El 9 de agosto de 2008, después de 6 horas y 23 minutos de carrera, Samuel Sánchez ganaba un Oro Olímpico. Lo recuerdo con nitidez porque fue uno de los días más bonitos de mi vida. Alguien a quien conocía y admiraba desde pequeña se subía llorando a un podium en la otra esquina del mundo.
Unos días después, me puso esa medalla en la mano y me dijo que aquello era lo más grande a lo que podía aspirar un deportista. Hay Mundiales, hay Grandes Vueltas, pero un Oro Olímpico es algo destinado a muy pocos.
La Selección Española de Fútbol Femenino se juega a cara o cruz poder estar en Francia y soñar con esa medalla que, esta vez, llevará además un pedazo de la Torre Eiffel incrustado, lo que hace de esta pieza que ya es única de por sí, algo aún más excepcional. Participar en unos Juegos Olímpicos, ganar una medalla, es algo que la mayoría no se ha permitido incluso soñar.
El camino hacia este sueño ha venido marcado por un Campeonato Mundial y muchos baches. Los conocemos de sobra. El último, el cambio de sede del partido frente a la Selección de Países Bajos, el boleto definitivo, el pasado 7 de febrero. No hace ni un mes.
Las jugadoras, a quienes se les había vendido Cádiz como el paraíso para su fútbol, vivieron estupefactas cómo la Real Federación Española de Fútbol se metía una vez más en un charco y tenía que volver a su sede natural, La Cartuja, donde ambas selecciones compiten gracias a un acuerdo con la Junta de Andalucía y, por supuesto, la Federación Andaluza presidida por Pablo Lozano, uno de los hombres fuertes de Rubiales y quién sabe si uno de los hombres fuertes de Rocha o Gomar, las dos puntas de lanza de las elecciones que no se sabe ni cómo ni cuándo se van a producir.
También tiene nombre propio el partido, y es el de una jugadora que no estará en el verde: Alexia Putellas. De baja desde noviembre por molestias en la misma rodilla que se rompió antes de la Eurocopa y con la Selección, convocada ahora por Montse Tomé por la importancia que su figura tiene a nivel anímico y de vestuario.
Un vestuario sin líder, en el que suceden cosas extrañas que preceden desastres ridículos como el de la entrada en escalera de jugadoras al terreno de juego con el partido empezado. A Tomé le preguntaron en rueda de prensa si había hablado con ella. Evadió, como hacía su maestro, y la experiencia nos indica que cuando evaden es para no quedar en ridículo -intento en falso- y evitar decir que no, que eso no lo lleva ella.
Lo lleva Markel Zubizarreta, que es también quien está intentando que Patri Guijarro ceda y rebaje sus valores con el caramelo de ir a Francia, de tener en el palmarés una medalla que tape la Copa que le falta.
Según escribo esto, se cumple medio año de la proeza del Accor Stadium. No tiene otro nombre: ganar un Mundial con lo poco que teníamos, tirando exclusivamente del talento de las jugadoras, fue una proeza. Clasificar a unos Juegos Olímpicos, con las normas nuevas, otra. Pero más sumado a que los cambios no han llegado.
El termómetro para medirlos es Patri. Se fulminó a Camps -justo y necesario-, le acompañaron algunos imputados –Vilda entre ellos- pero a día de hoy la Real Federación Española de Fútbol sigue siendo un barco a la deriva al que solo han intentado salvar las futbolistas. Nadie las acompaña en esto.
El ente federativo ni siquiera puede convocar elecciones. Esas elecciones serán el mismo cortijo de cartulinas verdes de siempre, cuando sean, y serán los presidentes de las territoriales quienes decidan a qué Señor Feudal seguir esta vez, a quién tapar las vergüenzas y los escándalos durante cuatro años. Ganará Gomar. Volveremos a un rubialismo que nunca se fue, porque Cueto sigue en la sombra manejando los hilos, con esa figura de asesor externo intocable. Nada ha cambiado para que todo siga igual.
Y mientras tanto, en el mismo escenario, una competición que puede demostrar que no importa cuántas piedras en el camino se le pongan a una selección que sueña con todo. Y el resto: aficionados, futbolistas, árbitros, sindicatos, prensa, callados. No vaya a ser que se mueva una silla y después no podamos sentarnos a comer.
Pues nada. Que vuelvan a tirar de «talento exclusivamente». Así de fácil. Otro articulillo lamentable de la Menéndez.
El artículo me parece impecable, y lo que relata es tan descarado que se cae por su propio peso… como la capacidad reflexiva de ciertos comentarios.
Tiene mérito haber ganado un Mundial e interesar menos.