Aleksandar Petrović (Šibenik, 1959) fue un jugador extraordinario en la década de los 80. Clave en la Cibona inolvidable que ganó dos veces seguidas la Copa de Europa, su aportación al baloncesto del país balcánico va mucho más allá. Entre otros méritos, fue asistente de Petar Skansi en los Juegos Olímpicos de Barcelona y entrenador principal en el Eurobasket de 1995. El bronce en aquel campeonato celebrado en Grecia sigue siendo la última medalla de Croacia en un gran torneo.
La historia de la Cibona no se entiende sin él: ha sido jugador, entrenador y hasta presidente (se hizo cargo de un club con graves problemas económicos). Ser el hermano mayor de una leyenda y habernos citado para la entrevista en el museo dedicado a Dražen en Zagreb (Muzejsko-memorijalni centar Dražen Petrović) encierra el peligro de reducir la dimensión del propio Aleksandar. Entre medallas, trofeos y camisetas, y después de ser recibidos de manera afectuosa por Biserka, su madre, comenzamos el viaje por el principio.
¿Qué es lo que más recuerdas de tu infancia, Aleksandar?
Mis recuerdos vienen de Šibenik. Mis padres trabajaban fuera de casa: mi padre era policía y mi madre trabajaba en una librería. Yo tenía que cuidar a mi hermano pequeño. Entre Dražen y yo había una diferencia de cinco años y medio. Me encargaba de él mientras mis padres estaban trabajando. Por ejemplo, cuando yo tenía 13 años Dražen tenía ocho, así que siempre estaba a mi lado.
Comencé a centrarme en el baloncesto cuando tenía 11 años. En 1970 se celebró el Mundial en Ljubljana, y Yugoslavia ganó la medalla de oro. Todos los días echaban partidos en la televisión, y ahí me enamoré de este deporte, porque en Šibenik había muy poco baloncesto.
¿Cambió mucho tu vida a partir de ese año?
El inicio fue lento. En aquella época el baloncesto en Šibenik era muy flojo. Se jugaba mucho a fútbol y waterpolo. Cuando tenía 13 o 14 años el baloncesto comenzó a dar señales de vida.
Como vivía en una ciudad pequeña y jugaba en un club modesto no estaba muy a la vista de la gente de Belgrado. Tuve muchos problemas para entrar en la dinámica de las selecciones jóvenes. Con 16 años fui convocado por primera vez, con la selección cadete. Ya estaba entre las mejores promesas de Yugoslavia, y así comenzó mi vida profesional. Un año después participé en el Campeonato de Europa Júnior de 1976.
Que se disputó en Santiago de Compostela.
Sí. Yugoslavia ganó, y los tres jugadores más jóvenes del equipo destacamos. Ganamos el oro en la final ante la Unión Soviética [España fue bronce en aquel campeonato; NdR]. Después de este campeonato, con 17 años, tenía muchos ojos sobre mí; ya cabé en Zagreb, en la Cibona. Mi hermano, que tenía 12 años, se quedó en Šibenik. Ya jugaba al baloncesto en aquella época.
¿Es durante ese torneo, al medirte con los mejores europeos de tu edad, cuando te das cuenta de que puedes tener una buena carrera?
Ya venía de antes: el año previo, con el conjunto cadete, también formaba parte del quinteto inicial. Después del Europeo de 1976, como una consecuencia lógica, llegó mi traspaso a la Cibona.
Era seguramente uno de los tres, cuatro o cinco mejores jugadores jóvenes de toda Yugoslavia, pero tuve grandes problemas cuando llegué a Zagreb. Durante casi los tres primeros años tuve problemas continuos. No de lesiones, sino de enfermedades. Una de ellas, en el mismo 1976, fue muy grave. Al comenzar la temporada tuve una fiebre reumática con un ataque al corazón. Se descubrió a tiempo y pudieron tratarme bien, aunque al principio se pensaba que no podría volver a jugar al baloncesto.
¿No te quedó ninguna secuela física?
No, pero el pronóstico era muy grave. Lo primero era volver a la vida normal. Estuve cuatro o cinco meses en el hospital, y luego pude completar la segunda parte del curso escolar. En aquel momento ni pensaba en el baloncesto, pero después pude jugar otra vez en Šibenik.
Tras los Juegos Olímpicos de Montreal, Mirko Novosel cogió el timón de la Cibona. En febrero, cuando casi estaba curado, él vino a verme a Šibenik. Su idea era convencerme de que regresase a la Cibona. Volví a Zagreb y comencé de nuevo, pero fue agotador.
Con la enfermedad había perdido capacidad física. Siempre había tenido una gran condición, pero durante cinco años tuve que tratarme con inyecciones todos los meses. También debía tomar penicilina a diario. Poco a poco, volví a entrenar y a jugar, pero a un nivel inferior. La situación era muy mala, pero Mirko insistió en mí. No me quería dejar fuera, y eso que al principio hice muchos partidos malos.
¿No te desanimaste en ese proceso?
Lo pasé mal, pero Mirko, al que considero una de las personas más importantes de mi vida, no me dejo caer en una depresión. Además, antes del verano en el que iba a volver a la selección yugoslava cogí la mononucleosis. Otra vez tuve que parar. Fueron tres o cuatro meses. A comienzos de 1979, por fin, fui cogiendo poco a poco el ritmo de competición.
En la temporada 1981/82, con 22-23 años, alcancé mi primer pico como jugador profesional. Con la ayuda de Mirko me había convertido en uno de los mejores bases de Europa. Recuerdo que aquella temporada ganamos por primera vez el campeonato yugoslavo, y vencimos al Real Madrid en la final de la Recopa, en Bruselas. Ganamos en la prórroga a un Madrid en el que estaba Delibašić.
Una prórroga a la que se llegó gracias a una canasta tuya.
Sí, al final ganamos 96-95 [Aleksandar Petrović metió 22 puntos, los mismos que Krešimir Ćosić; Andro Knego alcanzó los 34. El Real Madrid no había perdido ningún encuentro en esa Recopa; NdR]. Y esa temporada ganamos también la Copa de Yugoslavia.
Después, llegó un bajón en el equipo, algo normal para aquella época. Habíamos ganado todo en 1982, y algunos jugadores dejaron el equipo para hacer el servicio militar. Entre ellos Knego y Nakić. En la temporada siguiente, la 1983/84, ganamos nuestra segunda Liga con una canasta de Mihovil Nakić. En 1984, Dražen se reunió conmigo. Llegó a la Cibona para disputar la Copa de Europa la siguiente campaña.
Para mí, personalmente, la 1984/85, al lado de Dražen, fue la mejor temporada. Junto a él, todos nos esforzamos al máximo, porque Dražen quería jugar y ganar todos los partidos. En el quinteto inicial estábamos yo como base, Dražen de escolta, Čutura de «3», Nakić de «4» y Knego de «5». Era un quinteto que en Zagreb se conocía de memoria.
No sonaba mal.
No [sonríe]; muchas veces facilitábamos que Dražen consiguiese unas grandes estadísticas individuales. En la temporada 84/85 llegamos preparados y descansados a los partidos definitivos. En aquella época el Real Madrid era el muro que había que superar para ganar los títulos importantes. Nuestro primer trofeo de campeones de Europa llegó en abril de 1985, en Atenas.
Volviendo un poco atrás, ¿cómo fue el encaje de Dražen en la Cibona? Sin él ya habíais ganado varios títulos, como la Recopa al Real Madrid.
Fue una situación natural. Antes de que jugase con la Cibona, coincidimos con Dražen en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Mirko Novosel, el entrenador, era también el seleccionador de Yugoslavia en 1984. En el quinteto de la Selección, salvo el caso de Dražen Dalipagić, había un claro protagonismo de la Cibona.
En los Juegos comenzamos a conocernos y aceptamos a Dražen de una manera sencilla. Como era un jugador de enormes cualidades, se incorporó muy pronto y de manera muy fácil a la dinámica del equipo.
En esos Juegos Olímpicos, tan recordados en España por una plata histórica, Yugoslavia se hizo con la medalla de bronce. Los 37 puntos de Dalipagić, unidos a los 15 de Aleksandar, fueron claves para superar a Canadá (88-82) en la batalla por el tercer puesto. Aquel fue el único metal olímpico –en su etapa de jugador- que consiguió el mayor de los hermanos Petrović.
En su palmarés con la selección yugoslava también brillan dos bronces mundialistas (en 1982 y 1986, éste último compartiendo vestuario con Dražen), un bronce europeo (en 1987, dentro de un grupo en el que ya comparecían Kukoč, Paspalj, Djordjevic, Rađa…) o un oro en la Universiada de Zagreb (también en 1987).
La temporada 1984/85, la de la primera Copa de Europa, ganasteis tres veces al Real Madrid; dos en la liguilla de semifinales y otra en la final de Atenas a un equipo que tenía a Corbalán, Fernando Martín, Brian Jackson, Wayne Robinson, Iturriaga, Romay…
No era fácil competir contra nosotros, y eso que jugábamos sin extranjeros. Teníamos una química excepcional. Todo el país nos seguía, no sólo en Zagreb. En aquella época la Cibona era como los Beatles.
Eráis los mejores representantes del baloncesto yugoslavo.
Sí. Para nosotros ganar al Real en Zagreb era algo normal [el resultado fue 99-90, con 44 puntos de Dražen; NdR]. La primera señal de que podíamos hacer algo importante fue cuando ganamos al Real en Madrid, con una actuación impresionante de Dražen [logró 35 puntos en el triunfo por 87-89; NdR]. Nadie pudo frenarlo.
Ahí fuimos conscientes de que estábamos preparados. En el último partido de la fase de semifinales jugamos contra el CSKA en Moscú. Por la diferencia horaria, jugamos tres o cuatro horas antes que los otros equipos. Nosotros ganamos y esperamos los resultados del Real Madrid y del Maccabi, que jugaba contra la Virtus de Bolonia, para ver quién sería nuestro rival en la final. Fue el Real Madrid y pudimos ganarles por tercera vez, en Atenas [87-78, con 36 puntos de Dražen y 16 de Aleksandar; NdR].
En esta misma publicación, leí una entrevista a Juanma López Iturriaga en la que reconocía que pensaban que os ganarían sin muchos problemas. En aquella época no existían los análisis que se manejan hoy, claro. Seguramente no sabían lo buenos que eráis. Encima, se quedaron alucinados con el ambiente en Zagreb. Esas situaciones no se pueden dar ahora. Todos los equipos se conocen perfectamente.
Claro. Pero mirándolo ahora, 40 años después, te das cuenta de que era muy complicado jugar contra nosotros. Éramos un equipo sencillo tácticamente, pero muy difícil de frenar. Dražen te masacraba en el uno contra uno, y cuando algún rival iba a hacer la ayuda, en el perímetro estábamos jugadores como Ušić o yo, con buen tiro de tres.
Aquello no era fácil ni para Iturriaga, ni para Del Corral, ni para Brian Jackson… Estar uno contra uno frente a Dražen era una pesadilla. Así, de esta manera, ganamos dos veces consecutivas la Copa de Europa. Dražen firmó un contrato de cuatro años, pero después del segundo, tras ganar en Budapest la final, tuvimos muchas bajas.
Para jugadores como Knego o Nakić era el momento ideal para ganar mucho dinero en otro club. Nosotros vivíamos bien, pero entonces no se ganaba el dinero que se puede ganar hoy.
Y no podías salir de Yugoslavia para jugar en el extranjero hasta los 28 años.
Sí, esa era la regla. Bueno, podías salir a los 26 si tenías 100 presencias con la Selección. Esa norma se acabó en 1988 con Dražen. Tenía 24 años cuando dijo que si no le dejaban irse al Real Madrid se marcharía a jugar a la NCAA. Era una amenaza, porque si se iba a Estados Unidos no volvería a jugar con Yugoslavia. La Federación tuvo que dar un permiso especial a mi hermano. Así pudo marcharse con 24 años al Real Madrid.
Otro aspecto en el que fue un pionero.
Dražen tenía muy claro lo que debía hacer en cada momento. Se fue de Šibenik para jugar la Copa de Europa y, después de cuatro años, vio que estaba preparado para el siguiente paso.
Buscaba nuevos retos constantemente.
Siempre. Cuando pensaba que estaba preparado, cerraba un círculo y abría otro. Pero en España fue algo diferente. Firmó por tres años con el Real Madrid, pero después del primer año… Ganó Copa y Recopa, pero se quedó un poco frustrado tras el quinto partido de la final de la ACB contra el Barcelona.
Todo el club pensaba que el arbitraje fue nefasto e influyó en el resultado [el Real Madrid acabó con cuatro jugadores en pista debido a las eliminaciones por faltas personales; NdR]. Él consideró cerrado su ciclo con el Real Madrid y se marchó a la NBA.
Antes has hecho referencia a la final de Budapest, en 1986. Allí ganasteis vuestra segunda Copa de Europa, ante el Žalgiris (94-82).Sabonis llevaba 27 puntos cuando fue descalificado por una agresión a Mihovil Nakić. En vuestros encuentros era frecuente que jugadores rivales se desquiciasen y se desconectasen del partido.
Para nosotros, especialmente para mí y para Dražen, eran naturales esos juegos psicológicos.
¿No había ninguna consigna del entrenador al respecto?
No, era algo individual; nos salía de dentro. Pero había casos diferentes. Čutura, Knego o Nakić, por ejemplo, eran jugadores tranquilos, que jamás se metían con nadie. Todo comenzaba por Dražen y por mí.
El trashtalk de la NBA ya lo hacíamos nosotros hace 40 años. Cuando consigues ganar al Real Madrid o al Žalgiris, además de ganar, debes meterte en la cabeza de los rivales de la manera más profunda posible, haciendo «heridas deportivas». No hablo de dar un codazo o de un daño físico. Eso no. Era verbal, con gestos y algunos movimientos.
Pensabais ya en el siguiente partido contra esos equipos.
Se trataba de humillar deportivamente, para que los próximos duelos contra ese equipo fuesen más fáciles. Pero antes había que llegar a la Copa de Europa, y no te puedes imaginar lo complicado que era. Tenías que ganar aquella Liga yugoslava: con Partizan, Estrella Roja, Cibona, Zadar, Split…
Era posiblemente la mejor Liga de Europa en esos años.
Y en aquella época jugábamos sin extranjeros. Fue algo impresionante. Para ganar un campeonato tenías que derrotar a grandes equipos.
¿Era más difícil ganar la Liga de Yugoslavia que la Copa de Europa?
Sí. La situación antes era muy diferente. Ahora la Euroliga tiene cuatro equipos españoles, dos turcos, dos griegos… En aquella época sólo se clasificaba el campeón de cada país. Una vez en el torneo, había tres o cuatro partidos decisivos. Había que ganar a Maccabi, Real Madrid, CSKA, Žalgiris…Bueno, entre CSKA y Žalgiris sólo podía ir uno. La competición se movía entre cuatro o cinco equipos. No más. Los demás eran peligrosos, pero no llegaban al nivel que podíamos alcanzar.
Hoy todo ha cambiado, pero jugar aquella Liga de Yugoslavia fue una experiencia impresionante para nosotros. Y pudimos ganar tres veces: en el 82, el 84 y el 85.
El Partizan de Slavnić, Grbović y Dalipagić, en 1982, y el Estrella Roja dirigido por Žeravica, en 1984 y 1985, fueron superados por aquella Cibona insaciable, que añadió seis Copas de Yugoslavia a su currículo de unos años inolvidables. Unos cursos dorados imposibles de entender sin el liderazgo de Aleksandar Petrović, dentro y fuera de la pista.
Además, en la Copa no fallabais casi nunca.
La Copa fue un refugio para nosotros cuando fallábamos en otros torneos. Ganamos varias en los años 80. La primera llegó en la 1979/80, en Borovo, contra el Bosna de Sarajevo; el equipo que en 1979 había sido campeón de Europa, con Bogdan Tanjević de entrenador. Un equipo con Delibašić, Radovanović… Fue nuestro primer gran trofeo.
Ganamos la Copa en 1980, 81, 82, 83, 85, 86… Este título siempre era para la Cibona. Un escape en momentos complicados. En 1979 y 1980 no ganamos la Liga porque perdimos uno o dos partidos tontos, en canchas pequeñas, que ni conoces.
El baloncesto era un fenómeno en todo el país. El sábado, a las cinco de la tarde, no se veía en Yugoslavia a ninguna persona por la calle. Todo el mundo estaba sentado frente al televisor. Ese día y a esa hora daban el derbi de la jornada.
¿Siempre a la misma hora?
Sí, sábado a las cinco. Era el partido televisado. El mejor de la jornada, y siempre era un derbi. Siempre.
Desde la perspectiva actual, cuesta entender que el campeón de Europa no jugase la competición al año siguiente si no ganaba la Liga de su país esa temporada. Fue lo que pasó con la Cibona, que no disputó la Copa de Europa 1986/87.
Sí. La Cibona, en el momento en el que estaba más fuerte, se complicó la vida en un partido contra el Zadar, en Zagreb. Ellos hicieron un encuentro impresionante. Yo no estaba porque me tocaba cumplir con el servicio militar, pero jugaron Cvjetičanin, mi hermano… En el minuto 27 entró en juego Petar Popović, padre del jugador que estuvo en Fuenlabrada.
¿De Marko?
Sí. En 18 minutos, 13 hasta el final del segundo tiempo más los cinco de la prórroga, Petar metió más de 30 puntos. Nos ganaron 112-111. Zadar fue el campeón de la Liga en 1986 y se clasificó para la Copa de Europa. Y nosotros, que habíamos ganado dos veces seguidas la Copa de Europa, nos quedamos sin jugar la la temporada siguiente. Disputamos y ganamos la Recopa, al Scavolini, en una final que se jugó en Novi Sad.
No podéis jugar la Copa de Europa y ganáis la Recopa. La sucesión de títulos, a nivel nacional e internacional, fue tremenda. ¿En aquella época lo veíais como algo más o menos normal o ya eráis conscientesde que estabais haciendo historia?
Éramos conscientes de la dificultad. Mira, de 1979 a 1992 Bosna fue campeón de la Copa de Europa una vez, Cibona dos veces, Jugoplastika tres veces y Partizan una. ¡Siete de esos torneos los ganaron equipos de la Liga de Yugoslavia! Y sin extranjeros. Eso significa lo fuerte que era esa competición con esos equipos.
Por otro lado, tuvimos algunas experiencias que nos ayudaron a ser conscientes del nivel que había. En el mes de noviembre, la Federación de Yugoslavia siempre paraba el campeonato liguero.
Para una gira por Estados Unidos.
Sí, duraba dos semanas. Iban los clubes que querían. La Cibona fue a Estados Unidos siete u ocho veces consecutivas. Mirko Novosel tenía relación con Dave Gavitt, entonces entrenador de Providence. Tenía contactos con equipos de la Big East Conference. Salíamos, jugábamos contra Syracuse, Georgetown, Boston College y Providence, y volvíamos a casa.
Fue un sueño para nosotros jugar en América por primera vez. Cinco o seis años después de nuestra primera visita, recuerdo que la Cibona fue noticia en la CNN: «Un equipo de Yugoslavia que en tres días ha ganado a…». En 1984, ganamos en tres días a Syracuse, Georgetown y Boston College.
Recuerdo que en Georgetown el entrenador era John Thompson Jr., que iba con una toalla en el hombro. Aquel fue el primer partido de Patrick Ewing con Georgetown. Me acuerdo bien porque ganamos. En la CNN ni decían el nombre de nuestro club. Éramos «un equipo de Yugoslavia» que había ganado a tres colleges muy importantes. Fue una señal de alarma para ellos. Y estamos hablando de 1984.
Durante esos años, estaba todo programado y planificado por la Federación de Yugoslavia, pero con la guerra se acabó. Eso sí, luego con Croacia tuvimos grandes éxitos de 1992 a1995. Ningún equipo nacional ganó medallas cuatro años seguidos.
Fuimos segundos en los Juegos Olímpicos de Barcelona; en 1993, semanas después de la muerte de Dražen, fuimos terceros en el Europeo; en 1994, en el Mundial de Toronto, otra vez fuimos terceros; y la última medalla fue en Atenas, conmigo de entrenador, en el campeonato europeo de 1995. Después perdimos nivel y poco a poco fue desapareciendo esa magia.
En 1987 saliste por primera vez de Yugoslavia. ¿Cómo acabaste en Pésaro? Estuviste sólo un año y luego volviste a Zagreb.
En 1987, ganamos la Recopa en Novi Sad ante el Scavolini de Pésaro [89-74 fue el resultado, con 28 puntos de Dražen, 18 de Aleksandar y 17 de Nakić; NdR]. Dražen destacó en esa final y yo metí 15 puntos seguidos que rompieron el partido. Scavolini fichó a Valerio Bianchini como entrenador, y Bianchini me quería a toda costa.
Durante ese año en el Scavolini no jugué en mi posición. Jugaba junto a Andrea Gracis, uno de los mejores bases de Italia, y yo hacía más de escolta que de base. Metí 34 puntos en mi primer partido, y tuve encuentros demás de 40 puntos. Estadísticamente fue la mejor temporada de mi carrera, pero estaba muy frustrado.
Dos partidos antes del inicio del play-off, Valerio se fue a Estados Unidos y realizó un cambio de extranjeros: Greg Ballard y yo salimos del equipo. Él pensaba que no podía ganar la Lega con nosotros dos ocupando las plazas de extranjeros; creía que necesitaba cambiar. Y funcionó.
Un partido antes del play-offentraron dos americanos nuevos y al final Scavolini ganó ese campeonato. Me frustré mucho. Tenía pensado jugar fuera cuatro o cinco años, pero después de esa mala experiencia volví a Cibona y jugué aquí un año más. Luego Mirko regresó de Italia, donde había estado entrenando al Napoli, y me escogió para ser su ayudante en su última etapa como entrenador. Después empezó la guerra.
¿De qué temporada estamos hablando?
[Piensa unos instantes] La 90/91 fue mi primera temporada como segundo de Mirko. En la 91/92 ya estábamos en guerra.
Has hablado varias veces de Mirko Novosel. ¿Ha sido la persona más influyente en tu carrera?
Absolutamente, y no sólo para mí. Por ejemplo, mira este pabellón, donde juega la Cibona, que ahora se llama Centro de Baloncesto Dražen Petrović. Zagreb tenía unas instalaciones y una organización deportiva muy malas.
Competíamos en otro pabellón, donde también se jugaba a balonmano y fútbol sala. Él comenzó a organizar los Juegos Universitarios en Zagreb. Cada equipo deportivo empezó a tener un pabellón propio, no sólo la Cibona. También los equipos de balonmano o voleibol.
Mirko era una persona… Fue el padre de la inolvidable Cibona, además de seleccionador yugoslavo y croata. Falleció el pasado mes de julio. Fue una persona no sólo importante para mi carrera. También lo fue para todo el deporte de Zagreb.
En la temporada 1991/92 jugáis en Puerto Real los partidos como locales de la Liga Europea. Ese año alcanzáis los cuartos y perdéis contra el Joventut, que sería finalista. Fue una actuación muy meritoria.
Sí. Mirko, uno o dos meses después del inicio de la temporada, fue convocado por el presidente de Croacia, Franjo Tuđman, para hacer las gestiones y la diplomacia deportiva con vistas a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Mirko dejó el cargo de entrenador de la Cibona y yo, de repente, con 32 años, era uno de los técnicos más jóvenes. Recuerdo que mi primer partido como entrenador principal fue contra la Virtusde Bolonia, en Puerto Real, y ganamos. Fue mi estreno en la Copa de Europa.
La Virtus estaba entrenada por un joven Ettore Messina.
Sí, y después entré en la dinámica de la selección croata. Fui el ayudante de Skansi durante los Juegos Olímpicos de 1992, y de Mirko Novosel en el campeonato europeo de 1993. En 1994 no quería continuar como ayudante. Ese año, en el Mundial de Toronto, Josip Đerđa fue el entrenador. En 1995 me hice cargo de la selección croata.
Como ayudante de Skansi, Aleksandar tuvo un papel fundamental en la plata de Croacia en Barcelona 92. Todo el mundo recuerda la final contra el Dream Team, pero allí se llegó gracias a un triunfo agónico frente a la CEI (Comunidad de Estados Independientes) por 75 a 74. No fue el mejor partido de Croacia, pero los hermanos Petrović se las apañaron para ser decisivos.
Dražen sobre la pista, con 28 puntos (incluidos dos tiros libres decisivos) y Aleksandar al otro lado de la línea de banda. Él impulsó la estrategia de hacer faltas a Vólkov, confiando en que su muñeca temblase desde el tiro libre. La jugada salió redonda. El partido del ucraniano es más recordado por su 4/10 desde la línea de personal que por los 20 puntos anotados.
¿Qué recuerdos tienes del Dream Team de Barcelona 92? Fuisteis el único equipo que se midió dos veces a Estados Unidos en el torneo olímpico. Antes te has referido a Ewing al recordar vuestras giras con la Cibona.
Sí, y también jugué contra Michael Jordan en 1984. Fue en la preparación para los Juegos Olímpicos, con la selección de Yugoslavia. En aquellos años no parecía que fuese a ser el más grande de todos los tiempos. Para mí lo es con diferencia. Ese equipo de Estados Unidos era imparable.
La mayoría de los que han jugado contra él o lo han visto competir de cerca dicen lo mismo: que no ha habido nadie como Michael Jordan.
No. Ganó todas las finales de la NBA que disputó, y además tenía un carisma…
Siento algo de nostalgia por la NBA de hace 30 y 40 años: la época de las dinastías de Lakers y Celtics, el aprendizaje de Michael Jordan contra los Detroit Pistons antes de ganar su primer campeonato… Cuando ves todos esos partidos te entra algo de nostalgia. No es el mismo baloncesto que veo ahora. Es totalmente diferente: las reglas, cómo se protege al jugador cuando ataca…
Tres años después de la histórica plata en Barcelona se disputaba el Eurobasket de 1995, que podía traer el primer duelo entre Croacia y Yugoslavia tras el inicio del conflicto bélico. Estuvo cerca de producirse en la final; sin embargo, Lituania se impuso en semifinales (80-90) al plantel dirigido por Aleksandar, que contaba como asistente con un joven Jasmin Repeša.
Al penúltimo encuentro Croacia llegó con un pleno de victorias en el campeonato, pero apareció Lituania con su cuarteto estelar. De los 90 puntos, 88 salieron de las manos de Marčiulionis (27), Sabonis (26, a los que añadió 17 rebotes), Karnišovas (19) y Kurtinaitis (16). En las filas croatas, penalizadas por un 4/25 desde la línea de tres, destacaron Rađa (25 puntos) y Komazec (17).
En un repaso a tu carrera, tiene que aparecer el Eurobasket de 1995. Eras el seleccionador de Croacia.
Para mí fue una experiencia impresionante aquel campeonato, que se celebró en Grecia. La guerra estaba todavía muy viva.
Era el campeonato en el que volvía Yugoslavia.
Sí, y estaba Lituania con todas sus estrellas; y Grecia era el anfitrión, con Giannakis y sus mejores jugadores, y delante de 20 000 personas. Nosotros en semifinales perdimos con Lituania, pero fue muy importante que consiguiésemos la clasificación para los siguientes Juegos Olímpicos. Lo logramos con la victoria en cuartos, porque sólo los cuatro primeros, los semifinalistas, iban a Atlanta 96. Era un reto complicado.
Puedo decir que he dejado dos veces a Ettore Messina sin Juegos Olímpicos. La primera vez fue en 1995, cuando ganamos a Italia en cuartos. Y la segunda en 2016, en el Preolímpico de Turín [en la final Croacia se impuso a la selección anfitriona 84-78; NdR]. Es un buen dato [sonríe].
El único partido que perdimos en el campeonato de 1995 fue el de Lituania. Karnišovas hizo un encuentro enorme. Pero también Sabonis, Marčiulionis, Kurtinaitis…
Aquella selección lituana apenas utilizaba a sus jugadores de banquillo. Pero es que sólo con el quinteto inicial…
Era impresionante. Y el partido siguiente, con Grecia, fue uno de los más delicados para mí. Dino [Rađa] tenía un problema, Kuki [Kukoč] no podía jugar… Me quedé con Stojko Vranković y otros que en aquel momento no jugaban mucho tiempo. Tenía dos bases que no eran conocidos, contaba con Mršić [hizo 20 puntos al combinado heleno; NdR], Komazec…
Ganamos a Grecia en el OAKA, el pabellón donde juega Panathinaikos, delante de 22 mil personas. Era entrenador principal por primera vez y este partido por el tercer puesto, después de las semifinales contra Lituania, fue muy importante [68-73 fue el resultado; NdR].
No es fácil encarar un partido en esas circunstancias.
Nos recuperamos y ganamos la medalla de bronce. Y es la última medalla de Croacia en un gran campeonato [permanece unos segundos en silencio]. En 2005, contra España perdimos en cuartos de final, como en 2001 contra Turquía o en 2009 contra Eslovenia… Estamos ahí, pero no hemos vuelto a conseguir una medalla. El último gran logro fue la clasificación para los Juegos de 2016.
Después del Eurobasket de 1995 llegas al Caja San Fernando. Ahí estaban Michael Anderson, Richard Scott, Warren Kidd, Raúl Pérez…
Con el Caja San Fernando creo que dimos una de las mayores sorpresas en la temporada 1995/96, en los cuartos de final de la ACB. Eliminamos por 2-0 a un Real Madrid con Obradović de entrenador, Arlauckas, Savić [al año siguiente los cuartos ya se jugaron al mejor de cinco partidos; NdR]…
En semifinales nos enfrentamos al Manresa [campeón de la Copa del Rey esa temporada; NdR] y ganamos en el quinto partido, aunque después tuvimos un grave problema. Nadie en Sevilla pensaba que podíamos llegar tan lejos, y nuestro pabellón estaba ocupado esos días. No podíamos volver para entrenar en Sevilla, así que nos quedamos cuatro o cinco días en Barcelona para preparar el primer encuentro de la final.
¿De qué manera os afectó esta circunstancia?
Perdimos la chispa. El Barcelona se puso 2-0 con mucha facilidad y la final se acabó en el tercer partido. Fue un problema no poder volver a casa para disfrutar con la afición después de ganar la semifinal. Me acuerdo de un partido contra el Real Madrid en el que San Pablo estaba lleno hasta la bandera. Estaba a tope.
En nuestro equipo cinco jugadores disputaban casi todos los minutos. Necesitábamos una inyección de moral. Era fundamental volver a Sevilla y cargarse de optimismo para la final. Casi treinta años después, pienso que fue un error no volver a Sevilla para esos cuatro o cinco días, aunque hubiésemos tenido que entrenar en un pabellón pequeño. Nos hubiéramos cargado otra vez de emociones. Perdimos la chispa esos días y le dejamos en bandeja la final al Barcelona. Fue muy fácil para ellos.
Recuerdo que con el Caja San Fernando viajé a Belgrado por primera vez después de la guerra, para un partido contra Partizan. Hubo un ambiente hostil hacia mí. Había preparado al equipo y a la directiva para lo que se podían encontrar, pero el ambiente fue más duro de lo que yo pensaba. No se trataba de un equipo croata; era un ambiente generado sólo por mi presencia.
Sería una experiencia muy desagradable.
Pero ganamos el partido. Pensé algo así como «ahora ya puedo morirme» [sonríe]. Al acabar la temporada 1996/97, cometí un error muy grave. Tenía una oferta de Madrid, y también una oferta enorme de Caja San Fernando: por los años de contrato, por el dinero… Profesionalmente cometí un error, aunque no desde el lado familiar.
Mi hijo Marko comenzó a ir al colegio en 1997. Era su primer año. Mi hija Lina comenzaba entonces el primer grado de Segunda. Por ellos volví a Zagreb, para ser entrenador de la Cibona. Deportivamente era volver un poco a lo mismo. Había estado ya cinco años como entrenador.
Era un ambiente conocido y ya sabía cuál sería el resultado, porque la Cibona siempre ganaba la Liga aquellos años… Volví a Croacia cuando creo que era, junto con Obradović, uno de los pocos entrenadores que estaba en la Euroliga cada año.
En la 96/97 había disputado la competición con el Caja San Fernando [el club sevillano, en su primera participación en la Euroliga, cayó en la eliminatoria de octavos contra la poderosa Fortitudo de Bolonia, dando batalla en los dos partidos; NdR]. Recuerdo que coincidí con José Antonio Parra, el presidente del Caja, en la Final Four de Roma.
Hablamos todos los días. Tengo mucho cariño por José Antonio, por la ciudad de Sevilla, por el Caja San Fernando, por todos los amigos que hice allí; por Pepe Carrión, que fue mi ayudante, por Hipólito Gallardo… Pero en aquel momento tomé la decisión de volver a Croacia, y pienso que perjudicó mucho a mi carrera como entrenador.
Te saliste de la rueda.
Sí, porque estás dentro de la ola, y es una vuelta atrás. Todo el mundo sabe que Cibona ganará el campeonato croata. Ya no es noticia. También volví como seleccionador, pero ya había entrado en otra dinámica.
En mi segunda etapa con la Cibona jugamos dos años consecutivos, en 1998 y 1999, contra equipos serbios. Una vez contra el Partizan y la otra con el Estrella Roja. Fueron unos partidos complicadísimos, pero ganamos a los dos en Belgrado. Lo celebramos mucho más que un partido normal. En Zagreb ganamos fácilmente al Partizan. Había 6.000 aficionados, y se formó un ambiente parecido al de un campo de fútbol. Para Partizan fue un entorno hostil, muy complicado.
Ya que hablas de esos partidos, ¿cómo era la relación, en el plano personal, con los deportistas serbios?
Con los jugadores siempre fue normal. Coincidimos con Yugoslavia en el año 95, en el Europeo de Grecia, y también en el campeonato de 2001… Entre los jugadores no pasaba nada. En 1995 participaron, como sabes, Kukoč, Divac, Rađa… Eran muy amigos. Habían sido compañeros en las selecciones inferiores de Yugoslavia.
Entre los jugadores no había conflictos. En mi caso, por ejemplo, fui compañero de habitación dos o tres años de Zoran Radović, que ahora tiene un puesto muy importante en la FIBA. Siempre hemos sido amigos. Entre la gente normal no había problemas. Pienso que la política estaba al margen de nuestras relaciones personales.
Sin embargo, en el recuerdo de muchos queda la escena del podio en el Eurobasket de 1995.
Fue una decisión política, aunque la gente se ha olvidado después de tanto tiempo. Fue una decisión tomada en Zagreb, no en Atenas. Nos tocaba escuchar el himno de Yugoslavia, porque había sido el campeón del torneo. Y en Zagreb se decidió que no escuchásemos el himno yugoslavo en el podio. Recogimos la medalla de bronce y nos retiramos. Pienso que eso fue un error enorme. Enorme. Pero me estás preguntando por una época…
El conflicto seguía estando muy presente.
Era una situación complicada.
Croacia y Yugoslavia se enfrentarían por primera vez en el Eurobasket de 1997, en un partido recordado por el triple decisivo (uno más) de Djordjevic. Ambas selecciones volvieron a verse las caras en 2001, en el campeonato europeo celebrado en Turquía. Fue en la primera jornada, y de nuevo ganó Yugoslavia (66-80). Pasada la era de Rađa y Kukoč, había talento suficiente para conseguir cosas importantes. Por ahí andaban muchos nombres conocidos: Mršić, Mulaomerović, Giriček, Vujčić, Tabak… El camino en el torneo finalizó con una dolorosa derrota.
Croacia no había estado en los Juegos de Sídney, pero se presentó en el Eurobasket de 2001, en Turquía, con un buen equipo, contigo de seleccionador. En cuartos os medisteis al conjunto anfitrión.
Este partido me quemó por dentro durante mucho tiempo. Jugábamos contra un equipo muy fuerte, y que estaba en su casa. Tenían estrellas como Türkoğluy Kutluay, pero llegamos a contar con casi 20 puntos de ventaja tras el descanso. El público estaba callado, y de repente hicimos tres, cuatro, cinco tonterías. Entonces Kutluay metió varias canastas y se complicó todo.
En un ambiente tan caliente, si cometes dos o tres errores en momentos fundamentales y vas a la prórroga, pierdes sí o sí. Estábamos un punto arriba, Türkcan recibió una falta en el último segundo y metió uno de los dos tiros libres. Nos fuimos a la prórroga. Tuvimos todo para ganar y acabamos perdiendo [87-85].
En un torneo con cruces a un partido, una jugada puede marcar la diferencia entre un buen y un mal resultado.
Sí, recuerda lo que pasó años después con Spahija de seleccionador, en 2005. Estás en cuartos de final y no controlas un rebote en un tiro libre en los últimos segundos; un rebote defensivo que debe ser tuyo. España acaba ganando en la prórroga y te quedas sin semifinales. En 2009 juegas en cuartos del Eurobasket contra Eslovenia, con Jasmin Repeša de entrenador.
Vas ganando de más de 10 puntos, recibes una serie de faltas técnicas y Eslovenia vuelve a meterse en el partido. Y te acaban ganando [se queda en silencio unos segundos]. Según van pasando los años, la presión aumenta. Hablo de presión deportiva. Es normal que sea así, pero hay que tener en cuenta que en las rondas decisivas puede pasar cualquier cosa.
Mira lo que pasó en el último Eurobasket. Croacia juega contra Finlandia en octavos. Juegas contra una Finlandia que tiene a alguien como Markkanen. En el minuto 25 ganas de cinco puntos y tienes posesión, y haces un tiro como si estuvieses perdiendo de 10. Luego ellos hacen un 3+1. De repente, en dos minutos, estás diez abajo. Estoy hablando de hace menos de dos años [hace una pausa].
Son varias frustraciones. Además, sin contar al fútbol, que siempre va por otro lado, hoy es mucho más complicado ganar en baloncesto que en cualquier otro deporte. El baloncesto es un deporte global, que se juega a un alto nivel en varios continentes. Hay muchos aspirantes en cada competición a las primeras posiciones.
Y muchas selecciones que pueden ganarte un partido en un gran torneo.
Mira el Preolímpico de julio. Tendremos de rival a Eslovenia y en el grupo con el que nos cruzaremos está Grecia. Imagínate. Es una cosa muy complicada.
La última presencia de Croacia en unos Juegos Olímpicos fue en 2016, en tu tercera etapa como seleccionador. Ganasteis en el primer partido a España, vigente subcampeona olímpica.
Sí, a España, Brasil y Lituania [Croacia quedó primera de grupo, por delante del equipo de Scariolo, de Lituania y de Argentina; NdR]. Y jugamos por las semifinales contra Serbia. Lo hicimos muy bien en el primer tiempo, pero después tuvimos un gran problema.
Croacia encajó un parcial de 14-34 en el tercer cuarto.
Llegamos a tener una ventaja de seis puntos, 38-32, pero nuestro único base era Roko Ukić, que cometió la tercera falta en la última posesión del segundo cuarto. Comenzamos el tercer cuarto sin base, y fue cuando Serbia hizo ese parcial. Luego,con Bojan Bogdanović de ‘3’ y Hezonja de ‘4’ nos pusimos a un punto a dos minutos del final. Hezonja tomó la responsabilidad y nos llevó de perder por 14 puntos a perder sólo por 1. Abrimos espacios con nuestros jugadores y tuvimos una posibilidad de meternos en semifinales de aquellos Juegos Olímpicos. Al final no pudo ser.
Croacia se despidió con un 83-86, pese a los 28 puntos de Bojan Bogdanović y los 16 de Mario Hezonja. Bogdan Bogdanović (18) fue el máximo anotador de Serbia, subcampeona mundial dos años antes. Por allí andaba también Nikola Jokić, que había disputado su primera temporada en la NBA.
Un año después de los Juegos de Río, llegó un Eurobasket que acabó con malas sensaciones para Croacia. En Estambul, el bloque de Petrović perdió contra la Rusia de Shved (27 puntos) en octavos (78-101). Un llamativo resultado fraguado tras el descanso. Bogdanović (28) fue el máximo anotador del encuentro, pero tuvo poca ayuda de sus compañeros, más allá de los 13 puntos de Šarić.
¿Crees que el peso de estas decepciones ha podido afectar al desarrollo y la trayectoria de jugadores como Hezonja, Šarić o Bojan Bogdanović?
Sí, pero también hemos tenido buenos momentos. En 2016, por ejemplo, tuvimos un verano con el que no podíamos ni soñar unos años atrás. Me refiero al nivel que demostramos en el Preolímpico y en los Juegos Olímpicos. Tuve problemas para convocar a 12 jugadores, porque muchos no querían ir. Tenía ocho jugadores de calidad y cuatro que vinieron para completar la convocatoria.
Estaban Bogdanović, Šarić, Simon, Hezonja… En ese Preolímpico vencimos a Túnez, Grecia e Italia. Después ganamos a Argentina y Francia en un torneo en Buenos Aires, y luego, en los Juegos Olímpicos, derrotamos a España, Brasil y Lituania. En menos de un mes ganamos a varios de los mejores equipos del mundo. Hay calidad, pero la ansiedad pesa, y cuando pierdes… Aunque juegues contra un equipo ante el que no partes como favorito, si pierdes aumenta el nerviosismo.
Este pasado verano, en el torneo de clasificación para el Preolímpico, Croacia ganó, y jugando muy bien, a la Turquía de Ataman en Estambul. Ahora hemos empezado la fase clasificación para el Eurobasket de 2025. Tuvimos mala suerte en el sorteo y nos tocaron Francia y Bosnia.
Bosnia será un equipo muy complicado con Musa, aunque nosotros podamos contar con Hezonja. Ellos tienen a cinco jugadores de dos metros, con capacidad para hacer cambios en pista constantemente. En el próximo mes de noviembre jugaremos en tres días dos partidos contra Bosnia para clasificarnos. Así es la vida.
No hay tregua en estos niveles competitivos.
Es una guerra psicológica. Siempre. Pero ahora lo más preocupante para el baloncesto croata está en los clubes. Es donde más ha bajado el nivel. Hace veinte o treinta años no podías imaginarte que la Cibona iba a acabar en la situación actual. No interesa invertir ni 500.000 euros en un presupuesto. El Zadar, el Split y la Cibona, tres clubes históricos de Croacia, tienen menos valor que un jugador de Partizan o Estrella Roja.
Los clubes croatas llevan mucho tiempo en crisis, ¿no?
Sí, es frustrante. Lo único que te puede salvar es un resultado bueno de la selección croata. Todavía hay un buen núcleo de cuatro, cinco, seis jugadores. Este pasado verano [Croacia consiguió clasificarse para uno de los Preolímpicos previos a los Juegos de París; NdR] estuvieron con el equipo Šarić, Zubac, Hezonja, Jaleen Smith…
Además de los jugadores en la NBA o en grandes clubes europeos, tenemos casos como el de Badžim, que ha jugado en Obradoiro. Pero ninguno juega la competición local, porque con el presupuesto que tienen los clubes croatas… No hay intereses económicos en nuestro baloncesto.
Todo el mundo pregunta por esto. Croacia está dentro de la Unión Europea, con sus reglas. En Serbia, por el contrario, el presidente puede dar diez millones a Partizan y diez a Estrella Roja. Es muy fácil. Además, no es complicado construir un buen equipo cuando, de primeras, vendes 20.000 entradas en cada partido que juegas como local. Y eso que las entradas no son baratas. La temporada pasada, por primera vez, Partizan recaudó seis millones de euros a través del público.
Y los jóvenes van a jugar al extranjero en cuanto tienen la oportunidad. Así los clubes no pueden tener una estabilidad competitiva.
Otro tema es que la NBA absorbe cada vez a más jugadores jóvenes. Muchos talentos europeos de 18 o 19 años acaban allí, pero tienen pocos minutos. Por ejemplo, mira lo bien que jugó Nikola Jović con Serbia en el último Mundial.
Y tiene pocos minutos en Miami.
Se ha ido a la NBA demasiado pronto. Pienso que es mucho mejor ir a tu ritmo. Mira Bogdanović. Fichó por el Real Madrid, volvió a la Cibona, luego jugó en Fenerbahçe… Con 25 años estaba preparado para jugar en la NBA.
Lo mismo ha ocurrido con Šarić. Pero cuando te vas demasiado joven… No todo el mundo puede ser Dončić, que, además, ya había ganado todo en Europa con 19 años: Eurobasket con Eslovenia, MVP y campeón de la Euroliga con el Real Madrid… Estaba preparado para la NBA.
Se trata de ir subiendo peldaños a tu ritmo. Como hizo Dražen hasta llegar a la NBA.
Sí. Ahora la NBA absorbe a todos los jóvenes de aquí, y desde allí llegan americanos de una calidad media. El Real Madrid es un caso especial: ha conseguido reunir 13 o 14 jugadores de buen nivel y esa conexión entre Campazzo y Tavares… Ni en sueños veo ganando la Euroliga a un equipo que no sea el Real Madrid.
Antes hemos hablado de la situación de los clubes croatas. ¿Qué te parece la Liga Adriática en su conjunto? En cuanto a formato, nivel de la competición…
Aquí va a ser clave lo que ocurra en 2025. Todo el mundo mirará lo que pase entre la Euroliga y la FIBA. Veremos qué formato toma la Euroliga, hacia dónde va la Eurocup… Creo que en 2025 la Euroliga se cerrará con 18-20 equipos que sean participantes fijos. Puede que la Eurocup se junte con las competiciones de la FIBA y se forme otra competición con los equipos que se queden fuera de la Euroliga.
Veremos cómo se desarrolla todo. Si la Euroliga no se cierra, la Liga Adriática seguirá siendo importante. Y parece que llegará el equipo de Dubái que tiene intención de jugar la Euroliga. Podrá competir con Partizan y Estrella Roja.
Por otro lado, es muy complicado jugar con 500 000 euros de presupuesto contra un equipo que tiene 15 millones. Pero bueno, para esos conjuntos con menos recursos es importante participar. Pienso que con la entrada del equipo de Dubái habrá mucho más dinero para todo el mundo. La Euroliga pidió a Dubái como requisito que su equipo dispute una competición europea. Ellos han elegido la ABA League y este campeonato puede mejorar mucho económicamente.
Si no existiese la ABA League, y cada uno jugase sólo un campeonato en su país, en Croacia por ejemplo sería un horror; no habría competición. Sólo hay 2 o 3 equipos de cierto nivel. No es como en España, donde tenéis una competición de 18 equipos en la que el último puede ganar al primero.
La diferencia es que cuando un equipo tiene 3 o 4 millones de presupuesto puede ganar en un buen día al Real Madrid o al Barcelona. Aquí no hay competiciones locales fuertes. Es un problema que viene de la antigua Yugoslavia, donde sólo existía un campeonato, con los representantes de Croacia, Bosnia…
De todas formas, pienso que aunque se cierre la Euroliga este territorio puede seguir siendo muy importante. Con la Euroliga y la Eurocup actuales, hay muchos extranjeros en los equipos. Pero si la Euroliga se cerrase y fuese por su lado, se podrían dar muchas oportunidades para los jóvenes en las otras competiciones. Aquí tenemos el ejemplo del Mega Basket, que está haciendo un trabajo enorme en la formación de jugadores.
Hablando de formación, los clubes croatas llevan años con problemas para sacar buenos bases. ¿A qué crees que se debe?
Los jugadores lo tienen mucho más fácil para desarrollarse cuando entran en la dinámica de un equipo, y lo habitual es que los clubes fichen americanos para la posición de playmaker. Además, el problema es que con los bases hay que tener mucha paciencia.
Con el pívot es mucho más fácil. Yo trabajé con Zubac o Žižić. Una vez que encuentras a un jugador grande, es mucho más sencillo darle oportunidades y que vaya aprendiendo. Pero en el caso de los bases, es más complicado el proceso. Hay que tener paciencia para que aprendan a leer el partido, a construir el juego y a liderar.
Además ahora cualquier jugador con 18 años puede irse a otro club o país. ¿Qué se puede hacer? Por ejemplo, tienes a un joven ala-pívot de 17 años, que era importante en Zadar, con un potencial enorme. ¿Dónde acaba? Acaba en el Joventut de Badalona. Estoy hablando de Ruzic. Es una situación muy complicada.
No hay tiempo para la paciencia, y ese es el problema más grave. Cuando entrenaba a la selección croata, convoqué a dos bases que no tenían grandes condiciones físicas, pero tenían cualidades, y se han confirmado como jugadores capaces de rendir en el equipo. Está Kapustay también Filipović, que jugó en la segunda categoría del baloncesto español [estuvo en el Básquet Coruña, en la temporada 2022/23; NdR]. Este verano compitió con Croacia de una manera impresionante. Hay que tener paciencia y dar el derecho a cometer errores sin ser castigado por ello.
Forma parte de cualquier proceso de aprendizaje.
Sí, sí.
La elección como el mejor entrenador de la Eurocup2010/11 (alcanzó la Final Four de Treviso al mando del KK Cedevita), el digno papel en el Eurobasket de 2013 como seleccionador de Bosnia (eliminado en la fase de grupos con las mismas victorias que Serbia, Letonia y Lituania) y un nuevo paso por la selección croata precedieron una etapa con la que nadie contaba. Quizás ni el propio Aleksandar.
En tu trayectoria como entrenador hay un tramo que llama mucho la atención: los años como seleccionador brasileño. ¿Cómo valoras aquella experiencia?
Fue totalmente diferente a las que había tenido antes.
¿En qué sentido? Más allá del cambio de continente, que es lo evidente.
Cuando llegas a una cierta edad puedes trabajar en un proyecto que no dependa sólo de los resultados. A mí me llamaron de Brasil en 2017 por una cosa. Firmé contrato hasta 2024, hasta los Juegos de París. Me reuní con el presidente de la Confederación Brasileña, Guy Rodrigues Peixoto, y con Marcelo Corrêa Sousa, el director institucional.
Ellos me dijeron: «Aza, llevamos mucho tiempo jugando todo con esta generación dorada». Se referían al grupo de Anderson Varejão, Leandro Barbosa, Alex Garcia o Marcelinho Huertas. «No tenemos nada detrás de ellos», comentaban. En mi primer partido con Brasil, el 24 de noviembre de 2017, metí ya en el quinteto al base que está jugando ahora en el Estrella Roja.
A Yago dos Santos.
Sí, entonces tenía 18 años. Hubo muchos viajes, concentraciones… Sacamos diez jugadores para la selección brasileña. Hombres como Didi [Louzada] o Gui Santos [esta temporada ha jugado algunos partidos con Golden State Warriors; NdR]. Todos estos jóvenes llevan tres, cuatro o cinco años en el grupo.
Luego está el caso de Caboclo, que ahora juega en Partizan de Belgrado. En 2017, antes de que llegase yo, abandonó la selección brasileña. Dejó un partido en el segundo cuarto y se marchó a Estados Unidos [el encuentro, disputado en agosto de 2017 contra México, pertenecía a la FIBA AmeriCup; NdR]. En 2019, cuando llegaba alguna ventana de la FIBA, viajaba desde Brasil a Estados Unidos.
Hacía una gira para visitar a los brasileños que estaban en la NBA. En Memphis estuve con Caboclo. Hice una especie de labor diplomática para que conectase de nuevo con el equipo. Él jugó con Brasil el Mundial de 2019 e hizo un buen campeonato. En ese Mundial ganamos a Grecia, que tenía a Antetokounmpo [se quedó en 13 puntos en ese encuentro; NdR], a Montenegro, que contaba con Vučević… En este último Mundial han estado todos los jugadores que trabajaron conmigo en esos cinco años. Por eso estoy muy contento. Todo el mundo en Brasil reconoce el trabajo que se hizo.
Brasil tuvo un gran inicio en el Mundial de 2019, el de la segunda corona de la selección española. Acabó en primera posición del Grupo F, por delante de Grecia. El camino se complicó mucho con una clara derrota ante la República Checa en la segunda fase. Otra caída contra Estados Unidos –partido en el que Petrović fue expulsado por doble técnica al comienzo del segundo cuarto- significó la eliminación del torneo.
Dos años después, y con una pandemia entre medias, Brasil se quedó a un paso de los Juegos. En el verano de 2021 perdió la final del Preolímpico de Split contra Alemania, reciente campeona del mundo. En la fase de grupos, el combinado carioca había ganado con contundencia a Croacia, rival de Aleksandar por un día.
Se trataba de dejar un legado más allá de los resultados.
Ellos me lo dicen: «Has formado a una selección brasileña nueva». Yago, Didi, Gui Santos… Son jugadores que en los próximos diez, doce, trece años van a estar con Brasil. Ahora ellos tienen una base. Antes no tenían nada por detrás de los veteranos. Estaba Alex Garcia, un jugador impresionante pero que ya tenía 39 años en 2019. Y Marcelinho tenía 36, Marquinhos 35… Ahora hay un grupo muy bueno.
Era una maravilla ver jugar a Drazen Petrovic, uno de los 2-3 mejores jugadores europeos que he visto jamás. Pero aquel Cibona era un equipo de actitud deportiva lamentable y sucia, siendo los hermanos Petrovic los primeros en tratar de liársela al rival. Drazen tenía facilidad para escupir a quien no le bailase el agua (a Fernando Martín en Zagreb o al árbitro Juan José Neyro en Puerto Real). Los equipos yugoslavos eran unos maestros del juego subterráneo, y en la selección yugoslava era habitual encontrar a gentuza como Drobnjac, Tomasevic, Milicic… En los 80 sentía por esos equipos una mezcla de admiración por su talento y asco por su actitud.
El primer equipo yugoslavo al que recuerdo dedicarse a jugar de forma increible sin tratar de tirar de juegos mentales o de tretas sucias fue la maravillosa Jugoplastika 1988 – 1991 con Kukoc, Radja, Ivanovic, Perasovic… Un equipazo con todas las letras y al que no recuerdo metido en tanganas o polémicas. Un ejemplo de que se podía ganar sin segundas intenciones.
Pingback: El «Eurobasket» de Pau Gasol