Hay jugadores que se quedan a tirar después de un entrenamiento más o menos suave, y luego están los que tiran, independientemente de cómo haya sido el entrenamiento. Jaycee Carroll (1983, Laramie, Wyoming, Estados Unidos) es de esos, de los que siempre se quedaban a tirar cuando otros estaban pensando ya en ducharse e irse a casa.
Jota Cuspinera, entrenador ayudante del Real Madrid del 2009 al 2014, coincidió con nuestro protagonista en muchas de esas sesiones de tiro durante las tres temporadas que trabajaron juntos en la capital de España: «Los ejercicios que hacía no eran ni raros ni difíciles, pero llamaba la atención su capacidad para no perderse ni uno. Si el entrenamiento era suave alargaba la sesión de tiro, y si había sido duro de su rutina no bajaba. A lo mejor se había metido dos horas de entreno, donde todos salían con las piernas que no podían más, y ahí estaba él para no perdonar su rutina».
Posiblemente esta disciplina, unida a su talento natural, le ha convertido en uno de los mejores extranjeros que se han visto en la ACB y en una auténtica leyenda en el Real Madrid, donde ha sido un jugador fundamental de un equipo que lo ha ganado todo.
Ahora, cuando han pasado más de dos años desde que se retirara de las canchas de baloncesto, es un buen momento para entrevistar en profundidad a este excelso tirador, de los mejores que se han visto a este lado del océano. En compañía de Iván Rodríguez hablamos, durante casi dos horas. Carroll nos atiende muy amablemente desde Logan, ciudad situada al norte de Salt Lake City donde lleva una vida en la que reina la disciplina y el amor por su familia, sin olvidar el baloncesto.
Además, hemos charlado con Jota Cuspinera quien, al finalizar la entrevista, nos explica al detalle su día a día con Jaycee Carroll. Algunos de los ejercicios de tiro que hacía el de Wyoming no tienen desperdicio.
¿Cómo es ahora un día en la vida de Jaycee Carroll?
Pues me levanto, me despierto a las 6 de la mañana, más o menos, y me voy a la oficina de mi casa porque estoy estudiando para sacarme otro título que me ayude con mi trabajo actual. Después llevo a los niños al autobús que los lleva al colegio, se van a las 08,15 horas, y desde allí me voy a la finca para asegurarme de que los animales tienen pienso para comer, que está todo bien. Está a media hora nada más.
Y desde allí me voy a visitar clientes, estoy ayudándoles a invertir dinero, y tengo clientes muy importantes. Sigo intentando crecer, así que voy a visitar a gente nueva para poder explicarles lo que les puedo ofrecer. Por la tarde me voy a entrenar, soy entrenador de un equipo de baloncesto de jóvenes, y los entrenamientos son de 3 a 5 de la tarde. Y después, estoy siguiendo a los niños en sus actividades, baloncesto, baile… lo que sea.
No te aburres, Jaycee
No, no me aburro nunca.
¿Tienes más tiempo libre ahora o cuando jugabas al baloncesto?
Cuando estaba jugando al baloncesto. Sinceramente, el baloncesto me dio una vida muy agradable. A mí me encantaba entrenar y jugar, pero solo podíamos hacer eso como tres o cuatro horas al día, y después, claro, era tiempo libre, descanso, recuperación, estar con la familia. Los días más ocupados eran los días de partido porque teníamos entrenamiento por la mañana, y después nos concentrábamos en el hotel o en la residencia del Real Madrid, y el partido por la noche. Así que los días de partido estábamos muy ocupados, pero los días de entrenamiento teníamos mucho tiempo libre.
¿Qué te gustaba hacer cuando no estabas jugando al baloncesto?
Sinceramente, aprender. Bueno, primero pasaba tiempo con los niños. Ya tenía niños muy pequeños en aquellos años, así que estar en casa con ellos, jugando, disfrutando, llevándoles al colegio, recogiéndoles del colegio. Y claro, nos encantaba pasear por Madrid, ir a los restaurantes. Madrid está precioso con las luces de Navidad. Para nosotros era una experiencia increíble pasear por el centro de Madrid, ir a los partidos de fútbol, lo que sea.
Y fuera de esto, estudiando, siempre he estado aprendiendo porque sabía que un día el baloncesto iba a acabar. ¿Y qué iba a hacer después? Estuve muchos años aprendiendo cómo crear ganaderías, con los animales, la genética, la manera de darles de comer, y después, los otros años estudiando para poder ser inversor.
¿Cómo es Jaycee Carroll fuera del baloncesto? Por lo que detecto eres una persona muy familiar y muy activa.
Sí, por supuesto. No me quedo tranquilo nunca. Y mi mujer igual. Después de retirarme, mi mujer ha montado dos negocios, uno es una escuela de baile y de cheerleaders, y el otro es un negocio de estética. Entre lo que está haciendo ella y lo que estoy haciendo yo, siempre estamos ocupados.
¿Vivís en Salt Lake City?
Al norte, a una hora al norte de Salt Lake City, en una ciudad que se llama Logan.
Supongo que hará mucho frío allí ahora mismo.
Sí, ahora hace mucho frío, pero a la vez no tenemos nieve este año. Hay un poquito, lo mejor de la Navidad aquí es que tienes nieve.
El equipo de baloncesto al que entrenas es el de tu hija, ¿no?
Sí, es el club de mi hija. Ella ahora está en el instituto. Yo no quería ser entrenador, pero se presentó la oportunidad de hacerlo y, ahora mismo, no sé si ha sido buena decisión o mala, pero estoy entrenando y ayudándole a ella a tener oportunidades en este mundo.
¿Y te gusta ser entrenador de baloncesto?
Sí, a mí me gusta, la verdad, hay mucho que aprender, no solo de baloncesto. Estoy ayudándoles a mejorar de manera individual, a botar, a tirar, no es complicado, pero ahora mismo estoy teniendo la dificultad de hacer equipo.
¿Sigues tirando a canasta?
(Risas). Siempre estoy tirando porque si alguien quiere competir conmigo, me gusta estar seguro de que voy a ganar. Siempre tengo el tiro muy afinado. Esto lo hago mientras estoy entrenando al equipo de hija. También tengo pista en casa, así que puedo tirar con ella siempre.
Se te ve muy físicamente. ¿Entrenas para mantenerte en forma?
Sí, la verdad es que muy poco. Pero lo increíble es que tengo el mismo peso que cuando estaba jugando, exactamente igual, físicamente estoy casi igual. Solo me falta, claro… El otro día pensé: «si me dieran un mes, estaría en forma para jugar otra vez». Pero ahora mismo no hago pesas ni nada. Tengo ganas, la verdad. Estoy llegando al punto que me estoy diciendo: «tengo que volver a ese estilo de vida, ha llegado la hora de empezar a ponerme en forma otra vez», para vivir una vida más sana físicamente.
¿Pero el baloncesto profesional está totalmente olvidado o hay alguna opción de volver si te llamase algún equipo?
(Risas). Buena pregunta. De hecho, ayer estaba volviendo de Salt Lake City y me vino, por un momento, la idea de «Mmm…», a lo mejor llamamos a alguien a ver si podemos volver a jugar este año. Pero no. Está olvidado, he pasado página, ahora estoy disfrutando esta vida, pero (resopla), claro, de vez en cuando tengo ganas de jugar.
¿Queda alguna esperanza de volverte a ver jugando al baloncesto?
Siempre, siempre.
Habrá algunos jóvenes de los equipos del instituto donde entrenas que no te hayan visto jugar. ¿Qué dicen cuando te ven tirar a canasta?
Se quedan alucinados. Los padres de muchos de estos jóvenes me han visto jugar. Siempre me dicen: «Mis padres dicen que eres buen jugador». Yo, de vez en cuando, me pongo delante de ellos y digo: «Vale, 1 x 1 a ver qué puedes hacer». Y se quedan asombrados de ver cómo soy capaz de meter tantos tiros. A un niño de 14 o 15 años le resulta asombroso.
¿Cómo era Jaycee Carroll de niño? Creo que eras un niño muy inquieto.
Sí, muchísimo. Mis padres no me dieron la posibilidad de estar en casa sin hacer nada. Mi padre me dijo: «Mira, no tengo rancho, no tengo nada con lo que enseñarte a trabajar. Así que tu trabajo va a ser entrenar para ser deportista». Con 5 años estaba compitiendo en natación. Cada semana hacíamos un viaje para ir a una competición de natación. Desde joven competí en la piscina, pero también en lucha libre, baloncesto, fútbol americano, fútbol, béisbol, atletismo… Hice de todo, me encantó competir y disfruté esa vida enormemente.
¿Cuál era el deporte que más te gustaba hasta que empiezas en serio con el baloncesto?
Hasta los 12 años, tenía la duda de si quería hacer natación o baloncesto. Sinceramente, me preguntaba cuál me gustaba más, a cuál me iba a dedicar. Pero la gran duda se despejó fácilmente. El baloncesto se convirtió en el amor de mi vida. Me encantó este deporte, creo que es único, y me ha dado la posibilidad de hacer muchas buenas cosas.
¿Eras muy competitivo desde muy jovencito?
Sí, siempre quería ganar. Era muy competitivo, competía en todo. Quién puede caminar más rápido… en todo. Inventé maneras de intentar ganar a la gente en cualquier cosa.
¿Por ejemplo?
(Risas) Como te digo, como ¿quién puede tirar esta piedra más lejos? por ejemplo, o ideas así. ¿Quién puede coger esas piedras y ponerlas encima y hacer la torre más alta? Tonterías así, me encantaban.
En estos inicios, ¿hubo alguna persona crucial para ti que te ayudara a ser el gran jugador que fuiste?
Sí, mi padre. A mi padre le encanta el baloncesto. Puede que fuera una de las personas más competitivas que he visto en mi vida. Empecé con él. Fue entrenador y yo estaba en el gimnasio, en el pabellón de baloncesto en sus entrenamientos, desde los 6 años. Me iba del colegio a natación y el gimnasio estaba al lado, así que, hacía natación una hora y después dos horas en el pabellón con mi padre entrenando al baloncesto.
Mi padre me enseñó todo sobre el baloncesto, y no olvido cosas que me decía, como por ejemplo: «No me importa lo que hagas, pero hazlo lo mejor posible. Esfuérzate al máximo para conseguirlo». Por eso siempre me esforcé para conseguir el mejor rendimiento posible.
También me enseñó cómo tirar. Me abrió la puerta de ese mundo del baloncesto, siempre estaba dispuesto a estar ahí conmigo, reboteando, pasándome el balón. Mi padre fue muy importante para mí. Todo esto fue cuando yo tenía 12 años, incluso un poco antes, pero a los 12 años ya me había puesto la meta de que querer ser jugador profesional. Y, claro, como figura o ídolo, crecí en la época de Michael Jordan, así que este fenómeno, todo lo que él llevó al mundo del baloncesto, lo presencié y viví y él fue mi ídolo.
Fuiste un referente en tu instituto, en el Evanston High Schol de Wyoming.
Sí, entré con 14 o 15 años y siempre tuve un nivel más alto del que me daban. Había cuatro equipos en el instituto, los de noveno grado, décimo, undécimo y duodécimo grado. Y los Freshman, los de noveno grado, que pueden jugar en las otras categorías, pero a mí no me dieron la oportunidad, solo jugué con los de mi edad.
Que no me subieran fue muy frustrante, porque quería jugar con los más grandes, con los de mayor nivel, pero los entrenadores no creían que yo tuviese la calidad de jugar con ellos. Eso me enfadó, me picó, me dio mucha inspiración para entrenar más, para prepararme más y que al año siguiente pudiera llegar al nivel más alto.
¿Y qué pasó? ¿Te llegaron a subir a un nivel más alto?
Sí, al siguiente año, en mi segundo año de instituto. Llegué por fin al equipo más grande, los de mayor edad, y acabé siendo el máximo anotador en ese equipo con un promedio de 15 puntos por partido. En mi tercer año, igual, tuvimos un equipo fantástico, éramos los mejores en nuestro estado. Yo estaba con una media de 29 puntos por partido, y empezamos a ganarlos todos.
Y en el último año ya destaqué muchísimo. Iba a 39 puntos por partido, metiendo de todas las maneras, nadie me podía parar. Fui votado el mejor jugador del estado, y por ahí me empezaron a llegar ofertas para ir a la universidad.
¿Tu aspecto más infantil y tu corta estatura fueron un hándicap en ese primer año en High School?
Sí, justo eso. Eso fue parte. No había crecido, era un poco pequeño, pero como te digo, me enfadé, estaba frustrado. El verano, entre el primer y segundo año de instituto, me dediqué muchísimo al baloncesto, tiraba 500 tiros al día para poder llegar al siguiente año y que los entrenadores no tuvieran ni opción de no tenerme en el equipo. Mi idea aquel verano era: «voy a hacer todo lo posible para que vean una diferencia, un cambio enorme». Y eso cambió mi vida, esos 500 tiros al día cambiaron mi vida.
¿Fue ahí donde se empezó a fraguar tu tiro a canasta?
Sí, sí. En este verano llegué al punto que yo (sonríe)… tenía la sensación de que cada tiro iba a entrar. Había entrenado mucho y eso me dio muchísima confianza para tirar de todas las maneras posibles, no solo de tres puntos. Como te he dicho, esto cambió mi vida. Y eso fue gracias a un entrenador que me marcó el objetivo, me dijo: «Si quieres mejorar, aquí tienes una hoja de tiros. Si la haces vas a mejorar ». Fui el único, en mi instituto, que la hizo todos los días.
500 tiros al día. Tirabas de todas las maneras…
Sí, de tres, de dos, sobre bote, tras bote, de stepback, lo que sea, de todas las maneras. Fueron sesiones de tiro de una hora y treinta minutos a una capacidad y una velocidad real, no estaba ahí como si estuviera andando tranquilo y tirando. Eran tiros reales de partido.
¿Y cuántos metías más o menos? ¿Conservas esa hoja?
Sí, sí, tengo esa hoja. Tengo los porcentajes, los puedo encontrar, debía ser, de los 500, sobre el 85% de los tiros.
Recuerdo que cuando entrevisté a Óscar Schmidt, me comentaba que tenía que meter 20 triples seguidos después de cada entrenamiento y, si los alcanzaba, seguía hasta que fallara. Pues bien, un día consiguió meter 90 triples seguidos, sin fallo. ¿Hiciste tú algo parecido?
La cifra de 90 triples seguidos es algo increíble. Yo no alcancé eso ni una sola vez. Creo que una vez metí 33 seguidos. Ahora mismo meto 45 de 50, o algo así, pero 90 seguidos es increíble. De tiro libre alguna vez habré metido 175 seguidos, por ejemplo, en mi etapa en Madrid. Pero 90 triples seguidos… eso es difícil.
Jota Cuspinera sobre los triples seguidos que podía meter Jaycee Carroll durante sus rutinas de tiro en los entrenamientos.
Yo recuerdo rebotearle alguna serie de tirar 100 triples y meter los 100. A lo mejor fallar en el 109, o algo así, y esto no solo una vez, conmigo lo ha hecho más de una vez (risas).
Cuando le comenté a Jota Cuspinera lo que me había dicho Jaycee Carroll sobre su récord de triples seguidos, esta fue la respuesta del exentrenador ayudante del Real Madrid.
¿33? Conmigo ha metido muchos. Pues será ni en lo suyo ni en lo mío. Él estará exagerando por abajo porque a veces idealizamos cómo recordamos. Y yo a lo mejor estoy exagerando por arriba, pero recuerdo series de yo no parar… Si no han sido 100, que pongo la mano en el fuego por 98 de 100, seguro. Ahí, en la rutina que tenía, cuando lo hacía en posicional, normalmente eran 20 desde cada posición. Ha habido alguna serie con él que yo he alucinado.
Esto sí que es un detalle con todos los grandes tiradores, no solo con Jaycee, pero con Jaycee también era así. Los entrenadores ayudantes no tenemos problemas de rebotear a la gente que solo tenemos que ponernos debajo del aro, es así. Pillamos el balón que entra y lo soltamos donde se mueva. Nos cuesta mucho mentalmente, aunque sea nuestra labor, rebotear al que todo el rato va al hierro, que estás corriendo tú más que él para rebotearle. Y con Jaycee era una gozada porque tú te ponías debajo del aro y era pim pam, pim pam, pim pam, o sea, era uno tras otro.
Le comento a Jaycee lo que me ha contado Jota Cuspinera sobre sus series de triples en los entrenamientos, y esta fue la respuesta de Carroll.
Sí, qué bien. Él sabrá… Tiramos mucho juntos, me acerqué a él muchísimas veces para tirar, para poder afinar el tiro. Así que tengo mucho cariño, mucho amor hacia Jota.
¿Recuerdas si estabas con alguien cuando metiste los 175 tiros libres seguidos?
Sí, yo creo que estaba tirando con Chus Mateo, el entrenador actual del Real Madrid. Llegué al punto que dije: «Vale », porque siempre acababa tirando después de los entrenamientos, tirando de todo, pero durante esas semanas me dije: «Bueno, voy a meter 50 tiros libres después de todos los entrenamientos». Llegué a 50 y dije: «Vamos a ver hasta cuántos llegamos». Y acabamos en 175, creo.
¿Y qué te dijo Chus Mateo?
Yo creo que me dijo: «Bueno, esto no está mal…» (Risas). Algo muy sencillo. Algo así como: «Eso me vale».
Te fuiste de misionero dos años a Santiago de Chile después de tus cuatro años en el instituto. Aquello sería muy duro porque apenas mantuviste el contacto con tu familia.
Sí, muy duro. Sinceramente, llegar a ser misionero fue la experiencia de mayor humildad en mi vida, la experiencia más difícil. Salí de una vida, por decirlo así, donde estaba teniendo mucha confianza y muchísimo éxito en el mundo del baloncesto para irme a ser misionero. En los primeros dos meses tuve que aprender castellano y me costó muchísimo.
Tenía la sensación de que todos mis compañeros estaban aprendiendo más rápido que yo. Me faltaba muchísimo para poder explicar el mensaje que tenía que compartir en el mundo y tener el conocimiento que necesitaba, lo que tenía que saber. Los primeros dos meses fueron muy duros, pero tuve suerte. Empleé la misma experiencia que utilicé para mejorar el tiro durante el verano, los mismos principios.
Me levantaba temprano para estudiar español, leer las escrituras y aprender el mensaje que iba a compartir. Y haciendo eso todos los días, durante dos semanas, tres semanas, un mes, dos meses, tres meses… llegué a un punto, después de un año, en que ya tenía las respuestas. Logré explicar y expresar mis sentimientos en castellano.
Eres mormón. ¿Esos dos años de misionero formaban parte de vuestra religión?
Sí, es parte de nuestra religión. El mormón es un sobrenombre, un apodo, el culto se llama Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Aquellos dos años de servicio estábamos allí para ayudar a la gente, para ayudarles a tener más perspectiva de la importancia de esta vida y ayudarles en lo que sea, aunque fuese tirando la basura… Son dos años de servicio en los que te olvidas de ti mismo y piensas más en los demás.
¿Cuándo decides hacerte mormón?
De misionero estuve desde los 19 hasta los 21 años, pero había tomado la decisión muchos años antes, como a los 8 años, cuando me bauticé como miembro de la Iglesia. Sigo siendo un miembro fiel. Para ser misionero, para poder ir y participar, tienes que ser miembro fiel.
Ser misionero es difícil, te apartas de tu familia por dos años. Durante ese tiempo solo podías mandar un email a la semana a nuestra familia, aparte de uno por Navidad y otro por el Día de la Madre. Fue muy duro, pero fue una experiencia inolvidable que me ayudó a crecer y a pensar más en los demás.
¿Jugaste al baloncesto durante aquellos dos años de misionero?
No, no entrenábamos. Dedicábamos todo el día a predicar el Evangelio. Nos despertábamos a las 6 de la mañana, estudiábamos hasta las 8, a las 8 salíamos de casa, nos íbamos a la calle a caminar y hablar con la gente hasta las 13 horas, cuando parábamos para almorzar una hora y seguíamos en la calle desde las 14 hasta las 21 horas. A esa hora nos íbamos a la cama y nos despertábamos para repetirlo al día siguiente. Era una vida muy disciplinada. En cuanto al baloncesto, no jugué casi nada, creo que toqué el balón dos veces en esos dos años.
Pero esa disciplina te vino bien para transferirla a la vida y al baloncesto
Sí, por supuesto. Esa disciplina me ayudó a aprender a ponerme metas y a cumplirlas, me dio una capacidad mental más fuerte, más resistente a frustraciones, a ese tipo de cosas. Esos principios que aprendí como misionero, por ejemplo, cómo estudiar, cómo comunicar mensajes a la gente, ha sido una experiencia muy valiosa.
Ahora es igual, me despierto a las 6 de la mañana para estudiar, me preparo para poder ayudar a la gente con sus inversiones. Seguimos en lo mismo, ahora le tengo que explicar a la gente qué opciones tiene para que, cuando se jubilen, tengan éxito. Si no hubiese sido misionero, no sabría explicarme. Me sería muy difícil.
Después de aquella experiencia como misionero llegas a la universidad, concretamente a Utah State, donde permaneces del 2004 al 2008. A pesar de haber estado casi dos años sin jugar al baloncesto, te conviertes en un jugador muy destacado desde tus comienzos allí. Esto es muy complicado…
Sí, sinceramente fue un milagro (risas). Cuando llegué no tenía ni expectativas. Mi entrenador pensaba: «Vamos a tener a Jaycee Carroll, pero en un año, después de que se recupere de la misión, después de ponerse en forma». Pero estuve de vuelta en tres semanas; tres semanas después de haber estado sin jugar al baloncesto dos años.
Ufff… Me salió bien. Me acuerdo de que mis padres me llamaron preguntando: «¿Crees que vas a jugar? ¿Piensas que deberíamos ir al partido para verte?». Y yo pensaba: «Voy a salir de titular y voy a jugar mucho». Y así sucedió, como dos meses después de la misión, salí de titular en mi primer partido de la universidad y metí 29 puntos.
Tu entrenador se quedaría asombrado, ¿no?
Sí, le tengo mucho. Stew Morrill, él me dio la oportunidad, los últimos dos años de universidad, jugué 40 minutos. No estuve en el banquillo nunca, pero los primeros dos años (resopla), fue un entrenador muy duro, siempre se quejaba de mi defensa, se quejaba de algunos de los tiros que hacía, pero aprendí de él, me esforcé para hacer lo que me estaba pidiendo y al final acabó siendo un referente en mi vida deportiva.
Fuiste uno de los mejores tiradores de tres de la NCAA durante cuatro años
Sí, acabé siendo el máximo anotador en la historia de mi universidad. Hace algunos meses la NCAA hizo un estudio científico para ver quién es el mejor triplista en los últimos 25 años en la historia de la NCAA. Salí número uno, así que lo digo así. Stephen Curry sale en la lista el número 15 (risas).
¿Y por qué no tuviste futuro en la NBA? ¿Te intentaron cambiar de posición?
Sí, la NBA era diferente hace 20 años. Hace 20 años Stephen Curry no habría salido, no habría podido cambiar la NBA. Porque, sinceramente, él ha cambiado la NBA. Ahora el tiro de tres es una de las cosas más importantes, pero cuando salí yo, en 2008, los referentes como escoltas eran Tracy McGrady y Kobe Bryant. Yo jugando de escolta, con mi tamaño y con mi altura, era algo ilógico, quisieron cambiarme de posición para que jugara de base, sobre todo por mi altura.
Estuviste en la Summer League.
Sí, y sinceramente jugué bien. Hice lo que siempre he hecho, aprendí una manera de tener éxito: metiendo tiros jugando de base. Y no lo hice mal. En muchos momentos pensé que me iban a fichar, pero no sucedió y me fui a Europa.
Si hubieses salido de la universidad en esta época seguro que hubieses acabado siendo un referente en la NBA.
Sí, yo creo que sí.
Te vas a Teramo, Italia, en la temporada 2008/2009. ¿Por qué Italia?
No sabía nada del baloncesto europeo. Dependía de mi representante para que me explicara lo que había. Elegí Italia porque en 2008 era una de las dos o tres mejores ligas de Europa. Me fui a un equipo que jugaba en la Serie A de la Lega donde tuve la oportunidad de jugar. Tenía que jugar, necesitaba minutos.
Llegué allí y tuve minutos, tuve la oportunidad de demostrar lo que podía hacer. Acabamos terceros en la liga italiana, que no está mal para un equipo tan humilde, fui el máximo anotador del equipo y acabé siendo el tercer máximo anotador en la liga. Ahí fue donde empecé a ver cómo era España y el baloncesto español y ya supe que quería estar ahí.
¿Por qué querías estar en España?
Por el estilo de jugar. Veía el estilo por la tele y era más rápido. Parecido a como jugaba yo en la universidad, con muchos bloqueos directos y saliendo sobre bloqueos. El talento era muy alto, el país fantástico. Además, el idioma era importante, porque podía comunicarme con los aficionados, con mis compañeros. Tenía obsesión por llegar a España.
Y te llegó la oferta de Gran Canaria.
Sí, llegó una oferta de Gran Canaria, hablé con mi mujer y me dijo: «¿Hay playa? ¿Hay sol? ¿Está en España? Hecho. Vamos ahí». Es un sitio increíble, pasamos dos años fantásticos con Pedro Martínez, un entrenador que, otra vez, puso el balón en mis manos. Le estoy muy agradecido a Pedro Martínez porque me dio la oportunidad, me dijo: «quiero que te esfuerces muchísimo en defensa y en ataque tienes que meter puntos».
Empecé a meter tiros y acabé siendo el máximo anotador de la liga los dos años que estuve ahí. Y en la Copa del Rey, mi vida cambió otra vez, jugando contra el Real Madrid en Madrid, en mi segundo año en Gran Canaria, metí 30 puntos y eso cambió mi vida. El Madrid se arriesgó y me fichó.
Acabas de decir que el Madrid corrió el riesgo de ficharte. ¿Era arriesgado que uno de los equipos grandes fichase a un jugador de un equipo más modesto?
Sí, yo creo que sí. Solo llevaba dos años en España, estaba jugando Eurocup. Había muchos rumores de algunos difundidos por entrenadores que decían que que Jaycee Carroll no podría jugar en la Euroliga, que era muy pequeño, que no iba a ser capaz de hacer eso contra los grandes equipos de Europa… Pero por suerte, no sé por qué, los cuatro o cinco partidos contra el Madrid siempre jugué bien, algunos partidos de 30, de 20 puntos. Y, bueno, Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros me ficharon.
¿Había otros equipos interesados en ti?
Sí, sinceramente, los dos equipos más interesados eran Madrid y Barcelona.
¿Y por qué el Real Madrid?
El motivo fue el baloncesto. El Barcelona, en 2011, era uno de los mejores equipos de Europa, estaban ganando todo, acababan de ganar la Euroliga en 2010. Tenían un equipazo. Ese equipo era fantástico, Juan Carlos Navarro, Fran Vázquez, Boniface Ndong, Ricky Rubio. Un equipo increíble.
Vi el club y este equipo, y pensé: «¿Adónde voy? No le voy a quitar minutos a Juan Carlos Navarro. No lo voy a hacer. Él es una leyenda del baloncesto español. ¿Podemos jugar juntos? Yo creo que sí, pero ¿el entrenador lo verá igual? No lo sabía». Y al revés, vi al Real Madrid y dije: «Aquí tenemos un equipo joven, con algunos de los mejores españoles, que todavía están creciendo y mejorando, y creo que les falta una persona que haga lo que yo hago, corriendo mucho, saliendo sobre bloqueos directos».
Tenían buenos bases, Chacho, Sergi Llull, y tenían un pívot importantísimo, como Felipe Reyes, que podía rebotear, meter puntos y poner bloqueos. Dije: «Pues vale. Voy para allá, a ver qué podemos hacer». Ese mismo verano fichó Pablo Laso, yo creo que yo lo hice antes que Pablo. Y, sinceramente, yo solo fui una pieza más, pero el estilo de Pablo Laso, esa forma de jugar al baloncesto y su personalidad, era exactamente lo que necesitaba el Madrid en esa época.
Éramos jóvenes y pudimos correr como nadie en Europa, metiendo 100 y pico puntos por partido. Chacho tirando los alley-oops a los jugadores desde el medio campo, y Pablo Laso diciendo cosas, como: «Mira, yo sé que Chacho va a pasar un balón a la grada, pero lo aguanto, lo acepto porque sé que va a dar cinco pases increíbles».
También decía: «Yo sé que Jaycee Carroll va a salir sobre bloqueo y va a tirar un tiro terrible, defendido, pero lo aguanto, lo acepto porque sé que va a salir sobre ese bloqueo y va a meter tres o cuatro tiros increíbles. Así que lo acepto». Nos dio libertad de fallar, esa libertad de equivocarnos y no tener miedo de reproches. En este primer año nos dio al Chacho, a Sergi, a Felipe, a Rudy, a mí esta confianza de ser nosotros mismos y jugar. Fueron años muy divertidos.
¿Cómo eran los entrenamientos con Pablo Laso? ¿Eran muy intensos, había muchas situaciones de partido, mucha táctica…?
Había muchas situaciones de partido y entrenamientos muy intensos, pero cortos, eso era lo bueno de él. Entrábamos con mucha intensidad, pero nos íbamos a casa rápidamente. No estábamos allí dos horas, tres horas… Estábamos allí entrenando una hora y quince minutos a tope, intensos, rápidos y a casa. Él fue jugador y entendió este principio.
¿Cómo llevaba Pablo Laso la gestión de este colectivo con diferentes personalidades?
Hizo un gran grupo. Le tengo mucho cariño a los españoles con los que jugué. Estuve diez años con Felipe Reyes, diez años con Sergi Llull, casi diez años con Rudy Fernández… Cada uno tiene una personalidad muy diferente, igual que yo, pero la cosa que teníamos en común es que queríamos ganar y aprendimos juntos cómo hacerlo.
Había muchos partidos que deberíamos haber perdido, pero todos creíamos que podíamos superar las situaciones adversas y… ganábamos. Todo esto es gracias a Pablo, que nos dio esa libertad.
Si pones a Rudy y a Sergi Llull en una caja y les dices que solo pueden hacer una cosa, vas a fracasar porque no son jugadores así, tienes que darles oportunidades de ser creativos, de pensar, de equivocarse un poquito. Laso nos dio esta oportunidad. Chacho igual, Chacho… (resopla), es una persona con la que me gustaría jugar con él otra vez.
A Luka Doncic, Pablo también le dio libertad. Son jugadores que no se pueden poner en una caja, no los puedes encorsetar, no les puedes quitar por una equivocación, tienes que aguantarlos y aceptar esa creatividad que te va a dar mucho más que te va a quitar.
Algunos de estos jugadores venían de estar con Ettore Messina. Chacho, por ejemplo, no pudo brillar en el Real Madrid con este entrenador. En cambio, con Pablo Laso fue totalmente diferente.
Exacto. Messina es buen entrenador, tiene su manera de hacer las cosas, pero para este grupo no era el adecuado. Pablo Laso sí.
¿En qué se parecen y diferencian Pablo Laso y Chus Mateo? Tú estuviste con los dos.
Creo que ven el partido de una manera muy similar. Por eso el Madrid sigue teniendo tanto éxito, porque pueden trabajar con diferentes personalidades de una manera muy similar. Diferencias no hay muchas. Chus Mateo es un poquito más tranquilo que Pablo, pero la manera de ver el baloncesto creo que es muy similar.
Cuando llegas al Real Madrid pasas de ser el líder del equipo en Gran Canaria, siendo el máximo anotador de la ACB tus dos temporadas allí, a ser un jugador más de rotación. De hecho, tus medias de minutos en el Real Madrid siempre han estado en torno a los 20 minutos por partido. Te adaptas muy bien a este nuevo rol, pero no es fácil.
Sí, fue un cambio frustrante al principio. Sinceramente, no entendí muy bien por qué Pablo no me dio más minutos o por qué no salía de titular. No lo entendí muy bien, pero no soy tonto y empecé a valorar la oportunidad que me había dado.
Empezamos a tener dos estilos de juego, cuando yo estaba en el banquillo jugamos un estilo más de pick and roll, de bloqueo directo con los bases y, después, cuando yo entraba en el partido, cambiamos a otro estilo, jugando bloqueo indirecto, saliendo sobre bloqueos, más movimiento en la pista.
Creo que esta combinación nos hizo muy difíciles de defender. También era muy difícil para los otros equipos preparar los partidos contra nosotros porque teníamos dos estilos muy distintos.
Pero es muy difícil rendir tan alto con tan pocos minutos de juego. Por ejemplo, en la final de Copa del Rey del 2012 en Barcelona, metiste 22 puntos en 18 minutos.
(Risas)… comprendí que tenía que ser muy eficiente con los minutos que me daban. Si solo iba a jugar 18 minutos o lo que sea, si me tiraba cinco triples, tenía que meter tres, y si iba a tirar cuatro tiros de dos tenía que meter tres. Así que esa eficiencia llegó a ser mi manera de pensar y prepararme.
Esto también supone un esfuerzo mental muy grande, ¿no?
Sí, es muy difícil. Muchas veces los jugadores entran a la pista como pensando, vale, un minuto para calentar, empezar a moverme… El cambio mental fue tener en cuenta que lo mismo iba a estar solo tres minutos, no podía malgastar ni uno, ni un segundo. Desde el principio tuve la confianza de, si se presentaba la oportunidad, meter mi tiro.
Hablando de dureza mental, ¿cómo se levanta el equipo después de aquellas dos derrotas seguidas en las finales de Euroliga del 2013 y 2014? ¿Cuál os dejó más tocados?
Las dos dejaron una huella, por supuesto. Contra Olympiacos fue duro, estando, creo, que 20 arriba en la primera parte, pero éramos un equipo muy joven, sin experiencia en esa lucha, de esos momentos, y ojalá hubiésemos ganado. Pero después de este partido salimos con algo; salimos con experiencia para la siguiente oportunidad que íbamos a tener.
Bueno, en Milán contra Maccabi, empezamos la temporada volando, sinceramente, volando, ganando de 20 puntos, corriendo como nunca. Y justo antes de la Final Four teníamos algunos lesionados, como mi rodilla, estuve seis semanas fuera, y Chacho, Sergi, Rudy tuvieron que jugar más.
Dontaye Draper igual, tenía una lesión, y eso fueron más minutos para Sergi, Chacho, Rudy, que acabó con un dedo lesionado. Cuando llegamos a este partido… Creo recordar que en la semifinal ganamos al Barcelona de 38 puntos o algo así, volando, íbamos volando.
Y llegamos a Milán, pero en los últimos minutos la energía ya no estaba. Intentamos luchar, pero Tyrese Rice, del Maccabi (resopla)… acabó de una manera increíble la prórroga. Eso nos mató, pensamos: «¿Qué más tenemos que hacer? Esta temporada es un fracaso», pero en la siguiente logramos levantarnos. Sabiendo que la Final Four era en Madrid, nadie ni nada iba a pararnos, íbamos a ganar esa Euroliga sin problema.
Y llegamos a la Final Four de Madrid en el 2015. ¿Cómo vivís aquellos días? ¿Había mucha presión entre vosotros sabiendo que no podíais fallar por el hecho de jugar en casa y después de aquellas dos derrotas tan duras frente a Olympiacos y Maccabi?
Sí, a ver, estoy pensando, 2015… esa temporada empezamos flojos, empezamos mal, nos costó arrancar. Sin embargo, ganamos la Supercopa como de milagro, según decía la gente. No sé cómo, pero ganamos. Llegamos a diciembre y perdimos, creo, cuatro de seis partidos. Había rumores de que iban a echar a Pablo Laso, que iban a cambiar el equipo, pero seguimos luchando.
Llegamos a la Copa del Rey, ganamos, joder, ganamos y Pablo logró conservar su trabajo unas semanas más. Y llegamos al Playoffs, ganamos, y nos plantamos en la Final Four. Todo eso nos dio confianza, ganando la Copa del Rey, ganando el Playoffs… Llegamos a la Final Four pensando: «Ahora es el momento». Teníamos esta experiencia de los dos años anteriores. Y teníamos a luchadores como Nocioni, y esa actitud, ese carácter más fuerte que no teníamos el año anterior.
Nocioni os aportó más dureza.
Sí, eso. Esa chispa, nos faltaba es chispa.
¿Cómo era defender a Spanoulis? Empiezas defendiéndolo en la final y venía de hacer aquel final de partido increíble en la semifinal contra CSKA.
Pablo hizo una entrevista antes del partido y alguien hizo la pregunta: «¿Cómo vas a parar a Spanoulis?». Y él dijo: «Puedo parar a Spanoulis, puedo poner cinco jugadores defendiéndole a él, pero Printezis nos va a matar». Así que, ¿cómo íbamos a defender a Spanoulis? Yo no sabía nada, llegamos al vestuario y nos dijo Laso: «Carroll, titular. Defiendes a Spanoulis». Me quedé… «Pero yo soy, entre comillas, un mal defensor. ¿Yo voy a defenderle?».
Como diciendo… «¿qué estás pensando? » Pero dentro de mí me dije: «Vale, lo hago, lo haré sin problema ». Salí a defenderle, y no sé, a lo mejor fue una sorpresa enorme para él y se quedó confundido. Le defendí y él tenía que intentarme defender a mí también. Spanoulis acabó con una valoración de -2, tres puntos y tres asistencias. Y yo dije: «Es una leyenda, ha hecho muchísimo, pero ese día le ganamos ».
Aquello fue una jugada maestra de Pablo Laso. ¿Te dio alguna explicación de por qué te mandó defender a Spanoulis desde el inicio?
No, no me explicó nada. Hizo muchas cosas sin dar explicaciones, pero mira, fui inteligente porque creía, y sigo creyendo, que puedo hacer todo lo que me pongan por delante. ¿Defender a Spanoulis? por supuesto.
Además tuviste una actuación destacadísima en esta final, con aquel minuto para el recuerdo durante el tercer cuarto. Hasta el rey de España se echó las manos a la cabeza con una de tus canastas. ¿Qué se te pasaba por la cabeza en aquellos momentos?
Que necesitaba el balón porque iba a meter todos los tiros, eso fue. No tenía ninguna duda… No sé describirlo, pero muchas veces la gente me pregunta: «¿Cómo es esa sensación?”. No lo sé, solo puedo decir que, en ese momento, todo tiro que lanzase iba dentro de la canasta. No podía fallar, era imposible fallar.
Aquello cambió el partido y fue clave para ganar.
Sí, claro. Estábamos empatados, yo metí once puntos seguidos y nos fuimos diez arriba. Othello Hunter, que jugaba para Olympiacos en ese partido, cuando luego llegó a ser mi compañero en el Madrid, me dijo: «Ese momento nos mató, no podíamos remontarlo. Nuestra confianza estaba muerta. En ese minuto y medio perdimos el partido».
Otro partido mítico tuyo fue el segundo de la final de la ACB contra el Barcelona en 2019, con aquel triple al final cuando parecía que estaba todo perdido para vosotros.
Sí, ese triple aquel… No estaba haciendo un mal partido, la verdad. Acabé con 22 puntos. Tenía esa confianza, pero en el banquillo pensaba: «Bueno, vamos a perder. Estamos como cinco abajo o algo así, una cosa imposible de remontar». Sergi recibe la falta, estamos tres abajo y yo estoy en el banquillo, Pablo me puso en el partido, y claro, ya hemos visto… Lo demás es historia.
Rebote de Rudy, pase de Sergi, triple de Carroll, ganamos. Este fue el momento más emocionante en toda mi carrera. Ya has visto mi reacción, cogí el balón, me tiré por el parqué… No solía expresar así mis emociones.
Has coincidido con grandísimos jugadores en el Real Madrid.
Sí, sinceramente, como he dicho muchas veces, he tenido la suerte de jugar con muchos de los grandes jugadores de Europa, muchos de los grandes españoles y, sobre todo, bases. Empezamos con Chacho, MVP de la Euroliga, Sergi Llull MVP de Euroliga, Facundo Campazzo MVP, Luka Doncic MVP…
Es que tuve la oportunidad, la suerte de jugar con jugadores increíbles. Y sí, claro, los entrenamientos fueron durísimos… Si te tocaba defender al Chacho, que tiene un manejo de balón fantástico. Llull, que tiene esa explosividad, Facundo Campazzo que puede mover las piernas y defender como nunca he visto a nadie. Y luego Luka, que en la NBA nadie puede defenderle. Estuve hace poco viendo a Dallas jugó contra los Jazz, perdieron y no jugaron muy bien, pero viendo lo que está haciendo Luka, aquí en los Estados Unidos, creo que el futuro es muy ilusionante.
¿Pensabais que Luka Doncic iba a llegar tan alto cuando se incorporó a la dinámica del primer equipo?
Bueno, alto sí, pero tan alto no, imposible. Ahora está saliendo en todas las listas. En esas de los tres jugadores que han hecho tal, pues ahí tienes a Doncic, Jordan y LeBron o Magic Johnson. Lo que está haciendo es todo histórico, situaciones que no se han visto en toda la historia de la NBA. Si te dijera ahora que pensaba que iba a llegar a tanto, estaría mintiendo.
¿Quién era el líder del Real Madrid?
Felipe Reyes, que era nuestro capitán. Rudy, en el vestuario igual, Sergi y yo, los veteranos.
Eres uno de los jugadores con mejor mecánica de lanzamiento que se han visto. ¿Cuál es la clave para tirar así de bien?
Repetición y buscar a la gente que lo haga bien. Yo, con suerte, tuve a mi padre que me enseñó la mecánica correcta. Así que primero busca a una persona que tenga la mecánica correcta, intenta copiarlo, y después repetición, miles y miles de tiros de repetición.
¿Cómo de importante es el factor mental en estos tiros a canasta?
La confianza es un regalito. Ojalá todos los jugadores pudieran tener esta confianza, pero entrenar es lo que te da la confianza.
¿Te decían algo los rivales para intentar desconcentrarte cuando te enfrentabas a ellos?
Siempre han intentado cosas, siempre me decían cosas, pero en los últimos años ya había mucho respeto. Como Darío Brizuela, que me dijo en un partido: «Mira, si pudiera un día venir a entrenar contigo en verano, me encantaría. ¿Cómo haces esto? ¿Me encantaría hacerlo como tú lo haces?». Al final fueron conversaciones de respeto.
¿Qué rival o equipo te motivaba más?
El Barcelona, Olympiacos y Fenerbache.
¿Te surgió alguna oferta interesante mientras estabas en el Madrid?
Sinceramente, no busqué ofertas. Cuando llegaba al final de los contratos, hablaba con Juan Carlos y le decía: «Mira, me gustaría estar aquí más años, ¿qué te parece?». Y fue una cosa tan sencilla… Él me decía: «¿Qué te parecen dos años?». Y yo: «Vale, perfecto». Y él: «Pues te mando el contrato». Creo que fui el jugador más sencillo en la historia del Real Madrid. Sabía que quería quedarme allí, no buscaba otras opciones, no estaba intentando recibir otra oferta para que el Madrid que me ofreciera más dinero. Sabía dónde quería estar, y estoy agradecido por esos diez años de relación que tuvimos.
¿En qué momento empiezas a pensar en dejar el baloncesto? ¿Fue la temporada en que vuelves a Madrid con tu hija el inicio de pensar en retirarte?
Sí, sinceramente fue justo eso. Todavía estaba a buen nivel, estábamos ganando, disfrutando, físicamente me sentía bien, pero llegó el punto en que la familia quería volver a los Estados Unidos. No es porque no nos gustase Madrid y España, pero llega un momento en que, claro, tienes niños, tienes padres y abuelos, y diez meses alejado de ellos es difícil. Así que llegó un momento de empezar a pensar en esto, y tomamos la decisión de retirarnos y volver a casa para estar más cerca de nuestra familia.
Pero ese verano previo al inicio de la temporada 21/22 tenías la esperanza de volver en diciembre o en enero, ¿no?
Sí, sí, y por eso la decisión fue tan difícil porque quería volver, quería estar para los momentos más divertidos, la Copa del Rey, el final de la Euroliga y la final de la liga española, pero (resopla), no podía, no podía…
¿Qué cosas hacías con tus compañeros del Real Madrid al margen del baloncesto? ¿Cuáles eran vuestras aficiones?
Sobre todo cenas. Siempre salíamos por Madrid, me descubrieron muy buenos restaurantes. La verdad es que me encanta la comida, me encanta comer con mis compañeros y me encanta Madrid. Me enseñaron un mundo de comida increíble en Madrid. Eso es lo que más hacíamos como equipo fuera de la pista.
Y sobre todo el jamón, ¿no?
Sí.
A continuación, pasamos la entrevista a Jota Cuspinera, y estas son sus reacciones a las respuestas de Carroll
Jota Cuspimera: Hay jugadores a los que les vas diciendo cosas que tienen que hacer para mejorar, pero con un tío que controlaba el tiro como Jaycee, yo solo estaba para decir: «¿Qué vas a hacer hoy?». Y apoyarle, más que el hecho de decir, oye, no, ahora vamos a cambiar… Cambiarle su rutina sí que era algo que… (risas). Si tú querías hacer algo nuevo, te decía: «Vale, eso lo hacemos después de que yo haga mi rutina», pero él no cambiaba su rutina.
Era muy disciplinado, sin ninguna duda. Tenía dos o tres rutinas de tiro, no era muy variado, pero sí muy metódico en ejecutarlas. Podía hacerlas antes o después del entreno, pero no se iba un día sin hacerlas, eso seguro. Si te acuerdas del estilo de Jaycee, él tenía una salida, a cualquiera de los dos lados, donde podía acabar con parada y tiro natural desde 4 o 5 metros o esa misma parada, pero en vez de parar con los dos pies para tirar normal, hacía una batida para una bomba.
Pues eso lo hacía desde distintas posiciones del campo y, además, a derechas y a izquierdas. Metía situaciones para esos tiros cortos que le caracterizaban. Prácticamente era la misma distancia, pero eran dos tipos de tiros distintos que a él le gustaba practicar.
Por ejemplo, una rutina creo que era 20 metidas en cada posición. Cuando hacía esta rutina se centraba más en los tiros cortos que en el tiro de tres, aunque también tiraba de tres. Y luego tenía otras rutinas donde lo que más hacía era tirar de tres y eliminaba ese tipo de tiro tras bote y demás. Luego tenía sus rutinas de salida, donde él se colocaba debajo del aro para salir a 45 grados como si fuera una salida de rombo. Ya sabes que con Pablo Laso, cada vez que Jaycee estaba en el campo, jugaban mayoritariamente para sus salidas.
Estas situaciones las ibas combinando en dos o tres rutinas. No sé si era la que le apetecía o seguía algún método, es decir, hoy toca esta y mañana la siguiente. Nunca le pregunté sobre esto. Yo simplemente estaba ahí para ayudarle a rebotear y que la rutina le saliera lo mejor posible. Se tiraba entre media hora y una hora, dependiendo del día, haciendo esa rutina de tiro. Así que luego no te sorprendía que fuera capaz de meter lo que metía en los partidos.
Tenía una que a mí me llamaba mucho la atención (risas). La llamaba la estrella. Era hacer las 5 posiciones del triple, esquina, 45 grados y cabecera, donde él iba cambiando de posición, pero a la diagonal opuesta. Bueno, pues tenía que meter 10 triples seguidos para completar el ejercicio, uno desde cada posición y dar dos vueltas a las 5 posiciones. Si no metía los 10 seguidos empezaba de nuevo.
Lo que quiero que te imagines es que el único tiro que empezaba con los pies tranquilos era el de la primera esquina. A partir de ahí, él tiraba y se iba a toda velocidad a la cabecera, de la cabecera recibía y tiraba a toda velocidad y se iba a uno de 45, de 45 se iba a toda velocidad al otro 45, y de ahí a la esquina que le quedaba, y tenía que hacer eso dos veces consecutivas porque de esa esquina se iba a la otra esquina corriendo a toda velocidad.
Tenía que meter esos 10 triples, pero eran 10 tirando que cada vez que llegaba lo hacía a toda leche. En cuanto fallaba uno volvía al inicio. Lo normal es que lo hiciera a la primera. Acababa, que yo decía… Se metía unos chutes de carrera para hacer eso que eran impresionantes. Esto, que parece una chorrada porque en realidad no es que sea nada del otro mundo, el tema es a la velocidad a la que iba de un lado a otro.
Dices, joder, pues para lo que es él los cinco primeros: «Venga, entra dentro de lo suyo». Pero es que los cinco siguientes o los cuatro últimos yo decía: «Es que va follao». Ya solo sostenerte de pie a esa velocidad cuesta. Es un sprint continuado, con las pequeñas paradas para tirar, pero ya te digo, que no se tomaba tiempo, eran los tiros que hacía saliendo de bloqueo, que era recibir y arriba, y nada más tocar el suelo ya estaba corriendo a otro sitio.
Él hacía este ejercicio, que es absolutamente agotador y con la exigencia de tener que meter los 10 triples porque si no volvía a empezar, después de un entreno y después de su rutina. Normalmente, ¿cómo acaban los jugadores?
Acaban tranquilos, ya llevan toda la tralla, entonces, pues eso, meto, por ejemplo, 10 por posición en posicional, cosa que él también hacía a veces. Pero no, es que ese último ejercicio, la estrella, que era probablemente el de más caña de todo el día, era el que se metía para terminar, cuando ya llevaba toda la carga anterior.
A mí lo que me asombraba de ese ejercicio era que lo veía desencajado físicamente, y el tío se obligaba a meter esos 10, cuando probablemente las patas de cualquier otro lo que harían es decir: “Oye, basta. Para…”, o el propio pulmón porque parecía que iba a echar el hígado. Pues hasta el décimo tiro, ¡pam, pam, pam, pam!, a toda velocidad, de una a otra, y teniendo que meter. Este tipo de tiradores es que meten como si no hubiese mañana.
A mí me recuerda, aunque no sea el caso, a Macijauskas. Una vez vi un vídeo de este jugador entrenando él solo, sin reboteador, donde yo decía: «Es lo que hace Jaycee, pero él solo, que todavía es peor». Se tiraba el balón a la línea de tres para ir a pillarlo a toda hostia, girarse y tirar, y entonces se iba a toda velocidad al rebote, y se la volvía a tirar a la línea de tres. Luego no te sorprendía que en los partidos fuera capaz de tirar a la velocidad a la que tiraba. Pues Jaycee es parecido, él tenía rutinas de ir a toda leche.
Había alguna vez que se podía picar con algún compañero, pero te diría que el 95% de las veces estas rutinas las hacía en solitario, tan solo acompañado de un entrenador que le reboteara, por lo menos en los años que estuve con él porque yo luego salí y él siguió unos cuantos años más en el Real Madrid. Pero mientras estuvimos juntos, era yo el que le reboteaba.
Él decidía si hacía estas rutinas antes o después de los entrenamientos. Mayoritariamente era después, pero alguna vez las hacía antes. No me preguntes, porque yo tampoco le preguntaba por qué lo hacía antes o después, el caso es que lo hacía. A lo mejor, si el entrenamiento acababa a las 7 y había quedado a las 7,30, pues lo hacía antes. Lo que sí te digo es que yo no recuerdo que se haya saltado la rutina de tiro.
Hay una cosa que es evidente, para tener en torno al 40% en triples en toda su carrera, incluso más dependiendo de la temporada, cuando lo haces sin oposición tienes que estar en el 80% alto. Hay muchos padres que me dicen: «Quiero que vengas a ver a mi hijo porque mete mucho y tal».
Y cuando llego al entreno, dices: «¿Qué mete mucho? Si mete el 40% estando sin oposición», y que no está mal, ojo, pero está muy lejos de lo que mete la gente que quiere jugar en élite. La gente que quiere jugar en élite o que juega en élite, los buenos tiradores, están en el 80% muy alto o en el 90% y pico sin oposición, para poder tener porcentajes del 40% cuando tienen de verdad oposición o están en partido.
Jaycee era muy trabajador, de hecho, tenía un mote: Jaycee Duracell, Él no lo sabe. Nos descojonábamos con Pablo Laso porque decías: «Este empieza y no para». Es el conejito Duracell. Él va pa, pa, pa, pa, pa todo el rato. Entonces era eso, era Jaycee Duracell. Esto era una cosa que teníamos entre nosotros, entre los técnicos.
Recuerdo que decíamos: «Joder, ya está el conejito Duracell que va para arriba y para abajo». Él tenía un gesto cuando empezaba a correr muy gracioso, pegaba un pequeño saltito. Tú sabías que cuando pegaba ese pequeño saltito, a partir de ahí ya no paraba. Era un sprint de la hostia, recibir y tirar.
Una de las cosas que caracterizaban a Jaycee era esa velocidad a la que salía de bloqueos para tirar. Él, además, tenía un tiro de tobillo, o sea, su salto no era un salto de piernas, era un salto de tobillo, que no es común, pero le permitía una reactividad mucho mayor que el salto de piernas. Es un tipo de salto más explosivo, lo que pasa es que también es más difícil… Bueno, es que este tío se levantaba un metro para tirar.
En cuanto sus tobillos tocaban el suelo y metía esa reactividad de tobillo, subía un metro para lanzar, que además lo hacía a toda velocidad. Esa misma fuerza de tobillos combinada con la de piernas hacía que, sin ser un tío muy grande, fuese capaz de ponerse muy arriba para hacer sus bandejas y bombas. Además, tenía la habilidad de sortear a los rivales… Por eso entrenaba todo ese tipo de bombas. Me decía: «Esto es para cuando vienen a taponarme que sepa que no me van a taponar». Su capacidad de reactividad de tobillos estaba muy por encima de la media.
Para finalizar, Cuspinera nos regala unas pinceladas sobra la forma de ser de Jaycee Carroll.
Para intentar hacerte una idea de los que es Jaycee tienes que pensar en que es mormón, y que cuando va a empezar la universidad se tira dos años en Chile de misiones, donde prácticamente no puede jugar al baloncesto. Pues si tú te haces a la idea de eso, ¿qué le ha quedado, por ejemplo, de los dos años de Chile donde no podía tocar prácticamente el balón? La disciplina, él es un tío tremendamente disciplinado en todo lo que hace, en sus rutinas, sus historias…
A esa disciplina le unes, vamos a llamarlo así, esa situación de intentar ser buen tío porque él es mormón, es como, vale, mi religión me prohíbe ciertas cosas o reacciones. Evidentemente es un ser humano y también las tiene, pero las tiene muy controladas o las tiene excepcionalmente. Lo mismo que los demás nos enfadamos, pues yo que sé, una vez al día, pues él se enfada una vez a la semana, no lo sé, por ponerte un ejemplo.
Tú veías cómo trataba a su mujer y sus hijas y alucinabas, o sea, alucinabas, se desvivía por ellas. Entonces, dices, ¿cómo es Jaycee?, y no es un topicazo, Jaycee es un muy buen tío, con una disciplina bestial y con un talento para jugar al baloncesto que es lo que le ha puesto en las nubes. Humilde hasta decir basta, un currante, de ahí la disciplina. Él muchas veces me decía: «Jota, yo no sé si tengo… Lo que sí tengo es la disciplina de venir aquí y hacer mis tiros porque sé que esto es lo que luego tengo que hacer en el partido».
Entonces dices: «Pues de puta madre, tío» (risas). Incluso cuando se ha retirado, ¿qué es lo que ha hecho? Pues un tío que tiene dinero para vivir, probablemente, el resto de su vida sin necesidad de trabajar, y va y se mete a trabajar en un rancho, en el suyo, pero a trabajarlo.
Formidable entrevista (una vez más genialmente conducida por el versado en temas de baloncesto, y experto escritor sobre la materia, Javier Balmaseda) al mítico jugador del Real Madrid Jaycee Carroll, que conquistó, entre otros títulos, 5 Ligas y 2 Euroligas, resultando decisivo en partidos clave.
Siempre son altamente enriquecedoras las curiosidades aportadas e idóneamente afloradas en la entrevista; por ejemplo: la de que aprendió el idioma español porque en su juventud fue misionero en Chile, la férrea disciplina asumida durante toda su vida, lo que aprendió de cada entrenador extrayendo constantemente los aspectos positivos, etc., etc.
Chapó, Javier.
Brillantísimo artículo periodístico.
Jaycee Carroll es uno de esos tíos que da rabia porque, a pesar de jugar en el eterno rival y matarte unas cuantas veces, es tan buena persona que es imposible ‘odiarle’. Me deja un poco en paz saber que eligió Madrid por una mera cuestión deportiva y de momento, de vida de un equipo en el que encajaba como anillo en dedo.
Trato con muchos mormones (todos de Utah) y sabía de su labor misionera durante la juventud, aunque en los casos que conozco, los chicos (y chicas) se van tras su primer curso de universidad. ‘Romperla’ en NCAA tras pasarse dos años sin tocar un balón de baloncesto es algo tremendo. Si hubiese nacido en 1999 en lugar de 1984, sería estrella NBA.
Extraordinaria entrevista, como siempre Javier. Que trabajazo y que manera de hilar para sacar tanta anécdota e información de éste auténtico fenómeno que ha sido Jaycee..sin duda el más rápido en ejecutar el tiro y una delicia para los sentidos. Gracias Javier.
Felicidades Javier! Gran entrevista
Es de las entrevistas más largas que he leído y de las que más cortas se me han hecho. Increíblemente documentada y con multitud de anécdotas sin desperdicio. La parte de Jota Cuspinera está genial. Me ha encantado. Enhorabuena
Había muchas cosas que desconocía de Jaycee Carroll y que he conocido con la entrevista como su etapa de misionero y lo mucho que trabajaba para mejorar como jugador.
Jaycee 👏👏👏
Gracias Javier por hacernos ver al Jaycee fuera de las canchas y la verdad cuando lees tu artículo, lo sientes como una persona muy cercana , sencilla y lo que más me gusta es lo tenaz y trabajador que es y creo que esa es la clave del éxito, repito enhorabuena por tu artículo 👍
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Coincido: extraordinaria entrevista, salpimentada además por los comentarios de J. Cuspinera. Hace tiempo que la versión «sport» ha dado el sorpasso a su hermana mayor. Saludos!
Me gustó la entrevista, Javier es un artista.
Excelente entrevista de Javier Balmaseda, dándonos a conocer de una forma muy amena los aspectos personales y profesionales de Jaycee Carroll. Gran trabajo de Javier.