútbol brasileño. La Reposta Histórica de Vasco da Gama allanó el camino para la igualdad en el fútbol brasileño, pero todavía queda camino por recorrer.