Opinión

Mbappé no es tan bueno, Haaland tampoco, Bellingham es un fraude y todo el mundo sabe de fútbol

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Bellingham, Haaland, Mbappe, en tela de juicio por un solo partido de Champions
Jude Bellingham (Foto: Cordon Press)

Xavi Hernández era un fraude, Simeone estaba acabado, Erling Haaland es un jugador sobrevalorado, lo de Mbappé no es para tanto y a Bellingham se le ha dado demasiada bola. La Champions tiene el poder de montar y desmontar mitos ya no en una temporada, ni en una eliminatoria, sino tan solo en un partido.

El de ida, concretamente. Esta semana sabremos qué equipos se clasifican para semifinales y de paso se construirán y derribarán pedestales a un ritmo vertiginoso porque sí, porque mola, porque esto no va de trayectoria, ni de un plan, sino de un momento fugaz que decidirá quiénes son los buenos y quiénes unos paquetes que no merecen nuestra admiración.

Los análisis sesudos, las teorías, estadísticas, mapas de calor y pizarras a hacer puñetas si la pelotita en lugar de golpear contra el palo se cuela dentro para convenir entonces que el fútbol tiene sus propias reglas y que si lo supiéramos todo de antemano hace ya rato que el negocio se habría ido a pique porque resultaría aburridísimo.

Porque a ver, ¿quién podría haberse imaginado en enero que el Barça daría un puñetazo sobre la mesa con un partido de equipo serio, coral, en París y se jugaría el pase a semifinales en casa con ventaja? Aparte de Xavi, digo, que sigue convencido de que su anuncio de adiós en diferido ha sido la clave del cambio y los números y resultados le dan la razón a pesar de que hasta en su propio vestuario hay jugadores como De Jong, Raphinha o Lewandowski que afirman que no, que no influyó. Dar con la tecla, adivinar a priori e incluso a posteriori cuál es la clave, la línea que separa el éxito del fracaso, no es que sea difícil, sino que a menudo resulta imposible.

Somos tan yonkis de un relato que se ajuste a todas las pelis y documentales que hemos visto, los libros, reportajes y artículos que hemos leído que nos cuentan épicamente que hubo un día, una hora, una frase, una mirada, un gesto, que lo cambió todo para siempre, que ya estamos viciados. Y puede que a veces sea cierto que existe ese momento mágico, pero es bastante probable que en muchas otras ocasiones, no.

Que dependa de si Mbappé duerme bien la noche del lunes y Lamine Yamal haga bien la digestión el martes, que Haaland esté inspirado o que Bellingham la meta dentro en lugar de estrellarla contra el larguero porque el azar es lo que tiene y la suerte como factor a tener en cuenta no está bien vista porque no tiene una explicación lógica, razonada, que es lo que queremos.

Todo este rollo viene a cuento porque llevo un par de días en los que me preguntan qué creo que va a pasar y cuando contesto que no tengo ni idea percibo cierta decepción. Si lo supiera me dedicaría a las apuestas aunque esté mal que lo diga en voz alta y no haya apostado yo en mi vida no vaya a ser que me enganche. O al Euromillón, porque puestos a adivinar que sea a lo grande y con un bote de esos de qué hago con tanta pasta, madremía que no me la acabo ni queriendo. Así en plan futbolista, Amancio Ortega o Taylor Swift, vaya. Pero de semifinales de Champions, pues ni idea.

Así al tuntún, diría que el Manchester City es super favorito por el resultado de ida (3-3 en el Bernabéu), porque la vuelta se juega en el Etihad, porque encima están con la moral por las nubes después de que el Liverpool y el Arsenal hayan perdido en su casa y sea el líder de la Premier y porque Guardiola siempre parece que tiene un plan.

Que el Atlético tiene muchas posibilidades porque el Borussia de Dortmund tampoco es un coco y llevan ventaja tras el 2-1 en el Metropolitano. ¿Y el Barça? Pues no me atrevo, oiga. Fue tan sorprendente lo que sucedió en el Parque de los Príncipes, tan inesperado ver a un Barça que a pesar de encajar dos goles en 134 segundos nada más comenzar la segunda parte no se viniera abajo como acostumbraba en Europa, que ahora parece favorito también, pero no me fío porque un tal Mbappé, que es una bestia, puede destrozar cualquier pronóstico en medio metro de césped a pesar de que muchos le den por finiquitado. No es prudencia ni equidistancia por mi parte: es ignorancia. Es que no lo sé.

De lo que sí estoy segura en cambio es de que muchas de las teorías y sentencias previas cambiarán radicalmente esta semana dependiendo de un resultado, de una noche, incluso pueden decidir el futuro inmediato de algunos de sus protagonistas. Xavi, por ejemplo. Laporta, incluso. Y que eso no habla precisamente bien de lo que se vende como un proyecto, una idea, un plan, sino que explica justo lo contrario. Pero qué sabré yo. Ojalá supiera.

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