Sin Xavi, el Barça se asoma al abismo

Un cruce de declaraciones ha dinamitado el proyecto del FC Barcelona con Xavi Hernández como entrenador. No han sido los resultados, sino, como explicó Gemma Herrero, que el míster dijera la verdad en una rueda de prensa: no hay dinero.

El porcentaje de rendimiento de Xavi con el Barça, en torno al 70%, está fuera de los números de un campeón, pero los índices que bordeaban (y superaban) el 80% en los que estuvo, por ejemplo, Guardiola, se firmaron con una plantilla que tenía dos cracks mundiales para cada puesto. Algunos de ellos, los mejores del mundo. Y en el centro, el mejor de la historia.

Koeman todavía contó con Messi, pero se quedó en un 68% y, el año de su salida, iba por el 46%. Otro ejemplo, Ernesto Valverde hizo 73% el primer año y 69%, el segundo. Además, de Xavi hay que destacar que, al contrario que sus predecesores, su línea ha sido ascendente: 61,9%, 70,44% y 70,51%.

Pero lo que no indican esos números es, como se ha dicho, la plantilla, que siempre es el alfa y omega. Y la calidad ha ido perdiendo enteros. En estas circunstancias, Xavi tuvo que asumir un equipo deprimido, hundido tras fracasos sistemáticos especialmente en Europa. La pérdida del mejor jugador de la historia, alguien que podía resolver los partidos andando.

No solo eso, el llamado ADN Barça es una filosofía de juego tan asentada entre los socios del club, la imagen de marca en el mundo y los medios que fiscalizan al equipo, que tratar de mantenerlo con plantillas de calidad decreciente es una presión añadida paralizante.

Xavi fue la solución del club en este callejón sin salida. Tenía el suficiente peso institucional para imponerse a las intrigas palaciegas de los grandes clubes, especialmente en momentos de crisis. Y sobre todo, si algo ha tenido, ha sido valor; valentía de renunciar al ADN Barça para arrancar puntos importantes y mantener la estabilidad.

En una situación calamitosa, cuando se estaba todavía en una fase de transición, logró tener al equipo lo suficientemente vivo como para poder aprovechar una liga que se le puso a tiro. Nadie esperaba ese torneo, ni los más optimistas. Un trabajo que se estaba realizando sobre todo con la exitosa incorporación de jóvenes al primer equipo.

Este año, doce puntos de diferencia con el Real Madrid son demasiados, pero la salida de la Champions estuvo en un detalle. Es historia ficción pensar qué se hubiera hecho con un Borussia que juega como los ángeles, pero al PSG lo tenía prácticamente visto para sentencia y un error puntual hizo que se derrumbase como un castillo de naipes. Lógicamente, es fácil desestabilizar a un equipo que está con lo justo.

Al final, la ambición, y los mensajes que se envían a través de los medios, ha deteriorado la faceta más importante que necesita un técnico que está reflotando un proyecto con inmensas dificultades: la anímica. Con el anuncio y desmentido de su marcha se inició el principio del fin y, ahora, es paradójico que después de tanta boutade como ha dicho Xavi en ruedas de prensa le vaya a tocar salir por decir la verdad: no hay dinero.

El efectismo de la posible llegada de Hansi Flick para sustituirle es de máxima calidad. Fue el autor del 2-8 que dejó al Barça turulato. Junto a Lewandowski y Coutinho, será el tercero en desembarcar de esa plantilla. El cuarto podría ser Kimmich. Parece que el Barça se ha enamorado de su «maltratador», algo que puede ser muy tóxico. Veremos qué pasa, pero el riesgo que se corre si este proyecto naufraga es el del apocalipsis. Xavi asumió que su plantilla no era puntera y que por eso no podía hacer un juego puntero, ese era el camino más corto para volver a la elite europea. La paradoja puede ser que por no aceptarlo, ahora, se acabe muy alejados de la elite. Precisamente, lo que alguien de la casa como Xavi estaba evitando con éxito.