Si tenéis algún hijo jugando a fútbol ya lo sabréis. En Semana Santa, si no tienes torneo tienes campus, y quizá tengas las dos cosas. Juraría que antes no había tantos torneos para niños pequeños, pero no me quejo en absoluto. Mi hijo está contento y yo también. Verlo jugar es mi hobby favorito y un torneíto sabatino es la excusa perfecta para no salir el viernes por la noche. Y no hay nada que agradezca más ahora mismo que una excusa sólida para rechazar salir los viernes por la noche.
Además, de alguna manera y en mágica conexión, se puede decir que el deporte que hace mi hijo es bueno para mi salud. Si tiene que correr un cross un domingo por la mañana o si tiene un partido en la matinal de un sábado, nos toca despertarnos pronto y entonces ya no salgo en todo el fin de semana: bueno para mi salud, buenísimo. Este beneficio irrebatible no lo vi venir, pero se agradece. Pese a ello, quizá no sea suficiente. Movido por la ambición, he jurado que voy a volver a hacer deporte. De momento, el otro día fuimos a los karts.
Muy bien los karts. Podría haber estado horas dando vueltas sin cansarme. Ver jugar a mi hijo a fútbol y los karts. Creo que he encontrado mis deportes.
Antes había menos, pero también había torneos de fútbol base. Jugué unos cuantos y recuerdo algunos mejor que otros. En uno de ellos fuimos a Francia y en el capítulo de memorias destacaría lo siguiente:
1) nos llevaron a Eurodisney y ¿qué compré? Lógicamente en Eurodisney París compré una pelota de béisbol de los New York no sé qué y una camiseta del
Oporto, una alegría doble para mi madre cuando abrió la maleta al volver a casa
2) me las apañé para sintonizar en el walkman Radio Nacional de España e informar al resto de los resultados de la jornada, en lo que todavía hoy es mi mayor gesta tecnológica y periodística
3) el primer balón que toqué me pareció un momento muy trascendente para mí en particular y para el fútbol español en general, porque era el primer balón que tocaba fuera de España y resulta que aún me acuerdo: un pasecito corto con el exterior cerca de la banda izquierda, está el gol de Iniesta y esto otro.
y 4) un compañero dijo «como no hablan español los voy a insultar todo el rato» y antes del minuto cinco ya cambió de idea porque (casi) le habían pegado.
En otro torneo nos llevaron a Calldetenes, un pueblo de la provincia de Barcelona. Recapitulemos
1) comí el mejor bocadillo de lomo con tomate, el mejor de la historia
2) ganamos el torneo, pero de los partidos solo recuerdo la hostia en la espalda que le pegó uno de mi equipo a un rival en una barrera y un gol que me sacaron bajo palos
y 4) el pueblo estaba muy cerca de Vic y una noche íbamos paseando y un compañero se acercó a unas señoras que estaban con sus sillas a la fresca y les preguntó por la fábrica de bolis ¿Qué fábrica? La de bolis, la de Bic, jajaja, Vic. Me pareció lo más gracioso que había escuchado en mi vida.
Quiero decir. A nadie le gusta madrugar, pero ¿cómo voy a negarle a mi hijo estas enriquecedoras experiencias?
Bravo, bravo!
Qué buenos son los torneos (de lo que sea) para la chavalada…