Pues está todo decidido: el ganador, los que se han clasificado para Europa y los que descienden. La penúltima jornada de LaLiga ha resultado definitiva y la última no servirá de nada. El Real Madrid campeón y de calentamiento en Villarreal donde empató a cuatro, el Barça que ganó 3-0 al Rayo se asegura la segunda plaza y disputará la Supercopa, el Girona es tercero y cuarto el Atlético que se despidió de su afición con una derrota ante el Osasuna como guinda de una campaña desastrosa.
La Real Sociedad jugará la Europa League, el Betis la Conference League y el Cádiz acompaña a Granada y Almería a Segunda. Ya está todo el pescado vendido y el próximo fin de semana no habrá nada en juego.
Por arriba, ha sido la temporada en la que un Real Madrid sin Courtois, Alaba, Militao ni Benzemá apenas ha pasado apuros y ha ganado el título con todo merecimiento perdiendo un sólo encuentro y en la que el Girona llegó a ser líder, se ha clasificado por primera vez en su historia para la Champions League y ha ridiculizado de paso al Barça goleándole en Montjuïc y en Montilivi.
Ante la intrascendente última jornada, para quien quiera emoción, que no se pierda el siguiente capítulo del sainete en el que se ha convertido el club azulgrana, que no falla y no para de generar contenido; son una mina. Lo último es que Laporta y Xavi se reunieron durante cinco minutos una vez que se acabó el partido ante el Rayo y han quedado para verse después del Sevilla para decidir la continuidad del técnico.
Todo esto, tres semanas después de una rueda de prensa en la que ambos vendieron ilusión, estabilidad y proyecto. Tres semanas, no tres años. ¿Que qué ha pasado? Que el presidente está muy cabreado con el entrenador y medita seriamente echarle después de que éste soltara en rueda de prensa lo que todo el mundo sabe: que la situación económica es calamitosa.
El Barça se ha apuntado al surrealismo y crece la sensación de bochorno, pero Joan Laporta tiene la inmensa suerte de un Camp Nou en obras y un Lluis Companys plagado de guiris donde no hay plebiscito alguno. Con el circo que tienen montado y ni una pancarta, apenas un par de gritos por aquí y por allá orquestados por la grada de animación animando a Xavi y un débil «Barça sí, Laporta no» que algunos silbaron.
Nada, en fin, que sirva como termómetro de lo que opina la masa social mientras el club parece desintegrarse ante sus ojos a cámara lenta, poquito a poco, sumido en una crisis permanente donde cada noticia es peor que la anterior. Y ojo, que no tiene ninguna pinta de que el asunto vaya a mejorar a corto y medio plazo.
Es imposible hacer un análisis sobre lo que puede suceder con Xavi porque probablemente ni siquiera a estas alturas Laporta lo tenga decidido. Y si lo tiene, puede cambiar de opinión mañana o pasado dependiendo de quién sabe qué. La improvisación, los golpes de efecto que hasta no hace mucho eran tan celebrados por sus fans, se han convertido ahora en cierta sensación de vergüenza ajena porque una entidad que está viviendo un momento delicadísimo económica, social, deportiva e institucionalmente, está gobernada a golpe de impulsos emocionales y testosterona.
El Barça es Casa Paca. Un desbarajuste detrás de otro. Una montaña rusa. Un despiporre. Ahora lloro porque Xavi es estupendo y muy culé, ahora le echo porque me cabreo, así que prever lo que está por venir es sencillamente una temeridad cuando ni sus directivos -que no pintan nada pero siguen tragando- lo saben. Mejor esperar a ver de qué humor se levanta el presidente y qué altibajos tiene durante los próximos días. En esto, en fin, se ha convertido el Barça. La última jornada ya no tiene intríngulis, pero Laporta entretenido es un rato.
El Barsa hiede a S.A.D.
sad como que sad deje de insultar madridista ladron
A mucha honra, yo trabajo en casa paca.